Los pueblos también se equivocan
31.10.2019
Es políticamente correcto afirmar que los pueblos nunca se equivocan. Vox Populi, Vox Dei. Aunque en Argentina como en otras naciones, existen pruebas concretas de que esto no es cierto, nadie se anima a decirlo so pena de ser tildado de facho, antidemocrático o golpista. No tendría porqué ser así.
Mostrar la verdad evidente, no debería ser motivo de condena. Lo que la circunstancial mayoría elija, no implica que sea lo mejor. Del mismo modo, tampoco es necesariamente lo contrario.
El lugar intocable que se la otorgado a la voluntad popular, es otra expresión del pensamiento impuesto por el establishment que nos ha convencido de la existencia de un falso dios: un pueblo idealizado que es depositario de la verdad.
El pueblo abstracto solo existe en lo conceptual. La realidad es la de millones de hombres y mujeres con distintas aptitudes y motivaciones, fortalezas y deficiencias.
Dictadores, gobernantes inescrupulosos y delincuentes fueron elegidos o apoyados por grandes mayorías a lo largo de la historia. Amores y odios se conjugaron con esperanzas desmedidas y miedos.
Las pruebas
La historia política argentina, ha sufrido desde la organización nacional varias etapas de inestabilidad que fueron horadando la credibilidad de las instituciones.
Las tres primeras décadas del siglo XX, seguramente han sido las mejores. Luego se alternaron durante cincuenta y tres años, gobiernos de facto y constitucionales -con uno que dejó de serlo- hasta que finalmente en 1983 se inició una serie ininterrumpida de gobiernos elegidos por el pueblo que se continúa hasta el día de hoy.
El advenimiento de la nueva democracia generó en el ideario colectivo la creencia de que habíamos logrado una panacea que nos marcaría el camino para sortear cualquier escollo y nos protegería de toda perturbación social.
Alfonsín pontificaba: "Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura". Este fue el credo de los primeros años. Pero en menos de cinco, comenzó la hiperinflación y nos empezamos a dar cuenta que la democracia no solucionaba todos los problemas. El gobierno radical sucumbió y la crisis económica provocó la entrega del poder cinco meses antes de la finalización del mandato.
Si bien, sabemos que los avatares económicos, no son simples cuestiones de esa área, es una realidad que nuestra idiosincrasia hizo que toda crisis moral se asocie siempre con la inestabilidad económica. La economía es nuestro órgano de choque. Allí se manifiesta todo lo que nos pasa, corrupción, presiones, miedos y falta de convicciones firmes.
Sigamos con la historia. Asume Menem y continúa la hiperinflación hasta que en 1991/92 comienza el plan de convertibilidad y se crea el peso convertible. Se logra frenar la inflación y vinieron diez años de estabilidad cambiaria con baja inflación. En 1994, Menem logra reformar la Constitución, lo que le permitió presentarse en 1995 para un nuevo período presidencial de cuatro años. Se sostuvo que fue reelecto gracias al voto cuota. La gente no quería perder el uno a uno con el dólar.
En 1999 con De la Rúa y el gobierno de la Alianza, el uno a uno tuvo una sobrevida de apenas dos años y estalló por el aire. Continuó una seguidilla impresentable de recambios presidenciales. Una especie de breve, pero contundente papelón internacional.
Llegaron las elecciones de 2003. Néstor Kirchner fue electo debido a que Menem, que había salido primero, renunció a ir a una segunda vuelta. Se iniciaron cuatro años y medio de gobierno que terminaron con la entrega del poder a su esposa Cristina Fernández quien gobernó durante dos períodos. En estos doce años se generó una notable división en la ciudadanía, comparable en gran medida con el primer gobierno del régimen peronista.
Llegaron las elecciones presidenciales de 2015 y con ella una nueva oportunidad. Esta vez no podíamos fallar. Parecía que habíamos encontrado la fórmula para retomar el camino de grandeza perdido hace siete décadas y superar las antinomias. Lamentablemente esto no ocurrió.
Solo la verdad nos hará libres
El domingo pasado, las mayorías volvieron a elegir a quienes ya estuvieron en el poder. Las antinomias heredadas persisten, al igual que la inflación, la inseguridad y los elevados índices de pobreza y de desempleo.
Unos y otros se echan la culpa. Los años pasan y los problemas se profundizan. Hay gente contenta y hay otros con miedo, bronca y desesperanza. Los que eran enemigos ahora festejan como grandes amigos. Los que caminaron juntos se distancian y se enfrentan. Quizás muy pocos resistan un archivo.
Con el resultado del domingo, quedó de manifiesto un país partido en dos. Han pasado treinta y seis años desde el regreso a la democracia y estamos cada vez peor.
Dos frases pueden conjugarse para la esperanza que nunca debemos perder. Decía Alfonsín: "Si la política fuera solo el arte de lo posible, sería el arte de la resignación". Decía San Agustín: "Empieza haciendo lo necesario, después lo posible y de repente te encontrarás haciendo lo imposible".
Quizás aún tengamos salida. Pero alguien lo tiene que decir: el pueblo también se puede equivocar.
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Fuente:
Los pueblos también se equivocan - Opinión | Diario La Prensa
Fracaso de la democracia en Magufolandia #UNCRISTIANONOTIENEMIEDO
https://www.youtube.com/watch?v=V9WD5omKJLI
Nada para el pueblo, pero con el pueblo
EFE
Publicado Por: LA ESPERANZA
febrero 14, 2021
La democracia, en sentido clásico, no es ni mejor ni peor que cualesquiera otras formas de gobierno, si hacemos abstracción de la idiosincrasia propia de cada sociedad. Sin embargo, mucho nos tememos que la actual democracia que hoy padecemos se halla bastante lejos de su concepción clásica. Algunos han considerado más ajustado llamarla partitocracia o partidocracia.
