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Tema: El "affaire" Sixto

  1. #1
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    El "affaire" Sixto

    Hoy que se conmemora y publicita en varios sitios el armisticio (o falsa paz, por no ser fruto y restauración de la justicia) que puso fin a la Guerra Gran (esto es, la interrupción momentánea de una etapa en la guerra general que la Revolución venía -y viene- realizando contra la Religión y contra todos los Tronos Católicos reinantes) resulta conveniente recordar un asunto importante de ésta, recogido en un artículo de la revista francesa Catholica, firmado por Bernard Charpentier y que ha traído traducido el cuaderno de bitácora FIRMUS ET RUSTICUS.

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    El «affaire Sixto» (I)

    «Es el único hombre honrado que ha aparecido en el curso de la guerra;
    no se le ha escuchado.»


    Artículo de Bernard Charpentier publicado en la revista Catholica:


    Hace noventa años, la Gran Guerra llegaba a su fin. Varias tentativas en favor de la paz fueron emprendidas a partir de 1916. Una sola, sin embargo, casi logró llegar a buen fin: la del Emperador Carlos I de Austria en 1917, conocida como el «affaire Sixto». Esta proposición de paz ilustra una concepción del orden internacional fundada sobre la justicia y la equidad, y la búsqueda de la paz comprendida como el primer deber de un soberano hacia los pueblos que le son confiados.

    El día después de comenzar su reinado, el 22 de noviembre de 1916, Carlos I dirige a sus súbditos este rescripto: «Quiero hacer todo lo posible para alejar en el menor plazo posible los horrores y los sacrificios de la guerra, y ofrecer a mis pueblos las bendiciones desaparecidas de la paz tan pronto como lo permitan el honor de las armas, las condiciones vitales de mis Estados y de sus fieles aliados, y la obstinación de nuestros enemigos. [...] Animado por un profundo amor hacia mis pueblos, quiero consagrar mi vida y todas mis fuerzas al servicio de tan alta tarea» (1).

    «Tan pronto como lo permita el honor de las armas...»


    El 12 de diciembre de 1916, los ministros de asuntos exteriores de Viena y de Berlín dirigen a los aliados una nota sobre la paz que es rechazada por la Entente el 31 de diciembre, el día de la coronación de Carlos como Rey Apostólico de Hungría. Carlos no cejará de insistir a su aliado alemán para que busque la paz con él. Así, escribe por ejemplo el 2 de enero de 1917 a Guillermo II: «Mi ideal, que sin duda aprobaréis, es favorecer el deseo del mundo entero: conseguir por fin llegar a negociaciones serias y aceptables para nuestros pueblos y para la humanidad. Ahí está nuestro deber». (2)

    El Emperador, conociendo la influencia de los medios pangermanistas y del Ejército sobre la diplomacia austro-húngara, decide utilizar también otras vías, acordándose sin duda de una carta que el Príncipe Sixto de Borbón Parma, hijo del último duque reinante de Parma, Roberto, había dirigido en enero de 1915 a su hermana, la entonces Archiduquesa Zita (3), esposa del futuro Carlos I. Encarga así a su suegra, la Duquesa viuda de Parma, de exponer a sus hijos, Sixto y Javier (4), con los que se reúne en Suiza el 29 de enero de 1917, su «deseo [...] de verlos para tratar directamente con ellos acerca de la paz» (5), o, si acudir a Viena les parece imposible, les propone enviar a Suiza una persona de confianza para comunicarles su parecer. A los Príncipes, quienes de todas formas quieren consultar primero a París, sólo les parece posible contemplar esta última eventualidad. Los Príncipes indican los siguientes puntos como condiciones previas desde el punto de vista francés: la restitución de la Alsacia y Lorena de 1814 (6) a Francia sin ninguna compensación colonial o de otro tipo, Bélgica restituida y conservando el Congo, lo mismo que Serbia, eventualmente agrandada por Albania, y finalmente Constantinopla para los rusos.
    «Los dos sirven desde 1915 en la artillería belga...» (Sixto y Javier de Borbón Parma)


    El 22 de enero de 1917, Wilson proclama el derecho de autodeterminación de los pueblos (7). El 1 de febrero, Alemania desencadena la guerra submarina a ultranza, poniendo a Carlos, que quiere oponerse a ella, ante un hecho consumado. De vuelta a París, el Príncipe Sixto se reúne, por mediación de William Martin (8), jefe del servicio de protocolo en el Ministerio de asuntos exteriores, con Jules Cambon, secretario general del Quai d'Orsay y antiguo embajador en Berlín.

