No, no me lo tomo por descortesía; le agradezco en cualquier caso su respuesta.
De todas formas, si me lo permite, le puedo razonar brevemente por qué me interesan las apoyaturas exegéticas y teológicas: Por inquietud misionera.
Sr. Chanza, para usted y para mí, la Iglesia tiene credibilidad. Ambos creemos lo que la Iglesia nos dice. Pero, en mi opinión, los argumentos de autoridad sólo valen para aquellos que, previamente, han reconocido esa autoridad.
Si tengo que hablar del limbo a un marxista, un musulmán o un apóstata y, al mismo tiempo, quiero que mis palabras iluminen a esa persona, no me puedo limitar al argumento de autoridad. Por tanto, no me basta con saber qué es lo que enseña la Iglesia y adherirme a ello; además, necesito comprenderlo para explicarlo y que resulte creíble para otros.
"La Verdad os hará libres"
Estimado CIRUJEDA:
Tomando en consideración que CHANZA a respondido perfectamente a su duda, puesto que todo lo que los católicos creemos lo tenemos por cierto porque nos lo ha transmitido la Iglesia y no por su sustento en la Sagrada Escritura, aprovecho de responderle que, aparte del "Seno de Abraham (adonde iban los justos después de morir, antes de la Redención), nada se habla del Limbo en la Sagrada Escritura. Sin embargo, y siguiendo el principio de san Vicente de Lerins de que hemos de creer "Lo que ha sido creido por todos, siempre y en todas partes", la creencia en el Limbo es parte de la doctrina de la iglesia. En efecto, aparece explícitamente enseñada en el fidelísimo catecismo del R. P. Padre Astete y, por otra parte, cabe señalar que su consideración como fábula por parte de los herejes jansenistas fue incluída dentro de la condenación (magisterio pontificio de la Iglesia) del conciliábulo de Pistoya, en 1794 por S.S. Pío VI, siendo calificada en el mismo documento como "falsa, temeraria e injuriosa".
Atte. C.YÁÑEZ D.
Y tampoco creo, Cirujeda, que a un musulmán, un marxista o un apóstata (ejemplos que pones) le sirviera de nada que hubiera fundamento bíblico de la existencia del Limbo, porque la Biblia carece de valor alguno para ellos. En todo caso podría servirte con un evangélico, porque cree en la Sola Scriptura y no da valor a la Tradición, a pesar de que la Tradición se fundamenta perfectamente en las Escrituras, lo mismo que a las Escrituras las avala la Tradición (es más, gracias a la Tradición tenemos las Escrituras canónicas). Y es lógico, porque siendo los dos pilares que sustentan la fe, no pueden contradecirse, sino que en todo caso se complementan mutuamente llenando una las lagunas de la otra.
Conocer en qué se apoya una enseñanza de la Iglesia es importante para lograr su comprensión. A mayor comprensión, mayor autoridad en la explicación. Y, también, mayor capacidad de síntesis.
Si tengo que explicar a mis hijos la transubstanciación, no les voy a contar que Santo Tomás bebe de Aristóteles, pero sí me interesa conocerlo para, al explicarlo de forma que ellos lo entiendan, no transmitir errores de detalle o, incluso, de fondo.
Un saludo.
"La Verdad os hará libres"
Doctrina católica sobre el Limbo
Enseña la Constitución Apostólica de Juan Pablo II Fidei Depositum (11 de octubre de 1992) para la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, 4: «Este Catecismo no está destinado a sustituir los catecismos locales aprobados por las autoridades eclesiásticas, los obispos diocesanos o las Conferencias episcopales, sobre todo si han recibido la aprobación de la Sede Apostólica».
El propio Catecismo de la Iglesia Católica, punto ante 2052, a propósito de la fórmula catequética de los diez mandamientos, cita en la nota a pie de página número 274 el «Catechismus Catholicus, cura et studio P. Card. Gasparri concinnatus (Typis Polyglottis Vaticanis 1933)», siendo que «las citas, en letra pequeña, de fuentes patrísticas, litúrgicas, magisteriales o hagiográficas tienen como fin enriquecer la exposición doctrinal» (Catecismo de la Iglesia Católica, 21).
Veamos qué enseña a propósito del Limbo el Catechismus Catholicus del Emmo. y Rvdmo. Sr. Card. Pietro Gasparri,que constituye una obra de primer orden como resumen de la doctrina cristiana; catecismo «aprobado por la Sede Apostólica», publicado por la mismísima Typis Polyglottis Vaticanis en 1933 y que ha merecido ser citado como «fuente de enriquecimiento de la exposición doctrinal» del actual Catecismo de la Iglesia Católica:
Catechismus Catholicus
cura et studio P. Card. Gasparri concinnatus359. ¿Qué será del alma de aquellos que mueren sin Bautismo, con solo el pecado original?
(Typis Polyglottis Vaticanis 1933)
Cap. IX. De los sacramentos.
Sección 2ª. De los sacramentos en particular.
Art. 1. Del sacramento del Bautismo.
«El alma de aquellos que mueren sin Bautismo, con sólo el pecado original, carece de la visión beatífica de Dios a causa de este pecado, pero no sufre las otras penas con que son castigados los pecados personales.
El lugar y el estado de estas almas suele llamarse Limbo, muy diverso del Limbo de los Santos Padres de que se habla en la pregunta 106».
106. ¿Qué se entiende aquí por infiernos?
«Por infiernos se entiende aquí no el Infierno, ni el Purgatorio, sino el Limbo de los Santos Padres, donde las almas de los justos esperaban la redención prometida y ardientemente deseada».
Aclaración V, pregunta 359 (Catecismo Católico)
«Acerca de los niños que mueren con sólo el pecado original, es hoy común la doctrina expuesta en el catecismo, a saber: que carecen de la visión beatífica y así sufren la pena debida al pecado original, esto es: la pena de daño; pero no la pena de sentido, que es la que corresponde al pecado personal. Esto supuesto, cabe preguntar si tienen noticia de la privación de la visión beatífica, y si se responde afirmativamente, si sienten o no dolor por ello. En esta cuestión no todos los teólogos son de idéntico parecer.
En primer lugar está la opinión de Santo Tomás. El Angélico había enseñado [Sum. Theol., in 2, dist. 33, q. a. 2] que las almas de los niños saben que están privadas de la vida eterna, y la causa por que lo están; pero no por ello sienten aflicción alguna. Pero después, en De malo, q. 5, a. 3, mudó de parecer, aunque saca la misma conclusión: a saber, las almas de los niños son castigadas con la misma privación de la visión beatífica, y por esta privación, que ignoran, no sufren dolor ninguno:
“Las almas de los niños no están en verdad privadas del conocimiento natural, como corresponde a un alma separada en conformidad con su naturaleza, pero carecen del conocimiento sobrenatural, que aquí se nos infunde por la fe, puesto que no tuvieron la fe en acto, ni recibieron el sacramento de la fe.
Ahora bien, pertenece al conocimiento natural el que el alma sepa que ha sido creada para la felicidad, y que la felicidad consiste en la consecución del bien perfecto. Pero supera el conocimiento natural el saber que este bien perfecto, para el cual fue creado el hombre, es la gloria que poseen los Santos.
Por eso dice el Apóstol que ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó a hombre alguno por el pensamiento cuáles sean las cosas que Dios tiene preparados para aquellos que le aman, a lo cual añade: ‘A nosotros, empero, nos lo ha revelado Dios por medio de Su Espíritu’; la cual revelación pertenece en verdad a la fe.
Y por lo tanto las almas de los niños no saben que están privadas de tal bien, y por esto no sienten de ello dolor, mas poseen sin dolor lo que tienen por naturaleza”.
Este parecer no fue admitido por otros teólogos. Así Belarmino [...] y los wiceburguenses [...]. Nosotros, en el catecismo, hemos enseñado en esta controversia lo que los teólogos admiten comúnmente, apoyados en la autoridad de Inocencio III, Pío VI, Pío IX».
Textos de los Romanos pontífices, 359 (Catecismo Católico)
Inocencio III, Epist. Maiores Ecclesiae causas, sub finem 1201, ad Ymbertum Archiep. Arelatensem (Decretales Gregorii IX, l. III, tit, 42, cap. 3):
«... La pena del pecado original es la privación de la vista de Dios; la pena del pecado actual es el tormento del infierno eterno».
