Luz mediterránea frente a bruma germánica, el batallón literario de Charles Maurras
La vasta, variada y aunque en algún punto paradójica producción literaria de Charles Maurras tiene entre sus ejes vertebradores más señeros la búsqueda de un equilibrio estilístico y estético asentado en el orden filosófico y metafísico de la tradición clásica grecolatina. En parte como reacción al romanticismo imperante, de matriz germánica, en última instancia de inspiración protestante y generador en la práctica de las gran herejía política del totalitarismo[1] racista y expansionista[2].
La idea latina había sido vigorizada durante la segunda mitad del XIX por los felibres, entre los que en justicia se ha de contar al propio Maurras. La estandarización liberal de la lengua d’Oi como “francés” fue una de las mayores aberraciones de la Revolución. Junto al cultivo literario culto y popular, trovadoresco, y su mayor riqueza léxica y musical las lenguas d’Oc eran habladas por más del 70% de los franceses antes de la Revolución, a pesar de la usurpación de esas tierras tras la batalla de Muret y las continuas jugarretas de la monarquía de París contra la misma. En la recuperación de las mismas tuvo un puesto destacado Maurras, así como en la configuración junto a Mistral de un armazón teórico, la Latinidad, que acabó trascendiendo el ámbito estrictamente provenzal y sobre el que convergieron felibres y escritores empeñados en la recuperación del orden clásico. Paradójicamente en el maltratado Mediodía, tierra de tauromaquia y vino cuyo destino natural debería haber estado en la Hispanidad, encontró la decadente Francia postrevolucionaria razones para su renacimiento ante el avance triunfal del pangermanismo tanto en el campo de Marte como en la batalla de las ideas, con el kulturkampf como paradigma de una filosofía y unos universos conceptuales que rompían con la tradición latina.
Es este impulso de regeneración estética sustentado en la postulación de la necesidad de reencontrar unas formas estéticas propias del espíritu meridional occidental, clásicas por ello mismo, y genuinas en todo el arco mediterráneo, lo que desembocará en un movimiento más profundo de regeneración moral que será la Acción Francesa.
Este impulso se proyecta en una inmensa influencia sobre algunos de los intelectuales y artistas más sobresalientes de la primera mitad del siglo XX, no solamente en Francia sino particularmente en el mundo hispánico, con Eugeni d’Ors, José María Salaverría, Manolo Hugué, Joaquín Zuazagoitia, Josep Vicenç Foix, Josep María Junoy (que en sus apologéticas disertaciones del pensador provenzal lo catalogó como “el Gran Latino” y “el pensador actual de la Mediterraneidad por excelencia”), Joan Estelrich, Josep Pla y el llamado Noucentisme o la Escuela Romana del Pirineo liderada por Ramón de Basterra. Y en última instancia sobre la confluencia de diversas opciones antirrevolucionarias en Acción Española, de la que el Carlismo no estuvo al margen. Sobre la asunción de la idea de Latinidad por el Carlismo ya la hemos apuntado en algunos artículos específicos (PULSAR AQUÍ)
Por tanto comprender al Maurras político, condenado injustamente al ostracismo de la corrección tras la inmoral represión física gaullista, requiere una aproximación preliminar a una cosmovisión que no es sólo estética ni estilística sino integral. Maurras recorre un itinerario intelectual desde la crítica literaria hacia la militancia política y la elaboración doctrinal. El romanticismo estético y literario, cuyo origen se encontraba en Rosseau, suponía una reacción contra la autocomprensión del clasicismo francés, sustituyendo el concepto aristotélico de orden y perfección por el de creación personal y progreso. Los románticos ponían en cuestión la imitación de los modelos antiguos con argumentos individualistas y sentimentales, relativizando los criterios de belleza objetiva sustraída al paso del tiempo, convirtiéndose en sinónimo de anarquía social y política[3].
Thomas Molnar señaló a este respecto:
El ideal griego le acompañaría hasta el fin como signo de perfección, cima de plenitud, punto de referencia, y una especie de control interior. (…)
Para Maurras, los germanos eran los “otros” por excelencia (protestantes, románticos, sentimentales y bárbaros), y frente a ellos el positivismo que representaba la racionalidad francesa (greco-latina), la lucidez y políticamente la mejor organización partiendo de un principio. El clima ideológico para esta visión fue la claridad del aire mediterráneo, el sol en lo más alto del mediodía, el silencio y equilibrio celebrado por el gran poema Le cimitière marin de Paul Válery —oscuridad germana frente a luminosidad francesa. La sabiduría de los sabios pre-socráticos fue cercana a esta visión “provençal”.
