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Tema: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

  1. #1
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    7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    7 DE OCTUBRE DE 1571... CUANDO SE ABRIERON LOS CIELOS







    AUXÍLIUM CHRISTIANÓRUM... ORA PRO NOBIS

    Un Pontífice Santo, San Pío V, implorando a Dios con las manos alzadas como Moisés.

    Un Rey Santo, Felipe II, rogando devotamente con todo su séquito. Y todos sus Reinos, como una sola voz, desde el ciego mendigo de la puerta del templo hasta el Duque, rezando juntos. Desde el niño que hurta higos en las huertas hasta el Abad más linajudo. Todos.

    San Pío V había pedido a todos los cristianos que rezaran el Santo Rosario para alcanzar la victoria y una Cristiandad, obediente al Santo Padre, secundaba la petición del Pontífice. Se rezaba el Santo Rosario: desde la ciudad más populosa hasta la aldea más recóndita, todos rogando...

    Y Don Juan de Austria, brazo de Dios y espada de María Santísima, con el mazo dando.

    Hoy 7 de octubre de 2008 recordamos aquella jornada: "la más alta ocasión que vieron los siglos" -escribiera de ella el más grande de los escritores, partícipe también de aquella hazaña sin parangón.

    Conmemoramos aquel 7 de octubre de 1571 y le pedimos a Dios que nos dé luces, para aprender de aquel día que de nada vale afanarse, si no rezamos. Es la oración la que nos salva, la que logra abrir los cielos para que los ángeles de Dios combatan a nuestro lado contra el maligno enemigo y sus secuaces del otro y de éste mundo.

    Mientras la batalla tenía lugar, el Papa estaba conversando con algunos cardenales; de repente, los dejó, se quedó algún tiempo con sus ojos fijos en el cielo, y cerrando el marco de la ventana, dijo:

    "No es hora de hablar mas sino de dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a las armas cristianas".

    No fueron pocos los cruzados que aquel día vieron los cielos abrirse... El Capitán Pedro de Quero Escabias, natural de Andújar (Sagrario de Nuestra Señora de la Cabeza y mi pueblo) estaba allí en Lepanto con su compañía. Muchos eran los andujareños y paisanos del Reino de Jaén que pelearon bravamente en aquella jornada. La sangre del turco hasta los codos, sudorosos, fatigados de la portentosa brega, pero todavía con arrojo para descargar la espada... Sobre la que habían jurado morir en Cruzada. Según los papeles que guarda un tío mío, Pedro de Quero Escabias vio aquella victoria, y más tarde pasó como Capitán de Caballos a Flandes, con el Conde de Fuentes. Vínose a la postre a España, para establecer la Milicia general en el partido de Cuenca, tierra de Molina, y Marquesado de Atienza. Durante todos sus días, hasta el día de su muerte, rezó el Santo Rosario mandando que lo rezáramos todos sus descendientes.

    El Santo Rosario es el arma más poderosa que tenemos los cristianos.




    Maestro Gelimer

    http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/
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  2. #2
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    7 DE OCTUBRE DE 1571... CUANDO SE ABRIERON LOS CIELOS







    AUXÍLIUM CHRISTIANÓRUM... ORA PRO NOBIS

    Un Pontífice Santo, San Pío V, implorando a Dios con las manos alzadas como Moisés.

    Un Rey Santo, Felipe II, rogando devotamente con todo su séquito. Y todos sus Reinos, como una sola voz, desde el ciego mendigo de la puerta del templo hasta el Duque, rezando juntos. Desde el niño que hurta higos en las huertas hasta el Abad más linajudo. Todos.

    San Pío V había pedido a todos los cristianos que rezaran el Santo Rosario para alcanzar la victoria y una Cristiandad, obediente al Santo Padre, secundaba la petición del Pontífice. Se rezaba el Santo Rosario: desde la ciudad más populosa hasta la aldea más recóndita, todos rogando...

    Y Don Juan de Austria, brazo de Dios y espada de María Santísima, con el mazo dando.

    Hoy 7 de octubre de 2008 recordamos aquella jornada: "la más alta ocasión que vieron los siglos" -escribiera de ella el más grande de los escritores, partícipe también de aquella hazaña sin parangón.

    Conmemoramos aquel 7 de octubre de 1571 y le pedimos a Dios que nos dé luces, para aprender de aquel día que de nada vale afanarse, si no rezamos. Es la oración la que nos salva, la que logra abrir los cielos para que los ángeles de Dios combatan a nuestro lado contra el maligno enemigo y sus secuaces del otro y de éste mundo.

    Mientras la batalla tenía lugar, el Papa estaba conversando con algunos cardenales; de repente, los dejó, se quedó algún tiempo con sus ojos fijos en el cielo, y cerrando el marco de la ventana, dijo:

    "No es hora de hablar mas sino de dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a las armas cristianas".

    No fueron pocos los cruzados que aquel día vieron los cielos abrirse... El Capitán Pedro de Quero Escabias, natural de Andújar (Sagrario de Nuestra Señora de la Cabeza y mi pueblo) estaba allí en Lepanto con su compañía. Muchos eran los andujareños y paisanos del Reino de Jaén que pelearon bravamente en aquella jornada. La sangre del turco hasta los codos, sudorosos, fatigados de la portentosa brega, pero todavía con arrojo para descargar la espada... Sobre la que habían jurado morir en Cruzada. Según los papeles que guarda un tío mío, Pedro de Quero Escabias vio aquella victoria, y más tarde pasó como Capitán de Caballos a Flandes, con el Conde de Fuentes. Vínose a la postre a España, para establecer la Milicia general en el partido de Cuenca, tierra de Molina, y Marquesado de Atienza. Durante todos sus días, hasta el día de su muerte, rezó el Santo Rosario mandando que lo rezáramos todos sus descendientes.

    El Santo Rosario es el arma más poderosa que tenemos los cristianos.

    Maestro Gelimer

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    Hoy es dia para recuerdarmos y rogarmos a Díos Nuestro Señor por los que perderan la vida en la mar de Lepanto, en Su Nombre y Divina Gloria.

    Es también dia para plantearmos como serían hoy nuestras vidas, como sería la Europa entera, sin lo sacrificio de los héroes españoles de Lepanto o de los héroes polacos y austríacos en los Balcanes y los de tantas otras batallas por la Cristandad.

    Hoy podemos podemos decir que matar es un pecado, y que todos los hombres, cristianos o turcos, son criaturas de Díos. Y asi és... pero se podemos decirlo y cumplir eso mandamento de Díos, tranquillos y seguros en nuestras casas o nuestras iglesias (hasta cuando?), lo podemos por que los héroes de Lepanto mataron y murieron en aquel 7 de Octobre.

    Pecadores somos todos... pero martires muy pocos. Roguemos por ellos.
    res eodem modo conservatur quo generantur
    SAGRADA HISPÂNIA
    HISPANIS OMNIS SVMVS

  3. #3
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Lepanto en la memoria


    Recordar Lepanto es hacer semblanza nostálgica de la España que fue, porque aquello fue una hazaña española. Cuando se está en la cúspide de la Historia (o de la Rueda de la Fortuna, que también se puede decir) se ve mejor, más lejos y con mejores perspectivas, y España veía y entendía bien. Entonces.


    La política respecto a los Paises Bajos, aunque con repercusiones y efectos para la Iglesia, era más empresa y empeño de la Corona y la Casa de Austria; lo mismo respecto al Imperio, se podría decir. Las cosas con Francia, son más "españolas", lo mismo que los asuntos de Portugal; lo que había y habría de haber con Inglaterra también se distingue de lo demás. Aunque todo tenía que ver con todo, finalmente y recapitulando, porque España entonces con todo tenía que ver: El mundo se ceñía desde el Oriente al Occidente con banda española, con un Plus Ultra no solo lema, sino realidad.