Pío VI, Const. Auctorem fidei, 28 agto. 1794, prop. 26 inter damnatas, contra errores Synodi Pistoriensis (Bullarii Romani Continuatio, ed. Taurinem., XV, 2711 s.):
«Es falsa, temeraria, injuriosa a las escuelas católicas la doctrina que rechaza como pelagiana aquel lugar de los infiernos, designado generalmente por los fieles con el nombre de limbo de los niños, en el que son atormentados con la pena de daño, mas no con la de sentido, las almas de los que mueren con la culpa original, como si por el mismo hecho de excluir la pena de fuego, indicasen que aquel lugar es como un estado medio, libre de culpa y de pena, entre el reino de Dios y la eterna condenación, según imaginaron los pelagianos».
Pío IX, Enc. Quanto conficiamur, 10 agto. 1863, ad episcopos Italiae (Acta Pii IX, I, 111, 613):
«Y aquí, amados Hijos Nuestros y venerables Hermanos, conviene recordar y reprobar de nuevo un error gravísimo, en el que han caído miserablemente algunos católicos, según los cuales pueden alcanzar la vida eterna los hombres que viven en los errores y lejos de la verdadera fe y de la unidad católica. Lo cual ciertamente se opone en gran manera a la doctrina católica.
Es cosa sabida de Nos y de vosotros que los que se encuentran en ignorancia invencible respecto de la santísima religión y guardan diligentemente la ley natural y sus preceptos, esculpidos por Dios en todos los corazones, llevando una vida honesta y recta, pueden conseguir la vida eterna en virtud de la luz y gracia divinas, porque Dios, que ve perfectamente, escruta y conoce la mente, el ánimo, los pensamientos y los hábitos de todos, no permitirá en modo alguno por Su suma bondad y clemencia, que sea castigado con las penas eternas quien no haya cometido culpa voluntaria.
Pero es también conocidísimo el dogma católico que ninguno puede ya salvarse fuera de la Iglesia católica, y que no pueden conseguir la salud eterna los rebeldes a la autoridad y a las definiciones de la misma Iglesia, y los pertinaces en la separación de la unidad de la misma Iglesia, y del sucesor de Pedro, el Pontífice Romano, a quién confió el Salvador el cuidado de la viña».
Última edición por Cruzado Furioso; 27/09/2007 a las 18:00
O Limbo
16/09/2011 por Rodrigo Cassio Rodrigues
Fonte: Mosteiro da Santa Cruz.
Domqueur, 25 de outubro de 1995O LIMBO: UMA DOUTRINA INCONTESTÁVEL CONFUNDIDA PELA “NOVA TEOLOGIA”.Depois do nosso artigo “Magistério desprezado — o Batismo das crianças e o limbo” (Sim sim Não não de abril de 1996 p.1), recebemos a seguinte correspondência do Rev. Pe. Sulmont ? carta publicada no Boletim Paroquial de Domqueur de novembro de 1995 (suplemento do Boletim n°287, p. 1):
Senhores,
Li seu artigo em SiSiNoNO do mês de outubro..
Sem dúvida, estou inteiramente de acordo com sua posição sobre a necessidade de batizar as crianças, como ensinam o Magistério infalível da Igreja, todos os Concílios, toda a tradição, inclusive o Credo de Paulo VI, de 30 de junho de 1968.
Entretanto, permitam-me ser menos categórico a respeito do limbo e da sorte das crianças mortas sem Batismo.
O limbo das crianças é uma conclusão teológica que não é de Fé divina mas somente de Fé eclesiástica, segundo a classificação que me foi outrora ensinada no Seminário.
Dito de outra forma, o limbo não faz parte da Revelação contida no Evangelho. Quando Cristo diz a Nicodemo ‘ninguém, se não renasce da água e do Espírito Santo, pode entrar no reino de Deu´ (Jo. III, 5), funda o Batismo, mas Ele fala a pessoas que não são ainda batizadas e os próprios apóstolos não o estavam ainda, como se acredita.
Necessita-se, assim, um certo tempo para que o sacramento do Batismo seja generalizado: o reino de Deus se instaurará aqui, pouco a pouco.
O limbo, ou melhor, as franjas do reino de Deus, existe na terra, para a Igreja, antes que a evangelização se tenha realizado plenamente em seus fiéis.
Guardei a lembrança da morte de parto de uma mãe há alguns anos, e vejo ainda o pequeno caixão da sua filhinha, chamada Aurora, posto ao lado da mãe, que era boa cristã.
O senhor pensa que Deus possa abrir o céu à mãe, dar-lhe a bem-aventurança, e fechar a porta ao seu bebê, enviando-o a algum outro lugar?
Ainda que uma mãe pudesse esquecer seu filhinho, Deus não esquece os seus.
Parece-me que a solução do limbo não leva suficientemente em conta o dogma da Comunhão dos Santos que está no Credo.
Em todos os tempos, e desde o Antigo Testamento, os fiéis admitem que a morte permite o reencontro com seus pais. Os laços naturais da família não são definitivamente rompidos. Os méritos dos santos não podem ser atribuídos, com prioridade, aos membros de sua família natural e àqueles que eles amaram na terra? Senão a caridade seria uma virtude descontínua.
Eis o que sugiro: talvez os senhores possam dar-me sua opinião sobre esse assunto difícil do limbo.
De qualquer maneira, estou de acordo com os senhores em combater, o mais energicamente possível, o retorno da heresia de Pelágio e a inadmissível teoria da escolha pessoal do Batismo unicamente para os adultos.
O pelagianismo é hoje uma praga: a negação do pecado original, o culto do Homem, os sacramentos laicizados, o desprezo da graça de Deus em benefício de truques; ignora-se o texto do Evangelho: “Não foram vós que me escolheram, mas eu, diz Jesus, que vos escolhi” (Jo, XV, 16).
Cordialmente,
Pe. Sulmont
Por seu lado, uma leitora nos escreve:
Rev. Pe.,
[...] o artigo a respeito do Batismo das crianças e o limbo, no seu último número, fez-me refletir de novo.
Minha cunhada, por ocasião de uma intervenção cirúrgica, estando grávida de quatro meses, pediu que o feto fosse batizado, no caso de… Tendo sido mudada a equipe cirúrgica (durante a noite), não se fez o que ela tinha pedido.
À uma pergunta feita a [...] me responderam que não havia, nesse caso, Batismo de desejo, porque não se podia intervir da mesma maneira para um adulto, que deveria acusar seus pecados.
Permita-me refazer a pergunta ao mesmo tempo em que formulo esta outra: Como encarar, nesse particular, a questão do Juízo Final?
Espero que o senhor me esclareça sobre esse ponto delicado, sabendo que no fm do mundo haverá aqueles que terão (feito…) e os que não terão (feito…) em função de sua vontade livre e esclarecida, e lhe peço que aceite, com meus agradecimentos antecipados, a expressão do meu respeito.
Carta assinada
Respondemos aqui a essas duas cartas.
“… permitam-me ser menos categórico a respeito do limbo e da sorte das crianças mortas sem Batismo”. (Pe. Sulmont).UMA “DOUTRINA COMUM DA IGREJA”
Não se trata aqui de ser mais ou menos “categórico”. Trata-se, ao contrário, de manter a doutrina ensinada durante séculos, até às vésperas do Concílio Vaticano II, pela maioria dos Pastores, doutrina adotada pela maioria dos teólogos, acreditada por todo o povo cristão. Separar-se dela significa separar-se da doutrina comum para aderir a essas vozes discordantes e isoladas, que não faltaram em diversos períodos, no curso dos séculos, mas que se mostraram inconciliáveis com a Revelação divina ou que permaneceram como hipóteses, piedosas e caritativas, se quiserem, mas que não são fundadas sobre qualquer revelação.
Em 1935, padre J. Webert, O.P. escrevia: “Se, no curso dos tempos, houve entre os teólogos certas hesitações ou obscuridades, a doutrina da Igreja está doravante bem determinada sobre a existência do Limbo, como lugar onde repousarão eternamente as almas daqueles que morreram somente com o pecado original” (L’au dela, notas e apêndices à tradução francesa da Suma Teológica de São Tomás de Aquino, ed. Desclée). O próprio Häring, que nega o limbo das crianças, reconhece que se trata de “uma doutrina comum da Igreja” (Famiglia Christiana 27 de maio de 1975) e todos os teólogos a reconhecem como tal.