    De esta entrevista se deduce el interés del gobierno francés por entablar negociaciones con la Monarquía a través de la intermediación del Príncipe Sixto, y el deseo, expresado por Cambon, de un encuentro entre el Príncipe, el Presidente Poincaré y Briand, entonces Presidente del Consejo.

    «En absoluto se trata de desmembrar la Monarquía, idea
    a la que los Estados Unidos llegaron mucho más tarde.»


    Sixto, pues, vuelve a partir hacia Suiza, donde se entrevista con el Conde Thomas Erdôdi (10), amigo de la infancia del Emperador, los días 13 y 21 de febrero. Durante una primera entrevista, Erdôdi confirma la aceptación de Carlos de las condiciones de Sixto, pero, en cuanto a Serbia, el Emperador desea la creación de un reino sud-eslavo (yugoslavo) que englobaría a Bosnia, Serbia, Albania y Montenegro, y que estaría bajo la dependencia de Austria, apartando a la dinastía Karageorgevich, considerada por Viena como implicada en el asesinato de Sarajevo. La idea de una paz separada es aceptada por las dos partes. En la segunda entrevista, Erdôdi, después de haber conferenciado con el Emperador, traslada a Sixto una nota ostensible del Ministro de asuntos exteriores de la Monarquía, el Conde Czernin, enmendada por una nota personal y oficiosa del Emperador, desconocida por Czernin, por la cual Carlos declara que sostendrá por todos los medios a Francia de cara a Alemania, y expresa su simpatía por Bélgica. Precisa que Austria «no está en absoluto bajo la mano alemana» y que su «único objetivo es mantener la Monarquía en su tamaño actual.»

    Durante una entrevista del Príncipe con Poincaré el 5 de marzo, éste último resume la situación: «el trámite a seguir será pues el siguiente: obtener de Austria los cuatro puntos esenciales (11), comunicar este resultado a Inglaterra y a Rusia bajo una forma totalmente secreta y ver si hay un medio de entenderse para concluir un armisticio secreto. [...] El interés de Francia no es sólo mantener a Austria, sino agrandarla en detrimento de Alemania (Silesia o Baviera)». (12) Briand, consultado por Poincaré el 6 de marzo, confirma este enfoque. Ya entonces se comprende que las dificultades vendrán de Italia, pero Poincaré estima que las peticiones italianas podrán ser compensadas por los territorios tomados a Alemania en beneficio de la Monarquía, a lo que Carlos se negará a continuación. La dimisión de Lyautey, el 14 de marzo, acarrea la caída del ministerio Briand, reemplazado el 19 por el gabinete Ribot, el cual, si bien se declara favorable a la continuación de las negociaciones, es netamente más reticente que su predecesor. Si el equilibrio militar perdura entre los beligerantes ―habiendo Austria-Hungría derrotado repetidamente a Italia en el Isonzo―, la situación de la retaguardia se hace difícil tanto para la Monarquía como para el Reich.
    «Netamente más reticente que su predecesor.» (Alexandre Ribot)


    De vuelta en Suiza el 19 de marzo, Erdôdi apremia a los Príncipes para que vayan a Viena a discutir con el Emperador las modalidades de su oferta. Reticentes, se rinden a los argumentos de su hermana: «No te dejes detener por consideraciones que, en la vida corriente, estarían justificadas. Piensa en aquéllos infelices que viven en el infierno de las trincheras, que mueren por centenares todos los días, y ven». (13)

    «Piensa en aquellos infelices [...], y ven.» (Emperatriz Zita)


    Dos entrevistas, el 23 y el 24 de marzo, tienen lugar en el mayor secreto en Laxenburg. Aparte de los soberanos, de Sixto, y de Javier, asiste a unas partes Czernin, a quien Sixto describe como «largo, flaco y frío», reticente y tan «confuso que es imposible captar el fondo de su pensamiento». El Emperador insiste: «Es absolutamente necesario concluir la paz, lo quiero a todo precio [...] Más vale pues consentir a los arreglos equitativos, y yo, por mi parte, estoy completamente dispuesto a hacerlo». Sin embargo, considera que su deber de aliado le obliga a intentar lo imposible para llevar a Alemania a una paz justa y equitativa. Si aquello no funcionaba, concluiría la paz de manera separada.

