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Tema: Jesús sí nació el 25 de diciembre

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  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Jesús sí nació el 25 de diciembre

    Uno de los innumerables mitos que son moneda corriente en este mundo de tópicos es que la celebración de la Navidad en el 25 de diciembre procede de la sustitución de una fiesta de adoración al sol. Se dice que el cristianismo adoptó y adaptó fechas y costumbres paganas a fin de ganar más aceptación y para que no les costara tanto a los paganos abandonar su religión y abrazar la cristiana. En realidad esto no tiene mucho sentido, dado que los primeros cristianos, al contrario que tantos de hoy, no se andaban con tibiezas ni claudicaciones cobardes, aunque terminaran en las fauces de los leones o formando parte del alumbrado público romano en las famosas teas de Nerón.
    Lo cierto es que la idea del origen pagano de la Navidad se remonta a fines del siglo XVII y principios del XVIII. Un protestante alemán llamado Paul Ernst Jablonski quiso demostrar que la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre era una de muchas costumbres paganas que había adoptado la Iglesia del siglo IV mientras supuestamente se degeneraba y apartaba del cristianismo puro que habían predicado los apóstoles.
    Dom Jean Hardouin, monje benedictino, se tragó el cuento y trató de demostrar que, en efecto, la Iglesia católica había adoptado y cristianizado festivales paganos, aunque sin paganizar el Evangelio. Como en el calendario juliano vigente desde Julio César el solsticio de invierno caía en el 25 de diciembre, tanto Jablonski como Hardouin estaban convencidos de que esa fecha había tenido un sentido claramente pagano antes de cristianizarse.
    La verdad es muy diferente. En el año 274, el emperador Aureliano estableció por decreto la Fiesta del Sol Invicto el 25 de diciembre. Pero los romanos nunca habían celebrado los solsticios ni los equinoccios. En Roma habían existido un par de templos (uno de ellos mantenido por la familia de Aureliano), donde se daba culto al sol, pero en el caluroso mes de agosto, si bien en la época en que vivió este emperador el mencionado culto estaba cayendo en desuso. Aurelio reinó entre los años 270 y 275, en una época bastante convulsionada en que el imperio se estaba desmoronando. Vándalos, jutungos y marcomanos avanzaban contra Roma, había rebeliones internas y algunas partes del imperio intentaron independizarse. Aureliano consiguió contener a los godos y recuperó la Galia y el reino de Palmira, que se habían hecho independientes, aunque tuvo que abandonar Dacia. Por haber reconstruido el Imperio, se le dio el título de Restitutor. Instituyó la mencionada fiesta en la fecha en que los días empiezan a hacerse más largos, como símbolo de esperanza en un renacimiento o rejuvenecimiento del Imperio. También quería instaurar la unidad religiosa, y apoyó el culto oriental de Mitra, que contaba con muchos seguidores entre los soldados, pasando los dioses antiguos a perder algo de importancia. Mandó acuñar monedas con la inscripción «SOL DOMINUS IMPERII ROMANI», considerándose él el representante del dios sol en el mundo.

    Lógicamente, antes del Edicto de Milán los cristianos no podían celebrar públicamente la Natividad. Pero eso no era óbice para que supieran la fecha del Nacimiento de Jesús desde hacía al menos un siglo. Según San Juan Cristóstomo, desde los primeros tiempos la Iglesia había celebrado la Natividad en esa fecha. También desde más de medio siglo antes de la instauración de la fiesta del Sol Invicto circulaba un libro del pagano convertido al Cristianismo Sexto Julio Africano, escrito en torno al año 220, el Chronographiai, en el que se afirma que la Anunciación (o sea, la concepción de Jesús) tuvo lugar el 25 de marzo, con lo que nueve meses después tenemos exactamente el 25 de diciembre. Aun suponiendo que la concepción de Jesús no tuviera lugar en el mismo día de la Anunciación, la iglesia ya tenía señalada, como vemos, la fecha del Nacimiento al menos varias décadas antes de que Aureliano instaurara su festival pagano. Quién sabe si, al revés de lo que se suele creer, el emperador intentó tal vez aprovechar una fecha que ya tenía raigambre religiosa en un cristianismo en rápida expansión. Es decir, que a lo mejor se quiso robar la fiesta. Otro testimonio es el de Hipólito de Roma, que en su Crónica --escrita tres décadas antes del reinado de Aureliano-- afirma que Jesús nació ocho días antes de las calendas de enero. Es decir, el 25 de diciembre.

    Como en tantos otros casos, la tradición se había mantenido viva desde los primeros tiempos, trasmitiéndose de viva voz. Es evidente que si la Virgen María estaba entre los primeros cristianos, la fecha de un acontecimiento tan señalado como el nacimiento del Salvador no era ningún misterio.

    Y como en tantos otros casos en que la interpretación modernista ha intentado desmentir la Biblia, para que más tarde la arqueología termine por confirmar la verdad de las Escrituras, a veces también pasa lo mismo con la Tradición, el otro pilar de la fe, aunque en este caso no se trate de una cuestión dogmática sino de una simple fecha. Podemos verlo en el artículo que reproduzco a continuación, publicado por el conocido periodista y apologeta católico Vittorio Messori hace unos años en Il Corriere della Sera, y que me he tomado la molestia de traducir para su mejor comprensión:


    25 de diciembre: ¿enigma resuelto?

    La fecha del 25 de diciembre es algo más que un símbolo.
    Los rollos de Qumran corroboran su exactitud.
    Vittorio Messori
    Cuando todos se han ido y las ciudades están vacías, ¿a quién --y a dónde-- vamos a mandar tarjetas y paquetes adornados con cintas y copos de nieve? ¿No vociferan los obispos contra esta orgía consumista a la que hemos reducido la Navidad? Entonces pasémosla a mediados de agosto. No parece imposible: en efecto, no fue la necesidad histórica, sino la Iglesia la que escogió el 25 de diciembre para contrastar y sustituir las fiestas paganas en los días del solsticio de invierno. El nacimiento de Cristo en lugar del renacer del Sol invictus. Pero al principio fue una decisión pastoral susceptible de alteración si el caso lo pide. Una provocación, obviamente, que se basaba, no obstante, en lo que admiten (mejor dicho, admitían) tranquilamente todos los estudiosos: la fecha de la Natividad en el calendario litúrgico es una elección arbitraria sin relación alguna con la fecha del nacimiento de Jesús, la cual nadie estaría en situación de determinar. Pues bien, parece que los propios expertos se equivocaron; y evidentemente, yo los seguí en su error. En realidad, hoy en día, gracias a los documentos de Qumran, podemos determinar la fecha con precisión: Jesús nació exactamente un 25 de diciembre. Un descubrimiento extraordinario y fidedigno del que no se pueden sospechar fines apologéticos cristianos, dado que se lo debemos a un catedrático judío de la Universidad de Jerusalén.
    Vamos a tratar de explicar el mecanismo, que es complejo pero fascinante. Si Jesús nació un 25 de diciembre, su concepción virginal tuvo lugar sin duda alguna nueve meses antes. Efectivamente, en el calendario cristiano se celebra el 25 de marzo la anunciación del angel Gabriel a María. Por el mismo evangelio de S. Lucas, sabemos que hacía seis meses exactos que Isabel había concebido a Juan el precursor, que será llamado el Bautista. Aunque la Iglesia Católica no tiene una fiesta litúrgica para conmemorar dicha concepción, las antiguas iglesias de Oriente la celebran solemnemente entre el 23 y el 25 de septiembre. Esto es, seis meses antes de la Anunciación a María. Es una sucesión de fechas lógica, pero se basa en tradiciones imposibles de verificar, no en sucesos que se puedan fechar. Hasta tiempos bien recientes, todo el mundo coincidía en esto. En realidad, parece que no es así.
    En efecto, debemos tomar como punto de partida la concepción de Juan el Bautista. El Evangelio de San Lucas da comienzo con el relato del matrimonio anciano formado por Zacarías e Isabel, esta última ya resignada a la esterilidad, que estaba considerada una de las mayores desgracias en Israel. Zacarías pertenecía a la clase sacerdotal, y un día que estaba de servicio en el templo de Jerusalén se le apareció el arcángel Gabriel (el mismo que seis meses más tarde se aparecerá a María en Nazaret), el cual le anunció que, a pesar de lo avanzado de su edad, él y su mujer tendrían un hijo. Habrían de llamarlo Juan, y sería «grande ante el Señor».
    Lucas se preocupa de precisar que Zacarías pertenecía al grupo sacerdotal de Abías y que cuando se le apareció el ángel «oficiaba en el turno de su grupo». En el Israel de la antigüedad, los sacerdotes estaban divididos en 24 grupos que, siguiendo un orden inmutable, debían prestar servicio litúrgico en el templo durante una semana dos veces al año. Sabíamos que el grupo de Abías, al que pertenecía Zacarías, era el octavo en el orden oficial. Ahora bien, ¿cuándo le tocaba el turno de servicio? Nadie lo sabía. Pues bien, sirviéndose de investigaciones realizadas por otros especialistas, y trabajando sobre todo con textos encontrados en la biblioteca esenia de Qumran, he aquí que el enigma ha quedado resuelto por el profesor Shemarjahu Talmon que, como decía, enseña en la Universidad Hebrea de Jerusalén. El mencionado estudioso ha logrado precisar el orden cronológico de los turnos de los 24 grupos sacerdotales. El de Abías prestaba servicios litúrgicos en el templo dos veces al año, como las demás, y uno de aquellos turnos estaba fijado para la última semana de septiembre. Por tanto, era verosímil la tradición de los cristianos orientales que fija entre el 23 y el 25 de septiembre el anuncio a Zacarías. Y esta verosimilitud se aproxima a la certeza porque, estimulados por el descubrimiento del profesor Talmon, los estudiosos han seguido la pista y se han remontado al origen de esa tradición, llegando a la conclusión de que provenía directamente de la Iglesia primitiva judeocristiana de Jerusalén. Una memoria antiquísima y pertinaz la de las iglesias de Oriente, como se confirma en muchos otros casos.
    Por consiguiente, lo que parecía un mito cobra de pronto nuevos visos de verosimilitud. Una cadena de acontecimientos que se extiende a lo largo de quince meses: en septiembre, el anuncio a Zacarías y al día siguiente la concepción de Juan; en marzo, seis meses después, el anuncio a María; en junio, tres meses mas tarde, el nacimiento del Bautista; seis meses después, nace Jesús. Y así llegamos ni más ni menos al 25 de diciembre, fecha que, como vemos, no se fijó al azar.
    No parece muy factible trasladar la Navidad a agosto. Me desdigo de la propuesta, más que humillado, emocionado: al cabo de tantos siglos de persistente investigación los Evangelios no dejan de depararnos sorpresas. Detalles aparentemente inútiles (¿qué más daba que Zacarías perteneciera al grupo sacerdotal de Abías? Ningún exegeta hacía caso de eso) demuestran de pronto su razón de ser: dar testimonio de una verdad oculta pero precisa. A pesar de todo, la aventura cristiana continúa.
    Il Corriere della Sera 9/7/2003



  2. #2
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    Ayer leí la Primera Apología de San Justino Mártir y, aparte muchas otras cosas de interés, hacia el final hay varias partes en las que demuestra que muchas creencias y costumbres de la mitología grecorromana tienen su origen en deformaciones inspiradas por el Demonio a los paganos sobre pasajes del Pentateuco o de los profetas. Dicho de otro modo: las historias de aquellos dioses y semidioses eran en muchos casos groseras imitaciones muy deformadas con las que el Padre de la Mentira dio gato por liebre a aquellos pobres gentiles. Como siempre, lo auténtico, la Verdad de Dios, es lo original y el Diablo el gran imitador y falsificador. Sin embargo, son muchos --entre ellos numerosos cristianos sinceros engañados por falsos pastores modernistas-- los que repiten como loros el cuento de que, o bien el Cristianismo copió y cristianizó fiestas paganas, como la Navidad, o --en el caso de los no creyentes o incluso muchos seudocatólicos modernistas--, los que afirman con toda frescura que muchas costumbres y tradiciones cristianas se formaron a partir de religiones ya existentes. Allá por el siglo XIX, en pleno auge del modernismo, el liberalismo y la Masonería que los parió, surgieron numerosas escuelas de pensamiento y hermenéutica que iban desde las que llegaban a cuestionar la existencia de Jesucristo hasta las que afirmaban que las Escrituras, ya fueran del Antiguo o del Nuevo Testamento, eran algo así como un centón formado a partir de añadidos de muchos autores en fecha muy posterior a lo que siempre se había creído. Así, el Pentateuco no sería obra de Moisés, sino de una serie de compiladores tardíos, y los Evangelios serían asimismo obra de otros autores que vinieron mucho después de los los evangelistas. Gracias a Dios, como en tantos casos en que la arqueología ha terminado por dar la razón a la Biblia o incluso a la Tradición, los rollos de Qumram han venido a demostrar inequívocamente que en fecha muy temprana y muy próxima a la Pasión y Resurrección de Jesús ya existían los escritos neotestamentarios.
    Desgraciadamente, no son pocos los teólogos, sacerdotes y obispos que están contaminados de estas ideas, a pesar de las muchas encíclicas en que los papas preconciliares fustigaron el modernismo en todas sus formas, y de las declaraciones de la Pontificia Comisión Bíblica en 1906 sobre la autenticidad mosaica del Pentateuco y en 1909 sobre la historicidad del Génesis. Se sigue dando mucho crédito al escepticismo histórico de Rudolf Bultmann, que se basa bastante en la Escuela de la Historia de las Religiones, según la cual el judeocristianismo primitivo está fuertemente helenizado a través de Pablo de Tarso con influencias de las religiones mistéricas (¿Esos tipos habrán leído de verdad a San Pablo?). Autores como David Flusser y Geza Vermes han llegado a la conclusión de tras las afirmaciones de Bultmann sobre los textos bíblicos había mucha ideología filosófica alemana.

