Alzáronse entonces contra el impío y cruel Antíoco algunos intrépidos defensores de la religión y de la independencia de la patria, a la cabeza de los cuales, se puso un sacerdote…[1]
I
Jura que no tienes otra patria que la patria universal. Para ti la nación, la religión y la familia han desaparecido en la inmensidad de la obra masónica[2].
Así están las cosas: Satanás de sacristán… y el Quijote de general.
Tienen los apátridas (que es la forma correcta de llamar a los ciudadanos de la patria Universal, del Internacionalismo oculto del dinero, etc.) con la Patria la misma relación que Judas, el iscariote, con el Salvador. Esta cobarde y enfermiza relación, además de llevar a la desesperación, destruye al sujeto desde lo más profundo de su misma esencia.
Enseña Santo Tomás que mientras la virtud de la religión ordena al hombre a dar culto debido a Dios, la virtud especial de la Piedad[3] (especial en cuanto tiene un objeto específico) ordena al hombre a dar culto a los padres y a la Patria, por ser estos principio de su ser. Y siguiendo con la analogía dirá el Doctor Angélico que gracias a la religión se viven las virtudes infusas de la fe, esperanza y caridad; la Piedad es la manifestación amorosa a los padres y a la Patria. Solamente el catolicismo lleva al patriotismo a su plenitud, ya que quien no ve en la defensa de la Patria los valores trascendentes corre el peligro de caer en la trampa satánica de la patria universal, de la existencia sin sentido, de la alta traición en pos de pérfidos y espurios fines, lo mismo que le sucedió al Iscariote y ¿su paga? Además de las treinta monedas de plata… el suicidio.
A la hora de comentar el cuarto mandamiento el Aquinate se referirá a la Nación siguiendo la lógica del Evangelio: “…el que no es fiel en lo poco no lo es en lo mucho”, vale decir, el que no aprecia en justicia y piedad el excelente don de la Patria temporal, no podrá tampoco alcanzar el verdadero amor a la Patria Celestial, de la cual según San Pablo: “…ya somos ciudadanos y familiares de los Santos”. No existe oposición alguna entre estas dos Patrias que vienen a ser la misma desde perspectivas diferentes, pues quiso Dios que seamos de determinada Nación para alcanzar la verdadera Ciudadanía en el Cielo.
La Patria es principio de nuestro ser, como ya dijimos; el único amor que conlleva la Patria es el amor a los padres y parientes, en primer término, a los conciudadanos, y por ascensión en la perfección de los bienes termina su objeto en Dios, quien crea y sostiene en su providencia el territorio patrio: físico, psicológico y espiritual. San Agustín dirá poéticamente:
Ama siempre a tus prójimos,
Y más que a tus prójimos, a tus padres,
Y más que a tus padres, a tu Patria,
Y más que a tu Patria, ama a Dios.
El problema lo plantean los que no aman, por ejemplo, un comunista converso como Douglas Hyde, muestra realmente quiénes son los desamorados: “Para los comunistas no hay valores espirituales ni consideraciones morales o éticas. Ni la más mínima piedad humana influye en su sentir marxista, ni el amor ni la compasión ni el patriotismo tienen cabida en su estructura”[4]. Los que pretenden un mundo homogéneo en pugna y en contra de un mundo católico, de donde se sigue que estos nefastos odien la Patria por ser una realidad verdadera y cruciforme; porque les repele la sola idea de la vuelta a una autentica cristiandad, es decir, adorar a Cristo y servirle públicamente, como enseña el Padre Menvielle… se diga lo que se diga, actualmente habrá muchos cristianos pero no hay cristiandad. Esta lucha entre las dos ciudades ya la planteó magistralmente San Agustín en su Civitas Dei. No se puede negar que tras la homogeneización, globalización o universalización, están los enemigos de siempre alineados en pos de Satanás: y estos endiablados enemigos trabajan incansablemente por instalar en el mundo lo que el Papa Pío XI denominó Imperio Internacional del Dinero. Con respecto a la homogeneización no es una cuestión ociosa de eruditos, es una realidad constante y sonante que se viene gestando hace varios siglos y que en el siglo XX tuvo un espléndido caldo de cultivo, entre otras cosas por ejemplo: movimientos revolucionarios, engendros de la revolución bolchevique del 17; organizaciones internacionales manejadas por los imperios existentes; organizaciones surgidas por las recapitulaciones pos segunda guerra mundial (inspiradas y dirigidas por la judería): ONU; UNESCO y todos sus nefastos derivados. Vgr. La UNESCO en su política de educación propone (…) la abdicación de lo nacional en orden a la consolidación de un mundo homogeneizado. Bien advierte el Padre Saénz, interpretando este principio destructivo de las identidades nacionales en la niñez y juventud: “La enseñanza de una historia sin raigambre se torna indispensable para llevar adelante el proyecto de la factoría próspera y aséptica. Hacer de cada país un peón de ajedrez en el tablero del Nuevo Orden Mundial”.
Insistimos en que no amar a la Patria, ser apátrida o romper con la filiación histórica, será entonces, tomando una expresión de Antonio Caponetto: ser desertores de la eternidad… porque el que no quiso desde esta Patria terrena alcanzar por asalto la Patria Celeste solo será una sombra famélica, un paria infernal sin rostro ni familia donde volcarse amorosamente; y podrá, por último, arrastrarse entre el cielo y la tierra, pero no podrá elevar oración verdadera, ni podrá siquiera ver a su prole a los ojos y decirles mis hijos, porque carece de raíces quien Patria no tiene ni acepta… porque es estéril por más casa que edifique; el que niega la Patria niega su hogar, ese ámbito cálido adecuado para amar y educar.
Lo dirá el dr. Caponetto con más fuerza al hablar de la democracia, fruto de esta politiquería internacionalista: ‘El principio fundamental que la mueve [a la democracia] es el igualitarismo universal absoluto. Ahora bien: como los hombres — sin una intervención especial de Dios — no pueden ser igualados o nivelados por lo más encumbrado que hay en ellos, es, a saber, la ciencia y la virtud, no resta sino la posibilidad de intentar la nivelación absoluta universal, por lo más bajo que hay en ellos, es decir, por su condición material.[5]
No existe oposición de términos como nos quieren hacer creer los internacionalistas, porque el amor, el verdadero amor, solo puede tener una fuente, como traduce el Padre Castellani en aquellos versos del poeta francés:

