No he encontrado hilo referido a él. Ni tampoco a otra sanción a un sacerdote por defender la auténtica doctrina de la Iglesia. Se me ocurría que habría otro para el Padre Santiago González, de Sevilla.
En fin. Clama al Cielo. Y estoy esperando que Nuestro Señor regrese desde el Oriente, como una centella. Aunque ya sabemos lo que debe preceder y aunque nos arrastre también, que limpie todo. Porque estoy no se puede ya aguantar. Y lo dice la mayor pecadora. A lo mejor porque tanta gente ha seguido toda la vida dentro les ha ocurrido como a las ranas en el agua que va poniéndose a hervir.
La Iglesia es tan maravillosa, y están manchándola por todas partes. No están dando el cambiazo. ¿Se quedarán ellos las catedrales y nos mandarán a los garajes?
ANÁLISIS DE LA PENA DE DESTIERRO DE MOSÉN CUSTODIO — Como Vara de Almendro
Si alguien piensa que el fenómeno Custodio es una anécdota del obispado de Barcelona con respecto a un cura montaraz, o incluso de la Iglesia Nacionalista Catalana, ya puede ir quitándose la venda de los ojos. Las aguas que lo han expulsado como náufrago en la playa desierta, vienen moviéndose desde el fondo. El caso Custodio no es más que una manifestación local del problema dramático en que está sumergida la Iglesia católica.En Calanda, donde tan bien conocemos a Omella, nos avisaron que el cardenal iba a salir en un programa de radio. Y como es natural, no podíamos perdernos el retrato que iba a salir de esa entrevista. Escuchamos al Omella que conocemos hablando ya un “chapurreau” casi desconocido: dispuesto a echarse flores, malabarista mediocre de palabras y argumentos… Nos llamó mucho la atención el desparpajo con que distorsiona la realidad, primero respecto al Coloso de Cretas y luego respecto al “destierro” de mosén Custodio. Sus justificaciones fueron pobres, cuando no burdas. Pero era evidente que le daba lo mismo que se le notase que faltaba a la verdad. Ha fabulado tanto y la fábula (en defensa propia o en lucimiento propio) forma parte tan consustancial de su personalidad, que no le importa lo más mínimo que le pillen cazando moscas. Lo arregla con sus personalísimos malabares dialécticos. Es decir, tapando una trola con otra o con otras tres. Sus explicaciones no resisten el más elemental análisis.Empiezo por el final, es decir por el desencadenante de la pena fulminante y furibunda de destierro, sin que hubiese nada que lo hiciera previsible. Más bien al contrario: era totalmente imprevisible esta decisión del cardenal-arzobispo porque ésa era justamente la pena que venían reclamándole los políticos no sólo a él, sino también a su predecesor, mucho más taimado. Sistach, entrenadísimo en los tejemanejes con los políticos, logró con ellos algunos pactos vitales (para su carrera); pactos con los que Omella, esforzado aprendiz, ni tan siquiera puede soñar.Omella, tan “echao palante”, ha sido víctima de su petulante bisoñez. Ha caído en la trampa que se ha tendido él mismo. Ha querido hacerse una imagen y se ha empeñado en que la gente tratase no con él (que siempre queda unos pasos por detrás) sino con su imagen de cercanía y de inmediatez. Ha caído víctima de la “persona” que llevaba ya y que ha acabado de perfilar últimamente. Con su investidura ha calzado coturnos, sobre los que anda notoriamente torpe, y le ha pintado con fuerza hondos rasgos a su drámatis persona.¿Acaso ha caído Omella en la trampa del soberanismo, y ha ofrecido por ello a ese ídolo la cabeza de Custodio? Pues no, ésa me parece a mí la lectura ingenua. Había caído ya en la trampa que le tendieron sus colegas en el episcopado catalán. Una trampa astuta, dijeron, en la que cayó evidentemente complacido. No, esa trampa no le hizo mella, puesto que al dejarse atrapar tan astutamente, puso de su lado a la inmensa mayoría del clero de su diócesis. Sin entusiasmo, es verdad; pero lo puso de su lado (más propiamente se puso él del lado de ellos: un pastor que huele a oveja). En fin, que la célebre NOTA soberanista fue un prudente acto de pacificación, o al menos de armisticio. ¡Algo tenía que hacer por sus curas! Y de paso se puso también del lado de los políticos. ¡Carambola! Así que por este flanco no tenía más problemas que la caspa de los casposos. Y eso lo podía resolver con un gesto displicente de su mano. Sin problema pues por este lado.Evidentemente no ha sido víctima del pacto independentista entre la Iglesia de Cataluña y el poder político catalán, porque en ese sentido ya había hecho mérito suficiente con la NOTA para que no le pidieran más. En ese sentido pues, la cabeza de Custodio estaba bien firme sobre sus hombros. Para los políticos valía inmensamente más la NOTA, que la cabeza de un cura que al fin y al cabo era en la diócesis una extravagancia, una nota de pintoresquismo y hasta una muestra de libertad y tolerancia en esa cuestión tan vital para ellos.