    En fin, volviendo a la Apología de San Justino, cada vez me doy más cuenta de la importancia de leer los escritos de los Padres y de los primeros cristianos, que demuestran que desde el mismo principio lo tenían todo bastante claro, dada la proximidad en el tiempo y a veces también en el espacio a las fuentes (por ejemplo, S. Justino al hablar de Jesús remite al Tabularium, donde estaban los datos del censo de Augusto). Y otra razón por la que me parece importante conocerlos es que la Tradición, el otro pilar donde se apoya la fe junto con las Escrituras, nos llegó principalmente a través de ellos.

    Y en efecto, son varios los que afirman que Jesús había nacido el 25 de diciembre. Así que, basta de Saturnalia, soles invictos y otras tonterías. Basta de robarle al Señor la fecha de su cumpleaños.

  3. #3
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    He encontrado esto en el manifiesto.com

    Dice lo contrario a lo que sostienes, Hyerónimus. No lo pongo con ánimo de polemizar, sino para constrastar opiniones.

    Alfredo Martorell

    Todos nos hemos preguntado alguna vez cómo es posible que el año, en la era cristiana, comience el 1 de enero, aunque el nacimiento de Cristo, punto de partida teórico del cómputo del tiempo en esta era, se haya fijado un 25 de diciembre. También es común otra pregunta: ¿Cómo es posible que Jesús haya sido adorado por pastores que custodiaban rebaños de ovejas, durmiendo al raso, en pleno mes de diciembre? ¿Eran pastores suicidas? Estas incoherencias del relato navideño cristiano suscitan siempre todo género de perplejidades.

    Las fechas no encajan

    El hombre de hoy suele despachar la contradicción encogiéndose de hombros o rechazando como "patraña" la integridad del hecho navideño. Pero estos fáciles expedientes se complican cuando constatamos que el 25 de diciembre era también una gran fiesta en el mundo romano, y que la noche del 24 al 25 de diciembre marca asimismo el solsticio de invierno, la noche más larga del año. La documentación histórica hará el resto: descubriremos así que tras la Navidad se oculta una de las constantes más profundas del alma de la cultura europea.

    La Iglesia nunca creyó que Jesús naciera realmente el 25 de diciembre. De hecho, la fecha exacta del nacimiento de Jesús es desconocida, porque en el Oriente antiguo no se celebraban los cumpleaños y allí, generalmente, los padres no recuerdan cuándo han nacido sus hijos. Se trata de costumbres que han durado hasta fecha reciente: en los censos elaborados en el Oriente Medio tras la descolonización, la mayor parte de los ciudadanos ignoraba su propia edad. Tampoco las Escrituras ayudan a despejar la incógnita. El Evangelio canónico más antiguo, que es el de Marcos, pasa completamente por alto la infancia de Jesús. Mateo sitúa su nacimiento en Belén, según la profecía de Miqueas, pero no nos especifica nada más. El prólogo añadido al Evangelio de Lucas, donde se dice que "había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y de noche se turnaban velando sobre su rebaño" (2, 8), sugiere una fecha primaveral. La tradición posterior de la gruta de pastores no se encuentra en los evangelistas; parece que se refiere a un santuario del dios Adonis tardíamente anexionado por la Iglesia para su culto.

    Nunca, pues, pudo la Iglesia primitiva fijar la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Existe constancia documental de que en el siglo II hubo amplios debates sobre este punto, y de que se saldaron con las afirmaciones más contradictorias. Clemente de Alejandría propuso la fecha del 18 de noviembre; otros señalaron el 2 de abril, el 20 de abril, el 20 o el 21 de mayo... Ésta última era la apuesta de los cronólogos egipcios. Pero un De Pascha Computus fechado en 243 afirma que la natividad se produjo el 28 de marzo. Los marcionitas, por su parte, negaron la mayor: Jesús había descendido directamente del cielo y apareció en Cafarnaún ya como adulto, durante el año 15 del reinado de Tiberio (Cf. Robert de Herté: "Petit dictionnaire de Noël", en Etudes & Recherches, 4-5, enero 1977).

    Había motivos religiosos y filosóficos que respaldaban la opción de quienes preferían dejar la cuestión sin respuesta: por eso Orígenes, hacia el año 245, consideró "inconveniente" ocuparse de festejar el nacimiento de Cristo "como si se tratara de un rey o un faraón". Sin embargo, en esa misma época estaban apareciendo gran cantidad de protoevangelios y "evangelios de la infancia", a cada cual más fantástico, que disparaban la imaginación de los fieles. Averiguar la fecha exacta de la natividad se había convertido en un problema de primer orden, seguramente porque en aquel tiempo la doctrina cristiana empezaba a configurarse como un corpus relativamente consolidado, obligado a no dejar ni una sola pregunta sin solución.

    La Epifanía de Osiris/Dionisos

    Fue así como empezó a aceptarse la propuesta formulada por los basilidianos de Egipto, una secta gnóstica semi-cristiana, seguidora de las enseñanzas de Basílides y que en la primera mitad del siglo II habían sugerido la fecha del 6 de enero. Los cristianos de Siria y después todas las comunidades de Oriente respaldaron la decisión. Pero, ¿por qué el 6 de enero? Porque esa fecha era ya, en el oriente del Viejo Mundo, la de la Epifanía (del griego epiphaneia, "aparición") de Osiris y de su correspondiente griego, Dionisos, y la continuidad de estos dioses con Cristo era parte de la doctrina del mencionado gnóstico Basílides.

    El 6 de enero era la fecha de la bendición de los ríos en el culto de Dionisos, que los griegos identificaron con el dios egipcio Osiris. Esta correspondencia venía justificada por profundas afinidades rituales. La epifanía o aparición de Dionisos tuvo lugar en la Isla de Andros, donde, en la noche del 5 al 6 de enero, manaba un "vino milagroso" que daba testimonio de la presencia invisible del dios. Respecto a la epifanía de Osiris, que también se festejaba en la misma fecha (el 11 Tybi, es decir, el 5/6 de enero), venía precedida por un periodo de duelo donde se lloraba al dios muerto en la época del solsticio de invierno; luego reaparecía Osiris y las aguas del Nilo se hacían vino. Todo el mundo greco-oriental celebraba en esta fecha fiestas semejantes. La fuente sagrada de Dionisos manaba vino también en el santuario de Teos.

    Hay, además, una importante presencia femenina en estas fiestas de la Epifanía. Bajo el vino santo de Dionisos, Isis alumbraba a Harpócrates, el sol que volvía a nacer. En la astrología de la alta antigüedad, el 6 de enero marcaba el momento en que el sol salía por la constelación de la Virgen. En Alejandría se celebraban ceremonias en el templo de la Virgen, el Koreión, pues la Virgen había dado a luz a su hijo Aión, el Eterno, homólogo de Dionisos y Osiris. Este último rito es particularmente interesante: tras una vigilia de plegarías, los fieles bajaban a una cripta para retirar una estatua de un niño recién nacido que exhibía en la frente, las manos y las rodillas, las marcas de una cruz y una estrella de oro. Los fieles proclamaban: "La Virgen ha dado a luz; ahora crecerá la luz". La Virgen... El carácter sagrado de la madre del Dios, ignorado y en ocasiones hasta negado en el ámbito judeocristiano, es una aportación específicamente europea al universo religioso del catolicismo. Isidro Palacios ha dedicado amplias páginas a interpretar el significado profundo de la Dama (Apariciones de la Virgen, Temas de Hoy, 1994). Esta fiesta del alumbramiento de Aión tenía un carácter cívico: Alejandro Magno había fundado Alejandría en el año —331 y, para asegurar la eternidad de la ciudad, la había consagrado a Aión, el Eterno.

    Es evidente que el triple culto de Dionisos, Osiris y Aión determinó la opción de los basilidianos por el 6 de enero a la hora de fijar el nacimiento de Jesús, acontecimiento que en aquella época era idéntico a la Epifanía. Máxime cuando a esa misma fecha, y por el mismo motivo, se le atribuyen otros dos hechos milagrosos: el bautismo de Jesús en aguas del Jordán y el episodio de las bodas de Caná con la transformación del agua en vino. Estos episodios del culto cristiano guardan una clara relación ritual con las ceremonias acuáticas en el Nilo de Osiris, que era igualmente hijo de un dios y una mortal, como explica Luciano (Diálogos, IX, 2), y con la tradición griega y egipcia que conmemora las nupcias del dios solar y las aguas, incluida la transformación de éstas en vino. Pero no era sólo cuestión de gnósticos, como los basilidianos. En el cristianismo oriental de los primeros tiempos, la identificación de Cristo con el Sol es una constante. Hacia el año 170, Melitón de Sardes, obispo de Lidia, había comparado inequívocamente a Cristo con Helios, el dios Sol: "Si el Sol con las estrellas y la Luna se bañan en el océano, ¿cómo no iba Cristo a ser bautizado en el Jordán? El rey del cielo, príncipe de la creación; el sol levante que apareció también ante los muertos del Hades y los muertos de la Tierra, ha ido, como un verdadero Helios, hacia las alturas del cielo".

    De manera que en el siglo IV, y empujado por la fuerza de esta memoria mítica, todo el Oriente cristiano está ya celebrando el nacimiento de Jesús el 6 de enero. En 386 se ha decidido oficialmente que las dos grandes fiestas cristianas son Pascua y Epifanía. Un año antes, el papa Siricio, recién entronizado en la Silla de Pedro, había calificado la fecha del 6 de enero como "Natalicia".

    Nos hallamos aquí en presencia de un fenómeno que los antropólogos conocen por sincretismo, a saber, la conjunción de dos o más rasgos culturales de origen diferente que dan lugar a un nuevo hecho cultural. La Europa suroriental de los primeros siglos de nuestra era, donde confluían las tradiciones griega, egipcia y judeo-cristiana, junto a muchas otras ramas de la religiosidad del oriente próximo, fue terreno abonado para este género de fenómenos. Pero si el carácter sincrético de la Epifanía cristiana del 6 de Enero es evidente, igualmente lo será la otra gran tradición navideña: la de celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre.

    La fiesta del Sol Invicto

    Efectivamente, mientras la Iglesia de Oriente adopta el 6 de enero como fecha de la Natividad, en el occidente de Europa se empieza a adoptar la fecha del 25 de diciembre. Y también aquí el origen es pre-cristiano: en este caso no Osiris ni Dionisos, sino Mitra, aquel dios solar de los persas, seguramente derivado del Mitra indio, y que las legiones romanas trajeron a Europa. El culto de Mitra, aunque se remonta a los siglos VII y VI, conoció un formidable impulso en la Roma del siglo II. De hecho, esta época conoció una dura competencia entre el cristianismo y el mitraísmo, pues ambas, que compartían muchos elementos comunes (la idea de redención, la salvación de las almas después de la muerte, etc.), pugnaban por convertirse en la religión dominante de un Imperio que había ya abandonado a sus viejos dioses. Y los mitraístas festejaban el renacimiento de Mitra todos los años, el 25 de diciembre, justo en medio del periodo del solsticio de invierno, después de las saturnales romanas.

