Tercero.
Digo que si hubiera una verdadera demostración de que el Sol está ubicado en el centro del mundo y la Tierra en el tercer cielo, y que el Sol no gira en torno a la Tierra, sino que la Tierra gira en torno al Sol, entonces sería necesario ir con mucho cuidado al explicar las Escrituras que parecen contrarias, y decir más bien que no las entendemos, que decir que es falso lo que se demuestra. Pero no creeré que se dé tal demostración, hasta que no me sea presentada. No es lo mismo demostrar que, supuesto que el Sol esté en el centro y la Tierra en el cielo se salvan las apariencias, que demostrar que verdaderamente el Sol esté en el centro y la Tierra en el cielo. Creo que la primera demostración puede darse, pero de la segunda tengo muy serias dudas, y en caso de duda no se debe dejar la Sagrada Escritura, tal como ha sido explicada por los Santos Padres. Añado que aquel que escribió: «Sale el Sol y se pone y retorna a su lugar», etc. (
Oritur Sol et occidit et ad locum suum revertitur), fue Salomón, el cual no solamente habló inspirado por Dios, sino que fue un hombre sobre todos los demás sapientísimo y doctísimo en las ciencias humanas y en el conocimiento de las cosas creadas, y toda esta sabiduría la obtuvo de Dios, por lo que no es verosímil que afirmase una cosa contraria a la verdad demostrada o que se podía demostrar. Y si se me dice que Salomón habla según la apariencia, que es que a nosotros nos parece que el Sol gira, mientras que en realidad es la Tierra la que gira, de la misma forma que a quien se aleja de la playa le parece que la playa se aleja de la nave, responderé que quien se aleja de la playa sabe muy bien que le parece que la playa se aleja de él, no obstante sabe que eso es un error y lo corrige, viendo claramente que es la nave la que se mueve y no la playa; pero en cuanto al Sol y la Tierra, no hay ningún experto que tenga necesidad de corregir el error, porque claramente experimenta que la Tierra está inmóvil y que el ojo no se engaña cuando juzga que el Sol se mueve, como también no se engaña cuando juzga que la Luna y las estrellas se mueven. Y esto basta por ahora.
Saludo afectuosamente a V.P. y le pido a Dios
que le dé toda clase de felicidad.
12 de abril de 1615, de V.P. muy R.,
como hermano el Card. Bellarmino
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