Fuente: Monarquía Popular, Número 7, Enero 1948, página 6.
Mensaje desde el destierro, de S. A. R. el Príncipe-Regente D. Francisco Javier de Borbón-Parma
A los muy queridos Carlistas reunidos en Montserrat:
En esta primera concentración Carlista de carácter nacional en el Real Monasterio de Nuestra Señora de Montserrat, hubiera sido mi vivísimo deseo estar con vosotros, para unir nuestras oraciones y nuestros pensamientos en el recuerdo de todos los hermanos que hace diez años han dado sus vidas al servicio de Dios y de la Patria.
La imposibilidad en que me encuentro, desde hace ya años, de poder compartir vuestro júbilo, así como vuestras penas y trabajos, pesa en mi vida. Pero el pensamiento y el espíritu no conoce fronteras, y si no podéis verme en este momento, estoy presente entre vosotros con mi corazón y cariño. ¡Y está también presente ahora el gran ejército de nuestros muertos!
En mi ausencia tenéis a nuestro fiel Jefe Delegado, Don Manuel Fal Conde, que, a través de tantas vicisitudes, inquietudes graves y persecuciones, ha mantenido con admirable abnegación la bandera intacta por la cual han muerto los nuestros: Dios-Patria-Rey.
Cristo –Rey de los siglos y del mundo–, desde ese venerable Santuario de Nuestra Señora, os bendice para que continuéis la obra de los que han dado todo con sus vidas.
Lo que ha sido realizado hace diez años con el sacrificio de España entera –en el fragor de las batallas–, la victoria alcanzada contra el terror de la dictadura roja, ha sido realizado sólo por mitad. Hemos terminado la guerra, pero no hemos alcanzado la paz espiritual. Desde entonces hemos esperado en vano que llegue esta paz, con el orden y la justicia para todos. Hemos esperado diez años, y en esta hora misma tocamos la vuelta de uno de los grandes momentos históricos.
Queremos el regreso de la Monarquía, y España se orienta oficialmente a este fin; pero queremos que vuelva con orden y disciplina.
Nunca admitáis un Rey impuesto, sea desde fuera, desde el extranjero, o de facciones o partidos. El Rey debe ser de todos los españoles, pero su llegada debe hacerse sin quebrantos peligrosos en un país que tanto ha sufrido –y que sufre todavía– por las injusticias e incomprensiones del pasado, y donde el fuego de la venganza puede incubarse bajo las cenizas, y, fomentado por elementos de fuera, puede volver a provocar el terrible incendio que habéis extinguido con vuestra sangre.
Por eso el inolvidable Rey Don Alfonso Carlos –q. s. g. h.–, en su sabiduría, había proclamado ya entonces la necesidad de una Regencia fuerte, unida y prudente, para restablecer los cuadros con los cuales el Rey puede gobernar, y que a vosotros, artífices de la Monarquía, os den las garantías de que esta Monarquía será verdaderamente la Tradicional.
Lo que cuenta es la estructura del Reinado y la unidad entre el Rey y su pueblo. Mucho se ha hablado de democracia. Pero no ha habido nunca una democracia más equilibrada que esta armonía del pueblo y del Rey, que por medio de los Consejos y las Cortes –contrapesados los derechos forales de los unos y la autoridad paternal del otro– han hecho la grandeza de España.
La Monarquía es la forma perfecta de gobierno, en la que se transmite la autoridad del Jefe de Familia al hijo, junto con la obligación de servir al bien común.
Pero es de primera importancia que el Príncipe que sea investido de la autoridad Real, y sea Rey de España, lo sea especialmente de vosotros, carlistas, partido que solo, y por más de un siglo, ha luchado por la verdadera tradición Real. Para alcanzar este punto es necesario que el Rey acepte solemnemente las condiciones que lo unen a su pueblo, y que serán las que siempre hemos mantenido.
En consecuencia, debemos unirnos para que, en el momento oportuno, la Regencia pueda traer al Rey, que será el vuestro, porque habrá aceptado vuestros fueros, y los fundamentos de la Monarquía Tradicional, establecidos por ella.
El alcanzar la meta de nuestra empresa demanda el esfuerzo común de todos, y sólo podría malograrse si entre vosotros se abrieran paso las discrepancias, las rivalidades, y la resistencia a seguir las normas que se vayan dando. Si vosotros os entregaseis, unos tras otros, en grupos, y sin mandato de nuestra Jerarquía, a reconocer cualquier Rey, esterilizando así la unión de nuestra Comunión, estaríamos paralizados ante los hechos, que se irían imponiendo fuera de nuestra posibilidad de actuar, y contra el fin para el cual tantos héroes carlistas han dado sus vidas [1]. Todos juntos, sin desmayos, sin volver la vista atrás, y en perfecta unidad con mi representante, podremos llegar a ver cumplidas nuestras aspiraciones.
A vosotros, mis queridos Requetés, envío mi saludo de soldado. A vosotros, los combatientes de 1936 a 1939, y a los jóvenes que desfiláis con vuestros uniformes y con la boina colorada. Juntos conmemoramos a vuestros gloriosos hermanos mayores, y de una manera especial, en este día, a los heroicos requetés del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat; sé que su mismo espíritu os anima. Si los mismos peligros amenazasen nuevamente la obra tan duramente edificada, haríamos frente, una vez más, al enemigo.
Pero, por ahora, que Dios os guarde a todos.
¡Viva Cristo Rey!
FRANCISCO JAVIER DE BORBÓN
Abril, 1947
[1] Nota mía. Alusión al grupúsculo, liderado por el Conde de Rodezno, que se había marchado con Don Juan el año anterior. Véase este hilo, al respecto.
Marcadores