    Además, hay que tener en cuenta que en esta misma época los pueblos bárbaros —esto es, los nada o poco romanizados— seguían celebrando en torno al 25 de diciembre sus viejos ritos solsticiales, que no festejaban un fenómeno astronómico, sino su simbolismo: el nacimiento eternamente renovado de la luz. Así la Iglesia consideró bueno operar en su provecho un hábil sincretismo. ¿Acaso la Biblia no llama al Mesías "el Sol de la justicia", como escribió Malaquías?

    En efecto, el 25 de diciembre era en Roma la fiesta del Sol Invicto. Según cuenta Macrobio, ese día los fieles se dirigían a un santuario de donde sacaban una divinidad del Sol, representado como un niño recién nacido. Las enseñas del emperador Juliano portaban el lema Soli Invicto. En el calendario de Philocalus, en el año 354 (que, por cierto, fue descubierto y dado a conocer por Theodor Mommsen), el 25 de diciembre se señalaba como Dies natalis Solis invicti; junto a la primera mención del nacimiento de Cristo y la indicación del nacimiento de Mitra. Y esta fecha, el día del sol invicto, venía a coincidir también con la vieja tradición de la Europa precristiana de celebrar el solsticio de invierno, que ha sido una de las fiestas más importantes de los pueblos indoeuropeos y que como tal ha sobrevivido en todas las culturas que éstos han creado.

    El solsticio de invierno marca el momento de las noches más largas del año; el sol parece estar a punto de extinguirse. Este periodo dura doce noches, desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero. Según la tradición, en este tiempo los reinos de los vivos y los muertos entran en comunicación. Encontramos este motivo mítico en los celtas, los griegos, los germanos y los indios védicos. Pero, lejos de significar un tiempo de oscuridad, los antepasados de los europeos lo celebraban como anuncio indudable del próximo retorno del Sol y del renacimiento de la vida que no muere bajo el frío invernal.

    Hoy se reconoce de forma prácticamente unánime que fue la pre-existencia de esta fiesta pagana lo que llevó a la Iglesia a fijar el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre. Escuchemos a Arthur Weigall: "Esta nueva fecha fue elegida enteramente bajo influencia pagana. Desde siempre había sido la del aniversario del sol, que se celebraba en muchos países con gran alborozo. Tal elección parece habérsele impuesto a los cristianos por hallarse éstos en la imposibilidad, ya fuera de suprimir una costumbre tan antigua, ya fuera de impedir al pueblo que identificara el nacimiento de Jesús con el del Sol. Así hubo que recurrir al artificio, frecuentemente empleado y abiertamente admitido por la Iglesia, de dar una significación cristiana a este rito pagano irreprimible" (Survivences païennes dans le monde chrétien, París, 1934). Esta misma tesis es admitida por numerosos autores cristianos. Credner, en 1833, señalaba: "Los Padres transfirieron la conmemoración del 6 de enero al 25 de diciembre porque la costumbre pagana quería que se celebrara en esta fecha el nacimiento del Sol, encendiendo velas en signo de alegría, y porque los cristianos tomaban parte en estos ritos y festejos. Cuando los doctores vieron cuán ligados seguían los cristianos a esta fiesta, tomaron la decisión de hacer que la Natividad se celebrara en este día" ("De natalitiorum Christi origine", Zeitsch, Hist. Theol., III).

    Jesús como Sol

    La fusión, no obstante, presentaba sus riesgos desde el punto de vista doctrinal, porque la identificación entre Cristo y el Sol llegaba, en las prédicas de los propios padres, a extremos demasiado paganizantes. Así en el siglo IV San Efrén, en su Himno a la Epifanía, había desarrollado una explicación absolutamente solsticial del misterio cristiano: "El Sol es victorioso y misterio son los pasos con que se eleva. Ved que hay doce días desde que el sol se eleva en el cielo, y hoy henos aquí en el décimo tercer día. Símbolo perfecto del Hijo y sus Doce apóstoles. Vencidas las tinieblas del invierno, para demostrar que Satán ha sido vencido. El Sol triunfa para demostrar que el hijo único de Dios celebra su triunfo". Este tipo de interpretaciones se hicieron muy frecuentes en los primeros tiempos: la fiesta del Sol todavía tenía más arraigo popular que la conmemoración de la Natividad. No es extraño que San Agustín, en sus Sermones, suplicara a sus contemporáneos que no reverenciaran el 25 de diciembre como día únicamente consagrado al Sol, sino también en honor a Jesús.

    Un testimonio más tardío, el de Beda el Venerable, a principios del siglo VIII, nos ofrece detalles muy concretos sobre cómo se aplicó el sincretismo cristiano sobre el solsticio pagano. Así, en la Historia Ecclesiastica gentis Anglorum del célebre monje benedictino, leemos que en el año 601 el papa Gregorio I encomendó a los misioneros ingleses, sobre todo a Melitus y Agustín de Cantorbery, desviar de su sentido originario las costumbres paganas más arraigadas, y no combatirlas abiertamente: "No destruyáis los santuarios donde se sientan sus ídolos —explicaba el papa—, sino sólo los ídolos que están en esos santuarios. Consagrad el agua traída a tales templos y levantad allí altares... de forma que el pueblo, viendo que sus templos no son destruidos, renuncie a sus errores y reconozca y adore al verdadero Dios. (...) Y si tienen el hábito de sacrificar bueyes a los demonios, ofrecedles alguna celebración en lugar de ese sacrificio... Que celebren fiestas religiosas y honren a Dios con sus fiestas, de modo que puedan conservar sus placeres exteriores, pero estando mejor dispuestos a recibir los gozos espirituales".

    La primera mención latina del 25 de diciembre como fecha de la Navidad se remonta al año 354. Sin embargo, no existe constancia de que en tal época celebrara la Iglesia fiesta alguna. La tradición dice que la fiesta de la Navidad fue instituida por el papa Julio I, cabeza visible de la Iglesia entre 337 y 352, pero no hay ningún documento que permita asegurarlo. Más probable parece que fuera un poco más tarde, bajo el reinado del emperador de Occidente Honorio, entre los años 395 y 423, cuando la Natividad del Señor el 25 de diciembre se convirtió en fiesta religiosa, puesta en pie de igualdad con la Pascua y la Epifanía, quedando esta última reducida únicamente al episodio de los reyes magos, y asimilándosele las bodas de Caná y el bautismo en el Jordán. No obstante, esto acontecía sólo en la Iglesia de Occidente, porque en Oriente la Navidad seguía celebrándose como Epifanía, el 6 de enero: existe constancia de que a finales del siglo IV así ocurría en Chipre y en Jerusalén; Juan Crisóstomo, en una de sus prédicas en Antioquía el día de Pentecostés, sólo cita tres grandes fiestas cristianas, a saber, Epifanía, Pascua y el propio Pentecostés. No será hasta el 440 cuando la Iglesia decida oficialmente celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre. Aún así, ésta no constituirá fiesta obligatoria hasta que así lo decida el Concilio de Agde, en el 506. Y habrá que esperar al año 529 para que el emperador Justiniano la implante como día festivo.

    La fecha del 6 de enero quedaba notablemente disminuida respecto a la nueva fecha de la Navidad. Para facilitar el cambio, la Iglesia recurrirá a un desdoblamiento doctrinal: la Navidad, el 25 de diciembre, conmemora el nacimiento físico de Jesús (natalis in carne); la Epifanía, el 6 de enero, celebrará el "segundo nacimiento", espiritual, de Cristo, simbolizado por el bautismo en aguas del Jordán. Esto no dejará de producir violentos conflictos entre las iglesias latina y oriental. Las comunidades de Siria y Armenia declararán desde el primer momento su horror por la elección de un día como el 25 de diciembre, reconocido como marcadamente pagano: acusarán a los "occidentales" de idolatría y seguirán fieles al 6 de enero, olvidando que esta fecha, la escogida por los seguidores de Basílides, también era de origen pagano.

    En Europa la tradición era poco a poco unificada, los viejos textos litúrgicos sobre la Epifanía eran "corregidos" para encajar las innovaciones y los sacerdotes celebraban en Cristo la lumen lumine ("luz de luz", expresión retomada de la liturgia mitraísta: "llama nacida de la llama"). Con el transcurrir del tiempo, siglos más tarde, la Epifanía irá perdiendo importancia en la Iglesia de Occidente y quedará reducida al episodio de los Magos, mientras que el bautismo en aguas del Jordán se transferirá al 13 de enero. Recientemente, en 1972, la Iglesia de Roma romperá una vez más la tradición y hará de la Epifanía una fiesta móvil, para satisfacer "fines ecuménicos". Mientras tanto, en Oriente, la Epifanía alcanzaba una importancia que jamás conocerá en Occidente: en el imperio bizantino, el agua de Epifanía será durante mucho tiempo bendecida y asperjada sobre los fieles, costumbre ritual que no llegará a la iglesia latina hasta el siglo XV. Todavía hoy, la Iglesia armenia, sometida al rito jerosolomitano, rechaza la fecha del 25 de diciembre; los cristianos coptos de Egipto aún celebran el 11 Tybi (6 de enero) el Aïd-el-Ghitas o "fiesta de la inmersión".

    Esta actitud de rechazo no será excepcional en la historia del cristianismo. Los maniqueos, por ejemplo, siempre se negaron a reconocer la fecha del 25 de diciembre. Lo mismo hicieron numerosos grupos protestantes. En la Inglaterra de Cromwell, las celebraciones de Navidad fueron suprimidas por la violenta hostilidad de los puritanos hacia todo cuanto pudiera recordar ese origen pagano. La Navidad no se restableció hasta 1660, tras la restauración de Carlos II. En Escocia, la Navidad fue prohibida en 1583 y se arbitraron graves sanciones para quien la festejara. Todavía hoy, numerosas sectas cristianas, como los Testigos de Jehová, rehúsan celebrarla.
    España, tierra de María.

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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    Sí, ya lo había visto, porque siempre leo El Manifiesto, que en general está muy bien, pero el artículo del Sr. Martorell repite bastantes de los tópicos generalizados sobre el tema. Por supuesto que en los primeros siglos la Iglesia todavía no celebraba la Natividad, como dije, a causa de las persecuciones, y lógicamente tuvo que pasar tiempo para que llegara a ser una fiesta importante y extendida, tal como la hemos conocido después.

    No niego la sincera intención del autor del artículo, pero recoge los conocidos tópicos sobre la influencia de las religiones mistéricas en el cristianismo, cuando fue totalmente al revés, como ya demostró San Justino en el siglo II. Ese es el problema, que una parte considerable de lo que se ha escrito sobre el asunto es posterior a la influencia modernista de la que hablé. Incluso hubo un folleto anticristiano que tuvo bastante difusión en 1875 titulado "Los dieciséis salvadores del mundo crucificados", con el que se intentó demostrar que había tantos otros supuestos salvadores que habían muerto y resucitado en otras tantas religiones.

    Reproduzco un párrafo de "La verdad sobre el Código da Vinci", de José Antonio Ullate Fabo, que dice respecto a la fecha de marras:

    "No está claro que las cosas fueran así. Primero porque la fiesta del 25 de diciembre la instauró el emperador Aureliano en el año 274, dedicada al nacimiento del Sol Invicto, como una forma de exaltar la eterna juventud del Imperio cada solsticio de invierno. Para entonces, las diferentes tradiciones litúrgicas cristianas ya se practicaban, aunque sin oficialidad universal, por lo que parece que cuando la Iglesia latina fija el 25 de diciembre puede contar con argumentos propios más antiguos que la fiesta romana (los orientales siguieron celebrando la Navidad el 6 de enero). Pero en cualquier caso, Adonis, Osiris y Dionisos no tienen nada que ver. El culto de Mitra se transformó tanto, que en el siglo III pasa a ser Sol Invictus, y en ese sentido se puede reclamar una relación lejana de Mitra con el 25 de diciembre, pero nada se prueba en relación con la Navidad."


    También tengo en mis archivos el siguiente artículo bastante documentado que confirma que todas esas influencias de Osiris, Mitra y demás son muy tardías y no influyeron en el cristianismo. Aunque está tomado de una fuente no católica, no parece que contenga ninguna herejía, y aporta una excelente prueba documental de que a pesar de los tópicos tan extendidos NO HUBO INFLUENCIA ALGUNA DE PAGANISMO EN EL CRISTIANISMO, aunque el artículo en cuestión no se centre en el tema del 25 de diciembre y sea más general:

    Was the New Testament Influenced by Pagan Religions?
    http://www.equip.org/free/DB109.htm

    Was the New Testament Influenced by Pagan Religions?
    by Ronald Nash


    During the first half of the twentieth century, a number of liberal authors and professors claimed that the New Testament teaching about Jesus’ death and resurrection, the New Birth, and the Christian practices of baptism and the Lord’s Supper were derived from the pagan mystery religions. Of major concern in all this is the charge that the New Testament doctrine of salvation parallels themes commonly found in the mystery religions: a savior-god dies violently for those he will eventually deliver, after which that god is restored to life.