    El corazón sentimental del mundo de la cenital España ya no era el medieval de cinco siglos antes. Con la pérdida irreversible de la identidad de "Cristiandad" tras la crisis protestante, Europa seguía limitada por un Mediterráneo islámico, sin el resorte de la fe para poder activar una respuesta adecuada a la expansión de la media luna. A la vez que se perfilaban identidades nacionales, se iba pedido la capacidad de respuesta común al enemigo de todos.

    La Edad Media que se cierra con la caída de Bizancio, deja abierta la puerta de la Era Moderna a un Imperio Otomano que se planta en Europa y hace fronteras con el Imperio por el Este y con todas los reinos ribereños del Mediterráneo, desde Venecia a España, por tierra y por mar. El único freno efectivo al avance del islam por el oriente son los principados de Kiev y luego Moscú, en lucha con clanes de tártaros y cosacos; coincidiendo con el fatídico declive bizantino, se iba consolidando lo que sería al poco la gran Rusia de los Zares. Por Occidente, luego del fracaso estrepitoso de las Cruzadas, la única actividad contra el islam invasor se mantuvo gracias a los Reinos Españoles, León-Castilla, Aragón y Portugal; y desde mediado el siglo XIII, la Reconquista había quedado en manos de Castilla.


    La acción hispana había sido hasta tal punto eficaz que los musulmanes invasores habían sido obligados a replegarse al norte de África, y en vísperas del Descubrimiento de América, Castilla tenía ya plazas aseguradas en enclaves estratégicos de la costa africana, como avanzadas de lo que podría haber sido una penetración-reconquista efectiva del Occidente Cristiano en la antigua Provincia Romana de África. Pero América impuso otro rumbo.


    Por eso, por la incesante beligerancia de los Reinos de España contra la amenaza islámica, la España de Felipe IIº era mucho más sensible al peligro que aun representaba un Mediterráneo infectado de piratas berberiscos, obedientes al Sultán que desde la desafortunada Constantinopla (renombrada - ay!- Estambul) daba rostro a una re-actualizada agresividad de la media luna.
    .


    La irresponsabilidad de Francia había llegado al colmo de entenderse con la Sublime Puerta, con tal de mantener, al precio que fuera, su oposición a España. Alemania era un totum revolutum de principados, ya católicos, ya protestantes, en tensión intestina que hará de aquellos restos del Imperio algo desorganizado hasta la potente emersión de Prusia, dos siglos más tarde.Venecia estaba desacreditada por sus mismos hechos e intereses, quizá la menos fiable, por su versatilidad, de entre todas las repúblicas y ducados italianos para emprender nada que supusiera pacto o alianza entre estados. Por su parte la Santa Sede apenas subsistía como soberanía, a costa de las hipotecas que el nepotismo de los Pontífices había cargado sobre el Patrimonium Petri. A pesar de todo, los Papas habían sido los únicos que habían sido constantes en reclamar la unión de los Príncipes Cristianos contra la amenaza del Imperio Turco. Pero con una Cristiandad desintegrada, apenas podría esperarse que el Papado fuera la instancia que fraguara la necesaria y urgente alianza contra el turco.



    Finalmente, España fue la clave, Pío V el gestor, y el común catolicismo el crisol de aquella ocasional "aleación", con Génova, Venecia y los Estados Papales unidos con España, cabeza de la Liga Santa, con la garantía imprescindible de su capacidad y potencia. Una potencia definidamente católica, que dejaba los imponderables posibles en manos de la Providencia.


    La victoria marcó un antes y un después en y para el Mediterráneo. No es descabellado entenderla como una coda a cuatro siglos de las Cruzadas. Insuficientemente aprovechada por los vencedores, tendría que ser Inglaterra en el XIX quien desde su instalación en Malta rentabilizara la ventaja que España ganó para todo el Occidente. No es exagerar entender parte de la actual geo-estrategia de las potencias occidentales dependiente todavía de nuestra victoria del 7 de Octubre de 1571 en Lepanto.


    Significativamente, lo que en España se olvida deliberadamente, está fresco y es herida sin restañar para el islam vencido. ¿No serían estas memorias históricas las dignas de exhumarse y activarse?

    http://exorbe.blogspot.com/2008/10/l...a-memoria.html

  4. #4
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Lepanto.

    -La batalla de Lepanto por Paolo Veronese-.

    España, salvadora de la Cristiandad, jamás vamos a olvidar la gloriosa historia de España.

    ¡Viva España, nación valiente e inmortal!

    "Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿Dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad".
    Don Juan de Austria, el último cruzado.



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  5. #5
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Lepanto , el Rosario y María Auxiliadora.