¿Cuál fue pues el desencadenante de esa decapitación fulminante de mosén Custodio? No fue lo que hizo (las procesiones del Cristo de la Buena Muerte con los Legionarios, ni la misa por los difuntos de la División Azul con la secuencia del acto académico en el teatro de la parroquia, ni la marcha mensual por la Vida los días 25 desde el hospital de San Pablo hasta la Sagrada Familia), que al fin y al cabo los políticos pueden lucirlo a su favor como muestra de respeto a la “libertad religiosa”, aunque el que la ejerce use esas fórmulas tan extremas.Resulta que por donde fueron a trincarle fue por lo que dice. Con eso sí que no pueden. Así que el Ayuntamiento de Hospitalet (donde está radicada la parroquia de Custodio y que se la tiene jurada al mosén) vio su ocasión dorada en la misa de San Pedrito de Chimbote para la comunidad peruana, que al coincidir con la celebración del día del orgullo gay en Barcelona, les vino como anillo al dedo. La misa se grabó para que pudieran verla en Perú. Y fue Ernesto Carrión, a sueldo del ayuntamiento socialista, el que cuidó de hacer el corte del sermón en que el mosén se refería a la homosexualidad, y pasárselo a los medios para montar el escándalo. Del tema del nacionalismo se les pudo escapar; pero de ésta, no se les escapaba. Y en efecto, liaron a la Generalidad a instar a los jueces para que lo juzgaran por instigación al odio. Tenemos ya pues liado al poder político en controlar lo último que le quedaba por controlar: Los sermones de los curas. No fue pues la cuestión nacionalista la que desató la tempestad, porque en las agendas políticas ésa es una cuestión secundaria. Fue la ideología de género en la que todos los políticos intentan ser los primeros de la clase. Y más los nacionalistas, claro. Si no se hacen querer por nacionalistas, se han propuesto que el mundo les quiera por ser los más fervientes idealistas de la ideología universal. Y he aquí que mosén Custodio, que no les había dado motivos para cargar definitivamente contra él por el tema nacionalista, va y se atreve a proclamar en público la doctrina de la Iglesia contra la homosexualidad, rompiendo el pacto tácito (¡y no tan tácito!) de silencio.Y eso sí que no. Ataques a la nueva ideología de género, ni uno; porque ahí están todos los políticos de todas las tendencias vigilando que la reacción sea todo lo contundente que merece la gravedad de la agresión verbal. Y la Generalidad hizo lo que se esperaba de ella: mandar el asunto a la fiscalía para que instase la instrucción de diligencias sobre el particular.De esa línea de actuaciones resultaba un enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado por el conflicto más grave que existe entre estas dos instituciones. Un conflicto del que huye la Iglesia por más que la provoque el Estado; conflicto que la Iglesia no está dispuesta a afrontar de cara y por el que no da la cara, tan desfigurada por sus escándalos justo en ese tema.¿El resultado? Carambola. La Generalidad (Área para la igualdad de trato y no discriminación de personas LGTB, de la Dirección General de Igualdad, del Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia de la Generalidad de Cataluña) archiva el expediente administrativo con esta nota: Una vez analizadas las palabras del padre Custodio Ballester se constató que no era posible abrir un procedimiento administrativo sancionador porque no incurría en ninguna infracción administrativa regulada en el artículo 34 de la Ley 11/2014, del 10 de octubre, y que su exposición se situaba en el ámbito del ejercicio del derecho de la libertad de expresión, opinión e ideología de esta persona. Por tanto, en fecha 12 de julio el Área para la Igualdad de trato y no discriminación de personas LGBT, procedió a cerrar y archivar este expediente.Segundo hecho: el Fiscal del odio… Dicta auto del mismo tenor… por el que reconoce el derecho de la Iglesia a exponer su doctrina sin por ello infringir la legislación sobre igualdad y no discriminación.Tercer hecho: la