En busca de la ciudad perdida de Lauro
Las excavaciones evidencian que el poblado ibero de Samalús (Barcelona) es la población que acuñaba moneda y producía vinos muy apreciados en Roma
Una de las puertas de entrada al yacimiento de Samalús, la antigua Lauro. / MARC GUÀRDIAFuente: JOSÉ ÁNGEL MONTAÑÉS > Barcelona | EL PAÍS
10 de agosto de 2016
No es necesario realizar expediciones al otro lado del mundo en busca de ciudades perdidas de las que solo se tienen escasas noticias y unos cuantos restos. Aquí mismo, en el Vallès Oriental (Barcelona), en un pequeño monte de las primeras estribaciones del macizo del Montseny de algo más de 600 metros de altura, protegida bajo enormes pinos y ensortijadas encinas, ha permanecido una escondida durante siglos. Es la ciudad ibérica de Lauro, famosa por acuñar monedas de las que se han localizado más de un centenar de ejemplares en las que siempre aparece un joven imberbe de pelo ensortijado en el anverso y un jinete que porta una palma, como signo de victoria, en el reverso. También por sus vinos, los únicos de la Laietania —la zona ibérica en la que se localiza esta ciudad—, que se salvaron de las críticas del exquisito paladar romano. “En las Hispanias los vinos lacetanos son famosos por su abundancia, y los tarraconenses y lauronenses por su selecta calidad”, escribió Plinio el Viejo en su Historia Natural.
Perímetro amurallado del yacimiento de Samalús (Vallès Oriental)
Para el joven arqueólogo Marc Guàrdia no hay duda de que los restos que coronan el Puig del Castell de Samalús se corresponden con este oppidum que estuvo habitado entre los siglos V y I antes de Cristo, tras dirigir ya seis campañas de excavación en el poblado, la última el pasado mes de julio. En las primeras consiguió delimitar el perímetro de la muralla, un cinturón de más de un kilómetro de longitud, dos metros de ancho y, en algunos tramos que se han conservado, casi tres metros de altura. Toda construida con enormes piedras, algunas ciclópeas. Las últimas excavaciones se han centrado en excavar una de las dos puertas de acceso al recinto y dos de las siete torres localizadas hasta ahora, todas en el sector de Levante del yacimiento, que dan idea del empeño de sus habitantes de sentirse protegidos. El recinto amurallado delimita un área de cuatro hectáreas, algo así como cuatro campos de fútbol, que acogería las viviendas y los edificios de representación, como templos y santuarios, de los que, por ahora, no se han localizado ninguno. Los trabajos han permitido saber que solo Burriac, considerado la capital de la Laietania supera en dimensión a Lauro y que la muralla no tiene parangón en toda esta zona. Solo Ullastret, en Girona, presenta un cinturón similar.
Una de las monedas acuñadas en Lauro.La visita al yacimiento, después de subir 45 minutos andando, deja patente como la naturaleza se ha aliado con los restos. “El bosque la ha protegido”, asegura Guàrdia, que reconoce que la espesura del arbolado también complica, y mucho, los trabajos. Da la sensación de que el tiempo se ha detenido en este lugar desde el que se divisa gran parte del Vallés, e incluso el mar, y que de un momento a otro puede aparecer un ibero equipado con su escudo y su falcata dispuesto a defender el poblado y los suyos del enemigo. Pero no. Los únicos que pueden sorprendernos son animales como lo jabalíes, que desde hace siglos campan a sus anchas.
Guàrdia explica que él no encontró el yacimiento, fue al revés. Curtido en excavaciones sabía que un monte llamado “Puig del Castell” tenía todos los números de conservar restos arqueológicos, pero nunca pensaba que pertenecieran a la desaparecida Lauro. “A mitad de los años 50 Josep Estrada menciona que ha localizado restos cerámicos ibéricos y ‘amontonamientos de piedras’, pero no vio la magnitud del asentamiento ni la contundente muralla, algo que se ha mantenido cincuenta años más en los que nadie lo había investigado”, explica el arqueólogo.
