19 DE ENERO DE 1975. EL COITO, EL ABORTO, LA FALSA
TOLERANCIA DEL PODER, EL CONFORMISMO DE LOS
PROGRESISTAS*.

Estoy a favor de los ocho referéndums del Partido Radical y estaría dispuesto a una campaña incluso inmediata a su favor. Comparto con el Partido Radical el ansia de ratificación, es decir, el ansia de dar formalmente cuerpo a realidades existentes, lo cual es el primer principio de la democracia.
Sin embargo, estoy traumatizado por la legislación del aborto porque, como muchos, la considero como una legislación del homicidio. En sueños, y en el comportamiento de todos los días –como les pasa a todos los hombres- vivo mi vida prenatal, mi feliz inmersión en las aguas maternas: sé que existía allí. Me limito a decir esto porque, sobre el aborto, tengo cosas más urgentes que decir. Es obvio que la vida es sagrada, en un principio aún más fuerte que cualquier principio de la democracia, es inútil repetirlo.
Lo primero que quisiera decir es que en el caso del aborto, es la primera y única vez que los radicales y todos los abortistas democráticos más puros y rigurosos apelan a la Realpolitik y recurren por tanto a la prevaricación “cínica” de los datos de hecho y del sentido común.
Si siempre y ante todo se han planteado, quizás idealmente (como es justo), el problema de cuáles son los “principios reales” que hay que defender, esta vez no lo han hecho.
Pero, como muy bien saben, no hay ni un solo caso en el que los “principios reales” coincidan con los que la mayoría considera como `propios derechos. Claro que en el contexto democrático se lucha por la mayoría, o sea por el entero consorcio cívico, pero resulta que la mayoría, con su santidad, está equivocada, porque su conformismo es siempre, por su propia naturaleza, brutalmente represivo.
¿Por qué no considero “reales” los principios en los que los radicales y en general los progresistas ( de forma conformista)fundamentan su lucha para la legalización del aborto?.
Por toda una serie caótica, tumultuosa y emocionante de razones. Como he dicho, ya sé que la mayoría está ya a favor, potencialmente, de la legalización del aborto (aunque quizás en el caso de un nuevo “referéndum” muchos votarían en contra y la “victoria” radical sería muchos menos clamorosa. El aborto legalizado – sobre esto no hay ninguna duda- es enormemente cómodo para la mayoría. Sobre todo porque haría más fácil aún el coito – la cópula heterosexual-, que ya no tendría prácticamente obstáculos. Pero esta libertad del coito en la “pareja” tal como es concebida por la mayoría –esta maravillosa actitud permisiva al respecto- ¿por quién ha sido tácitamente buscada, tácitamente promulgada y tácitamente introducida, ya de forma irreversible, en las costumbres? Por el poder del consumo, por el nuevo fascismo que se ha apoderado de las exigencias de libertad, llamémoslas, liberales y progresistas y que incorporándoselas las ha vuelto inútiles, ha cambiado su naturaleza.
Hoy, la libertad sexual de la mayoría es en realidad una convención, una obligación, un deber social, un anhelo social, una característica irrenunciable de la calidad de vida del consumidor. En resumidas cuentas, la falsa liberalización del bienestar ha creado una situación igual y quizás más insana que en tiempos de la pobreza. De lo que deriva: primero, el resultado de una libertad sexual”regalada” por el poder ha sido el de una auténtica y general neurosis. La facilidad ha creado la obsesión; porque es una facilidad “inducida” e impuesta, que deriva del hecho de que la tolerancia del poder contempla sólo la exigencia sexual expresada por el conformismo de la mayoría. Protege únicamente a la pareja (no sólo matrimonial, naturalmente), y la pareja ha acabado siendo una condición paroxismal en lugar de convertirse en signo de libertad y de felicidad (como lo era en las esperanzas democráticas).*En el Corriere della sera”bajo el título “Estoy en contra del aborto”

Extraìdo de "Escritos Corsarios",Barcelona, Planeta,1992.