cabeza de mosén Custodio salta por los aires de manera inexplicable, es decir sin la menor relación con los dos hechos anteriores.Pero hay un aspecto de la decapitación del párroco que pone los tres hechos en íntima conexión, y es la exorbitada reacción del cardenal y la desproporcionadísima “pena” que le impuso al mosén un hombre tan bondadoso y de instinto tan humano, como es Omella.Esa reacción no tenía nada que ver con lo que hizo y lo que dijo Custodio, sino con las brutales presiones a que fue sometido el cardenal, a raíz del montaje mediático a cargo de los enemigos políticos (Ayuntamiento de Hospitalet) del sacerdote. Porque la cosa no quedó en montaje mediático, sino que además “se personó” la Generalidad en el asunto, abriéndole expediente administrativo al mosén (¡es decir a la Iglesia!), e intervino la justicia a través de la Fiscalía del odio, siendo su resolución favorable a la Iglesia, es decir a Custodio.Parece lo coherente que si tanto la Generalidad de Cataluña como la justicia dictaminaron a favor del señor cura, la Iglesia hubiese tenido que felicitarle por esa gran victoria moral; porque la Iglesia no puede andar podando y silenciando su mensaje a conveniencia del mundo. Pues no, el cardenal no sólo no le felicitó ni le condecoró, sino que le castigó con una crueldad nunca antes vista en la Iglesia. Con una particularidad más, y es que la última persona de la que podíamos esperar una conducta así, porque tiene un natural inclinado a la bondad (sólo opacada por su vanidad), justo esa persona, el cardenal Omella, incurrió en esa conducta extrema tan inexplicable.Por consiguiente, si vemos que ocurren cosas inexplicables, tendremos que pasarnos a otro plano para encontrar explicaciones. Una conducta así en una persona tan pacífica es indicio bastante evidente de que las presiones que sufrió, fueron feroces. Y aquí viene la gran pregunta, a la que prefiero no responder: ¿Las presiones vinieron sólo del bando político o también de la Iglesia? ¿Y sólo de la Iglesia catalana? Parece evidente que pasaron cosas muy gordas, y que al final hubo un apaño debajo de la mesa: “Eminencia, lo matamos todo, a condición de que Su Eminencia se cargue a ese cura”. Punto final.La política es así de desvergonzada: lo estamos viendo tanto en la derecha como en la izquierda como en el nacionalismo. Desvergüenza total. Y no sólo de los curas, frailes y monjas sueltos, sino también de sus superiores. De los obispos en el caso del clero secular.Pero están a lo que están: a lo suyo, que es lo suyo. ¿Acaso no nos hemos acostumbrado a que Rajoy no tenga ninguna responsabilidad en la corrupción del PP, Pedro Sánchez en la del PSOE, Pujol, ¿Mas o Puigdemont en la de CIU y así todos los demás? Si los políticos no son responsables de las tropelías de su partido ¿cómo van a ser los obispos (de innegable vocación y praxis política) responsables de las aberraciones que cometan los sacerdotes en sus diócesis? Eso no les incumbe. Lo suyo es liderar el procés, ofrecerse como mediadores, acariciar impúdicamente las manos de los políticos (Valderas dixit). Ellos están para eso. Además, tienen buen olfato: ven que el gobierno español (hipotético rival del independentismo) está negociando con los indepes y les está financiando con una generosidad inaudita. Saben muy bien por quién apuestan. Cuando se gire el viento ya cambiarán de apuesta. Pero van al día: están donde ha de estar un político.
De ahí que sea una ingenuidad afearle al cardenal Omeya su rigor patológico en la persecución de mosén Custodio, cuyo mayor delito es no ser de la cuerda por la que ha optado el episcopado catalán en peso, también en lo que se refiere al lobby gay. ¿A quién se le ocurre semejante desatino? Bien se le está al padre Custodio por no estar donde tácitamente (aunque con signos inequívocos) le manda su obispo que esté. Se necesita ser terco para no darse por enterado viendo tanta foto y tanto aquelarre de tanto cura metido en el procés hasta las cachas. Y no es que éstos no sean castigados por sus obispos: es que son premiados y promocionados para que sirvan de ejemplo al resto del clero. El que no está con el ganador, ya sabe lo que le pasa. Custodio no es la cruz de Omella. Es su corona, es su triunfo, es el mayor signo de su poder (yo diría que el único porque, aunque lo tenga, no lo ejerce). Le basta con mostrar su trofeo, como hacían los generales romanos volviendo de sus conquistas.