Ora, um padre deve estimar no seu justo valor o peso — no domínio doutrinário — de um consenso tão longamente mantido e tão unânime na Igreja, consenso que, por sua aceitação tranqüila e sua duração, compromete a própria infalibilidade da Igreja tanto “in docendo” quanto “in credendo”.
A isto, deve-se acrescentar o favor, tácito ou expresso, do Magistério Pontifício que, pela boca de Pio VI, defendeu como ortodoxa a crença no limbo contra o concílio herético de Pistóia: “O papa declara falsa, temerária, injuriosa às escolas católicas, a proposição segundo a qual deve ser rejeitado como uma fábula pelagiana o lugar dos infernos, chamado vulgarmente limbo das crianças, no qual as almas daqueles que morrem somente com o pecado original são punidas com a pena de dano [privação da visão de Deus] sem a pena do fogo” (DB 1526).
Assim, em 1954, nas vésperas do Vaticano II, os padres jesuítas espanhóis na sua Sacrae Theologiae Summa (BAC, Madri) escreviam que “etsi de limbo plures sunt quaestiones, ejus existentia certo tenenda est [em itálico no texto] quamvis non sit doctrina de fide definita”. “Apesar de haver várias questões [a resolver] sobre os limbos, sua existência deve ser tida por certa, conquanto não haja uma fé definida” (vol. II De sacramentis p. 150). E depois de ter examinado e refutado as diversas objeções e hipóteses sobre o destino das crianças mortas sem Batismo, estes padres jesuítas lembravam o gravíssimo julgamento de Santo Agostinho: “Noli credere nec docere infantes antequam baptizantur morte praeventos pervenire posse ad originalium indulgentiam peccatorum, si vis esse catholicus [em itálico no texto]”. “Quem quer ser católico, não creia, nem diga, nem ensine que as crianças colhidas pela morte antes de serem batizadas podem obter a remissão do pecado original” (Ibid.)
.
“O limbo das crianças é uma conclusão teológica que não é de Fé divina mas somente de Fé eclesiástica, segundo a classificação que me foi outrora ensinada no Seminário” (Pe. Sulmont).UM ERRO
Sentimos muito ter que dizer que o Pe. Sulmont é aqui “categórico” e que está em erro, e isso por vários motivos. O limbo é, realmente, uma conclusão teológica, mas não uma conclusão teológica de Fé eclesiástica, sem que a Igreja tenha ainda se pronunciado sobre a questão (e veremos por que) de maneira solene e definitiva. Contudo, fosse a doutrina sobre o limbo de Fé eclesiástica, como crê nosso leitor, sua certeza seria “infalível como nos casos dos verdadeiros dogmas” (L. Ott Compendio di teologia dogmatica, Marietti 1955 p.22) e, portanto, o argumento segundo o qual o Limbo “não seria de Fé divina mas somente de Fé eclesiástica” não tem nenhum peso, em realidade.
.
“Dito de outra forma, o limbo não faz parte da Revelação contida no Evangelho” (Pe. Sulmont).SENTENTIA AD FIDEM PERTINENS
Infelizmente, não estamos de acordo com nosso reverendo leitor. O limbo é uma conclusão teológica como, aliás, ele mesmo o diz e, por conseguinte, justamente por ser uma conclusão teológica, é uma verdade virtualmente ou implicitamente revelada, como o ensina qualquer manual de teologia: “Chama-se conclusão teológica uma verdade religiosa deduzida de duas premissas, das quais uma é formalmente revelada e a outra é conhecida unicamente pela razão. Sendo tais verdades derivadas de uma raiz da Revelação, são ditas virtualmente reveladas (virtualiter revelatae)” (Bartmann Manuale di teologia dogmática, vol. I, ed. Paoline 1949, p. 20).
Por esta relação teológica com a Revelação divina, a conclusão teológica, antes mesmo de ter sido pronunciada definitivamente pela Igreja, é chamada “sententia ad fidem pertinens”, sentença que pertence à Fé. Não seremos, portanto, tão categóricos para concluir como nosso leitor que “o limbo não faz parte da Revelação, contida no Evangelho”.
.
“O limbo, ou melhor, as franjas do reino de Deus, existe na terra, para a Igreja, antes que a evangelização se tenha realizado plenamente em seus fiéis” (Pe. Sulmont).UMA OPINIÃO “MUITO SINGULAR”
E é assim que os limbos são completamente negados. Não se trata aqui, de fato, do destino das crianças mortas sem Batismo e que seus pais tenham desejado batizá-las, trata-se sim da própria existência do limbo. Não vemos como essa opinião totalmente pessoal, que situa o limbo “aqui em baixo”, sobre a terra, possa conciliar-se com o Evangelho: “Ninguém, se não renasce da água e do Espírito Santo, pode entrar no Reino de Deus” (Jo. 3,5), e com dois mil anos de reflexão teológica “in eodem sensu et eadem sententia” sobre a sorte das crianças mortas sem Batismo e com os documentos do Magistério infalível da Igreja. Se o limbo existe somente “aqui em baixo” e não existe depois da morte, quer dizer que jamais haverá o caso de almas que morrem unicamente com o pecado original, mas somente almas dignas ou do Céu (com seu anexo, o Purgatório) ou do Inferno, por terem morrido não somente com o pecado original, mas também com pecados pessoais. As definições infalíveis da Igreja, ao contrário — todas sem exceção — consideram certo que existem almas que morrem somente com o pecado original: na profissão de Fé de Michel Paleólogo e em todas as profissões de Fé impostas aos orientais (Dz. 387, 588, 870, 875), no Concílio de Lyon e no de Florença (DB 464) distingue-se sempre entre os que morrem em estado de pecado mortal e os que morrem “somente com o pecado original” (isto é, as crianças e os dementes não batizados). Daí a conclusão lógica, tirada pelos teólogos, da existência de um lugar especial que acolhe essas almas depois da morte.
Além disso, uma vez negado o limbo depois da morte com a finalidade de salvar as crianças cujos pais desejaram ardentemente o batismo, faltaria estabelecer onde vão terminar as outras crianças, inclusive as dos infiéis, cujos pais não desejaram batizar, nem mesmo vagamente. Não chegaríamos, por este caminho, a negar a própria verdade revelada, da qual o limbo não é senão uma conseqüência lógica, a saber, a necessidade absoluta do Batismo para todos? Ficaremos por aqui. Acrescentemos somente que a Igreja, hoje, sofre com opiniões “muito pessoais”. Evitemos, nós que queremos ser filhos fiéis da Igreja, dela sair.
.
“Guardei a lembrança da morte de parto de uma mãe há alguns anos, [...] O senhor pensa que Deus possa abrir o céu à mãe, [...] e fechar a porta ao seu bebê, enviando-o a algum outro lugar?” (Pe. Sulmont)UMA PERGUNTA DESRESPEITOSA PARA COM O MAGISTÉRIO E A TEOLOGIA CATÓLICA
Essa pergunta nos parece, antes de tudo, e é o menos que se pode dizer, desrespeitosa para com tantos grandes teólogos católicos (incluindo Santo Agostinho e São Tomás de Aquino), como para com a Igreja que – como se exprime Pio XII em Humani Generis — “deu com sua autoridade, uma aprovação tão notável a sua teologia”. De fato, esses grandes teólogos — e a Igreja com eles — não se teriam dado conta de que o limbo faz injustiça à … bondade de Deus! Na realidade, os grandes teólogos bem sabiam que a visão direta de Deus é um dom totalmente gratuito (ninguém tem “direito” à graça e à glória), que ultrapassa infinitamente as exigências e as aspirações da natureza humana (coisa negada pela “nova teologia”) e que não é permitido, portanto, pedir contas a Deus quando Ele não concede a alguém as alegrias do Céu que, apesar de querer dar a todos, não deve a ninguém. Nossa geração orgulhosa parece ter esquecido isso, mas a palavra de Deus está aí para nos lembrar: “Ó homem, quem és para altercar com Deus? Será que o vaso de argila diz a quem lhe deu a forma: Por que me fizeste assim? O oleiro não é dono da sua argila, para fazer da mesma massa um vaso de honra e um vaso de ignomínia?” (Rm 9, 20-21). Ou ainda: “Não fostes vós que me escolheram, mas eu que vos escolhi” (Jo 15, 16) recordado pelo Pe. Sulmont na conclusão de sua carta e que é uma das várias passagens evangélicas que afirmam a soberana liberdade de Deus no plano da salvação. (Lembremo-nos também de: “Não sou livre de fazer dos meus bens o que quero?”, do dono da vinha, na parábola dos operários da última hora).