    El 7 de Octubre de 1571 se libró ; en el golfo de Lepanto una batalla decisiva para la cristiandad. Los musulmanes ambicionaban apoderarse de Europa y suplantar el reinado de la Cruz por el de la medialuna. ¿Qué hubiera pasado, si ,a las puertas del mundo moderno, la armada cristiana hubiera sido derrotada? ¿Qué hubiera interrumpido el furor asesino de la guerra santa?
    Shakespeare tenía entonces 7 años. Góngora apenas 10 . Faltaban 9 para el nacimiento de Quevedo. 13 para el de Tirso de Molina, y hacía 36 que estaba enterrado Garcilaso, el soldado poeta . Con los frailes Luis de León y Luis de Granada alcanzaría esplendor España. ¡Preparaba Europa su gloria en las letras!. Recién muerto Rabelais , en Francia brillaba Ronsard . Camöens, ya tuerto del ojo derecho, escribía Las Lusiadas . Alonso de Ercilla ,en América , contaba la conquista de Chile en La Araucana; Tomas y Sackville escribían en Inglaterra; Bandello , Tasso y Giraldi en Italia. Es el año de 1571.
    Calvino y Nostradamus acaban de morir. Nace Galileo . Francis Drake destruye navíos españoles en el Atlántico mientras la reina de Inglaterra Isabel Tudor encarcela a María Estuardo y profundiza el cisma anglicano, lo cual le vale la excomunión del santo Papa Pío V. Para suavizar el escándalo, Alexander Nowell , deán de St Paul, inventa la cerveza embotellada. A contrapelo de la reina inglesa, John Barber ,en Escocia, pública el poema épico de John Bruce , seguidor del caudillo Wallace ,a quien hemos visto en el cine.
    Mientras, en España , Felipe II gobierna el imperio más grande de la historia. Recién finalizado el Concilio de Trento que define el catecismo universal, comienza el rey la construcción del Escorial . En contraposición ,Francia y los Países Bajos, se hayan en guerras de religión. En 1566 los protestantes destruyen 400 iglesias y organizan la matanza de miles de católicos, preparando la respuesta de la noche violenta de San Bartolomé , 6 años después. Año de 1571, la sangre y el arte se mezclan . Cosme de Medicis, en Italia, disfruta las obras esculpidas y pintadas por los recién fallecidos Miguel Ángel y Leonardo. Tintoretto , Cellini , Rubens, Caravaggio , Brueghel , Veronese, El Greco ,Berruguete, Navarrete y Velázquez pronto van nacer. Arte.
    En el horizonte, Solimán el Magnífico. Sangre.
    En América ,en 1571, Juan de Garay aún no fundó Santa Fe de la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Bonaire . Hace 18 años que se fundó Santiago del Estero y faltan dos para la fundación de Córdoba. Esto ocurre mientras Europa empieza a conocer el tabaco, llevado por Juan Nicot en 1560, y mientras se funda la primera escuela americana de Rugby en Río de Janeiro en 1567, año de la terrible fiebre tifoidea que diezma cientos de miles de hombres entre las tribus y mientras una parte de Europa goza del influjo renovador de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz indígenas de América, al tiempo que el carbunclo hace lo propio Lisboa, Portugal.
    Y mientras una parte de Europa goza del influjo renovador de Santa Teresa de San Juan de la Cruz ,de San Francisco de Sales, de San Luis Gonzaga ,de San Ignacio de Loyola, de San Francisco Javier , de San Francisco de Borja, de San Carlos Borromeo y de San Felipe Neri ,otra parte es bautizada, no con el signo de la Cruz, sino en los charcos de sangre de la avanzada musulmana del Imperio Turco del gran Solimán el Magnífico.
    De haber seguido el turco su avance ,no hubiera podido Palestrina, ni Vitoria,ni Gabrielli , ni Zarlino dejarnos su música. Ni hubiera sido entonces fundada la Universidad de Génova, ni la Sociedad Científica de Nápoles. Ni hubiera seguido su camino la recientemente fundada Universidad Complutense, si el Santo Padre , y Venecia y el rey Felipe II, no se hubiesen puesto de acuerdo y librando contra los turcos la gran batalla marina de la época : Lepanto, 7 de Octubre de 1571.
    Cuando Mahoma en el año 600 fundó la religión musulmana, mezclando textos de las Sagradas Escrituras y de la traición judaica, con el evangelio de Jesucristo , a quien juzgó como un gran profeta pero menor a él, imaginaba que los pueblos árabes, descendientes de Agar, se unirían e impodrían a todos los pueblos su religión... o la esclavitud. Cinco preceptos les dio Mahoma: ayuno, limosna, oración, peregrinación a La Meca y... la guerra santa. La guerra santa, la "jihad" al infiel, predicada por orden directa de Alá ,permitía atacar, invadir ,matar y conquistar vastas naciones a fin de imponerles el yugo del islam. Mahoma dejó dicho en el Corán, que morir combatiendo por el Islam constituía para Dios el acto más meritorio de un hombre, acto que valdría la inmediata entrada al paraíso, lleno de placeres sensuales para siempre.
    Primero fue la Península Arábiga, unificada por el islam ,luego Persia y Siria, Palestina y Egipto. El fuego siguió por África : fue el turno de Libia, la Tripolitania ,Túnez , Argelia y Marruecos. Como jinetes de fuego invadieron España y hasta el sur de Francia llevaron su guerra santa.
    En ,oriente parte del Asia Menor, Chipre ,Armenia, Turkestán, Afganistán, Beluchistán. En menos de 100 años el reino del profeta de Alá se extendía desde China a los Pirineos, alcanzando el doble de tamaño del Imperio Romano y 10 veces el del imperio de Napoleón. Asoló los puertos de Europa: Niza, Génova , Pisa y hasta Roma. Pasaron los siglos , y en 1453 cayó Constantinopla . En 1492 los Reyes Católicos le arrebataron la punta de lanza que era España, reconquistando parte del África. Rechazado por occidente, el imperio avanza sobre Serbia, Albania ,Bosnia y Grecia. En 1480 cayó sobre el puerto italiano de Otranto y el terror fue grande en toda la cristiandad. Sin embargo, falleció el sultán , y los cristianos tuvieron un respiro. Años después, en 1520 ,Selim I unifica todo el mundo musulmán y es reconocido por todos los grupos como auténtico Khalifa . Su hijo ,Solimán el Magnífico, llevaría a cabo el ataque más terrible y que más daños ocasionó a Europa. Belgrado y Rodas cayeron. Le tocó el turno a Hungría. Luego Austria, hasta Viena.
    El pirata Barbarroja se puso servicio del sultán , y la flota turca no tardó en dominar el Mediterráneo. Fue entonces cuando se enfrentaron esos dos enormes y terribles imperios : el turco y el español . Murió Solimán en 1566 , y Carlos V en 1558 , sin llegar al encuentro definitivo. Serían sus hijos quienes pelearían. Selím II, el tonto, y Felipe II. El 7 de Octubre de 1571, fiesta de Nuestra Señora del Rosario , o de Nuestra Señora de las Victorias , Auxilium Cristianorum, como le llamó la Iglesia desde entonces.
    ¿Y cómo fue la batalla naval? Unidos España ,Venecia y el Papa San Pío V, a quien la Virgen manifestó que si libraba la batalla triunfaría, reunieron unas trescientas velas y 80 mil soldados, que salieron del puerto de Messina al mando de don Juan de Austria, el heroico hijo bastardo de Carlos V. La fuerza turca apenas, más formidable que la cristiana , salió de Constantinopla al mando de Alí Bajá, el sanguinario. El golfo de Lepanto ,en la costa griega, vería el enfrentamiento . De esa batalla data la decadencia del Imperio Otomano.
    Dudaron los cristianos acerca de la conveniencia de atacar, pero don Juan diciendo "horas de pelear y no de discutir" y cayendo de rodillas, trazó sobre sí la señal de la cruz , la cual mandó enarbolar en un pendón sobre su palo mayor. En 5 partes se dividieron los cristianos. Una delante, tres en medio y una detrás , de manera que su flota atacaba en forma de cruz. Y los turcos, buscando llevar el combate más afuera, avanzaron poniendo énfasis en las alas cristianas ,con lo cual formaron la media luna.
    La Cruz golpeó como un ariete y la gloria fue cristiana.
    Grande fue el júbilo de la cristiandad. San Pío V declaró que la Victoria se debía a la Virgen del Rosario, a quién imploró fervientemente durante todo el tiempo de la expedición, y agregó a sus letanías la invocación «Auxilio de los Cristianos» favorita, siglos después , de Don Bosco.
    Nunca más después de Lepanto volvería al poder turco a nivel de 1570. Europa pudo seguir su camino. Y sus rencillas. Y advino el renacimiento. Pronto en las costas de Grecia ,pasado el terror, volvieron a sonar los cantos y los bailes que coronaron esa batalla de vida para Europa.
    Panorama católico. N°7. Año 2000.








    El Rincón de Don Rodrigo
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  6. #6
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Regina Sacratíssimi Rosarii Ora Pro Nobis, Ora Pro Nobis.
    AVE MARIA, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in ora mortis nostrae. Amen.

  7. #7
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Hoy es Nuestra Señora del Rosario. Y el día de Lepanto.

    Felicitats a totes les Rosers i Rosarios!


    En el siglo XVI el turco, que había conquistado Constantinopla un siglo antes, amenazaba con invadir toda Europa. El Papa llamó a su defensa; España tomó el liderazgo de la escuadra combinada y venció a los turcos el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Lepanto. San Pío V instauró en esa fecha la fiesta de la Virgen del Rosario, pues a ella le atribuyó la decisiva victoria.

    Cataluña se volcó. Centenares de catalanes participaron en el combate (Montserrat Guardiola, Ferran Sanoquera, Enric de Cardona, Dimas de Boixadors, etc), en Barcelona se construyó la nave Real, y desde Barcelona zarparon las naves. Juan de Cardona mandaba la escuadra de descubierta. Luis de Requesens, de Molis de Rey, fue lugarteniente de Juan de Austria en la batalla de Lepanto. Él escoltaba su galera Real. Cuando los turcos asaltaron la Real, fue Requesens quien cambió la situación, tomando la nave Sultana de la armada turca; su pabellón se halla en la iglesia de Sant Feliu de Guíxols, pues 80 marineros del pueblo participaron en la batalla. El capitán Camisó mató al almirante otomano Alí Pachá. Así lo recuerda Verdaguer:

    A arrencar la Creu d´Europa
    véne quatre-cents naus;
    si avui no escona la Lluna,
    què en vol fer Deu de sos llamps?
    Millor llamps li sou vosaltres,
    naus d´Espanya, sempre avant;
    al topar-se Europa i Asia,
    una o altra al fons del mar.