El Cojo de CalandaSi alguien piensa que el fenómeno Custodio es una anécdota del obispado de Barcelona con respecto a un cura montaraz, o incluso de la Iglesia Nacionalista Catalana, ya puede ir quitándose la venda de los ojos. Las aguas que lo han expulsado como náufrago en la playa desierta, vienen moviéndose desde el fondo. El caso Custodio no es más que una manifestación local del problema dramático en que está sumergida la Iglesia católica.En Calanda, donde tan bien conocemos a Omella, nos avisaron que el cardenal iba a salir en un programa de radio. Y como es natural, no podíamos perdernos el retrato que iba a salir de esa entrevista. Escuchamos al Omella que conocemos hablando ya un “chapurreau” casi desconocido: dispuesto a echarse flores, malabarista mediocre de palabras y argumentos… Nos llamó mucho la atención el desparpajo con que distorsiona la realidad, primero respecto al Coloso de Cretas y luego respecto al “destierro” de mosén Custodio. Sus justificaciones fueron pobres, cuando no burdas. Pero era evidente que le daba lo mismo que se le notase que faltaba a la verdad. Ha fabulado tanto y la fábula (en defensa propia o en lucimiento propio) forma parte tan consustancial de su personalidad, que no le importa lo más mínimo que le pillen cazando moscas. Lo arregla con sus personalísimos malabares dialécticos. Es decir, tapando una trola con otra o con otras tres. Sus explicaciones no resisten el más elemental análisis.Empiezo por el final, es decir por el desencadenante de la pena fulminante y furibunda de destierro, sin que hubiese nada que lo hiciera previsible. Más bien al contrario: era totalmente imprevisible esta decisión del cardenal-arzobispo porque ésa era justamente la pena que venían reclamándole los políticos no sólo a él, sino también a su predecesor, mucho más taimado. Sistach, entrenadísimo en los tejemanejes con los políticos, logró con ellos algunos pactos vitales (para su carrera); pactos con los que Omella, esforzado aprendiz, ni tan siquiera puede soñar.Omella, tan “echao palante”, ha sido víctima de su petulante bisoñez. Ha caído en la trampa que se ha tendido él mismo. Ha querido hacerse una imagen y se ha empeñado en que la gente tratase no con él (que siempre queda unos pasos por detrás) sino con su imagen de cercanía y de inmediatez. Ha caído víctima de la “persona” que llevaba ya y que ha acabado de perfilar últimamente. Con su investidura ha calzado coturnos, sobre los que anda notoriamente torpe, y le ha pintado con fuerza hondos rasgos a su drámatis persona.¿Acaso ha caído Omella en la trampa del soberanismo, y ha ofrecido por ello a ese ídolo la cabeza de Custodio? Pues no, ésa me parece a mí la lectura ingenua. Había caído ya en la trampa que le tendieron sus colegas en el episcopado catalán. Una trampa astuta, dijeron, en la que cayó evidentemente complacido. No, esa trampa no le hizo mella, puesto que al dejarse atrapar tan astutamente, puso de su lado a la inmensa mayoría del clero de su diócesis. Sin entusiasmo, es verdad; pero lo puso de su lado (más propiamente se puso él del lado de ellos: un pastor que huele a oveja). En fin, que la célebre NOTA soberanista fue un prudente acto de pacificación, o al menos de armisticio. ¡Algo tenía que hacer por sus curas! Y de paso se puso también del lado de los políticos. ¡Carambola! Así que por este flanco no tenía más problemas que la caspa de los casposos. Y eso lo podía resolver con un gesto displicente de su mano. Sin problema pues por este lado.Evidentemente no ha sido víctima del pacto independentista entre la Iglesia de Cataluña y el poder político catalán, porque en ese sentido ya había hecho mérito suficiente con la NOTA para que no le pidieran más. En ese sentido pues, la cabeza de Custodio estaba bien firme sobre sus hombros. Para los políticos valía inmensamente más la NOTA, que la cabeza de un cura que al fin y al cabo era en la diócesis una extravagancia, una nota de pintoresquismo y hasta una muestra de libertad y tolerancia en esa cuestión tan vital para ellos.