El misterio de los 13 esqueletos de niños que aparecieron en una playa gallega
Un laboratorio de Miami ha puesto fecha a varios cuerpos hallados en un arenal de Pontevedra
Fuente: SILVIA R. PONTEVEDRA | EL PAÍS
17 de marzo de 2017
En el mismo lugar al que van algunas mujeres a finales de agosto en busca de nueve olas mágicas de agua salada, dispuestas a sumergirse en el mar en un rito ancestral (con la fe de llegar a ser madres contra viento y marea), la arena de la playa ocultó hasta octubre los esqueletos de 13 bebés. Niños de tiempos de los romanos que no llegaron a crecer. El cementerio infantil se aprieta en un lado, pero la necrópolis es mucho más grande y se extiende tierra adentro hasta donde ya han construido chalés.
Dice Rafael Rodríguez, el director del equipo de arqueólogos que los descubrió, que en la playa de A Lanzada (Sanxenxo, Pontevedra) “está enterrado medio libro de la historia de Galicia”, desde la Edad de Bronce hasta más allá de lasinvasiones vikingas y sarracenas. Es un tomo deslavazado, de hojas sueltas y desordenadas. Tan revueltas como la otra media enciclopedia que se encuentra en superficie, unos metros tierra adentro de este enclave que llaman “castro” pero es mucho más.
Los capítulos de historia contemporánea están representados sobre el suelo firme por el furor urbanístico que empezó en 1976, y por la crisis del ladrillo que lo truncó dejando a medias chalés y hoteles. En el corazón del enclave antiguo, donde se acumulan en el subsuelo y entremezcladas las hojas del primer “medio libro”, los arqueólogos trabajan desde 2010 intentando recomponer un rompecabezas que los mantiene en vilo y se desmiente y se complica cada día de excavación.
A finales de enero concluyó el trabajo de campo hasta el verano que viene. Y ahora toca buscar explicaciones en el despacho, paralelismos con otros yacimientos del mundo que arrojen algo de luz. Perseguían los restos de un monasterio, Santa María Lanceata, citado en textos medievales pero que todavía no ha aparecido. Y lo que se encontraron fue un “auténtico centro comercial”, un lugar que según Rodríguez revela que los gallegos “no se conformaban con subsistir, sino que mantenían unos contactos bestiales con todo el mundo conocido” mucho antes de la llegada de los romanos.
A Lanzada es el mundo al revés. Vestigios muy anteriores a Cristo aparecen superpuestos a otros de tiempos de los romanos, trufados con lo medieval y con delirante basura del presente, como la parabólica y la cartera presuntamente robada a un bañista que emergieron también del yacimiento.
Hace muchas décadas que se sabe que aquí, desde la línea de la costa donde se levanta una ermita y hasta lo que hoy ocupan los cimientos de los chalés, al otro lado de la carretera, hay muertos sepultados. Desde mediados del siglo XX se han recuperado en distintas campañas un centenar de cuerpos humanos de época romana, precristianos y cristianos. Muchos soterrados con su ajuar y otros torturados y maniatados con cuerdas de esparto que, gracias a las condiciones de la arena, se conservaron anudadas durante milenios.
Además, hay cientos de huesos de animales, los restos de la alimentación y la actividad de aquellos hombres. Según Rodríguez, jefe de arqueología de la Diputación de Pontevedra, el organismo responsable de las prospecciones, A Lanzada ha dado lugar a “una de las mejores colecciones de fauna de la península Ibérica”. Hay desde perros y gallinas hasta lobos, jabalíes, restos de cetáceos e incluso un alca gigante “que apareció en el contexto del siglo II antes de Cristo”.
A principios de verano, a una decena de metros de la antena abandonada emergió el esqueleto de un perro al que aún nadie ha puesto fecha. Luego, justo debajo, lo que parece un secadero de pescado que daría servicio a una factoría de salazón y salsas datada entre los siglos III y II de la era precristiana. A la siniestra, según se mira al mar, un conchero, vertedero o escombrera de la edad de Hierro. Y bajo este cúmulo de desperdicios amontonados por los habitantes de un castro (de hace más de dos milenios) en septiembre salió a la luz Cornelia. Los investigadores la bautizaron así porque ese era el nombre que “más romano sonaba” entre los mártires que se festejaban el día del hallazgo.
A la derecha, a unos 10 metros de distancia, aparecieron después los 13 bebés. Todos menores de un año. Por el estrato en el que se toparon a Cornelia, inferior al de los críos, los expertos pensaron que ella era más antigua. Para asegurarse, enviaron esquirlas de sus huesos, junto con muestras de los bebés, al laboratorio Beta Analytics de Miami. Los resultados confirmaron que los niños y niñas habían vivido su corta vida entre los siglos I y II después de Cristo, pero revelaron que Cornelia no era de tiempos de los romanos. Otra vez, A Lanzada parecía desmentirse y complicarse.
Esta mujer solo llevaba durmiendo su sueño eterno bajo la duna desde el siglo V, cuando Gallaecia se convertía en reino suevo y los gallegos empezaban a sumarse a una religión aún nueva, el Cristianismo. Su esqueleto, bien conservado, cuenta la historia de una mujer que había trabajado mucho y que murió retorcida de dolor tras un largo sufrimiento. Bastantes días después de su hallazgo, a su lado aparecieron otros dos adultos que respiraron la brisa del mar en la misma época. Los tres estaban enterrados con una orientación diferente del resto de los esqueletos exhumados en A Lanzada, sin ajuar y en cajas de madera que dejaron su impronta tatuada como una fotocopia en la arena. Entre los huesos, sobrevivían algunos clavos de hierro de los féretros.
A esta enorme y abigarrada huella de vida y muerte que es el yacimiento de A Lanzada, los arqueólogos la apodan “El Corte Inglés” por la variedad y la intensa actividad comercial que revela. Hay vestigios desde el siglo VIII antes de Cristo y han aparecido de momento unas 15.000 piezas arqueológicas, entre ellas cerámica que demuestra que “los gallegos estaban en el mundo y mantenían, al menos en A Lanzada, relaciones comerciales con el Mediterráneo antes de la llegada de los romanos”: “aquí hay ánforas de la Bética, de la Península Itálica, de Rodas, africanas, chipriotas”, explica el director de los trabajos. “Yo no paro de imaginar cómo vivirían… de pensar que esta gente vio pasar por el mar, justo aquí delante, los barcos de César”.
Una antropóloga de la Universidad de Santiago se encarga de estudiar ahora todos estos huesos, en especial los de los niños, para tratar de saber “cómo vivieron, qué comieron, de qué murieron”. No hay en Galicia filones de historia como este. La tierra ácida destruye los cuerpos, pero la arena los conserva. Mientras, los arqueólogos intentan explicar por qué la medieval Cornelia apareció enterrada bajo un conchero de la Edad de Hierro y despejar el misterio del cementerio de bebés.
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