Algunos casos de brujería isleña en la literatura popular de Cuba y Puerto Rico.
Lunes, 22 de Octubre de 2012
Roberto Cabrera
Publicado en el número 441
Las prácticas mágicas canarias han sido las únicas de origen de esta orilla en poder imponerse en Cuba y en otras áreas por la sencilla razón de que los emigrantes canarios, a diferencia de otros, han convivido con los estratos inferiores de la sociedad cubana (predominantemente negros).
No será esta la primera ocasión ni la última, en que la lectura de temas antropológicos cautiven la imaginación de un creador. Trabajos como los de Pérez Vidal, Álvarez Nazario o José Pérez Carrión tientan en sus cuadernos de campo, en muchos y singulares casos, la fuerza imaginativa, pareja en aquellos al trabajo metódico a que somete la razón especulativa.
Hemos escogido para nuestra exposición, más que la condición antropológica, una condición tropológica del tema. Nos interesan las figuras, desandar las metáforas, los tropos y las transferencias a que nos conmueve lo que presentó todos los visajes de un texto mítico, donde se mezclan a ras semidioses, fuerzas ocultas, o destrezas cósmicas.
Nuestra intervención se interesa en lo estratégico y singular, y viene reiterándose en lo que puede convertirse en la figura estilística que es el mestizaje. Conviene descreer que somos nosotros quienes pudiéramos gobernar, como cita Derridá, la metáfora que habitamos. Circulamos en ella como en una especie de automóvil. El hablante o el escritor que decimos que somos o quien crea que se sirve de metáforas (...) va sobre un vehículo que lo comprende, lo traslada y en el mismo momento en que el llamado sujeto cree que lo designa, lo gobierno como un piloto en su navío.
Nuestra metáfora tampoco aspira convertirse en estudio de casos y a pesar de la erosión progresiva que pueda sufrir su propia marca de identidad, la relectura de un breve episodio, mítico si se quiere o banal, imprime las huellas de los antiguos canarios en América y devuelve la frescura que acompañó al sentido primitivo de lo que llamaremos brujería isleña, y su mestizaje.
Mientras el mesto llaman en algunos lugares al vegetal producto de dos especies arbóreas, el término mestizo se aplica a persona nacida de padre y madre de raza diferente. Significación tremendamente amplia para constituirse en rasgo esencial de la identidad. El adjetivo criollo propuesto como recambio designó al americano descendiente de europeos, también al negro nacido en América y, ya en palabras de la etnografía victoriana, criollo es el hijo de europeos, nacido fuera de Europa.
El interés por ciertos complejos íntegros de creencias y significados marcó los intentos primeros y serios de la moderna antropología, en la medida en que aquellos pudiesen reconstruirse a partir de la literatura. A fin de cuentas, la oralidad abre una estrategia a la ciencia social. Pero el pensamiento coherente puede ser tanto simbólico como científico, y si somos razonables no someteremos el lenguaje de la poesía al mismo tipo de examen que aplicamos a una hipótesis científica. El simbolismo es esencialmente expresivo y lo que se simboliza es siempre un objeto de valor. El simbolismo de la magia, los medios de que se vale el hechicero, sus conjuros, la arcilla, las hierbas, la escoba o los animales, así como los sentimientos que se mantienen en la mente en primer plano, desembocan en el trance por el que el brujo convierte su soledad en arte y su arte en el metafórico modo en que vive.
El hallazgo de un documento, mítico en el sentido en que pueda fijar las esencias de una estructura de lo real, o una situación cósmica, opera al modo en que la raíz alimenta toda la compleja urdimbre germinal del escritor-brujo y el bosque de la escritura. El recurso de una ambivalencia de principio se extiende entre la distancia y el encuentro, entre las inusitadas posibilidades que genera al rescribirse entre la voz activa de la fantasía y el desocultamiento.