Llamémosle como le llamemos, el sistema político en el que se enmarcan las elecciones catalanas del 14 de febrero muestra un rasgo muy distintivo: necesita al pueblo, cuenta con él. Hasta nueve candidatos concurren a los próximos comicios catalanes y todos ellos coinciden en una misma cosa: su llamado a los catalanes a participar con su voto, ignorando incluso los peligros para la salud pública que tal llamamiento supone en la actual situación de pandemia.
La prioridad fundamental de todo ciudadano, su mayor responsabilidad, no es otra que la de contribuir personalmente al despliegue de este circo mediático. Y todo ello, ¿para qué? Desde luego no porque ninguno de los nueve candidatos esté particularmente desesperado por representar a nadie que no sea él mismo o sus compañeros de facción. Sabemos de sobra que los partidos políticos son cuerpos extraños a las sociedades naturales y que, como tales, difícilmente podrían representar a ninguno de sus miembros.
El imprudente afán por requerir la presencia de los catalanes en la próxima cita electoral responde a la necesidad de utilizar al pueblo en tanto que coartada. Buscando su complicidad a través del voto, la próxima hornada de oligarcas se asegura que la responsabilidad de sus inevitables desmanes recaiga directamente sobre sus electores. Da lo mismo quién gane o quién que pierda; cualquiera de ellos sólo servirá para traer más ruina a Cataluña y al resto de las Españas. Y además podrán descargar sus culpas sobre el pueblo por haberlos votado. Es el crimen perfecto, no hay duda.
En realidad, poco importa cómo lo llamemos. Lo único meridianamente claro en este sistema es lo útil que resulta a las élites gobernantes para hacer responsable al pueblo de sus propios excesos. Para eso sirve votar.
De este modo, el muy cínico lema del viejo despotismo ilustrado, «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», toma ahora la forma de una broma macabra: «nada para el pueblo, pero con el pueblo»; «contamos con vosotros para procuraros vuestra propia desgracia».
Con todo, no tenemos duda de que serán muchos los catalanes que el próximo domingo se presentarán diligentemente en sus colegios electorales para cumplir con su deber democrático. Aun cuando ello suponga comprometer su propia salud y la de sus vecinos. Y es que de todos es sabido que si hay «trileros» es porque también hay «primos». Pues eso: «acérquense, señores, ¡hagan juego!».
David Avendaño, Círculo Carlista Marqués de Villores
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Fuente:
https://periodicolaesperanza.com/archivos/3564
No te inmoles por la democracia boba
Antonio Moreno
Historiador y escritor
Foto: Perú Libre.
Hace mucho dejé la idolatría sanmartiniana y bolivariana que nos suelen impartir religiosamente en las escuelas peruanas para sostener la narrativa de esta republiqueta bananera. Tampoco me entusiasma la celebración del bicentenario de nuestra independencia nominal de España, y confieso que he asistido -obligado bajo pena de multa- desde que tengo 18 años, a elegir al “menos peor” entre los peores que suelen estar disponibles como oferta electoral cada cinco o cuatro años, dependiendo si hay que votar por el que te va a defraudar desde Palacio de Gobierno, parlamento, municipio o gobernación.
Desconfío de los políticos peruanos, desconfío del votante peruano promedio, desconfío de las instituciones republicanas vigentes y de quienes han elevado a nuestra pueril democracia a los altares, como si acaso se tratara de una deidad pagana a la cual debemos rendir sacrificio.
No hay mito más mediocre y falso que el de nuestra república bananera, supuestamente nacida, por lo menos de acuerdo a la propaganda oficial, del ardor y la voluntad popular por alcanzar la “libertad” y la “igualdad”, sentimientos de las grandes mayorías por liberarse de la “esclavitud” del Antiguo Régimen y el oscurantismo católico encarnado en el Santo Oficio.
Me imagino a las élites criollas, ansiosas por sacarse de encima el peso muerto de la administración española, firmando la declaración de independencia bajo la mirada atenta de las bayonetas chilenas y rioplatenses que vinieron a “liberarnos”. Y también al pueblo llano embebecido por los balconazos de los caudillos que bordaron nuevos estandartes y gritaron promesas que apenas cumplirían. Los primeros usaron y usarían a los últimos para legitimarse una y otra vez. Lo siguen haciendo, aunque ya no visten bicornios, ahora también los “libertadores” usan sombreros de paja.
El comunista Pedro Castillo, el nuevo libertador con sombrero de paja, la nueva promesa de un Perú libre, como reza el nombre del partido que lo acogió como candidato, se pondrá la banda rojiblanca el próximo 28 de julio y será el presidente del bicentenario. Así por lo menos lo evidencian los millones de votos de insensatos que decidieron entregar su país al socialismo del siglo XXI. Puede que también se les arruine la fiesta y el jurado electoral termine por aceptar las evidentes muestras de fraude cometidos en mesa y los números se volteen y la no menos cuestionada Keiko Fujimori termine por arrebatarle el sabor de la victoria. Si eso llegara a ocurrir, aunque remotamente, la pradera se incendiaría. Los rojos son muy buenos para quemarlo todo.
