Búsqueda avanzada de temas en el foro

Resultados 1 al 1 de 1

Tema: La Oración del Huerto y la devoción al Sdo. Corazón, ante las desbandadas políticas

  1. #1
    Avatar de ALACRAN
    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
    Fecha de ingreso
    11 nov, 06
    Mensajes
    5,203
    Post Thanks / Like

    La Oración del Huerto y la devoción al Sdo. Corazón, ante las desbandadas políticas

    La Oración del Huerto y la devoción al Sdo. Corazón, remedio espiritual ante las desbandadas políticas


    R
    evista
    ¿QUÉ PASA? núm 183, 1-Jul-1967

    EL POLÍTICO ACTUAL Y LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    Por MANUEL DE SANTA CRUZ

    En este mes de junio (1967) que termina he vivido la devoción al Sagrado Corazón de Jesús más intensamente que en otros muchos años. Devoción hoy en baja, en parte, porque algunos jesuitas postergan el «munus suavisimum» (agradable encargo) de propagarla que recibieron de El, a la elaboración de artículos contra un «matonismo» de dirección contraria y técnica más valiente que el que ellos mismos practican para servir a la libertad de cultos y demás libertades de perdición. Ofrezco a mis compañeros de lucha contra Ruiz-Giménez algunas reflexiones que puedan hacerles ver mejor que en esta devoción está la roca que buscamos para establecer nuestro baluarte.

    El Sagrado Corazón es la moderna epifanía o manifestación del amor de N. S. Jesucristo a los hombres, y la práctica de su devoción lleva la vida espiritual a un ámbito donde el criterio prevalente es el amor. Tenemos que comprender las formas del amor que Jesús nos tiene para hacer que el que le tenemos nosotros a El y a los hombres por El, las sigan con estrecho paralelismo.

    La devoción al Sagrado Corazón y la soledad del político.

    ¿Qué piden los enamorados? Que les dejen solos, que les dejen en paz. «Non in commotione Dominus», avisa la Escritura: no se halla a Dios en el barullo, sino en la soledad. No hay vida espiritual sin soledad voluntaria. ¿Qué es la soledad? Es la ausencia o restricción de la comunicación afectiva con otras personas, que se produce por su distanciamiento físico (aislamiento) o de otras formas. El aislamiento produce soledad, pero el acompañamiento no siempre la suprime. Ya se ha explicado suficientemente la soledad de dos en compañía. La afectividad sólo se dirige hacia Dios cuando esa interrupción de su cauce habitual hacia otras personas o cosas la embalsa y eleva a un cierto grado. Cuanto más solo, mejor dispuesto para el amor de Dios; si desparramado, más lejos de El. Por esto la virginidad es valiosísima para la vida espiritual; por esto, y no únicamente, como elementalmente se cree, por cuanto aumenta la productividad proselitista.

    A una distancia suficientemente corta para interesarnos, discurre paralelamente en un orden natural la afectividad del político. También él necesita, como el hombre religioso, cortar, o al menos estrechar, los cauces vulgares de la afectividad para hacerla subir a un nivel desde el que pueda canalizarla al servicio de unos ideales. Pocos hombres están más «solos» y al mismo tiempo menos aislados, más rodeados de gente, que los políticos en las dos etapas de su carrera, conspiración y posesión y ejercicio del Poder. En ambas situaciones su función es mandar, y para desempeñarla bien su razón no puede admitir la compañía de otra afectividad que la del deber y la del servicio. La función política se arruina con la afectividad sexual desordenada, con espías vampiresas que arrancan secretos militares como Mata Hari, o que avisan a Azaña de la sublevación del 10 de agosto, y con afectividades castas y menos escandalosas, pero igualmente desastrosas como las del nepotismo y favoritismo. Es un duro pero ineludible deporte político estar constantemente cortando las amarras afectivas que cual incansables arañas renuevan alrededor del «leader» sus colaboradores; las cuales son, por otra parte, valiosísimas para descansar en el combate. De no pocos grandes políticos ha solido decir la gente que «no se casa con nadie», como las personas consagradas a Dios. Lo mismo que para salvar unas libertades fundamentales hay que renunciar a otras menos interesantes, tanto en el orden sobrenatural como en el natural, para servir a un gran amor hay que sacrificar otros menores.

    El político que está ejercitando diariamente este control de su afectividad, y que tiene probablemente para el mismo una predisposición natural de su carácter, luego perfeccionada, debería considerar los beneficios y posibilidades que para su vida espiritual tiene el orientar esa afectividad tan disciplinada hacia la devoción
    al Sagrado Corazón de Jesús, con la súplica de que El la eleve con su gracia hacia Sí.

    El político disfruta de un observatorio extraordinariamente bueno para comprender cómo N. S. Jesucristo, que tuvo misericordia de las masas, padeció en su Sagrado Corazón al ver la ingratitud de las mismas. La dedicación política, que desde un punto de vista económico es el peor de los negocios, nace de un amor al prójimo a escala social, de él se sostiene y en compensación recibe un efluvio permanente de calumnias, incomprensiones e ingratitudes. Otros ejemplos semejantes de paralelismo podríamos ir anotando, pero me limitaré a dos sugerencias confortantes para ciertos españoles que nos ocupamos de política en estos momentos.

    La oración del huerto y las desbandadas políticas

    Una parte de las revelaciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque se refiere a los sufrimientos del Divino Corazón por la falta de correspondencia a su amor, por las ingratitudes precisamente de algunas almas que fueron especialmente consagradas a El en otros momentos. De donde les viene al desagravio y a la expiación la preeminencia en esta devoción.

