LA NAVEGACIÓN DE SAN BARANDÁN
EL MEOLLO DE LOS VIAJES DE SAN BRANDÁN
Desde que tengo uso de razón siempre recuerdo que la lejanía ejerció sobre mí una poderosa atracción. Y, con la lejanía, el deseo apremiante de ir siempre más allá. Como una poderosa llamada de lo lejano, los horizontes nos reclaman: PLUS ULTRA. Eso tuvo que ser lo que empujó a nuestros antepasados a embarcarse rumbo a América. Es la aventura que nos llama, para conquistar el espacio. Pero en la línea del tiempo, al igual que en la del espacio, también hay aventureros: aventureros de la eternidad (y, aquí, amigos míos, entramos en la mística). Lo mismo que hay una curiosidad por ver qué hay al otro lado de las colinas del pueblico, existe la curiosidad de probar lo que hay más allá del aquí y, sobre todo, del "ahora". Y un aventurero siempre reconoce a otro aventurero.
Será por eso que la leyenda de San Virila, el monje de Leyre, me cautivó desde que la leí por vez primera. San Virila imploraba insistentemente a Dios el privilegio de experimentar anticipadamente la eternidad... Y Dios se lo concedió: Virila se quedó arrobado en el trino de un ruiseñol a la vera de una fuente, bajo la sombra del ameno robledal. Al retornar de su éxtasis (que le supo a poco), Virila regresó al monasterio... Ningún monje lo reconoció, tampoco él reconoció a ninguno de los hermanos. Y es que, en un abrir y cerrar de ojos, había pasado la friolera de tres siglos. La leyenda de San Virila también la podemos encontrar en otros cenobios, a otros monjes de la Cristiandad se les atribuye parecida experiencia. A las mientes se me viene el nombre de San Ero, fundador del monasterio de Armenteira, cuyo cuerpo se durmió en 1176 y, nos cuenta fray Basilio Duarte, despertó en 1376, habiendo tenido el alma gozando, en esos años de sueño de los deleites de la Gloria. Gontrán, Félix... Son tantos otros nombres de monjes que se refieren como protagonistas de parejas leyendas.
Y San Virila me ha recordado a San Barandán. Con San Barandán (San Brandán o San Borondón: indistintamente voy a referirme a él como San Brandán o San Barandán) estamos ante otro monje aventurero, esta vez irlandés. Yo me imagino a San Barandán con hambre de eternidad. Parece que lo estoy viendo ahora mismo, está San Barandán contemplando con sus ojos las bravías olas que rompen en la costa de Galway (que es lo mesmo que Gallaecia, como si fuese una sucursal gallega en Irlanda).
Así se pasaría San Barandán las horas. Sabemos de él que era de noble estirpe y hombre a carta cabal, muy leído y sensible. San Brandán es otro como San Virila: un culillo de mal asiento, que no se conforma con aguardar a la muerte para meter sus narices en la eternidad. Es una actitud que confieso me es muy simpática.
San Brandán llegó a ser abad y un buen día: "...se puso a rogar a Dios con insistencia, para que el Altísimo le mostrara el cielo de forma tangible, porque antes de su muerte él quisiera saber qué morada corresponderá a los buenos, qué lugar habrán de ocupar los malos, qué premio o castigo recibirán todos". Pide consejo al ermitaño Barinto y, reuniendo a un grupo de monjes, con ellos se embarca y se adentran en el océano desconocido.
El libro que relata este viaje ofrece un asombroso parecido con los relieves románicos, con los bestiarios medievales, donde todo está cifrado en figura zoomórfica: animales naturales y fauna ficticia conviviendo los unos con los otros. No es una novela de aventuras. Es un libro que el arzobispo Benedeit escribe, dedicándolo a la Reina Matilde, mujer de Enrique I Beauclerc, allá por el siglo XII. Se calcula que San Brandán vivió en el siglo VI. No hay, pues, ningún regusto en la descripción psicológica de los personajes, el relato es de un ritmo vertiginoso (si no se repara en los símbolos, tratando de desentrañar su sentido). Su autor Benedeit no pierde el tiempo, su propósito es didáctico.