    «Con qué ardor sincero se esforzaba el Emperador Carlos
    para concluir la paz, y cómo se las ingeniaba el Emperador
    Guillermo para tratar estos esfuerzos como bagatelas.» (Guillermo II)


    El 24, entrega a Sixto una carta autógrafa (14) que marca un gran éxito en las negociaciones al adoptar sin reservas la base propuesta por Sixto en enero en lo referente a Francia, Bélgica y Serbia, a la vez que reservando la cuestión de Constantinopla y de los estrechos, habida cuenta de la revolución rusa del 14 de marzo (15). Nada se dice de Italia, al desear Carlos la mediación entre Francia e Inglaterra. Él espera una alianza con Francia tras el fin del conflicto. Carlos encarga a Sixto la transmisión secreta de su carta a Francia y a Inglaterra. Tal como escribe el Príncipe Sixto, «el parecer del Emperador sobre las ventajas que siempre ofrece a Europa una paz de moderación sobre una paz de preponderancia marcan un sentido político y un buen sentido que, desafortunadamente, no son comunes».

    Después de haber leído la carta del Emperador, Poincaré declara a Sixto durante una tercera entrevista el 31 de marzo: «se trata, pues, no de un armisticio, sino de una paz separada destinada a menoscabar el bloque central, paz separada con Austria, la cual, diplomáticamente, se colocaría acto seguido de nuestro lado» (16), añadiendo que la opinión pública es, en Francia como en Inglaterra, favorable a Austria ―ya que ningún enfrentamiento entre sus tropas tiene lugar hasta que las tropas francesas y británicas vienen a reforzar al ejército italiano tras la debacle de Caporetto (9 de noviembre de 1917)― y que Deschanel, entonces Presidente de la Cámara, insiste en que se concluya la paz con Austria. Ribot, puesto al corriente por Poincaré, decide ir a Folkestone a buscar a Lloyd George el 11 de abril para comunicarle la propuesta de Carlos. A la lectura de la carta imperial, el Primer Ministro británico habría exclamado: «¡Es la paz!» (17). Es entonces cuando Ribot desea poner al corriente a Italia de las negociaciones. Sixto, muy reticente ya que la carta no está destinada más que a Francia y a Inglaterra, termina por consentir cuando Ribot se compromete a sondar a Italia de manera general, sin citar al Emperador ni producir su carta. Una cumbre es convocada en Saint-Jean-de-Maurienne entre Lloyd George, Ribot y Sonnino, Ministro italiano de asuntos exteriores, para el 19 de abril.
    «¡Es la paz!» (David Lloyd George)


    Sixto desea asegurarse de que el secreto de las propuestas austríacas será guardado, y para ello se reúne con Lloyd George en París el 18. Éste declara la amistad inglesa hacia Austria y su deseo de llegar a una paz con ella; una paz que debería englobar necesariamente a Italia. Al mismo tiempo, el 3 de abril, Carlos se reúne en Bad Homburg con Guillermo II para intentar atraerlo hacia puntos de vista pacíficos razonables, ofreciendo a Alemania la cesión gratuita de la Galicia si ésta restituía la Alsacia y Lorena a Francia. Ante el rechazo de Guillermo (18), Carlos hace que se le dirija, el 13 de abril, un memorándum denunciando la alianza con el Reich par el 11 de noviembre de 1917 a más tardar.”

    —Bernard Charpentier, L'offre de paix séparée de Charles 1er d'Autriche.





    Notas a pie de página del artículo original (muy interesantes):


    (1) Príncipe Sixto de Borbón, L'offre de paix séparée de l'Autriche, Plon, 1920, p.36.

    (2) Citado por Michel Dugast Rouillé, Charles de Habsbourg, éditions Racine, Bruxelles, 2003. p.65.

    (3) No podríamos insistir lo suficiente en la influencia de la Emperatriz Zita en la propuesta austríaca. Ver notablemente Antoine Redier, Zita, princesse de la paix, La revue française (éd.), 1930, en particular pp. 123-219.

    (4) Los dos sirven desde el 25 de agosto de 1915 en la artillería belga, habiendo declinado Francia su oferta de unirse a sus ejércitos.

    (5) Borbón, op. cit., p.39.

    (6) Es decir, con Landau y Saarlouis, perdidas en el Congreso de Viena tras los Cien Días.

    (7) El décimo de los Catorce puntos de Wilson enuncia: «A las nacionalidades de Austria-Hungría, cuyo lugar entre las naciones queremos ver protegido y asegurado, debe acordarse la más libre oportunidad de desarrollo autónomo». En absoluto se trata de desmembrar la Monarquía, idea a la que los Estados Unidos llegaron mucho más tarde.

