OJOS DE LINCE DE LOS BRAGANZA




María de las Nieves de Braganza


LA HEREJÍA LIBERALESCA


Mientras escucho una canción de Franco Battiato, “Segunda-Feira” de su disco “La emboscada”, unas palabras me recuerdan a Doña María Teresa de Braganza y Borbón. Canta Battiato:

Ojos de lince de los Braganza
miran al norte
soñando ultramar
como guirnaldas que trenzan la danza
”.

La Princesa de Beira y Doña María de las Nieves de Braganza han venido a mi memoria, con sus ojos de lince… También Don Miguel de Portugal y Borbón, el Tradicionalista. Gracias, Franco Battiato, siempre es una delicia escuchar su música y prestar oído a esas letras suyas que tanto evocan y tantas cosas sugieren.

Y voy a la “Carta de la Princesa de Beira a los Españoles” (1864), y me encuentro con estas palabras:

La soberanía nacional, digan lo que quieran ciertos liberales llamados conservadores, es uno de los principios fundamentales de todo el sistema constitucional moderado, y en sentido del liberalismo, de esa soberanía nacional emanan todos los poderes, todos los derechos, todas las leyes. Con esto se sustituye en todo la voluntad puramente humana a la voluntad divina y se niega todo poder, toda ley, todo derecho de origen divino. Ahora bien; esto no es solamente contrario a la razón, sino también absolutamente anticatólico.

[Y continúa la Princesa de Beira...]

Es otro dogma fundamental liberalesco que la razón humana es autónoma y, por consiguiente, que es libre e independiente; que ella es árbitro supremo de lo verdadero y de lo falso, de lo bueno y de lo malo; que ella se basta por sí sola para procurar el bien de las naciones; y por eso los liberales de todo el mundo exaltan tanto la razón, su libertad e independencia, sus fuerzas y sus progresos.” (María Teresa de Braganza y Borgón, Princesa de Beira, Baden a 25 de septiembre de 1864.)

¿Dónde he leído hace poco algo muy en consonancia con esta Carta de la Reina bienhechora, que esté en santa gloria?

Ya. Se trata de una Encíclica de Juan Pablo II, la “Veritatis Splendor”:

Leemos en el libro del Génesis: “Dios impuso al hombre este mandamiento: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gén. 2, 16-17.)

Con esta imagen, la Revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios. El hombre es ciertamente libre, desde el momento en que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia, porque puede comer “de cualquier árbol del jardín”. Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el “árbol de la ciencia del bien y del mal”, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación. Dios, que sólo Él es Bueno, conoce perfectamente lo que es bueno para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo propone en los mandamientos.

La ley de Dios, pues, no atenúa ni elimina la libertad del hombre, al contrario, la garantiza y promueve. Pero, en contraste con lo anterior, algunas tendencias culturales contemporáneas, abogan por determinadas orientaciones éticas que tiene como centro de su pensamiento un pretendido conflicto entre la libertad y la ley. Son las doctrinas que atribuyen a cada individuo o a los grupos sociales la facultad de decidir sobre el bien y el mal: la libertad humana podría “crear los valores” y gozaría de una primacía sobre la verdad, hasta el punto que la verdad misma sería considerada una creación de la libertad; la cual reivindicaría tal grado de autonomía moral que prácticamente significaría su soberanía absoluta
”. (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor.)

Tenemos así que:

1º Uno de los errores doctrinales más perniciosos (y hoy difundido por doquier) es suponer que el hombre –o la sociedad- puede “comer del árbol del Bien y del Mal”. Y eso es lo que hace el mundo moderno, el mismo que puso en pie el liberalismo: inflar de aire el alma del hombre, haciéndole creer que dispone de autonomía moral, lo que es decir que el hombre podría decidir qué es bueno y qué es malo, independientemente de la Ley de Dios... incluso contra la Ley de Dios. ¿Quién me regatea que es esta una de las estratagemas diabólicas más eficaces para los fines del Maligno?

2º La soberanía nacional es corolario de la pretendida “soberanía-autonomía moral” de los individuos. Y, al pretender sustituir la voluntad de Dios y la Ley de Dios, es tan errónea y perniciosa como la autonomía moral de esos átomos ahistóricos y asociales que a duras penas componen una “sociedad”.

El relato de la caída (Gén. 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre (cf GS 13, 1). La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres (cf Cc. De Trento: DS 1513; Pío XIII: DS 3897; Pablo V, discurso 11 junio 1966).” Catecismo de la Iglesia Católica.

Y, a tal extremo hemos llegado en la falta de información doctrinal -incluso en la deformación doctrinal católica- que todavía hay mequetrefes -con sotana o sin ella- que se burlan, desde sus presuntuosas ínfulas de ilustrados, del título de aquel libro del Padre Sardá y Salvany: “El liberalismo es pecado”. El liberalismo es pecado por muchas razones: la primera, no cree en el Pecado Original y, no creyendo en el Pecado Original, viene a reproducirlo y actualizarlo cada vez que pretende hacer depender la verdad y la moral de la “autonomía” del individuo o de la “voluntad general” de la disociedad que forman esos “individuos”.

Ojos de lince de los Braganza miran al Norte... Gracias, Portugal, por las Reinas que Braganza dio a España.

No se puede ser católico y liberal. Son términos que, en recta teología, se repugnan.



Maestro Gelimer

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