Montejurra 76 en el contexto de la transición. En respuesta a la instrumentalización de ETA/BILDU
Al igual que hace cuarenta años quien más partido pretende sacar de los actos del Montejurra desnaturalizado por la escisión huguista no son los propios huguistas, sino la extrema izquierda separatista y terrorista.
Los actos de los huguistas han convocado a menos gente que nunca. Menos de 30 personas llegaron a las faldas de Montejurra. La edad no perdona y es imposible pensar en la ascensión. Pese a eso la prensa de la oligarquía liberal navarra y anticarlista por excelencia, el Diario de Navarra, hablaba de 200 asistentes. Quien conozca mínimamente la historia de Navarra sabe como este periódico siempre reducía la cifra de los asistentes a los actos carlistas hasta límites entre indecentes y descacharrante. Con esta nueva desinformación también indecente y descacharrante siguen fieles a la consigna de atacar al Carlismo.
Vista general de la asistencia al Montejurra 2016, del residual "partido carlista"
Sin embargo actos paralelos, el más llamativo organizado por el brazo político de ETA, han intentado hacer una lectura mitificadora de los mismos hechos en un contexto revolucionario y separatista. A ese efecto convocaron un acto el pasado 12 de mayo en Estella. Para el mundo etarra, además, Estella ha sido una de sus grandes obsesiones, pues ha sido la capital del carlismo, el movimiento político vasconavarro popular por excelencia y ellos siempre han sido en Estella minoritarios. Por eso allí impulsaron, junto con su colaborador de siempre, el PNV, aquel infame “Pacto de Estella/Lizarra” de 1999. Vale la pena recordar además que por aquel entonces el PNV apoyaba al PP de Aznar en el gobierno central. Sólo la Comunión Tradicionalista Carlista, reunida su Consejo Nacional en Estella el mismo día que era tomada por miles de forasteros separatistas, realizó una contundente nota desautorizando la manipulación que de la Corte de SMC Carlos VII se pretendía hacer y realizó una campaña pública de protesta.
Estella, capital del carlismo histórico
Hoy, en 2016, el mundo etarra quiere dar una nueva vuelta de tuerca a los sucesos de hace cuarenta años. No es de extrañar, pues fueron los principales beneficiarios de la instrumentalización de la escisión ideológica huguista. Esta bitácora ya se ocupó de aquellos sucesos en una entrada anterior, contextualizándolos adecuadamente. Se podría aún hacer una contextualización más general.
La monarquía liberal patrocinó y promovió el nacionalismo (anti)vasco desde sus inicios con la intención de reducir los espacios políticos del carlismo. Eran dos formas de liberalismo que podían perfectamente coexistir. Y ambos tenían un obstáculo común para poder asentarse: el carlismo. Tras el golpe de Estado de Sagunto y la inauguración del régimen caciquil los nacionalistas fueron encumbrados a ayuntamientos y Diputaciones; todo se tramaba desde los gobiernos civiles. Alfonso (XIII) llegó a rendir honores militares a la ikurriña en Begoña en 1908. Por aquel entonces esa bandera no tenía ni siquiera carácter institucional, era la bandera del nacionalismo, aunque en origen no era más que la bandera del PNV de Vizcaya. Por oponerse a la institucionalización de la misma para todo el pueblo vasco los carlistas ofrecieron un sacrificio martirial durante la II República, la campaña bélica de la Cruzada y los años de la transición. Los nacionalistas en todo momento reconocieron como “Señores de Vizcaya” a los monarcas de la dinastía liberal y se deshacían en halagos hacia ellos. El principal financiador del PNV, el castellano Ramón de la Sota, además de impulsar la integración de los liberales vascongados (la sociedad euskalerriaca) en el PNV compartía negocios con la monarquía liberal y con la corona británica. Con el sucesor de Franco el PNV mantiene contactos desde los 60 y apuesta en todo momento por él. En 1974, aún en vida de Franco, se reúne semioficialmente con Jordi Pujol y con una delegación del PNV.