Con unos prolegómenos de estas características, a finales de los 70 me propuse la redescripción de lo esbozado en un registro de la escritora y antropóloga Lydia Cabrera en su obra El Monte, una de cuyas últimas ediciones fue impresa en Miami en 1971. Tampoco se trataba como es obvio del “documento real” del que partieron obras como la que dio pie a la redacción de Las Espiritistas de Telde de León Barreto. Su temática quedó entre manqüenques y ñáñigos concentrada en un cuento titulado “La Negra Conga” y que se publicó en un periódico local. No quisiera detenerme demasiado pero la trayectoria de Lydia Cabrera lo merece y, como apunta su antólogo y compatriota, el cubano Fernando Ortiz, comenzaría como narradora -Cuentos Negros de Cuba, 1936- para luego entregarse de lleno a la investigación de la cultura afrocubana. El anverso nos lo muestra la experiencia de aquel profesor de Antropología, Carlos Castaneda, que gracias a mezcalito -espíritu que habita en los botones de peyote- y a las enseñanzas del brujo yaqui don Juan, desentierra a su manera el espacio intocado por la cultura invasora en México, la filosofía y legado ancestral de un universo mágico y las contumaces leyes de lo psicotrópico. Quién sabe si su actitud no es homóloga a la mostrada por los conquistadores frente a los indios behíques, quienes absorbían aquel humo aromático que se eleva a los númenes en holocausto. Para el clero y los recién llegados, el tabaco era una malicia de Lucifer. Para los africanos esclavos, un divino ungüento que debidamente preparado con cenizas de arañas, alacranes, salamandras o víboras, podía emular perfectamente a los Santos Óleos del hombre blanco, y actuar como un equilibrador mecanismo de identificación con el agresor. A resultas de nuestra condición campesina se abre nuestra forma de estar en el Nuevo Mundo. Es curioso que el dificilísimo y duro arte del tabaco nos haya cobrado un prestigio que aún hoy se conserva. No sólo hábil sembrador, cultivador paciente; justiciero impulsor de la gran Rebelión de los Vegueros. Gesto tan fundacional en su campo, como pudo serlo el texto de Silvestre de Balboa en la Literatura Cubana. El tabaco, el aguardiente, el vino seco, la pólvora y el cirio quedaron unidos en su historia con la cruz, el incienso o el agua bendita. Un baño de sensualismo le estaba urgiendo a los europeos. Pronto llegaron el café de Arabia, las grandes hojas de tabaco, el cacao. El té, cultivo de Asia. Todo por el mismo tiempo.
He aquí el texto ofrecido por aquella oralidad cuando son las tradiciones, con sus complejos ritos, quienes ordenan los elementos cosmogónicos: Seco, viejo y negro el palmiche, las ramas se desprenden y caen, y el brujo dispone de una escoba igualmente dotada de grandes virtudes. Trabajada con ajo será, en Cuba, la escoba en que las brujas isleñas cabalgan por los aires. Muy temible es también la brujería de las isleñas, que vuelan como las brujas de Angola. Se dan tres palmadas en los muslos diciendo: Sin Dios ni Santa María. A la zanga no má, con ala va, con ala viene. Vuelan las isleñas, yo se lo puedo jurar. Vuelan montadas en escobas y vuelan sobre el mar. Mi abuelo era de Canarias, vino a Cuba a trabajar la tierra y compró dos o tres esclavos y una negra. Y pasó lo de siempre, que la negra amaneció en el catre del amo y empezó a darle hijos. Esa negra que era conga, de Loanda, fue mi abuela. El abuelo mío había dejado mujer legítima en Canarias y no se acordó más de ella. Una mañana mi hermanita que tenia siete años, se despertó contando que una mujer que no conocía había entrado en el cuarto y le había dicho que no se olvidara de decirle a su madre que ella había venido. Dice mi madre que aquel hombre se enfermó de miedo. Sobre todo cuando recibió carta de Canarias en que la mujer le contaba que tal noche había estado en casa, que había visto con sus propios ojos lo que pasaba y que no había querido hacerle daño a su hija, porque era una negrita muy bonita que no tenía culpa de nada. No volvió más. Por supuesto que mi abuela, la conga, sabía muy bien lo que tenía que hacer, por su parte, para que la canaria no siguiera volando.
El camino queda abierto a las conjeturas, los espacios y los comportamientos. Nos queda la sospecha de que la pérdida de poderes para volar, por lo que el texto destaca, sobreviene como en otros avatares místicos, al intento de utilizar el poder para fines personales. El deseo de forzar a las potencias de la totalidad de la mente para intereses del ego, es una maniobra desequilibrada. Simplemente se pierde el punto de relación con la totalidad de la mente... En la experiencia mística el yo se disuelve, si bien temporalmente en un continuum. En los deseos del ego, el desequilibrio se inclina hacia el yo, rompiendo la relación con la totalidad y aprisionando a la persona posteriormente en los resultados fijos del mundo ordinario. El sueño de Newton. Los antípodas de la alquimia de Blake, visionarios estados de vigilia donde el sueño es más real que la realidad misma.
