Escrito por Por Salvatore Cernuzio/ZENIT.org |
Lunes, 18 de Junio de 2012 09:18 |
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La joven que murió por retardar el tratamiento de un tumor hasta acabar su embarazo
ROMA, lunes 18 junio 2012 (ZENIT.org).- Este sábado, en la iglesia de Santa Francisca Romana de Roma, se celebró el funeral de la joven Chiara Petrillo, tras un sufrimiento de cerca de dos años provocada por un tumor. Una ceremonia nada fúnebre, una gran fiesta en la que participaron cerca de mil personas que llenaron la iglesia, cantando, tocando, aplaudiendo desde la entrada del féretro hasta su salida.
Es una historia extraordinaria la de Chiara que se ha difundido por la red, tanto que el video en Youtube - Testimonianza di Enrico e Chiara - ha registrado más de 500 visionados en un solo día.
Esta joven romana de solo 28 años, bella, luminosa, con la sonrisa siempre en los labios, murió por retrasar el tratamiento que habría podido salvarla, con tal de acabar el embarazo de Francisco, un niño esperado desde el primer momento de su matrimonio con Enrico.
No era el primer embarazo de Chiara. Los dos anteriores acabaron con la muerte de los niños, con graves malformaciones, nada más nacer.
Sufrimientos, traumas, sentimiento de desánimo, pero Chiara y Enrico nunca se cerraron a la vida, con lo que tras algún tiempo llegó otro embarazo: Francisco.
Esta vez las ecografías confirmaban la buen salud del niño, sin embargo al quinto mes a Chiara los médicos le diganosticaron una lesión de la lengua que tras una primera intervención, se confirmó ser la peor de las hipótesis: un carcinoma.
Desde entonces, una serie de luchas. Chiara y el marido, sin embargo, no perdieron la fe y “aliándose” con Dios decidieron una vez más decir sí a la vida.
Chiara defendió a Francisco sin pensárselo dos veces y aún corriendo un grave riesgo, retrasó su tratamiento llevando adelante la maternidad. Sólo tras el parto la joven pudo someterse a una nueva intervención quirúrgica más radical y luego a los sucesivos ciclos de quimio y radioterapia.
Francisco nació sano y guapo el 30 de mayo de 2011; pero Chiara, consumida hasta perder incluso la vista del ojo derecho, tras un año, no lo superó. El miércoles pasado, hacia mediodía, rodeada de parientes y amigos, acabó la batalla. Contra el “dragón” que la perseguía, como ella definía el tumor, en referencia a la lectura del Apocalipsis.
Como, sin embargo, se lee en la misma lectura –elegida no por casualidad para la ceremonia fúnebre- una mujer ha vencido al dragón. Chiara, en efecto, habrá perdido su combate terreno pero ha ganado la vida eterna y ha dado a todos un verdadero testimonio de santidad.
“Una segunda Gianna Beretta Molla”, la definió el cardenal vicario de Roma Agostino Vallini, que quiso rendir homenaje con su presencia a Chiara, a la que había conocido hace unos meses junto a Enrico.
“La vida es como un bordado del que vemos el revés, la parte desordenada y llena de hilos –dijo el purpurado--, pero de vez en cuando la fe nos permite ver un borde de la parte derecha”. Es el caso de Chiara, según el cardenal: “Una gran lección de vida, una luz, fruto de un maravilloso designio divino que se nos escapa, pero que existe”.
“Yo no sé lo que Dios ha preparado para nosotros a través de este mujer –añadió- pero es seguramente algo que no podemos perder; por ello recojamos esta herencia que nos recuerda dar el justo valor a cada pequeño o gran gesto cotidiano”.
“Esta mañana estamos viendo, lo que hace dos mil años vivió el centurión, cuando viendo morir a Jesús dijo: Este era verdaderamente el hijo de Dios”, dijo en su homilía fray Vito, joven franciscano, conocido en Asís, que asistió espiritualmente a Chiara y a su familia en el último periodo.
“La muerte de Chiara ha sido el cumplimiento de una plegaria”, añadió. La joven, contó el fraile, “tras la diagnosis médica del 4 de abril que la declaraba 'enferma terminal', pidió un milagro: no la curación, sino de hacer vivir estos momentos de enfermedad y sufrimiento en la paz a ella y a las personas más cercanas”.
“Y nosotros –dijo fray Vito visiblemente emocionado- hemos visto morir a una mujer no sólo serena sino feliz”. Una mujer que vivió gastando su vida por amor a los otros, llegando a confiar a Enrico: “quizá la curación en el fondo no la quiero, un marido feliz y un niño sereno sin la mamá son un testimonio más grande respecto a una mujer que ha superado la enfermedad. Un testimonio que podría salvar a tantas personas...”.
A esta fe Chiara llegó poco a poco, precisó fray Vito, “siguiendo la regla asumida en Asís por los franciscanos que tanto amaba: pequeños pasos posibles”. Un modo, explicó, “para afrontar el miedo del pasado y del futuro frente a los grandes eventos, y que enseña a empezar por las cosas pequeñas. Nosotros no podemos transformar el agua en vino, pero sí empezar a llenar las tinajas. Chiara creía en esto y esto la ayudó a vivir una buena vida y por tanto una buena muerte, paso a paso”.
Todos los asistentes se llevaron de la iglesia una plantita –por voluntad de Chiara que no quería flores en su funeral sino que cada uno recibiera un regalo- y en el corazón un “pedacito” de este testimonio, orando y pidiendo la gracia a esta joven mujer a la que quizá un día llamarán beata Chiara Corbella.
fuente: OBRAS MISIONALES PONTIFICIO EPISCOPALES DE MÉXICO
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