É certo que Deus quer que todos os homens se salvem, mas o quer com uma vontade condicionada, não absoluta (como o quereria, contrariamente, a “nova teologia”), isto é, Ele o quer com a condição que os homens e as causas segundas, em geral, concorram para a obra de salvação e, se esse concurso falta, Deus não intervém distribuindo milagres, para enviar todos os homens ao Paraíso, a qualquer preço, violando a liberdade humana, mas deixa as causas segundas seguirem seu curso. Por isso muitas crianças morrem sem Batismo por negligência culpável dos pais e de outras pessoas (no caso exposto pela leitora, por falta de equipe médica precedente que não transmitiu à nova equipe a vontade da mãe). E mesmo se a negligencia não é evidente, como nesse caso, sempre se poderia procurar uma responsabilidade — segundo a hipótese plausível de um teólogo — na falta de utilização de todas as graças atuais que Deus distribui aos homens para que se cumpra perfeitamente seu plano de salvação. Com isto, não pretendemos que a questão esteja completamente resolvida: ela permanece sempre misteriosa para o homem porque, no fundo, trata-se de uma desigual repartição de graças, desigualdade da qual Deus se reserva o segredo. O que está dito, no entanto, basta para estabelecer que a existência do limbo não põe em questão a justiça, nem a bondade divina. Tanto é assim que, segundo o julgamento comum dos teólogos, se as alegrias do Céu são recusadas às almas do limbo (elas não lhes são devidas), as alegrias naturais, as mais elevadas, não se lhe são, no entanto, recusadas, alegrias que lhes asseguram uma felicidade pelas quais não cessam de agradecer a Deus.
.
Realmente, a reflexão teológica sobre os limbos, se estes são bem conhecidos (o que não parece o caso, segundo as cartas recebidas) oferece vários motivos de consolação aos pais cristãos aflitos.UMA DOUTRINA CONSOLADORA
É certo que as almas do limbo sofrem objetivamente a pena do pecado original, que é “a privação da visão de Deus” (Inocêncio III, Dz. Enchiridion n° 341), mas é de julgamento comum dos teólogos que a justiça divina não permite que elas a sofram subjetivamente. Já havia dito Santo Agostinho que sua pena “é entre todas a mais doce” “omnium mitissima” (a dureza ulterior do doutor de Hipona é devida à controvérsia pelagiana). Foi em seguida, aprofundando a natureza do pecado original, que nos descendentes de Adão tem um caráter não de falta, mas de privação da graça, que os teólogos precisaram melhor a natureza da pena do limbo, puramente privativa também, e não aflitiva.
Seu julgamento é assim ilustrado e defendido por São Tomás: “a mesma razão vale para a ausência de sofrimento sensível e para a ausência de sofrimento espiritual (para as crianças mortas sem Batismo).
É sempre o gozo ilegítimo que merece sofrer, e o pecado original não o comporta: há, portanto, isenção de todo sofrimento.
A terceira opinião admite que as crianças possuem um perfeito conhecimento de tudo o que pode ser conhecido naturalmente, sabem que estão privadas da vida eterna e sabem a razão, e, no entanto, não experimentam nenhum sofrimento. É o que se precisa explicar.
A ausência de uma perfeição que o excede, não aflige aquele cuja razão é reta (é o caso das crianças mortas sem Batismo), por exemplo, não poder voar como os pássaros, não ser nem rei nem imperador, porque não há nenhum direito a isso; mas ele devia afligir-se por ser privado de um bem que lhe é proporcionado e ao qual é apto. Digo, pois, que todos os homens no uso de seu livre arbítrio são capazes de obter a vida eterna, porque podem preparar-se à graça, que é o meio para isso. Desde então, se faltam a ela, conservarão uma soberana dor por ter perdido o que eles poderiam possuir. Ora, essa capacidade sempre faltou às crianças: a vida eterna não lhes era devida por natureza, da qual excede totalmente as exigências, e por outro lado, não poderiam praticar nenhum ato pessoal, que as fizesse merecer tão grande bem. Portanto, elas não se afligem de nenhuma maneira por não ver a Deus, e de outra parte, gozam por participar em grande parte do bem do qual Deus é a fonte e possuir todos os dons naturais que recebem Dele.
Não se pode atribuir-lhes a capacidade de obter a vida eterna por uma ação pessoal e nem tão pouco por uma ação externa; não se pode dizer que elas poderiam ter sido batizadas, como muitas outras o foram, e que assim viessem a gozar da visão de Deus. Porque, ser recompensado por uma ação que não é pessoal é o efeito de uma graça totalmente particular, que as crianças não se entristecem de não ter recebido, assim como um homem sensato não se entristece por não ter recebido muitas graças concedidas por Deus a outros homens”. São Tomás App.q.2 a.2. Tradução francesa: Revue des Jeunes, suppl: q.70 bis art.2).
Em suma, se o limbo não é o Paraíso, também não é o inferno dos danados e, se lá as almas não gozam da visão beatifica, gozam, não obstante, de uma felicidade acidental secundária, possuindo sem dor bens naturais, de nenhum modo desprezíveis, e em primeiro lugar o conhecimento e o amor natural de Deus, como o explica São Tomás.
“Apesar de que as crianças não batizadas estejam separadas de Deus, no que concerne à visão beatifica, elas não estão completamente separadas Dele. Ao contrário, estão unidas a Deus pela participação nos bens naturais e podem assim gozar Dele também pelo conhecimento natural e o amor natural” (In IV Sent. I.II, dist. XXX, q.II a.2 ad.5).
Suarez, por seu lado, diz que as crianças mortas sem Batismo amam a Deus com um amor natural, acima de todas as coisas e gozam por estarem ao abrigo de todo pecado e de todo sofrimento (De peccatis et vitiis disp. IX sect VI).
Lessius diz que elas possuem um conhecimento natural perfeito das coisas materiais e espirituais que as leva a amar soberanamente a Deus, mesmo se se trata de um amor natural, a abençoá-Lo e louvá-Lo por toda eternidade (inclusive por tê-las poupado do combate terrestre, cujo resultado é sempre incerto) (De perfect divin. 1 XII c. XXII n° 144 ss).
O cardeal Sfondrati acrescenta que “Esse benefício da inocência pessoal e da exceção do pecado é tão grande que essas crianças prefeririam ser privadas da glória celeste a cometer um só pecado; e todo cristão deve ser desta opinião [como o foram, de fato, os Santos]. Portanto, não há lugar para queixas nem aflição a propósito dessas crianças, mas antes, convém louvar a Deus e agradecer-Lhe a esse respeito” (Nodus praedestinationis dissolutus, Roma 1687, p. 120).
Como é evidente, para consolar os pais cristãos, aflitos com a morte de seus filhos sem Batismo, não é, de modo nenhum, necessário negar a existência do limbo; basta simplesmente instruí-los sobre sua doutrina. Gostaríamos também de lembrar aqui que o cônego Didiot, da Faculdade teológica, se diz “inteiramente disposto a crer que as relações entre o céu dos eleitos e o limbo das crianças são possíveis e mesmos freqüentes; que o laço de sangue conservará sua força na eternidade, e que a família cristã, reconstituídas no céu, não será privada da alegria de reencontrar e amar seus queridos participantes de um dia” (Mortos sem Batismo, Lille 1896 p. 60). Essa é somente uma hipótese pessoal e o autor a tem por tal, mas é uma hipótese que se harmoniza com o dogma e a doutrina tradicional.
.