    (8) W. Martin está, por su función, en contacto permanente con el Presidente Poincaré. Se habían establecido contactos con él desde enero de 1916. En una segunda entrevista, el 26 de julio, Martin informa a Sixto de la posición de Poincaré: «Es necesario para nuestro interés que Austria subsista». (Borbón, op. cit., p.17)

    (9) El Príncipe Sixto ya se había reunido con Jules Cambon el 23 de noviembre de 1916. Éste le había transmitido su parecer: «Por mi parte, yo desearía ver subsistir una sola corona imperial, la de Austria, reduciendo a Prusia a su reino». (Borbón, op. cit., p.30)

    (10) Carlos, enviándolo en misión, le había dicho: «Mi única aspiración es poner fin lo antes posible a esta horrible matanza. [...] Quiero constreñir a mis aliados a una mayor moderación, si bien no tengo intención de abandonarlos». (Citado en Dugast Rouillé, op. cit., p.30.

    (11) Quedaba pues la cuestión de Serbia, que Austria acabará por aceptar.

    (12) Borbón, op. cit., pp. 67-68.

    (13) Borbón, op. cit., p.82.

    (14) Nadie duda de que esta carta fue el fruto de un trabajo en común, al cual Dugast Rouillé (op. cit., p.82) piensa que el Príncipe Sixto había participado. Kovacs (op. cit., pp. 134 y 668) afirma que hubo 14 borradores y que en Viena no se conservó copia de la carta finalmente enviada, de manera que era imposible saber con certeza si la carta publicada por Clemenceau en abril de 1918 era en efecto la que el Emperador había dirigido a las potencias de la Entente.

    (15) La Rusia revolucionaria ya no los reivindicará más.

    (16) Borbón, op. cit., p.104.

    (17) Dugast Rouillé, op. cit., p. 84, y Kovacs, op. cit., p. 155.

    (18) Polzer-Hoditz, director del gabinete de Carlos, escribió estas líneas amargas: «Con qué ardor sincero se esforzaba el Emperador Carlos para concluir la paz, y cómo se las ingeniaba el Emperador Guillermo para tratar estos esfuerzos como bagatelas». (El Emperador Carlos, Grasset, 1939, p. 169).

  2. #2
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    Re: El "affaire" Sixto

    El «affaire Sixto» (II)

    «El parecer del Emperador sobre las ventajas que siempre
    ofrece a Europa una paz de moderación sobre una paz de
    preponderancia marcan un sentido político y un buen sentido
    que, desafortunadamente, no son comunes.» (Sixto de Borbón Parma)


    Continuación de la primera parte. Artículo de Bernard Charpentier publicado en la revista Catholica:


    A continuación del rechazo de Sonnino, quien exige, aparte de la cesión del Trentino de lengua italiana, la de Trieste, Dalmacia y las islas de la costa dálmata (estos dos últimos territorios estaban, no obstante, poblados mayoritariamente por eslavos y no por italianos), el gobierno francés notifica el 22 de abril a Sixto su respuesta negativa a la propuesta imperial, dejando a la vez abierta la puerta para el futuro si la Monarquía aceptaba considerar las reivindicaciones italianas: Cambon pensaba que Trieste y Trento bastarían. (1)
    «Reivindicar Trieste [cuya población es mixta] como
    un derecho sería una exageración del principio
    de las nacionalidades.» (Sidney Sonnino)

    Ahora bien, parece que hacia el 12 de abril el Rey de Italia y el partido de Giolitti, enfrentado al de Sonnino, habían hecho propuestas a Austria vía las legaciones alemana y después austríaca en Berna, pidiendo la cesión sólo del Trentino de lengua italiana y la villa de Aquilea. Carlos no da curso a esta propuesta de negociación para no hacer, como él lo estima, doble juego con la mediación de Sixto. Queriendo tener las cosas claras, ruega a su cuñado que venga de nuevo a encontrarlo para esclarecer el doble juego italiano. Al mismo tiempo, la Monarquía ha recibido varias proposiciones de paz de Rusia (2).

    Después del fracaso de Bad Homburg, Carlos, que había esperado llevar a su aliado hacia sus propias opiniones pacifistas ―y que continuará acariciando esa esperanza hasta mediados de 1917, si bien manteniendo esta opción como secundaria― desea a partir de ahora una paz separada con la Entente. Czernin, por su parte, no cejará hasta ser despedido (14 de abril de 1918) de vacilar entre paz separada y paz austro-alemana. Esta última, preferida por el Ministro, fracasa de raíz por la persistencia alemana de negarse a restituir la Alsacia y Lorena a Francia, a pesar de las generosas ofertas de compensación austríaca.

