Duque de Wellington, simpatizante del carlismo. Muy probablemente fue él, con otros nobles ingleses, los que auxiliaron a D. Carlos para escapar de sus persecutores
La aristocracia militar inglesa (que poco tenía que ver con lo que se estaba jugando en la península Ibérica) era mayoritariamente partidaria del carlismo. Viéndose que la causa miguelista estaba perdida, se organizó una reunión en Évora-Monte, reuniendo a los representantes del Duque de Bragança, los Mariscales Saldanha y Terceira, con los representantes de D. Miguel que fueron el General Azevedo y Lemos, y ante la tercería de Mr. Grant, de la Legación Británica en Lisboa. Tras acordar la evacuación de Don Miguel y parte de los suyos, Mr. Grant trató de establecer las condiciones para la evacuación de Don Carlos María Isidro de Borbón. Los diplomáticos ingleses, con Mr. Grant a la cabeza, no estaban por la labor de entregar a D. Carlos a Rodil que venía raudo y veloz a prenderlo. Los portugueses pedristas se mantuvieron neutrales. Y los portugueses miguelistas, con D. Miguel al frente, compartieron destino con el Rey de España. Los apoyos británicos a D. Carlos venían de la Cámara de los Lores y su valedor principal era el valeroso Duque de Wellington. De esta forma, nuestro Rey prófugo era puesto a salvo por la flor y nata de la nobleza militar inglesa.
Don Carlos pudo salir de Portugal en el "Donegal". Pero en Portugal quedaron muchos de sus partidarios.
UNA RUTA DE HAMBRE, SANGRE Y CAUTIVERIO: LOS PROTO-MÁRTIRES CARLISTAS EN PORTUGAL
Eran unos 900 carlistas en Portugal: contando a la tropa con la oficialidad. Noventa embarcaron con D. Carlos en el "Donegal" y otros 200 pudieron embarcar en dos pequeños navíos que zarparon a Hamburgo.
Pero más de 560 leales carlistas quedaron en tierra, todos bajo las órdenes del Coronel D. Andrés Vicente de Respaldiza, quedando en depósito, prácticamente en condición de prisioneros de los pedristas, a la espera de resolver su situación; que, tal y como había sido convenida por los ingleses, sería la evacuación. Pero sus aliados -los miguelistas- habían sido vencidos por sus enemigos y, a través de aquel país, marchaban campantes las tropas cristinas de Rodil.
Los carlistas fueron conducidos de Évora a Santarem: 120 kilómetros de distancia. A pie, descalzos, apaleados por sus guardianes. En Santarem los heridos fueron depositados en un hospital, pero el hospital sería asaltado por el populacho, envenenado por las consignas liberal-masónicas. A consecuencia de aquel atropello de la chusma, murieron muchos heridos carlistas, indefensos y debilitados.
Los que podían caminar partieron de Santarem a Torres Novas: 20 kilómetros.Y, desde Torres Novas, caminaron a Peniche: 100 kilómetros. No tenían posada en que guarecerse, teniendo que cobijarse bajo las ruinas que encontraban en su marcha. Tampoco le era facilitado ningún alimento; comían las hierbas del campo. En el trayecto fueron asaltados nuevamente por una turba de liberales, mientras cruzaban un río, y al estar indefensos muchos fueron asesinados. y heridos a placer Desde Peniche fueron conducidos a Caldas da Rainha. Llegaron unas 408 personas: 296 soldados y 112 oficiales. En la penosa marcha habían sucumbido 152 carlistas.
Agentes liberales de María Cristina, infiltrados en el Reino de Portugal, habían intoxicado al populacho portugués, animándolo a asaltar los hospitales en que habían sido alojados los heridos carlistas. La consigna era no darles cuartel, matándolos allí donde los encontrasen. Las autoridades pedristas eran cómplices de este exterminio, como así lo demuestra el luctuoso hecho verificado el día 30 de mayo, cuando -incluso en presencia de un Gobernador- las tropas de éste asesinaron a bayonetazos al carlista indefenso, el Teniente Coronel Morales.
En octubre de 1834 los carlistas fueron conducidos a Lisboa y allí fueron entregados a la legación de la Regente ilegítima María Cristina. Se pensaba llevarlos a España, pero los carlistas protestaron, reclamando que se hiciera cumplir los acuerdos firmados con los ingleses. Pero tuvieron la callada por respuesta. Se les recluyó en las bodegas de la fragata "San Pedro", mezclándolos con presos comunes y, más tarde, los llevaron a bordo de otro barco, el "Vainha",. Allí permanecieron bajo vigilancia armada, pero sin recibir alimento alguno. El oficial carlista más viejo protestaba, reclamando el cumplimiento de los tratados. Pero los cristinos se negaban a reconocer el Convenio firmado en Évora-Montes. El oficial que protestaba y 12 oficiales carlistas más fueron deportados al penal de la Isla de Terceira en las Azores, donde se les perdió la pista, muy probablemente murieron en aquellas condiciones infrahumanas.
El resto de carlistas supervivientes de este cautiverio inhumano fue encarcelado en los insalubres Pontones del puerto lisboeta, donde el destino no fue más feliz que el de los deportados a las Azores.
BIBLIOGRAFÍA:
"
La Expedición Rodil y las legiones extranjeras en la 1ª Guerra Carlista", D. Gonzalo de Porras y Rodríguez de León, Ministerio de Defensa, año 2004.
Marcadores