Bisontes en pie de guerra

ÁLVARO SAN MIGUEL / J.G. CALERO

La polémica está servida: afirman que la cueva de Altxerri cobija las pinturas más antiguas de Europa (39.000 años)

Universidad de Cantabria


Una pintura rupestre de la cueva guipuzcoana de Altxerri


La polémica está servida. Un equipo de la Universidad de Cantabria, con colaboración de investigadores de las de Burgos y Toulouse acaba de publicar un interesante artículo en la prestigiosa «Journal of Human Evolution». En él se data unas pinturas de la cueva guipuzcoana de Altxerri en 39.000 y se asegura que son las más antiguas de Europa. El problema es que esa última afirmación no parece tan absoluta. La batalla por el primer trazo artístico del Sapiens europeo no tiene ganador claro todavía.
Los Homo Sapiens Sapiens llegaron al Cantábrico, hace unos 40.000 años. Los célebres y hermosos bisontes de Altamira tenían, según las dataciones clásicas, unos 14.500 años de antigüedad. Sin embargo, recientes investigaciones han abierto nuevos interrogantes sobre el origen del arte rupestre. En la publicación referida, Aitor Ruiz Redondo y César González Sainz defienden que el Homo Sapiens era capaz de pintar complejas figuras animales poco después de llegar a la cornisa Cantábrica.
Afirman haber encontrado en la cueva guipuzcoana de Altxerri B las pinturas más antiguas datadas con carbono 14 en Europa (39.000 años). La cuestión es que se han datado «por contexto», es decir, no analizando las pinturas en sí sino restos óseos hallados junto a ellas. ¿Puede concluirse que los llevó allí el autor de las pinturas? Para algunos investigadores resulta difícil.
Desconfianza

Por ejemplo, hace un año se fecharon muestras pictóricas de Altamira en 36.000 años (varios trazos curvos paralelos) y otras de El Castillo en 41.000 años (en concreto, un disco rojo). Aitor Ruiz Redondo asegura que el método de datación utilizado en esos trabajos, el del uranio-torio, no tiene la confianza absoluta de la comunidad científica y defiende el utilizado ahora en Altxerri, el radiocarbono o carbono 14, que para otros paleontólogos también tiene sus peligros.
Este joven doctorando del Instituto de Investigaciones Prehistóricas de la UC, y su director de tesis, César González Sainz, decidieron «redescubrir» Altxerri, una de las cuevas del norte de España declaradas Patrimonio de la Humanidad.
«Encontramos más de 30 unidades gráficas. Entre ellas, además de un bisonte, había un león y un oso que ofrecían paralelos estilísticos con otras cuevas muy antiguas, como Chauvet, en Francia», explica Ruiz Redondo.
Los métodos directos

Como estas figuras, las más antiguas, no fueron pintadas con material orgánico (madera quemada o tiznada, que permite usar el carbono 14) los investigadores decidieron datarlas analizando el contexto. En concreto, un resto óseo quemado, que ha sido datado en 39.000 años por ese método.
El problema de las pinturas inorgánicas, hechas de hematite, ocre u óxido, es que no reaccionan al carbono y por eso se suelen datar analizando las costras de calcita que las cubren, gracias al uranio-torio. En este caso, el pigmento tras la costra es al menos tan antiguo como la calcita.
El contexto

La solución para estos investigadores fue relacionar lo que llaman el contexto (objetos hallados junto a las pinturas) con el arte parietal: «No había sedimentación y los materiales –huesos de fauna, carbones, etc.– estaban en superficie. Justo al pie de las pinturas había muestras datables y, entre ellas, manchas de ocre que se producen en el momento de pintar. Las manchas nos permitieron asociar directamente las pinturas a los huesos del suelo –afirma Aitor Ruiz Redondo–. Se mandaron las muestras y nos llegaron unos resultados bastante buenos –es decir, con poca desviación típica– que rondaban los 39.000 años».
Se da la circunstancia de que César González Sainz, primer firmante del artículo, también es responsable de la datación directa realizada en El Castillo y publicada nada menos por «Nature». Tal vez por ello se muestra más prudente este catedrático.
González Sainz, afirma que el hallazgo abre una variante distinta para la actividad gráfica del Auriñaciense. «El arte que conocíamos para esas etapas más antiguas era bastante sencillo, pero esto es diferente: más complejo, tanto desde el punto de vista iconográfico como desde el técnico y compositivo. Es importante porque define un nuevo tipo de arte para esas etapas (del Paleolítico Superior) en la cornisa Cantábrica que no teníamos antes, con una cierta complejidad técnica y una iconografía animal especial, con representación de carnívoros, y bisontes distintos a los del resto del Paleolítico Superior». No obstante, González Sainz se muestra humilde: «Es una aportación importante, pero tampoco es un antes y un después».




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