La izquierda progre, como siempre, ha sido la primera en caer presa del engaño de los rojos que acompañan a Castillo, primero, porque ven en él la única posibilidad de probar un poco del poder que no pudieron conseguir por sí solos -su lideresa, Mendoza, sacó un 7% de los votos-; segundo, porque muy en el fondo son amantes de la hoz y el martillo por encima de los trapos color arco iris, y tercero, porque su odio a la derecha pesa más que ponerse a pensar si es que sus fetiches y cuotas de género en verdad les importan a sus primos de la izquierda más radical.
Después han caído los liberales progresistas, los señoritos universitarios que ceden a la agenda cultural de la nueva izquierda, pero no renuncian a la billetera de sus papis. Han dado su “voto crítico” a Castillo y esperan que deslinde pronto de Vladimir Cerrón, el marxista leninista fundador del partido que lo convirtió en su candidato y le prestó su equipo y militantes. Son tan ingenuos que creen que podrán moderarlo y así asegurar el modelo económico que tanto provecho le sacan, pero que a su vez critican desde sus universidades caras para sentirse “cercanos” a las clases populares que jamás podrán pagarse una pensión en esos campus.
A todos ellos los unes su odio visceral por la derecha “bruta y achorada”, como denominan a los mercantilistas que han exprimido este pobre país los últimos doscientos años, los mismos que firmaron la declaración de independencia entre el miedo y el oportunismo. Dos siglos después, una nueva fuerza irrumpe para deshacerse de esta vieja élite que pasó de revolucionaria a reaccionaria y hoy se niega a perder el trono.
Envalentonados ante una posible victoria que podría abrirle las puertas al poder ilimitadamente, las hordas revolucionarias que empezaron a engordar con las arcas públicas gracias al filochavista Ollanta Humala (2011-2016), repitiendo el plato con Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), Martín Vizcarra (2018-2020) y el morado Francisco Sagasti (2020-2021), desmotivan la resistencia ciudadana -que se moviliza indignada por las denuncias de fraude electoral y exige a las autoridades transparencia en las actas impugnadas- llamando a la reconciliación, a la paz pública y a que se respete la democracia. Total, ellos ya se sienten ganadores y el resto, más de 8 millones de peruanos que no votaron por Castillo, que se aguanten y que callen.
¿Cómo pueden llenarse la boca de discursos de paz y reconciliación los pusilánimes que nos empujaron al foso de las bestias con la falsa promesa de que podrían domarlas? Lo hacen a sabiendas que están en ventaja, con aliados dentro del aparato del Estado, con portavoces y tinterillos a sueldo, con el visto bueno de organismos supranacionales, con la amenaza de quemarlo todo para apaciguar los ánimos de la oposición moderada.
Solo un necio o cómplice de la mentira se atrevería a negar que el Perú está fracturado socialmente, y que no hay forma de reconciliarnos sin que haya un liderazgo sano en la presidencia y una oposición madura y permanente que no sufra de burlas ni persecuciones en el parlamento y en la calle.
Castillo no puede decir que las “grandes mayorías” le han confiado la presidencia cuando la diferencia entre su partido y el de Fujimori es de menos de 50 mil votos. Más de 8 millones de peruanos votaron porque Perú Libre y su propuesta de tintes marxistas leninistas no lleguen al poder. Más que votar por Fujimori, muchos peruanos votaron porque Castillo, Cerrón, Bermejo y otros tantos indeseables que admiran a los regímenes asesinos y corruptos de Maduro en Venezuela y Castro en Cuba, no tuvieran chance si quiera de lograr un puesto de portero en Palacio de Gobierno.
Pero si la suerte está echada y ellos toman el poder, entonces no podemos comportarnos como corderos listos para ser degollados. No podemos caer en el juego de la izquierda que nos exige sumisión. No quieren reconciliación, quieren capitulación. No quieren que respetemos la democracia, una palabrita que repetirán hasta el hartazgo e irán otorgándole nuevos significados. Lo que quieren es que les obedezcamos sin vacilaciones en el nuevo orden que impondrán.
No podremos detener la represión comunista, que vendrá tarde o temprano, si nos presentamos tibios como los liberales progresistas, que serán los primeros en ser engullidos, o tercos idealistas como los viejos mercantilistas de la república bananera, obsesionados por su religión, la democracia boba y pagana que no supo satisfacer a generaciones y resultó siendo una estafa, incluso para quienes la defendieron. Una democracia boba que no pudo si quiera tener los anticuerpos suficientes para repeler los virus que ingresaron dentro de su organismo para enfermarla.
Presenciamos como el culto a esta democracia estéril y desprestigiada está a punto de ser derribado por los comunistas que han traído sus propios ídolos y se alistan a levantar sus templos para un nuevo credo. No podemos inmolarnos por la democracia boba, pero si toca defender a nuestras familias, el poco o mucho patrimonio del que dispongamos, y sobre todo la fe, que será lo que más ferozmente querrán arrebatarnos, y lo que nunca podrán quitarnos si confiamos en que Dios está con nosotros.
