“Los Dientes del Tigre Portugués y el Hombre que Enamoró a Lady Edwina” (6)
by jaime • 27/11/2011 • Comments Offon “Los Dientes del Tigre Portugués y el Hombre que Enamoró a Lady Edwina” (6)
Somos cantores de la tierra lusitana,
traemos canciones de los aires y del mar,
vamos llenando los balcones y ventanas
de melodías del antiguo Portugal.
Oporto riega en vino rojo sus laderas,
de flores rojas va cubierto el litoral,
verde es el Tajo, verdes son sus dos riberas,
los dos colores de la enseña nacional.
¿Por qué tu tierra toda es un encanto?
¿Por qué, por qué, se maravilla quién te ve?
¡Ay Portugal! ¿Por qué te quiero tanto?
¿Por qué, por qué te envidian todos? ¡Ay! ¿por qué?
(“Estudiantina Portuguesa“, fado-marchiña de la “La Hechicera en Palacio“,
musica de José Padilla y letra de Arturo Rigel y Francisco Ramos de Castro.
Revista estrenada en el Teatro Alcázar de Madrid, 1950)
La potente Emissora de Goa era la radio que todos escuchaban en el Estado Portugués de la India. Sus fados y marchiñas alcanzaban Persia, Arabia y el Africa Oriental. El 18 de Diciembre de 1961 la radiodifusora desapareció de las ondas. También se interrumpieron las comunicaciones de la cañonera Afonso de Albuquerque con Lisboa. La voz de Portugal en el Oriente calló, repentinamente, para siempre. Mas todavía hay quien jura haber captado programas, emitidos hace más de medio siglo, donde un eco fantasmal entonaba el “Cadiza za?za?za” en la banda de 13m y frecuencia de 21.580 kilociclos/seg. Dicen que son las ánimas de quienes cayeron en el bombardeo de la emisora en Dabolim, o a bordo de la vieja cañonera, penando en esa antigua frecuencia por los males incurables de la patria.
Desde la madrugada del lunes 18 de Diciembre la prensa portuguesa dejó de tener fuentes fidedignas sobre lo que estaba sucediendo en sus Indias Orientales. Todas las informaciones pasaron a estar controladas por la Unión India. Es entonces cuando los periódicos lusos se avienen a transmitir el mensaje de “resistencia hasta la muerte” que el Gobierno quiere difundir.
El 19 de Diciembre el “Diário de Notícias” fabula una heroica resistencia en Pangim, “que se habría prolongado durante ocho horas, mientras incesantes bombardeos arrasaban las instalaciones del puerto de Mormugão“. “O Século”, por su parte, imagina violentos enfrentamientos en Pondá que causan gran número de baja en ambos bandos, y permiten hacer prisioneros indios. Sin embargo Gordon Martin, corresponsal de la Agencia Reuters, deja claro que “a primeras horas de hoy, día 19, tropas del ejército hindú han atravesado el río Mandovi y entrado en Pangim, la capital de Goa“. El Embajador de Portugal en Washington, Dr. Pedro Teotónio Pereira, que debía tener otras fuentes de información, envía un desmentido a la prensa negando que “el Gobierno y las fuerzas militares de Goa hayan dejado de oponer resistencia“. El periódico “O Século”, el eterno rival del “Díario de Notícias”, se lleva la palma en desfigurar la realidad. El 19 de Diciembre publica en primera plana la noticia del “hundimiento glorioso del ?aviso-cañonera NRP Afonso de Albuquerque con toda su tripulación” cuando, en realidad, el barco ha conseguido encallar tras el combate y los sobrevivientes han sido capturados. Aunque ya se sabía que el Gobernador-General Vassalo e Silva había firmado a las 14:00h la rendición de las tropas portuguesas ante el General en Jefe de las fuerzas hindúes, K.P. Candeth, el matutino lisboeta asegura que una comunicación por radio captada a las 15:00h confirmaba que “se continuaba luchando encarnizadamente para defender Pangim“. El 20 de Diciembre el periódico se hace eco del comunicado de la Embajada de Portugal en París que anuncia “centenares de muertos entre la población civil y los militares“. El 21 de Diciembre “O Século” renuncia a cualquier objetividad al informar de que “en el puerto de Mormugão, tras haber hundido sus barcazas de desembarco, los portugueses han rechazado en combate cuerpo a cuerpo a los marinos hindúes que intentaban desembarcar“. Todavía una semana después del inicio de la “Operación Vijay” sus periodistas pensaban que grupos de guerrilleros continuaban luchando contra los invasores. El 30 de Diciembre el diario divulga una nota del Gabinete del Ministerio del Ejército publicando a toda plana el sensacionalista titular: “¿1.018 bajas militares?” (cfr. “Os Jornais e a Invasåo de Goa”, <DN->, 2009 Dez. 16, Valentino Viega, recogido en historia@blogspot.com).