Cuando Carlos Hugo es apartado de la sucesión de Franco y comienza su viraje ideológico con la intención de acercarse a la llamada oposición democrática se encuentra con la tradicional opción alfonsina del PNV, con lo que sin ningún pudor comienza sus contactos con la izquierda separatista, que ve una excelente oportunidad para usar la relativa tolerancia de las autoridades franquistas con los actos y algunas estructuras carlistas para instrumentalizarlos. Desde 1972 la ilegal ikurriña empieza a hacerse presente en Montejurra ante la indignación del pueblo carlista. ETA ya había empezado a matar. Y mucho tiempo antes a acosar a los carlistas, con una estrategia muy determinada de limpieza ideológica para forzar a los vascos no separatistas, y más particularmente a los carlistas, a abandonar sus localidades natales. Recordemos que el primer intento de acto terrorista fue hacer descarrilar un tren que llevaba desde Vizcaya a San Sebastián a voluntarios del Requeté que iban a conmemorar el 18 de julio en 1961. Amenazas, ataques a posesiones, agresiones armadas, etc. En los primeros setenta se empezaban a apreciar los primeros zarpazos de esa estrategia inexorable y los carlistas se encontraban sin organización y con sus actos usurpados. Una de las obsesiones del franquismo, a decir del historiador Manuel de Santa Cruz, era controlar que los carlistas no tuviesen armas. Esta situación dificultaba extraordinariamente la organización de una estrategia de defensa frente a la agresión terrorista. El Requeté mantenía una organización muy precaria, y el acceso a las armas quedaba bastante restringido, básicamente a quienes habían hecho carrera militar tras el fin de la Cruzada.
El carlismo se enfrentó a la subversión de la entrega de Montejurra al separatismo y al marxismo
Las relaciones entre los seguidores de Carlos Hugo y ETA fueron muy intensas, sobre todo con los G.A.G (Grupos de Acción Carlista). Queda todo ello documento en el libro del exfalangista, hoy trasvestido en militante del residual partido carlita, Javier Onrubia Rebuelta, La resistencia carlista a la dictadura de Franco: los Grupos de Acción Carlista. Según el propio José María Porro, dirigente de EKA, los GAC recibieron cursillos de explosivos en 1969 en el Colegio de los jesuitas de Indauchu (Bilbao) por parte de militantes de ETA Eduardo Uriarte y Mikel Etxebarria. Lo mismo afirma José Carlos Clemente, historiador oficial del partido de Carlos Hugo, “los GAC llegaron a contactar con los activistas de ETA, algunas de cuyas acciones fueron supuestamente realizadas en equipo”. Jon Querejeta, miembro de los GAC también afirma: "Tuvimos relación con ella desde el primer momento" y otro militante de los GAC, Carlos Catalán, también confirma esas relaciones y el intercambio de armas entre ambos grupos. Y lo mismo Jon Juaristi en su "El bucle melancólico" habla de esas relaciones. Los GAG huguistas, no lo olvidemos, realizaron un atentado terrorista contra el periódico carlista El Pensamiento Navarro, el 23 de agosto de 1970, ETA se atribuyó como algo propio, en un boletín interno de 2006, el atentado contra El Pensamiento Navarro de 1970. Todo ello confirma las estrechas conexiones entre ETA y el entorno del llamado partido carlista. A nivel político el grito impulsado en el partido carlista por el propio Carlos Hugo de “Nafarroa, Euskadi da” (Navarra es Euskadi), servía a esa misma táctica de acercamiento político al mundo etarra.
El contexto político general llegados a Montejurra 1976 era de una gran tensión social y política en las calles, acompañada de una sensación general de inseguridad pública y de falta de autoridad. En el ámbito concreto de Vascongadas y Navarra se ponía de manifiesto una ofensiva terrorista brutal con la intención de controlar el cambio político en curso. Y la piedra de toque esencial del nacionalismo era, una vez más, Navarra. El nacionalismo no se iba a conformar -no se conforma- con un Estatuto que une por primera vez en un ente político a las tres provincias Vascongadas. Sólo con Navarra es viable su proyecto. Y qué más simbólico que Estella como demostración de la fuerza de ese nacionalismo. El trágico desenlace de aquel año no puede dejar de ser visto en torno a esa lucha del nacionalismo contra la Tradición. Quienes querían defender la cima de Montejurra, aquellos jóvenes requetés cuya hondura espiritual admiró al sacerdote que los confesó el día anterior como cuenta Ramón María Rodón en su tesis doctoral, no se oponían solamente a una infame escisión ideológica que infamaba el honor del carlismo. Se oponían también, por primera vez en aquellos años, al totalitarismo nacionalista que imponía en las calles de Euscalerria su perversa ideología y estrangular la libertad e identidad foral de Navarra. Y así seguimos aún hoy en día.
El Matiner
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