QUITADLES LAS MÁSCARAS
"Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos y conoceréis la verdad, y la verdad os liberará". Juan 8, 31
"Si vos manseritis in sermone meo, vere discipuli mei eritis et cognoscetis veritatem, et veritas liberabit vos".
CRISTIANOS Y ANTICRISTOS
Hay discípulos verdaderos, en eso estaremos de acuerdo. Los hay. Pero si hay discípulos verdaderos tendremos que inferir que los hay falsos. ¡Y vaya si los hay! Son los que no permanecen en la palabra de Dios. Al no ser discípulos verdaderos no conocen la verdad y, al no conocer la verdad, nunca serán libres. Pero el daño no sólo se lo hacen a sí mismos.
El peor perjuicio que ocasionan es que confunden: son lobos vestidos con piel de cordero, y como disfrazados de cordero, son mansurrones, pero prontos a espumear por las fauces, como lobos que muerden y matan. Por vestirse de seda no dejan de ser monas que, con sus feas muecas, apartan a muchos de la palabra viva que es vida, el Verbo Encarnado, Jesucristo.
Y cuando los discípulos falsos se dejan ver, sin el hábito que no hace al monje, ni la seda que se puso la mona, ni la piel de cordero, conociéndolos por sus obras las gentes van y dicen: ¿Y estos son los discípulos del Galileo? Las gentes no saben que también hay discípulos verdaderos de Cristo; por poco que sean, los hay y siempre los habrá. Son los que, por permanecer en la verdad, viven tal y como hablan, hablan de lo que viven y no mienten a nadie. Esos son los libres.
Los discípulos falsos oyeron al Mesías: incluso, pudieron estar -por un momento y sin que sentara precedentes- hasta de acuerdo con lo que le oyeron. Pero sucumbieron y, tijeras en mano, empezaron a hacer medias verdades: la verdad a medias siempre termina en mentira entera. En aquel entonces, le tendieron trampas, pagaron a Judas para que lo traicionara, lo prendieron, lo pasearon por sus tribunales, lo azotaron, le escupieron y lo crucificaron... Hasta los discípulos verdaderos temblaron y se escondieron.
Los discípulos falsos lo siguen oyendo, pero es como el que oye llover. Incluso puede que cumplan con el culto exterior, les gusta eso del culto exterior; pero siguen crucificando a Cristo en todos y cada uno de los que sufren la injusticia que ellos urden, que ellos ejecutan, que ellos consienten, que ellos permiten. Y la injusticia lo mismo da si se la hace a un chulapo en Guinea que a un negro en Chamberí. Oyen la verdad, pero prefieren vivir sin ella. Y así viven.
Los discípulos falsos van a los oficios divinos, compungen sus rostros mientras su mente divaga, no tienen "piloto automático", pero llevan puesto siempre el dispositivo automático de cara-de-estreñimiento. Entonan el "mea culpa" y se dan golpes en el pecho. Esos puñetazos en el pecho se los tendrían que dar sus víctimas, diciéndoles: "por vuestra culpa, por vuestra culpa, por vuestra grandísima culpa".
Si los discípulos verdaderos no lo dicen... ¿quién esperamos que se atreva a decirlo? Si somos discípulos verdaderos, ¿qué es lo que tememos?
Y no, no culpemos a los judíos, ni a los musulmanes, ni a los masones, ni a los comunistas, ni a los ateos, ni a estos ni a los otros. No culpemos a nadie de fuera mientras permitamos que discípulos falsos lleven el nombre de cristianos. Cuando mataron a Jesucristo, sus discípulos verdaderos temían, temblaban y se escondieron... Pero: ¿podemos haber olvidado que el Espíritu Santo descendió sobre ellos? Dejaron de temer y fueron a por todas.
Quitadles las máscaras, empezad por los traidores.
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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