LA SOCIEDAD Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL


EL LENGUAJE COMO INSTRUMENTO DEL CAMBIO

EL NUEVO LENGUAJE SOCIAL
Uno de los instrumentos de que se vale este nuevo orden que lentamente se va imponiendo es del lenguaje y el cambio de significado de las palabras que lo integran. Así, en economía se ha abierto paso un nuevo código semántico que da a entender que los productos no deben servir de medios para quienes los producen, sino de pretendidos fines para quienes los consumen.

El reputado fin es exhortar al colectivo social de que los productores de bienes (y de riqueza) les deben algo que en un momento dado se puede reclamar; en realidad, es una consigna ideológica que viene aplicándose tanto en la economía como en la política bajo el llamado “Estado Social de Derecho y, más pronto de lo que pensamos, bajo la constitución universal llamada Carta de la Tierra.
Por supuesto, añadida la palabreja, añadida la consigna, desde la expropiación arbitraria hasta la supresión del mismo derecho.

Este fraude semántico ha originado que sin mayor controversia se acepten conceptos ya implantados en la legislación moderna, cuando no en las sentencias “aditivas” establecidas por jueces voluntaristas que interpretan la ley con licencias legislativas.

Véase, por ejemplo, que al aborto hoy se le dan los nombres de
“salud reproductiva”,
“interrupción del embarazo” o
“el derecho de la mujer a su propio cuerpo”,


eufemismos que esconden el verdadero significado de las palabras y que moldean esquemas de pensamiento condicionantes de nuevas actitudes sociales que, además, permiten excesos legales y conductas personales antes penalizadas por la ley.

Así, la preocupación por “lo social”, sin que se tenga en cuenta las realidades dispares de una sociedad, conduce a ignorar su propia constitución sicológica, cultural y religiosa. Tal ha sido el caso de las diferentes conferencias internacionales de la mujer realizadas por las Naciones Unidas en El Cairo, Nueva York y Brasil, en las que se ha puesto de manifiesto una ideología de género que, por un lado, conduce a que el género se le trate como a sexo y, por otro, que al sexo se le trate como a género.

Me explico. En el primer caso, la “perspectiva de género”, también llamada “lenguaje incluyente”, nos IMPONE que en el lenguaje común se tenga que decir “ellos” y “ellas”, “nosotros y nosotras”, “vosotros” y “vosotras”, “ciudadanos y ciudadanas”, determinando un sexo para lo que podría ser simplemente la referencia genérica, categoría gramatical que nada tiene que ver con el sexo de las personas.

En el trato del sexo como género se pretende hacer creer que el hombre nace sexualmente indefinido y que es la sociedad la que impone ciertos patrones de conducta asociados con el sexo masculino o femenino.
Es decir, los hombres y las mujeres no se sienten mutuamente atraídos por naturaleza, puesto que ella no existe, sino por imposición social.

Tales movimientos feministas no reparan, o no contestan, algunas preguntas que surgen: si, como ellas aseguran, existen cinco sexos, el heterosexual, homosexual, lesbiana, bisexual y transexual,
¿cómo es que el ser humano nace sexualmente indefinido?
¿Cómo es que la sociedad ha impuesto unos patrones de conducta evidentemente heterosexuales si no es porque la mayoría nace heterosexual?

No obstante, algunas organizaciones feministas, conscientes de estas inconsistencias, aseguran que si la sociedad no hubiera reprimido las diversas orientaciones sexuales existentes la naturaleza habría dispuesto de recursos para la procreación con personas del mismo sexo.
Esto nos lleva a plantear otros problemas, como que podemos evolucionar orgánicamente según lo dispongamos y que, después de todo, la naturaleza que ellas niegan sí existe.

Este feminismo de género que empieza por la utilización de ciertos vocablos sexistas está ya presente en diversas organizaciones culturales, colegios, universidades, está presente en el vocabulario político y hasta en la forma en que los nuevos papas redactan sus encíclicas.


EL GÉNERO COMO IDEOLOGÍA
Mucho de ideología y poco de ciencia es lo que tienen los movimientos que hacen del género humano un arma de combate social. No de otra manera podría denominarse lo que no es producto de la ciencia sino de la especulación política.

Nada quedó más claro después de la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la mujer, reunida en Pekín en 1995, donde se le disputó a la Naturaleza la diferenciación entre hombres y mujeres. Es posible que la disputa se haya fundamentado en un conocido texto de Judith Butler, ampliamente utilizado en diversas universidades norteamericanas:
El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni resultado causal de sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo. Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia, hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino”.

La alteración del significado de la palabra “género” es evidente, pues ha querido éste significar siempre cosas iguales entre sí por ciertos caracteres, cierta clase o tipo de cosa, o cierta manera de ser de algo, como cuando se dice “este género literario me agrada”, “este género de embarcaciones son muy marineras”, o como cuando en biología se describe algún grupo formado por especies que representan similares características.
Sobra decir que dentro del mismo género, ya considerado más ampliamente, se presentan variaciones o diferencias que, no obstante, no son óbice para agrupar en la misma clasificación: un barco, una canoa y una balsa, pertenecen al género “embarcaciones”, independientemente de sus particularidades.
Así, “el hombre” es un género que incluye a la mujer, pues se puede hablar del “hombre sobre la tierra” y mientras así se habló, ninguna mujer se consideró menospreciada o excluida. Tampoco los hombres se sintieron jamás excluidos por que se denominara “persona”, en femenino, a su ser constitucional.
Sólo el feminismo más exacerbado pudo formar un combate donde ni siquiera podía hacerse una escaramuza.

Claro que más amplio género puede descomponerse en dos piezas, por lo que también podría hablarse también del género masculino y del femenino, de la misma manera que el género embarcaciones se puede descomponer en barcos y botes o en canoas y balsas. Se entiende, sin embargo, que ambos géneros, el masculino y el femenino, pertenecen a uno mayor, el “humano”, mucho mayor aún que “el hombre”, que contiene los anteriores.
Ahora bien,
¿dónde entra el sexo?

Cuando genéricamente se habla de “hombre” o de “lo humano”, los dos sexos están incluidos. Esto no es un misterio para nadie. Hasta un niño en uso de razón lo puede entender, como cuando se le dice, “sal y dile a los niños que entren”. El chico jamás habrá de entender que es sólo a los varones, excluidas las mujeres, a quienes hay que decirles que entren. Obrando con sentido común, dado también por la Naturaleza, el niño habrá de comunicar el mensaje a todos, niños y niñas. Claramente ha de distinguir el género sin que ninguna feminista tenga que darle instrucciones al respecto, o asistir a un curso acelerado en no-discriminación dictado por una agencia de las Naciones Unidas.
Tampoco un adulto sensato sentirá ofensa alguna porque se diga “la persona humana” y difícilmente reclamará para sí el derecho a que se diga “la persona y el persona humana y humano”. Esto sería tanto como suponer que se debe objetar que el órgano viril deba denominarse exclusivamente en masculino, cuando todos sabemos que existen denominaciones femeninas que lo describen.

Lo que salta a la vista es que de lo que realmente se trata es de declarar una guerra, de crear un conflicto de competencias lingüísticas, sociales, antropológicas y aun burocráticas, porque muchas feministas, tras estos términos, esconden las aspiraciones a una especie de ginecocracia que les otorgue la mitad del poder en las administraciones públicas.

Inclusive, de eliminar el sentido común, de desnudar al hombre de todo aquello que, en sola apariencia, pudiera sospecharse discriminatorio hasta alcanzar, como alguien dijera, una “paridad obstétrica”. (Fernando Sánchez Torres, “Solidaridad de género al desnudo”, El Tiempo, septiembre de 2006.

Uso la palabra “sodomita” a cambio de “marica” y sin ánimo peyorativo; la alternativa sería usar el vocablo anglófono “gay”, pero me resulta demasiado artificioso y artificial, además de que por ninguna suerte de hermenéutica lingüística o filosófica debo yo usar, por obligación, un vocablo en un idioma extraño. También habría podido usar el vocablo “cacorro”, solamente que en mi país, Colombia, significa el “macho” del “marica” y es para nosotros muy específico. Por otra parte, la palabra “marica” se deriva de María, es su diminutivo, y significa afeminado u homosexual, pero a algunos podría resultar muy fuerte su sonido, aunque no su significado, que es bastante exacto. En este contexto, el reemplazo del extranjerismo gay por “homosexual” haría dificultoso distinguir bien si el referido es hombre-homosexual o mujer-homosexual. El uso del vocablo “lesbiana” podría, empero, ser intercambiado por el de “marimacho”, pero también podría sonar muy fuerte para los prejuiciosos, aunque su significado no cambie. En todo caso, he de advertir que salvo una cita directa, no usaré la palabra gay, pues es privilegio del autor usar tanto español cuanto esté a su alcance hacerlo).

