“Ni Dios, ni Patria, ni Rey”
“Ni Dios, ni Patria, ni Rey”
Esta pintada, “Ni Dios, ni Patria, ni Rey”, aparecía hace unos días en una ermita de Santa Margarida de les Lloses, en la comarca del Ripollès (Barcelona). Los pobres diablos, factótums del hecho, posiblemente eran inconscientes de la responsabilidad moral de la profanación de un lugar de culto sagrado. También el hecho demuestra que, o bien la ESO ha hecho más estragos de lo que imaginábamos, o bien en la psiqué colectiva queda latente un resentimiento hacia todo lo que fue la vieja Cristiandad y que en la modernidad se expresó en el carlista lema “Dios, Patria y Rey” que se transmitía de generación en generación como la proclama de una Tradición recibida que no quería morir.
Que, en pleno siglo XXI, unos sátrapas del spray culpabilicen a los pilares de la Tradición de los males que ha generado la sociedad posmoderna, fruto de la dictadura de la voluntad general roussoniana, es indicativo de algo. La frustración contra los efectos de la democracia moderna se debe a que la propia democracia moderna, en cuanto ideología y estado de conciencia, se presenta como causa sólo de parabienes. Ella misma se convierte en una tautología: si es el mejor sistema político, no puede causar males” ¿Entonces cómo explicar que los males sociales y las desigualdades e injusticias persistan en las sociedades democráticas? Más aún, que todos los estudios sociológicos nos indiquen que las diferencias sociales se van incrementando progresivamente en nuestro entorno occidental. Y ello se tiene que compatibilizar con el discurso de que la democracia es progreso e igualdad. El conflicto mental en el inconsciente está servido.
¿Cómo es posible que en la “sociedad del Bienestar” genere las tasas más altas de la historia de depresiones y enfermedades mentales? ¿Cómo es posible que en la égida de la libertad, las adicciones estén más extendidas que nunca? ¿Acaso nadie se ha parado en pensar en ello? Como el autocontrol mental, racional, volutivo y psicológico, en las sociedades actuales, impide responsabilizar de todo ello al propio sistema, entonces se busca un chivo expiatorio: el mal llamado “Antiguo Régimen”. Tarea imposible es intentar explicar y convencer que el trilema “Dios, Patria y rey” nada tiene que ver con el Antiguo Régimen, pues éste no fue ni más ni menos que la expresión propia de la modernidad en su momento: ilustración, iluministas y casi electricistas (recordemos a Franklin). Tanta luz, fundió los plomos a muchos y trajo la oscuridad del absolutismo monárquico como antecedente de los Estados modernos y como ruptura del mundo medieval.
Sí. Hay que decirlo. Luis XIV no tiene ninguna vinculación con las viejas monarquías tradicionales y, por el contrario, fue la condición de posibilidad y fundamento del Estado Moderno (Max Stirner dixit). No entender esto, es adentrarse en el sendero oscuro de la Ilustración y su interpretación de la historia que consagraron los historicistas alemanes. De ellos nos vendría la teoría del nacionalismo como sustituto totalitario de las Patrias y Dios, o el propio Estado como sustituido de los monarcas absolutos e ilustrados. Con esta transmutación, las sociedades se vieron privadas de la aceptación de Dios como principio rector de toda la realidad; de la comunidad como matriz connatural para la perfeccionabilidad virtuosa; y de Rey, como representante del principio de autoridad que sustenta tantas otras formas de autoridad natural imprescindibles para el ordenamiento de la vida social.
La Tradición era la vía para fundamentar nuevos avances materiales y morales en las sociedades sin tener que cortar cabezas y recortar la moral. Pero ese camino se abortó con sangrientas y desiguales guerras civiles decimonónicas que llevaron a configurar la Europa de las naciones; y luego a la de las Guerras Mundiales y los totalitarismos; y luego a la de las democracias tecnocráticas y de masas; y por fin a la posdemocracia, ya no líquida siquiera, sino hueca y evacuada; una posdemocracia que no corta cabezas, pero deseca cerebros.
