Fuente: Cruzado Español, Números 558-563, 15 de Junio a 1 de Septiembre de 1981, página 8.
IGNORADA CAUSA QUE RETARDA LA CONVERSIÓN DEL MUNDO
Petición de Sor María del Divino Corazón, Droste zu Vischering, a S. S. León XIII
Por J. F. Arroyo, Pbro.
N. S. Jesucristo pidió que el Papa consagrase el mundo a su Sagrado Corazón. De hecho la realizó Su Santidad León XIII; pero no TAL Y COMO LA SOLICITÓ EL ALTÍSIMO, y ello explica tal vez por qué no se cumplieron las promesas del Señor en orden a la conversión del mundo.
El alma de que se valió Dios para pedir la Consagración Mundial al Sagrado Corazón de Jesús fue Sor María del Divino Corazón, Droste zu Vischering. Escribió una primera carta al Papa, pero se extravió.
SEGUNDA CARTA AL PAPA
La escribió el día de la Inmaculada, pero su confesor no permitió que saliese hasta el Día de Reyes, 6 de Enero de 1899. He aquí el texto de la misma:
«Santísimo Padre:
Profundamente confundida vuelvo a los pies de V. S. para suplicarle humildemente me permita hablarle sobre el asunto de que hablé a V. S. en junio pasado. Entonces, mal convalecida de una mortal dolencia, no pude más que dictar una carta, y aún ahora, enferma y postrada en cama, me veo forzada a escribir con lápiz.
En mi última confié a V. S. algunas gracias que el Señor, en Su infinita misericordia, se ha dignado concederme sin atención a mi miseria, y, con gran confusión, debo confesar a V. S. que después acá no ha cesado de tratarme con la misma misericordia.
Por orden expresa de Jesucristo, y con el consentimiento de mi confesor, vengo, con el más profundo respeto y sumisión más perfecta, a participar a V. S. otras nuevas comunicaciones que se ha dignado hacerme el Señor acerca del punto de mi primera carta.
Cuando el año pasado padecía V. S. una indisposición que, atendida vuestra edad avanzada, llenó de solícito cuidado el corazón de vuestros hijos, dióme el Señor el dulcísimo consuelo de asegurarme que prolongaría los días de V. S. con el fin de que consagrase el mundo entero al Corazón de Jesús.
Más tarde, a principios de Diciembre, díjome el Señor que había dilatado la vida de Vuestra Santidad para otorgarnos esta gracia (de hacer la Consagración), y que, después de cumplido este deseo de Su Corazón, V. S. debía prepararse…; y continuó: en Mi Corazón… la consolación… un refugio seguro para la muerte y para el juicio; y dejóme con la impresión de que, después de haber hecho la Consagración, V. S. acabaría pronto su peregrinación sobre la Tierra.
La víspera de la Inmaculada Concepción, Nuestro Señor dióme a conocer que, en virtud de este nuevo impulso que recibiría el Culto a su Divino Corazón, hará resplandecer una nueva luz sobre el mundo entero, y me penetraron el corazón aquellas palabras de la Tercera Misa de Navidad: Quia hodie descendit lux magna super terram. Parecióme ver (interiormente) que esta luz, el Corazón de Jesús, este sol adorable, enviaba sus rayos a la Tierra, primero a un espacio reducido, y que luego se iba extendiendo, hasta iluminar el mundo entero. Y me dijo: Con el resplandor de esta luz los pueblos y las naciones serán iluminados, y con su ardor recaldeados.
Reconocí los abrasados deseos que Su Majestad tiene de que su Corazón adorable sea más y más conocido y glorificado, y de derramar la abundancia de sus dones y bendiciones por toda la faz de la Tierra.
Él ha escogido a V. S. y dilatado sus días para darle esta gloria, desagraviar Su Corazón ultrajado, y atraer sobre vuestra alma las preciosas dádivas que manan de ese Corazón Divino, fuente de todas las gracias, asilo de paz y bienandanza.
A la verdad, me siento indigna de comunicar todo eso a V. S., mas el Señor, después de haberme penetrado más y más de mi miseria, como víctima y esposa de Su Corazón, aceptando todo linaje de padecimientos, humillaciones y menosprecios, me dio el riguroso mandato de escribir de nuevo a V. S. acerca de este asunto.
Pudiera parecer extraño que me pida el Señor esta Consagración del MUNDO ENTERO, y que no se contente con la Consagración de la Iglesia Católica. Mas Su deseo de reinar, de ser amado y glorificado, y de abrasar TODOS los corazones en Su amor y en Su misericordia, es tan ardiente que Él quiere que V. S. LE OFREZCA todos los corazones de aquéllos que le pertenecen por el Santo Bautismo (es decir, también los herejes y cismáticos), a fin de facilitarles la vuelta a la verdadera Iglesia, y los corazones de todos aquéllos que no han recibido todavía la vida espiritual por el Santo Bautismo, mas por los que Él ha dado Su vida y Su sangre, y que son llamados igualmente a ser un día hijos de la Santa Iglesia, a fin de acelerar por este medio su nacimiento espiritual.