Esto es particularmente cierto en las lenguas que tienen el femenino y el masculino en sus vocablos, como en el caso del español.

Más difícil lo tienen las feministas en el caso del inglés, o del alemán, idiomas que generalmente no distinguen entre lo uno y lo otro. Porque,
¿cómo se diría en femenino la palabra “children”, o “this child” para referirse a un niño o una niña?
¿O cómo se haría para persuadir a los ingleses que al referirse al barco (she, the boat) no lo interpreten como un femenino, sino como un masculino, como es el caso en español?

Para esto se hace necesario inducir a creer que el sexo está radicalmente separado del género y que todas estas ridiculeces y fealdades idiomáticas son, en realidad, formas más humanísticas de incluir lo que desde el amanecer de los tiempos la discriminación sexual excluyó; si esto se logra, entonces ya queda mucho más fácil inducir a que se crea que el pene masculino o la vagina femenina son meros accidentes genéticos que nada tienen que ver con la diferenciación de la especie humana en hombres y mujeres.

Por eso en el primer paso se dice que el ser humano “nace sexualmente neutral” y que sólo a la sociedad se debe que arbitrariamente haya asignado el género masculino al macho y el femenino a la hembra.
El paso siguiente se deduce del anterior: el matrimonio homosexual es perfectamente normal, porque normales son los sodomitas y las lesbianas.
El próximo es aseverar que no existe un hombre natural o una mujer natural, porque “no hay conjunción de características de una conducta exclusiva de un solo sexo, ni siquiera en la vida psíquica”.
¿Seremos tan brutos y brutas, estúpidos y estúpidas, para definitivamente ceder a tan extravagantes pretensiones?
Parece que sí, según se oyen los discursos de los políticos y las políticas. De allí, que en la referida conferencia, la ex congresista norteamericana Bella Abzug haya dicho:
El sentido del término género ha evolucionado diferenciándose de la palabra sexo para expresar la realidad de que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio”. (IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer (Pekín, 1995). Respuesta de la ex congresista norteamericana Bella Abzug al ser requerida a que precisara mejor sus términos sobre el tema. Citado de Alejandro Ordóñez, Ideología de género: Utopía trágica o subversión cultural (inédito), pp. 15-16)

Y en este mismo informe de la Conferencia del Mar del Plata, se dijo:
La inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta superioridad de uno u otro sexo y cuestionar en lo posible si existe una forma natural de sexualidad humana”.

El autor afirma que la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer se puede rechazar con diferentes argumentos, menos con la negación de la diferenciación con la que la Naturaleza nos ha dotado. Es más, podría inclusive alegarse que el hombre es superior a la mujer en unas cosas y la mujer superior al hombre en otras. En cambio, lo que pretende este combate es llegar a demostrar, por la fuerza de las presiones políticas y del cabildeo de poderosas organizaciones feministas y no por la demostración científica, que el hombre y la mujer son iguales, y que lo son en toda circunstancia genética, social y psicológica.

Y esto es un disparate.

Para ellos, el sexo no es, pues, dado por la naturaleza sino por la sociedad que se ha empeñado en una discriminación de género; y lo dice un tribunal constitucional, con toda la fuerza de su autoridad:
...entre las múltiples manifestaciones de la diversidad amparadas constitucionalmente, se encuentran, entre otras, la diversidad religiosa y la diversidad sexual. En efecto, la Carta, al elevar a la condición de derecho fundamental la libertad en materia de opciones vitales, permite que la homosexualidad —como alternativa o como inclinación sexual diversa—, se encuentre protegida y no constituya en sí misma un factor de discriminación...” “Los prejuicios fóbicos o no y las falsas creencias que han servido históricamente para anatematizar a los homosexuales, no otorgan validez a las leyes que los convierte en objeto de escarnio público”. (Corte Constitucional de Colombia. Sentencia T-097/94. Sentencia T-539/94. Corte Constitucional de Colombia. Sentencia C-098/96).

Más claro no es posible. El Parlamento, sede de la soberanía popular, no otorga validez a una ley que discrimine a los homosexuales. La contradicción al fundamento democrático es, por demás, bastante obvio. Tenemos, entonces, que,
por un lado, los parlamentos y sus mayorías legislativas tienen poderes absolutos para legislar, inclusive sobre la vida y la muerte de los fetos o, lo que es lo mismo, sobre las personas inocentes,
pero, por otro, no tienen similares poderes para legislar sobre nada que pueda interpretarse discriminatorio contra los homosexuales.

No cabe duda de que existe otra soberanía en colisión con la parlamentaria, la de los tribunales, que pueden interpretar cuándo una ley es válida, referida no a una prueba estricta de constitucionalidad, sino a una prueba de ideología que parte de la base de que la actitud social fóbica no es natural sino que se origina en falsas creencias.

Esto también supone,
primero, que las falsas creencias no son las del tribunal y
segundo, que por un mecanismo desconocido éste tiene y tutela las creencias correctas.

La puerta ha quedado semiabierta a la futura despenalización de la pederastia, de la corrupción de menores, y aun a la reducción a niveles ridículos de la “edad de consentimiento”.

Debilitada y erosionada la fibra cristiana de la sociedad, por la suplantación de la acción legislativa por la vía de las sentencias es como también se pretenden destruir los fundamentos de la familia heterosexual, el matrimonio y, por ende, el sexo mismo.

De allí que ahora se pueda reclasificar al hombre y a la mujer como especies trans-genéricas, superando el “arcaico” concepto de sexo, verdadera revolución cultural y conceptual.
Dice Jutta Burggraf:
Algunos apoyan la existencia de cuatro, cinco o seis géneros, según diversas consideraciones: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual, lesbiana, bisexual e indiferenciado... la meta consiste en reconstruir un mundo nuevo y arbitrario que incluye, junto al masculino y al femenino, también otros géneros en el modo de configurar la vida humana y las relaciones interpersonales”.

Se ha llegado al extremo de escribir documentos en el que se pone un asterisco (*) para eludir y socavar la determinación genérica del lenguaje. Dice la Memoria del Instituto para activistas trans e intersex 2005:
Hemos recurrido a esta estrategia textual en tres situaciones puntuales: en la formación de plurales generizados, al nombrar a un sujeto cuya identidad de género se ignora y sobre quien no queremos imponer una asignación de género determinada a priori, y al nombrar a un sujeto que no se identifica en una de las dos opciones que prevé el binario masculino-femenino”.

Se trata de una nueva postura filosófica ya comenzada a ser asumida por el Estado moderno y los centros internacionales del Poder que se impone como una ortodoxia sin la cual el Estado es visto como un paria y con la cual se IMPONE sobre la sociedad una novedosa moral laica desprovista de todo vínculo cristiano.

Si quedaren dudas sobre este último punto, reléase en la anterior sentencia la referencia a las “falsas creencias” y véase la siguiente sentencia de la Corte Constitucional Colombiana que a la letra dice:
“La Corte entiende que los términos sexo y género no son sinónimos. Cuando se habla de sexo, se hace énfasis en la condición biológica que distingue a los hombres de las mujeres, mientras que el género hace referencia a la dicotomía sexual que es impuesta socialmente a través de roles (sic)”. (Corte Constitucional, sentencia C-371 de 2000.177).

El problema de la llamada “dicotomía sexual” ocasionada por los papeles asignados natural y socialmente a los diferentes sexos tiene unas explicaciones que remontan la mera discriminación sexual y se adentran en la propia biología humana. Así, por ejemplo, ha sido tradicional que las tareas de fuerza bruta hayan sido encomendadas al hombre en vez de a la mujer compelidas por la razón misma.
Con el advenimiento de las máquinas, esta razón ha ido desapareciendo gradualmente y hoy se ven mujeres manejando grandes excavadoras o tractomulas. La guerra ha sido otra de esas actividades en la que a las mujeres les estaba vedado entrar por obvias razones biológicas. No obstante, en el pasado también se vieron mujeres que incursionaron en este campo, como Juana de Arco y otras heroínas. Esto tampoco fue óbice para que infinidad de mujeres prestaran sus servicios en el frente de batalla, generalmente detrás de las líneas, ora asistiendo heridos, ora produciendo material bélico.

Las innovaciones tecnológicas han hecho posible que las mujeres hoy piloteen aviones y lancen ojivas teledirigidas a blancos remotos. Aun así, todavía resulta sorprendente para las mujeres mismas verlas en el campo de batalla avanzando en las líneas y afrontando el combate cuerpo a cuerpo. Hay algo en la psicología humana, quizás dado por la propia Naturaleza, que nos llena de estremecimiento ante tal espectáculo y que difícilmente podríamos atribuir a “roles” artificialmente creados.
Tal vez en algo influya la maternidad sólo a ellas asignada y quizás sea por este motivo que no nos sintamos sorprendidos cuando vemos a una mujer ocupar el puesto de madre y, aunque doloroso resulta verla como cabeza de familia y en el papel de “padre”, más doloroso resulta, tanto a hombres como a mujeres, ver a un padre criando a sus hijos y haciendo el papel de “madre” sin mujer que lo acompañe.

