El pasado 20 de Diciembre se cumplió un aniversario más del asesinato del almirante Carrero Blanco.

Aunque ciertamente Luis Carrero Blanco adoleció de muy importantes defectos políticos (véase para más información el capítulo, entre otros, titulado “Don Luis Carrero Blanco, todo un caballero, gran patriota, incurrió en un importante error político. Fue incondicional de Franco, lo que le llevó a sufrir graves equivocaciones”, perteneciente al libro “Franquista equivocado, anticarlista censurable: Don Laureano López Rodó”, del gran historiador Francisco Tomás Urrestarazu Echeverría, más conocido por su pseudónimo Tomás Echeverría), sin embargo creo que se le puede atribuir con justicia la condición de último Presidente de Gobierno genuinamente católico a nivel personal habido en territorio peninsular.

Así, bajo las iniciales M.S.C. (que, con total seguridad, corresponden a las del gran publicista Manuel de Santa Cruz), se escribió lo siguiente en la página 10 del número 524, de 12 de Enero de 1974, de la revista ¿Qué Pasa?, es decir, poco después de su asesinato:


El asesinato del almirante Carrero Blanco pasará a la Historia. Y en ella incrustará, indeleble, inseparablemente unida a su descripción, una noticia singular: Cerca ya del siglo XXI, España tenía un Primer Ministro que creía en Jesucristo, que le amaba y que cada mañana le recibía en la sagrada comunión antes de incorporarse a sus tareas de estadista. Insólito. Inaudito. Verdaderamente, España es diferente, también, sin duda, a los ojos de Dios.



Reproducimos a continuación el artículo que, con motivo de su asesinato, fue publicado en el diario “El Heraldo de Méjico” por el conocido publicista católico tradicionalista novohispano Federico Müggenburg. El texto del artículo que copiamos a continuación es el que apareció en la revista Iglesia-Mundo, Nº 67, de 15 de Febrero de 1974, páginas 6 y 7.


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HA CAIDO UN CRUZADO

Artículo publicado en el «Heraldo de Méjico», por FEDERICO MUGENBURG


EN LA MUERTE DEL ALMIRANTE D. LUIS CARRERO BLANCO


En el «Heraldo de Méjico» (21-XII-73, Méjico D. F.), el joven profesor y literato FEDERICO MUGENBURG, escribió el artículo que insertamos a continuación.
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La liberalización del régimen español propugnada por los grupos «demócrata-cristianos» y «tecnócrata-cristianos», fue llevada en escala ascendente desde 1957 hasta culminar en 1973 con el último cambio de gobierno. Ciertamente existió un pequeño paréntesis durante el «estado de excepción» decretado en enero de 1969 cuando estalló en Madrid la consecuencia del mayo francés del 68.

Es muy probable que esta liberalización ha llegado a su fin, cuando los frutos de la misma se recogen en el magnicidio perpetrado el día de ayer, cuando una bomba antitanque estalló haciendo volar el coche del Primer Ministro español, Almirante Luis Carrero Blanco, segundos después que éste salía de la Santa Misa en la Iglesia de los padres Jesuitas de la calle de Serrano.

Según el señor Albert Meltzer, vocero «londinense» del grupo anarquista «cruz negra», se trata del anunciado «ataque de la clase obrera contra un conquistador invasor». La estolidez que esta frase revela, es sólo comparable con el odio que viven los enemigos de todo aquello que hasta su muerte simbolizó el Almirante Carrero Blanco.

El crimen coincidió en perfecto cálculo, a las nueve cuarenta y cinco de la mañana, con el juicio del proceso 1.001, realizado para hacer justicia por las acciones subversivas y criminales de los agitadores comunistas parapetados tras el membrete de «comisiones obreras», que actúan eficazmente auxiliados por el clero marxista de España y del exterior.

El Almirante Carrero Blanco, junto con el General Muñoz Grandes, también ya fallecido, fueron los soportes más importantes del Generalísimo Franco, y defensores de la línea ideológica de los años de la guerra.

El Primer Ministro Carrero pasa hoy a la historia como un prototipo de Caballero Cristiano, reuniendo las características fundamentales que hacen de un hombre contemporáneo, digno sucesor de los forjadores y de los defensores de la cristiandad hispánica. Resplandecen con su muerte trágica las virtudes de fe, religiosidad y lealtad, que llevó como señal desde el bautismo y con hechos desde su incorporación a la Cruzada de 1936.

Su discreción y gravedad lo señalan como una estampa viva del caballero integral y austero, defensor del patrimonio cultural cristiano y repulsor de la subversión revolucionaria mundial bajo cualquiera de sus manifestaciones, sea liberalismo, marxismo, progresismo o hedonismo. Con humildad soportó una calumniosa y sutil campaña al principio de los años sesenta. [*] Franco. Siempre le fue rechazada y se mantuvo con lealtad en el puesto. Su religiosidad y su concepción providente de los grandes acontecimientos históricos lo llevaron a expresar sus convicciones escribiendo «La Victoria del Cristo de Lepanto», obra con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1947.

Conocedor profundo de los movimientos ideológicos revolucionarios y constatador de las consecuencias nefastas que han desquiciado al mundo, expresó, con gran claridad, que: «El liberalismo puede servir al progreso de otras naciones, pero para España es el más destructivo de los sistemas». «El liberalismo con su tara congénita, el ateísmo, coloca las libertades del individuo por encima del bien común de la colectividad nacional». «La masonería y el comunismo siguen siendo los enemigos mortales de España». «La subversión por medio de la corrupción de costumbres, el erotismo, la pornografía, los espectáculos decadentes y la literatura inmoral corroen y destruyen la sociedad».

El almirante Carrero Blanco supo mantener con energía y fortaleza la imagen del hombre leal, fiel y discreto, a pesar del inconcebible desmontaje del Espíritu de la Cruzada, realizado por los liberalizadores y acomodaticios, entre los que hay muchos envidiosos y revanchistas que pretendiendo satisfacer innobles apetencias de poder político están dispuestos a sumir a España en un mar de sangre como en 1936.

Pero, para esos y para los actuales claudicantes desvergonzados, emerge hoy con el sacrificio de su vida, la figura de un Caballero que deja el testimonio de una vida consagrada a preservar la Tradición Hispano Católica, haciendo resaltar las virtudes de religión y de lealtad a quien representó, al menos en una forma rotundamente clara hasta 1957, la causa de los héroes y mártires que murieron por Dios y por la Patria.



[*] En el texto de la revista Iglesia-Mundo falta en el artículo una línea de unas 3 ó 4 palabras. Por el contexto, se podría deducir que la frase que falta vendría a decir algo así como: “(…) de los años sesenta. Presentó su dimisión a Franco. Siempre le fue rechazada (…)