Medios de comunicación: verdad y manipulación


Son varias las circunstancias que están haciendo de los medios de comunicación unos instrumentos poderosos para modular la realidad, reinterpretarla y, si cabe, manipularla. Ningún educador, padre o maestro, puede eludir esta premisa. Ser conscientes de ello puede determinar que la educación cumpla con su propio fin. Con este artículo queremos contribuir a entender cuáles son los peligros que podemos encontrarnos.


Las grandes corporaciones de la comunicación.

Uno de ellos es el imparable proceso de fusiones iniciado en los años noventa entre los gigantes de los medios globales. De este proceso han surgido seis grandes corporaciones mediáticas que controlan buena parte del mercado del entretenimiento y de la información: News Corporation, Time Warner, Disney, Bertelsmann, Viacom y TCI. A su vez, las grandes corporaciones son capaces de alcanzar pactos comerciales con otras grandes multinacionales para acaparar todos los espacios de ocio. Así, Disney, en 1996, firmó un acuerdo de 10 años con McDonald´s para promocionar exclusivamente sus productos en las cadenas de comida rápida. O PepsiCo., firmó un acuerdo global para la reedición de la trilogía de La Guerra de las Galaxias. Cada gran corporación es capaz de controlar un amplio espectro de actividades culturales.
La News Corporation de Rupert Murdoch, posee 132 periódicos (especialmente en Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos) o 22 emisoras de televisión en Norteamérica, llegando a un 40% de los hogares.



Time Warner
, por ejemplo, controla: 24 revistas, incluyendo Time, People y Sports Illustrated; Time life books, el segundo negocio editorial más importante del mundo; los estudios cinematográficos Warner Brothers,incluyendo productora de televisión y distribuidora mundial; la compañía más importante del mundo en salas cinematográficas; el 50% de DC Comics, editores de Superman, Batman y otros sesenta títulos; HBO, el canal de cable de pago más importante del mundo; Cinemax, otro canal de cable de pago; la cadena de parques temáticos Six Flags, más parques temáticos fuera de Estados Unidos; Tiendas temáticas; una filmoteca con más de 6000 películas, 25000 programas de televisión, música, libros y miles de películas de dibujos animados; varios canales de noticias, entre ellos la CNN, Headlines, TBS, TNT, el Cartón Network; y así un largo etcétera de productos (Herman y MacChesney, 1997: 127). Otra de las grandes, la News Corporation de Rupert Murdoch, posee 132 periódicos (especialmente en Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos) o 22 emisoras de televisión en Norteamérica, llegando a un 40% de los hogares. La concentración de estos medios ha facilitado, como nunca, los procesos de homogeneización de la información y del entretenimiento.

Televisión frente a lectura.


Otra circunstancia que confluye es la crisis de la capacidad lectora en el ciudadano medio. La prensa ha sufrido en el último decenio cambios sustanciales. Se va extendiendo en los países occidentales el modelo de prensa escrita propuesto por el exitoso Usa Today. Una prensa fundamentada en poco texto, grandes titulares y poca profundización temática. El periodismo ha dejado de ser un periodismo de información, para transformarse en un periodismo de “opinión”. Esto es, un configurador de “opinión pública”, fruto del “troceamiento” informativo.



Si atendemos al número de periódicos y lectores de diarios, descubrimos un retroceso. Desde 1996, en Estados Unidos han desaparecido 44 periódicos. Y de 1990 al 2000, se han perdido 6,4 millones de lectores. En el mismo periodo de tiempo Europa ha perdido 2,9 millones de lectores. En 1996 en Europa se editaban 1135 periódicos. Ahora se editan 1120. Japón por su parte ha perdido, en 10 años, 628.000 lectores (Illanes, 2000). La caída de la lectura de la prensa escrita se produce en aquellos países que se están alcanzando las cuotas más altas de televidencia.
La encuesta realizada por Ecotel y Demoscopia nos rebela que una buena parte de los telespectadores españoles son analfabetos funcionales

La extensión de los medios audiovisuales se impone sobre la alfabetización. La encuesta realizada por Ecotel y Demoscopia en 1990 nos rebela que una buena parte de los telespectadores españoles son analfabetos funcionales: el 53% de la audiencia de Canal Sur, el 44% de TVE-1 o el 43% de TVG, como ejemplos más significativos. La correlación entre alto consumo de televisión y escasez de lectura, bajo nivel educativo o bajo estatus social, son algunos de los datos que con más frecuencia aparecen en los estudios sociológicos y de medios. Así, en 1998, un 51,8% de españoles declaraban que no leían un libro casi nunca (Informe SCAE, 2000: 120).



En los países más desarrollados los niveles de audiencia alcanzan cuotas increíbles. Un adulto estadounidense emplea 6,43 horas al día de media atendiendo a los medios de comunicación. Por el contrario, según algunos estudios, el norteamericano medio dedica unos 14 minutos al día a la interacción personal en la familia (Castells , 2000: 405). Japón, en 1992, la media diaria de visión de televisión pasaba de las 8 horas. En una encuesta realizada en 1996, entre los jóvenes de 41 países, la media de visión de televisión se situaba en 6 horas diarias. En ningún caso bajaba de 5 horas diarias (Herman y MacChesney, 1997: 70).