Entendemos que podría alegarse que son sentimientos condicionados por la cultura, aunque también se pueden esgrimir fuertes argumentos en contra. Pero este no es siquiera el meollo del problema. Lo verdaderamente crítico resulta de cuando se quiere IMPONER POR LA VÍA DE LA FUERZA JURÍDICA una ortodoxia derivada de otra verdad que en absoluto parece absoluta y NO SE PERMITEN ALTERNATIVAS.

Por ejemplo, “obligar” a una empresa a dar un trabajo que resulte pesado y poco productivo para una mujer bajo el prurito de que no puede haber discriminación sexual, resulta no sólo antieconómico sino socialmente lesivo.

Para esta ideología de género, jurídica o no, muchos estereotipos culturales se refieren no sólo a obvias e insensatas discriminaciones sino también a todas aquellas instituciones heredadas de la tradición hispánica y cristiana, particularmente las referidas a la familia heterosexual, al matrimonio, a la defensa de la vida en aras de una ética civil global que ve la familia como “una fábrica de ideologías autoritarias y estructuras mentales conservadoras y taller ideológico del orden social”, al decir de Wilhelm Reich, discípulo de Freud.

Como quiera que se vea, es un nuevo “absolutismo” queriendo sustituir a otro. La diferencia consiste en que uno nace de una célula social y el otro de un órgano del Estado. El primero es orgánico; el segundo oficioso. Porque de oficio, se ha dicho:
Cuando el legislador distingue entre hombres y mujeres, se encuentra ante una prohibición constitucional expresa de discriminar por razones de género. Por eso, las clasificaciones basadas en género son, prima facie, inconstitucionales, salvo que estén orientadas a definir el ámbito de acciones afirmativas a favor de la mujer... Las autoridades deben, entonces, en principio, evitar emplear esas clasificaciones, incluso de manera inocente...” (Corte Constitucional, sentencia C-507 de 2004).

Dos observaciones.
La primera, que la sentencia anuncia una evidente discriminación en contra del varón cuando afirma que “las clasificaciones basadas en género son inconstitucionales, salvo que otorguen algo a favor de la mujer”.
La segunda, que en una sentencia anterior, esta misma Corte Constitucional dice: “La Corte entiende que los términos sexo y género no son sinónimos.... No obstante esta diferencia, para efectos prácticos, la Corte en esta sentencia utilizará los términos (sexo y género) como sinónimos, pero aclarando que cuando se utilicen están comprendidas ambas dimensiones”. (Corte Constitucional, sentencia C-371 de 2000.178).
Es decir, usa el género inocentemente y en sentido tradicional, porque no se puede sustraer de ello; sin embargo, prohíbe a otros usarlo, “así sea inocentemente...”.
Las inconsistencias que surgen al querer violentar la naturaleza y el idioma mismo son flagrantes.

Todos estos esfuerzos en equiparar los dos sexos, aun a costa de la sindéresis y a base de una consciente discriminación a la inversa contra lo masculino, pretenden construir un mundo en que los hombres y las mujeres sean exactamente iguales, tal como lo había prometido la revolución bolchevique. Es más, se trasluce la lucha de clases trasladada al ámbito sexual.

Friederich Engels así lo interpreta en su libro El origen de la familia, donde la aparición de la propiedad privada convierte al hombre en propietario de la mujer, que la explota y oprime. Es así como ella comparte el mismo destino del proletariado, otra clase oprimida. Es por esto que la liberación de la mujer sólo se consigue por la destrucción de la familia y su entrada en el mundo del trabajo y de la técnica.

Basta, pues, comprender que las diferencias entre uno y otro sexo son de un origen histórico, cultural y económico. Fácilmente se puede deducir que, si bien el triunfo comunista no fue en este último campo, su verdadero triunfo sobre la sociedad occidental se centra en lo moral y lo social.


EL CAMBIO SOCIAL A TRAVÉS DE LA EDUCACIÓN SEXUAL
La vía más segura para ir efectuando estos cambios de mentalidad es embarcarse en un proyecto de educación sexual de largo aliento que produzca una nueva generación de seres humanos que no sólo repudien la Naturaleza sino que eventualmente adopten métodos coercitivos y disuasorios de reingeniería social plasmados en la legislación nacional e internacional. Serán los hombres (y “mujeres”) del mañana.

Examinemos uno de esos métodos, calcado del modelo español, que se emplea en Colombia y que constituye otro de esos hitos importantes en el gobierno de los jueces.
En efecto, por primera vez en su historia el sistema judicial colombiano obliga, sin previa ley que lo autorice, al propio Estado a adoptar una política de educación sexual marcadamente absolutista.

El 2 de julio de 1992 se sienta un importante hito en la historia constitucional colombiana al incorporarse en una sentencia un mandato que no estaba amparado por ley alguna que lo apoyara. El gobierno absolutista de los jueces empezaba a hacer carrera.
Sucedió de la siguiente manera: El 28 de mayo de 1992 la docente Lucila Díaz Díaz fue destituida del escalafón de una escuela de la localidad de Ventaquemada, Boyacá, Colombia, porque “en forma inadecuada y sin explicación lógica y normal expuso a los menores de tercer año de primaria tema como es la sexualidad de forma más que inadecuada y grotesca, creando en ellos una idea tergiversada de los elementos que conforman este tema”. (Resolución 06151 del 28 de mayo de 1991 proferido por la Oficina Seccional de Escalafón Docente del Departamento de Boyacá, Colombia. El menor Diomedes Castro narra los hechos así: “Estábamos en clase y nos dijo que si sabíamos cómo nacía un niño; dijo que la mujer tenía un huequito y el hombre un tubito que se lo metía a la mujer. Ella nos dibujó un huequito y un tubito en el tablero... que por eso el papá y la mamá dormían juntos para hacer los niños. Les daba besos a los niños, a Yuber y a Omar y a Oscar...

El sustanciador de la investigación disciplinaria afirmó la existencia de una “aberración sexual” deducida del testimonio de los niños y con base en ello se procedió a destituir a la docente por haber ignorado “las circunstancias socioculturales y religiosas de los esquemas y actitudes éticas acuñadas por la tradición y la costumbre”. (Tomado de la Sentencia T-440 de la Corte Constitucional del 2 de julio de 1992),

Quedaba establecido así el campo de batalla que habría de ser resuelto en las instancias judiciales. Apelada la Resolución, la Junta Nacional del Escalafón Docente confirmó la decisión sancionatoria; la afectada recurrió, entonces, ante el juez de tutela del Tribunal Superior de Bogotá, solicitando la protección de sus derechos al trabajo y al debido proceso. La tutela fue denegada y enviada a la Corte Constitucional para su revisión, Corte que apenas se estaba estrenando bajo la Constitución aprobada en 1991.

Revisada la tutela, la sentencia proferida alega que “la libertad de enseñanza está garantizada por el Estado como un derecho fundamental...” y que “la sexualidad es un componente esencial de la vida síquica y cimiento de la personalidad... La comunicación inteligente, honesta, seria y solícita sobre esta materia debe comprometer a la familia, la sociedad y el Estado y en ese empeño ha de buscar descorrer el velo de misterio y tabú que la cubre... El deber de colaboración exige de los padres la necesaria comprensión y tolerancia con las enseñanzas impartidas en el colegio, en especial cuando éstas no son inadecuadas o inoportunas para la edad y condiciones culturales del menor.... El respeto del derecho de los padres a educar no significa el derecho a eximir a los niños de dicha educación, por la simple necesidad de mantener a ultranza las propias convicciones religiosas o filosóficas... Finalmente, dada la necesidad de promover la educación sexual en los diferentes planteles educativos, se procederá a ordenar al Ministerio de Educación elaborar con el apoyo de expertos un estudio sobre el contenido y metodología más adecuados para impartir la educación sexual en todo el país”. (Sentencia T-440 de la Corte Constitucional del 2 de julio de 1992).

Prevalido de esta sentencia, el Ministerio de Educación cobró poderes totalitarios para IMPONER sobre la sociedad su propia concepción de la moral privada proveniente de cuanto “experto” a sueldo o contrato público se le antojó recurrir.

