Fuente: Fuerza Nueva, 20 de Abril de 1974, páginas 14 – 15.



DECLARACIÓN DE LA JUNTA NACIONAL DE REQUETÉS


EL REQUETÉ, REPRESENTADO POR SUS MANDOS NATURALES, ANTE LA GRAVEDAD DEL MOMENTO PRESENTE, SIGUIENDO EL MANDATO DE NUESTROS MUERTOS EN TRES GUERRAS POR TRAICIÓN PERDIDAS, ASUME LA TAREA DE REHACER LA COMUNIÓN TRADICIONALISTA.

• Porque cuando, en la vida de los hombres y las naciones, la autoridad abdica su responsabilidad, el peso de su ejercicio pasa al poder que antes respondía a su voz.

• En este momento de agonía, dentro del cual el carlismo se angustia, sus más altas autoridades le han abandonado.

• No predican el santo lema de «Dios-Patria-Fueros-Rey».

• No preconizan la defensa a ultranza de los principios morales y religiosos, que son consustanciales a nuestra inconmovible trayectoria histórica.

• No hablan de la grandeza de nuestra historia y de su misión universal.


Si las autoridades más altas de la Comunión Tradicionalista no hubiesen hecho nada más que callarse en este momento tan difícil para España y para la cristiandad, tal silencio habría sido un abandono de sus deberes, un abandono que clamaría al cielo.

Pero la situación es aún más grave. No solamente no han hablado en carlista, sino que han inventado una doctrina extraña que no tiene nada que ver con el tradicionalismo español. Se han separado de la Comunión para formar un llamado «Partido Carlista», cuando todo el mundo sabe que una piedra fundamental de nuestra historia, tan salpicada por la sangre de nuestros mártires, ha sido el repudio de aquel sistema de partidos que ha hecho tanto daño a España, reduciendo sus fronteras, destrozando su unidad interna y haciendo que los herederos de la confederación católica de las Españas llegaran a ser enemigos feroces sin caridad alguna. Han reducido el papel del heredero al trono al de líder de una facción, pretendiendo ignorar que la existencia de partidos totalitarios, cuya finalidad atenta a la propia naturaleza de nuestra Constitución natural e histórica, jamás podrá ser admitida por el carlismo, ni la de aquéllos cuyo planteamiento originario se halla ya en radical contraposición con nuestra concepción de las libertades forales concretas, dentro del orden tradicional.

Han hablado hasta la saciedad del pacto entre la dinastía y el pueblo. Pero Dios brilla por su ausencia en este pacto. Hablan de una monarquía socialista, cuando la monarquía católica carlista y el socialismo son contradictorios. Han abrazado la ya anticuada lucha de clases, siendo así que la doctrina tradicional de los gremios es la réplica eficaz a los errores de la concepción materialista de la historia. Hablan de una revolución nueva, llevada a cabo por carlistas y marxistas. Pero nuestra Cruzada demostró que los únicos puntos de contacto entre carlistas y marxistas son la trinchera y la bayoneta.

Han hecho que un puñado de terroristas suplanten a los requetés. Sistemáticamente iban destrozando al Requeté, cuya pureza doctrinal les estorbaba. No podían ver esa entrega épica en defensa de la España católica. Han caído estos líderes en la dialéctica marxista.

Y decimos que ya basta. Nuestra paciencia, una paciencia nacida de nuestro sentido de lealtad, se ha agotado. Nosotros, los requetés, el poder de la Comunión Tradicionalista –sopesando nuestras palabras–, nos alzamos contra el Príncipe Carlos Hugo de Borbón Parma, porque ha abandonado nuestra bandera.

Siguiendo las enseñanzas de nuestro Rey Don Carlos VII, en esta hora amarga del abandono de la autoridad, la asume el Requeté en esta excepcional situación histórica que provoca su levantamiento, para proceder, en su día, a la reorganización de la Comunión Tradicionalista. Una reorganización que debe suponer, ante todo, la reivindicación de nuestras regiones históricas; no sólo porque así lo exige el atento estudio de la marcha política del carlismo a lo largo de su existencia, sino también como símbolo vivo de nuestra doctrina foral, a tenor de la cual el reconocimiento institucional de las peculiaridades políticas de todas las regiones naturales constituye, en palabras de nuestro llorado Rey Don Alfonso Carlos, elemento insustituible e integrante de la unidad de la Patria española.

Porque nosotros sabemos que no son la misma cosa el pluralismo social, natural y legítimo, y el pluralismo político, antinatural y absurdo; sostenemos la necesidad de reconstruir la sociedad como realidad autárquica y libre; rechazando, en consecuencia, todo tipo de partidos políticos, expresión del pluralismo político, tanto en la versión liberal de las democracias anarquizantes, desconocedoras del hombre concreto histórico, como en la manera de los partidos únicos, negadores de la pluralidad social, única por nosotros admitida.

España, hoy día, está entre la espada y la pared. La relajación de las costumbres está minando la fuerza moral y la virilidad de nuestra juventud, el único futuro que tenemos. Estamos deshispanizándonos rápidamente. El campo se abandona. La ciudad, masificada –un anacronismo en el mundo posmoderno–, se masifica aún más. La unidad católica se pierde en un ecumenismo falso. Se puede ver que los pasos hacia una monarquía liberal se dan a ritmo acelerado.

Dentro de nuestras Universidades pulula el más anticuado marxismo, superado por la técnica y por la historia, que no ha perdido nada de su violencia y crueldad.

Enarbolando la bandera abandonada pretendemos, en definitiva, la salvación de las esencias más entrañables de nuestra doctrina social y política, último baluarte desde el cual nos disponemos a librar la postrera batalla contra el marxismo, los totalitarismos de toda laya y el capitalismo anticristiano, contra la Revolución triunfante. Y lo hacemos sin nostalgias de pasado ni conservadurismos ideológicos; lo hacemos, simplemente, contraponiendo a la Revolución, siempre negativa, injusta y subversiva, el genuino significado de nuestra Tradición, con la mirada puesta en el futuro, firmemente arraigados sobre el sustrato de principios cristianos y de verdadera libertad política, que constituyen los entresijos vitales de nuestros pueblos hispánicos. Un futuro que no sería posible sin nuestra firme actitud de hoy frente a concepciones ideológicas incompatibles con el deber de nuestras conciencias y exigencia de nuestro honor.

Nosotros, los requetés, formamos otra vez nuestros Tercios como baluarte y esperanza en el servicio de España, de las Españas de siempre.

Fieles a Dios; a las libertades forales, aplastadas por el absolutismo, envilecidas por el liberalismo y negadas por el marxismo; a la dinastía legítima, encarnación de nuestras glorias. Con voluntad de cruzados, pisando las huellas de nuestros muertos, en pie, eterna guardia de España, por Dios, por la Patria, por los Fueros y por el Rey.


Madrid, 8 de Diciembre de 1973, Festividad de la Inmaculada Concepción, Patrona del Requeté.



POR LA JUNTA NACIONAL DE REQUETÉS,

LA COMISIÓN PERMANENTE: José Arturo Márquez de Prado y Pareja, ex delegado nacional de requetés; Hermenegildo García Llorente, ex delegado nacional adjunto; José María Vázquez de Prada Juárez, ex jefe regional; Luis Ulloa Messeguer, ex jefe regional; Antonio Fernández Cortés, ex jefe regional; y Federico Ferrando Sales, ex jefe regional.