Damos las gracias a esos poverellos profanadores de ermitas, que queriendo con un spray liberarse de su sentimiento de opresión (causado por el mundo de libertades que pregonan, bendicen y adoran), nos indican un sendero que carece de oscuridad: Dios, Patria y Rey. No hace falta aclarar que no nos referimos a un eslogan publicitario, sino a la expresión sintética mínima posible de una gigantesca cosmovisión expresada en este trilema. Una cosmovisión que es para almas grandes y sencillas, pero privada para soberbios e “intelectuales”.
Javier Barraycoa
https://barraycoa.com/2017/05/03/ni-...patria-ni-rey/
Última edición por Hyeronimus; 03/05/2017 a las 13:24
Pues... sin Dios es lo mismo que "La nada". Sin Patria también vale para "Cataluña" y sin Rey nada como irse a "vivir en una caverna troglodítica". Y es que la nada como futuro es lo opuesto a la vida, y quien niega a Dios niega la vida ya que después de morir al descreído no le queda ni el humo. Sin Patria, el autor -en un sublime momento de iluminación que denota su grado de sub-inteligencia-, afirma que no procede de nadie, pues patria es el origen de cada cual, no entiende que patria son los antepasados, así este sujeto ha surgido de forma azarística espontáneamente en alguna charca de ranas de sopa primordial. Como anarconadería no le valdrá España o las Islas Caimán como patria de nadie, pero tampoco Cataluña para quienes quieren convertirla en Estado y él será de los que embozado de negro apoyará a la sardinada de siglas del progresismo tarado reclamente de indentidades aunque él carezca de ella por no tener patria. Por supuesto, y dado el simbolismo que encierra la monarquía -o la forma republicana-, la negación de la misma no es sino negación de todo orden natural y social, luego queda la horda y la caverna y el estéril anarquismo absurdo, trasnochado y más viejo que comer desde Zenón de Citio y el abstruso cinismo de los que nada eran.
No es difícil imaginar el perfil del autor de la fechoría, como no resulta difícil imaginar el de otro besugo que en el barrio de la estación de la localidad en la que resido pintarrajeó con otro espray: "zona libre de fascistas". En ciertos sectores juveniles, porque eso deben ser los autores de tantas imbecilidades nocturnas acumuladas y extendidas allá y acuyá -no me imagino a un sexagenario haciendo el gilipollas de semejante manera-, denota una ausencia total de respeto, educación, instrucción y capacidad racional alguna. Si como decía el viejo adagio burlón: "homo burrus in campus paces; cuanto más paces más burrus te haces" que se decía en tiempos cuando eran minoría los afortunados que iban al colegio a estudiar matemáticas o latín con cierto provecho y que son los que levantaron España, lo preocupante es que hoy en día encontremos tanto descerebrado suelto o junto sumido en la horda con otros congéneres similares, y que nadie se plantee seriamente no ya que existan como problemón, sino qué nadie imagine un remedio casero o quirúrgico para meter mano a este negro futuro que nos espera con semejante fauna.
Y es que el problemón empieza en casa, con unos papás totalmente incapaces, totalmente inútiles salvo para engendrar nenes tiranos cuando no monstruitos. Continúa en el parque cuando el nene de turno pega a los otros nenes y siempre tienen la culpa los demás, y la mamá defiende a su cachorrito como si en ello le fuese el prestigio de la honra de su entrepierna. Por supuesto, después viene el colegio-zoo en el que el nene se explaya todavía más y donde no aprende sino inutilidades o maldades para, finalmente, llegar a la adolescencia de machito matón que no ha recibido a su debido tiempo un guantazo a mano abierta mayúsculo y creyéndose una especie de mamarracho como ese Hulk de papel sucio de "comic" con derecho a pisar a todo lo que se le ponga por delante. Por supuesto, será incapaz de desarrollar una sola idea medianamente útil que indique algo de coherencia y sentido, ¿para qué, si con la subvención asegurada y con toda la bellaquería social okupando todos los resortes de la vida pública está protegido en su papel de bufón perpetuo hasta que llegada su hora se convierta en el humo de la nada. ¡Bendita Esparta!
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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