En efecto, desde la UE se decidió desmantelar todos los sectores estratégicos, caso sangrante de la pesca gallega, a cambio de la limosnita, que luego resulta que hay que agradecerles. A cambio la única "industria" permitida para España sería el turismo.
Vaya negocio. Aunque, claro, desde Alemania, Francia y otros países realmente industrializados fue muy fácil comprar a "nuestros" políticos bananeros de turno, que tan bien defendieron los intereses de la poca industria que quedaba.