Durante siete años San Brandán con su cenobio náutico sortea muchos peligros. Vez hubo en que poco faltó para dar con ellos en el fondo del mar. Pero muy pocos se perderán en la travesía que incluye no sólo el encuentro con monstruos, sino la visita al infierno (que aquí no está en los profundos de la tierra, sino en el mar ignoto). En el infierno San Barandán se ha entrevistado con Judas el Iscariote: y, cosa curiosa, el piadoso abad irlandés ha sentido lástima de los tormentos a los que está condenado el traidor Iscariote. San Barandán -con sus monjes navegantes- retornará a su patria, sanos y salvos. La Pascua de Resurrección de cada uno de los siete años de navegación han venido celebrando la Santa Misa sobre los lomos de un monstruo marino -enigmáticamente llamado Gasconia- que los monjes tomaron por isla, pero que no era tal (de ahí la leyenda de la isla de San Barandán, que aparece y desaparece, tal y como este enorme pez que solo reposa para la Santa Misa).
¿Qué es ese barco? ¿Y ese monstruo? ¿Y los siete años de navegación?
Aunque la zoología confirma que una ballena no es un pez, no podemos a ciencia cierta determinar la naturaleza del monstruo sobre cuyos lomos celebran Misa nuestros marineros. Ni San Brandán ni Benedeit supieron de mamíferos, Linneo no había nacido: para ellos, toda criatura acuática sería, como para los niños, un pez.
El caso es que salta a la vista que la Barca de San Barandán es la Barca de San Pedro (esto es, la Santa Iglesia Católica). Antiguos sepulcros paleocristianos traen dibujada una nave que simboliza el fin de la navegación del difunto que lo ocupa, significando también que el difunto ha muerto reconfortado con la vitualla de las bodegas de esa nave; la Nave de San Pedro que -en sus auxilios espirituales atiende a los vivos y moribundos: la Santa Madre Iglesia. A veces, esta nave se representa sobre un pez; lo que significa que la Iglesia (nave, barca) se sostiete sobre Jesucristo (pez): el símbolo pisciano de Cristo data del siglo II, y se basa en un jeroglífico del Mesías -tal y como nos lo revela San Agustín en "De Civitate Dei": Las letras de las palabras griegas "Ichthys" (pez) son iniciales del título de Jesucristo: Jesous Christus Dei Filius Salvator.
¿Y los siete años? Los siete años son las siete edades de la Iglesia (o lo que viene a ser lo mismo: las siete iglesias del Apocalipsis). Es por ello que pensamos que el libro podría contener profecías encriptadas: y su lectura podría ser, entonces, la de una fascinante incursión de San Brandán (y Benedeit) al futuro. Sería una posibilidad hermenéutica que nos arriesgaríamos a emprender muy pronto, en una segunda singladura.
Pero no es preciso para cualquier lector aventurarse a tamaña empresa, como la de interpretar profecías cifradas. Hay una enseñanza mucho más patente en todo el libro de Benedeit. En el curso de la aventura de San Brandán y sus hermanos hay un mensaje: la confianza en Dios, una confianza que vence todos los peligros, que supera todas las adversidades, tempestades, imprevistos, enemigos que se ciernen sobre la pobre barquichuela... Todo es superado por una invencible confianza en Dios:
"Brandán se aleja de aquellos parajes, y va singlando adelante, confiando en el apoyo divino. También los monjes saben con certeza que con Dios como guía van perfectamente seguros." (capítulo XXVII).Todo está claro, meridianamente claro: confiando en Dios, nada les falta a los navegantes; confiando en Dios, no hay nada que temer -ni grifos, ni serpientes marinas, ni venenos; confiando en Dios, la Iglesia triunfará.
Ese es el principal mensaje de "El viaje de San Brandán". Así que: ¡Adelante! Imitemos a San Barandán, campeón de la confianza. Sople el viento a nuestro favor o en contra, Dios está con nosotros: nada hay que temer.
Eso nos enseñó mi Santo Patrón.
Publicado por Barandán
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
Lo leí gracias Hyeronimus, es muy fascinante, hermoso y aleccionador, también encontré el mismo espíritu aventurero que tengo, pues te digo que cuando me elevo con mi globo aerostático curiosamente siempre tengo presente ¡arriba y adelante y que el viento este a mi favor siempre con la bendición de Dios! y a partir de hoy tendré presente a San Babarandán me suena mejor; siempre rezo esta oración al partir:
QUE LOS VIENTOS NOS RECIBAN CON SUAVIDAD
QUE VOLEMOS TAN ALTO Y TAMBIEN
QUE DIOS NOS ACOMPAÑE EN NUESTRO VIAJE
Y NOS RECIBA CON SUVIDAD EN LOS BRAZOS DE LA TIERRA
Saludos en Xto. Rex et Maria Regina
Pro Deo, Patria, Regimen et Rex
No se ama lo que no se conoce
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