¿Cuál fue pues el desencadenante de esa decapitación fulminante de mosén Custodio? No fue lo que hizo (las procesiones del Cristo de la Buena Muerte con los Legionarios, ni la misa por los difuntos de la División Azul con la secuencia del acto académico en el teatro de la parroquia, ni la marcha mensual por la Vida los días 25 desde el hospital de San Pablo hasta la Sagrada Familia), que al fin y al cabo los políticos pueden lucirlo a su favor como muestra de respeto a la “libertad religiosa”, aunque el que la ejerce use esas fórmulas tan extremas.Resulta que por donde fueron a trincarle fue por lo que dice. Con eso sí que no pueden. Así que el Ayuntamiento de Hospitalet (donde está radicada la parroquia de Custodio y que se la tiene jurada al mosén) vio su ocasión dorada en la misa de San Pedrito de Chimbote para la comunidad peruana, que al coincidir con la celebración del día del orgullo gay en Barcelona, les vino como anillo al dedo. La misa se grabó para que pudieran verla en Perú. Y fue Ernesto Carrión, a sueldo del ayuntamiento socialista, el que cuidó de hacer el corte del sermón en que el mosén se refería a la homosexualidad, y pasárselo a los medios para montar el escándalo. Del tema del nacionalismo se les pudo escapar; pero de ésta, no se les escapaba. Y en efecto, liaron a la Generalidad a instar a los jueces para que lo juzgaran por instigación al odio. Tenemos ya pues liado al poder político en controlar lo último que le quedaba por controlar: Los sermones de los curas. No fue pues la cuestión nacionalista la que desató la tempestad, porque en las agendas políticas ésa es una cuestión secundaria. Fue la ideología de género en la que todos los políticos intentan ser los primeros de la clase. Y más los nacionalistas, claro. Si no se hacen querer por nacionalistas, se han propuesto que el mundo les quiera por ser los más fervientes idealistas de la ideología universal. Y he aquí que mosén Custodio, que no les había dado motivos para cargar definitivamente contra él por el tema nacionalista, va y se atreve a proclamar en público la doctrina de la Iglesia contra la homosexualidad, rompiendo el pacto tácito (¡y no tan tácito!) de silencio.Y eso sí que no. Ataques a la nueva ideología de género, ni uno; porque ahí están todos los políticos de todas las tendencias vigilando que la reacción sea todo lo contundente que merece la gravedad de la agresión verbal. Y la Generalidad hizo lo que se esperaba de ella: mandar el asunto a la fiscalía para que instase la instrucción de diligencias sobre el particular.De esa línea de actuaciones resultaba un enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado por el conflicto más grave que existe entre estas dos instituciones. Un conflicto del que huye la Iglesia por más que la provoque el Estado; conflicto que la Iglesia no está dispuesta a afrontar de cara y por el que no da la cara, tan desfigurada por sus escándalos justo en ese tema.¿El resultado? Carambola. La Generalidad (Área para la igualdad de trato y no discriminación de personas LGTB, de la Dirección General de Igualdad, del Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia de la Generalidad de Cataluña) archiva el expediente administrativo con esta nota: Una vez analizadas las palabras del padre Custodio Ballester se constató que no era posible abrir un procedimiento administrativo sancionador porque no incurría en ninguna infracción administrativa regulada en el artículo 34 de la Ley 11/2014, del 10 de octubre, y que su exposición se situaba en el ámbito del ejercicio del derecho de la libertad de expresión, opinión e ideología de esta persona. Por tanto, en fecha 12 de julio el Área para la Igualdad de trato y no discriminación de personas LGBT, procedió a cerrar y archivar este expediente.Segundo hecho: el Fiscal del odio… Dicta auto del mismo tenor… por el que reconoce el derecho de la Iglesia a exponer su doctrina sin por ello infringir la legislación sobre igualdad y no discriminación.Tercer hecho: la cabeza de mosén Custodio salta por los aires de manera inexplicable, es decir sin la menor relación con los dos hechos anteriores.Pero hay un aspecto de la decapitación del párroco que pone los tres hechos en íntima conexión, y es la exorbitada reacción del cardenal y la desproporcionadísima “pena” que le impuso al mosén un hombre tan bondadoso y de instinto