“Parece-me que a solução do limbo não leva suficientemente em conta o dogma da Comunhão dos Santos que está no Credo. [...] Os méritos dos santos não podem ser atribuídos, com prioridade, aos membros de sua família natural e àqueles que eles amaram na terra?” (Pe. Sulmont)PELOS MÉRITOS DE CRISTO E NÃO DOS SANTOS
Esta observação também é um agravo aos grandes teólogos da Igreja e a Ela mesma que não se teriam dado conta, todos, que a conclusão teológica sobre o limbo não está bem de acordo com o “dogma da Comunhão dos Santos que está no Credo”. Na realidade os grandes teólogos não estavam esquecidos, como parece esquecer-se nosso leitor, que a primeira graça (conferida justamente pelo Batismo e restituída eventualmente pela Confissão) é concedida pelos méritos de Cristo e não dos Santos e que a Revelação divina associa absolutamente a primeira graça ao Batismo (Jo 3, 5). Esse Batismo de água pode ser substituído pelo de sangue, como no caso dos santos inocentes, assassinados pelo ódio a Cristo, ou pelo de desejo que, consistindo em atos pessoais de Fé e de contrição, não pode, no entanto, ser dado aos recém nascidos (nem aos dementes).
Não nos foi dado a conhecer outros meios de salvação, e é com justiça que os teólogos, unânimes, dizem que a uma lei tão geral e tão universal, revelada por Deus, como a do Batismo, não se pode admitir nenhuma exceção, se o próprio Deus não revelar a existência desta exceção (Sacrae theologiae Summa cit. e Dicionário de teologia católica, palavra batismo e limbo). Aí está porque todas as hipóteses sobre a questão, inclusive as piedosas, acabam por basear-se somente em razões de sentimento e carecem de fundamento sólido: “solido quidem fundamento carere”, como declara a seu respeito o Santo Ofício no Monitum de 18 de fevereiro de 1958 (AAS 50/1958, 114).
.
Acreditamos ter assim respondido igualmente à segunda carta. Falta-nos somente responder a pergunta sobre o julgamento final. A questão não foi ignorada pela teologia católica. É verdade que o Evangelho sobre o julgamento final nada diz daqueles que não terão tido a possibilidade de “fazer ou não fazer”, mas não é permitido, de modo nenhum, deduzir daí que eles não existem. Para prová-lo há os documentos do Magistério infalível da Igreja, única à qual é dado explicar o verdadeiro sentido das Escrituras.O JULGAMENTO UNIVERSAL
Esses documentos, já mencionamos, colocam sempre numa categoria à parte, distinta dos bem-aventurados e dos danados, as almas que morrem “somente com o pecado original”, quer dizer, aqueles que, como as crianças ou os dementes, não tiveram a possibilidade de agir ou não agir em função da sua vontade livre e esclarecida. Se não se faz menção dessas almas no julgamento geral é simplesmente porque esse julgamento não lhes diz respeito: elas não serão julgadas, porque não há nada para julgar, uma vez que estas almas não tiveram a possibilidade nem de merecer nem de desmerecer. É por isso que, segundo alguns teólogos, as almas do limbo nem mesmo assistirão ao julgamento final e, ignorando a felicidade dos eleitos, não sentirão nenhum pesar. Segundo outros, ao contrário, elas terão conhecimento da felicidade dos eleitos, mas igualmente não sentirão desgosto, estando sua vontade perfeitamente conforme à vontade divina, que eles sabem ser sensata, justa e boa; ao contrário, vendo a danação dos reprovados, alegrar-se-ão por seu estado e agradecerão à bondade divina de lhes haver poupado misericordiosamente a prova terrestre, que pode terminar com o céu, mas também com o inferno (do qual os danados ficariam bem contentes se as portas do limbo se abrissem para eles). Segundo Santo Tomás e os tomistas, ao contrário, mesmo se as almas do limbo assistissem ao julgamento geral, a Providência continuaria misericordiosamente mantendo-os na ignorância da felicidade dos eleitos. Todos os teólogos, sejam quais forem, estão de acordo sobre o seguinte: que o texto do Evangelho acerca do julgamento final não põe obstáculo à conclusão teológica sobre o limbo.
.
A Igreja, com razão, insiste no seu ensinamento sobre o dever de batizar as crianças o mais rápido possível (D.B. 712). O limbo, de fato, mesmo se não é um lugar de sofrimento, mas de prazer estimável, não é, no entanto, o Paraíso, ao qual Deus chama todos os homens. Não é nem mesmo um paraíso natural, porque as almas suportam aí, ainda que sem sofrimento, um dano real, provocado pelo pecado original: a privação da visão direta de Deus. Essa insistência justa da Igreja [sobre o Batismo precoce das crianças] não deve, no entanto, levar a comparar a danação das almas do limbo à danação dos reprovados, por que isto seria contrário ao Magistério infalível da Igreja, que os distingue bem. Tão pouco deve levar a considerar o limbo como um lugar de aflição, apesar de diferente do inferno, porque a Igreja não ensina e jamais deixou de ensinar assim, e à doutrina de Belarmino, que queria ver nas almas das crianças uma leve tristeza pela bem-aventurança perdida, ela claramente preferiu a doutrina que expusemos aqui.UMA FÁCIL CONCLUSÃO
.
Se os neo-modernistas não tivessem feito abortar, desde seu começo, o Concílio Vaticano II, a doutrina consoladora sobre o estado das almas no limbo seria hoje realmente de Fé eclesiástica (como supõe erradamente nosso leitor) e, portanto, sua certeza seria “infalível como no caso dos verdadeiros dogmas” (L. Ott. cit.).A “NOVA TEOLOGIA” CONTRA O LIMBO
No esquema preparado pela comissão teológica, lê-se: “O concílio declara vão e sem fundamento todos os julgamentos segundo os quais se admite para as crianças um meio [para atingir a visão de Deus] diferente do Batismo realmente recebido. Todavia, não faltam motivos para considerar que elas gozarão eternamente de uma felicidade conforme seu estado”.
Com isto o Concílio teria encorajado o aprofundamento teológico sobre o estado de felicidade acidental e secundário das almas no limbo, e teria fechado a porta à busca de outros meios de salvação diferentes do “Batismo realmente recebido”, busca essa que na véspera do Concílio tornou-se ainda mais inquieta e inquietante sob o impulso da “nova teologia”. Esta conclusão está, aliás, perfeitamente de acordo com diferentes textos do Magistério infalível, tais como, por exemplo, o decreto Pro Jacobitis do Concílio de Florença (retornado em seguida pelo Concílio de Trento), no qual se lê: “Cum ipisis (pueris) non possit alio remedio subveniri nisi per sacramentum baptismi… admonet… quamprimum commode fieri potest, debere conferri” (DB 712). “Porque as crianças só podem ser socorridas pelo Sacramento do Batismo… (a Igreja) adverte severamente… que ele deve ser administrado logo que for possível fazê-lo sem problemas” (e Pio XII lembra também essa doutrina, no seu famoso discurso às mulheres parteiras). Infelizmente, esta conclusão definitiva não foi adotada pelo Concílio, por causa do desvio que lhe impôs a minoria modernista, e os neo-modernistas aproveitaram dessa falta de definição para definir a questão no pós-concílio, à sua maneira… ou seja, eliminando o limbo, somente pelas seguintes razões:
1) ele contraria a heresia de De Lubac e de “sua turma” que, desenterrando o modernismo condenado por São Pio X, queriam que o sobrenatural (portanto a visão beatífica) não fosse um dom absolutamente gratuito, que Deus não deve a ninguém, mas ao contrário, que fosse qualquer coisa de devido, porque é um aperfeiçoamento da natureza humana (v. SiSiNoNo de 15/2/1993 p.3).
2) a existência do limbo está igualmente em desacordo com a outra heresia, própria da nova teologia, que quer a salvação incondicional de todos os homens, fiéis e infiéis, batizados ou não (V. SiSiNoNo de 15/4/1993, pp. 1 ss).