    Was the New Testament influenced by the pagan religions of the first century A.D.? Even though I surveyed this matter in a 1992 book,1 the issues are so important — especially for Christian college students who often do not know where to look for answers — that there is considerable merit in addressing this question in a popular, nontechnical format.



    WHAT WERE THE MYSTERY RELIGIONS?



    Other than Judaism and Christianity, the mystery religions were the most influential religions in the early centuries after Christ. The reason these cults were called “mystery religions” is that they involved secret ceremonies known only to those initiated into the cult. The major benefit of these practices was thought to be some kind of salvation.



    The mystery religions were not, of course, the only manifestations of the religious spirit in the eastern Roman Empire. One could also find public cults not requiring an initiation ceremony into secret beliefs and practices. The Greek Olympian religion and its Roman counterpart are examples of this type of religion.



    Each Mediterranean region produced its own mystery religion. Out of Greece came the cults of Demeter and Dionysus, as well as the Eleusinian and Orphic mystery religions, which developed later.2 Asia Minor gave birth to the cult of Cybele, the Great Mother, and her beloved, a shepherd named Attis. The cult of Isis and Osiris (later changed to Serapis) originated in Egypt, while Syria and Palestine saw the rise of the cult of Adonis. Finally, Persia (Iran) was a leading early locale for the cult of Mithras, which — due to its frequent use of the imagery of war — held a special appeal to Roman soldiers. The earlier Greek mystery religions were state religions in the sense that they attained the status of a public or civil cult and served a national or public function. The later non-Greek mysteries were personal, private, and individualistic.



    Basic Traits



    One must avoid any suggestion that there was one common mystery religion. While a tendency toward eclecti*cism or synthesis developed after A.D. 300, each of the mystery cults was a separate and distinct religion during the century that saw the birth of the Christian church. Moreover, each mystery cult assumed different forms in different cultural settings and underwent significant changes, especially after A.D. 100. Nevertheless, the mystery religions exhibited five common traits.



    (1) Central to each mystery was its use of an annual vegetation cycle in which life is renewed each spring and dies each fall. Followers of the mystery cults found deep symbolic significance in the natural processes of growth, death, decay, and rebirth.



    (2) As noted above, each cult made important use of secret ceremonies or mysteries, often in connection with an initiation rite. Each mystery religion also passed on a “secret” to the initiate that included information about the life of the cult’s god or goddess and how humans might achieve unity with that deity. This “knowledge” was always a secret or esoteric knowledge, unattainable by any outside the circle of the cult.



    (3) Each mystery also centered around a myth in which the deity either returned to life after death or else triumphed over his enemies. Implicit in the myth was the theme of redemption from everything earthly and temporal. The secret meaning of the cult and its accompanying myth was expressed in a “sacramental drama” that appealed largely to the feelings and emotions of the initiates. This religious ecstasy was supposed to lead them to think they were experiencing the beginning of a new life.



    (4) The mysteries had little or no use for doctrine and correct belief. They were primarily concerned with the emotional life of their followers. The cults used many different means to affect the emotions and imaginations of initiates and hence bring about “union with the god”: processions, fasting, a play, acts of purification, blazing lights, and esoteric liturgies. This lack of any emphasis on correct belief marked an important difference between the mysteries and Christianity. The Christian faith was exclusivistic in the sense that it recognized only one legitimate path to God and salvation, Jesus Christ. The mysteries were inclusivistic in the sense that nothing prevented a believer in one cult from following other mysteries.



    (5) The immediate goal of the initiates was a mystical experience that led them to feel they had achieved union with their god. Beyond this quest for mystical union were two more ultimate goals: some kind of redemption or salvation, and immortality.



    Evolution



    Before A.D. 100, the mystery religions were still largely confined to specific localities and were still a relatively novel phenomenon. After A.D. 100, they gradually began to attain a widespread popular influence throughout the Roman Empire. But they also underwent significant changes that often resulted from the various cults absorbing elements from each other. As devotees of the mysteries became increasingly eclectic in their beliefs and practices, new and odd combinations of the older mysteries began to emerge. And as the cults continued to tone down the more objectionable features of their older practices, they began to attract greater numbers of followers.



    RECONSTRUCTING THE MYSTERIES



    It is not until we come to the third century A.D. that we find sufficient source material (i.e., information about the mystery religions from the writings of the time) to permit a relatively complete reconstruction of their content. Far too many writers use this late source material (after A.D. 200) to form reconstructions of the third-century mystery experience and then uncritically reason back to what they think must have been the earlier nature of the cults. This practice is exceptionally bad scholarship and should not be allowed to stand without challenge. Information about a cult that comes several hundred years after the close of the New Testament canon must not be read back into what is presumed to be the status of the cult during the first century A.D. The crucial question is not what possible influence the mysteries may have had on segments of Christendom after A.D. 400, but what effect the emerging mysteries may have had on the New Testament in the first century.



    The Cult of Isis and Osiris



    The cult of Isis originated in Egypt and went through two major stages. In its older Egyptian version, which was not a mystery religion, Isis was regarded as the goddess of heaven, earth, the sea, and the unseen world below. In this earlier stage, Isis had a husband named Osiris. The cult of Isis became a mystery religion only after Ptolemy the First introduced major changes, sometime after 300 B.C. In the later stage, a new god named Serapis became Isis’s consort. Ptolemy introduced these changes in order to synthesize Egyptian and Greek concerns in his kingdom, thus hastening the Hellenization of Egypt.



    From Egypt, the cult of Isis gradually made its way to Rome. While Rome was at first repelled by the cult, the religion finally entered the city during the reign of Caligula (A.D. 37-41). Its influence spread gradually during the next two centuries, and in some locales it became a major rival of Christianity. The cult’s success in the Roman Empire seems to have resulted from its impressive ritual and the hope of immortality offered to its followers.



    The basic myth of the Isis cult concerned Osiris, her husband during the earlier Egyptian and nonmystery stage of the religion. According to the most common version of the myth, Osiris was murdered by his brother who then sank the coffin containing Osiris’s body into the Nile river. Isis discovered the body and returned it to Egypt. But her brother-in-law once again gained access to the body, this time dismembering it into fourteen pieces which he scattered widely. Following a long search, Isis recovered each part of the body. It is at this point that the language used to describe what followed is crucial. Sometimes those telling the story are satisfied to say that Osiris came back to life, even though such language claims far more than the myth allows. Some writers go even further and refer to the alleged “resurrection” of Osiris. One liberal scholar illustrates how biased some writers are when they describe the pagan myth in Christian language: “The dead body of Osiris floated in the Nile and he returned to life, this being accomplished by a baptism in the waters of the Nile.”3



    This biased and sloppy use of language suggests three misleading analogies between Osiris and Christ: (1) a savior god dies and (2) then experiences a resurrection accompanied by (3) water baptism. But the alleged similarities, as well as the language used to describe them, turn out to be fabrications of the modern scholar and are not part of the original myth. Comparisons between the resurrection of Jesus and the resuscitation of Osiris are greatly exaggerated.4 Not every version of the myth has Osiris returning to life; in some he simply becomes king of the underworld. Equally far-fetched are attempts to find an analogue of Christian baptism in the Osins myth.5 The fate of Osiris’s coffin in the Nile is as relevant to baptism as the sinking of Atlantis.



    As previously noted, during its later mystery stage, the male deity of the Isis cult is no longer the dying Osiris but Serapis. Serapis is often portrayed as a sun god, and it is clear that he was not a dying god. Obviously then, neither could he be a rising god. Thus, it is worth remembering that the post-Ptolemaic mystery version of the Isis cult that was in circulation from about 300 B.C. through the early centuries of the Christian era had absolutely nothing that could resemble a dying and rising savior-god.



    The Cult of Cybele and Attis



    Cybele, also known as the Great Mother, was worshiped through much of the Hellenistic world. She undoubtedly began as a goddess of nature. Her early worship included orgiastic ceremonies in which her frenzied male worshipers were led to castrate themselves, following which they became “Galli” or eunuch-priests of the goddess. Cybele eventually came to be viewed as the Mother of all gods and the mistress of all life.



    Most of our information about the cult describes its practices during its later Roman period. But the details are slim and almost all the source material is relatively late, certainly datable long after the close of the New Testament canon.



    According to myth, Cybele loved a shepherd named Attis. Because Attis was unfaithful, she drove him insane. Overcome by madness, Attis castrated himself and died. This drove Cybele into great mourning, and it introduced death into the natural world. But then Cybele restored Attis to life, an event that also brought the world of nature back to life.



    The presuppositions of the interpreter tend to determine the language used to describe what followed Attis’s death. Many writers refer carelessly to the “resurrection of Attis.” But surely this is an exaggeration. There is no mention of anything resembling a resurrection in the myth, which suggests that Cybele could only preserve Attis’s dead body. Beyond this, there is mention of the body’s hair continuing to grow, along with some movement of his little finger. In some versions of the myth, Attis’s return to life took the form of his being changed into an evergreen tree. Since the basic idea underlying the myth was the annual vegetation cycle, any resemblance to the bodily resurrection of Christ is greatly exaggerated.



    Eventually a public rehearsal of the Attis myth became an annual event in which worshipers shared in Attis’s “immortality.” Each spring the followers of Cybele would mourn for the dead Attis in acts of fasting and flagellation.



    It was only during the later Roman celebrations (after A.D. 300) of the spring festival that anything remotely connected with a “resurrection” appears. The pine tree symbolizing Attis was cut down and then carried corpse-like into the sanctuary. Later in the prolonged festival, the tree was buried while the initiates worked themselves into a frenzy that included gashing themselves with knives. The next night, the “grave” of the tree was opened and the “resurrection of Attis” was celebrated. But the language of these late sources is highly ambiguous. In truth, no clear-cut, unambiguous reference to the supposed “resurrection” of Attis appears, even in the very late literature from the fourth century after Christ.



    The Taurobolium



    The best-known rite of the cult of the Great Mother was the tauroboliurn. It is important to note, however, that this ritual was not part of the cult in its earlier stages. It entered the religion sometime after the middle of the second century A.D.



    During the ceremony, initiates stood or reclined in a pit as a bull was slaughtered on a platform above them.6 The initiate would then be bathed in the warm blood of the dying animal. It has been alleged that the taurobolium was a source for Christian language about being washed in the blood of the lamb (Rev. 7:14) or sprinkled with the blood of Jesus (1 Pet. 1:2). It has also been cited as the source for Paul’s teaching in Romans 6:1-4, where he relates Christian baptism to the Christian’s identification with Christ’s death and resurrection.



    No notion of death and resurrection was ever part of the taurobolium, however. The best available evidence requires us to date the ritual about one hundred years after Paul wrote Romans 6:1-4. Not one existing text supports the claim that the taurobolium memorialized the death and “resurrection” of Attis. The pagan rite could not possibly have been the source for Paul’s teaching in Romans 6. Only near the end of the fourth century A.D. did the ritual add the notion of rebirth. Several important scholars see a Christian influence at work in this later development.7 It is clear, then, that the chronological development of the rite makes it impossible for it to have influenced first-century Christianity. The New Testament teaching about the shedding of blood should be viewed in the context of its Old Testament background — the Passover and the temple sacrifice.



    Mithraism



    Attempts to reconstruct the beliefs and practices of Mithraism face enormous challenges because of the scanty information that has survived Proponents of the cult explained the world in terms of two ultimate and opposing principles, one good (depicted as light) and the other evil (darkness). Human beings must choose which side they will fight for; they are trapped in the conflict between light and darkness. Mithra came to be regarded as the most powerful mediator who could help humans ward off attacks from demonic forces.8



    The major reason why no Mithraic influence on first-century Christianity is possible is the timing: it’s all wrong! The flowering of Mithraism occurred after the close of the New Testament canon, much too late for it to have influenced anything that appears in the New Testament.9 Moreover, no monuments for the cult can be dated earlier than A.D. 90-100, and even this dating requires us to make some exceedingly generous assumptions. Chronological difficulties, then, make the possibility of a Mithraic influence on early Christianity extremely improbable. Certainly, there remains no credible evidence for such an influence.



    STRIKING PARALLELS?