    «Conociendo la influencia de los medios pangermanistas
    y del Ejército en la diplomacia austro-húngara...» (Ottokar Czernin)


    Entre tanto, Sixto parte pues para Laxenburg, donde encuentra al Emperador y a Czernin el 8 de mayo. Carlos, aunque insistiendo en su voluntad de una mediación de Francia e Inglaterra entre Austria-Hungría e Italia, dice estar preparado para hacer justos sacrificios a Italia siempre que sean territorios «de lengua y sentimiento italianos» (3) y que aquellas cesiones sean compensadas teniendo en cuenta el amor propio de los pueblos de la Monarquía y la situación de las armas, favorable a Austria. Podría tratarse de Eritrea o de Somalia, recientemente conquistadas y con una población italiana extremamente débil. Además, Carlos pide a la Entente garantizar el statu quo del excedente de la Monarquía, y, si una paz separada debiera concluirse, su apoyo en caso de agresión alemana.

    «...la situación de las armas, favorable a Austria.»


    El día 9, entrega a Sixto una segunda carta autógrafa, ésta firmada también por Czernin (4), la cual retoma las diferentes proposiciones. Una nota de Czernin la acompaña.

    Una última entrevista tiene lugar en Neuchâtel entre Erdôdi y Sixto el 12 de mayo, tras la ruptura con los Estados Unidos, inevitable por la actitud de Wilson, que no había aceptado recibir al embajador austríaco, el Conde Tarnowski, cuando fue a presentarle sus credenciales. El enviado especial informa al Príncipe de las gestiones de los diputados socialistas austríacos, que han pedido al Emperador continuar su política de tender hacia una paz honrosa. Finalmente, el Emperador propone enviar un plenipotenciario a Suiza el 15 de junio para firmar la paz, un acuerdo que parece asegurado siempre que Italia acepte entregar una de sus colonias en compensación del Trentino y de Aquilea.

    Durante una tercera entrevista con Poincaré, esta vez en presencia de Ribot, el 20 de mayo, Sixto presenta la segunda carta imperial. Ribot se muestra muy reticente y produce nuevas exigencias con respecto a Austria-Hungría (Rumanía y Polonia). Se declara sorprendido del doble juego italiano y exige hablar abiertamente (5) a los italianos; de lo contrario, amenaza con romperlo todo. El 23 de mayo, Sixto comunica la carta a Lloyd George y a Jorge V, los cuales parecen aceptar la idea de compensación (6). Lloyd George retoma la idea que Ribot le había sugerido sobre un encuentro en Compiègne entre los dos reyes, el Presidente francés y sus ministros para clarificar la posición italiana. Italia no responde a esta convocatoria, invocando todo tipo de pretextos dilatorios (7).

    Durante una última entrevista con Lloyd George, el 4 de junio, éste declara al Príncipe: «Concluir la paz con Austria es demasiado importante para nosotros» (8) y se declara decidido a continuar las negociaciones con Viena a pesar de las dificultades puestas por Sonnino. La segunda carta de Carlos no recibirá respuesta alguna de la Entente, salvo un discurso de Ribot en la Cámara el 22 de mayo en el cual dice que los imperios centrales «vendrán a pedir la paz, no hipócritamente como hoy, por medios turbios y evasivos, sino abiertamente [...]». (9) ¡Vaya «medios turbios y evasivos»: un Emperador de Austria, casado con una Princesa francesa, y Príncipes de Borbón! (10) Anatole France ejecuta a Ribot con este trazo sin apelación: «Ribot es un viejo canalla por descuidar semejante ocasión. Un rey de Francia, sí, un rey de Francia habría tenido piedad de nuestro pobre pueblo exangüe, extenuado, no pudiendo más con ello». Y más: «el Emperador Carlos ha ofrecido la paz; es el único hombre honrado que ha aparecido en el curso de la guerra; no se le ha escuchado». (11)
    «La situación de la retaguardia exige absolutamente el fin de la guerra antes del invierno.»