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Fuente:
No te inmoles por la democracia boba (mundorepubliqueto.com)
La democracia demoníaca
Moncloa, B, Puig de la Bellacasa
Publicado Por: CIRCULO SACERDOTAL CURA SANTA CRUZ julio 3, 2021
En el año 1988 se estrenaba la película de José María Tudirí titulada Crónica de la guerra carlista. En cierto momento, aparece en escena un sacerdote en sotana predicando en vascuence desde el púlpito a sus fieles un encendido sermón contrarrevolucionario y antidemocrático. En este sermón les dice: «Lucifer fue el primer liberal, que dio el grito de libertad e igualdad en el cielo y su bandera hondeó entre las huestes angélicas. El fue el primero que reclamó sus derechos individuales proclamándose independiente e igual a Dios mismo. El ángel rebelde fue el primer revolucionario y el primer demócrata. Adán y Eva fueron sus seguidores, seguidos por sus posteriores generaciones: los sicarios del gobierno revolucionario. ¿Elecciones? ¿Elecciones, queridos feligreses? ¡Bayonetas! ¡Bayonetas y bayonetas! ¡Nada de poesías! La llave del problema está en la punta de la espada».
¡La democracia, decía Heródoto, quede para los enemigos! Porque no es más, dice Platón en la República, que un manto multicolor de flores bordadas que niños y mujeres contemplan como hermoso. Pero poco más.
Y es que, democracia y demonio van de la mano. Siempre han ido de la mano, Pues la democracia no es otra cosa sino la rebeldía contra Dios, la usurpación de su trono, la creencia de que la soberanía reside en el pueblo y que, la verdad y la mentira, el bien y el mal, nacen del consenso de la mayoría. Esta idea ya fue condenada por Pío IX en Quanta cura, al decir: «No es verdad que la voluntad del pueblo, manifestada por la opinión pública o de cualquier otra manera, constituya la ley suprema, independiente de todo derecho humano y divino».
La democracia y la rebelión angélica tienen un interesante punto en común: la soberbia. Si el pecado angélico por excelencia es la soberbia, ésta es la característica central de la democracia. No sólo se arroga el poder de determinarse a si misma y al pueblo con sus leyes, sino que, además se erige como la única forma de gobierno posible. Los regímenes no democráticos son, para la misma democracia que se ha constituido en ley y fundamento de la moral, inmorales e indecentes, sin derecho a existir, y la democracia ya no es más un régimen entre otros, una forma de gobierno entre otras muchas (como la monarquía o la aristocracia en el caso de Aristóteles) sino la única forma de gobierno posible y legítima.
Así, tal democracia no es un régimen que se prefiera al de otros por razones técnicas, de oportunidad, de número, razones prácticas, de conveniencia política… sino el único posible. Y tampoco es un régimen que se pueda enmendar o suprimir por razones importantes (como dice santo Tomás citando a san Agustín, en el caso de que el gobierno esté formado por personajes escandalosos y criminales o que el pueblo elector se ha depravado) sino que subsiste por sí misma porque no hay otra fuente de soberanía y legitimidad. Por ello, todo ataque a la democracia es denostado, perseguido y condenado.
Así, lo justo queda definido por ella misma: para la democracia la justicia política se define por la democracia y la injustica por la ausencia de ella. No existe otro criterio ni vara de medir que este: tal nación es democrática o no lo es.
Esta democracia, a la que Jean Madiran llamará la democracia moderna, es la que se ha asentado y amenazado la estabilidad de nuestro país. Y ello con la complicidad de la Iglesia (cosa que no debe sorprendernos pues muchas veces en la historia la Iglesia ha abrazado a sus enemigos). La democracia se confiesa a ella misma, como han dicho varios miembros destacados del episcopado español en estos días en los que se ha conmemorado la execrable constitución que se nos impone, como factor histórico que hizo posible la instauración democrática en España después de la muerte de Francisco Franco.
En estos días, de tanta confusión y bullicio ideológico, nos conviene tener en cuenta este dato. Luchar contra la democracia es estar en el bando bueno, es luchar contra la tentación luciferina de libertad, es construir la Ciudad de Dios, estar en el bando vencedor y el único camino posible para devolver el trono usurpado a Nuestro Señor Jesucristo.
P. Juan María Latorre, Círculo Sacerdotal Cura Santa Cruz
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Fuente:
https://periodicolaesperanza.com/archivos/3170
29 DE ENERO DE 2022
EL OCASO DE LAS DEMOCRACIAS
Algo que es innegable que estamos viendo en nuestros días es el fin de la Democracia en Occidente y otras partes del mundo; lo sorpresivo es que esto no se hace por personajes como los de la foto, que han suscrito una alianza en interés mutuo: Putin, ciertamente, es un autoritario y personalista en el ejercicio del poder, y Nicolás Maduro, un verdadero sátrapa, henchido de soberbia y ebrio de poder, pero no son los únicos; la realidad es que, en el Hemisferio Occidental, esta forma de gobierno se encuentra deteriorada, no por personajes carismáticos que, de un plumazo, inicien regímenes autoritarios, y supriman no solamente la consulta en las urnas al electorado para la designación de los gobernantes, sino también por la pérdida de los pesos y contrapesos constitucionales; la realidad es que, como ya lo estudiaran Aristóteles y Polibio en tiempos clásicos, la Democracia cae por sí misma, porque en el fondo, y más desde la Revolución Francesa, no es más que una utopía.
