(ABC, 13 de enero de 2017)
Nos enseñaba Leonardo Castellani que las frases hechas dispensan a los hombres de la tortura de la inteligencia, dando a «los grandes rebaños humanos su ración de pasto mental diario». Así, los pueblos se convierten en ciudadanía modorra que no repara en las incongruencias, contradicciones y aporías que le hacen tragar, mucho más indigestas que las ruedas de molino. A la ciudadanía modorra se le da la frase hecha de que el mejor remedio contra la calamidad separatista es el “constitucionalismo”; y a continuación se le da la frase también hecha de que es necesario reformar la Constitución. Si yo afirmase que el mejor remedio contra la disfunción eréctil es el caldo que prepara mi madre y a continuación pidiera a mi madre que no haga el caldo con morcillo, hueso de jamón y gallina, como acostumbra, sino con una pastilla de avecrem, se me tacharía con razón de majadero e inconsecuente. Pero en España se pueden decir tan ricamente majaderías e inconsecuencias lógicas sin que nadie se inmute; y si las dices en plan pichabrava puedes lograr incluso que te voten.
Quienes proclaman tales desvaríos saben que el “constitucionalismo” no puede remediar la calamidad que ha provocado; y saben que la reforma de la Constitución nada logrará tampoco (salvo, en todo caso, agravar la calamidad). Pero así, mareando la perdiz, evitan que los hombres dispensados de la tortura de la inteligencia los corran a palos. Para comprobar que el “constitucionalismo” no es remedio basta constatar que, allá por 1978, sólo se declaraban separatistas cinco de cada cien catalanes; y que hoy, tras cuarenta años de “constitucionalismo”, son casi cincuenta de cada cien (y lo que te rondaré, morena). Y para comprobar que la reforma constitucional nada logrará (salvo, en todo caso, agravar la calamidad) no hay sino que escuchar a los padrecitos supérstites del desaguisado, que el otro día comparecieron en el Congreso para desaconsejarla.
Entre todas las comparecencias, la más reveladora fue la de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, quien afirmó que las autonomías han multiplicado los males del centralismo, constituyéndose cada una de ellas en un pequeño Estado; y que el federalismo no haría sino agudizar este mal. También reconoció Herrero de Miñón (sin querer o queriendo) que la Constitución es un texto que dice cínicamente una cosa y la contraria según la voluntad del poder, cuando afirmó que mucho más eficaz que una reforma de la misma sería su “mutación”, explicando a continuación que tal “mutación” «permitiría conservar los textos constitucionales pero adaptar la interpretación de ellos a los tiempos actuales, mediante un acuerdo alcanzado entre los partidos políticos que luego se desarrollaría normativamente». O sea, exactamente lo mismo que avanzó burlonamente el padrecito Peces Barba a propósito de la redacción del artículo 15: «Desengáñense sus señorías. El problema del Derecho es el problema de la fuerza que está detrás del poder político y de la interpretación. Si hay un Tribunal Constitucional y una mayoría proabortista, “todos” permitirá una ley del aborto; y si hay un Tribunal Constitucional y una mayoría antiabortista, “personas” impedirá una ley del aborto».
O sea, relativismo en vena. La ley convertida en un "flatus vocis" al que se darán significados cambiantes, según la interpretación coyuntural que convenga: a veces para cebar al separatismo, a veces para dejarlo sin merienda. ¿De veras alguien puede creer que este relativismo despepitado sea remedio y no causa de calamidades? ¿De veras alguien que no se alimente de frases hechas puede creer que el “constitucionalismo” o su hijita nonata, doña reforma constitucional, son el antídoto contra el separatismo?
Bueno, el problema entonces (1978) no era la palabra "todos" en la redacción del art 15: "todos tienen derecho a la vida" sino que los supuestamente antiabortistas (la UCD) precisamente no quisieron impedir la llegada del aborto y por eso usaron esa redacción ambigua.adaptar la interpretación de ellos a los tiempos actuales, mediante un acuerdo alcanzado entre los partidos políticos que luego se desarrollaría normativamente». O sea, exactamente lo mismo que avanzó burlonamente el padrecito Peces Barba a propósito de la redacción del artículo 15: «Desengáñense sus señorías. El problema del Derecho es el problema de la fuerza que está detrás del poder político y de la interpretación. Si hay un Tribunal Constitucional y una mayoría proabortista, “todos” permitirá una ley del aborto; y si hay un Tribunal Constitucional y una mayoría antiabortista, “personas” impedirá una ley del aborto».
Si realmente hubieran querido vetar rigurosamente el aborto hubieran redactado: "el aborto voluntario quedará prohibido en todos los casos". (Ojo: para la pena de muerte los "defensores de la vida" si que anduvieron más espabilados y redactaron abiertamente y sin rodeos ni eufemismos que quedaba abolida.)
Lo que vino después, en 1983, cuando cacarearon contra la legalización del crimen del aborto por el psoe solo fueron lágrimas de cocodrilo ante su electorado y apelar a aquella redacción proabortista (en el fondo) que ellos firmaron . Ese cuento para el que se lo trague.
Repito: el problema no era la palabra "todos" tienen derecho a la vida; los "antiabortistas" (¿?) sabían de sobra que esa redacción permitiría el aborto. Dios les pedirá cuenta. A ellos y a aquellos votantes que no lo impidieron.
Última edición por ALACRAN; 22/01/2018 a las 12:16
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