La pregunta es:
¿puede el Estado imponer una educación sexual que vaya en contra de la voluntad de los padres que tienen la potestad y responsabilidad más inmediata sobre sus hijos?
¿Se puede imponer una tal educación si ésta se reputa desatinada, inconveniente, carente de valores morales tradicionales y por fuera del contexto de la edad biológica y sicológica del educando, como en realidad ocurrió en Colombia?
¿Debía la Corte atribuir esta responsabilidad al Ministerio de Educación en vez de atribuírsela a la representación política del Congreso para que a la vista pública se debatiera un tema tan complicado, delicado y controvertido?
¿Debía el Ministerio producir una normativa general, independientemente de que estuviese dirigida a educandos con una gran variedad de antecedentes personales, circunstanciales y familiares?


Por ejemplo,
¿podría considerarse que un niño campesino, familiarizado con la cópula de animales domésticos, debiera tener la misma educación que un niño citadino, alejado completamente de esas experiencias visuales?
¿Y qué sucedía con un niño de procedencia urbana de estrato socioeconómico muy bajo, y, quizás, expuesto a ambientes promiscuos en comparación con uno proveniente de estratos altos, quizás católicos, de familia completamente distinta?
¿Deberían ambos recibir la misma educación sexual?

El 2 de julio de 1993 el Ministerio de Educación produjo un Proyecto Nacional de Educación Sexual obligatorio para todos los colegios públicos y privados del país, inspirado en el modelo español que impuso el régimen socialista de Felipe González.

El aval había sido extendido por la Sociedad Colombiana de Sexología, cuyos principios, declarados en 1986, eran
- la revocatoria de la moral cristiana,
- el fomento de los métodos de control de la natalidad,
- el reconocimiento de la familia homosexual,
- la promoción de la vida sexual y
- el acceso al poder político como medio para educar al hombre en tales fines desde la más tierna edad
. (PRINCIPIOS de la Sociedad Colombiana de Sexología: “Una sociedad de sexología no puede ser el frío guardián de la ciencia que mira impávido blandir el látigo de la ley, las campañas religiosas represivas (p. 1)... En base (sic) a estos racionamientos consideramos que cualquier sociedad de sexología debe tener posiciones políticas (p. 6)... sería realmente científico ser neutro ante la deprivación (sic) de los derechos sexuales a que se sujeta corrientemente a nuestros niños, ancianos y prisioneros por sólo enumerar algunos de los grupos sexualmente oprimidos (sic) (p. 7)... La Sociedad profesa un profundo respeto por la vida humana y en consecuencia reconoce el derecho a ella de los seres actuales sobre los potenciales (p. 10)... La Sociedad reconoce las diversas maneras de composición de la familia (p. 10)... La Sociedad expresamente declara su apoyo a toda acción educativa, social y comunitaria en defensa y mejoramiento de la vida social de todas las personas y en particular de las minorías eróticas (p. 12)...
Aparte del pésimo castellano, estos párrafos parecen copiados de una similar declaración angloparlante (véase el vocablo “deprivación” trasplantado de deprivation).

La directiva del Ministerio, empieza diciendo:
En nuestro caso, venimos de un pasado que se caracterizó por ser prohibitivo frente a la expresión de la sexualidad y autoritario al imponer los roles hombre-mujer, todo esto en razón de una lectura moral fundamentalista que hoy tiende a desaparecer pues se impone una ética sexual de corte humanista”. (Directiva Ministerial No. 4 del 30 de noviembre de 1993).

Este comienzo tiene una gran carga ideológica de corte totalitario y aun revanchista.
La letra del artículo 13 de la Constitución Colombiana que dice “todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica” (Constitución Colombiana de 1991) parece, en este caso, quedar sin efecto pues no reconcilia con una debida diversidad y adaptación particular la educación sexual a las necesidades religiosas o convicciones filosóficas de los padres y familias de los educandos.

Tal pareciera que el goce de la libertad y la igualdad hace referencia a que el Estado es libre de imponer sobre sus asociados una discriminación por razones de religión, opinión política o filosófica fundamentada en una opinión científica en boga o una postura política de la Sociedad Colombiana de Sexología, según ellos mismos enuncian en sus Principios.

Lejos de amparar el fallo de la Corte y lo dictaminado por el Ministerio, el artículo 13 señala, por el contrario, que el Estado está faltando también a su deber de dar protección especial a aquellas personas que por su condición “física o mental” se encuentren en circunstancias de debilidad, según el inciso 2 del mismo artículo 13.

Es evidente que la condición física y mental de los niños los hace propensos a los abusos corruptores de aquellos que quieran aprovechar la oportunidad que les brinda una educación desprovista de valores tradicionales y cargada de elementos incitadores a un temprano ejercicio sexual. Pero,
¿y qué decir de aquellos grupos que por razones religiosas no quieran estar dentro de una norma que las reputa de arcaicas y obsoletas?
¿No es éste un grupo realmente discriminado, algo que prohíbe la propia Constitución?

Basta con mirar el artículo 70, que dice:
El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana”.
¿Se lleva a cabo aquí la protección invocada?

El más importante subproducto del progreso científico en todos los órdenes ha sido la constatación de que el grado de ignorancia ha venido disminuyendo como consecuencia de la investigación y que, por tanto, debemos pretender un mayor control sobre todas las actividades humanas en provecho de las conclusiones científicas. No obstante, el otro hecho comprobable es que a medida en que surgen nuevos conocimientos y se descubren los velos de la ignorancia, surgen complejidades que se constituyen en obstáculos para comprender cabalmente el mundo que nos rodea.

La ampliación del horizonte científico no hace sino descubrir nuevos y más amplios horizontes inexplorados. El avance de la ciencia necesariamente determina una mayor división en la parcela del conocimiento que cada cual posee y esto, a su turno, aumenta la ignorancia del individuo sobre la totalidad del conocimiento disponible.
Pretender que ese proyecto de educación sexual sea la única respuesta contra los abusos de menores, la prostitución, la violencia, el desamor, los matrimonios rotos, las sicopatías o neurosis generadas por tabúes sociales es, cuando menos, una pretensión demasiado ambiciosa para ser creída.

Detrás de estos enunciados de buena voluntad se esconden los verdaderos propósitos de este instrumento de CAMBIO SOCIAL que podremos ir descubriendo en la medida en que avancemos en nuestro trabajo investigativo.

A la pretendida desarticulación de las normas sociales que hasta ahora ha venido observando la sociedad y que las instrucciones ministeriales descalifica como inapropiadas, podemos anteponer la observación general de que los instrumentos que ha ideado el hombre para su adaptación al mundo que lo rodea han sido, precisamente, aquellos articulados por las tradiciones y creencias, fruto de un crecimiento acumulativo y orgánico que no puede atribuirse a invención particular de nadie.
En cambio, la nueva norma si es un “constructo” orquestado por ciertas mentes, que incorpora unos valores predeterminados y que el Estado acoge como una verdad que hay que aceptar y divulgar como si fuera profesión de dogma religioso, una verdad que no necesita ser demostrada.

Por ello también se viola el artículo 27 de esa misma Constitución que consagra
“libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra”, ya que no permite escoger, dentro de una variedad de metodologías, orientaciones, estructura curricular y valores, la enseñanza que los padres, individualmente considerados, estimen más conveniente para sus hijos.
Esto, por supuesto, no pretende desconocer que el Estado deba tener un interés específico en implantar una educación sexual en todos los planteles, siempre y cuando dicha educación NO VIOLE DERECHOS FUNDAMENTALES y no SE IMPONGA como una camisa de fuerza sobre la sociedad que la deja inerme y sin alternativas viables, aun las más tradicionales.


LA METODOLOGÍA DE LA CORRUPCIÓN
Debo, primero que todo, reconocer la importancia de la educación sexual graduada y dosificada de acuerdo con la edad de los educandos. Pero en Colombia, por ejemplo, se dedican doce años al estudio del tópico sexual, lo que supera ampliamente el tiempo dedicado a cualquiera otra materia de conocimiento curricular tradicional.
En tanto que hay saturación en el tema sexual, allí, ni en España, se hace esfuerzo alguno por inculcar en
el estudiantado la ética del trabajo, el liderazgo en la creación de empresas, la excelencia en la vida profesional. Es por eso que entre el reconocimiento de la importancia de la sexualidad y el hecho de dedicar tantos años a un plan de educación sexual se abre todo un abismo.

La estructura curricular de los proyectos de educación sexual vigentes en la mayoría de países dispone que se prepare a los escolares de once años de edad a “conocer la sexualidad en la pareja de los padres”, la “ruptura de los estereotipos sociales: hombre hostil, mujer tierna” y “abrazar y acariciar”.
Comoquiera que ya a los doce años se entrena a los niños en el “autoerotismo”, parece evidente que enseñar a “abrazar y acariciar” no es más que una preparación para lo que sigue. Pero el empleo de estos dos verbos no es tan inocente como parece, porque tampoco se explica a quién se puede abrazar y acariciar, por lo que resulta obvio que puede ser a otros niños de distinto o del mismo sexo. Esto lo confirma una cartilla cuyo nombre es Aprendiendo acerca de mí, de Nelsy Bonilla de Bejarano y Yolanda Jiménez de Echeverri, en la que se da al instructor las siguientes recomendaciones:
“Invita a niños y niñas a observarse detenidamente entre sí y que descubran elementos iguales. Oriéntalos para que formen grupos, por ejemplo, según el color de los ojos, del pelo, etc. En los grupos, pídeles que identifiquen características que los hacen diferentes. Finalmente, indúcelos al reconocimiento de los dos sexos”.