La pandemia actual ha sido el mayor catalizador de un proceso de ascenso del autoritarismo en nuestro mundo occidental, la Democracia Liberal ha sido, en mucho, víctima de su propio éxito. Por ejemplo, aquí hemos criticado las "teorías de la conspiración" que han pululado durante estos dos años: que si Bill Gates, que si el Club Bilderberg, el Foro de Davos, etc. Lo cierto de todo esto es que el sistema democrático liberal ha generado, desde su implantación a fines del siglo XVIII con las Revoluciones Norteamericana, Francesa y aún las Independencias Hispanoamericanas, una oligarquía al estilo de lo que planteara en su momento Aristóteles: es decir, la Revolución Industrial y el cambio de la fuente de riqueza del agro hacia la industria, y de éste, si seguimos la idea de la evolución social y económica de Alvin Toffler, al manejo de información, lo que incluye, por supuesto y de manera preponderante, al capital financiero --resulta irónico que actualmente se esté poniendo el grito en el cielo por el ascenso de las criptomonedas, cuando, en realidad, las divisas que se manejan en las grandes transacciones financieras son tan virtuales como el bitcoin, meros asientos contables en operaciones informáticas-- ha provocado el ascenso de una clase social dominante conformada, como siempre, por los poseedores de las fuentes de riqueza actuales.
De igual manera, esta clase dominante, por supuesto que cuenta con la capacidad de influir en las decisiones de los gobiernos y en las campañas políticas, y también, espera que las decisiones que tomen los gobernantes sean favorables a sus intereses: les otorguen concesiones, contratos, estímulos fiscales, oportunidades de negocio a cambio de financiar campañas, jugosos sobornos y demás.
Estos intereses por supuesto que están detrás de muchas de las políticas y medidas que implementan los gobiernos occidentales, a eso unamos que estas oligarquías no tienen los mismos códigos de honor y moral de las antiguas aristocracias: lo importante es la obtención de ganancias, el lucro, o también la fama, sin importar los medios; no existe una idea de responsabilidad histórica, ni de trascendencia, más allá el famoso aforisma de Bill Clinton: Es la Economía, Estúpido y en aras del mercado de consumo, dirigirnos hacia el Mundo Feliz de Aldous Huxley. Por ello, la idea de la moral autónoma, relativa y subjetiva que surge desde la Reforma Protestante y pasa por Kant, ha sido tan importante para la creación de la actual ideología progresista que se ha insertado en las mentes de los Millenials y les hace pasto fácil de las manipulaciones de las élites políticas y económicas.
Por ello, y más que por una cuestión de conspiración como lo cree el autor Francisco Gijón en sus vídeos, es que se ha perdido la cultura, porque las propias élites actuales carecen de ella: ninguno de los actuales políticos encumbrados parece tener interés alguno en los clásicos literarios o filosóficos; es evidente que la mayoría de las estrellas de Hollywood o del deporte son poco menos que analfabetas funcionales, cuando no, pretenden hacer de sus vicios ley de vida, y es que la cultura, ya no es necesaria para el éxito; no se requiere conocer de teoría musical, estudios de contrapunto y composición como Karajan, Stravinsky o los clásicos cuando se cuenta con el autotune y el Reggaetón construido con ritmos simples y repetitivos y letras pornográficas que atraen a mentes simples con sus instintos básicos no educados y aseguran ventas millonarias. Algunos de los integrantes de estas élites, pensemos, por ejemplo, en Bill Gates, pueden ser informados, pero no cultos, o pueden tener conocimientos excesivamente especializados en una sola rama del saber o del hacer, y la figura de Elon Musk, a mi, me parece más una creación mediática que un verdadero genio; a veces me da la impresión que se trata de un monigote creado por un departamento de relaciones públicas y detrás existe un conglomerado de inversionistas, científicos y técnicos que son los que han creado el imperio de Tesla y SpaceX.
Así, la cultura no es necesaria para tener el éxito material que te define como integrante de las élites actuales, y para los miembros de las clases "sometidas", la cultura es un obstáculo precisamente para que sean dominadas, así que se le desprecia; por ello, la Educación formal desde la primaria y hasta la Universidad, se concreta a ser una mera formación para el trabajo, para que, como en las metafóricas imágenes surgidas de la visión de Alan Parker sobre la música de Pink Floyd en The Wall, el estudiante sea, al salir del sistema educativo, arrojado al molino de carne de los esquemas de producción y consumo.
Ante eso, tenemos masas irreflexivas que votan no con base en la razón, sino en el sentimentalismo y la emoción, pero también, se producen candidatos que no son muy diferentes a su electorado, por eso, en Occidente tenemos a sujetos estrambóticos como Trump o Bolsonaro, a seniles carentes de proyecto, como Biden o López Obrador, o a verdaderos guiñapos que obedecen a quién sabe qué intereses y carecen de planes, o siquiera de una idea de lo que están haciendo en el puesto, como el caso, trágicamente cómico de Pedro Castillo en Perú --el hecho que un periodista sensacionalista como Fernando del Rincón, representando a una cadena como la CNN, tan cuestionada en su credibilidad actualmente, y que hasta hace pocos años cubría noticias como las supuestas apariciones del chupacabras en el programa Primer Impacto de la cadena Telemundo, lo haya exhibido,-- muestra el bajísimo nivel intelectual y de preparación con el que algunos se atreven a presentarse como candidatos, y lo más increíble, que sean votados por la mayoría del electorado, que increíblemente cree que ellos "son pueblo" y por serlo, serán acertados en su gobierno.
Estos gobernantes débiles han decidido aprovechar la pandemia para sustituir su falta de fuerza real con medidas autoritarias, así como imponer todas las medidas para sostener las aberrantes políticas de género e identitarias, detrás de ellas está el intentar, vía decreto y vía coacción por parte del Gobierno, cambiar incluso la Naturaleza biológica misma del ser humano, o al menos, la percepción que éste tenga de ella, y que sea el propio Gobierno el que designe lo que es bueno y lo que es malo, lo cual ya es el paso hacia el totalitarismo.
