Soy carlista: pásalo.

He optado por emplear el término “carlista” en el título de esta entrada, en vez de “tradicionalista”, porque creo que expresa mejor lo que quiero decir y además le imprime el imprescindible carácter español.



Aunque las leyes actualmente en vigor son absolutamente intrascendentes y carentes de todo fundamento digno, lo cierto es recientemente me he convertido en el padre de un joven al que la administración de justicia puede exigir responsabilidades legales por sus acciones u omisiones, y con derecho a ser titular pleno de una cuenta bancaria y a tomar parte en esas parodias de participación popular conocidas como procesos electorales.

Se trata de otro de esos casos en los que los legisladores se empeñan en modificar la realidad, como cuando llegue el día en que por decreto los cuadrados sean redondos o los burros tengan alas, ya que, independientemente de la consideración de mayoría de edad legal, el dinero de la cuenta corriente de la que puede ser titular pleno seguirá viniendo del salario de su padre, que seguirá manteniéndole y costeándole los estudios hasta el día en que pueda ganarse la vida por sí mismo y entonces sí que será mayor de edad. Su padre seguirá amándole, velando por él en la medida de sus fuerzas, y rezando cada día por su alma, hasta la eternidad.


Pues el mayor de mis tres hijos, que reside ahora fuera del domicilio familiar para poder cursar sus estudios superiores, se encontraba hace poco tiempo en un restaurante de una conocida cadena, a la entrada de cuyos locales suele haber una tienda de libros, juguetes, alimentación y artilugios varios, y mientras esperaba al resto de comensales, avistó en una estantería un llamativo libro con una boina roja con borla amarilla en la portada y la palabra “carlismo” en grandes caracteres.

Inmediatamente pensó en su padre y, tras comprobar someramente que el contenido no parecía contrario al ideario tradicionalista y que el precio era más que asequible (16 euros), decidió comprarlo para regalármelo.

Con ocasión de su reciente décimo octavo cumpleaños, vino a visitar a su madre (es así, los chicos visitan a su madre, los padres sólo nos beneficiamos del hecho de vivir en el mismo sitio que ellas) y me dio el libro.

Supuse que trataba del típico álbum de ilustraciones con una recopilación de diversos documentos gráficos poco originales, pero nada de eso. Se trata de una obra divulgativa que considero imprescindible. La presentación es más que atractiva, buen papel, impresión impecable, y diseño gráfico profesional moderno y con buen gusto, pero todo lo anterior al servicio en definitiva del evidente objetivo de divulgación.

El relato histórico mantiene el justo equilibrio entre el rigor y la ausencia de excesivos detalles que hagan perder el hilo al lector poco versado en la materia. El discurso es coherente y por tanto muy alejado de las retorcidas interpretaciones liberales que dominan todos los libros de historia oficiales. Los personajes o asuntos clave se tratan en cuadros aparte diferenciados del texto general y las ilustraciones acompañan armónicamente la narración.


Sin duda un muy necesario complemento a la gran cantidad de volúmenes publicados a lo largo de los siglos sobre esta cuestión fundamental de la historia, es decir sobre el secuestro y la aniquilación sistemática de la civilización a manos de la revolución.

Personalmente creo que además llega en un momento muy propicio.

Tal vez se trate de una sensación personal de la que no puedan extraerse conclusiones generales, pero desde hace ya algún tiempo viene sucediéndome que, al mostrar abiertamente en conversaciones de carácter político o religioso mis convicciones tradicionalistas, aplicando explícitamente el calificativo “carlista”, algún interlocutor me comenta que también él tiene un familiar, amigo, o conocido, que afirma abiertamente considerarse carlista.

Desde esta humilde bitácora me gustaría por ello invitar con entusiasmo a todos los correligionarios, a no desaprovechar ninguna oportunidad de hacer públicamente, en cualquiera que sea el entorno, declaraciones explícitas de lealtad intelectual y espiritual a la causa de Dios, la Patria y el Rey legítimo, que se condensa bajo el apelativo de “carlismo”.


En un momento como el actual, en el que es absolutamente patente la podredumbre y corrupción del régimen partitocrático de falsa y artificial alternancia, y cuando empieza a extenderse la siniestra sombra de aquellas experiencias bolcheviques que en el siglo pasado sembraron nuestro mundo de muerte y sufrimiento (incluso las disputas internas por el poder en “Podemos” son espeluznantemente similares a las de Lenin y Trotski), es preciso mostrar a todos, y sobre todo a los más jóvenes, que cuando descubrimos que un sendero nos ha llevado al borde un precipicio, lo lógico es dar media vuelta y retornar al camino correcto, y no dar el paso que nos haría despeñarnos.

Si este libro del que hablo puede servir de ayuda, comprándolo, regalándolo, o simplemente recomendándolo y hablando de él, con el añadido de su innegable buena relación entre calidad y precio, bienvenido sea.


Porque, como suele decirse, tenemos muchos frentes abiertos. Y me refiero ahora al escándalo del reciente sínodo de obispos de la Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica y Romana.

No creo que el documento final, incluya lo que incluya o excluya lo que sea, pueda regocijarnos en ningún modo. La realidad es que, aunque ya lo sabíamos, ahora son públicas y manifiestas las terribles desviaciones doctrinales de muchos pastores de la Iglesia, cuyo único calificativo correcto es heréticas.

Y es que en el carlismo, y no puede ser de otro modo, el tradicionalismo político y el religioso son uno solo.

España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio, esa es nuestra grandeza y nuestra unidad... No tenemos otra”.


Por eso nuestra defensa de España declarándonos fervientes partidarios de la Monarquía Hispánica Tradicional no estará completa si no defendemos con aun mayor fervor el Catolicismo tradicional, tomista y tridentino, mostrando en toda ocasión nuestra Fe inquebrantable en el Dogma Católico, desde la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar, que no nos permite plantear otra alternativa que permanecer de rodillas y en el más profundo recogimiento durante la Consagración en la Santa Misa, hasta el acercamiento frecuente y con la debida preparación al confesionario, de modo que podamos acercarnos también con frecuencia a comulgar, mostrando de nuevo nuestra profunda fe en la presencia real de Cristo en el sacramento absteniéndonos de tocar con nuestras manos no consagradas de pecador a Jesús Sacramentado y a ser posible arrodillándonos de nuevo.


Y por supuesto defendiendo contra el dominante totalitarismo liberal, en primer lugar la imprescindible confesionalidad católica del estado, y en consecuencia nuestra oposición frontal al amparo legal al divorcio, al aborto, a las uniones no matrimoniales, a los pseudocientíficos y criminales métodos de fertilidad artificial, a las manipulaciones y experimentos genéticos, a las prácticas sexuales degeneradas, etc.

Con todo ello no solamente procuraremos el bien de la Patria, si no que en un nivel más elevado y trascendental, defenderemos la única religión verdadera y la auténtica Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que sin duda precisa de todo nuestro esfuerzo y dedicación para hacer cumplir la divina promesa “et portae inferi non praevalebunt adversum eam”.


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Atlas ilustrado del Carlismo
Editorial: SUSAETA
Año edición: 2014
Colección: Atlas ilustrado.
Encuadernación: Cartoné con cubierta plastificada mate, con estampación azul y brillo.

ISBN: 9788467727173
Tamaño: 23,5 x 27
Páginas: 254

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