    Ante la ausencia de respuesta de París y de Londres, Czernin comienza al principio del verano de 1917, sin hablar de ello al Emperador según parece, otras negociaciones a través del Conde Revertera, quien toma contacto con uno de sus primos políticos, el Conde Armand, del servicio secreto francés. Estas negociaciones, aprobadas por Lloyd George (12) y el Estado Mayor francés (Foch), y toleradas por Ribot y luego por Clemenceau («escuchar y no decir nada»), tienen lugar en Suiza en dos etapas, del 12 de julio de 1917 al final de febrero de 1918. Al mismo tiempo, Carlos escribe el 20 de agosto de 1917 al Príncipe Imperial alemán, conociendo su proximidad de pareceres: «A pesar de los esfuerzos sobrehumanos de nuestras tropas, la situación de la retaguardia exige absolutamente el fin de la guerra antes del invierno. [...] Tengo indicios seguros de que podemos ganar a Francia a nuestra causa si Alemania pudiera resolverse a ciertos sacrificios territoriales en Alsacia y Lorena. Si nos ganamos a Francia, entonces habremos triunfado. [...] También te ruego, en esta hora decisiva para Alemania y Austria-Hungría, pensar sobre la situación general y unir tus esfuerzos a los míos para terminar la guerra rápidamente con honor». (13) Esta carta sigue sin producir efecto en una Alemania sometida a la «dictadura» de Ludendorff, que todavía cree en la victoria final. Ribot significa la negativa a la propuesta de Carlos en un discurso ante la Cámara el 12 de octubre: «Ayer era Austria quien se declaraba dispuesta a hacer la paz y a satisfacer nuestros deseos, pero que dejaba voluntariamente de lado a Italia, sabiendo que, si nosotros escuchábamos sus palabras falaces, Italia al día siguiente retomaría su libertad y se volvería adversaria de Francia, que la habría olvidado y traicionado. Nosotros no hemos consentido." (14)

    «Todavía cree en la victoria final.» (Hindenburg, Guillermo II y Ludendorff)


    La declaración de guerra de los Estados Unidos a Austria-Hungría el 7 de diciembre de 1917, oficialmente justificada por Wilson en su discurso en el Congreso por el hecho de que «Austria-Hungría no es, en este momento, su propia dueña, sino el simple vasallo del gobierno alemán» (15), tiene como consecuencia arrojar a Viena a los brazos de Berlín, lo que hasta el momento no era el caso (16), pese a lo que dijera Ribot. Los pan-germanistas, en primera fila de los cuales estaba Czernin, se encuentran en su momento estelar. Pese a su buena voluntad, Carlos ya no consigue imponer sus ideas sobre la paz separada.
    «La declaración de guerra de los Estados Unidos [...]
    tiene como consecuencia arrojar a Viena a los brazos de Berlín.»
    (Guillermo II y Francisco Fernando de Austria-Este)


    El 2 de abril de 1918, Czernin, dirigiéndose a representantes del Consejo municipal de Viena, se deja llevar y declara: «El señor Clemenceau, algún tiempo antes del comienzo de la ofensiva en el frente occidental, hizo que se me preguntara si estaba preparado para entrar en negociaciones y sobre qué bases. Respondí inmediatamente, de acuerdo con Berlín, que no veía obstáculo alguno a la paz con Francia salvo las aspiraciones francesas relativas a Alsacia y Lorena. París respondió que no era posible negociar sobre esa base.» (17)

    Czernin hace alusión a las conversaciones Armand/Revertera del verano precedente que habían tenido lugar por su propia iniciativa. Ante alegaciones tan falsas, la respuesta de Clemenceau ―que no había formado su gobierno hasta el 16 de noviembre de 1917― es tajante: «¡El Conde Czernin ha mentido!» Sigue una guerra mediante periódicos interpuestos que ninguna de las partes tiene la cordura de parar y que desemboca en la publicación por Clemenceau de la primera carta imperial, a pesar de la palabra de honor que habían dado tanto Poincaré como Ribot de no divulgarla. Una campaña de prensa, generosamente subvencionada por Ludendorff ―con la excepción notable de la prensa socialista y radical―, se desencadena contra el Emperador ―a quien se le reprocha entre otras cosas haber recurrido a un enemigo como emisario― y la Monarquía. La situación de Carlos se torna precaria. (18) El 14 de abril consigue desembarazarse de Czernin, que preparaba un golpe de Estado, y se reúne el 12 de mayo en Spa con Guillermo II, a quien recuerda que de manera regular le había mantenido al corriente de sus tentativas sin revelar, sin embargo, el nombre de sus interlocutores, lo que el Emperador alemán no puede negar. Las consecuencias de la publicación de la carta imperial (19) son dramáticas para Austria, que debe ofrecer garantías a Alemania enviando regimientos al frente occidental, y pierde una gran parte de la libertad de cara a Alemania que le quedaba.
    «Como ejemplo de diplomacia estúpida esta
    actuación no tiene casi parangón.» (Georges Clemenceau)