    (…)


    Catalunya, Catalunya,
    prou te’n pots ben alabar,
    que al Rey moro de l’armada
    un teu fill li llevá’l cap;
    per çò sa llántia de plata
    n’es promesa a Montserrat,
    la gran llántia del Rey moro
    que may l’han vista cremar,
    i per çò tens, Barcelona,
    lo Sant Cristo de Lepant.

    (Jacinto Verdaguer: La Batalla de Lepanto)


    Que la Mare de Déu del Roser ens acompanyi aquesta diada!



    Hoy es Nuestra Señora del Rosario. Y el día de Lepanto. |

  8. #8
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    juan vergara dio el Víctor.

  9. #9
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Lepanto, la gloriosa victoria de la Cristiandad!!!

  10. #10
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    La batalla de Lepanto: la más grande ocasión que vieron los siglos

    Por Rafael Gambra (7 de octubre 1971)

    Cúmplese este 7 de octubre el cuarto centenario de la Victoría de Lepanto. En la hora que vivimos, sombría cual ninguna para la Cristiandad y para la conciencia nacional española, ningún contrapunto puede ofrecerse más estimulante que la evocación de esta fecha. Porque en ella culmina la gloria mayor de nuestra patria y la más alta plenitud de la Católica Cristiandad.

    Mediado el siglo XVI la unidad interna de la Cristiandad empieza a cuartearse por la escisión protestante en la Europa Central, y, al mismo tiempo, los turcos —la última y más temible oleada de islamismo— acentuaba su presión en el Mediterráneo y en el corazón mismo de Hungría, a las puertas de una Europa escindida.

    La batalla de Lepanto por Paolo Veronese
    ¿Qué habría sucedido si una postrera resistencia de la Cristiandad no hubiera conjurado el peligro deteniendo el lento avance otomano hacia Occidente? ¿Si un Pontífice en aquella coyuntura o el emperador en nombre de la Catolicidad se hubiera dirigido a Solimán el Magnífico para ofrecerle la paz basada en la "libertad religiosa" y la garantía de una "no resistencia armada" por tratarse de "motivos religiosos"?

    La alternativa de aquella encrucijada histórica no hubiera sido otra que la de que hoy fuéramos musulmanes toda Europa, y América cuya colonización se estaba iniciando. O lo que es lo mismo: el definitivo triunfo del Islam y la completa extinción de la fe de Cristo sobre el Planeta. Hubo, sin embargo, un santo Pontífice que dedicó todo su empeño a la creación de una Liga Santa. Hubo un rey —el más occidental de Europa y, por lo mismo. el menos directamente amenazado— que comprendió la necesidad del común esfuerzo y lo secundó con su inmenso poderío. Hubo también un homo missus a Deo cui nomen erat Joannes. Hubo, en fin, un Dios en los Cielos reforzando con su providencia los designios humanos dignos de ella, y una Madre amantísima de los cristianos que, por su patente amparo en aquel trance, sería honrada en su fiesta del Santo Rosario y alabada como Auxilium Christianorum.

    De esta gran conjunción nació Lepanto: obra portentosa de la santidad de un Papa, de la prudencia de un Rey, de la intrepidez de un General, de la fe de todo mi ejército, de la providencia de Dios... "Nunca los mares vieron en su seno, ni volverá a presenciar el mundo, conflicto tan obstinado ni mortandad más horrible, ni corazones de hombres tan animosos y esforzados." Y de la extraordinaria victoria —"la más alta ocasión que vieron los siglos"— resultó la definitiva ruina del poderío naval turco y la más cercana esperanza de alcanzar una Cristiandad unida y gloriosa en torno a la fe que le dio vida. Es la ocasión en que Hernando de Acuña puede dedicar a la Majestad de Felipe II el famoso soneto:

    Ya se acerca, Señor, o ya es llegada
    la edad gloriosa en que promete el cielo:
    una grey y un pastor sólo en el suelo,
    por suerte a vuestros tiempos reservada.
    Ya tan alto principio en tal jornada
    os muestra el fin de vuestro santo celo,
    y anuncia al mundo, para más consuelo,
    un Monarca, un Imperio y una Espada.
    Ya el orbe de la tierra siente en parte
    y espera en toda vuestra Monarquía,
    conquistada por Vos en justa guerra,
    que a quien ha dado Cristo su estandarte,
    dará el segundo más dichoso día
    en que vencido el mar, venza la tierra.
    La victoria de Lepanto tocó las entrañas del pueblo español en momentos dichosos en que su fe, su fervor y su esperanza —en compenetración con su monarca— formaban un solo canto a la gloria del Señor. El feliz suceso fue musa de nuestros mejores poetas. Es el canto magnífico que Fernando de Acuña dedica a le gran victoria:

    En sonando los clarines
    de las soberbias armadas,
    una de la gran Turquía
    y otra de la noble España...
    El valiente Juan de Austria,
    teniendo en entrambas manos
    un crucifijo y su espada,
    anima d'esta manera:
    Muramos por la fe, ganemos fama,
    al arma, guerra, guerra! ...
    Escurecióse el sol, tembló la tierra,
    embistiéronse las galeras,
    tiñeron de sangre el agua,
    que a la pólvora y al plomo
    no resiste fuerza humana...

    Han pasado cuatro siglos y, con ellos, muchos y muy extraños eventos: Quizá ninguna época pueda contraponerse con tantos acentos tan dramáticos a "aquella edad de prestigios y maravillas" como la inmensa crisis moral y religiosa que vivimos en el presente.

    ¿Dónde está ya aquella esperanza cierta en "la edad gloriosa" que promete el cielo? ¿Dónde ''nuestra Monarquía a quien ha dado Cristo su estandarte"? ¿Dónde la comunión de fe y de empresas que alcanzara sobrehumanas victorias? ¿Dónde la España que era a la vez cruz, enseña y arma?

    A cuatro siglos de San Pío V y de la Liga Santa, de todo un ejército que recibe del Santo Pontífice la Sagrada Comunión y la bula de Cruzada, se reniega públicamente, en el mismo seno de la Iglesia, de lo que despectivamente se llama Era Constantiniana —dieciocho siglos de historia de la Cristiandad— cuyo ápice fue Lepanto. Una doctrina sospechosa, resabio del protestantismo, y germen de toda disolución —el maritenismo— sustituye en la Iglesia a los grandes sistemas clásico-cristianos de la Escolástica. Se abjura de la tradición de Trento, se luteraniza el culto, se elimina la piedad mariana, el latín, el gregoriano... Se niega el principio religioso como fundamento del orden civil, se afirma la "indiscriminación" y el "pluralismo" religiosos, se desautoriza la armonía del Pontificado y el Imperio (Iglesia-Estado), se ultraja a cuantos lucharon y murieron por la Fe, se proclama la laicidad y la democracia universal como únicos cimientos políticos y morales... Y un pontificado se abre con el acto —de inverosímil simbolismo— de devolver al Turco la enseña gloriosa de Lepanto, en Roma depositada por los cruzados vencedores.

    ¿Hemos llegado en esta extrema mutación histórica —con este vacuo "humanismo"— a la vaticinada herejía de los últimos tiempos en los que el hombre "se adorará a sí mismo"?

    Mas por encima de los hombres, de sus mudanzas y apostasías, está el Cielo, el Señor de los Ejércitos y la Madre amantísima de los cristianos —Auxilium Christianorum—, recursos supremos. Allá viven, con todos los mártires de le Fe, los héroes de Lepanto, intercediendo por nuestra unidad y nuestra esperanza.