Para nadie es un secreto que la piel del niño de once años ha adquirido ya características erógenas y es a esta edad cuando comienza a experimentar deseos sexuales que se exacerban si son intencionalmente provocados. Esta apreciación resulta de que en la mencionada cartilla complementaria, Aprendiendo acerca de mí, se induce a los niños desde los cuatro años de edad a no hacer ninguna distinción entre los sexos y a descartar las características masculinas y femeninas tradicionales como “únicas o como exclusivas de un sexo”.
Esta es la llamada ruptura de los estereotipos sexuales del proyecto vigente en Colombia, calcado del de España.

No obstante lo anterior, parecería ser que ninguna cantidad de decretos o directivas ministeriales pueden cambiar la expresión natural del ser de cada sexo porque sería como pedirle a la naturaleza que no produjera aves machos de vívidos colores y hembras de más pálido plumaje. Dicho esto, es igualmente probable que todo este intensivo entrenamiento en las labores del sexo vaya produciendo una sociedad más promiscua y menos proclive a guardar ciertos comportamientos hasta ahora reputados convenientes en nuestra civilización.

Así, desde los diez años de edad se enseña a los niños
- “el amor, la intimidad y el placer” y
- lo que “se siente corporalmente” en materia sexual, además de
- la “regulación de la fertilidad”, cuando ya a los siete años se les ha enseñado
- “la relación sexual, embarazo y parto”.

Ausentes permanecen de esta enseñanza el pudor frente a extraños, el respeto interpersonal y otros valores más constructivos para niños de tan tierna edad en que la naturaleza parece haber proveído que en estas edades predomine la inocencia porque su inteligencia no está en capacidad de asimilar estas realidades sexuales.
Veamos cómo se ilustra en la mencionada cartilla la relación sexual para niños de cuatro a cinco años de edad:
“Cuando un hombre y una mujer se quieren, comparten muchos momentos de unión espiritual y física. Uno de ellos es cuando están solos y muy cerca el uno del otro, ambos desnudos, muy juntos. Los besos y las caricias que se dan hacen que el pene del hombre, que estaba flojito, se ponga duro y bien derechito. Así se prepara para ser introducido en el huequito de la mujer que se llama vagina. Estando así, los dos sientes mucha felicidad”.

Cualquier desprevenido padre de familia podría estar de acuerdo que no sólo esta descripción es inadecuada para niños de la mencionada edad de cuatro años, sino que configura todo un cuadro de corrupción de menores que podría contemplarse en cualquier código penal, de no ser porque la corrupción se imparte con la sanción oficial del Estado.

Es por todo esto que quedó dicho que esta ecuación sexual
- inicia la masificación de la promiscuidad,
- sustituye los valores tradicionales y
- se pierde el concepto de pudor y de intimidad.

Es así como se les prepara para que sean fácilmente presa del abuso de los mayores y se abusen entre ellos mismos.

Ilustrativo de todo cuanto estamos reseñando es el reciente reparto pornográfico que hizo el ayuntamiento de Guadalajara a 24 colegios de primaria, según se reportó en un importante diario madrileño.
Cito textualmente: “El relato describe cómo una joven se masturba en el trayecto de un autobús bajo la atenta mirada de otro pasajero… Podía ponerse remedio allí mismo sin acabar pringada del semen pastoso que, precisamente, la excitaba tanto. Para ella todo era vaivén, todo era restregar el sexo contra la costura del pantalón en el asiento, todo era un duro pene en su mente...” (“La Razón”, El Ayuntamiento de Guadalajara reparte en los colegios un relato pornográfico, 24 de mayo de 2007, p. 18).

Este no es el único caso. En Castilla-La Mancha el Instituto de la Mujer repartió en los colegios un folleto que, entre otras cosas, decía: “El inicio de la autoestima es aprender a tener una relación positiva con tu cuerpo. Para ello te puede ayudar el relacionarte con tu cuerpo... mastúrbate en algunas partes concretas de tu cuerpo, por ejemplo, el glande del clítoris, entrégate a sentir tu cuerpo, y si te gusta especialmente una chica haz lo mismo que si te gusta un chico: conocerle mejor, decírselo, comunicarte y, cuando lo decidáis, expresaos afectiva y sexualmente... quizás más de una vez te han dicho que eres una persona joven para mantener relaciones sexuales. Nunca es pronto para querer a alguien ni para sentir relaciones placenteras en el cuerpo”. (“La Razón”, 24 de mayo de 2007, p. 18).

El propósito corruptor de estos folletos es suficientemente obvio como para abundar sobre el tema. Sus fines saltan a la vista. No obstante, cabe señalar que el objeto de estas doctrinas humanistas es desviar considerablemente la sexualidad de los fines sexuales que dominan todo lo que hay de humano y de dirigirla hacia nuevos objetivos presentados a la humanidad en el actual curso de la evolución cultural; por ello se presentan las relaciones sexuales contemporáneas como poco satisfactorias, desvisten de todo valor ético las relaciones entre las parejas y reducen al hombre a sus más básicos instintos animales. Es por esta misma razón que se reputan válidas y “normales” las relaciones homosexuales.

Ha sido meta objetiva del totalitarismo y sus diversas doctrinas, combatir las instituciones tradicionales con la esperanza de abolir las limitaciones que las creencias y costumbres, emanadas de nada distinto que de la naturaleza humana, han impuesto al hombre y que hoy se reputan perjudiciales a él y a la misma sociedad. La ingeniería social implica buscar la raíz de los males en las condiciones dadas por la naturaleza y, al pretender reformarlas, llegar a reformar la naturaleza misma.

Los eminentes historiadores Will y Ariel Durant describieron la decadencia de Grecia de la siguiente manera:
Únicamente un acto de imaginación persistente, o el don de la observación, nos permite entender lo que significa para una nación que su religión tradicional perezca. La civilización clásica griega había sido construida sobre la devoción patriótica de la ciudad-estado y de la moralidad clásica... La moralidad sexual se relajó aun más allá de los lazos estándares de la era de Pericles. El homosexualismo se volvió popular; el joven Delphis ‘está enamorado’, decía Theocritus Simaetha, ‘pero si es de hombre o de mujer, no lo sé”.

Esta patética apreciación es complementada por los mismos autores con la siguiente de la Roma decadente:
El matrimonio, que había sido una unión económica de por vida, ahora era entre cien mil romanos una aventura pasajera sin gran significado espiritual”, en el que las mujeres podían tener tantos amantes cuanto quisieran, pues estaban emancipadas. Y añaden en su epílogo:
“Las causas esenciales del ocaso de Roma estuvieron en sus gentes, su moral, su lucha de clases, su debilitado comercio, su despotismo burocrático, sus altos impuestos, sus guerras interminables... La desintegración moral había empezado con la conquista romana de Grecia y había culminado bajo Nerón... Y fue porque Roma estaba agonizante que la cristiandad creció tan rápidamente
”.

A este mismo respecto, vale la pena también citar a Paul Jonson, otro brillante historiador:
La declinación de la fe en la Ley Natural ha estado acompañada por el crecimiento del relativismo moral, la doctrina de que los axiomas de lo correcto o lo incorrecto varían de acuerdo con la época y las costumbres: no hay absolutos, simplemente las normas de las sociedades en particular.
En síntesis, lo que se hace es lo que se debe hacer... por eso en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña tenemos el espectáculo patético de algunas iglesias tratando de justificar la perversión sexual porque existen personas que son homosexuales practicantes, o el divorcio, porque tanta gente se divorcia, o el sexo prematrimonial, porque son tan numerosas las parejas que viven juntas sin la bendición del matrimonio
”.


LA PROPAGANDA EN LA GUERRA CULTURAL

La aceptación de la cultura homosexual a través de las campañas propagandísticas no podría dejar de ser una meta importante a alcanzar en la guerra que se ha planteado contra las normas convencionales comúnmente aceptadas hasta ahora.
Refuerza de manera importante los que ya se está haciendo en el plano educativo, anteriormente descrito.

Esta guerra va más allá del plano científico, ético y moral para convertirse en un embate semántico en el que se utiliza profusamente el poder de persuasión de la propaganda. Sus elementos fundamentales tocan los
planos psicológicos a través de los medios de comunicación valiéndose de los más modernos medios utilizados por el mercadeo moderno para llegar el mismo centro nervioso de los debates intelectuales.


