Re: Desenterrando a Franco
A algunos los enanos les crecen en cuanto abren la boca. Cuántos hay que estarían más guapos calladitos, sentaditos en un rincón y sin hacer nada. Y si no, para comprobarlo basta con leer la siguiente noticia...
Un decreto de Zapatero obliga a rendir honores militares a los restos de Franco en la exhumación.
Agustín de Grado 06/09/2018
La exhumación de los restos del Caudillo Francisco Franco no podrá ser secreta (como en algún momento ha dejado caer Moncloa), ni tampoco discreta. Un decreto del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero por el que se aprueba el Reglamento de Honores Militares impide que los restos del en su día General y Jefe del Gobierno de España puedan ser trasladados sin honores fúnebres.
En 2010, la entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, en un contexto de puesta al día de las Reales Ordenanzas, firmó el decreto que aprobaba la “actualización” del reglamento que regula las personalidades y autoridades a las que corresponden honores militares y la gradación de éstos.
El artículo 36 del reglamento establece quiénes tienen derecho a que las Fuerzas Armadas rindan “honores fúnebres militares en señal de respeto y homenaje a los restos mortales”. Y ahí, además de al Rey, los Infantes de España, el presidente y los expresidentes del Gobierno, las Fuerzas Armadas tendrán obligación de rendir honores a los jefes del Ejército, desde el Jefe Mayor del Estado de la Defensa hasta el rango de generales de brigada y contralmirantes.
General desde los 33 años
Francisco Franco fue Jefe del Estado desde 1936 hasta su muerte (20 de noviembre de 1975), Jefe del Gobierno desde 1936 hasta el 9 de junio de 1973 (sustituido por Luis Carrero Blanco) y General del Ejército desde 1926, con apenas 33 años, hasta alcanzar el nombramiento de Generalísimo 10 años después, ya en plena guerra civil, como máxima autoridad de los ejércitos del bando que terminó ganando la contienda.
El reglamento no contempla específicamente el caso de las exhumaciones, pero sí establece que los honores fúnebres militares ser rendirán en señal de respeto y homenaje “a los restos mortales”, que son precisamente los que serán desenterrados si el Gobierno socialista sigue adelante con su compromiso retirar los restos del Caudillo del Valle de los Caídos.
De hecho, no sería la primera vez en la historia reciente de España que alguna de las personalidades con derecho a honores han sido exhumadas y se les ha rendido homenaje militar. Así, los restos de Alfonso XIII llegaron de Roma a España en enero de 1980 para ser depositados definitivamente en el panteón de reyes de El Escorial, traslado que se realizó con todos los honores.
También contaron con honores los restos de la reina María de las Mercedes cuando fueron trasladados de El Escorial a la catedral de la Almudena en el año 2000.
Honras fúnebres para una momia
Sin embargo, nada tan llamativo como lo que sucedió en 1976. El entonces presidente de la República Francesa, Giscard d’Estaing, recibió en París con honores militares a un ‘jefe del Estado’ extranjero que había fallecido 33 siglos atrás. Se trataba del faraón Ramsés II.
La momia del monarca egipcio viajaba a Francia para ser tratada en el Museo del Hombre. Su traslado hasta París, así como su posterior regreso a Egipto, se realizó en un avión militar francés. En cuanto el aparato penetró en el espacio aéreo francés, dos cazas le dieron escolta hasta el aeródromo militar de Le Bourget.
París recibió con honores militares en 1976 a un ‘jefe del Estado’ extranjero que había fallecido 33 siglos atrás: el faraón Ramsés II
Allí, un destacamento de la Guardia Republicana rindió honores a pie de pista a la momia de Ramsés II. El presidente francés envió como representantes a la ministra de Universidades y al comandante de su Casa militar. Por parte egipcia, asistió el entonces embajador, Hafez Ismaël.
Con himno nacional
En el caso de Franco, a la exhumación le seguirá, en cualquier caso, otra inhumación, que sí está específicamente contemplada en el reglamento. ¿En qué deberían pues consistir los honores fúnebres? Lo detalla el artículo 37: “Los honores fúnebres militares se rendirán por una unidad con Bandera, banda y música y consistirá en la interpretación del himno nacional completo, arma presentada y descarga de fusilería”.
Correspondería organizar los actos al Ministerio de Defensa en el caso de que se tratase del general Franco. Y a la presidencia del Gobierno en el caso de que a quien se estuviera exhumando fuera al Franco que dirigió el gobierno de España hasta el nombramiento de Carrero Blanco.
https://okdiario.com/general/2018/09...macion-3078223
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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