El amor a la Patria es el amor primero
Y el postrero amor después de Dios
Y si es crucificado y verdadero
Ya son un solo amor
Ya no son dos.

Esta es la propuesta del Diablo, no otra, lo único que desea es que la sociedad humana se convierta en una terrible masa colectiva pero, esencialmente informe, incapaz de reconocerse y de reconocer en lo “otro” a la creatura deificada; antropoides deformes pululando a la deriva sin Cruz ni Bandera… en fin, quiere el Diablo, que terminemos como la piara del evangelio arrojándonos al precipicio por no querer aceptar la filiación divina y la histórica. Mientras que Los enemigos seculares del orden cristiano van logrando la conquista definitiva de todos los pueblos hasta que puedan entronizar como amo universal a su rey y mesías, el Anticristo.[6]
Sin Dios y sin Patria… solo queda la muerte, y la peor de las muertes: la muerte innominada, esa que pasará al olvido sin sentido ni frutos por cobarde y desesperada.
Al propósito del más larvado de los bandos que, en la seguridad de tener en sus manos el triunfo no oculta ya los temibles planes de dominación universal que trae escondidos bajo el embeleso de las grandes palabras de cristianismo y democracia. Táctica secular del iluminismo, tan antigua como el mundo, cuando el enemigo del linaje humano escondía la muerte bajo la perfidia del eritis sicut dii, seréis como dioses.[7]
La Patria es el camino por el cual nos encontraremos los hermanos, no de la patria universal, sino de la Patria Católica y juntos entonaremos himnos de victoria y marcharemos triunfantes, estandartes en alto y agitando banderas, hasta abrazar la gloria del Reino que no tendrá fin, contemplando al Señor de la Historia, al mismísimo Cristo Rey en Su majestad Gloriosa y, entonces, el único Himno será: CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO IMPERA… VIVA CRISTO REY.

Veritasetgladius, Santiago 2010.



[1] San Pío X, Catecismo Mayor. Resumen de la Historia del Antiguo Testamento, 70.

[2] Paul Rosen, El enemigo social, pág. 254.

[3] Santo Tomás de Aquino. Summa Theologicae II-II, q. 101, corpus.

[4] RP ÁNGEL PEÑA O.A.R. ATEOS Y JUDÍOS CONVERTIDOS A LA FE CATÓLICA. LIMA, 2005


[5] Caponetto Antonio. La perversión de la Democracia. (publicado en Cabildo: 22/7/10).


[6] P. Julio Menvielle, Que saldrá de la España que sangra.

[7] CRISTIANISMO Y DEMOCRACIA Por el R. P. Julio Menvielle Publicado en Revista VERBO nº 266 Año XXVIII Septiembre 1986