Apesar disso, o texto preparado pela comissão teológica permanece aqui para testemunhar, se for necessário, que na véspera do Concílio a doutrina sobre o limbo era comumente professada pelos Pastores, teólogos e fiéis e que somente a revolução modernista perturbou (e encontramos o eco dessa perturbação nas cartas que recebemos) a possessão tranqüila dessa conclusão teológica, tão notavelmente resumida, justamente na véspera do Concílio, pela Enciclopédia Católica: “III. O Limbo das Crianças — Existe ainda, segundo a teologia, o limbo das crianças, isto é, o estado e o lugar das crianças não batizadas, mortas sem o uso da razão, sem a remissão do pecado original. Não estando em condições, por sua idade, de praticar atos de Fé e de contrição (Batismo de desejo), elas não podem ser libertadas da falta original senão por meio do Batismo, conferido in ‘fide Ecclesiae’, não o recebendo, ‘elas não renascem na água e no Espírito Santo’ (Jo. 3,5) e portanto não são admitidas no Reino de Deus: não terão entretanto, nenhuma pena, ao contrário, segundo a opinião comum dos teólogos gozarão de certa bem-aventurança natural. Como diz São Tomás: ‘elas serão felizes, participando amplamente da bondade divina nas perfeições naturais’ (II Sent. d.33 q.11. a.2; cf. d.45, q.1, ª2: Suma Teológica supl. Q. 79. a.4). essa concepção teológica, apesar de não ser explícita [mas implícita, sim], nas Sagradas Escrituras, está fundada sobre a justiça de Deus, a qual não pode infligir castigos pessoais a quem não possui pecados pessoais. Logo, a sorte das crianças mortas sem Batismo, como observa São Gregório de Nissa (PG 46.177-80), deve-se distinguir da dos adultos que, por falta própria, desdenharam o Batismo; contudo, elas não serão admitidas à felicidade sobrenatural, como pensavam os pelagianos contra os quais se pronunciaram, o Concílio de Cartago em 418 (Dez. U. 102 note4) e Santo Agostinho (De anima e eius origine, 12, 17: PL 44. 505). O limbo das crianças dura eternamente, pois, aqueles que morreram somente com o pecado original estão fixados neste estado para sempre. Esta doutrina foi explicitada [e não inventada como o desejaria a ‘nova teologia’] pelos grandes teólogos do século XIII” (palavra limbos col. 1358).
*
Em conclusão, queremos acrescentar que compreendemos perfeitamente a dor dos pais cristãos que não puderam batizar seus filhinhos e o desejo que têm de saber alguma coisa mais sobre o seu destino. Mas como já tivemos a ocasião de dizer, não há necessidade de inventar fábulas nem, menos ainda, de negar o limbo, para os consolar: o aprofundamento teológico sobre a questão oferece abundantes motivos de consolação; trata-se somente de torná-lo conhecido. Sentimo-nos, além disso, no dever de lembrar a gravidade da hora presente e a ameaça insistente do neo-modernismo, que hoje parece corromper mesmo os melhores na Igreja. Tudo isso exige, dos que querem ser e permanecer realmente filhos da Igreja, a mais rigorosa fidelidade ao seu Magistério e à teologia católica autentica, para não pôr em perigo sua própria Fé e não cooperar para essa demolição da Igreja por seus inimigos internos, expressa impropriamente por Paulo VI como “a autodemolição da Igreja”.
Gregorius
El principal problema que suscita, a mi juicio, el documento que ha emitido la Comisión Teológica Internacional, al margen de otras cuestiones igual de importantes (La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo) es que en el se afirma que "el destino de los niños que mueren sin bautizar es el Cielo". Y que, por mucho que el citado documento no diga negar expresamente el dogma del Pecado Original, la negación de la existencia del limbo va a traer muy graves consecuencias para el mantenimiento correcto de ese dogma (...no se si me explico).
Porque si nos cargáramos por esta vía indirecta el dogma Pecado Original, y decimos que los niños (nacidos o no nacidos) sin bautizar, y por tanto con ausencia de la gracia santificante, pueden estar ante la presencia beatífica de Dios (la visión de Dios), nos cargamos también, ya dicho sea de paso... lo que siempre ha afirmado el Magisterio de la Iglesia sobre el primer efecto que produce el Bautismo (la redención del pecado original....). Y hasta incluso el dogma de la Inmaculada Concepción, ya que, para los niños no bautizados, sería casi como si también lo fueran (es decir: "inmaculada concepción para todos...", muy democrático pero herético).... y así, podríamos seguir hasta darnos cuenta, como si se tratara de un endeble castillo de naipes, que, al quitar una sola carta como ésta, se podría hacer peligrar muy gravemente la mismísima estructura de todo el edificio doctrinal de nuestra Iglesia. Al menos, así yo lo creo.
¿Entiendes, ahora, por qué es peligroso este documento de esta famosa "comisión teológica"? (la existencia del limbo no es un dogma, pero es casi como si lo fuera...).
Un saludo
Última edición por jasarhez; 29/08/2012 a las 00:05
¿Los niños abortados reciben el bautismo de sangre?
En una entrevista concedida a Infovaticana, Mons. Mario Iceta, obispo de Bilbao, que según dice estudió en una universidad del Opus Dei cuando estuvo en Roma, nos encontramos con lo siguiente:
–Usted es considerado un experto en bioética, hay dos preguntas de esa materia que me gustaría hacerle: ¿Dónde van los niños cuando son abortados?
Estos niños, injustamente sacrificados, reciben un bautismo de sangre y, acogidos por el Señor, gozan para siempre de su visión y compañía en el cielo junto con María, los ángeles y todos los santos. Desde allí interceden por nosotros y de modo particular por sus familiares, a quienes no se les ha permitido conocer en esta tierra.
Antes de continuar, conviene recordar los requisitos para que pueda hablarse de un verdadero martirio, de acuerdo con la exposición de Palazzini:
Para el verdadero martirio se requieren tres cosas:
a) Que se sufra verdaderamente la muerte corporal. El mártir es, en efecto, el testimonio perfecto de la fe cristiana, según la cual debemos sufrir todos los males antes que dañar a nuestra alma. Pero el que continúa viviendo la vida corporal no demuestra de un modo absoluto que desprecia todas las cosas terrenas por amor de Cristo, Señor Nuestro. Por lo tanto, antes de haber sufrido la muerte por el Señor, nadie puede ser llamado martirio en un sentido absoluto, Por esta razón los que han sufrido tormentos por el Señor, pero no hasta llegar a la muerte, no son perfecta y completamente mártires, aunque hayan recibido heridas mortales, de las cuales ordinariamente hubiera debido haber seguido la muerte, de la cual, sin embargo, fueron librados de un modo natural o milagroso.
b) Que la muerte sea infligida en odio a la verdad cristiana. A la verdad de la fe cristiana pertenece no sólo la adhesión interna de la mente a las verdades reveladas (pia credulitas cordis), sino también la profesión externa, la cual se tiene no sólo con las palabras, sino con los hechos, con los cuales se demuestra la propia fe. y por esta razón todas las obras de las virtudes, en cuanto que se refieren a Dios, son de algún modo profesiones y testimonios de fe, en cuanto que por medio de la fe se nos da a conocer que Dios nos pide estas obras y nos premia por ellas y por esto pueden ser razón de martirio, ésta es la causa de que la Iglesia celebre el martirio de San Juan Bautista, el cual sufrió la muerte no por negar la fe, sino por combatir el adulterio, y el de Santa María Goretti, heroína de la pureza. Se requiere además que la muerte sea infligida por el enemigo de la fe divina o de la virtud cristiana.
Por esta razón no son mártires en sentido estricto: a) los que sufren la muerte por enfermedad contraída al cuidar por amor de Dios de los leprosos o de los apestados; b) los que sufrieron la muerte por verdades naturales; c) los que sufrieron la muerte por defender la herejía; d) los que se mataron para conservar alguna virtud cristiana, porque este acto sería un verdadero suicidio y es ilícito, a no ser que sea excusado por la buena fe del que lo cometió o se haya realizado por impulso especial del Espíritu Santo.
c) Que la muerte haya sido aceptada voluntariamente. Por esta razón si el adulto es muerto por la fe durante el sueño, sin que antes haya pensado en el martirio, probablemente no es verdadero mártir. Sin embargo, hay autores que defienden que el hombre que lo dejó todo por el Señor es verdadero mártir, aunque haya sido muerto durante el sueño en odio a la fe cristiana por los enemigos de la religión.
Los niños que fueron muertos en odio a Cristo (Santos Inocentes) se llaman verdaderos mártires, porque en este caso la aceptación de la voluntad fue suplida por una gracia particular.
No alcanzamos a explicarnos cómo es posible que se cumplan estos requisitos en el caso de los niños abortados. Es cuestión de mirar con realismo el horrendo crimen del aborto para darse cuenta de que en la mayoría de los supuestos no se mata por odio a la verdad cristiana, sino por motivaciones muy distintas. Y aunque hubiera tal odio, no dejaría de ser muy discutible acudir a la analogía con el caso de los Santos Inocentes con la suposición de una gracia particular que no consta que la Revelación enseñe se da siempre y en cualquier circunstancia.