    La propuesta de paz del Emperador Carlos, que siempre buscó «en todas las cosas la voluntad de Dios, para reconocerla y seguirla» (20), estuvo motivada por profundas convicciones de justicia y equidad, de humanidad, de preocupación constante por los pueblos de la Monarquía y de respeto del jus gentium clásico, fundado en el derecho natural. En oposición a estos principios cristianos, retomados por las llamadas en favor de la paz de Benedicto XV y las misiones de Monseñor Pacelli, entonces Nuncio en Múnich, los que rechazaron la mano tendida por el Emperador lo hicieron por consideraciones ideológicas diversas. Quisieron abatir la monarquía católica de los Habsburgo, aunque la guerra tuviera que durar un año de más y costar, tan sólo del lado francés, 300.000 vidas adicionales, y establecer un nuevo orden europeo trazando fronteras arbitrariamente en nombre del derecho de los pueblos ―guardándose bien de consultarlos, en la mayoría de los casos― que tendrán por consecuencia notablemente las recientes guerras balcánicas. Qué diferencia con aquél que dos años más tarde escribía: «El monarca es el único responsable ante la historia. [...] No me arrepiento ni un segundo de la carta a Sixto, y hoy actuaría exactamente del mismo modo si me encontrara en la misma situación. Soy yo, el Emperador, quien debe decidir la guerra y la paz, y llevaría ante Dios la responsabilidad de toda ocasión que se hubiera perdido para poner fin a aquella efusión de sangre inútil. [...] Cada día, de la mañana a la noche, hice todo lo que estaba en mi poder para dar la paz a mis pueblos y salvar a los hijos y padres de la gente.» (21)

    —Bernard Charpentier, L'offre de paix séparée de Charles 1er d'Autriche.



    Partes: primera, segunda, y coda.

    Notas a pie de página del artículo original (muy interesantes):


    (1) Trieste era el principal puerto austríaco desde 1382, como el propio Sonnino había reconocido: «reivindicar Trieste [cuya población es mixta] como un derecho sería una exageración del principio de las nacionalidades.» (Rassegna settimanale, 29 de mayo de 1881, citado en Borbón, op. cit., p.385.

    (2) Estas proposiciones serán renovadas frecuentemente hasta la paz de Brest-Litovsk. Los oficiales rusos, como la población civil, no tenían reparos en ir a encontrar a los soldados austro-húngaros en las trincheras.

    (3) En este sentido, ver la carta del 10 de junio de 1917 de Pacelli a Gasparri: «Tutto l'Impero con tutte le sue nazionalità è d'accordo col Governo che l'Italia non debba ottenere un palmo di territorio austriaco. Chi parla in Austria di cessione del Trentino si espone al pericolo di essere accusato di alto tradimento ed eccita lo sdegno generale» (citado en Kovacs, op. cit., pp. 136-137).

    (4) Desde un punto de vista de derecho constitucional, esta cuestión de la contra-firma es interesante, en la medida en que según la Constitución de 1867 todo acto del Emperador debe estar contra-firmado por un ministro que asume la responsabilidad por él. La primera carta imperial no está refrendada y constituye pues un acto constitucionalmente nulo. L'offre de paix del Príncipe Sixto reproduce las dos cartas sin contra-firma, pero el Kaiser Karl de E. Kovacs, Anhang II, «Czernins Postkripta» pp. 665 ssgs., refiriéndose a las cajas «Czernin» conservadas en el Haus-, Hof- und Staatarchiv desde 1994, afirma que la segunda carta estaba contra-firmada, lo cual significa que Czernin asumía la responsabilidad. Es probablemente por esto que el Ministro la hizo desaparecer de los archivos del Ballhausplatz durante su revocación, el 14 de abril de 1918.

    (5) Según el Príncipe Sixto (op. cit., p.262) y Polzer-Hoditz (op. cit., p. 174), parece que Ribot había comunicado a Sonnino las cartas imperiales durante la conferencia del 25 al 27 de julio, a pesar de la palabra de honor que había empeñado.

    (6) Dugast Rouillé, op. cit., p.96.

    (7) Esta conferencia tiene lugar finalmente en Londres el 7 y 8 de agosto. Allí, Sonnino asienta su ascendiente sobre Lloyd George y Ribot.