En este sentido, podríamos tomar los acontecimientos actuales como la actualización de las tesis planteadas por Aristóteles y Polibio en los siglos IV y II a.C., respecto a la corrupción natural de la Democracia, cómo ésta degenera en una oligarquía y ésta a su vez, impulsa el surgimiento de un tirano, que ejerce el poder de manera violenta y sin respetar un orden jurídico como forma de contener las fuerzas del pueblo. Hoy en día vemos esto claramente ilustrado en la rebelión del gremio de los camioneros contra el gobierno del Primer Ministro canadiense Justin Trudeau.
Trudeau, que ya ha ostentado la primera magistratura en el país del extremo norte de América desde el año 2015, ha sido mostrado como la afable cara del Progresismo, un niño mimado del Globalismo, ha tomado medidas fuertemente restrictivas en torno a la pandemia del COVID-19, entre ellas, la vacunación obligatoria de los transportistas, sobre todo cuando estos vienen de Estados Unidos al reingresar a Canadá. De súbito, se organizó una caravana en protesta contra lo que se percibe, es una imposición gubernamental, que va contra la libertad de elegir; y esto, incluso, es secundado por muchos del gremio que ya se encuentran vacunados.
Al mismo tiempo, en Nueva York, el funeral de un oficial de policía abatido en el cumplimiento del deber ha servido para lanzar críticas a las posturas extremas de los Demócratas de reducir los recursos a las policías locales por ser percibidas éstas como organizaciones dedicadas a la agresión o represión racista contra los negros y otras minorías; el resultado de esa estúpida y demagógica política --sería un caso realmente anómalo el ver a un Estado que destruye a sus propios órganos de seguridad pública sin sustituirlos (o quizá buscaban concesionar el servicio a los magnates que patrocinan al partido) en pro de proteger a minorías supuestamente acosadas y perseguidas ha redundado en un aumento de la criminalidad, más si le aunamos el incremento del desempleo y la crisis económica.
Así que las cosas no están tan sencillas, y el ambiente cada vez es más tenso en Occidente; el retiro de las medidas restrictivas, o el anuncio un tanto arbitrario de "el fin de la pandemia" que se empieza a difundir en algunos países europeos, tienen que ver más con tratar de lograr cierta distensión al interior de estos países que con que, efectivamente, se haya controlado la emergencia sanitaria, el tan pregonado Gran Reset del que tanto se habló el año pasado y que era impulsado por las élites financieras y empresariales, y que no es un proyecto comunista como mucho conspiranoico dice, ni quizá tampoco un programa a seguir, sino una serie de propuestas utópicas y también interesadas, para crear una "sociedad perfecta" sustentada en el oligopolio de corporaciones sobre la propiedad y la prestación de servicios. --Eso no es comunismo, es feudalismo, combinado con un totalitarismo que garantice ese acamparamiento de la riqueza y la reducción de las personas a meros trabajadores y consumidores, como los siervos medievales.-- Va a fracasar.
Lo que sí, todo esto muestra el proceso de decadencia y descomposición de las sociedades occidentales, empezando por sus élites, y sobre todo, de sus sistemas democráticos, los cuales son los que principalmente han impulsado esta caída; y es que, finalmente, de ser un sistema pensado para que el pueblo, como electorado, controlara a los gobernantes sustituyéndolos cuando no respondieran a los intereses de la gente, y que ésta eligiese representantes a fin de transformar sus exigencias en legislación, queda claro que, cuando en las sociedades del llamado Primer Mundo, se solucionaron los problemas básicos de la sociedad: trabajo, economía, educación y salud, se buscaron crear problemas y demandas a fin de mantener vivo el sistema, de lo contrario, la necesidad de cambio que justifica la realización de elecciones desaparece. Así, los partidos políticos deben crear problemas qué resolver, es decir, ofrecer soluciones equivocadas para los problemas que ellos mismos crean, como por ahí se dice, porque se trata de mantener vivos los conflictos y las divisiones en la sociedad a fin de mantener el sistema, y en pocas palabras, justificar su chamba.
Además que, por supuesto, los representantes no obedecen a sus electores, si no que más bien ellos imponen al pueblo las decisiones que arbitrariamente toman.
Ante el descrédito de la Democracia, no es de extrañar que la gente se empieza a sentir atraída por modelos alternos, que resultan atractivos por sus aparentes éxitos: en el mundo islámico, crece la idea de los regímenes religiosos y el cada vez mayor auge del Salafismo, el modelo chino de una aristocracia dirigente constituida en un partido único que ejerce un poder con puño de hierro y vigilancia total sobre la población, atrae, y ni se diga el autoritarismo unipersonal, casi zarista, de Putin, inspira a muchos.
Como podemos ver, estamos por presenciar grandes cambios.
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Fuente
EL MUNDO SEGUN YORCH: EL OCASO DE LAS DEMOCRACIAS
14 DE FEBRERO DE 2022
TOTALITARISMO DEMOCRÁTICO
Es bastante elocuente la pancarta que estos manifestantes canadienses portan al protestar sobre el Ambassador Bridge, un paso fronterizo entre su país y Estados Unidos, en el que dicen estar a favor del respeto a sus derechos constitucionales, mismos que se encuentran actualmente vulnerados por las medidas autoritarias del Gobierno encabezado por Justin Trudeau.