Tal vez la explicación de la nueva doctrina Iceta sobre el martirio la tenga D. Winfried Due: “Los juanpablistas tienen flojo y fácil el muelle de la gloria beata: Canonizan a todos.”
infoCaótica: ¿Los niños abortados reciben el bautismo de sangre?
Es terrible que tantos millones de almas inocentes de niños no nacidos se pierdan en un lugar tan 'sin sustancia', tan 'ni fú ni fá...', como el limbo...
Como ya dije mas arriba, la existencia del limbo es una exigencia teológica, ya que sin él se llegaría a negar expresamente el dogma del Pecado Original. Y por tanto, la aparente negación de la existencia del limbo, que parece llevar implícita el documento que ha emitido la Comisión Teológica Internacional al que nos referimos, podría traer muy graves, gravísimas, consecuencias teológicas negativas para el mantenimiento correcto de ese dogma.
Por otra parte, es cierto, que parece ser, al menos a los ojos imperfectos de nuestro humanísimo concepto de la 'justicia', terriblemente injusto que estos pobres millones y millones de niños inocentes queden marginados en un lugar tan 'sin sentido', tan estúpido... como este; un lugar donde no parece hacer ni frío ni calor. Un sitio donde casi parece que Dios los hubiere expulsado de su boca, sin llegar a condenarlos expresamente al infierno sin haber tenido la más mínima ocasión de evitarlo... Y es que Satanás el pérfido, cuando hace planes, no acostumbra jamás a dar puntadas sin hilo.
El terrible crimen del aborto es una expresión (aunque todos sus autores que lo perpetran, quizás, no lleguen a comprenderlo en su verdadero sentido) un crimen impregnado hasta en su misma esencia de un odio a Dios de magnigudes terroríficas. Una práctica que solamente puede ser obra del mismísimo Satanás, por mucho que digamos...
Tampoco quisiera, no creo que nadie lo deseemos... que Satanás, en las pobres almas de estos niños inocentes, pudiera salirse ni siquiera un poco con la suya. Pero intentar democratizar algo que el poder humano no tiene facultad alguna de 'democratizar' sin caer en herejía, como es el dogma de la Inmaculada Concepción, tampoco me parecería que fuera la 'solución' a este espinosísimo problema.
Pero también tengo que decir, después de leer el anterior artículo, que discrepo un poco (en mi ignorancia) a la hora de no tomar en cuenta, en relación a este tema, la (a mi juicio acertadísima) analogía con los Santos Inocentes de los que nos habla la Biblia. ¿Acaso tenemos certeza expresa de que aquellos pobres pobres niños menores de tres años que fueron asesinados por Herodes, estaban todos ellos bautizados?. Y sinembargo, la tradición siempre les llamó 'Santos', no lo olvidemos... Y si así fueron, no creo que acabaran todos en el limbo. Es un problema complejo, por el que tampoco quisiera caer en una especie de orgullo intelectual de carácter teológico intentando comprender la Misericordia ni la Justicia Divina.
Por ello creo que es algo que, quizás, debiéramos de dejar únicamente en manos de la Divina Providencia. Y que sea lo que Dios quiera... No se bien si me explico.
Un saludo
Última edición por jasarhez; 15/09/2013 a las 00:09
Pues ahora que comentas esto, he buscado en El Catecismo la referencia al "limbo" y no hay ninguna. Pero, como el CVII "ha cambiado" tantas cuestiones, pues he revisado mi muy querido libro Religión y Moral de Julio BONATTO, al que tanto acudo (lo tienes en Iberlibro), editado por la EDITORIAL LITÚRGICA ESPAÑOLA en 1934 y ajustado al VCI, y resulta que tampoco hay referencia alguna. Así, en la página 115, hay un cuadro sinóptico de "Los Novísimos", en el que aparece toda la escatología católica y no se menciona el limbo, a diferencia de todos los otros estados. A continuación de este cuadro sinóptico está el correspondiente a "La Comunión de los Santos" y en el apartado especificado como "excluidos de la Comunión de los bienes", se dice específicamente: "herejes", "cismáticos", "apóstatas", "excomulgados"... y punto.
Naturalmente, cada punto está debidamente desarrollado. Llama la atención el hecho de que entre los "excluidos" no se encuentren los ateos, pero si recordamos Las Escrituras, Cristo ya advierte "Quien cree en mi vivirá..." y los ateos no creen.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Es que, pese a comprender perfectamente los problemas que suscita, a mi juicio, el documento que ha emitido la Comisión Teológica Internacional, sobre el limbo y los niños asesinados por el crimen del aborto, también me cuesta muchísimo pensar que Dios pudiera permitir que Satanás se salga con la suya de una forma tan estúpida y tan refinadísima y cruel (al mismo tiempo...) como ésta. Y que millones y millones de almas inocentes se pierdan en un lugar tan estúpido como es el limbo, a consecuencia de una cuestión que hasta pudiera parecerme una suerte de curiosa forma de 'orgullo intelectual' teológico que pudiéramos llegar a cometer, en nuestra ignorancia, los pobres seres humanos que intentamos comprender en su mas completa esencia Su Doctrina. Y mucho más si intentamos transitar por recovecos tan intrinquados como el que nos ocupa en estos momentos... También me da miedo ésto.
Amén de que, sinceramente, me cuesta muchísimo creer que todos esos millones de almas inocentes acaben en ese lugar tan sinsentido al que nos referimos (como un triunfo de Satanás sin precedentes...). Pero, sinceramente, lejos de mi esté la intención de querer democratizar estúpida y heréticamente el dogma de la Inmaculada Concepción para ello. Así que, por eso, como digo, prefiero dejar la cuestión en manos de Quien realmente está... es decir, en manos de la Divina Providencia.
Quizás habría que pensar en la opción del bautismo de sangre, dado que siempre he tenido clarísimo que el crimen aborto (lo sepan o no lo sepan sus autores) es obra de Satanás, y por tanto está movido únicamente en su esencia por el odio a Dios y a la inocencia.
Puede que los niños abortados no lo sepan (aunque tampoco somos nadie para adentrarnos en sus pequeñas cabecitas), pero podría incluso pensarse que sus muertes terroríficas fueran una especie de martirio cruento y terrible, que los pobres niños inocentes de nuestros días habrían de sufrir, y que éste fuera bastante similar al sufrido por aquellos pobres niños, Santos Inocentes sin duda... de los que también nos habla la Biblia. ¿Por qué podría ser tan descabellada esta idea...?.
Por eso la analogía con los Santos Inocentes de la que nos habla la Sagrada Biblia, tampoco me parecería ser tan incorrecta aplicada a esta terrorífica cuestión. Si aquellos niños, los Santos Inocentes, la tradición siempre nos dijo que eran Santos, y así lo recordamos todos los días 28 de diciembre, sin albergar en nuestros corazones la más mínima duda, ¿por qué no habrían de serlo también los nuevos 'santos' de nuestros días?. Me gustaría que alguien me contestara con datos fehacientes a esta pregunta...
Un abrazo en Cristo N.S.
Última edición por jasarhez; 15/09/2013 a las 00:42
Los Santos Inocentes se fueron, como todos los justos antes de la muerte de Nuestro Señor Jesucrito, al Seno de Abraham. O sea, el Limbo. Cuando Jesucristo murió y descendió a los infiernos, como decía el credo antiguo (es decir, al Seno de Abraham), rescató a todos aquellos justos y se los llevó al cielo. Los Santos Inocentes fueron mártires porque los mataron in odium fidei, por odio a la fe con la intención de matar a Cristo. Y no caigamos en eso de "pobrecitos niños" como cae tanta gente porque el Limbo es un lugar de felicidad natural aunque no se contemple a Dios. Repasa todos los mensajes de este hilo y lo encontrarás todo muy bien explicado.
Muy bien explicado, Hyeronimus. A mi me queda una duda(aunque no está relacionada con el tema del hilo) acerca de que sucedió con Elias ya que la Biblia dice que subió al cielo en un torbellino, pero no podía haber ido al cielo donde está Dios en aquel momento, no se cual sería la interpretación mas adecuada de acuerdo al Magisterio de la Iglesia.