Charles Maurras, modelador de una época. Thomas Molnar. Págs. 371 y 372. Verbo, 385-386.
Esta cosmovisión se concretó antes que la Acción Francesa fundamentalmente en la Escuela Románica, pese a que Maurras desechase todo protagonismo en la misma.
El proyecto de Escuela Románica no es sólo poético, sino que plantea también la cuestión del comportamiento del ser frente a la existencia: ¿es la vida un exilio, una maldición (idea romántica) o una morada y contemplación basada en un cierto ordo mundi (idea clásica)?
Charles Maurras. El caos y el orden. Stéphane Giocanti. Pág. 125. Para su versión en español Editorial Acantilado, Barcelona 2010.Este círculo de jóvenes escritores, surgido como reacción al Simbolismo dominante en las letras francesas, reclamó la vuelta a la estética clasicista. Maurras expuso sus ideas estéticas en su obra Anthinéa (1901), un recorrido por el arte clásico a través de un viaje imaginario por Grecia. En 1925 publicó su ensayo Barbarie et poèsie, en el que expuso una visión crítica del romanticismo y una vehemente defensa del clasicismo literario. Este mismo año publicó su poemario Musique intérieur.
Las líneas básicas del idearium estético serían:
Sometimiento del sentimiento y la razón al orden; con su secuencia de orden, forma y belleza, propia de la tradición mediterránea, con la transposición de la proporción aurea a las formas literarias, frente al desorden de la tiranía del deseo desmedido y sentimentalismo, propio de la estética germánica, y frente a la tiranía de la razón, característica de la Francia decadente posrevolucionaria.
Realismo organizado en la inteligencia, desde el tradicionalismo y clasicismo en busca de armonía y serenidad clásicas. Esa organización del realismo era la medida exacta de idealismo oportuno: ni naturalismo ni abstracción.
Equilibrar las pasiones en torno a una medida y un orden.
Seguramente donde mejor se haya expresado esta dimensión sea en el célebre poema de Ioannis Papadiamantopoulos, Jean Moréas:
No digáis que la vida...
No digáis que la vida es un festín alegre;
Lo dice un alma tonta o bien un alma baja.
No digáis sobre todo: es desdicha sin fin;
Lo dice un alma débil que temprano se cansa.
Reíd como las ramas en primavera agítanse,
Llorad como los vientos o la ola en la playa,
El placer y el dolor padeced y gozad; y decid:
Es mucho todo esto y es la sombra de un sueño.
[1] Al totalitarismo fascista italiano lo calificó de “falso, negativo y delirante”.
[2] La animadversión al nacionalismo era mucho mayor incluso que al fascismo. El nacionalismo era para Maurras “heredero de Kant, Rosseau y los jacobinos”.
[3] Por ello resulta un tanto contradictorio el juicio de Nicolás Gómez Dávila al señalar que: «Al identificar romanticismo y democracia, condenando así el romanticismo, Maurras cayó en un terrible error. Al condenar el romanticismo, Maurras condenaba el pensamiento reaccionario y adoptaba una ideología revolucionaria en nombre de la contrarrevolución».
FUENTE: El Matiner Carli: Luz mediterránea frente a bruma germánica, el batallón literario de Charles Maurras
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Nota de Kontrapoder:
Me desagrada el dardito de la nota 1, pero como es un tópico muy cultivado por la Secretaría de Don Sixto, lo doy por descontado y me centro en el resto del texto, que aborda con acierto cuestiones muy interesantes. En cuanto a la nota 2, me parece que no está correctamente formulada desde el momento en que el propio Maurras se definía como nacionalista. También son de gran interés las entradas enlazadas sobre el carlismo y la latinidad, que se publicaron en su día en este foro. Ello demuestra que el carlismo no estaba cerrado a la colaboración con otros países europeos para hacer frente a enemigos comunes.
«Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.
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