Éste, por su parte, aduce que la Democracia se encuentra en peligro por las manifestaciones que se han desatado por parte del gremio de transportistas en el país de la hoja de maple, a los que califica, poco menos de terroristas, violentos y poseedores de todas las fobias habidas y por haber, rehusándose, hasta el momento, de entablar un diálogo con ellos. La realidad, es que la forma en que el Primer Ministro Canadiense, así como algunas autoridades locales, como el Gobernador o Premier de la Provincia de Ontario, abordan, descalifican y buscan reventar el movimiento, no tiene nada de democrática, y sí, resulta muy propia o parecida a las maneras en que ciertos dictadores tropicales reaccionaron cuando comenzaron a sentir que los movimientos opositores estaban ya haciendo temblar los cimientos de sus regímenes, un poco como lo hizo el ridículo megalómano Manuel Estrada Cabrera en Guatemala, en 1920. Tal parece que Trudeau no puede evitar dar la razón a quienes le atribuyen orígenes bananeros y se comporta de la misma forma.
De igual manera, este 14 de febrero, Trudeau ha decretado el Estado de Emergencia, aplicando la Legislación al respecto, (la Emergencies Act de 1985) con la que gobernará por decreto --Esta Ley, sin embargo, plantea que su aplicación será por el Gobernador General en Consejo, pero como dicho puesto es meramente ceremonial, y el Consejo es presidido por el Primer Ministro, es claro que éste es quien y se lanzará directamente, a la represión más cruda y dura contra los manifestantes, y de manera muy cínica, declara que no va a afectar derechos fundamentales, ni a afectar propiedad ni la privacidad de las personas, cuando se encuentra decretando la suspensión de Garantías, lo que implica que en adelante, el Ejecutivo canadiense podrá asegurar cuentas bancarias, decomisar fondos y bienes, hacer aprehensiones y catear casas sin necesidad de autorización judicial, (basta leer su artículo 19) puesto que está aplicando una Ley prevista para casos de emergencia nacional, tendrá amplia libertad de acción para aplastar a todos los opositores a su Gobierno y dictados...
En cierta forma, pareciera que Canadá se encuentra viviendo su "momento Weimar", y que las protestas de los camioneros resultan ser el incendio del Reichstag que Trudeau estaba esperando para consolidar su dictadura personal. Esto recuerda un tanto lo hecho por su padre --dejémoslo por la versión oficial por el momento-- en 1970, con la llamada Crisis de Octubre provocada por el movimiento separatista de Quebec, quien igualmente decretó el estado de emergencia, implementando la entonces vigente War Measures Act, Ley que fue implementada en 1914 al iniciar la Primera Guerra Mundial, en la que Canadá participó, todavía como una semi-colonia parte del Imperio Británico. Como se ha denunciado, se sospecha que el terrorismo independentista, patrocinado por el gran amigo de Trudeau Sr.: Fidel Castro, en realidad sirvió para que el francocanadiense se quitara de encima a sus rivales políticos coetáneos y consolidar su poder personal hasta 1985, en que al fin se retiró del Ministerio. En Canadá, se recuerda una entrevista que le hicieron al entonces Premier y que, desafiante, al ser cuestionado por un reportero sobre hasta donde pensaba llegar con la aplicación del Estado de Emergencia, mismo que se implementaba, no tanto por seguridad de los ciudadanos, sino de la Clase Política canadiense, contestó: Just watch me, (sólo véanme) de una manera intimidante.
Ahora, Trudeau califica como terroristas a manifestantes pacíficos, a los que también ha calificado de racistas, pese a que las protestas han unido a todas las etnias que habitan en Canadá, incluso a inmigrantes, credos y procedencias; con esto, como lo dice Tucker Carlson, ha quedado clara la vocación totalitaria, dictatorial del Primer Ministro, con lo que se parece un poco a su padre Pierre Elliot, pero se parece todavía más a su alegado progenitor biológico cubano, y aún resulta peor.
Las políticas de ideología de género, feminismo, "lenguaje inclusivo", ecologismo y demás que Trudeau y otros de su ralea han implementado desde el poder se explican, no por su genuina preocupación por grupos supuestamente oprimidos, ni tampoco por una conspiración para hacer real el mundo distópico de Aldous Huxley, sino por que son medidas que les brindan un poder total: sobre lo que se piensa y cómo se habla, se controlan las palabras como lo señalaba George Orwell, si controlas el lenguaje, controlas el pensamiento y logras el sometimiento absoluto de las personas. Esa es la realidad, pero eso no se quiere aceptar; para los políticos, es su sueño dorado.
Como lo he dicho en los posts anteriores, y lo conversábamos mi maestro, el Dr. Ortiz y yo en el último vídeo, los sistemas democráticos occidentales se están derrumbando desde dentro, y en mucho, esto tiene que ver con el propio carácter utópico de la Democracia, ya sea la vigente en los tiempos clásicos griegos o en la Representativa, implantada en el Mundo Occidental desde la Ilustración y Revolución Francesa, hasta nuestros días. La Pandemia, lo que ha logrado, es acelerar el divorcio entre las Oligarquías o "élites" que se hicieron con el poder en los Estados Democráticos Occidentales, y el "pueblo llano", y la búsqueda de las primeras por lograr el poder absoluto sobre los segundos.
