Historia del El Bordado En La Palma
Realizadas normalmente a tiempo parcial, las labores artesanas se comparten en la Palma con los tareas propias de la casa o del campo. Son, por su propia esencia, procesos lentos, mimados, en los que no se tiene en cuento las horas, sino la calidad del producto final. A pesar de ello, o en algunos casos precisamente por ello, en los últimos tiempos se han incorporado jóvenes que empiezan a ver en lo que constituía parte de la vida cotidiana de sus mayores una forma, laboriosa aunque posiblemente más humanizada que muchas otras, de incorporarse al proceso productivo. Hoy ya no ocurre como antaño, que casi cada palmero (como, por otra parte, sucedía en la mayoría de las sociedades isleñas) llevaba, aún sin saberlo, un artesano dentro. Sin embargo, la riqueza y variedad de los procesos y las piezas son todavía enormes. la artesanía textil, además de la de la seda, es buena prueba de ello.
Con la introducción del telar, en el siglo XVI, se produjo en la Palma una especie de revolución industrial, pasándose, en un salto inimaginable en la sociedad peninsular, de aquellas pieles curtidas y fibras vegetales con las que vestían los antiguos pobladores de la isla, a las telas de lana, lino y seda, tejidas en los telares de tea de pino canario.
Las voces del telar, estudiadas con detalle por el investigador palmero José Pérez Vidal, atestiguan su origen portugués, manteniéndose, entre otras denominaciones, las de ordume y tapume, para referirse a la urdimbre y a la trama. Las traperas son las piezas que más abundan en la actualidad. Alfombras, cortinas, bolsos, mochilas, tapices, colchas... En los hogares palmeros no se despreciaba una sola tela, por muy vieja y desgastada que estuviera, teniendo fama sus traperas de ser, como señala Sixto Fernández del Castillo en la Guía de la artesanía de Santa Cruz de Tenerife, 'las mejores de todo el archipiélago, debido al cuidado en el cortado y torcido de trapos y en el empleo de un doble hilo en la urdimbre'.
El lino, por desgracia, ya no inunda con su azul intenso los campos palmeros; la realidad ha desmentido el dicho popular de que 'Ajos y lino, para San Martín nacidos'. Aunque se intenta potenciar, sólo se conserva testimonialmente en zonas de Breña Alta y Breña Baja, y en Garafía. Muchas personas mayores aún conocen el complejo proceso de cosecha, curtido en el mar, gramado, elaboración de madejas, hilado y blanqueado; pero no hay producción suficiente para poderla comercializar.
Algo similar ocurre con la lana. Sólo muy pocos conservan el secreto de su preparación En un complicado proceso, las ovejas se trasquilaban en verano; después, la lana se lavaba con jabón a fin de quitarle la grasa y la suciedad, tendiéndose al sol, para pasar luego al escarmenado e hilado. En una rueca de caña o de madera se ponía el copo de lana, el cual se trincaba en el cinto o debajo del brazo; la artesana iba sacando de él el hilo, envolviéndolo en el huso. Posteriormente se hacían madejas en un sarillo (útil para devanar), lavándola de nuevo, de forma que estuviera lista para llevarla al telar. En algunos casos se teñía con productos naturales, mientras que en otros se dejaba en su color original.
Los bordados, sin embargo, no sólo no duermen el dulce sueño de la nostalgia, sino que constituyen uno de los apartados fundamentales de la artesanía palmera, aplicados a trajes tradicionales, mantelerías, ornamentos sacros, ajuares... Tres son, entre los tradicionales, los tipos más frecuentes: richelieu (conocido como rechi), realce y punto perdido. El rechi, realizado generalmente sobre tela blanca o beige, se caracteriza por sus presillas, o festones, unidos entre si por otra presilla en el aire que, una vez recortada la pieza, le proporciona una elegancia inconfundible, propia de las cortes europeas del barroco. En realce se bordan motivos en relieve, con puntos derechos u oblicuos, perpendiculares a los puntos de relleno; se emplean en el bordado de flores, hojas e iniciales. El punto perdido, por su parte, se hace a base de puntadas superpuestas que producen, por la intensidad del color del hilo, diferentes matizados en motivos preferentemente florales.
El borde (corno se denomina popularmente el bordado) ha significado en la Palma, durante décadas, una importante fuente de ingresos para las familias más humildes. En 1945, según señalaba en su momento el estudioso palmero Félix Poggio, más de veinte mil mujeres (de una población total en la isla de unos sesenta mil habitantes) se dedicaban a esta labor, aunque no puede decirse, ni mucho menos, que fueran bordadoras profesionales, porque del borde exclusivamente nunca se ha podido vivir; incluso hoy, la mayoría de las mujeres Palmeras sabe bordar. De todos los sectores artesanos, éste sigue siendo el más productivo, lo que ha llevado al establecimiento en la isla de casas o agencias que cisnan (realizan el dibujo que sirve de guía al bordado) la tela, la reparten con las madejas entre las bordadoras para luego, una vez realizado el trabajo, recoger las labores, preparándolas para la venta local, y también para la exportación, fundamentalmente a la Península y a Gran Bretaña. La diversidad de microclimas, la abundancia de diferentes materias primas y el establecimiento en la Palma de comerciantes y colonos de distintas procedencias, han producido una gran riqueza y variedad en la vestimenta tradicional. Flamencos, portugueses, irlandeses, franceses e ingleses, junto a castellanos, catalanes, andaluces y gallegos, entre otros, fueron dejando su huella a lo largo de la historia, proporcionando a los trajes tradicionales un sello de elegancia, calidad y buen terminado. A grandes rasgos, se pueden agrupar en cuatro estilos y usos diferentes: trajes de gala, de faena, mantilla, y manto y sayo, Tal riqueza se sigue dejando sentir en la infinidad de romerías que a lo largo del año se suceden de una punta a otra de la isla, y en las que la mayoría de participantes viste el traje tradicional, así como en los numerosos grupos folklóricos palmeros. Todo esto, indudablemente, anima y sostiene la labor artesana de quienes se dedican a ello.
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