Cuán a menudo oigo a un joven fogoso y lleno de anhelos que dice: Quiero vivir una gran aventura, vivo oprimido, quiero elevarme por encima de mí mismo.
En tales casos, obstinadamente, digo: ¿Quieres vivir realmente la gran aventura, la aventura repleta de cosas inesperadas? ¿Quieres de veras realizar una hazaña que se perpetúe en consecuencias incalculables? ¿Quieres de verdad servir a lo más grande? – Pues asiste cada mañana a misa – Allí vives cada vez la mayor aventura imaginable; allí reside tu hazaña; allí realizas un acto que tiene valor permanente, que ejerce influjo permanente y mediante el que te conviertes en ti mismo y todas tus acciones y tus trabajos adquieren sentido pleno y consagración. De esta manera la misa se convierte en la proeza suma del cristiano, la que todo lo abarca, la decisiva, la propia, la que, prolongándose eternamente, tiene efectos internos y externos; y todo el que vive con la misa, con el sacrificio, todo el que deposita su vida en la patena que se eleva hacia lo alto, el que participa en el ágape divino y, aunque sea con lejana aproximación, trata de hacerse cargo de lo que está ocurriendo allí, da cima a una acción que no solamente es de la más extrema importancia para él mismo, sino también para toda la humanidad, para toda la creación.
Pieter van der Meer de Walcheren, La Gran Aventura.
https://caminitoespiritual.blog/2018...gran-aventura/
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