España es una nación muy, muy vieja, orgullosa y leal a sus mitos, estén justificados o no. (...)
España no es un conjunto homogéneo, caballeros. Aquí hay, reunidos desde hace cuatro siglos, reinos que fueron independientes, que todavía conservan celosamente fueros y antiguos derechos, poblados por gentes a las que tanto la Historia como la tierra sobre la que viven desde hace innumerables generaciones han endurecido, formando un conjunto de gentes de dura cerviz, belicosos y ásperos, a los que muchas centurias de guerras internas y ocho de lucha contra el Islam hicieron como son. Gentes a las que, además, una religión dura e intransigente ha ido empapando, desde tiempos remotos (...).
Todos ellos fueron grandes hombres; escrupulosos y católicos a menudo, disolutos en algunas ocasiones. Ellos, que no inclinaban la cabeza ni ante sus reyes, se humillaban sin embargo ante una hostia consagrada, ante la barba mal afeitada y las manos torpes de cualquier mísero cura de pueblo. Los hubo que murieron peleando por Dios y por sus monarcas en guerras europeas, en las Indias o en el norte de África, batiéndose contra protestantes, anglicanos, berberiscos... Fueron valientes soldados, dignos nobles y leales vasallos. Y todos, excepto los que murieron en lugares trágicos y lejanos, tuvieron a un sacerdote junto al lecho en el momento de entregar su espíritu. Como mi abuelo, como mi padre...
Arturo Pérez-Reverte. El Húsar. (Págs. 103 y 104)
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