tan humano, como es Omella.Esa reacción no tenía nada que ver con lo que hizo y lo que dijo Custodio, sino con las brutales presiones a que fue sometido el cardenal, a raíz del montaje mediático a cargo de los enemigos políticos (Ayuntamiento de Hospitalet) del sacerdote. Porque la cosa no quedó en montaje mediático, sino que además “se personó” la Generalidad en el asunto, abriéndole expediente administrativo al mosén (¡es decir a la Iglesia!), e intervino la justicia a través de la Fiscalía del odio, siendo su resolución favorable a la Iglesia, es decir a Custodio.Parece lo coherente que si tanto la Generalidad de Cataluña como la justicia dictaminaron a favor del señor cura, la Iglesia hubiese tenido que felicitarle por esa gran victoria moral; porque la Iglesia no puede andar podando y silenciando su mensaje a conveniencia del mundo. Pues no, el cardenal no sólo no le felicitó ni le condecoró, sino que le castigó con una crueldad nunca antes vista en la Iglesia. Con una particularidad más, y es que la última persona de la que podíamos esperar una conducta así, porque tiene un natural inclinado a la bondad (sólo opacada por su vanidad), justo esa persona, el cardenal Omella, incurrió en esa conducta extrema tan inexplicable.Por consiguiente, si vemos que ocurren cosas inexplicables, tendremos que pasarnos a otro plano para encontrar explicaciones. Una conducta así en una persona tan pacífica es indicio bastante evidente de que las presiones que sufrió, fueron feroces. Y aquí viene la gran pregunta, a la que prefiero no responder: ¿Las presiones vinieron sólo del bando político o también de la Iglesia? ¿Y sólo de la Iglesia catalana? Parece evidente que pasaron cosas muy gordas, y que al final hubo un apaño debajo de la mesa: “Eminencia, lo matamos todo, a condición de que Su Eminencia se cargue a ese cura”. Punto final.La política es así de desvergonzada: lo estamos viendo tanto en la derecha como en la izquierda como en el nacionalismo. Desvergüenza total. Y no sólo de los curas, frailes y monjas sueltos, sino también de sus superiores. De los obispos en el caso del clero secular.Pero están a lo que están: a lo suyo, que es lo suyo. ¿Acaso no nos hemos acostumbrado a que Rajoy no tenga ninguna responsabilidad en la corrupción del PP, Pedro Sánchez en la del PSOE, Pujol, ¿Mas o Puigdemont en la de CIU y así todos los demás? Si los políticos no son responsables de las tropelías de su partido ¿cómo van a ser los obispos (de innegable vocación y praxis política) responsables de las aberraciones que cometan los sacerdotes en sus diócesis? Eso no les incumbe. Lo suyo es liderar el procés, ofrecerse como mediadores, acariciar impúdicamente las manos de los políticos (Valderas dixit). Ellos están para eso. Además, tienen buen olfato: ven que el gobierno español (hipotético rival del independentismo) está negociando con los indepes y les está financiando con una generosidad inaudita. Saben muy bien por quién apuestan. Cuando se gire el viento ya cambiarán de apuesta. Pero van al día: están donde ha de estar un político.
De ahí que sea una ingenuidad afearle al cardenal Omeya su rigor patológico en la persecución de mosén Custodio, cuyo mayor delito es no ser de la cuerda por la que ha optado el episcopado catalán en peso, también en lo que se refiere al lobby gay. ¿A quién se le ocurre semejante desatino? Bien se le está al padre Custodio por no estar donde tácitamente (aunque con signos inequívocos) le manda su obispo que esté. Se necesita ser terco para no darse por enterado viendo tanta foto y tanto aquelarre de tanto cura metido en el procés hasta las cachas. Y no es que éstos no sean castigados por sus obispos: es que son premiados y promocionados para que sirvan de ejemplo al resto del clero. El que no está con el ganador, ya sabe lo que le pasa. Custodio no es la cruz de Omella. Es su corona, es su triunfo, es el mayor signo de su poder (yo diría que el único porque, aunque lo tenga, no lo ejerce). Le basta con mostrar su trofeo, como hacían los generales romanos volviendo de sus conquistas.
El Cojo de Calandahttp://vozme.com/speech/es-fm/a0/a01...7787ae562f.mp3
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