    Símbolo sobrenatural de cuanto ellos representan es el Santo Rosario como devoción popular y como advocación mariana. Nacido el Rosario de una aparición de la Virgen al español Santo Domingo de Guzmán, fue a su rezo en las solemnes rogativas públicas que presidió San Pío V a lo que en su tiempo se atribuyó la victoria de Lepanto. Y por lo mismo el día 7 de octubre quedó consagrado el por el santo Pontífice como fiesta litúrgica de Nuestra Señora del Rosario o de las Victorias.

    Y —obsérvese bien— en todas las apariciones de María en los últimos tiempos, desde Lourdes y la Salette hasta Fátima —únicos lazos milagrosos con el Más Allá— ha sido elemento común el recuerdo insistente del Santo Rosario como áncora de salvación para una humanidad desviada, en camino vertiginoso de perdición. Devoción de las Victorias, símbolo de Lepanto, el Rosario será para siempre para nosotros —católicos y españoles— la confirmación divina de nuestra Fe y de lo mejor de nuestra historia.

    Rafael Gambra Ciudad
    El Pensamiento Navarro (10/10/1971)

    Reino de Granada

  11. #11
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos



    444 años tras Lepanto, la olvidada. Desde sus banderas a los naufragios,hoy

    Javier Noriega


    Ya las armas se encuentran,
    ya se embisten, ya se traban;
    de don Juan y el turco Alí,
    las galeras capitanas,
    furiosos tiros escupen,
    fieros cañones disparan,
    humo que los aires ciega,
    fuego que los hombres mata.
    ¡Qué de mástiles y proas
    desmenuzan y quebrantan,
    los herrados espolones
    deshacen y desencajan!


    Lope de Vega


    El choque de civilizaciones es tan antiguo como la historia, e igualmente tan antigua es la ceguera de los hombres que las buscan, que las generan. Pero queramoslo o no, son las bisagras, los puntos de inflexión de la historia. La batalla que hoy recordamos en espejo de navegantes, en su 444 aniversario es uno de esos puntos importantes de inflexión de la historia. En la segunda mitad del siglo XVI, los tambores de guerra sonaban musulmanes y el muftí del sultán otomano proclamaron la yihad contra Occidente. Pío V, el papa del momento si entendió que la verdadera batalla que se libraba, era la que empujaba un choque de credos, que a modo de cruel duelo hacía peligrar la propia existencia misma del Occidente cristiano y su forma de vida. Casi nada.





    Y era curioso, han pasado varios siglos y la actualidad geopolítica de Oriente Medio nos parece traer ecos del pasado con extraordinaria viveza. ¿Quien duda del valor de la historia?. Es para tomársela en serio, por mucho que nos empeñemos en delegarla…Por aquel entonces se rompió la unidad de la cristiandad (en Europa), como consecuencia de las revueltas protestantes, latente en los países del Norte. “El Norte está lleno de cosas enredadas y textos, con los ojos doloridos”, rezaban las letras de aquellos rumores de los cristianos viejos. Parece una broma, un guiño a la actualidad. Una grieta que el poder otomano iba a aprovechar terriblemente. Sabían lo que se hacían en esto de la estrategia. El Islam tenía su oportunidad y era el momento del zarpazo hegemónico y militar. El Imperio Otomano, la sede del poder islámico, puso su ojo y su mano claramente para controlar el Mediterráneo. Y movía ficha.


    Golfo e isla de Djerba del gran cartógrafo otomano Piri Reis.


    Y lo hacía de una manera diversificada, planificada, como si de una partida de ajedrez se tratara. Los corsarios allanaban el norte de África con sus continuas razzias. La enorme flota del sultán anclada en el Mediterráneo oriental dejaba bien claro su poder y magnificencia presta a acudir allí donde estableciesen. Los ejércitos islámicos a lo largo de las costas de África, el Medio y Cercano Oriente, presionaban contra el Adriático, con la consecuencia que sus numerosos ejércitos musulmanes amenazaban claramente el Imperio de los Habsburgo a través de los Balcanes.



    Toma de Malta por los Otomanos 6 años antes de la batalla de Lepanto. Plaza por plaza el Mediterráneo se iba rindiendo hegemónicamente a sus pies.


    Fruto de todo este expansionismo tuvo como inevitable efecto la batalla de Lepanto. No había otra. Se estaban esperando. Uno de los grandes choques entre Oriente y Occidente, con la consabida victoria para la Santa Liga de las naciones cristianas. Una victoria que dejó un reguero de recuerdos conmemorativos en las ciudades Europeas, con gran importancia en su momento. Hoy, todo eso prácticamente se ha olvidado. Máxime en nuestro país, en donde la historia marítima y sus frutos se han relegado al olvido. ¿Que hay de aquellos barcos?. ¿De aquellos naufragios?. ¿De aquellos marinos y soldados?. O de sus banderas, sus armas, sus gallardetes, sus tambores y sus rodelas, sus espolones, sus cañones o sus velas…Aunque parezca mentira es difícil rastrear su pista en lo material, no así afortunadamente en abundantes obras históricas que han tratado magistralmente el tema. La misma cuestión trató el profesor Manuel Lucena del Consejo superior de investigaciones científicas (CSIC) en su “la trama global de los viajes y las expediciones Españolas en época moderna“. Notable y suficiente literatura y trabajos históricos sobre el asunto, ninguna arqueología de época moderna y poca materialidad y museo sobre la maritimidad. Aquí y allá, aparecen medallas conmemorativas, una legendaria bandera abandonada entre la oscuridad y esquinas de remotas capillas europeas que se asoma tras siglos de espera…





    En cientos de rincones de lejanas iglesias, en dispersos museos y en pequeñas colecciones, que van desde el conocido monasterio de San Lorenzo de El Escorial a la Real Armería de Madrid, pasando por las catedrales de Toledo y Santiago. Recónditos monasterios como el de Santa María de las Huelgas, el de Monserrat o Montesión. En el Museo del ejército o en el querido y omphalos marítima del país, nuestro querido Museo naval de Madrid. En pequeñas iglesias como la de Medina del Campo. En museos y palacios de Venecia, impresionante ciudad artística, que maravilla la pintura de Vicentino en la sala del colegio del palacio ducal. Para no olvidar. Para mi una de las más impresionantes (junto con el cuadro del Museo naval de Madrid), sobre Lepanto. En la comuna de Forno di Zoldo, en la iglesia de Santo Stefano de Pisa, en la iglesia de Santa ágata de Spelona, en el castillo de Rivalta, en la iglesia de San Domenico de Turín, en Génova, por supuesto en la Santa sede e incluso en la lejana Viterbo….La batalla de Lepanto nos la encontramos atomizada por todos lados.A modo de solitarios símbolos han sido guardados para la historia de una manera paradójica, ya que curiosamente no han sido objetos de un museo, de un lugar de reencuentro y de memoria (importantes batallas como Waterloo o el DIA D, lo tienen y no fueron menos importante que esta, es más fueron otros goznes importantes de la historia, como la propia Lepanto). No existe una huella que nos recuerde tal día como hoy de manera claridad. La claridad en la que toda Europa fue una, liderada por un capitán Español. Desgraciadamente encontraremos pocos legados en la historia que reflejen este hecho.





    Figuras en soledad, muchas veces descontextualizadas de un mensaje, de una historia. La de la más grande batalla que conoció la Cristiandad. Vayamos a recordar donde y que ocurre con los verdaderos protagonistas de los naufragios de Lepanto. Hoy en su aniversario, vamos a ver si encontramos sus restos.

    De Arqueología submarina sobre Lepanto. Nada de nada.