Lydia Cabrera1 formula que estos relatos dejan entrever que en los ambientes más humildes de la sociedad cubana, y sobre todo en los de origen africano, la brujería canaria se identifica con los rasgos de ser ejercida exclusivamente por mujeres, utilizar para ello una escoba, y comenzar el vuelo con una determinada fórmula y golpes acompasados. Añade que ninguna de estas notas se encuentra efectivamente en la brujería de origen africano, abundantemente representada en Cuba, en la que el brujo es tanto hombre como mujer, se utilizan animales para volar y no escobas y se procede para ello a proferir encantamientos relacionados con mitos y creencias no cristianas. Por el contrario están perfectamente de acuerdo con rasgos precisos de la brujería canaria actual y pretérita.
Germán de Granda1, en un artículo para la revista de dialectología y tradiciones populares del Instituto Miguel de Cervantes, llama la atención sobre la escasez de materiales existentes a disposición del investigador de estas actividades en el Archipiélago, pero estima que son suficientes para esclarecer y afirmar el influjo y la pervivencia de pautas de comportamiento en la población actual de Cuba, Puerto Rico, etc. Rasgos mágicos e influencia canaria en el folklore, la toponimia, antroponimia, la música y el arte popular. La explicación de cómo han podido consolidarse en estos ambientes unas pautas de origen isleño, teniendo que oponerse a esquemas teóricos y prácticos similares tan fuertemente coherentes y tan ampliamente implantados en la población negra cubana como son los procedentes de los estructuras mágico religiosas lucumís, ararás, carabalíes y sobre todo bantús. Las prácticas mágicas canarias (una brujería al fin periférica donde se entremezclan probablemente los pasados de la brujería castellana y andaluza con el sustrato autóctono), han sido las únicas de origen de esta orilla en poder imponerse en Cuba y en otras áreas por la sencilla razón de que los emigrantes canarios, a diferencia de los procedentes de otras regiones, han convivido con los estratos inferiores de la sociedad cubana (predominantemente negros), al desempeñar oficios manuales que los colocaban en estrecho contacto con los mismos, pudiendo así, constituirse en un factor fundamental en la transmisión a las capas más populares de la población insular de estructuras y rasgos que no penetrarían de otro modo. La emigración canaria a Cuba y Puerto Rico desde el siglo XVII fue integrada fundamentalmente con braceros y campesinos modestos, lo que se intensificó en el XVIII con la célebre cédula que obligaba a embarcar cinco familias canarias por cada 100 toneladas de mercancía exportada desde el Archipiélago.
Parecen coincidir un gran número de investigadores, que frente a la caracterización sociológica de los emigrantes catalanes, gallegos, vizcaínos y asturianos (esencialmente comerciantes), o castellanos y andaluces (básicamente funcionarios), los canarios establecidos en Puerto Rico constituyeron la base de la población campesina y jornalera de allí, fundiéndose abundantemente con mulatos y negros insulares, dando lugar así a los núcleos humanos dominantes en la población actual.
La historiografía americana conoció la existencia de dos canarios ladinos de pelo de pasa llamados Joan Canario y Núñez Carrasco. Negro el primero y mulato el otro -manco por cierto-, afirmando los cronistas que se trata de colonos de origen isleño. Nuestros personajes parecen demandarnos. ¿Cuál es en definitiva nuestro mestizaje?
Nota
1. El padre de los estudiosos del folklore cubano, Samuel Feijoó, en su Mitología cubana (1985) cita un total de nueve mitos que hacen referencia a las Islas. Por su parte, Lydia Cabrera en su libro magistral El monte (1954) narra, como hemos visto, acontecimientos acerca de un matri*monio de una mujer africana con un isleño, que demuestra el sobrecruzamiento étnico entre canarios y africanos. También, como hemos mencionado, Germán de Granda, hace más de veinte años, consideró la brujería isleña como un componente etnocultural de los sectores más humildes de la sociedad cubana. En tanto que María del Carmen Victori ha planteado que el cuento de exageraciones es una vertiente narrativa que puede considerarse como un aporte isleño a la cultura oral popular.
Este texto leído por el autor en el I Congreso de Escritores Canarios. La Gomera.
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