    Enough has been said thus far to permit comment on one of the major faults of the above-mentioned liberal scholars. I refer to the frequency with which their writings evidence a careless, even sloppy use of language. One frequently encounters scholars who first use Christian terminology to describe pagan beliefs and practices, and then marvel at the striking parallels they think they have discovered. One can go a long way toward “proving” early Christian dependence on the mysteries by describing some mystery belief or practice in Christian terminology. J. Godwin does this in his book, Mystery Religions in the Ancient World, which describes the criobolium (see footnote 6) as a “blood baptism” in which the initiate is “washed in the blood of the lamb.”10 While uninformed readers might be stunned by this remarkable similarity to Christianity (see Rev. 7:14), knowledgeable readers will see such a claim as the reflection of a strong, negative bias against Christianity.



    Exaggerations and oversimplifications abound in this kind of literature. One encounters overblown claims about alleged likenesses between baptism and the Lord’s Supper and similar “sacraments” in certain mystery cults. Attempts to find analogies between the resurrection of Christ and the alleged “resurrections” of the mystery deities involve massive amounts of oversimplification and inattention to detail.



    Pagan Rituals and the Christian Sacraments



    The mere fact that Christianity has a sacred meal and a washing of the body is supposed to prove that it borrowed these ceremonies from similar meals and washings in the pagan cults. By themselves, of course, such outward similarities prove nothing. After all, religious ceremonies can assume only a limited number of forms, and they will naturally relate to important or common aspects of human life. The more important question is the meaning of the pagan practices. Ceremonial washings that antedate the New Testament have a different meaning from New Testament baptism, while pagan washings after A.D. 100 come too late to influence the New Testament and, indeed, might themselves have been influenced by Christianity.11 Sacred meals in the pre-Christian Greek mysteries fail to prove anything since the chronology is all wrong. The Greek ceremonies that are supposed to have influenced first-century Christians had long since disappeared by the time we get to Jesus and Paul. Sacred meals in such post-Christian mysteries as Mithraism come too late.



    Unlike the initiation rites of the mystery cults, Christian baptism looks back to what a real, historical person — Jesus Christ — did in history. Advocates of the mystery cults believed their “sacraments” had the power to give the individual the benefits of immortality in a mechanical or magical way, without his or her undergoing any moral or spiritual transformation. This certainly was not Paul’s view, either of salvation or of the operation of the Christian sacraments. In contrast with pagan initiation ceremonies, Christian baptism is not a mechanical or magical ceremony. It is clear that the sources of Christian baptism are not to be found either in the taurobolium (which is post first-century anyway) or in the washings of the pagan mysteries. Its sources lie rather in the washings of purification found in the Old Testament and in the Jewish practice of baptizing proselytes, the latter being the most likely source for the baptistic practices of John the Baptist.



    Of all the mystery cults, only Mithraism had anything that resembled the Lord’s Supper. A piece of bread and a cup of water were placed before initiates while the priest of Mithra spoke some ceremonial words. But the late introduction of this ritual precludes its having any influence upon first-century Christianity.

    Claims that the Lord’s Supper was derived from pagan sacred meals are grounded in exaggerations and oversimplifications. The supposed parallels and analogies break down completely.12 Any quest for the historical antecedents of the Lord’s Supper is more likely to succeed if it stays closer to the Jewish foundations of the Christian faith than if it wanders off into the practices of the pagan cults. The Lord’s Supper looked back to a real, historical person and to something He did in history. The occasion for Jesus’ introduction of the Christian Lord’s Supper was the Jewish Passover feast. Attempts to find pagan sources for baptism and the Lord’s Supper must be judged to fail.



    The Death of the Mystery Gods and the Death of Jesus



    The best way to evaluate the alleged dependence of early Christian beliefs about Christ’s death and resurrection on the pagan myths of a dying and rising savior-god is to examine carefully the supposed parallels. The death of Jesus differs from the deaths of the pagan gods in at least six ways:



    (1) None of the so-called savior-gods died for someone else. The notion of the Son of God dying in place of His creatures is unique to Christianity.13



    (2) Only Jesus died for sin. As Günter Wagner observes, to none of the pagan gods “has the intention of helping men been attributed. The sort of death that they died is quite different (hunting accident, self-emasculation, etc.).”14



    (3) Jesus died once and for all (Heb. 7:27; 9:25-28; 10:10-14). In contrast, the mystery gods were vegetation deities whose repeated deaths and resuscitations depict the annual cycle of nature.



    (4) Jesus’ death was an actual event in history. The death of the mystery god appears in a mythical drama with no historical ties; its continued rehearsal celebrates the recurring death and rebirth of nature. The incontestable fact that the early church believed that its proclamation of Jesus’ death and resurrection was grounded in an actual historical event makes absurd any attempt to derive this belief from the mythical, nonhistorical stories of the pagan cults.15



    (5) Unlike the mystery gods, Jesus died voluntarily. Nothing like this appears even implicitly in the mysteries.



    (6) And finally, Jesus’ death was not a defeat but a triumph. Christianity stands entirely apart from the pagan mysteries in that its report of Jesus’ death is a message of triumph. Even as Jesus was experiencing the pain and humiliation of the cross, He was the victor. The New Testament’s mood of exultation contrasts sharply with that of the mystery religions, whose followers wept and mourned for the terrible fate that overtook their gods.16



    The Risen Christ and the “Rising Savior-Gods”



    Which mystery gods actually experienced a resurrection from the dead? Certainly no early texts refer to any resurrection of Attis. Nor is the case for a resurrection of Osiris any stronger. One can speak of a “resurrection” in the stories of Osiris, Attis, and Adonis only in the most extended of senses.17 For example, after Isis gathered together the pieces of Osiris’s dismembered body, Osiris became “Lord of the Underworld.” This is a poor substitute for a resurrection like that of Jesus Christ. And, no claim can be made that Mithras was a dying and rising god. The tide of scholarly opinion has turned dramatically against attempts to make early Christianity dependent on the so-called dying and rising gods of Hellenistic paganism.18 Any unbiased examination of the evidence shows that such claims must be rejected.





    Christian Rebirth and Cultic Initiation Rites



    Liberal writings on the subject are full of sweeping generalizations to the effect that early Christianity borrowed its notion of rebirth from the pagan mysteries.19 But the evidence makes it clear that there was no pre-Christian doctrine of rebirth for the Christians to borrow. There are actually very few references to the notion of rebirth in the evidence that has survived, and even these are either very late or very ambiguous. They provide no help in settling the question of the source of the New Testament use of the concept. The claim that pre-Christian mysteries regarded their initiation rites as a kind of rebirth is unsupported by any evidence contemporary with such alleged practices. Instead, a view found in much later texts is read back into earlier rites, which are then interpreted quite speculatively as dramatic portrayals of the initiate’s “new birth.” The belief that pre-Christian mysteries used “rebirth” as a technical term lacks support from even one single text.



    Most contemporary scholars maintain that the mystery use of the concept of rebirth (testified to only in evidence dated after A.D. 300) differs so significantly from its New Testament usage that any possibility of a close link is ruled out. The most that such scholars are willing to concede is the possibility that some Christians borrowed the metaphor or imagery from the common speech of the time and recast it to fit their distinctive theological beliefs. So even if the metaphor of rebirth was Hellenistic, its content within Christianity was unique.20



    SEVEN ARGUMENTS AGAINST CHRISTIAN DEPENDENCE ON THE MYSTERIES



    I conclude by noting seven points that undermine liberal efforts to show that first-century Christianity borrowed essential beliefs and practices from the pagan mystery religions.



    (1) Arguments offered to “prove” a Christian dependence on the mysteries illustrate the logical fallacy of false cause. This fallacy is committed whenever someone reasons that just because two things exist side by side, one of them must have caused the other. As we all should know, mere coincidence does not prove causal connection. Nor does similarity prove dependence.



    (2) Many alleged similarities between Christianity and the mysteries are either greatly exaggerated or fabricated. Scholars often describe pagan rituals in language they borrow from Christianity. The careless use of language could lead one to speak of a “Last Supper” in Mithraism or a “baptism” in the cult of Isis. It is inexcusable nonsense to take the word “savior” with all of its New Testament connotations and apply it to Osiris or Attis as though they were savior-gods in any similar sense.



    (3) The chronology is all wrong. Almost all of our sources of information about the pagan religions alleged to have influenced early Christianity are dated very late. We frequently find writers quoting from documents written 300 years later than Paul in efforts to produce ideas that allegedly influenced Paul. We must reject the assumption that just because a cult had a certain belief or practice in the third or fourth century after Christ, it therefore had the same belief or practice in the first century.



    (4) Paul would never have consciously borrowed from the pagan religions. All of our information about him makes it highly unlikely that he was in any sense influenced by pagan sources. He placed great emphasis on his early training in a strict form of Judaism (Phil. 3:5). He warned the Colossians against the very sort of influence that advocates of Christian syncretism have attributed to him, namely, letting their minds be captured by alien speculations (Col. 2:8).



    (5) Early Christianity was an exclusivistic faith. As J. Machen explains, the mystery cults were nonexclusive. “A man could become initiated into the mysteries of Isis or Mithras without at all giving up his former beliefs; but if he were to be received into the Church, according to the preaching of Paul, he must forsake all other Saviors for the Lord Jesus Christ....Amid the prevailing syncretism of the Greco-Roman world, the religion of Paul, with the religion of Israel, stands absolutely alone.”2’ This Christian exclusivism should be a starting point for all reflection about the possible relations between Christianity and its pagan competitors. Any hint of syncretism in the New Testament would have caused immediate controversy.



    (6) Unlike the mysteries, the religion of Paul was grounded on events that actually happened in history. The mysticism of the mystery cults was essentially nonhistorical. Their myths were dramas, or pictures, of what the initiate went through, not real historical events, as Paul regarded Christ’s death and resurrection to be. The Christian affirmation that the death and resurrection of Christ happened to a historical person at a particular time and place has absolutely no parallel in any pagan mystery religion.



    (7) What few parallels may still remain may reflect a Christian influ*ence on the pagan systems. As Bruce Metzger has argued, “It must not be uncritically assumed that the Mysteries always influenced Christianity, for it is not only possible but probable that in certain cases, the influence moved in the opposite direction.”22 It should not be surprising that leaders of cults that were being successfully challenged by Christianity should do something to counter the challenge. What better way to do this than by offering a pagan substitute? Pagan attempts to counter the growing influence of Christianity by imitating it are clearly apparent in measures instituted by Julian the Apostate, who was the Roman emperor from A.D. 361 to 363.



    A FINAL WORD



    Liberal efforts to undermine the uniqueness of the Christian revelation via claims of a pagan religious influence collapse quickly once a full account of the information is available. It is clear that the liberal arguments exhibit astoundingly bad scholarship. Indeed, this conclusion may be too generous. According to one writer, a more accurate account of these bad arguments would describe them as “prejudiced irresponsibility.”23 But in order to become completely informed on these matters, wise readers will work through material cited in the brief bibliography.









    NOTES



    1 See Ronald Nash, The Gospel and the Greeks (Richardson, TX: Probe Books, 1992). The book was originally published in 1984 under the title, Christianity and the Hellenistic World.

    2 I must pass over these Greek versions of the mystery cults. See Nash, 131-36.

    3 Joseph Klausner, From Jesus to Paul (New York: Macmillan, 1943), 104.

    4 See Edwin Yamauchi, “Easter – Myth, Hallucination, or History?” Christianity Today, 29 March 1974, 660-63.

    5 See Günter Wagner, Pauline Baptism and the Pagan Mysteries (Edinburgh: Oliver and Boyd, 1967), 260ff.

    6 When the ceremony used a lamb, it was the criobolium. Since lambs cost far less than bulls, this modification was rather common.

    7 See Nash, chapter 9.

    8 For more detail, see Nash, 143-48.

    9 See Franz Cumont, The Mysteries of Mithra (Chicago: Open Court, 1903), 87ff.

    10 Joscelyn Godwin, Mystery Religions in the Ancient World (New York: Harper and Row, 1981), 111.

    11 See Nash, chapter 9.

    12 See Herman Ridderbos, Paul: An Outline of His Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1975), 24.

    13 See Martin Hengel, The Son of God (Philadelphia: Fortress Press, 1976), 26.

    14 Wagner, 284.

    15 See W. K. C. Guthrie, Ortheus and Greek Religion, 2d ed. (London: Methuen, 1952), 268.

    16 See A. D. Nock, “Early Gentile Christianity and Its Hellenistic Background,” in Essays on the Trinity and the Incarnation, ed. A. E. J. Rawlinson (London: Longmans, Green, 1928), 106.