Trabajos en el interior de una de las torres de la muralla de Samalús. MARC GUÀRDIA
Guàrdia ha revisado todas las monedas (117 acuñadas a partir del siglo II a. C. hasta el año 90 a. C.) que llevan la leyenda Lauro y ha comprobado que su presencia es más intensa en el Vallès (el 76% del total se encuentran a un radio menor de 30 kilómetros del yacimiento). Está, además, el tesoro de Cànoves, una localidad situada a tres kilómetros del yacimiento formado por 41 monedas que se ocultaron para preservarlas. Del total, 21 aparecen con la inscripción Lauro. Tras revisar las inscripciones, los tituli picti, de las ánforas en las que se transportaba el vino en las que aparece en nombre latino de Lauro ha podido comprobar cómo muchas fueron creadas en centros de producción laietanos. Otro dato que ha permitido adscribir el yacimiento a la antigua ciudad son los nombres ya que Lauro es la correlación toponímica con Llerona, localidad situada en el llano, apenas a 5 kilómetros de distancia del yacimiento.
La torre seis de la muralla de Samalús, una vez escavada. MARC GUÀRDIA“Los últimos trabajos que trataban sobre la ubicación de esta ceca comenzaban a desplazar su localización fuera del Vallès Oriental, porque faltaba un yacimiento de entidad en esta zona, pero ya ha aparecido”, prosigue Guàrdia, que ha presentado sus primeros trabajos en varios congresos y está empeñado en que el yacimiento se conozca. El año pasado se recuperó un antiguo camino de carboneros que conduce al yacimiento y se colocaron paneles indicativos que explican las características del asentamiento y así abrirlo al público. Y este año, el primer fin de semana de octubre, Lauro participará por primera vez en la Ruta dels Ibers, la iniciativa del Museo de Arqueologia de Cataluña para visitar los principales yacimientos catalanes ibéricos.
El trabajo se antoja ingente. Las excavaciones, siempre lentas, y acompañadas de un periodo de estudios de los materiales y de las estructuras irán arrojando luz sobre la vida de estos iberos. Ya se ha podido determinar que hubo vida a partir del siglo V antes de Cristo y que cuando llegaron los romanos, en el siglo II a. C. el poblado, a diferencia de lo que ocurrió en muchos otros tras la II Guerra Púnica, no fue arrasado. “Sabemos que la muralla en el siglo II a. C. fue reconstruida y, al menos, una de las torres, fue reocupada en esta fase, por lo que la vida continuó y no de forma residual”. De este momento es, además, la villa romana de Can Martí, situada en el llano a 200 metros del Puig del Castell que intensificó la producción y exportación de vino. Por fin, en el siglo I a. C., el poblado fue abandonado. Hasta ahora, que comienza a recibir las primeras visitas.
¿TRICAPITALIDAD DE LA LAIETANIA?
Que nadie es asuste. La capitalidad de la Laietania no está en peligro. Nadie discute el poderío de Burriac, el yacimiento situado entre Mataró y Cabrera de Mar que controlaba el comercio marítimo. Lo que pasa es que pese a sus diez hectáreas de extensión no son visitables casi ninguna de sus estructuras. Lo mismo le pasa al yacimiento barcelonés de Barkeno, el enorme poblado ibérico que controlaba el comercio en la desembocadura del Llobregat, situado a los pies de la montaña de Montjuïc. Del yacimiento solo se conocen dos monedas y un conjunto de enormes silos, los más grandes del mundo ibérico catalán, que dejan patente el poder de los iberos que vivían en este oppida. Tanto que ha llevado a los especialistas a plantear una bicapitalidad ibera de los layetanos. El tercero en discordia será, a partir de ahora, el yacimiento de Samalús, con sus cuatro hectáreas y su potente y complejo sistema defensivo.
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