No es de extrañar que, en España, las noticias sobre el derrumbe del Estado Português da Índia fueran confusas. No existía libertad informativa y todas las emisoras debían transmitir a determinadas horas un marcial y escueto “Diario Hablado de Radio Nacional de España“. Yo esperaba esos momentos con ansiedad, aferrado a un pequeño transistor Zenith. Nada más confirmarse la capitulación del Gobernador-General de la India Portuguesa el hijo de un catedrático de la Universidad Complutense telefoneó a un amigo común invitándolo a participar en una manifestación contra la agresión perpetrada por el Primer Ministro Nehru. Este, a su vez, me invitó a mí. Acepté de inmediato, a sabiendas de que era ilegal manifestarse, y quedamos citados a las nueve de la mañana del día siguiente, víspera de Navidad, frente a la iglesia madrileña de San Francisco el Grande, en los aledaños de la Embajada de la Unión India. No deja de tener cierta gracia el que, al paso de los años, ambos amigos convocantes, llegaran a ser médicos ilustres en Cantabria.
Acudimos a la cita una treintena de estudiantes universitarios, varones todos. Lucía el sol y la temperatura era primaveral para unas navidades madrileñas. Cuando estuvimos todos, el cabecilla de la manifestación, un muchacho alto y enjuto con aire de gentilhombre, enarboló la bandera portuguesa que ocultaba bajo un abrigo azul Loden Steinbock, claramente superior a las imitaciones baratas de la prenda austríaca que hacían furor aquel año, y echó a andar en dirección a la embajada enseña en alto. Le seguimos sin prisa, deshilvanados, por calles desiertas. Un grupillo de cuatro o cinco desplegó un par de pancartas de regular tamaño. No era día de madrugar y en la mayoría de las casas las persianas permanecían bajadas. La embajada ocupaba un primer piso, poco alto, en un chaflán con balconcillo del exquisito barrio que delimitan la Plaza de Cibeles, la Puerta de Alcalá, la vieja Escuela de Ingenieros de Caminos del Retiro y el antiguo Ministerio de Fomento. Una negra berlina SEAT 1400, sin ningún distintivo especial, surgió de una bocacalle y se detuvo ante nuestro grupo. El conductor del vehículo desmontó y sin identificarse preguntó con voz aburrida: “¿Sóis los de la manifestación?“. El muchacho alto y elegante de la bandera, avanzó hasta él y le entregó su carnet de identidad. El policía tomó el documento y a medida que leía iba moviendo la cabeza con gesto de aprobación. Se lo devolvió respetuosamente y dijo con paternalismo: “Todavía tengo que ir a comprar unas naranjas para esta noche, porque si no mi mujer me mata. Tenéis casi una hora. Si después de ese tiempo encuentro a alguno de vosotros por aquí no me va a quedar más remedio que arrestarlo ¿Está claro?“. Asentimos unánimente y el presunto comisario volvió a subir al automóvil y arrancó en dirección a la cuesta de Moyano.
La representación diplomática de la India se hallaba cerrada. No sólo por ser domingo y día de Nochebuena. En realidad únicamente abría al público ciertos días. Aunque España se apresuró a nombrar embajador en Nueva Delhi en 1956 la India se tomó las cosas con calma. En 1958 añadieron a las funciones de su Alto Comisario en Londres las de Embajador ante España, dejando la legación en manos de un oscuro Encargado de Negocios. Las relaciones mutuas eran frías por ser la India hostil al franquismo, opuesta a los confettis coloniales españoles y nada amiga del Pacto Ibérico. Además de otras razones, la aproximación política al Pakistán, país del cual importaba España importantes partidas de yute tampoco favorecía una gran cordialidad bilateral.