    17 See J. Gresham Machen, The Origin of Paul’s Religion (New York: Macmillan, 1925), 234-35.

    18 See Nash, 161-99.

    19 See Nash, 173-78.

    20 See W. F. Flemington, The New Testament Doctrine of Baptism (London: SPCK, 1948), 76-81.

    21 Machen, 9.

    22 Bruce M. Metzger, Historical and Literary Studies: Pagan, Jewish, and Christian (Grand Rapids: Eerdmans, 1968), 11. The possible parallels in view here would naturally be dated late, after A.D. 200 for the most part.

    23 Gordon H. Clark, Thales to Dewey (Boston: Houghton Mifflin, 1957), 195.

    More detailed refutation of this seriously outdated pagan-borrowing thesis:




    Pues parece que Alfredo Martorell bebió en fuentes bastante poco fiables. Por eso digo que conviene ahondar en lo que escribieron los Padres, y directamente a ser posible, no a través de terceros. En todo caso, aun suponiendo que Jesús no naciera el 25 de diciembre, insisto en que la fecha NO TIENE ORIGEN PAGANO.

    ¡FELIZ NAVIDAD, COROCOTTA!
    Última edición por Hyeronimus; 25/12/2007 a las 02:28
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  5. #5
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    Refloto este hilo por su interés en las fechas en las que estamos.

    Lanzo dos preguntas:
    - ¿La Iglesia qué dice oficialmente al respecto?
    - ¿Pasaría algo si resultara que el 25 diciembre no fue la fecha real del nacimiento? Y lo mismo aplicable a otros aspectos en los que sospecha de tradiciones paganas preexistentes: ¿cómo contempla la Iglesia estas hipotéticas situaciones?

  6. #6
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    Cita Iniciado por Kontrapoder Ver mensaje
    Refloto este hilo por su interés en las fechas en las que estamos.

    Lanzo dos preguntas:
    - ¿La Iglesia qué dice oficialmente al respecto?
    - ¿Pasaría algo si resultara que el 25 diciembre no fue la fecha real del nacimiento? Y lo mismo aplicable a otros aspectos en los que sospecha de tradiciones paganas preexistentes: ¿cómo contempla la Iglesia estas hipotéticas situaciones?
    Al tema debe quitársele dramatismo, dado que es una cuestión meramente accesoria. Está planteado el tema como si fuera algo vital o decisivo para afianzar el nacimiento de Cristo; como si la negación de la fecha del 25 de diciembre negara el evento.
    Y además parece planteada como si fuera una cuestión producida por algún descubrimiento moderno o reciente.

    El tema de la posible concordancia de la Navidad como sustitutivo de fiestas paganas es muy antiguo, pero no tiene trascendencia real.
    La Iglesia siempre consideró como una costumbre positiva la sustitución de los cultos paganos por los del Dios Verdadero, partiendo de la premisa de que aquellos cultos eran practicados por gentes sencillas que de buena fe hubiern profesado el cristianismo; que aquellos reudimentarios cultos preludiaban los del cristianismo, y que este los complementaba de forma definitiva en las mentes del pueblo sencillo. Eso ocurrió también tras la conquista de América para adaptarse a las mentalidades religiosas primitivas de los pueblos.

    Como digo la veracidad o no de la fecha ni aporta ni quita nada al dogma de fe. Cuantos santos antiguos hay de los que se conmemora su martirio supuestamente en la fecha que da el santoral y tampoco hay constancia real de que así sucediera. Pero eso no quita nada al asunto.
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  7. #7
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    Por supuesto que no pasaría nada si Jesús no hubiera nacido un 25 de diciembre. Por supuesto que lo importante es que nació, y tanto si fue el 25 de diciembre como el 20 de marzo o el 30 de noviembre no es necesario saber la fecha para salvarse. No es dogma de fe. Por supuesto que desde siempre la Iglesia ha aprovechado todo lo aprovechable de las religiones paganas cristianizándolas y siguiendo el consejo paulino de desechar lo malo y retener lo bueno. Así fue como San Bonifacio sustituyó el roble de los antiguos germánicos por el abeto, figura de la Trinidad con su forma triangular, y origen remoto del arbol de Navidad. Y como ese ha habido muchísimos casos.

    No obstante, también es verdad que a lo largo del siglo XIX y durante buena parte del XX surgieron en ambientes protestantes alemanes y entre algunos filósofos frances corrientes que trataron de negar la historicidad de los Evangelios y otros libros de las Escrituras. Algunos llegaron incluso a poner en duda la existencia de Jesucristo. Se empezó con la escuela racionalista que buscaba explicaciones racionales a los milagros, y si no tenían explicación, es que eran historias inventadas. Y Jesús ni siquiera era Dios, claro. El descreído francés Renán también salió con su supuesta vida de Jesús, que alcanzó bastante difusión y sembró mucha incredulidad. Hacia finales del siglo se impuso la escuela de la historia de las religiones, cuyo principal representante sería Julios Wellhausen. Los Evangelios y los libros históricos del Antiguo Testamento se habrían elaborado a lo largo del tiempo bajo la influencia de otras religiones que se practicaban en aquel ambiente. Así se llegó a atribuir a religiones mistéricas, el culto a Mitra, religiones orientales, etc. el origen del cristianismo y de los Evangelios. Y así fue como surgió la cuestión esta de atribuir el origen del 25 de diciembre como fecha del nacimiento a las Saturnales romanas y todo eso. En realidad, no habría sido tan terrible que se hubiera querido sustituir una fiesta pagana por otra cristiana, todo lo contrario; sería algo positivo. También se bendijeron y santificaron templos paganos para transformarlos en basílicas cristianas, y se han construido muchas iglesias sobre los restos de templos romanos, así como de mezquitas en la España reconquistada. Lo que pasa es que se le dio mucha importancia a esto de cristianizar cultos paganos precisamente para difundir la idea de que el cristianismo era un sincretismo procedente de otras religiones. La verdad es que todos esos autores y críticos textuales, Bultmann y toda su calaña, han ido quedando refutados poco a poco gracias a la arqueología y a los trabajos de escrituristas como Tresmontant o como el padre Carmignac. Por culpa del modernismo se ha introducido en amplios sectores de la Iglesia Católica ideas procedentes de la crítica textual e histórica de las escuelas arriba mencionadas. Se ha querido retrasar mucho la redacción de los Evangelios en un intento de demostrar que no fueron escritos por testigos presenciales, sino que se trata de elaboraciones tardías. Sin embargo, los rollos de Qumran y los trabajos de especialistas como Carmignac, Tresmontant y otros han demostrado la tempranísima redacción de los libros neotestamentarios.

    Todo ese movimiento de descrédito de las Escrituras surgió en ambientes protestantes alemanes, y el movimiento fundamentalista surgió precisamente en reacción a esa actitud, esta vez entre protestantes norteamericanos. De un extremo a otro. Pero claro, las actitudes extremistas dan lugar a movimientos pendulares.

    En fin, como digo, no sería tan terrible que Jesús hubiera nacido en otra fecha, pero la verdad es que muchas tradiciones, aunque no sean la Tradición con mayúscula (la del Magisterio), tienen una base real. Eso sí, tampoco es como para creerse cualquier leyenda, porque hay de todo.
    Vainilla dio el Víctor.

  8. #8
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    Gothico y Hyeronimus: os agradezco vuestras respuestas, que me resultan de gran utilidad. Pensaba básicamente lo mismo que vosotros exponéis para había llegado a albergar alguna duda.

  9. #9
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    O Natal nunca foi uma festa pagã


    Por Marian T. Horvat
    Traduzido por Andrea Patricia





    Um governador colonial puritano interrompe os folguedos das festividades natalinas (1883)




















    Nesta época do ano nós somos bombardeados com propaganda anticatólica questionando o abençoado dia do nascimento de Cristo como 25 de dezembro. Dizem-nos com arrogância que essa data era originalmente uma festa pagã. A Igreja Primitiva teria “escolhido” esta data para “Cristianizar” uma festa romana do sol. De acordo com essa teoria, a data do Natal foi estabelecida somente no século IV, quando nós temos a primeira evidência da Natividade sendo celebrada em Roma em 336. A conclusão: as origens do Natal são pagãs, e nós não sabemos realmente a data do nascimento do Salvador da humanidade.
    Não nos deixemos ficar impressionados tão rapidamente com essas mentiras cujos objetivos são somente diminuir a homenagem que prestamos a Nosso Senhor Jesus Cristo e denegrir a Igreja Católica. De fato, o oposto é verdadeiro. A tese da origem pagã do Natal é que é um mito sem substância histórica.
    Sem festival na Roma antiga em 25 de dezembro
    A noção de que o Natal teve origem pagã começou a se espalhar no século XVII com os puritanos ingleses e os presbiterianos escoceses, que odiavam tudo o que era católico. Os puritanos odiavam tanto o Catolicismo que eles se revoltaram contra a chamada Igreja Anglicana porque, mesmo com suas heresias, eles a consideravam muito similar a Igreja Católica.
    Eles tinham aversão a dias de festa e em particular, eles detestavam a festa do Natal com suas cerimônias, celebrações e costumes alegres. Como a Bíblia não deu data específica para o nascimento de Cristo, os puritanos argumentavam que isso era um artifício pecaminoso da Igreja Católica Romana que deveria ser abolido.
    Mais tarde, pregadores protestantes, como o alemão Paul Ernst Jablonski tentaram demonstrar em obras pesudo-acadêmicas que 25 de dezembro era na realidade uma festa pagã romana, e que o Natal foi mais um exemplo de como a Igreja Católica medieval “paganizou" e corrompeu o "puro" cristianismo primitivo.(1)
    Por volta da mesma época, o jesuíta Jean Hardouin com sua excêntrica teoria da falsificação universal que colocou em dúvida cada fonte histórica conhecida, de volta aos puritanos em sua teoria no Natal ter origens pagãs. Mas essa pesquisa foi largamente desacreditada dada suas afirmações absurdas. Por exemplo, ele afirmava que todos os Concílios da Igreja que aconteceram antes de Trento eram fictícios e quase todos os textos clássicos da Grécia e Roma Antigas eram falsos, feitos por monges no século XIII. Tais declarações são descaradamente absurdas, dados os incontáveis documentos originais demonstrando o oposto.
    As duas principais reivindicações para o Natal ter origens pagãs asseveram que a Igreja primitiva escolheu 25 de Dezembro a fim de desviar os fiéis dos dias de festividade pagã romana. A primeira reivindicação assevera que isso substituiu o antigo feriado da Saturnália, uma época de festas e estridentes danças e cantos acontecidos em dezembro em honra do deus pagão Saturno.
    Agora, o festival da Saturnália sempre terminava o mais tardar em 23 de dezembro. Por que a Igreja Católica iria querer tirar a atenção dos seus fieis de uma celebração pagã, escolheriam uma data dois dias após a festa já ter terminado e quem quis já havia exagerado? Não faz sentido. Nenhum acadêmico sério acredita nessa alegação.


    Natal estabelecido antes do festival pagão do sol













    Aureliano instituiu o festival do sol para fortalecer um Império Romano moribundo






    A segunda reivindicação
    é a de que a Igreja Católica estabeleceu o Natal em 25 de dezembro para substituir uma festa solar inventada pelo Imperador Aureliano em 274 d.C., o Dies Natalis Solis Invicti (Nascimento do Sol Invicto).
    O fato de que o Natal entrou no calendário mundial (o calendário romano aceito) em 354 – que foi depois do estabelecimento do festival pagão – não significa necessariamente que a Igreja escolheu este dia para substituir o feriado pagão. Duas razões principais concordam com esta conclusão:
    Primeira: deve-se simplesmente admitir que os cristãos primitivos começaram a celebrar o Natal apenas no século IV. Até o Édito de Milão ter sido publicado em 313, os católicos eram perseguidos e se encontravam nas catacumbas. Portanto, não havia festividade pública. Mas eles celebravam o Natal entre eles mesmos antes do Édito, como confirmam os hinos e preces dos primeiros cristãos (2).

    Segunda: essa reivindicação é baseada em pressupostos falaciosos. Como o erudito Thomas Talley aponta em seu livro The Origins of the Liturgical Year [As Origens do Ano Litúrgico], o Imperador Aureliano inaugurou o festival do Nascimento do Sol Invicto tentando dar vida nova – renascer - um Império Romano moribundo. É muito mais provável, ele argumenta, que a ação do Imperador tenha sido uma resposta a crescente popularidade e força da religião Católica, que estava celebrando o Nascimento de Cristo em 25 de dezembro, e não o contrário. (3)
    Não há evidência de que a celebração de Aureliano precedia a festa de Natal, e há mais razão para acreditar que estabelecer esse dia de festa – que nunca teve apoio popular e logo morreu – foi um esforço para dar um significado pagão a uma data que já era importante para os católicos romanos.