    (8) Borbón, op. cit., p.225

    (9) Journal des Débats, jueves 17 de mayo de 1917, p.1., col. 5, citado en Borbón, op. cit., pp. 202-203.

    (10) En realidad, parece que fueron otras razones las que motivaran el comportamiento de Ribot. Ver en este sentido las palabras del Príncipe Javier, que había tenido acceso a ciertos archivos en 1942 antes de ser deportado, reproducidas en Kovacs (op. cit., pp. 156-157): «La caída de Briand y la nominación de Ribaut (sic) habían sido decididas de antemano para impedir una paz clerical austríaca [...] La desaparición del Emperador de la monarquía católica austro-húngara y la desmembración de ésta, habían sido preparadas hasta el menor detalle» y, añade, las fronteras de los Estados sucesores de Austria-Hungría trazados en un anexo debían corresponder a las de los tratados de 1919/1920.

    (11) Citado por Dugast Rouillé, op. cit., p. 87 y 101, y Polzer-Hoditz, op. cit., p. 302.

    (12) Durante una reunión con Pailevé en Londres el 6 de agosto (cf. Borbón, op. cit., p. 270.

    (13) Citado en Borbón, op. cit., pp. 277-281.

    (14) Citado en Borbón, op. cit., pp. 306-308.

    (15) Discurso del 4 de diciembre, citado en Borbón, op. cit., pp.315-316. En realidad, la ruptura viene de la «adhesión» de Austria a la guerra submarina a ultranza.

    (16) Ver por ejemplo el rechazo del Emperador de firmar el tratado de comercio con Alemania que le propone Czernin en mayo de 1917.

    (17) Citado en Borbón, op. cit., p. 335.

    (18) El Príncipe von Hohenlohe, embajador de Carlos en Berín, había, el 13 de junio de 1917, advertido a Viena de que Guillermo amenazaba con invadir Austria y ocupar Praga a causa de «las intrigas secretas austríacas contra la alianza austro-alemana» (Kovacs, op. cit., p.178)

    (19) El Secretario de Estado americano, Robert Lansing, escribió en un memorándum a Wilson el 12 de abril de 1918 sobre esta publicación, que era «una muestra de la más asombrosa estupidez, por la cual ninguna excusa puede hacerse. [...] Su revelación ha arrojado Austria-Hungría de cuerpo a los brazos de Alemania. [...] Incluso si Carlos quisiera actuar de otra manera, la estupidez de Clemenceau y el miedo de Alemania lo impedirían. [...] Como ejemplo de diplomacia estúpida esta actuación no tiene casi parangón. [...] Cómo un hombre de estado puede arrojar una ventaja estratégica sin otra compensación que la satisfacción personal de disgustar al adversario no alcanza a comprenderse. [...] Es desafortunado que "el Tigre" de Francia no posea mejor control sobre sus impulsos, desafortunado para su país como para los co-beligerentes de Francia. Siempre estaba la posibilidad de que algo resultara del evidente deseo de paz a casi cualquier precio del Emperador austríaco. Esta posibilidad Clemenceau la ha destruido» (reproducido en Kovacs, op. cit., tomo 2, pp. 343-344.

    (20) Como lo dirá, moribundo, a la Emperatriz Zita, como recordaba Juan Pablo II en su homilía de la misa de beatificación del bienaventurado Carlos de Austria (Roma, 3 de octubre de 2004).

    (21) Réflexions politiques del Emperador, Prangins, 1929, reproducidas en Kovacs, op. cit., tomo 2, pp. 554-55.

  3. #3
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    Re: El "affaire" Sixto

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    El «affaire Sixto» (coda)




    "Por supuesto, he sido particularmente sensible al recuerdo del acercamiento, que podría parecer paradójico, entre mi padre el Príncipe Javier de Borbón Parma y el diputado socialista Jean Jaurès, motivado por su pasión común de una búsqueda de la paz, o de un mantenimiento de la paz, antes de la monstruosa primera guerra mundial.
    Este deseo de impedir el desgarro de Europa llevará a mi padre más adelante a intentarlo todo para hacer concluir una paz separada entre Austria y los aliados, proyecto que fracasará, a pesar del apoyo de Raymond Poincaré, de Aristide Briand y de Lloyd George, por la culpa principal y criminal del belicista jacobino Georges Clemenceau.
    La detención de mi padre y su reclusión en el campo de concentración de Dachau será la venganza de los alemanes veinticinco años más tarde.”



    —S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, prefacio a Le Sacre des Impostures, de Malaren.






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