Pues me ha quedado meridianamente clara tu explicación. Pero no me has contestado a una de las dudas que planteaba. ¿Estás realmente tan seguro de que el crimen del aborto no es fruto también del odio a Dios?. Es que, desde mi punto de vista, esta sería la cuestión que resolvería este problema.
_________________________
Por otra parte, el limbo puede que sea un lugar de felicidad (también conozco la teoría, y recalco la palabra 'teoría'), pero yo sinceramente lo he visto siempre como un lugar que no tiene 'ni fu, ni fa', un lugar que ni es frío, ni caliente. Un lugar anodino, que se me antoja parecido a una especie de cómodo balneario, y quizás hasta de primera categoría... pero en el que no está permitido gozar de la presencia de Dios, que es de lo que trata el sentido de nuestra vida. Menudo aburrimiento... y sobretodo menudo sinsentido, para unos seres que aún no han cometido ningún pecado del que puedan haber sido responsables. Yo sinceramente, preferiría ir al infierno (donde tampoco la disfrutaría, desde luego, y además sufriría sus tormentos, lo sé...), pero al menos sería por algo de lo que yo sí habría sido responsable; es decir, por los muchos pecados que yo haya cometido a lo largo de mi vida. No por una simple cuestión intelectual para que a los teológos les cuadren algunas cosas desde un punto de vista teórico.
¿De verdad los niños abortados van al limbo?. Yo en estos momentos, ya no me lo creo... He cambiado, en lo que respecta a este tema, de posicionamientos después de pensar y meditar largamente sobre ello y soy consciente de los problemas teológicos que planteo. Y para ello me remito al mensaje (#15) que yo mismo publiqué en este foro, hace unos meses, un poquito mas arriba. Y me siento escribiendo ésto, un poco como Lutero colgando una carta de la puerta de una iglesia. Reconozco sentir desconsuelo por ello. En cierto modo, ésta es una especie de confesión pública, pero a pesar de sentir desconsuelo, no llego a tener arrepentimiento.
Que Dios se apiade de mi alma pecadora si peco expresando de esta manera este tipo de dudas y de pensamientos (cosa que ya ni sé a ciencia cierta, por lo menos... a juzgar por lo dicho en su escrito por esta famosa comisión teológica internacional, esa...). La cuestión, pese a la teoría, me parece un auténtico galimatías. Aquí, en este tema, me desmarco de las tesis tradicionalistas.
Un saludo
_______________________________
P.D.:
–Esquema del documento La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo
Inicio, presentación del documento.
«La enseñanza tradicional recurría a la teoría del limbo, entendido como un estado en el que las almas de los niños que mueren sin bautismo no merecen el premio de la visión beatífica, a causa del pecado original, pero no sufren ningún castigo, ya que no han cometido pecados personales. Esta teoría, elaborada por los teólogos a partir de la Edad Media, nunca ha entrado en las definiciones dogmáticas del Magisterio, aunque el mismo Magisterio la ha mencionado en su enseñanza hasta el concilio Vaticano II. Sigue siendo por tanto una hipótesis teológica posible».
Introducción (1-7). La Iglesia ora por la salvación eterna de los niños muertos sin bautizar. Y esto es muy significativo.
«Teniendo presente el principio lex orandi, lex credendi, la comunidad cristiana tiene en cuenta que no hay ninguna mención del limbo en la liturgia. Ésta comprende la fiesta de los Santos Inocentes, venerados como mártires, aunque no habían sido bautizados, porque fueron muertos “por Cristo”. Ha habido [después del Vaticano II] un importante desarrollo litúrgico con la introducción de los funerales por los niños muertos sin bautismo. No rezamos por los condenados. El Misal Romano de 1970 introdujo una misa funeral por los niños no bautizados cuyos padres deseaban presentarlos para el Bautismo. La Iglesia confía a la misericordia de Dios a los niños que mueren sin Bautismo» (5).
1. «Historia quæstionis». Historia y hermenéutica de la enseñanza católica
(8-10) Fundamentos bíblicos.
Es patente «la ausencia de una enseñanza explícita en el Nuevo Testamento sobre el destino de los niños no bautizados» (9). Pero sí se dan en él verdades fundamentales que permiten establecer tesis teológicas bien fundamentadas en la Revelación.
(11-14) Los Padres griegos.
«Muy pocos Padres griegos han tratado del destino de los niños que mueren sin Bautismo (11). Gregorio de Nisa es el único que le dedica una obra, en la que dice que «la muerte prematura de los niños recién nacidos no es motivo para presuponer que sufrirán tormentos» en la otra vida (12).
(15-20) Los Padres latinos.
En la Iglesia latina los Padres, siguiendo a San Agustín, que combate los errores de Pelagio, mantienen una convicción rigorista, pensando que «Dios condena a aquellos que tienen en su alma sólo el pecado original. Incluso los niños que no han pecado por su voluntad» (20).
(21-25) La Escolástica medieval.
«Puesto que los niños que no han alcanzado el uso de la razón [y a fortiori los abortados] no han cometido pecados actuales, los teólogos llegaron a la opinión común según la cual estos niños no bautizados no experimentan ningún dolor, e incluso gozan de una plena felicidad natural por su unión con Dios en todos los bienes naturales (Tomás de Aquino, Duns Scoto)». (23) «La expresión “limbo de los niños” fue acuñada entre los siglos XII y XIII para designar “el lugar de reposo” de estos niños» (24).
(26) La era moderna post-tridentina.
Contra los jansenistas, «Pío VI defendió el derecho de las escuelas católicas a enseñar que los que mueren sólo con el pecado original son castigados con la ausencia de la visión beatífica (“pena de daño”), pero no con sufrimientos sensibles (castigo del fuego, “pena de sentido”)» (Auctorem fidei, 1794).
(27-31) Del Vaticano I al Vaticano II. (32-41) Problemas de naturaleza hermenéutica.
2. «Inquirere vias Domini». Investigar los caminos de Dios.
(42-52) Principios teológicos. La voluntad salvífica universal de Dios realizada a través de la única mediación de Jesucristo en el Espíritu Santo. (53-56) La universalidad del pecado y la necesidad universal de salvación. (57-60) La necesidad de la Iglesia. (61-67) La necesidad del Bautismo sacramental. (68-69) Esperanza y oración por la salvación universal.
3. «Spes orans». Razones de la esperanza
(70-79) El nuevo contexto. (100-101) Lex orandi, lex credendi.
«Antes del Vaticano II, en la Iglesia latina, no había un rito de exequias para los niños no bautizados, que eran sepultados en tierra no consagrada. En rigor tampoco existía un rito fúnebre por los niños bautizados, aunque en este caso se celebraba una Misa de Ángeles, y naturalmente se les daba sepultura cristiana. Gracias a la reforma litúrgica postconciliar, el Misal Romano contiene ahora una Misa por los niños que mueren sin bautismo, y además se encuentran plegarias especiales para este caso en el Ordo exequiarum. Aunque en ambos casos el tono de las plegarias sea particularmente cauto, de hecho hoy la Iglesia expresa en la liturgia la esperanza en la misericordia de Dios a cuyo cuidado amoroso es confiado el niño. Esta oración litúrgica refleja y a la vez da forma al sensus fidei de la Iglesia latina acerca del destino de los niños que mueren sin bautismo: lex orandi, lex credendi. Es significativo que en la Iglesia Católica griega haya solamente un rito fúnebre para los niños, bautizados o no, y la Iglesia ruega por todos los niños difuntos para que puedan ser acogidos en el seno de Abraham, donde no hay dolor ni angustia, sino sólo vida eterna» (100).
(102-103) Esperanza.
«Nuestra conclusión es que los muchos factores que hemos considerado ofrecen serias razones teológicas y litúrgicas para esperar que los niños que mueren sin bautismo serán salvados y podrán gozar de la visión beatífica. Subrayamos que se trata de motivos de esperanza en la oración, más que de conocimiento cierto. Hay muchas cosas que simplemente no nos han sido reveladas (cf. Jn 16,12). Vivimos en la fe y en la esperanza en el Dios de misericordia y de amor que nos ha sido revelado en Cristo, y el Espíritu nos mueve a orar en acción de gracias y alegría constantes (cf. 1 Tes 5,18)» (102).
Última edición por jasarhez; 15/09/2013 a las 22:29
Actualmente hay 3 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 3 visitantes)
Marcadores