    Datas baseadas nas Escrituras























    A data da concepção de Isabel estabelece a base para saber o nascimento de Cristo



    Mas vamos deixar o território de conjecturas e retornar os registros históricos. Há ampla evidência para demonstrar que, mesmo que a data do Natal não tenha se tornado oficial até 354, claramente ela foi estabelecida muito tempo antes de Aureliano ter instituído seu dia de festa pagã.
    A concepção de São João Baptista é a âncora histórica para saber a data do Natal, baseada em cálculos detalhados e cuidadosos de datas feitos pelos primeiros Pais da Igreja.
    O antigo tractatus De solstitiia registra a tradição do Arcanjo Gabriel aparecendo a Zacarias no Templo quando ele estava servindo como sumo sacerdote no Dia da Expiação (Lc 1,8). Isso situa a concepção de São João Baptista durante a Festa dos Tabernáculos no fim de setembro, como disse o Arcanjo Gabriel (Lc 1,28) e seu nascimento nove meses mais tarde no momento do solstício de verão. (4)

    Como o Evangelho de Lucas afirma que o Arcanjo Gabriel apareceu a Virgem Maria no sexto mês após a concepção de João (Lc 1,26), isso situa a concepção de Cristo no equinócio de primavera, ou seja, no momento da Páscoa Judaica, no fim de março. Seu nascimento seria assim no fim de dezembro no momento do solstício de inverno.

    Que estas datas, baseadas na Tradição e na Escritura, são confiáveis é confirmado por recente evidência tirada dos Manuscritos do Mar Morto, cujos autores estavam bastante preocupados com datas de calendários, essenciais para estabelecer quando deveriam celebradas as festas da Torah. A data encontrada nos Manuscritos torna possível saber os serviços rotativos dos sacerdotes no Templo nos tempos do Antigo Testamento e mostram definitivamente que Zacarias serviu como sacerdote do Templo em setembro, confirmando assim a tradição da Igreja Primitiva. (5)

    A Igreja Católica determinou 25 de março como a data da concepção de Nosso Senhor muito antes de Aureliano decidir fazer sua festa solar. Por exemplo, por volta de 221 d.C, Sexto Julio Africano escreveu a Chronographiai na qual ele afirma que a Anunciação foi em 25 de março. (6) Uma vez que a data da Encarnação estava estabelecida, era uma simples questão de adicionar nove meses para chegar a data do nascimento de Nosso Senhor: 25 de dezembro. Essa data não seria oficial até o fim do quarto século, mas ela foi estabelecida muito tempo antes de Aureliano ou Constantino. Ela não tinha nada que ver com festivais pagãos.

    Nós podemos estar certos de que os primeiros apologistas católicos e Pais da Igreja, que viveram próximos do tempo dos Apóstolos, estavam totalmente cientes das datas associadas com o nascimento de Nosso Senhor Jesus Cristo. Todos eles tinham fontes de calendários em mãos e eles não permitiriam que qualquer inverdade fosse introduzida na liturgia católica. A data do nascimento de Cristo foi transmitida por eles como sendo 25 de dezembro, um domingo.

    Discursando sobre o verso de Lucas 2,7, Pe. Cornélio a Lápide comenta sobre a arquitetura dessa escolha: “Cristo nasceu no domingo, porque esse foi o primeiro dia do mundo.… Cristo nasceu numa noite de domingo, em ordem com Suas maravilhas, então no dia em que Ele disse Haja luz, e houve luz, foi o mesmo dia em que, à noite, a luz brilhou na escuridão para os de coração justo, isto é, o sol da justiça, Cristo o Senhor.” (7)


    ___________________________________
    Notas:


    <>1.2.3.4.5.It Comes from Pagans,” Second Exodus online.

    <>6.7.Cornelius a Lapide, Commentaria in Scripturam Sanctam, Paris: Vives 1877, Lucas 2,7, vol 16, p. 57.


    Borboletas ao Luar: O Natal nunca foi uma festa pagã
    Última edición por Hyeronimus; 13/12/2013 a las 19:21
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  10. #10
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre

    La acusación, repetida en Internet, se inventó en el s.XVIII
    «Los orígenes paganos de la Navidad son un mito sin fundamento histórico»: conozca por qué
    Ingleses modernos que quieren ser paganos se declaran druidas y hacen rituales en el Solsticio de Invierno en Stonehenge

    William J. Tighe, profesor de Historia de la Universidad de Muhlenberg, publicó en diciembre de 2003 un análisis sobre el origen de la fecha de la Navidad cristiana en el 25 de diciembre, negando que se tratase de una fecha que buscase suplantar una fiesta pagana previa, como acusan a veces algunos neopaganos, ciertos grupos protestantes y revisionistas históricos.

    "Los orígenes paganos de la Navidad son un mito sin fundamento histórico", asegura, y como especialista en los siglos XVI a XVIII puede localizar a los personajes que s einventaron esta idea del "origen pagano": el protestante alemán Paul Ernst Jablonski y el monje francés Jean Hardouin.

    Publicamos aquí su análisis completo traducido de la revista ecuménica "Touchstone".

    Calculando la Navidad: la auténtica historia del 25 de diciembre

    por William J. Tighe

    Muchos cristianos creen que el cristianismo celebra el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre porque los padres de la Iglesia se apropiaron de la fecha de un festival pagano. Casi nadie da importancia a este hecho, excepto algunos grupos marginales de evangélicos americanos, que parecen interpretar que ello convierte a la Navidad en un festival pagano.

    Sin embargo, resulta interesante saber que la opción del 25 de diciembre es el resultado de los intentos realizados por los primeros cristianos para averiguar la fecha de nacimiento de Jesús, basándose en cálculos de calendario que nada tenían que ver con los festivales paganos.

    Fue más bien al contrario, ya que el festival pagano del "Nacimiento del Sol Invicto", instituido por el emperador romano Aureliano el 25 de diciembre de 274, fue casi con toda certeza un intento de crear la alternativa pagana a una fecha que ya gozaba de cierta importancia para los cristianos romanos. Así pues, "los orígenes paganos de la Navidad" son un mito sin fundamento histórico.



    El filósofo luterano alemán Paul Ernst Jablonski
    fue el primero en publicar en 1743 que la fecha
    del 25 de diciembre y la Navidad era una
    "paganización" del cristianismo (hoy se usa el
    argumento como una "cristianización" del paganismo)


    La idea de que la fecha fue sacada de los paganos se remonta a dos estudiosos de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Paul Ernst Jablonski, un protestante alemán, pretendía demostrar que la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre era una de las muchas "paganizaciones" del cristianismo que la Iglesia del siglo IV había adoptado, como una de las muchas "degeneraciones" que habían transformado el cristianismo apostólico puro en catolicismo.

    Dom Jean Hardouin, un monje benedictino, intentó demostrar que la Iglesia católica había adoptado festivales paganos para fines cristianos sin paganizar el Evangelio. En el calendario juliano, creado en el año 45 a.C. bajo Julio César, el solsticio de invierno caía en 25 de diciembre y, por tanto, a Jablonski y a Hardouin les pareció evidente que esa fecha debía haber contenido obligatoriamente un significado pagano antes de haber sido cristiano.

    Pero en realidad, la fecha no había tenido ningún sentido religioso en el calendario festivo pagano en tiempos anteriores a Aureliano, y el culto al sol tampoco desempeñaba un papel importante en Roma antes de su llegada.

    Había dos templos del sol en Roma. Uno de ellos (mantenido por el clan en el que nació o fue adoptado Aureliano) celebraba su festival de consagración el 9 de agosto, y el otro el 28 de agosto. Sin embargo, ambos cultos cayeron en desuso en el siglo II, en que los cultos solares orientales, como el mitraísmo, empezaron a ganar adeptos en Roma. Y en cualquier caso, ninguno de estos cultos, antiguos o nuevos, tenían festivales relacionados con solsticios o equinoccios.

    Lo que ocurrió realmente fue que Aureliano, que gobernó desde el año 270 hasta su asesinato en 275, era hostil hacia el cristianismo, y está documentado que promocionó el establecimiento del festival del "Nacimiento del Sol Invicto" como método para unificar los diversos cultos paganos del Imperio Romano alrededor de una conmemoración del "renacimiento" anual del sol. Lideró un imperio que avanzaba hacia el colapso, ante las agitaciones internas, las rebeliones en las provincias, el declive económico y los repetidos ataques por parte de tribus germanas por el norte y del Imperio Persa por el este.

    Al crear esa nueva festividad, su intención era que el día 25, en el que comenzaba a alargarse la luz del día y a acortarse la oscuridad, fuera un símbolo del esperado "renacimiento" o eterno rejuvenecimiento del Imperio Romano, que debía ser el resultado de la perseverancia en la adoración de los dioses cuya tutela (según creían los romanos) había llevado a Roma a la gloria y a gobernar el mundo entero. Y si podía solaparse con la celebración cristiana, mejor aún.

    Cálculos navideños ¡antes de tener fecha litúrgica!
    Es cierto que la primera prueba de una celebración cristiana en 25 de diciembre como fecha de la Natividad del Señor se encuentra en Roma, algunos años después de Aureliano, en el año 336 d.C., pero sí hay pruebas del Este griego y del oeste latino donde los cristianos intentaban averiguar la fecha del nacimiento de Cristo mucho antes de que lo empezaran a celebrar de una forma litúrgica, incluso en los siglos II y III. De hecho, las pruebas indican que la atribución a la fecha de 25 de diciembre fue una consecuencia de los intentos por determinar cuándo se debía celebrar su muerte y resurrección.
    [Tighe no lo detalla, pero un ejemplo claro es el de Sexto Julio Africano, escritor cristiano que en el año 221, en sus Chronographiai, ya establece que Jesús se encarnó en 25 de marzo (por lo que nació 9 meses después, en 25 de diciembre). Esto lo escribe medio siglo antes de que en el 274 Aureliano cree una fiesta para el 25 de diciembre en Roma. Nota de ReL].

    ¿Y cómo ocurrió todo esto? Parece haber una contradicción en la fecha de la muerte del Señor entre los Evangelios Sinópticos y el Evangelio de Juan. Los sinópticos la situarían en la Pascua de los judíos (después de la Última Cena la noche anterior), mientras que Juan la describiría en la Víspera de la Pascua, en el momento en que los corderos eran sacrificados en el Templo de Jerusalén para el ágape que tendría lugar después de la salida del sol ese mismo día.

    La solución a esta cuestión implica contestar a la pregunta de si la Santa Cena fue un ágape pascual o una cena que tuvo lugar un día antes, lo cual no estudiaremos aquí. Basta con decir que la primitiva Iglesia siguió a Juan y no a los sinópticos y, por tanto, creyó que la muerte de Cristo había tenido lugar el 14 Nisán, de acuerdo con el calendario lunar judío.
    Por cierto, los estudiosos modernos se muestran de acuerdo con que la muerte de Cristo podría haber tenido lugar en el año 30 o en el 33 d.C., ya que éstos son los únicos años de esa época en los que la Vigilia de Pascua podían haber caído en viernes. Las posibilidades son, por tanto, el 7 de abril del 30 o el 3 de abril del 33.

    Sin embargo, dado que la Iglesia primitiva fue forzosamente separada del judaísmo, entró en un mundo de calendarios distintos y tuvo que instaurar sus propios momentos para celebrar la Pasión del Señor, en parte también para independizarse de los cálculos rabínicos de la fecha de Pascua.

    Por otra parte, como el calendario judío era un calendario lunar que constaba de 12 meses de 30 días cada uno, cada pocos años debía añadirse un mes decimotercero por un decreto del Sanedrín, para mantener el calendario sincronizado con los equinoccios y los solsticios, así como para evitar que las estaciones se fueran "desviando" hacia meses inapropiados.

    Aparte de la dificultad que debieron tener los cristianos en investigar, o quizás en ser bien informados sobre las fechas pascuales en un determinado año, el hecho de seguir un calendario lunar diseñado por ellos habría dispuesto en su contra tanto a judíos como a paganos, y seguramente también les habría sumido en inacabables disputas entre sí mismos.