    Pues en esto sí que nos estamos pareciendo, nunca mejor dicho que inmerecidamente, al Sagrado Corazón de Jesús, más de cuatro políticos del 18 de julio. Porque algunas de esas almas, en un tiempo a Él consagradas y ahora al servicio del liberalismo, que es pecado, que nos aplaudían fervorosamente y nos asistían con su afecto cuando estábamos de moda, nos vuelven la espalda; se avergüenzan de nosotros, que no hemos cambiado, que somos los de siempre, y nos dejan «solos», con su transferencia afectiva cortada en seco. La desbandada de cobardes y ventajistas nos permite comprender como nunca los sufrimientos del Corazón de Jesús en el huerto de Getsemaní. Menos mal que es de nuestro oficio decir que al mal tiempo buena cara; pero debemos encontrar en la comprensión e imitación de Cristo, traicionado y olvidado, la fecundidad para nuestros sufrimientos y la asistencia sobrenatural para perseverar contra viento y marea todo el tiempo que sea necesario.

    Una jaculatoria que tranquiliza frente a la muerte

    Otro aspecto muy actual de la devoción al Sagrado Corazón es su capacidad tranquilizadora y esperanzadora. Nuestras conciencias están padeciendo escrúpulos, temores, dudas y tribulaciones en grados superiores a los habituales. Surgen de la colisión entre los criterios tradicionales en la educación religiosa de los españoles sobre el respeto y reverencia debidos a los eclesiásticos, desde los sacerdotes al Papa, pasando por obispos y cardenales, y la íntima convicción de que tenemos el gravísimo deber de custodiar el depósito de la tradición eclesiástica; custodia frente a los ataques, por acción y omisión, de altísimas dignidades eclesiásticas.

    Cuando yo era pequeño, miraba con veneración y respecto a cualquier sacerdote; los obispos me parecían algo así como santos, y el Papa, una divinidad; nunca pasó por mi imaginación que un sacerdote pudiera enseñar cosas contrarias a la religión, que algunos obispos, después de entregar España a los ídolos, se lavaran las manos como Pilatos, y que el Papa sólo fuera infalible en contadas ocasiones. La mentalidad de los españoles fue formada y asentada en posiciones de seguridad de gran rendimiento espiritual pero no únicas, para la salvación de sus almas. Esta se puede también alcanzar desde otras más escuetas y científicamente recortadas, a las que nos están obligando a replegarnos realidades evidentes de cada día. Desde ellas podemos y debemos, legítima e impecablemente, combatir a los clerchis (*) modernistas y librepensadores; deshacer las declaraciones sofistas de algún que otro obispo, señalar las omisiones de muchos, y protestar contra algún impertinente de algún cardenal extranjero. Pero esta triste tarea ni nos gusta ni es lo nuestro fuera del toque de rebato.

    Este sacarnos de quicio, el salirnos de él voluntariamente a impulsos del deber de asumir la abandonada defensa del depósito, nos produce escrúpulos, vacilaciones y tribulaciones. Se nos puede ir la mano, como a los mejores artilleros; a veces no sabemos dónde termina el deber, aunque sí dónde empieza; hay que tomar velozmente decisiones graves sin poder esperar a contar con una certeza absoluta de su bondad. Al final de no pocas jornadas, tememos por nuestra propia salvación. Cualquier sacerdote-sacerdote es testigo de que ahora los católicos de más solera se están confesando siempre de la misma materia, que antes era inaudita. Cualquiera sabe que unos mismos escrúpulos o confesiones son juzgados de muy distinta manera, según quien las oye. En esta situación, la solución está en la jaculatoria milagrosa. «¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!»; en recurrir con ella, como, en última instancia, a la misericordia y al amor de Dios; con ella se disipan todos los temores que nos pueden paralizar en el cumplimiento de nuestra misión histórica. El amor excluye el temor. (…)

    Los especialistas en las profecías de Fátima y Garabandal anuncian unos castigos tan horrorosos que a veces pienso si me tocará otra vez coger las armas; si me condenarán a muerte; si estando en capilla, cansado y atribulado, pero esperando salvarme por bautismo de sangre, no me soltarán un clerchi de gris perla que me agüe la fiesta instándome a confesarme de haberme salido del espíritu posconciliar. Para esa hipótesis, pienso también que lo mejor será decir: «¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!»

    Claro está que para poder confiar no vanamente, sino con fundamento, en el Sagrado Corazón de Jesús, hay que cultivar previamente esta gran amistad, hay que apretar de firme en otros sectores transparentes: oración, sacramentos, mortificación, caridad. No vale acordarse de Santa Bárbara sólo cuando truena. Algunos de estos ejercicios ascéticos podrían ser útilmente aplicados en apoyo de los que en Barcelona se baten por Dios y por España.

    (*) Sacerdotes de espíritu postconciliar que vestían de clergyman (al modo protestante), dejando de lado la sotana y buena parte de ellos, abandonando el sacerdocio a continuación

    .
    Última edición por ALACRAN; Hace 1 semana a las 21:45
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas similares

  1. Respuestas: 11
    Último mensaje: 09/06/2024, 11:23
  2. El Sagrado Corazón de Jesús, una devoción del siglo XVIII
    Por francisco rubio en el foro Religión
    Respuestas: 1
    Último mensaje: 16/09/2022, 14:51
  3. Respuestas: 1
    Último mensaje: 25/03/2019, 12:06
  4. Respuestas: 1
    Último mensaje: 10/12/2012, 20:41
  5. Cristo Rey, Sagrado Corazón e Inmaculado Corazón
    Por Defensor_fidei en el foro Simbología y Heráldica
    Respuestas: 2
    Último mensaje: 24/03/2010, 02:55

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •