¡Oh, mujeres!



Cuando veais a un hombre descreido que niega la virtud de las mujeres, desconfía de la lealtad de los hombres, no concede la amistad, y desconoce el amor, no digáis “es un malvado”; decid solamente, “es imposible que haya tenido madre”. ¡Influencia santa y poderosa cuanto podías hacer en provecho de esa humanidad febril, y anhelante de ciencias, de descubrimientos prodigiosos, de riquezas y honores! ¡Qué noble empeño el vuestro! ¡Oh, mujeres! Vosotras ofrecéis paz, amor, ventura infinita; inclináis, conducís a vuestros hijos por el sendero del honor, podéis presentarlos mañana con el noble orgullo de las matronas romanas y exclamar como la esposa de Leónidas, “nosotras hacemos hombres que salvan a la patria”.

EL BANDIDO REALISTA