Cuando llegamos a la sede de la Embajada montamos una trapatiesta que despertó al vecindario. Algunas mujeres salieron en camisón a los balcones y contemplaban atónitas las pancartas, la bandera y las alharacas del grupo. Mientras un par de manifestantes intentaba desprender la placa colocada a la entrada del inmueble, otros tres o cuatro treparon por la fachada hasta el balcón. Desde la calle vimos a dos mocetones arrancar el pesado escudo de bronce con los leones de Samath, emblema de la Unión India, y arrojarlo por encima de la balaustrada. Un individuo que había penetrado en el interior de la Embajada arrojaba, enloquecido, tinteros y objetos de escritorio a las paredes. Otro de los manifestantes se colgó del mástil que sobrevolaba el balcón -no tenía bandera- hasta quebrarlo, aterrizando, nada airoso pero indemne, sobre un montón de abrigos apresuradamente colocados en la acera para amortiguar su caída. Cuando aparecieron los primeros vehículos de la Policia Armada -los temidos “grises”- lo hicieron con el cambio de velocidades en la primera marcha. Corrí tras el amigo que me invitó a la manifestación seguidos, con bastante desgana, por varios “grises”. Desembocamos en el Paseo de Alfonso XII donde se nos aproximó un Renault “Dauphine” que abrió las puertas traseras para que entrásemos al automóvil. Cuando lo hicimos el pasaje sumó siete personas. Un record para un coche que difícilmente podía llevar cinco. Al volante, satisfecho, el joven elegante del Loden azul nos saludó con un británico: “¿Dónde os dejo?“.
A miles de kilómetros de allí comenzaba el viacrucis de los 3.306 prisioneros de guerra portugueses. Oliveira Salazar, encolerizado al ver que sus órdenes para hacer de Goa otra Numancia habían sido desobedecidas, estigmatizó como traidores a los supervivientes, desentendiéndose totalmente de ellos. La exasperación de la India llegó al punto de ofrecer liberar a cuantos prisioneros pudieran pagarse el viaje de regreso a Portugal. La repatriación oficial de quienes no eran “ni muertos ni héroes“, comenzó por fin el 2 de Mayo de 1962. Los defensores de la India Portuguesa fueron recibidos a punta de pistola en Lisboa como desleales al “Estado Novo”. Numerosos oficiales serían expulsados del Ejército por una irregular Comisión de Investigación Militar. En cuanto al ex-Gobernador-General Vassalo e Silva, fué apartado del Ejército sin juicio y obligado a partir al exilio.
El 25 de Diciembre de 1961, escasamente un día después de haber sido asaltada la embajada de la India en Madrid, la prensa y radio portuguesas ya estaban haciéndose eco de lo sucedido. Los periódicos rivales “Diário de Notícias” y “O Século”, los más leídos del país vecino, transmitían la noticia a sus lectores con alguna diferencia de matiz:
El lisboeta “Diário de Notícias” destacaba la noticia en primera plana, a dos columnas, con llamativos titulares en rojo y negro: “Pisada y quemada en Madrid la bandera de la Unión India tras ser arrancada del edificio de la Embajada en el curso de una manifestación de estudiantes españoles que gritaban ¡Viva Goa portuguesa!”. Madrid, 24. (del corresponsal del <Diário de Noticias>). Un numeroso grupo de estudiantes universitarios de distintas filiaciones políticas se reunieron hoy frente a la Embajada de la Unión India en esta ciudad, en una vibrante manifestación de protesta por la agresión hindú a Goa, Damán y Diú. Los estudiantes, que llevaban una bandera de Portugal, gritaban: “¡Abajo Nehru!” y “¡Viva Goa portuguesa!”. En un momento dado los manifestantes avanzaron hacia la fachada del edificio y algunos de ellos lograron izarse, desde el exterior, hasta el piso en el cual se encontraban los emblemas de la Embajada, arrancando el letrero y partiendo el mástil donde ondeaba la bandera de la Unión India. Después, arrojándola al suelo, la pisotearon y la quemaron. Además, los estudiantes arrancaron otra placa de bronce antes de que un furgón policial, llamado por los funcionarios hindúes, apareciese ante el local. Las fuerzas del orden dispersaron pacíficamente, sin que se registraran incidentes, a la manifestación, que duró cerca de media hora y en la cual participaron, entre otros, los hijos del Rector Magnífico de la Universidad, Royo Villanova, el hijo de Serrano Súñer y muchos otros estudiantes pertenecientes a las más destacadas familias madrileñas. (E.)
En cambio, el desaparecido diario “O Século”, recogía la noticia con menos sensacionalismo del habitual en su redacción, e incluso citaba a una fuente hindú: “Con gritos de ¡Viva Portugal! y ¡Muera Nehru! estudiantes españoles atacan la Embajada de la Unión India en Madrid”. Madrid, 24. Cerca de medio centenar de estudiantes españoles, enarbolando una enseña portuguesa, atacaron la Embajada de la Unión India en Madrid rompiendo el mástil de la bandera, que arrancaron, mancillándola e incendiándola al grito de <¡Viva Portugal!> y <¡Muera Nehru!>. Algunos de ellos consiguieron trepar hasta el lugar de la fachada del edificio donde estaban colocados los emblemas hindúes, arrancando el letrero de bronze. Los manifestantes fueron dispersados enseguida sin mayores incidentes. M.K. Khisha, Encargado de Negocios interino de la Unión India manifestó a la Agencia Reuters que “alrededor de veinticinco estudiantes se reunieron ante la Embajada y arrancaron el mástil de la bandera. Sin embargo, según las declaraciones de Khisha, la bandera no habia sido izada porque la Embajada estaba cerrada y, salvo un mensajero, no había nadie dentro”. (ANI-F. P.-R.).