Y es que es inevitable que en toda sociedad se formen estamentos, clases sociales o castas, si se quiere; como lo he dicho antes, las Revoluciones de Independencia en EUA y la Francesa eliminaron el Viejo Régimen y quitaron el poder a la nobleza de origen feudal cuya riqueza y poder radicaba en el control de la tierra, pero aupó al poder a los dueños del capital industrial y financiero, que se convirtieron en la clase dominante; y no solo eso, la Nobleza era la clase gobernante, en su sustitución, se formó la clase de los políticos profesionales, que se dedicaron exclusivamente a medrar ocupando cargos gubernamentales y a gozar como consecuencia, de una forma relativamente fácil de enriquecerse y de ostentar poder, al que convirtieron en el fin último de sus vidas, estructurándose en los partidos políticos y formando la llamada Clase Política, a la que se añadieron aquellos grupos sociales poseedores de riqueza, controladores de medios de producción o de influencia de la opinión pública que pronto formaron una simbiosis con los políticos, creando las que el sociólogo Cecil Wright Mills llamó Élites del Poder. Esto ha quedado muy caracterizado en los países anglosajones y no es de extrañar que está siendo en ellos, principalmente en aquellos que se posicionan en la periferia de la Anglosfera, como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, antes que en los nucleares: Reino Unido y Estados Unidos; (donde, sin embargo, el conflicto social está latente, y en EUA se ha traducido en el ascenso del Trumpismo, en el que el neoyorkino supo erigirse en abanderado de los marginados respecto a dichas élites) el Estado Constitucional de Derecho parece haber llegado a su límite, y por un lado, está llevando al autoritarismo, y por otro, a punto de quebrarse en un movimiento de rebelión contra las élites.
Como lo dice la youtuber y activista católica Brittany Sellner: parece que las élites odian al resto de la población y están abocadas precisamente, en la simbiosis que existe entre ellas y la Clase Política para el ejercicio del poder y sometimiento de aquellas personas que no forman parte de esos grupos dirigentes y privilegiados; como lo apuntaba Matt Walsh también, es posible ver ese doble rasero en la asistencia de celebridades a la final del campeonato de Fútbol Americano en EUA, el Super Bowl, donde se pudo ver a numerosas luminarias de Hollywood, que exigen cubrebocas y vacunación a todo el mundo campechanearse en los palcos exclusivos sin el aditamento quirúrgico cubriendo sus rostros.
La situación interna en nuestras sociedades occidentales se tensa no solamente en la Anglosfera, es claro que el pulso autoritario comenzó, primeramente, en Hispanoamérica, con el ascenso en Venezuela del Chavismo y posteriormente de todo el movimiento de Izquierda agrupado en el Foro de Sao Paulo, y en el caso mexicano, del ascenso a la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador; aunque parecen estos movimientos y caudillos ajenos totalmente a los intereses de las élites globalistas, sino es que en casos se contraponen a ellos, también es cierto que representan, como en el caso de México, el producto de clases políticas decrépitas que se resisten al cambio; es curioso cómo en México a un mandatario joven como Enrique Peña Nieto, llegó al poder un anciano anclado en los modos e ideas políticas de antaño que no son la respuesta para el contexto actual, y a la vez, intenta traer de regreso el poder presidencial omnímodo y el Gobierno corporativo.
En cierta forma, el ascenso de estos populistas de Izquierda en Hispanoamérica, a los que se une el joven Boric en Chile, se explica también como una reacción desesperada contra los globalistas, pero resultando que quizá, el remedio resulta peor que la enfermedad: basta ver el penoso caso de Pedro Castillo en Perú.
También, es cierto, el Foro Económico Mundial o Foro de Davós impulsó la llegada de "niños bonitos" al poder en diversos países, desde el mencionado Peña Nieto en México, Trudeau en Canadá, Emmanuel Macrón en Francia y Pedro Sánchez en España, lo cual no demuestra la existencia de una conspiración tipo lo dicho por los Q-Anon, de tipo satanista, comunista o extraterrestre, sino la simbiosis entre las élites financieras y multinacionales con la Clase Política de distintos países. Lo cual no ocurre en Rusia o China, donde el Gobierno se impone a los grandes empresarios, celebridades y financieros, recordándoles que sólo son gobernados, dada la especial conformación de sus estructuras sociales y el predominio incuestionable del Estado sobre el individuo en ellos.
Esto, lo repito, lo tenían claro los clásicos: por eso, Aristóteles y Polibio consideraban que la Democracia era una mala forma de gobierno, la misma, siempre desemboca en Tiranía, pasando la cual cae cuando los pueblos se hartan y restauran el sistema. La insurrección se ha extendido de Canadá a Francia, Bélgica, Australia, Nueva Zelanda y Holanda. ¿Cómo terminará? ¿Será irremediable el seguir por el camino de servidumbre trazado por las oligarquías? ¿o estamos ante el inicio de una revolución similar a la vivida entre 1989 y 1991 que concluirá con la fundación de un verdadero "Nuevo Orden Mundial" de los pueblos occidentales? El pronóstico es reservado.
El Escándalo Clinton:
La señal de que las élites han buscado mantenerse en el poder con todo en EUA queda muy claro con la alianza entre ellas y el Partido Demócrata; ahora, ha resultado que la campaña de Hillary Clinton, en 2016, espió a la campaña de Donald Trump.
A Richard Nixon, los norteamericanos lo han tratado muy mal desde el famoso caso Watergate, esto, que es algo similar, y con lo que difundieron la trama de la presunta colusión entre el candidato republicano y el Kremlin, y que prueba las prácticas fraudulentas y corruptas del "partido del burro" produce el silencio de los decadentes medios masivos que igualmente, secundan la deriva dictatorial en el país de la hoja de maple. El teatro, sin embargo, se tambalea.
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Fuente
EL MUNDO SEGUN YORCH: TOTALITARISMO DEMOCRÁTICO
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