La Monarquía que anhelamos


Como siempre hemos sostenido desde nuestro Círculo, nuestro deseo es restaurar la Tradición íntegra en nuestra Patria, comenzando por nuestra ciudad. Pero cuando nos enfrentemos a ideologías varias una pregunta que habitualmente surge es: ¿y tú qué propones? Es mi deseo presentar el sistema monárquico tradicional para que los que anhelamos la restauración monárquica conozcamos en esencia dicho régimen, con el fin de evitar equívocos y sobretodo, mimetismos. Es por ello que definiré los atributos básicos de la monarquía tradicional a continuación.

1. Católica


Primeramente, toda monarquía que quiera ser restaurada como concepto en el cual queda materializada la Tradición debe ser católica. Católica pues católica es la esencia de las Españas, siendo la defensa de la Fe la causa y fin de la propia monarquía hispánica. Además, la monarquía tradicional debe estar integrada en la Cristiandad (materialización civil de la unidad católica). Para ello debe ser un régimen en el cual la gracia pueda operar, es decir, debe ser un régimen natural (1).

Por eso debe estar integrada en el orden natural de la Creación, de tal suerte que respete el origen divino del poder (2) y, por tanto, la subordinación indirecta de lo civil a lo religioso. Por ello, no se concibe la monarquía tradicional sin su esencia católica (de hecho, la monarquía hispánica también fue conocida como la monarquía católica).

2. Personal y hereditaria

En un segundo término, encontramos la dimensión personal. Estamos acostumbrados a la pertenencia contractual a un Estado, que ostenta la soberanía, pero siendo este un ente abstracto del cual vienen órdenes, pero al cual no podemos dirigirnos pues no es más que un concepto. El sistema tradicional, natural per se, podría definirse como un conjunto de familias gobernadas por una familia. Y es que la monarquía tradicional viene a ser la prolongación natural de las sociedades que, mediante su desarrollo natural a través de cuerpos intermedios, poseen a la familia como base y culminación. La familia por culminación vendría a ser la Familia Real. El reino, por tanto, ve en los reyes aquellos que tienen la vocación divina del gobierno, y sobre ellos pesa la responsabilidad del bien de sus súbditos (al igual que sobre el padre pesa el bien de sus hijos). Hechas estas aclaraciones, es claro que la monarquía precisa del atributo hereditario, no sólo por razones prácticas (los reyes electivos son difíciles de obedecer, no tienen la conciencia del reinado desde niños, se deben a los intereses de sus electores…) sino porque en la Familia Real, mediante la transmisión biológica, se transmite toda la Tradición de los reinos gobernados. Así, el príncipe es consciente que por sus venas corre la sangre de los padres del reino y es preparado, por tanto, para estar a la altura de su estado.

3. Social

La consecuencia del espíritu desvinculandor e individualista, engendró lo que podríamos llamar el apartamiento de la sociedad respecto del hombre concreto. La sociedad fue en otro tiempo algo que, impalpablemente, estaba entre los hombres constituyendo su profesión, su familia, su pueblo (3). No obstante, la sociedad moderna ha convertido al hombre en una criatura al servicio del Estado, el cual le hace creer que es dueño de la libertad que el propio Estado le otorga. Libertad que para obtenerla ha sido despojado de sus libertades concretas.

La monarquía tradicional viene a diferenciar que el concepto de sociedad no es sólo el Estado, sino que hay sociedades previas al mismo. El rey, por tanto, sabe que está sustentado por unas sociedades, que configuran otras sociedades dando todo ello lugar a un sistema presidido por el propio monarca. La monarquía tradicional constituye pues el Régimen contrario a la libertad abstracta, y garante de las libertades concretas.

4. Representativa

Definiríamos además a la monarquía católica como un sistema representativo. Anclado y basado en el principio de subsidiariedad que cristaliza en los fueros. Los fueros son la manifestación legal y política de la visión de la comunidad a manera de “corpus mysticum” de que hablan nuestros clásicos políticos (4). Los fueros son un concepto fundamental en la monarquía pues es el revestimiento legal de esas sociedades de las que hablamos en el epígrafe anterior. Por los fueros, las sanas costumbres cristalizan en leyes que pasarán a formar parte de la esencia de la sociedad. Siendo misión de la política no definir abstracciones irrealizables, sino hacer posible para cada hombre el ejercicio de la libertad en elegir su destino trascendente, desenvolviendo su naturaleza libérrima de modo que no sea lesivo para sí ni perjudicial para el orden social; lo cual sólo será posible cuando se articule la convivencia humana en sistemas orgánicos de libertades concretas. La realidad histórica y la raigambre metafísica del hombre proclaman su condición de ser concreto, capaz de usar apenas de libertades políticas concretas (5).

Estos son los rasgos principales de la monarquía, aquellos que la esbozan para que podamos conocer su esencia. Y una vez conocida, proceder a la lucha de su restauración.


Javier FS

(1) DE AQUINO, T.: Summa Theologiae, I, 1, 8 ad 2.
(2) Jn, XIX, 11: Non haberes potestatem adversum me ullam, nisi tibi datum esset desuper.
(3) GAMBRA CIUDAD, R.: La Monarquía social y representativa, Rialp, Madrid, 1945, p. 75.
(4) ELÍAS DE TEJADA, F.: La Monarquía tradicional, Rialp, Madrid, 1954, p. 127.
(5). Ibídem, p. 137.


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