SAN BERNARDO Y LOS POBRES CABALLEROS DE CRISTO
San Bernardo de Claraval y las Navas de Tolosa.
LOS MÁS EFICACES CABALLEROS DE CRISTO: LOS MORTIFICADOS
"No en vano lleva la espada al cinto. Ministro de Dios es para castigar severamente a los que se dicen enemigos de Dios; de Su Divina Majestad ha recibido el celo, para castigo de los que obran el mal y exaltación de los que practican el bien. Cuando quita la vida a un malhechor no se le ha de llamar homicida, sino malicida, valga la palabra, ejecuta puntualmente las venganzas de Cristo sobre los que obran la iniquidad, y con razón adquiere el título de defensor de los cristianos."
"Desenváinese la doble espada, espiritual y material, de los cristianos, y descargue con fuerza sobre la testuz de los enemigos, para destruir todo lo que se yergue contra la ciencia de Dios, o sea, contra la fe de los seguidores de Cristo; no digan nunca los fieles: ¿dónde está su Dios?"
Pasajes espléndidos del opúsculo de San Bernardo de Claraval, "Elogio de la Nueva Milicia", compuesto el año 1130 para la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, más conocidos como Templarios. El "Elogio de la Nueva Milicia" constituye un texto que causa perplejidad a los "cristianos blandos", esos que con sus blandenguerías y milojas han hecho tanto para que la juventud ardorosa se aparte de la Iglesia Católica, confundiéndola con un geriátrico o algo peor. En cambio, urge volverse a estos textos de San Bernardo, que como obra de un gran santo siempre goza de actualidad.
Los Cistercian Studies Series publicaban allá por 1980, una obra imprescindible para aproximarse al espíritu de San Bernardo: "Thomas Merton on St. Bernard". Thomas Merton dice ahí: "The generosity and self-sacrifice of the apostolic soul demands in a universal charity."
Queda claro, leyendo a Thomas Merton que en San Bernardo, la caridad universal estaba a flor de piel; la caridad universal no es la "paz perpetua" de Kant. El cristianismo es religión del Amor, pero el amor no puede confundirse con la pusilanimidad ni con el pacifismo -grandes aliados del mal, tontos útiles del mal.
Pero, antes de empuñar la espada, San Bernardo tenía muy claro que el Caballero de Cristo tiene, previamente, que disciplinarse y forjarse en la mortificación, que según Merton actúa en tres frentes:
"Of the lower appetites, of de interior senses and the intellect, of the will".
Esto es, en los apetitos, en los sentidos interiores y el intelecto y en la voluntad. El Caballero de Cristo no puede prescindir de esa mortificación, pues esa mortificación de lo sensible, lo intelectual y lo volitivo que nos constituye es necesaria para dejar actuar la gracia de Dios. Mientras que seamos esclavos de los apetitos, del intelecto o de la voluntad seremos inútiles instrumentos de Dios y, en el caso que nos ocupa, el Caballero de Cristo sería una espada sin punta ni filo.
La mitología templarista, tan de moda en la literatura y el cine, es otra más de las falsificaciones modernas y revolucionarias que trata de adulterar el auténtico espíritu de aquellos Caballeros de Cristo. Las sedicentes asociaciones que se autodenominan "templarias" -no son pocas las que hay- son, en el mejor de los casos, un club de esnobistas, cuando no un zaguán de las logias masónicas.
El genuino espíritu templario está en el "Elogio de la Nueva Milicia" de San Bernardo, o sea, en el espíritu más sobrio y fuerte de la Iglesia Militante, sin la cual la Iglesia Peregrina -tan del gusto de los pacifistas- no podría peregrinar sin temor a ser asaltada por los enemigos de Cristo.
Volví a leer el Elogio de la Nueva Milicia, y recomiendo leerla a todo aquel que sienta en su fuero íntimo que ya es hora de reivindicar la Iglesia Católica como Iglesia Militante, apartando esos sucedáneos de catolicismo que han edulcorado el Evangelio, convirtiendo la Iglesia en una especie de ONG.
San Bernardo de Claraval, ora pro nobis.
Maestro Gelimer
http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/
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