    Si hablamos de una batalla naval y de las naves que naufragaron en la contienda, a todos nos viene rápidamente a la mente la cuestión arqueológica. Es normal. La arqueología representa la vanguardia de la historia y para la cuestión marítima, para sus hegemonías y sus redes de intercambio, que mejor que explicarla mediante pecios y los hitos del legado subacuatico. Aunque parezca mentira aún no se ha excavado íntegramente ningún galeón de época moderna, por lo que no podemos esperar a que encontremos desgraciadamente ninguna campaña de investigación sobre las galeras de Lepanto. Sin embargo si encontramos y recientemente, a los científicos del INA, (Institute, Nautical Archeology de Texas) excavando, con el arqueólogo español Casabán integrado en el equipo, a un barco cargado de adornos suntuarios y lujosos espejos y cristales, además de pigmentos, para el palacio del sultán otomano Murad III. El «Gagliana grossa». Una nave grande, de remos, fletada por una rica familia de Dubrovnik y que partió de la costa Dálmata en 1583 con el fin de satisfacer la demanda del mercado. Una tormenta desatada nada más partir lo hundió, con su rico cargamento, junto a Gnalic, en un pequeño islote apenas a 3 millas de la ciudad croata de Biograd. Pero todo esto será diez años después de Lepanto. Afortunadamente es de los pocos registros que tenemos sobre los pecios de la época, por lo que queda mucho por investigar en la materia. Intentemos hacer de un problema, una oportunidad. ¿Nos podríamos imaginar lo que significaría estudiar la batalla de Lepanto en profundidad desde la arqueología?. Olvidada para la cultura, sin embargo si ha sido sopesada como un objetivo por los “desastrosos” cazatesoros. Lo de siempre. Además de estos, Throckmorton, ya se interesaba sobre la zona. Normal, es una de las grandes batallas navales de la humanidad. Y no sólo se interesó, sobre la zona realizaron campañas de prospección subacuática que en su momento supusieron cierta novedad, fue la primera vez en Grecia que se utilizó la tecnología de los sistemas de sonar. Las cinco expediciones que tuvieron lugar entre 1971 y 1972 tenían el objetivo de localizar naufragios, sobre todo naves del siglo XVI. Buscaban a Lepanto.







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  12. #12
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    De esa forma rastrearon la a zona entre Mesolongi y la isla de Oxeia. Para la filmación de un documental sobre la batalla de Lepanto (1571), el canal alemán Spiegel TV si se interesó. Aunque parezca mentira, los germanos si se asomaban a aquella ventana de la historia. No existe una sola nave musealizada de la época, ninguna nave que nos hable de las maravillas de la arquitectura naval de la época. Si acaso, para conocer algunas de los rastros de aquella cultura marítima tendremos que acercarnos al “Dieniz Musezi” de Estambul. Un museo marítimo recientemente renovado, en el que podemos encontrar algunos rastros de aquella legendaria cultura marítima Otomana. No podemos olvidar que en aquella batalla se entremezclan las naves y los naufragios de las naves occidentales junto a la de aquel gran Imperio naval con aquella magistral tradición oriental. Cuando estuvimos en sus salas y tras conocer sus fondos, podemos decir que el museo alberga más de 20.000 piezas interesantísimas para su estudio y quizás lo más importante, un impresionante archivo en Besiktas cuyo corazón alberga buena parte de la memoria naval de aquella época. Una extensa colección que espera ser descubierta para los investigadores y los ciudadanos. Si la arqueología no ha nutrido a las investigaciones, ni a los museos de excavaciones, de material arqueológica, de investigaciones, ¿que podemos encontrar sobre la batalla de Lepanto hoy?. Restos aislados, en ocasiones excepcionales, pero que como si se tratase de singulares “reliquias medievales” se exhiben como si fueran restos milagrosos de una batalla. No existe un discurso narrativo, explicativo en su conjunto de lo que significó aquel gozne de la historia. Toda una oportunidad pérdida, que hoy en el aniversario de su efemérides es buen momento para recordar. Si bien esa es la triste realidad sobre la cuestión, veámos cuales son los “naufragios en tierra de la batalla más grande de la historia”…Comencemos por sus banderas.




    Del gallardete de Don Juan se Austria a las insignias Otomanas. La cuestión de las banderas




    Exposición reciente del impresionante y valioso gallardete de la galera capitana de Don Juan de Austria, expuesto en la catedral de Santiago.



    Los turcos habían desplegado unos 328 buques, de los cuales 208 eran galeras. En todas ellas, en sus popas y en sus “árboles”, transportaban sus valiososestandartes y pendones de las diferentes naciones y advocaciones que iban a la batalla. Como ha ocurrido siempre en los campos de batalla, se trataba del botín de honor más preciado tras el fragor de la misma. Curiosamente en esta cuestión de Lepanto, a modo de “mártires insignias”, muchas de estas banderas se desperdigaron a modo de diáspora por toda Europa. Como si se tratasen de “importantes reliquias”, lanzaban un claro y poderoso mensaje; el de la victoria de Cristo. Aquellas banderas tenían la bendición del Papa y el estandarte papal; las ministraciones de jesuitas, dominicos, los franciscanos y capuchinos que acompañaron a la flota, las oraciones de los fieles; y los rosarios que fueron presionados en las manos de cada remero cristiano. Aún recuerdo vivamente las palabras de González-Aller cuando descubría, apuntando con su dedo el en el cuadro de Lepanto del Museo Naval de Madrid, en el vestíbulo de los Austrias. Exclamaba certera y con su viva voz el papel ideológico de los sacerdotes que participaron junto a los alcázares de las naves, crucifijo en alto e invocando a las fuerzas de la virgen y de los arcángeles. Era una visión casi mítica. Y se podía ver, es más lo pueden ver cada uno de ustedes si visitan el museo y pueden observar allí, acercándose bien al óleo, como en primer plano, aparecen aquellos monjes jerónimo, franciscanos o dominicos vociferarando en la batalla.



    Detalle del impresionante cuadro sobre la batalla de Lepanto en e que encontramos la imagen de Don Juan de Austria comandando a la Real, tras él un monje crucifijo en alto arengando a las tropas en el alcázar de popa. Toda una fotografía del ataque a la Sultana. Los óleos, que ya tocamos en espejo de navegantes con anterioridad, adquiere una dimensión importante en lo relativo a la batalla de Lepanto.


    Y sobre las banderas se pueden decir muchas cosas. Afortunadamente demasiadas. Para empezar, curiosamente, los próximos días 15 y 16 de Octubre se celebra en Huelva el congreso nacional de vexicología. En suma, mucho debate sobre badneras. Su obra, “Lepanto, las banderas en la más alta ocasión”, un detallado y profundo estudio que nos detalla el papel de las mismas en la batalla de Lepanto.