La crónica de sucesos es una especie de sucedáneo elemental, rudimentario, de la información, muy importante, porque interesa a todo el mundo a pesar de su inanidad, pero que ocupa tiempo, un tiempo que podría emplearse para decir otra cosa


Cuando la televisión se transforma en la única ventana abierta al mundo, la interpretación de los acontecimientos queda evidentemente deteriorada. La información recibida, a pesar del intenso sometimiento a la televisión en los países occidentales, se va reduciendo. El guión de un telediario no ocupa más extensión que una página de un periódico ordinario. Las noticias se acortan, poco a poco se da preponderancia a noticias por su espectacularidad más que por su importancia. Las imágenes llegan a sustituir el discurso y el telediario se transforma en un programa que busca audiencia como otro cualquiera. La sutil transformación de la información en lo que podríamos denominar la codificación simbólica espectacularizada, es una realidad.


La vida espectacularizada.

Para analizar el sentido de la espectacularización de la información tenemos dos referentes ineludibles. Por un lado la obra de Guy Debord, La sociedad del espectáculo, y por otro Divirtiéndonos hasta morir de Neil Postman. Guy Debord nos anuncia un futuro en el que el capitalismo triunfa sobre el socialismo. Este éxito de la cultura capitalista se debe a la capacidad de configurar un universo simbólico cerrado. Donde el hombre no puede percibir el sentido histórico y social de su destino vital. Donde el sentido del tiempo vital como un proyecto en una sociedad histórica, es sustituido por un tiempo pseudocíclico donde el hombre sólo puede aspirar a culminar su existencia en los tiempos de ocio entendidos como consumo.

Este éxito de la cultura capitalista se debe a la capacidad de configurar un universo simbólico cerrado. Donde el hombre no puede percibir el sentido histórico y social de su destino vital.


El hombre no se sacrifica para el futuro sino que vive abocado al presente. Su trabajo es para culminar ciclos vitales que se traducen en fines de semana o vacaciones de verano. Este hombre, según Debord, culmina el capitalismo pues el fin de su trabajo es para consumir. Neil Postman completa este análisis al describir la absoluta primacía de del divertimento como fin existencial en la cultura moderna. El hombre moderno sólo puede concebir su existencia como plena en la medida que consigue gratificaciones en forma de divertimento. Ello le lleva a evadirse de todo planteamiento trágico o transcendente de la existencia. De tal forma que la búsqueda de lo divertido es, en el fondo, una huida de la realidad.



No es extraño, por tanto, que los medios de comunicación se transformen en los agentes de “reconstrucción” de la realidad. El tema ha sido escasamente estudiado, aunque contamos con algunas obras lo suficientemente significativas. Una de ellas, sencilla en sus planteamientos pero aguda en sus observaciones, es Sobre la Televisión de Pierre Bourdieu. El autor se plantea la transformación que han sufrido recientemente los telediarios: “Una parte de la acción simbólica de la televisión, a nivel de los noticiarios, por ejemplo, consiste en llamar la atención sobre uno hechos que por su naturaleza pueden interesar a todo el mundo, de los que cabe decir que son para todos los gustos. Se trata de hechos que, evidentemente, no deben escandalizar a nadie, en los que no se ventila nada, que no dividen, que crean consenso, que interesan a todo el mundo, pero que por su propia naturaleza no tocan nada importante. La crónica de sucesos es una especie de sucedáneo elemental, rudimentario, de la información, muy importante, porque interesa a todo el mundo a pesar de su inanidad, pero que ocupa tiempo, un tiempo que podría emplearse para decir otra cosa” (Bourdieu, 1997: 22). Las crónicas de sucesos acaban dominando el discurso de fondo de todo noticiario. Bourdieu se pregunta por qué un tiempo tan valioso se dedica a informar sobre cosas poco importantes y él mismo se responde que hablar de cosas poco importantes debe es muy importante para la televisión. Cuando los telediarios dejan de dedicar tiempo a la reflexión y recopilación de datos y acentúan el carácter melodramático y afectivo de las noticias, impiden que el análisis racional se haga efectivo.


¿Qué hacer?

Hoy por hoy, el futuro de las sociedades se debate en los parlamentos, pero se decide realmente en las familias y en las escuelas. En estas dos instituciones está el verdadero futuro de la sociedad. O bien se puede contribuir a configurar un hombre “mediatizado”, “homogeneizado”, “espectacularizado”, ”individualizado”, “inamente”, esencialmente consumista y manipulado. O bien, podemos cooperar en la formación de hombres y mujeres buscadores de la verdad, trascendentes a sí mismo, deseosos del bien social y protagonistas –que no espectadores- de la historia, por tanto libres. Aunque parezca mentira todo ello depende de pocas cosas: pequeñas decisiones bien tomadas en el proceso educativo, en replantearnos cuál es el fin y el bien de nuestros hijos, en comprender que cada persona es un bien sagrado desde el primer instante de su vida hasta su muerte, de redescubrir, en fin, la vida y la sociedad. Casi nada. Una tarea para valientes y héroes que –en las sociedades actuales- son los padres y maestros.

Javier Barraycoa



Bibliografía.
Pierre Bourdieu, Sobre la televisión, Anagrama, Barcelona, 1997.
Manel Castells, La era de la información, vol. 1, La sociedad red, Alianza editorial, Madrid.
Edward S. Herman y Robert W. MacChesney, Los medios globales, Cátedra, Madrid, 1997.
Juan Pablo Illanes, Tendencias mundiales en la industria de diarios, Año 2000, ponencia presentada en la IV Jornada de la Prensa (Chile).
Informe SCAE sobre hábitos de consumo cultural. Fundación autor, Madrid, 2000.


https://barraycoa.com/2016/10/24/797/