En mi carta del mes de Junio expuse las gracias que Nuestro Señor quiere conceder en virtud de esta Consagración, y la manera como desea que se haga; mas, vista la nueva insistencia de Nuestro Señor, vuelvo de nuevo a suplicar, con la más filial sumisión y las más vivas instancias, a V. S., que conceda a Nuestro Señor el consuelo que Él pide, y que añada al Culto de Su Divino Corazón algún nuevo brillo, según Nuestro Señor se lo inspire.
Nuestro Señor no me ha hablado directamente más que de la CONSAGRACIÓN, pero me ha mostrado en diversas ocasiones, con insistencia, el ardiente deseo que tiene de que Su Corazón sea más y más glorificado y amado para bien de las naciones. Me parece que le será agradable que la Devoción de los Primeros Viernes de Mes se aumente mediante una exhortación de V. S. al clero y a los fieles, y también por la concesión de nuevas indulgencias. Nuestro Señor no me lo ha dicho expresamente, como cuando me habló de la Consagración, mas yo creo adivinar este ardiente deseo de Su Corazón, sin que pueda, sin embargo, afirmarlo.
Hecha con toda sinceridad y sencillez mi exposición a V. S., sólo me resta pedirle, Smo. Padre, con la más profunda humildad, perdón por mi atrevimiento, y rogarle quiera aceptar benignamente el homenaje de mi más filial adhesión a la Santa Iglesia y a la augusta persona de V. S., a quien me someto con la más perfecta obediencia.
Dignaos, Sto. Padre, bendecir, juntamente con sus hermanas y protegidas, a la que, besando respetuosamente el pie de V. S., tiene el honor de llamarse la más humilde y obediente hija de V. S., Sor María del Divino Corazón Droste zu Vischering, Superiora del Monasterio del Buen Pastor de Oporto.
Oporto (Portugal), 6 de Enero de 1899».
EL MUNDO NO FUE CONSAGRADO COMO LO PIDIÓ EL DIVINO CORAZÓN
La fórmula que se empleó en toda la Iglesia fue ésta:
«Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano; henos aquí humildemente postrados ante el altar. Tuyos somos; tuyos queremos ser. TODOS LOS AQUÍ PRESENTES SE CONSAGRAN HOY a tu Corazón Sacratísimo con todas las veras de su alma.
Hay muchos que nunca te conocieron; hay muchos que te han rechazado despreciando tus mandamientos. Acuérdate de unos y otros, benignísimo Jesús, y trae a todos a Tu Corazón Sagrado.
Sed Rey, oh Señor, no sólo de los fieles que nunca se separaron de Ti, sino también de los hijos pródigos que Te abandonaron; haz que éstos vuelvan cuanto antes a la casa paterna para que no perezcan de miseria y de hambre.
Sé también, oh Señor, Rey de aquéllos que están engañados por el error, o separados por la discordia, y haz que vuelvan al camino de la verdad y a la unidad de la fe, para que así haya un solo rebaño y un solo Pastor.
Sed, por fin, oh Señor, Rey de todos aquéllos que están sumidos en las sombras del paganismo, y haz que vengan al conocimiento de la verdad.
Concede, Señor, verdadera y perpetua libertad a Tu Iglesia; haz que todas las gentes gocen de completa tranquilidad, y que de una vez se deje oír, de uno a otro extremo de la Tierra, esta sola aclamación: alabanza, gloria y honor sean dados, por siglos infinitos, al Divino Corazón, del cual proviene toda salud. Amén».
Consagrar algo es ENTREGARLO, DARLO u OFRECERLO al Divino Corazón, según se desprende del texto de la referida carta, en la que se dice que el Papa OFRECIERA al Sagrado Corazón de Jesús los corazones de TODOS los hombres, ora fueran católicos como no católicos, sin excepción ninguna. Que este ofrecimiento o Consagración lo hiciera POR SÍ MISMO el Romano Pontífice, aunque las otras personas no lo hicieran por sí propias. Pero no se obró de esta manera. Se procuró redactar una hermosa oración, mediante la que sólo se consagraban a sí mismos, NO POR EL PAPA, los católicos que acudieron a las iglesias a recitarla. Lo otro son peticiones tan hermosas como la que hacemos en el Padrenuestros al pedir que venga a nosotros el Reino de Dios.
Esperemos confiadamente esa Consagración Universal al Sagrado Corazón de Jesús, para que Dios cumpla las promesas que hizo en tiempos de León XIII.
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