El Gran Engatusador


Enviado por Moderador el Dom, 09/13/2015 - 19:33.


Marcelo González




Por momentos resulta divertido ver los esfuerzos que realizan los analistas religiosos para entender a Francisco. Recientemente, Michael Matt y Chris Ferrara, en uno de los micro programas televisivos de The Remnant volvían a manifestar su sana perplejidad ante la carta que el susodicho envió a Mons. Rino Fisichella, Presidente de Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, a propósito del Año Santo de la Misericordia.

Ahora -se cuestionaban- nos presenta como novedoso algo que no lo era: los sacerdotes pueden perdonar la culpa de quienes han participado en abortos… lo cual siempre ha sido así. Pero no se dice palabra de la pena que está reservada al obispo de la diócesis (excomunión latae sententiae). Esta parte ¿sigue vigente? Y si sigue vigente ¿qué cambió? En la realidad nada, en la apariencia, para los medios, todo ha cambiado.

Los miembros de la FSSPX podrán confesar válida y lícitamente a partir de 8 de diciembre del corriente año, y hasta fecha equivalente del año próximo. Esto último será mandatorio en virtud de una orden personal del papa (así lo expresa con raro énfasis el texto), orden que se manifiesta no en una exhortación, bula, encíclica o documento magisterial formal, aunque sea de ínfima formalidad, sino en una carta a un arzobispo de la Curia romana, a cargo de organizar el Año Santo. ¿Qué valor jurídico tiene esta orden? Recordemos que los sacerdotes de la FSSPX están suspendidos a divinis (curiosamente sus obispos no). ¿Es un levantamiento provisorio de la suspensión? ¿Un levantamiento parcial y de plazo fijo? No se sabe.

El único analista internacional que conozco haya encontrado el rumbo para entender el estilo de Francisco es Sandro Magister, cuando dice que Bergoglio es peronista y actúa como tal.

Antes de que algunos juzguen precipitadamente lo que esto implica hay que aclarar que esto no es un juicio de valor sobre Perón o el peronismo en ningún sentido. No soy analista políticos. Es una mera referencia histórica.

Bergoglio, cuyos contactos reservados con dirigentes peronistas y su “militancia” críptica ya no lo son tanto, sin duda ha adoptado el estilo de “conducción” del viejo líder. O sea, la indefinición. Perón decía las cosas a medias, en especial cuando estaba en el llano. Y trataba de producir un guiño especial para cada uno, a fin de retener a todos bajo su tutela política, aunque en ese amplio paraguas se refugiaran personas de las más opuestas convicciones.

Hace poco un importante ex funcionario peronista, muchas veces “reconvertido” en auténtico peronista, según los vientos del momento, definía con mucha sagacidad la herencia de Perón: fue un bígamo, o trígamo, decía el analista de referencia, que al morir no pudo evitar el encuentro de sus diversas esposas (o sea, las diversas tendencias ideológicas acurrucadas bajo el mote de “peronistas”). Ellas, en lugar de pelear por la herencia durante el velorio, o al menos después de pelear y no lograr nada, decidieron compartirla alternativamente, de donde hay peronismos de derecha, de izquierda, de centro y de todo tipo, que se alternan en el poder. Todos herederos legítimos. Todos usufructuarios del poder y del nombre: del primero con alternancia, del segundo en forma permanente.

Francisco gobierna según los postulados de este moderno Maquiavelo que fue el General Perón. Acoge a todos en los discursos, hace guiños a izquierda y derecha. Y gira en redondo… porque él va donde quiere ir.

¿Dónde quiere ir Francisco?

Un misterio. Tal vez a ningún lado. Tal vez ya esté donde quiere ir, pero no puede seguir estando sin la ayuda de los elementos que componen la base de su “poder” (difícilmente Francisco crea en la eficacia de los poderes petrinos para este fin).

Estos elementos son la popularidad y el show. Bajo cuerda manda con mano de hierro, generalmente para despejar el horizonte de personas a las que detesta o que no se someten a sus juego. Pero en el nivel en el que se muestra el “poder”, opera según el más rancio estilo peronista: a cada uno le dice lo que quiere oír.

Alienta tendencias contrarias, y a la vez las desalienta, como no podría ser de otro modo por la lógica de los hechos. Más con gestualidad que con realidades. Cuando una fuerza se va imponiendo y comienza a tener un poder de decisión o una velocidad mayor de los que él considera prudente, produce una reacción, o una ilusión contraria.

Para decirlo de otro modo: Francisco nos muestra la imagen de lo que quiere hacer por partes, como si fuese un rompecabezas. Pero no nos muestra meramente las piezas del “puzzle” que él quiere, sino peor, trampea más, usando partes que pertenecen a figuras distintas. Por eso ni el más imaginativo puede armar mentalmente el dibujo. Porque no es un solo dibujo: son dos, o más.

Inclusive puede sospecharse que las piezas a partir de las cuales reconstruimos las imágenes, sean de una Iglesia según la concepción de los cardenales Marx y Kasper, o según la de los cardenales Müller y Sarah, que han respondido con severidad casi violenta a los anteriores, ambas imágenes no son las únicas cuyas partes nos muestra.

En efecto, utiliza otras piezas: las que conforman una imagen más bien no figurativa, abstracta. Esta es su imagen preferida, aquella en la que cada uno tiende a ver lo que desea y se lo atribuye, a lo que él responde con una sonrisa complaciente y un guiño, como el viejo general.

Este es Francisco, el gran simulador, el maestro consumado en el arte de engatusar, como decimos coloquialmente en español, o sea de halagar para conseguir voluntades. O también “hechizar”.

Siempre es saludable recordar que como jesuita puede tener -en la exageración de este rasgo- un atenuante por “deformación profesional”. Aunque no parece prudente olvidar la relación de estas prácticas con la mentira. Ni con su Padre.

Digo, con el Padre de la Mentira.

Post Scriptum para la meditación:




Los Plateros, "El Gran Simulador"


Fuente: PANORAMA CATÓLICO INTERNACIONAL