Puesto que no hubo periodistas en el ataque a la Embajada de la Unión India, alguién debió informar a la prensa portuguesa de cuanto sucedió en Madrid en ese mismo día. El “Diário de Notícias”, con un regusto a “ecos de sociedad”, precisa que entre los asistentes a aquella olvidada “manifa” se hallaba un selecto grupo de “las más destacadas familias madrileñas” entre los cuales cita a “los hijos” de dos personalidades políticas e intelectuales de la época: el Prof. Royo Villanova, Rector Magnífico de la Universidad de Madrid, y el ex-ministro de Asuntos Exteriores Serrano Súñer, cuñado del General Franco. Únicamente recuerdo al primogénito del rector, Alejandro Royo-Villanova y Payá, años después miembro destacado de UCD y senador por Valladolid. El habría sido uno de los organizadores de la manifestación. En cambio, no hago memoria de que hubiese estado con nosotros ninguno de los hijos de Ramón Serrano Súñer.
La breve algarada ante la Embajada de la Unión India en Madrid el 24 de Diciembre de 1961 fué un “incidente” mínimo si no –como comentan algunos de los alborotadores con quienes aún mantengo contacto– una acción “cutre”. Aún así, resultó políticamente rentable, una vez “maquillada” de solidaridad de las élites españolas con Portugal. No creo que “Diário de Notícias” sacara a relucir el apellido Serrano Súñer gratuitamente. El ex-ministro y cuñado de Franco adquirió cierta visibilidad política en aquellos días, demostrando sobrada capacidad para abandonar a voluntad el retiro político que se le atribuía, dando su apoyo a Portugal en la coyuntura de Goa. Tenía tras de sí a un pequeño imperio mediático al haber fundado la Agencia Efe en 1939, y ser el único propietario particular de una emisora de radio ?Radio Intercontinental-, poseyendo derechos sobre otra frecuencia radiofónica. Mantenía, además, una gran sintonía intelectual con Oliveira Salazar, fruto de la admiración que ambos se profesaban.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial la figura de Ramón Serrano Súñer era tan poco grata para los gobernantes portugueses como los mapas falangistas donde Portugal aparecía sin frontera separándolo de España. El historiador Paul Preston asegura que mientras Serrano Súñer fué ministro mantuvo en su agenda la anexión de Portugal. Pero las cosas cambiarían a partir del encuentro hispano-portugués en Sevilla, el 12 de Febrero de 1942, donde Oliveira Salazar y Teotónio Pereira –embajador en Madrid y artífice del Pacto Ibérico– se reunieron en “petit comité” con el General Franco, Serrano Súñer y Nicolás Franco. Según Teotónio Pereira, Serraño Súñer fué cautivado por “la sinceridad, sencillez, transparencia, valentía moral y cortesía, honradez y firmes convicciones” de Salazar (“Pedro Teotónio Pereira, Embaixador Português em Espanha durante as Guerras“, Estudos em Homenagem a Luís António de Oliveira Ramos pp. 429?440, Faculdade de Letras da Universidade do Porto, por Manuel Braga Cruz, 2004). Sea como fuere, Oliveira Salazar y Serrano Súñer sellaron en aquella cumbre una duradera y estrecha amistad. Se diría que también Serrano Súñer se había rendido al lusitano “Hechizo del Imperio”.
Entre aquella treintena de estudiantes “iberistas” no hubo ningún falangista. En 1961 comenzaban a ser un anacronismo. Estábamos, sobre todo, los hijos de una emergente clase media de profesionales liberales que, deseando ver llegar la democracia a España, aún creía posible igualar las colonias europeas con sus metrópolis, librándolas de las fábricas de miseria que eran la Unión Soviética y el emergente “bloque afroasiático” de naciones. El nuestro era otro anacronismo, pero con ribetes de utopía. Empero, las colonizaciones han demostrado ser intrínsecamente malas. Tanto así que a veces hasta el comunismo ha resultado un mal menor. Pero yo no pediría perdón por nuestras ideas de entonces. Puede que cuarenta años más de colonización europea hubiesen podido salvar a muchas naciones de sí mismas.
FIN DE LA SEXTA ENTREGA
(CONTINUARÁ)
“Los Dientes del Tigre Portugués y el Hombre que Enamoró a Lady Edwina†(6)
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