«Cartas del sobrino a su diablo (II)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 19/04/2020.
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Sigo narrándote, carísimo tito Escrutopo, mis hazañas en esta España arrasada por la plaga coronavírica, que donde había un pimpante pudridero apóstata está logrando un espléndido moridero sacrílego, sin caridad ni sacramentos.
Hoy tengo que contarte, regocijado, mis argucias para lograr una unidad de pacotilla en este trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín. Y aquí, tito amado, no puedo dejar de agradecerte el trabajo previo que los carcamales de tu generación realizasteis entre los españoles, instaurando entre ellos una deliciosa demogresca cuyo perfume -más embriagador aún que el del napalm- me gusta olfatear cada mañana, mientras me afeito los pelos hirsutos del ano. Gracias, venerado tito, por hacer honor a nuestro nombre de diablos y dividir a los españoles en un rifirrafe ideológico que los ha ido alejando de nuestro Enemigo; y gracias, sobre todo, por crear la partitocracia, que alimenta las disensiones y azuza las rencillas de los españoles, haciéndoles creer absurdamente que defienden cosas distintas, mientras hace fuertes a los demagogos que los apacientan. Y este bendito clima de demogresca ha adquirido ahora su versión suprema en las redes sociales, donde los españoles más envilecidos se despellejan en pandemónium de coprolalia. A veces, cuando veo que puedo ganar algun alma, no resisto la tentación de chapuzarme en estas redes, soltando algún pedo hediondo que envisque todavía más a los españoles y los haga desgañitarse de odio, como alimañas rabiosas en disputa de la carroña. Me divierto horrores, aunque bien sé que se trata de un placer plebeyo, indigno de un espíritu puro como yo.
Por ello he ideado una nueva y refinadísima añagaza para asegurar su perdición. Los carcamales de tu generación, tito Escrutopo, os conformábais con sembrar la cizaña entre los pueblos; la audacia de tu sobrino Orugario no se conforma con tan destructivo pero facilón recurso. Como bien sabes, el camino más seguro hacia el infierno es el mal disfrazado de bien, muchísimo más venenoso que el mal a rostro descubierto. Así que me he metido en el cerebro del asesor áulico Iván Redondo (lo cual no ha sido tan fácil, porque primero he tenido que atravesar la capa estropajosa de su implante capilar, con pelos más hirsutos que los de mi ano), inspirándole la idea difusa de «unidad» que luego su teleñeco, el doctor Sánchez, ha repetido cual lorito. ¡La unidad, tito, que como bien sabes los pueblos alcanzan mediante la unión de las inteligencias en lo que es verdad, la unión de las voluntades en lo que es honesto y la unión de los espíritus en lo que es justo; una trinidad de unidades que sólo puede congregarse en torno a quien es uno y trino. Pero nosotros, que somos la mona de nuestro Enemigo (o sea, sus imitadores perversos), podemos ofrecer a los españoles una unidad de pacotilla, mediante la unión de las inteligencias en la mentira, la unión de las voluntades en lo deshonesto y la unión de los espíritus en lo injusto. Y esta unidad execrable deberá congregarse en torno al doctor Sánchez, que es una nada devoradora, un no-lugar anegado por el vacío, para despues completarse -trinidad paródica en torno a un diablo único, que es tu sobrino Orugario- añadiendo a alguna arrimada con ansias de protagonismo y casando a algún barbudito imberbe, que aunque a regañadientes terminará sumándose por flojera, pensando que podrá separarse cuando quiera. Pero, una vez que se hayan unido, no se podrán separar, porque yo tengo un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas que se llama «consenso», el punto de encuentro de la gente sin principios desde el que se corta el bacalao y se reparte la guita.
https://www.abc.es/opinion/abci-juan...9_noticia.html
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