Por eso ha sido dicho que
“...las ideas constituyen la fuente y el origen de la autoridad, por lo que el control que se ejerza sobre las ideas constituye el poder absoluto en cualquier sociedad”.

En esta sociedad post-moderna la posesión de la verdad no es esencial; lo que resulta esencial es la posesión del poder y por ello el medio propagandístico, en el que el Internet es una herramienta de trabajo principalísima, resulta estratégico.

Esta tecnología de la comunicación ha hecho posible que el movimiento homosexual explote a su conveniencia los valores de una sociedad cuyas tradiciones están socavadas. Para lograr los fines del poder, los movimientos homosexuales se valen de ciertas estrategias que a continuación describiremos brevemente.

Primera estrategia: Crear un clima favorable para que el mensaje lanzado tenga una influencia decisiva en el oyente sin que sea abiertamente percibido por éste. Ejemplo de su eficacia es el éxito que se tuvo en que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) para que se excluyera la homosexualidad en su lista de trastornos mentales.

Segunda estrategia: Sentar el precedente de que los grupos pro-homosexuales no se paran en mientes para desacreditar, intimidar y silenciar a quien se atreva a oponer resistencia, sea científica o argumentativa, a la agenda propuesta.

Tercera estrategia: Valerse de la institución democrática como marco fundamental para adelantar la idea de las libertades personales. Las palabras ‹‹derechos de los homosexuales›› ponen de manifiesto el éxito a favor de la legitimación de la homosexualidad como un colectivo al que se le debe protección.
La palabra ‹‹derecho›› predispone al oyente a mirar con buenos ojos las propuestas que provengan de este colectivo.

Cuarta estrategia: Valerse de la palabra ‹‹gay›› para amortiguar las connotaciones negativas que pueden tener otros términos en los diferentes idiomas. Como se sabe, gay significa en inglés ‹‹alegre››, ‹‹feliz››, término semánticamente similar a joy. No se conoce bien el origen de la utilización de esta palabreja para describir al homosexual en inglés, pero no cabe duda que los que la emplearon por primera vez fueron hábiles en el empleo del vocablo.

Quinta estrategia: Mostrar algunas personalidades históricas y de gran reputación como homosexuales, declarados o no, pero siempre como ejemplos a imitar o a aceptar. Esto logra asociar a los homosexuales con imágenes positivas y a la población que lo rechaza con la intolerancia, los fascistas y hasta con los verdugos nazis.
Afín a esta estrategia es enseñar cómo en la democrática Grecia la homo-sexualidad era perfectamente admitida, lo mismo que en la Roma tolerante, cunas ambas de la civilización que nos pertenece.

Sexta estrategia: Los pederastas, travestis, sado-masoquistas y otros grupos minoritarios dentro de la comunidad homosexual se han de mantener en un segundo plano hasta que se complete la tarea psicológica, social y jurídica que permita aceptar plenamente y si reticencias todas las conductas homosexuales.

Que la APA haya aceptado la homosexualidad como algo normal tiene importantes consecuencias, si se tiene en cuenta que hasta hace muy poco ésta se consideraba delito y hacia principios del siglo XX se les consideraba enfermos patológicos.

Fue Alfred Kinsay quien primero argumentó en sendos estudios (Comportamiento sexual en el hombre, 1948, y Comportamiento sexual en la mujer, 1953) que la mayoría de los norteamericanos mostraban tendencias homosexuales y que este comportamiento no era, por tanto, patológico ni anormal.
Fue John D. Rockefeller el encargado de divulgar dichos estudios y de poner su imperio económico al servicio de su divulgación y aceptación.

Las prohibiciones penales de la homo-sexualidad permanecieron vigentes en los Estados Unidos hasta los años 70, a partir de los cuales los diferentes Estados fueron despenalizando la conducta impulsados por las violentas protestas por este colectivo acaecidas en 1973.

La primera fase fue, pues, la despenalización;
la segunda, la elevación de esta conducta a estilo de vida;
la tercera, desarrollada en la actualidad, es la inducción a la imitación de tal conducta.

Todo esto se ha logrado con no poca influencia de una mentalidad victimista extendida por todo el mundo y que ahora ha desembocado en la aprobación de leyes contra la homofobia. En menos de treinta años la propaganda y el cambio de los paradigmas lingüísticos ha significado la casi universal aceptación de esta conducta como algo perfectamente normal en el ser humano.

Resulta curioso que a sólo cuatro años de que la APA votara aceptando como normal la homosexualidad el 69% de los psiquiatras todavía considerara esta conducta como una alteración patológica.
(Brummett, Barry, Reading Rethorical Theory (2000), p. 817. Citado de Paul E. Rondeau, Selling Homosexuality to America, p. 17, disponible en http://www.unav.es/preventiva/sexual...d/default/html).

Muy curioso también resulta registrar que en el libro Destructive Trends in Mental Health los psicólogos clínicos Rogers H. Wright y Nicholas A. Cummings, quienes suscriben la llamada “agenda ultraliberal” en algunos de sus aspectos, lo hacen a nivel puramente personal sin que esto les obste para condenar abiertamente el daño que a la ciencia le está infligiendo la APA con sus posturas poco científicas sobre el particular. Según estos autores, las opiniones de la APA deberían estar fundamentadas en “datos y experiencia científicamente demostrables” (Rogers H. Wright and Nicholas A. Cummings, Destructive Trends in Mental Health (Rutledge, N.Y., 2005), y pasa a hacer un aguda crítica sobre lo ideologizada que está dicha organización.


LA DISOLUCIÓN DE LA CULTURA COMO EXPRESIÓN NACIONAL
De la inducción a la corrupción individual rápidamente se pasa a la destrucción de la estructura familiar conocida, como complemento importante de la meta anterior.
Se trata de eliminar obstáculos que permitan transitar hacia el Nuevo Orden social.


Por eso el Objetivo No. 3 del Proyecto de Educación Sexual colombiano, fundamentado en las iniciativas antinatalistas del FPA (Family Planning Association), se dirige a “promover modificaciones de la vieja estructura familiar de corte patriarcal...”

La FPA es una ONG que orienta las organizaciones femeninas, médicas, educativas y las consejerías matrimoniales que trabaja muy armónicamente con el Consejo de Información y Educación Sexual de los Estados Unidos (SIECUS), promotor de un plan similar de ecuación sexual orientado a las escuelas públicas de ese país y que tiene como objeto disminuir la influencia de los padres sobre los hijos.

Ambas organizaciones se apoyan en el “plan humanista” de Rudolf Dreikus que, entre otros objetivos, dispone alterar o invertir los sexos, liberar a los niños de sus familias y abolir la institución familiar en su estructura actual.

Como si fuera poco, la Organización Mundial de la Salud también ha venido obrando en este campo, inspirada, principalmente, por la filosofía del Dr. Brock Chisholm, cuyo humanismo incluía la erradicación de los conceptos sobre “lo bueno y lo malo”.
Debían, según su teoría, eliminarse los viejos prejuicios nacionales, culturales y religiosos impuestos por los padres de familia y las religiones cristianas establecidas.

Entre las disposiciones legales que han surgido por influencia de estas organizaciones, tenemos las siguientes en la Gran Bretaña:
- un sistema tributario que recae más fuertemente sobre las parejas casadas en relación con el concubinato;
- el derecho de la mujer al aborto sin el consentimiento del esposo;
- el derecho de las niñas menores de edad a hacerse abortos sin el consentimiento de sus padres;
- una nueva definición del momento en que comienza la vida humana.

En los Estados Unidos, la FPA indujo al Departamento de Salud a eliminar la responsabilidad de los padres sobre los hijos menores de edad en esta misma materia.
Las más recientes campañas políticas se centran en el “aborto obligatorio” para las niñas embarazadas en edad escolar y en la reducción de la edad de consentimiento para las relaciones homosexuales y heterosexuales.

En Colombia, por su parte, uno de los supuestos básicos del proyecto es “el desarrollo de la autonomía”, que implica “el ejercicio de la libertad, la preparación para la toma de decisiones y la responsabilidad en todos los actos de la vida”.
Pero el proyecto para nada alude a que el ejercicio de la libertad de un menor de edad que depende de sus padres es bastante limitado, límites que están señalados por una restringida autonomía en el área de su manutención y dependencia física, económica y emocional de sus padres. Parece que lo que en el fondo se pretende es que los niños continúen dependiendo, en un todo, de sus progenitores, menos en el área sexual, en la que se pretende inculcar el dominio absoluto del propio cuerpo, con lo cual se manifiesta la inconsistencia y destructividad del Proyecto.