    Sobre los trofeos de las armas, las banderas y los oros efectos de guerra ganados a los turcos las fuentes nos hablan algo. Poco, pero interesantes descripciones de lo poco que podemos salvar de la batalla. El repartimiento que entre las naciones que formaban la santa liga, se efectuó de los bajeles, de la artillería y de los esclavos cogidos al enemigo tenemos pocos datos. Cosa diferente es la distribución de las banderas, las armas, y los objetos que se cogieron. Los documentos de la época nos da cuenta del envío del estandarte que enarbolaba la capitana turca y que fue traído por Don Lope de Figueroa con la nueva del triunfo, y destinado al Escorial. Al corazón de aquella España de Felipe II. También lo fueron cuatro fanales de galeras capitanas turcas. Parece que el traje del almirante Ali Baja, y su poderoso e importante alfanje, el de su hijo y otras armas se conservaron por parte de los reyes de España en sus armerías. Su conocimiento no pasa de los estudiosos e investigadores que se interesan por el asunto. Sobre la enseña, fue curioso. Quedó reducida a cenizas en un incendio que sufrió el Escorial en 1671, al ser almacenado en una torre. Toda una pena, pues tenía que ser impresionante. “Entrego Hernando de Beiviesca un estandarte de lienzo dorado, de 15 palmos de largo y ocho de largo, escrito todo el de letras arábigas, parte dellas doradas y parte negras, y por la una parte tiene cuatro círculos de las dichas letras, mas menudas todas con sus orlas de letras grandes doradas”. Sobre los fanales, dispuso Felipe II, remitiéndose dos de dichas linternas al monasterio de Guadalupe. En la sacristía pude ver en su momento el latón dorado, envejecido de aquella linterna de popa. Pude imaginar como tenía que alzarse sobre la nave sultana del Otomano. Y como pudo ir a parar a aquel impresionante monasterio al otro lado del mundo de donde fue apresado dicho trofeo.





    Pero sigamos con las banderas, más adelante trataremos a las armas. Merece la pena detenerse sobre el gran Estandarte o bandera de la batalla de Lepanto. En damasco azul, y perteneciente al conjunto que entregó después de la victoria, Don Juan de Austria. Tiene decoración vegetal en dorado, con cenefa exterior .Aquí el Crucifijo es grande, proporcionado a la longitud del estandarte que mide 16 m., y los escudos son los de la Liga Santa, es decir, España, Venecia y el Papa. Debajo el escudo de Don Juan de Austria. Aquí están dispuestos en sentido vertical, y el final de la bandera se divide en dos puntas. Toda una joya histórica. Se ha encontrado durante siglos en la Catedral de Toledo. Año tras año en una de las grandes catedrales de España adornada solemnemente los oficios religiosos de aquella catedral castellana. Allí, impresionante con su cuidada iconografía del siglo XVI.









    Don Juan, dió su porción del botín capturado a sus católicas majestades, tanto a Felipe II, como al papa, redoblando su generosidad añadiendo a su tesoro los 30.000 ducados le otorgó por la ciudad de Messina. También hizo regalos de dos banderas capturadas, las principales, no podía ser de otro modo: El estandarte imperial otomana fue al Papa; la fabulosa bandera de seda verde fue a Felipe II, le acompañaba el informe posterior a la acción. Con él vinieron 34 banderas que serían repartidas por el Imperio, incluidas las impresionantes banderas Otomanas. La colección existente en la Real Armería en Madrid, es sin lugar a dudas una de las más importantes del mundo, como nuestra Real Armería, que junto a real armero, uno de los hombres y equipo de patrimonio nacional que son toda una institución en si para la historia y la memoria del pasado a nivel internacional .Sobre las banderas Otomanos disponemos fotográficamente a continuación las existentes en dicha Real Armería de Madrid.









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  13. #13
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos


    La cuestión de las armas




    El museo del ejército Turco, una obligada y apasionante visita para estudiar las impresionantes armas de mano del fiero imperio Otomano. Recordemos el valor que tuvo en la batalla los temidos arcos turcos y los afilados ayagates.


    A la muerte de Don Juan de Austria, lo heredó su hermano, el rey, que a la sazón mando de nuevo depositar en la real armería dichos trofeos. Fue Don Juan de Austria, como gran vencedor de la batalla el que recibió buena parte de los honores. Habría que ver que fue de los líderes venecianos. “De los despojos ganados al turco”, fueron, aparte de los bajeles, (que sumo nada mas y nada menos que un total de 16), junto a 720 esclavos de cadena, la celada y el brazalete de Ali baja; ocho cabos de estandarte, cuatro colas de caballo, tres hacerlas de armar, arcos, flechas, carcaxes y otras armas blancas. Recuerda poderosamente a los trofeos de las batallas de la antigüedad. Con total poderío recogía los despojos de los vencidos. . ¿Y donde están en la actualidad?. Como hemos visto, para el público en general, apenas sin ser conocidas. Consta además que se entregaron en la armería once banderas cristianas, azules, con sus cordones y borlas de igual color y oro, las cuales fueron regaladas por el otro gran vencedor. El papa Pío V a Don Juan de Austria.


    El alfanje del almirante turco Ali baja.”Cuando la poesía formaba parte de las batallas”.





    Y es que la espada del Turco es un testimonio importante de la batalla. Una impresionante pieza, un alfanje turquesco, dorados y la guarnición una cruz, de oro, al igual que el pomo, de terciopelo pardo…En el campo del lado izquierdo, junto a la espiga, varios animales fantásticos y un circulo que contiene una leyenda árabe. En trazados de oro y confeccionados a la damasquina. La leyenda siempre me impresionó sobremanera. Eran otras épocas en las que las armas iban revestidas de advertencias y eran bendecidas. En el caso del alfanje existente en la Real Armería, (que abajo disponemos en fotografía de su hoja, ya que la imagen de arriba pertenece al alfanje de “Soleiman el magnífico”, del museo del ejército Turco), vertida al castellano decía algo así como; “Tus acciones sean en buenas obras; sed buena, fortuna, a la obra de Hachi Murad”. Parece que siempre los Dioses acompañan a cualquier ejército, sean vencedores o vencidos, como veremos más adelante, curiosa egolatría. Lo que se extiende a lo largo de la letra con hojas de oro, dice; “Ciertamente te abrimos camino manifiesto para que te perdone Dios tus pecados pasados y venideros, te conceda sus beneficios y te guíe por el camino recto”. Sigue en idioma turco. “Si me son terribles con tu asistencia, es que das, como el sol, a las criaturas la luz, haces a todo siervo con tu gracia beneficios y que sea yo una gota, siendo tu mar profundo. Nuestro señor el jeque Abdelcader el Sivazi”.

    “Y cuando venga el auxilio de Dios y la victoria, y veas a la gente abrazar en tropel la religión de ala, alaba si tu señor , gratificándole y pide perdón, pues ciertamente es condenador”. Al otro lado de la hoja decía; «El auxilio de Dios y la victoria próxima”. Mucho nos tememos que dicha Victoria no le llegó nunca en Lepanto.





    La celada de Ali Baja




    Una celada de hierro damasquino, que se gano el día de la batalla naval. El yelmo en cuestión era impresionante. “Tenía, nada más y nada menos que treinta seis rubíes, los treinta pequeños en el cabo alto e los seis en las orejas e cuatro turquesas e dos diamantes e toda ella listado de alto a bajo de oro”. La pedrería y el oro de las listas desaparecieron con el tiempo. Seguramente la codicia hizo de las suyas. El buril en el lanceó del lado nasal así como en las cartelas que rodeaba el borde inferior de la celada, decía: «En el nombre de Dios clemente y misericordioso; ciertamente te abrimos camino manifiesto para que te perdone Dios sus pecados y venideros, te conceda sus beneficios y te guíe por el camino recto. En el auxilio viene de Dios y la victoria esta próxima. Felicita por tanto a los creyentes, ¡oh mohamad!. Y en la visera continuamos con los versos sagrados; refugióme en Dios (para que me libre de) Satanas el apedreado; poco falta para que los infieles te miren con ojos de malicia cuando oyen el Coran, y digan; es un alucinado; pero ello no es sino una advertencia para todo el Universo”.


    Colección de yelmos europeos del siglo XVI. Algunos de ellos pertenecientes de las naciones de la Santa Liga. Museo del ejército Turco. Estambul.




    Yelmo Otomano de la batalla de Lepanto.


