TREINTA AÑOS DE ESTABILIDAD Y PROGRESO
Carlos Ibáñez Quintana (05/10/07)
Ante los últimos ataques a los símbolos de la monarquía, el propio titular ha salido en su defensa recalcando que gracias a la monarquía constitucional gozamos del más largo periodo de estabilidad y progreso.
Esto recuerda que lo mismo, lo mismo, decían los defensores del régimen anterior al cumplirse los veinticinco años de paz. Y lo mismo hemos leído que decían los defensores de la Restauración canovista.
¿Estabilidad? Existe un dicho irónico, que circula entre arquitectos e ingenieros, según el cual “las cosas tienden a no caerse”. Entre los mismos profesionales también se recuerda la ley de Murphy: “lo que puede suceder, terminará por suceder”. Lo cierto es que muchas cosas siguen en pié mientras no se caen. Pero acaban cayendo. Eso ocurrió con esos dos regímenes a los que se les atribuyó el beneficio de la estabilidad.
¿Progreso? El progreso es constante en la sociedad. Es inevitable. Se da con todos lo regímenes. Nadie negará que un gobierno comunista fue el primero en poner un hombre en órbita. Cada vez se construyen carreteras y líneas férreas mejores. Coches y trenes más rápidos. Los fabricantes se esmeran en obtener productos más útiles para los usuarios y a más bajo precio. ¿Acaso no fue un progreso el invento de la fregona? ¿O el chupa-chups para los niños? ¿Y hemos de atribuir su mérito al régimen bajo cuya vigencia aparecieron en el mercado?
¡Claro que ha habido un progreso! Pero unos se han beneficiado del mismo más que los otros. Y otros han salido perjudicados.
¿Estarán satisfechos del progreso los mileuristas de los contratos basura? ¿O los jóvenes que no pueden casarse por no encontrar vivienda? ¿O los que la han encontrado mediante una hipoteca que les esclavizará para toda su vida?
En los fines de semana se atascan las carreteras. Todos tienen coche. Durante los numerosos puentes, sea en invierno o en verano, la ocupación hotelera roza el 100%. Todos viajan. Pero son mayoría los demás. Los que viven entrampados o llegan con apuros a fin de mes.
¿Y todo se compone con esas apariencias? ¿Ese es todo el progreso que nos ha reportado la democracia?
¿El millón de niños que han sido abortados, también forma parte del progreso? ¿Y la deficiente enseñanza con todas sus lacras? ¿Cuántos divorcios se han producido gracias a las facilidades que al ley da para ello? Detrás de cada divorcio: una tragedia para los que se separan. Unos hijos que crecerán con problemas. Que no podrán recibir una educación conveniente. ¿Ese es el futuro que nos ofrece la democracia? ¡Claro que sí, no hay otro!
Con que unos cuantos estén satisfechos porque comen, beben, viajan y fornican no está resuelto el problema de España. Porque esos que se dan buena vida, pueden hacerlo, en gran parte, gracias a que no contraen obligaciones familiares. Así estamos en la tasa de natalidad más baja de Europa. ¿Qué futuro nos espera?
Ni siquiera nos vale el lema pagano de “comamos y bebamos, que mañana moriremos”. Porque aunque con nuestra muerte se terminan nuestras preocupaciones, quedan nuestros descendientes. ¿Qué les dejamos?
Volvemos a los dos principios que hemos apuntado más arriba: “Las cosas tienden a no caerse” por eso tenemos estabilidad y progreso material, mientras esto no se cae. Pero no olvidemos que “lo que puede suceder, terminará por suceder” Y es que este sistema, que nos tiene tan satisfechos, caerá. Como cayeron los otros que también eran ensalzados por la estabilidad y progreso que producían.
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