Es posible que la gran inspiradora de todas estas ONG creadas para fines similares sea la PP (Planned Parenthood), fundada por Margaret Sanger en 1942. Sanger fue una mujer muy activa; se inició dando conferencias al (masónico) Ku Kux Klan sobre la creación de una súper raza blanca y eliminación de las minorías étnicas en los Estados Unidos, lo que le valió una felicitación de Hitler en 1934 por sus logros en los avances de la esterilización.

En su libro The Pívot of Civilization habla de crear un mundo utópico donde las clases dependientes, los delincuentes y, en general, las personas “pasivas” no sean un peso para aquellas inteligentes y educadas. En 1939 creó el Negro Project para ayudar a las mujeres negras a no tener hijos.
En una carta al Dr. Clarence J. Gamble (uno de los fundadores de la multinacional Propter & Gamble) le dice: “no queremos que salga ninguna palabra de aquí que diga que queremos eliminar la población negra y el ministro-pastor es el hombre que puede clarificar la idea si es que se le ocurre a alguno de sus miembros más rebeldes retar lo que me dices”. (“The Negro Project”: Margaret Sanger’s Eugenic Plan for Black Americans: http://www.cwfa.org/articlesdisplay....ategoryid=life)

También dijo:
Lo más misericordioso que puede hacer una familia numerosa a su hijo infante es matarlo”.

Esta organización recibió en el 2004 US$ 804 millones en donaciones para su ayuda a las mujeres del mundo y ha inspirado a la fundación del archi millonario Bill Gates a emprender actividades de control de la natalidad que, según ha expresado el también multimillonario Warren Buffet, le habrá de legar la mayor parte de su capital estimado en US$ 4.400 millones.

No en balde el 78% de las clínicas abortivas de P.P. se localizan en comunidades minoritarias negras e hispanas en los Estados Unidos.

El Objetivo No. 4 del mencionado Proyecto colombiano de educación sexual es “lograr que de una manera consciente y responsable (no coercitiva) hombres y mujeres decidan cual es el momento en que pueden traer hijos al mundo, utilizando adecuadamente los diversos medios de regulación de la fertilidad”.

Para lograr este objetivo se hace indispensable condicionar desde muy temprana edad a los niños al principio de “autonomía” anteriormente propuesto para regular adecuadamente la fertilidad sin interferencias de los padres. Pero “regular adecuadamente” significa tanto la capacidad para procrear, como para no hacerlo, lo cual podría lograrse consciente y responsablemente siempre y cuando el educando fuera también autónomo en los otros aspectos de la vida, como el económico, por ejemplo.
Así, en el caso de la decisión de no procrear,
¿significa ello que el proyecto de Estado habrá de capacitar moralmente al educando para tomar la decisión de abortar?
¿Es éste uno de los “métodos adecuados” para la regulación de la fertilidad?
¿Incluye el derecho al propio cuerpo la capacidad de destruir el “otro” cuerpo?

Detrás de este Objetivo se encuentran otros grupos de presión dirigidos por el Population Council, fundado por Rockefeller III, cuyo más conspicuo miembro es el Internacional Parenthood Federation dedicado a influenciar en los diferentes Estados su política antinatalista escondida tras el, aparentemente, loable empeño de la “autonomía”.
En este sentido, varias preguntas surgen:
¿se puede pretender que una joven adolescente decida “consciente” y “responsablemente” sobre la muerte de otro ser humano?
¿Existe evidencia de que una amplia disponibilidad de anticonceptivos disminuye y no aumenta la tasa de abortos?

Parece que, al contrario, la amplia disponibilidad de medios anticonceptivos fomenta el número de embarazos y la incidencia de las enfermedades venéreas. La explicación es la siguiente: si el total de de adolescentes activos sexualmente aumenta y si su edad es cada vez menor, el índice de fracaso en los métodos es de cuatro a cinco veces mayor que el de los adultos.

En efecto, después de más de tres décadas de educación sexual por fuera del concepto tradicional, se ha llegado en los Estados Unidos a cifras verdaderamente alarmantes: el incremento de embarazos de adolescentes ha aumentado 48% entre 1971 y 1981; el incremento del aborto en 133%; el incremento de nacimientos en 200% por fuera del matrimonio.

Estos son resultados perfectamente opuestos a los buscados inicialmente, según ha dicho Douglas Kirby, ex director de investigación del Centro para Opciones de Población: “Los estudios sobre los programas de educación sexual indican que se puede aumentar el conocimiento… pero no parecen haber tenido un impacto significativo sobre el comportamiento”.
Surge, entonces, otra pregunta:
¿existe alguna relación entre el negocio de los anticonceptivos y la promoción de su uso entre los adolescentes?
¿No es también el aborto un lucrativo negocio?

Según se ha informado, entre aquellas cosas que se estarían gestando a partir de esta concepción “humanista”, es:
1.- El uso de óvulos de bebés abortados para la fertilización in vitro con fines investigativos;
2.- la provocación de embarazos por medio de la estimulación de óvulos de embriones femeninos, conocida como “nacimiento virginal”;
3.- la gemelación (clonación) de embriones humanos que podrían ser utilizados como suplentes para la donación de órganos para el niño “original” enfermo o para una pareja que haya perdido el niño “original”;
4.- la experimentación para producir formas de vida híbridas a partir de gametos humanos y de animales.

Una institución mayormente responsable de este tipo de insensibilización y de este tipo de biología monstruosa es el nacional Institute of Health (9000 Rockville Pike, Building 1, Room 218, Bethesda, Maryland 20892, USA). Entre las estrategias a utilizarse, según publicación de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del caribe, ISIS Internacional, casilla 2067, Correo Central de Santiago de Chile, se encuentran:
1. El aborto debe reconocerse como derecho humano y de la mujer;
2. el aborto debe estar al alcance del monedero de todas las mujeres;
3. el aborto debe ser interpretado liberalmente para disminuir los procedimientos riesgosos;
4. en los países donde el aborto está prohibido, las mujeres deben organizarse en grupos y redes para ejercer presión política;
5. debe sensibilizarse a la sociedad entera sobre la endemia silenciosa del aborto clandestino;
6. la presión debe estar apoyada por estadísticas que demuestren la conveniencia del aborto legal.

Según la estructura curricular del Proyecto del gobierno colombiano a la tierna edad de 8 años se les enseña la “regulación de la fertilidad” y los aspectos biológicos de la procreación, embarazo y parto, y desde los 5 años se familiarizan ya con la forma en que los padres procrean hijos.
Aunque parece evidente que los propósitos de tal tratamiento sean el aumento del conocimiento con miras a disminuir los abusos sexuales, la “desmitificación”, el acercamiento a las realidades biológicas y la disminución de las enfermedades de transmisión sexual, deben alertarnos hacia varias consideraciones:
primera, un niño de 5 años no necesita tanta información explícita para prevenir abusos sexuales;
segunda, que el adulto que esté decidido a abusar de él lo hará de todas maneras;
tercero, que difícilmente se puede esperar la incidencia de enfermedades venéreas en niños de tan corta edad.

De otro lado, la “regulación de la fertilidad” no parece un tema adecuado a niños de 8 años, cuando ni siquiera están en capacidad biológica de procrear. Más pareciera que de lo que verdaderamente se trata es de adaptarlos al concepto de que cualquier método contraceptivo es válido, incluido el aborto.

A tenor de lo anterior, existen también algunas sutilezas de tipo semántico en el Proyecto.
Una de ellas es la eliminación del concepto “esposo/a”, o “marido/mujer” y su sustitución por el de “pareja”.
Nunca se menciona el matrimonio como una relación saludable y edificante en la constitución de la familia, lo cual abre una puerta para que se introduzca la pareja homosexual y ocasional.

Todo esto no sólo introduce una alteración de los “roles sexuales tradicionales”, sino que pone en conflicto el matrimonio con el amor al éste verse transformado en mero objeto sexual que desvirtúa la estructura familiar actual y altera los papeles sexuales tradicionales que son reputados de “mitos” y “tabúes” culturalmente dirigidos como algo exótico a la naturaleza humana.

Es evidente que esto toca directa y profundamente la cultura, cuando no los conceptos morales y religiosos.

Que la sexualidad, según las nuevas enseñanzas, tiene como fin único el pleno disfrute, desvinculado de todo sentimiento afectivo, se hace patente cuando la Directiva Ministerial No. III del 15 de noviembre de 1993, manifiesta que se educa a los jóvenes para “disfrutar responsablemente su vida sexual”, (Directiva Ministerial No. III, numeral 2, párrafo segundo, del 15 de noviembre de 1993) sin que se especifique a cual edad, si púberes o impúberes, se refiere cuando dice “jóvenes”.

El rechazo a la concepción ética se evidencia cuando los valores que promueve son solamente la “autoestima”, la “convivencia” y la “salud”, categorías éticas muy restringidas y recortadas.

