AMOR ES SACRAMENTO


DIVULGACIÓN PSEUDOCIENTÍFICA CONTRA EL MISTERIO DEL AMOR


Si uno hace por buscar podrá encontrar no pocos artículos "científicos" de divulgación en los que biólogos, psicólogos, neurocientíficos presentarán sus investigaciones para mostrarnos que el amor no es más que vísceras y procesos psico-químicos o electro-psíquicos (cuestión de preferencias).

En la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey) un equipo, con la doctora Helen Fischer, estudió las reacciones cerebrales de un grupo de hombres y mujeres que se habían enamorado recientemente. El estudio parece que verificó que determinadas partes del cerebro se veían afectadas, haciéndose notar que en esos procesos estaba presente la dopamina, sustancia eufórica. Los cerebros femeninos mostraron más capacidad emocional, mientras los masculinos mostraban excitabilidad sexual. Este estudio, como muchos otros de su condición, arrojan una conclusión: sea la dopamina -o cualquier otra sustancia química- el amor no sería otra cosa que la invisible acción de sustancias secretadas que producen placer, excitación, euforia...

A la luz de estas investigaciones el amor -se apresuran a afirmar- sería, a fin de cuentas, algo de naturaleza viscosa que se reduce a procesos materiales. Sin necesidad de inspeccionar el rigor científico de las investigaciones científicas, los artículos divulgativos cumplen la función de desmitificar el amor. Se lo rebaja así, para satisfacer al escéptico y, por extensión, al incauto se le induce a pensar que el amor no es otra cosa que una vulgar actividad cerebral, tan ínfima como pueden ser los movimientos peristálticos del intestino cuando éste expele los excrementos. En definitiva: el amor sería una mierda. Y saquemos todas las conclusiones sin regatear: una ciencia que equipara el amor con la mierda, no podría ser más que una ciencia de mierda.

Los biólogos, los psicólogos, los neurocientíficos pueden hacer los experimentos que quieran -y, claro está: los que les financien sus patronos que no siempre son sus mecenas tan desinteresados como supone el vulgo. El caso es que, por mucho que observen y midan las reacciones del cerebro femenino o masculino, harían mejor en tener un poco más de humildad y reconocer que el amor, tal y como el sexo, son misterios relacionados con la vida, su perpetuación y su procreación. Podrán identificar los focos de dopamina que en la época de enamoramiento puedan localizar y cuantificar sus artilugios, pero el Amor... Lo que es el Amor, siempre será un misterio, un sacramento divino que -cuando se vive en verdad y bien- deifica, algo a lo que no podrán acceder con todas sus estrategias de profanación y violación.

Por supuesto que nadie está autorizado para refutar unos datos objetivos. Yo no discuto que la dopamina exista y actúe en el proceso como tal, pero deducir de esos datos adquiridos por experimentación que haya que reducir el amor a simples procesos naturales me parece intelectualmente insuficiente. En estas controversias es frecuente que los que rechazan la perspectiva materialista, a la postre, vengan a preconizar una perspectiva espiritualista. Espiritualismo y materialismo son dos perspectivas insuficientes, herencia del dualismo antropológico. Hay que decir que, en honor a la verdad, el materialista tiene a su favor los datos, pero olvida con mucha frecuencia que lo que de ellos extrae no deja de ser una interpretación. En la interpretación residiría la fuerza del espiritualista, pero éste está demasiado ocupado con las palabras vacías.

¿Tanto cuesta reconocer que el amor es un misterio? Un misterio impenetrable, como lo es el sexo en su más excelso sentido, como lo es la muerte, como lo es la belleza... Como lo es la misma vida. Un misterio y, como tal, inviolable. Los que estudian el misterio no podrán desvelarlo nunca. Los que lo viven sabrán siempre más. Y si Dios quiere, acompañando el talento, hasta podrán decirnos mucho más de los misterios a través del arte.

Estos días, cuando me ocupo de Rilke, encuentro un maravilloso pasaje que el gran poeta escribió a un joven corresponsal epistolar, Franz Xaver Kappus. Escribe Rilke desde Worpswede (Bremen), en 1903:

"...los que viven el misterio de manera falsa y mala (y son muchos), lo pierden sólo para sí mismos, pero lo vuelven a entregar para que continúe, como una carta cerrada, sin saber".
Esto también vale para los que, sin vivirlo, pretenden estudiar el misterio de manera falsa y mala. Por mucho que se empecinen en desmitificar, no podrán impedir que el misterio sea entregado en tradición a los que están por venir. Por mucho que se empeñen nunca podrán refutar a Dante -el corazón enamorado de este o de cualquier otro gran poeta- cuando dijo aquello que le fue mostrado:

"l'amor che move il sole e l'altre stelle."

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS