Fuente: Mis conversaciones privadas con Franco, Teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, Editorial Planeta, Barcelona, 1976, páginas 490 y 491.
27 de diciembre de 1966
Comentamos la disputa periodística de ABC y Arriba a consecuencia de los artículos publicados por Pemán los días 21 y 23 del actual titulados «El sí de la gente» y «La sucesión». Franco me dice:
«Ismael Herráiz ha contestado a los artículos de Pemán, que no pueden llevar peor intención y que faltan en muchas cosas a la verdad. Lo que dice en el titulado “La sucesión” no puede ser más intolerable, pues da a entender que yo puedo estar de acuerdo con el infante Don Juan cuando dice refiriéndose al señor Pinay: “Porque él no podía pensar que todo eso no estuviera hecho de común y patriótico acuerdo”. Esto es inaudito y este señor se merece una sanción o una llamada de atención, pues le consta que esto no es verdad y que yo no considero al infante Don Juan merecedor de la confianza del pueblo español; no olvido sus antecedentes después de nuestra victoria, cuando después del triunfo de los aliados en la guerra mundial se puso abiertamente frente al régimen. Sabe de sobra el señor Pemán que yo no engañé nunca a mi pueblo ni soy capaz de jugar con un asunto tan serio y trascendental. Es verdad que al empezar el Movimiento se presentó Don Juan en Pamplona y que más tarde quiso embarcarse en el crucero Baleares. Pero su actitud a raíz de las sanciones no pudo ser más desdichada e inoportuna. Cuando todo el pueblo español reiteró al régimen su más entusiasta adhesión al ser retirados los embajadores, es incomprensible lo hecho entonces por Don Juan. Además yo estuve en contacto con él varias veces y no nos pusimos de acuerdo, sin duda por estar asesorado por sus íntimos consejeros que son enemigos míos, según ellos mismos presumen. El señor Pemán sabe que haber traído a España al hijo de Don Juan y educarlo aquí en plan de estudios intensivos, haciéndole pasar por todas las academias de los tres ejércitos, no fue un capricho mío ni tenía por objeto molestar a S. A. Lo hice por considerarlo un candidato a ocupar el trono de España. Por consiguiente, la alusión de Pemán a un acuerdo oculto con el padre de S. A. carece por completo del menor fundamento y no puede llevar peor intención».
Al decir todo esto se veía al Caudillo bastante enfadado, mostrando de forma más explícita que nunca su propósito de que el trono vacante lo ocupe en su día Don Juan Carlos de Borbón. Le he manifestado como en otras ocasiones mi opinión de que hay que hacer más propaganda monárquica, y hacer que el pueblo conozca las virtudes y magníficas cualidades de los que en su día serán nuestros reyes. A esto me vuelve a repetir Franco más o menos como hace días que:
«Ellos voluntariamente, sin presión estatal alguna, procuran conocer las necesidades del pueblo, sobre todo de las clases más necesitadas. Están alejados de toda frivolidad, llevan una vida sencilla, y esto será apreciado cada vez más por los españoles, y especialmente por la clase media».
Después comentamos un artículo de Arriba bastante fuerte y agresivo contra la memoria del rey Don Alfonso XIII (q.e.p.d.), que si cometió algún error, tuvo muchos aciertos, y sobre todo demostró siempre buena intención y un gran amor a España. Franco me dice que no ha leído dicho artículo.
«Pero me han informado que ponía por los suelos a la dinastía de la casa de Borbón, que, por lo que respecta a su último rey, tuvo algunos errores pero muchos aciertos. No tuvo más remedio que irse en bien de la nación española y porque no tenía dónde apoyarse para resistir, dado que la guardia civil se había inhibido, por orden de Sanjurjo, de defenderle. En cuanto al Ejército no debe olvidarse el telegrama que Berenguer dirigió a los capitanes generales para que se acatara la voluntad de la nación. Dios sabe lo que hubiese ocurrido si Su Majestad resiste; tal vez se hubiese salvado el trono».
A esto le he respondido recordándole que en presencia mía, el 14 de abril de 1931, le dijo el mismo general Millán Astray que si Sanjurjo no respondía de la guardia civil S. M. no tenía más remedio que irse. Franco no me contesta a este recuerdo mío. No cabe duda de que después de muchos años de haber ocurrido un suceso histórico se van olvidando los detalles del mismo, y tal vez de buena fe se cambian y desfiguran.
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