Es evidente, pues, que todos estos proyectos de educación sexual que se están IMPONIENDO en el mundo occidental sustraen de la cultura familiar la propia educación sexual acompañada de la transmisión de los propios valores familiares que podrían transmitirse de acuerdo con la orientación religiosa y cultural de cada familia.
Por eso, indisponen la relación de los padres con los hijos y enfrentan la creación de los nuevos valores inducidos en la unidad escolar con aquellos que ostenta el núcleo familiar a quienes el Estado arrebata la capacidad de educar conforme a sus propias creencias y valores éticos y morales. También arrebata a los niños la mayor escuela de su vida al privarlos de las enseñanzas familiares y, por supuesto, arrebata a la nacionalidad su mismísimo fundamento.


EL MULTICULTURALISMO COMO HOMOGENIZACIÓN CULTURAL
Parecería ser que la homogeneidad resultara de hacer compatibles unos elementos con otros que estuviesen dotados de algunas características comunes. Así, una provincia de un país cualquiera puede ser compatible con otra siempre y cuando estén unidas por ciertos lazos culturales comúnmente compartidos. Difícilmente podrían unirse, en el sentido más estrictamente “nacional” de la palabra, cuando tales provincias están totalmente separadas por la cultura, la lengua, la religión o los valores sociales.

Existe un mínimo, una masa crítica traspasada la cual dicha unión deja de ser posible.

Pero en el mundo del Nuevo Orden Social, la destrucción de los valores tradicionales y su suplantación por la idea de que no existen valores verdaderos ni falsos, sino simples condicionamientos sociales, ha abierto paso a la homogenización cultural en la que se ensaya la introducción de unos valores, ésos sí absolutos, construidos desde la perspectiva de las Naciones Unidas y sus agencias.

Son “verdades oficiales” asociadas con
los Derechos Humanos,
el humanismo,
la ideología de género,
la fraternidad universal,
los derechos de los animales y
hasta los derechos a la ecología, cualquier cosa que eso quiera decir.

No se crea, sin embargo, que sólo se trata de crear igualdad en derechos, sino que también se trata de crear “derechos especiales”, como lo ha manifestado la ONG ILGA (Internacional Gay Lesbian Association), algunos de cuyos postulados han sido llevados a la Conferencia Regional de las Américas entre el 26 y 28 de julio de 2006 llevada a cabo en Brasil.

En el fondo, lo que se pretende crear son ciertos “privilegios especiales”, que no deben confundirse con “derechos”, propiamente dichos.

El texto presentado por el presidente del grupo de trabajo Silvio Alburquerque, representante del Brasil, reconoce la condición de “víctima” a “los afrodescendientes, los pueblos indígenas, los emigrantes, minorías raciales, étnicas, sexuales, culturales, religiosas o lingüísticas y pretende instituir la obligación por parte de los Estados de adoptar políticas a favor de todos estos individuos.

Es interesante cómo en el anterior texto se incorpora el novedoso concepto de “proyecto de vida”, asociado al “concepto de realización personal y a las opciones de que dispone el ser humano para conducir su vida y alcanzar el destino que se propone”.

Esto tiene, sin embargo, otra lectura tras la vaga fraseología de buenas intenciones: la Iglesia Católica, por ejemplo, quedaría al margen de la ley por sus disposiciones que prohíben el acceso de los homosexuales a sus seminarios.

Incluye el proyecto el reconocimiento del “derecho a la discriminación positiva”, que no es más que la promoción de la igualdad de facto de los individuos víctimas de la discriminación.
Esto abre la puerta a IMPONER a las empresas, establecimientos educativos, partidos y al Estado un determinado cupo de personas “discriminadas”, verbo y gracia, mujeres, candidatos, profesores homosexuales o funcionarios, con independencia de su competencia.

Por eso explícitamente niega el proyecto “la existencia de cualquier contradicción entre el principio de protección general contra la discriminación y la formulación de políticas o medidas especiales de protección jurídica a favor de determinadas personas o grupos”, pues en nada se compromete el principio de “isonomía o de igualdad de todos ante la ley, sino que la perfeccionan”.

Va mucho más lejos: invierte la carga de la prueba en los actos de racismo, discriminación e intolerancia.

Siguiendo la directiva sobre raza del Consejo de Europa (02-06-00) se acepta que “las normas relativas a la carga de la prueba deben modificarse cuando exista a primera vista un caso de presunta discriminación. Para la aplicación efectiva del principio de igualdad de trato, la carga de la prueba debe recaer en la parte demandada cuando se aporten indicios de dicha discriminación”. (www.noticiasglobales.org; OEA/Ser.G: CAJP/GT/RDi-26/06, 19-04-06; CP/CAJP-2379/06 rev. 1, 08-05-06.197)

Entre este cúmulo de ambigüedades e impropiedades jurídicas, se encuentran algunas graves contradicciones y colisiones conceptuales como
el derecho a la vida del no nato y el derecho de la madre a abortarlo;
la protección a la ancianidad y la eugenesia;
la protección a los enfermos y la eutanasia;
el derecho a la salud y la dosis personal de droga.

Con esto se intenta oscurecer la razón humana, dislocar el intelecto racional y llegar a la anomia lingüística y social.
Alcanzadas estas metas, la cultura nacional tendrá que extinguirse completamente, tanto como los papeles desempeñados por el hombre y la mujer. Todo será perfectamente intercambiable y se impondrá una sociedad universal donde coexistan familias heterosexuales y monógamas, homosexuales o monoparentales femeninas o masculinas, pero, en todo caso, familias “recompuestas”.
Todas tendrán los mismos derechos y prerrogativas, cuyos vínculos son rescindibles cuando dejen de convenir a unos o a otros.


El desarrollo sostenible es otro de esos conceptos afines al Nuevo Orden que intentan imponer las Naciones Unidas bajo la máscara de una definición altruista: “El desarrollo sustentable o sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”. (Naciones Unidas, Nuestro futuro común, 1987).

El objetivo general es, pues, mejorar la calidad de vida de todos los habitantes de la tierra sin que se aumente el uso de los recursos naturales más allá de la capacidad del medio ambiente de proporcionarlos indefinidamente. Tal es el marco de referencia de la agenda internacional que incluye no sólo el cuidado ambiental sino la superación de la pobreza, la equidad de género, la población y los asentamientos humanos.

En este concepto totalizante, el mundo se constituye en un todo superior a sus partes y el ser humano pasa a ser una parte de ese todo en el que priman otros aspectos reputados centrales:
1. Una nueva conciencia ecológica como base de una nueva ética mundial;
2. la renuncia a la soberanía nacional para poder unificar el mundo;
3. la reinterpretación de los Derechos Humanos hacia el bien del todo universal y no el bien de las personas;
4. el GOBIERNO MUNDIAL;
5. un único derecho universal;
6. una ética global.

Anejo a estos ideales está, como es lógico suponer, la limitación de los nacimientos como derecho simultáneo de la mujer y de la humanidad, todo de acuerdo con una minuciosa REINGENIERÍA SOCIAL, descripción usada en la Conferencia de Habitat II (Estambul, junio de 1996) por Wally N’Dow, Secretario General de esa conferencia, y por Adrienne Germain, presidente de la Internacional Women Health Coalition (IWHC), miembro del Consejo para las Relaciones Internacionales de la Agencia Internacional Sueca de Cooperación para el Desarrollo y miembro de la Delegación oficial de los Estados Unidos en las Conferencias de El Cairo y Beijing, quien ha trabajado para la Fundación Ford, el Population Council y para Human Rights Watch.

Los mismos principios han sido enunciados en la llamada Carta de la Tierra+5 para cuyas reuniones se ha puesto de manifiesto la intención de sustituir el Decálogo.
Entre sus más conspicuos promotores se encuentran Mikhail Gorbachov, Wangari Maathai, Federico Mayor Zaragoza, ex Director General de la UNESCO, Alberto Cárdenas, Mateo A. Castillo, Steven Rockefeller, la princesa Basma Bint Talal de Jordania, Leonardo Boff, embajador especial de la ONU, Maurice Strong, la amiga de los orangutanes y la reina Beatriz de Holanda, quien es conocida por rendirle culto al Arca de la Esperanza, remedo del Arca de la Alianza, en la que se encuentra simbólicamente guardada la Carta de la Tierra.
Algunas de estas “liturgias” han corrido a cargo de Kamla Chowdhry (maestro Sheng Yen) del rabino Abraham Soetendorp y de Leonardo Boff.

Como se ve, mezclado con todos estos movimientos se haya un extraño culto de origen pagano que pretende insertar de lleno a la humanidad en una Nueva Era que unifique no sólo las religiones, sustituya el viejo Decálogo y propicie una nueva ética mundialista con miras a homogenizar el derecho y la cultura.