    El siglo II vio fuertes disputas sobre si la Pascua tenía que caer siempre en domingo o en cualquier día de la semana dos días después del 14 Artemision/Nisán, pero haber seguido un calendario lunar no habría hecho más que agravar estos problemas.

    Estas divergencias eran interpretadas de distintas maneras entre los cristianos griegos de la parte oriental del imperio y los cristianos latinos en la parte occidental del mismo. Parece ser que los cristianos griegos quisieron encontrar una fecha equivalente a su 14 Nisán en su propio calendario solar y, dado que el Nisán era el mes en el que tenía lugar el equinoccio de primavera, eligieron el día 14 de Artemision, el mes en el que el equinoccio de primavera caía invariablemente en su propio calendario. Alrededor del 300 d.C., el calendario griego fue solapado por el romano y, como las fechas de principio y final de los meses en estos dos sistemas no coincidían, el 14 Artemision se convirtió en el 6 de abril.

    No obstante, parece que los cristianos latinos del siglo II en Roma y África del norte querían establecer la fecha histórica en la que murió Jesús. En la época de Tertuliano [c.155 -220 d.C.] habían concluido que murió en viernes, 25 de marzo del 29. Como nota aparte, debo hacer constar que ello es imposible: el 25 de marzo del 29 no cayó en viernes, y la Víspera de Pascua judía en el 29 d.C. no caía en viernes ni en 25 de marzo, ni siquiera en el mes de marzo.

    Cuando los antiguos creían en la "edad integral"
    Así pues, en el este, tenemos el 6 de abril y, en el oeste, el 25 de marzo. Llegados a este punto, debemos introducir una creencia que parece ser que se propagó en el judaísmo en el tiempo de Cristo, pero la cual, como no aparece en la Biblia, no han tenido presente los cristianos. Se trata de la "edad integral" de los grandes profetas judíos: la idea de que los profetas de Israel murieron en la misma fecha que la de su nacimiento o concepción.

    Este conocimiento es un factor clave a la hora de entender por qué algunos de los primeros cristianos llegaron a la conclusión de que el 25 de diciembre fue la fecha del nacimiento de Jesucristo. Los primeros cristianos aplicaron esta idea a Jesús, con lo que el 25 de marzo y el 6 de abril no sólo eran las supuestas fechas de la muerte de Jesús, sino también las de su concepción o nacimiento. Existe alguna prueba fugaz de que al menos algunos cristianos en los siglos I y II consideraron el 25 de marzo y el 6 de abril como la fecha del nacimiento de Cristo, pero rápidamente prevaleció la asignación del 25 de marzo como la fecha de la concepción de Cristo.

    Y es en este día, conmemorado casi universalmente entre cristianos como la Fiesta de la Anunciación, cuando el Arcángel Gabriel llevó la Buena Nueva de un salvador a la Virgen María, con cuyo consentimiento la Palabra de Dios ("Luz de Luz, Dios verdadero del Dios verdadero, nacido del Padre antes de todos los tiempos") se encarnó en su vientre. ¿Cuánto dura un embarazo? Nueve meses. Si contamos nueve meses a partir del 25 de marzo, es 25 de diciembre; si es a partir del 6 de abril, tenemos el 6 de enero. El 25 de diciembre es Navidad y, el 6 de enero, es la Epifanía.



    Ingleses modernos en Stonehenge realizando un ritual neopagano de "solsticio de invierno"

    La Navidad (el 25 de diciembre) es una fiesta de origen cristiano occidental. Parece que en Constantinopla fue introducida en el año 379 ó 380. De un sermón de San Juan Crisóstomo, que en su época fue un renombrado asceta y predicador en su nativa Antioquía, parece que ahí la fiesta se celebró por primera vez el 25 de diciembre del 386. Desde esos centros, se esparció por todo el Oriente cristiano y se adoptó en Alejandría alrededor del 432, mientras que en Jerusalén se asumió un siglo o un poco más después.

    Los armenios, solos entre las Iglesias cristianas antiguas, nunca la adoptaron, y hasta hoy llevan celebrando el nacimiento de Cristo, la adoración de los Reyes y el bautismo el 6 de enero.

    Por su parte, las Iglesias occidentales fueron adoptando gradualmente la celebración de la Epifanía del este el 6 de enero, y Roma lo hizo entre el 366 y el 394. Pero en Occidente, esta festividad se presentaba normalmente como la conmemoración de la visita de los Reyes Magos al niño Jesús y, como tal, era una fiesta importante, pero no una de las más determinantes. Ello provocaba un fuerte contraste con la posición de la Iglesia oriental, donde sigue siendo la segunda fiesta más importante de la iglesia después de la Pascua.

    En Oriente, la Epifanía es mucho más importante que la Navidad. La razón es que la festividad también celebra el bautismo de Cristo en el Jordán y el momento en que la Voz del Padre y el Descenso del Espíritu Santo manifestaron por primera vez a los mortales la divinidad del Cristo Encarnado y la Trinidad de las 3 Personas en un solo Dios.

    Una fiesta cristiana
    Así pues, parece que el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo no está en absoluto en deuda con las influencias paganas en las prácticas de la Iglesia durante o después del tiempo de Constantino.

    Es totalmente improbable que fuera la fecha exacta del nacimiento de Cristo, pero surgió estrictamente de los esfuerzos de los primeros cristianos latinos para averiguar la fecha histórica de la muerte de Cristo.

    En cambio, la fiesta pagana que instituyó el emperador Aureliano en esa fecha, en el año 274, no sólo fue un esfuerzo para utilizar el solsticio de invierno con el objetivo de hacer una declaración política, sino que, casi con toda certeza, fue también un intento de dar un sentido pagano a una fecha ya importante para los cristianos romanos.

    A su vez, los cristianos podrían más tarde volver a adoptar la fiesta del "Nacimiento del Sol Invicto" para referirse, en memoria del nacimiento de Jesús, a la ascensión del "Sol de la Salvación" o el "Sol de la Justicia".

    (William J. Tighe recomienda la lectura de Los Orígenes del Año Litúrgico de Thomas J. Talley sobre la historia de la fecha de Navidad y otras fechas litúrgicas. El artículo original en inglés está aquí).


    «Los orígenes paganos de la Navidad son un mito sin fundamento histórico»: conozca por qué - ReL
    Valmadian, Fidelitas, ReynoDeGranada y 1 otros dieron el Víctor.

  11. #11
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    Re: Jesús sí nació el 25 de diciembre


    Desde luego este hilo está muy bien para desmontar el mito de que la Navidad se oficializara para cristianizar un festival, pagano, sin embargo, el título del hilo es bastante discutible: aunque se tendría que revisar la climatología en esa época, es muy difícil establecer la fecha de Jesucristo con exactitud. De hecho, algunos hilos parecían dar a entender que no había una festividad anterior al Dies Sol Invictus.

    Pego un artículo de la sección histórica de que aprendemos hoy:
    http://queaprendemoshoy.com/navidade...n-sobrevivido/.


    Navidades en Roma: 12 costumbres que han sobrevivido

    No son pocos las ritos, usos y costumbres romanos que han llegado hasta nuestros días, y las fiestas invernales tampoco están al margen. Durante el festival de la época fría del año llamado Saturnalia muchas costumbres romanas han sobrevivido hasta incrustarse en nuestra época…

    1.- Cinco días de vacaciones. En el siglo I d.C. los romanos tomaban cinco días de vacaciones para celebrar las fiestas de la Saturnalia, una celebración pagana que tenía como objetivo “traer de vuelta a el sol”. Tomamos aproximadamente el mismo número de días libres por Navidad.

    2.- 25 de diciembre. Los romanos ofrecían sus sacrificos a Saturno, aunque también se estaba celebrando el nacimiento de un dios oriental. No, no a Jesús: Mitra¡ Sus rituales comparten muchas similitudes con nuestras ceremonias cristianas. Bautismo, comida sacramental, observancia del domingo y nacimiento de ambos dioses el mismo día 25 de diciembre.


    3.-El árbol de Navidad, muérdago, guirnaldas, etc. Los romanos ya decoraban sus casas con vegetación. En un capítulo de Big Bang Theory, Sheldon nos cuenta: “En la era pre-cristiana, cuando el solsticio de invierno se acercaba y las plantas morían, los paganos traían ramas de hoja perenne a sus hogares como acto de magia, destinado a guardar las esencias vitales de las plantas hasta la primavera. Con el tiempo esta costumbre fue adquirida por los pueblos del norte de europa y se llegó al árbol de navidad”.


    4.- Luces y velas. Los romanos también decoraban sus casas con luces adicionales en la época más oscura del año. Aparte de la utilidad práctica, era otro intento pagano para traer de vuelta a el Sol. Linternas, cirios, candelabros y lámparas de aceite parpadeaban por las casas de los ricos. Debido a esto, Roma era muy propensa a los incendios en esta época festiva. Algún historiador calcula que a diario se producía un centenar de incendios en la Ciudad Eterna, que tenía su propio cuerpo de bomberos: los vigiles.


    5.- Comida abundante. En pleno invierno el instinto nos dice que debemos “construirnos” una buena capa de grasa, darnos un festín en preparación de la época de “vacas flacas” que está por venir. Los hidratos de carbono estaban a la orden del día. Hoy algunos lo llaman gula.

    6.- Bebida a tope. Está demostrado que añadir una pequeña cantidad de vino al agua mata las bacterias más conocidas. Durante todo el año la mayoría de los romanos bebían vino diluido, pero en las fiestas saturnales no era común mezclarlo y sí atiborrarse de buen vino aromatizado con especias.

    7.- Vida nocturna y cambio de rol. Durante los cinco días de las Saturnales, los esclavos no tenían que trabajar. Podían comer, beber y ser felices (sic) por la gracia de sus amos. Otros, como Plinio el joven incluso daban más prebendas. Pero ¡Ojo¡ al concluir las fiestas había que volver a la oficina…

    8..- Juegos de Mesa. En la Roma del siglo I, se permitían muchos juegos para grandes y pequeños sólo durante la Saturnalia. Los niños y esclavos podían jugar a tirar dados sin temor al castigo. En Occidente, la Navidad es el único momento en que muchas familias practican juegos de mesa o cartas.

    9.- El jefe de las fiestas. En la primera noche de la Saturnalia se tiraban los dados en muchos hogares para determinar quién sería el rey de las Saturnales. El “Rey” podía mandar cosas a los demás como preparar un banquete, hacer mandados o cantar canciones. Hoy no hace falta tirar los dados, las madres mandan todo el año…

    10.- Sombreros de… ¿Santa Claus?. Los esclavos que eran puestos en libertad en estas fechas se les era regalado un sombrero que habían de llevar como prueba de su no-esclavitud. El píleo eran de forma cónica y estaban hechos de fieltro de colores. ¿Adivináis de que colores? Sí, rojo y blanco…9.- El jefe de las fiestas. En la primera noche de la Saturnalia se tiraban los dados en muchos hogares para determinar quién sería el rey de las Saturnales. El “Rey” podía mandar cosas a los demás como preparar un banquete, hacer mandados o cantar canciones. Hoy no hace falta tirar los dados, las madres mandan todo el año…


    11.- Presentes y regalos. En las fiestas Saturnales, los romanos entregaban en regalo figuritas de madera o arcilla, a menudo con articulaciones móviles. Hoy en día regalamos figuras de acción, Legos, Barbies y consolas de videojuegos.


    12.- Felicitaciones. Por último, los romanos adjuntaban a los obsequios el equivalente a nuestras actuales tarjetas de felicitación navideñas. Habitualmente eran epígramas de dos líneas que acompañaban al regalo con los mejores deseos.



    De todas formas, según Michael Alan Anderson sí que hay relación entre estas festividades, pues según él esta festividad constituía una metáfora (no olvidemos que los primeros cristianos empleaban un lenguaje simbólico muy rico):

    Both the sun and Christ were said to be born anew on December 25. But while the solar associations with the birth of Christ created powerful metaphors, the surviving evidence does not support such a direct association with the Roman solar festivals. The earliest documentary evidence for the feast of Christmas makes no mention of the coincidence with the winter solstice. Thomas Talley has shown that, although the Emperor Aurelian's dedication of a temple to the sun god in the Campus Martius (C.E. 274) probably took place on the 'Birthday of the Invincible Sun' on December 25, the cult of the sun in pagan Rome ironically did not celebrate the winter solstice nor any of the other quarter-tense days, as one might expect. The origins of Christmas, then, may not be expressly rooted in the Roman festival.

    Enlace en la Wikipedia inglesa:

    https://en.wikipedia.org/wiki/Sol_In...stian_writings.


    Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)

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