San Borondón, la isla perdida de las Canarias. lunes, 23 de noviembre de 2009
Corría el S. VI cuando el monje evangelizador y navegante irlandés llamado Borondón decide echarse a la mar con otros diecisiete monjes en busca del Paraíso Terrenal. Comenzaría así uno de los viajes más famosos de la cultura medieval, y que tras un largo periplo, finalizaría "en un mar lleno de islas" las cuales muy probablemente eran las Canarias.
La historia nos cuenta que los monjes al ver tierra deciden bajar a inspeccionarla y a celebrar misa. Una vez en tierra descubren que la isla que eligieron para desembarcar se trata en realidad de una enorme ballena, naciendo en ese momento la leyenda de la isla errante.
San Borondón (patrono de los marinos) celebrando misa sobre la ballena.
Un relato medieval que quedaría relegado al olvido de no ser porque los habitantes y marineros de las Canarias llevan siglos viendo en la lejanía una isla que aparece, desaparece y cambia de posición.
Una isla a la que los canarios llaman "la inaccesible", "la encantada", "la perdida", o más comúnmente, la Isla de San Borondón. Una isla fantasma que ha sido cartografiada en muchas ocasiones a lo largo de la historia, fotografiada, e incluso visitada.
Esta isla estaría localizada según los testigos en el extremo occidental del archipiélago entre La Palma, La Gomera y El Hierro, y tendría unas dimensiones nada despreciables llegando a medir 480 km de norte a sur y 155 km de este a oeste.
Uno de los aspectos que ayudan a mantener viva la leyenda es el gran número de expediciones, tanto españolas, como portuguesas y británicas que han tratado de llegar a la isla misteriosa a lo largo de estos siglos. Siendo lo sorprendente del caso, que algunas de ellas a su regreso afirmaban haber llegado a sus costas, como en el caso de la expedición encabezada por Hernan Perez de Grado, regente de la Real Audiencia de Canarias en 1570 que afirmó haber estado en sus costas y haber perdido en ellas a parte de su tripulación.
Otra expedición, mucho más reciente (enero de 1865) y mejor documentada, que llegó a tomar tierra en la isla fantasma, es la del naturista de la Royal Society inglesa, Edward Harvey, cuyas fotos y diario de expedición aún se conservan.
Edward Harvey era un respetado naturalista dentro del circulo científico británico. En su haber figuran dos expediciones previas a la que nos concierne, la primera a las colonias británicas en África en 1859 y la segunda, poco después, en 1862, con destino a la isla de Madeira y a las Canarias.
Fue en esta segunda expedición, durante su estancia en Tenerife, cuando se entera de la existencia de unas islas cercanas a Las Canarias y que no pertenecían a la colonia Española. Hallazgo que deja reflejado en su diario de la siguiente manera:
“Dicen las gentes de este lugar que más allá de las islas, hacia poniente, se encuentran otras islas que no pertenecen a las colonias…sería de gran interés para la Royal Society poder acceder a estas tierras y estudiar su naturaleza”.
En 1863 regresa a Inglaterra. A partir de ese momento un solo pensamiento ocupa la mente del aventurero naturalista: Descubrir las islas de poniente. Tras haber tenido conocimiento de la existencia de estas islas por boca de los canarios comienza un exhaustivo estudio de la zona y encuentra multitud de referencias escritas y cartográficas a la isla de San Borondón. La leyenda empieza a convertirse en algo tangible.
“Las leyendas siempre se basan en algo real, esa isla debe existir. Tantas expediciones han ido en su busca y tantos testimonios hay de su avistamiento. He de ser el primero en encontrar San Borondón”.
Decide entregarse en exclusiva a la misión de preparar una nueva expedición con el objetivo único de encontrar la isla. Comienza una vertiginosa carrera de estudios e investigaciones sobre las islas del Atlántico. Estudia los mapas en los que figuraba la isla, que avalaban la existencia de unos nuevos territorios aún por descubrir. Llega a tanto su obsesión y su dedicación, que no le queda más remedio que abandonar la Royal Society por no poder cumplir con las obligaciones que como trabajador de la misma había contraído.
Harvey llega a Santa Cruz de Tenerife a finales de 1864 y comienza a organizar la expedición que saldría finalmente de Las Canarias en enero de 1865. Tras unos días en el mar, durante los cuales la tripulación se enfrenta a una tormenta que daña el barco y hace que lleguen a temer por sus vidas, se escucha en cubierta al fin el grito de: "¡Tierra! ¡Girad a tierra!"
Queda ahora bajar a tierra firme, reparar el barco e inspeccionar la isla y, como no, tratar de averiguar si habían llegado realmente a San Borondón. Algo de lo que Harvey llegaría a estar seguro en muy pocos días.
Durante los siguientes 7 días que la expedición permaneció en la isla Harvey no descansó un segundo, tratando de recorrer la isla de extremo a extremo y adentrándose en la espesa vegetación tanto como le era posible. Siempre acompañado de su inseparable diario de viaje, su cuaderno de dibujo y de su cámara de fotos procuró que no quedase detalle sin registrar.
De todos aquellas fotos, dibujos y anotaciones que realizó y que aún se conservan son un buen ejemplo los siguientes:
El barco de la expedición, la Cruz del Sur, fondeado en la bahia de San Borondón
14/01/1865
Acantilado con talla facial
14/01/1865
Estanque en el interior de la isla
16/01/1865
Miembo de la expedición junto a frutos gigantes
17/01/1865
Panorámica de la costa
17/01/1865
Tallas faciales en el interior de la isla
18/01/1865
Oculimagnus Sanborndensis, uno de los animales que Harvey descubrió en la isla
Como no podía ser de otra manera, y como ocurre con todas las leyendas, la leyenda de San Borondón esta creada a base de imaginación sobre unos pequeños trazos de realidad. Y en este caso estamos ante una leyenda aún viva. La isla fantasma se sigue viendo, fotografiando, grabando y sigue dando que hablar.
Una leyenda que aunque podamos ver y parezca que casi tocar, ha sido explicada y desmentida por los científicos. Y es que la isla de San Borondón puede ser una formación de nubes bajas posadas sobre el mar o quizás el reflejo del Teide en el horizonte.
En cuanto a las expediciones, es probable que las que tocaron tierra lo hicieran por error en tierras ya conocidas o incluso que no sean más que una farsa para alimentar la leyenda o el ego de aquellos que pretendieron ser los descubridores de la isla perdida a lo largo de los siglos.
Fuentes:
1 2 3 4
Mención especial merece la web
laisladescubierta.net donde podemos encontrar las fotografías y el diario de Edward Harvey (en cuyas páginas merece la pena perderse), y cuyo viaje es en realidad una ficción artística sobre el mito, que con poco tiempo de vida forma parte ya de la historia de los viajes a la isla perdida.
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