    La armada católica había sido visto por los buques espías musulmanes (pintados totalmente de negro para que por la noche pasasen desapercibidos). El 7 de octubre de 1571, puestos de observación de don Juan dieron la alarma como las naves cristianas entraron en el Golfo de Patras. Los otomanos, de su base naval de Lepanto en el Golfo adyacente de Corinto, habían formado una línea de batalla, su frente vestida de tres “batallas”. Por delante de las “tres batallas” de don Juan, una cuña de galeaza, más lentos, artillados y menos maniobrables, pero que compensaba su falta de movilidad, con su potencia de fuego sin igual. Pero donde se dirimió la batalla fue en lo relativo a las armas blancas, los arcabuces y la fuerza bruta de los soldados que se enfrentarían entre las bordas de aquellas naves…La mar tuvo que tintarse de rojo y sangre. No había otra. La batalla se resumió en que, las galeazas dibujaron las primeras sangres, con las cubiertas llenas de plasma de turcos y astillas por todos lados. Los otomanos, básicamente navegaron alrededor de las naves cristianos, con el objetivo, de lidiar con las naves católicas y que la batalla girase en un violento e incesante combate cuerpo a cuerpo flotante de cimitarras musulmanas, arcos, espadas y mosquetes contra las católicas, picas y arcabuces De ahí la importancia de estos legendarios trofeos de guerra…



    Los cañones estallaron, las flechas llovieron sobre los cristianos, y los arcabuces escupieron bolas de plomo. De todo hubo sobre aquellas naves. De un lado volaban garfios; de otros, los cristianos lanzaban redes para repeler asaltantes y seguir con los disparos. Todo un espectáculo. Y la lucha cerrada mano a mano a bordo de las cubiertas. Los católicos que volvían los cañones giratorios sobre las naves enemigas, y los arqueros turcos disparando andanadas de flechas oscuras que se cobraron, entre otras, la vida de Agostini Barbarigo, comandante del ala izquierda católica, cuyo ojo fue traspasado cuando levantó la visera de emitir órdenes. Y parecía épica la paliza que le daría Lucas a las dotaciones del Victory siglos después den Trafalgar. Desde luego no se quedaba atrás la imponente batalla de Lepanto.





    A la cabeza del centro católico fue Don Juan a bordo del buque insignia real. Para él, y para el comandante musulmán Ali Pasha, la batalla fue toda una justa. Dispararon para anunciar su presencia el uno al otro, y luego condujo al choque, el uso de sus galeras como corceles. Las naves se estrellaron juntos. Don Juan a la cabeza, y en todas partes la línea estallaron con explosiones de cañones, bombas, disparos, y el choque de espadas y hachas de batalla, mientras que las flechas mortales y silenciosas, volaban, resonando en la madera y los hombres. Todo un infierno.


    Detalle del cuadro de la Batalla de Lepanto que narra precisamente el momento en el que la galera de Don Juan de Austria embestía a la Sultana para posteriormente decapitar a Alí Bajá. Su comandante. El momento del cenit de la batalla. Para verlo de cerca. El Museo Naval de Madrid.


    Al parecer, el barco de don Juan y los hombres estaban recibiendo la peor parte, hasta que Marco Antonio Colonna, comandante de las galeras papales, embistió su propia insignia contra la de Ali Pasha. Las fuerzas católicas crecientes, en lo que se había convertido en una batalla de infantería luchada a través de las cubiertas de los barcos, barrieron a los musulmanes ferozmente. El propio Ali Pasha fue muerto y decapitado, y cuando Don Juan hizo un gesto, de esos que pasarían a la historia, gritaría, arrojando la cabeza cortada del caudillo enemigo a un lado. No tiene pérdida lo que dicen los cantares….


    Derriban con presteza el estandarte
    del Turco capitán, y al punto arbolan
    en lo alto del carces la cruz sagrada,
    con la effigie mortal de Iesu Christo».
    (Felicissima Victoria, Canto XIV. 1a edeción, Lisboa 1578)



    La Bandera de la Santa Liga se planteó en alto, junto a la insignia del Otomano capturado, la reconocida bandera de Ali Pasha, finalmente rendida. Con esto acabó realmente la batalla. Con esto se apagaron para siempre los ecos de una de las mayores batallas de la historia de la humanidad.

    “A todos los parecía un sueño, por ser cosa que no se ha jamás visto ni oído esta batalla y victoria naval». Luego mandó el Señor D. Juan gritar victoria en la galera Real, y por consiguiente se gritó lo mismo en las demás “galeras que estaban cerca». Victoria. Victoria. Victoria.


    En Museo naval de Madrid. Junto a uno de los estandartes de Lepanto.



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  14. #14
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    11 de octubre de 2010

    LEPANTO





    En la época actual en nuestro mundo occidental es tabú hablar de algunas glorias del pasado, como es el caso de la Batalla de Lepanto, misma que, de acuerdo a Don Miguel de Cervantes, que participara en la acción fue "la más alta ocasión que han visto todos los siglos", y es que hoy, pretendiéndose analizar las históricamente tensas relaciones Oriente-Occidente desde la misma óptica de la intervención norteamericana en Irak y Afganistán se propician errores y malas apreciaciones, puesto que no puede estimarse, como luego ocurre, sobre todo desde la Izquierda y el Progresismo actuales en la llamada "Alianza de Civilizaciones" que promueve el Presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y que sólo está sirviendo para que líderes ambiciosos y astutos como Erdogan o Ahmadinejad le tomen el pelo a los europeos, que los europeos fueron los malvados agresores de un Islam pacífico y tolerante en el siglo XVI. Así, resulta una completa torpeza de parte de los parlamentarios italianos que hace dos años quitaran del Recinto Legislativo una pintura que representaba a tan memorable hecho de armas para no ofender a los musulmanes, cada vez más numerosos en la península itálica, Occidente se la pasa pidiendo disculpas por el pasado, sin embargo, creo que Irán no las ha pedido por la muerte de Leónidas y sus 300 espartanos en las Termópilas, y simplemente, no nos vayamos más lejos, Turquía sigue negando el genocidio de los Armenios de hace 90 años y encarcelando a todo aquel que hable de ello, y mientras EUA condesciende y acepta la mezquita cerca de la "Zona Cero", Arabia Saudita encarcela a trabajadores extranjeros por el terrible crimen de celebrar una misa en su territorio.

    Si volviéramos a la Europa del siglo XVI, nos daríamos cuenta que el Imperio Otomano, en su máximo esplendor, no había renunciado a la idea de expandirse por Europa, y particularmente, la recuperación de España para el Islam o la invasión de Italia siguieron siendo objetivos prioritarios tanto para Solimán "el Magnífico" como para su hijo Selim; el califato turo parecía ser una potencia temible e invencible, con una población inmensa, el dominio del Medio Oriente y el Norte de África, así como de los Balcanes tras la caída del Imperio Romano de Oriente y de los reinos eslavos contaba con inmensas fuerzas militares encabezadas por los Jenízaros; fueron los musulmanes los que iniciaron la edad de oro de la piratería, bajo el mando de los almirantes Horuck y Jeredín Barbarroja, que desde Argelia y Túnez asaltaban los puertos españoles en la península ibérica y en Italia cuando los barcos llegaban con las riquezas americanas, realizando además razzias con las que atrapaban a europeos a los que encontraban en los campos y en las playas y que después eran llevados a Alejandría, Estambul, Argel, Marruecos o Túnez para ser vendidos como esclavos.

    Así, para mediados del siglo XVI era evidente que existían dos potencias mundiales indiscutibles: el Imperio Español y el Imperio Otomano. En el pasado, los europeos se habrían unido para luchar contra el enemigo común mediante una Cruzada, pero había surgido la política del interés nacional, y eso llevó a que el rey Francisco I de Francia se aliara con el imperio islámico en contra de España, lo que representó el primer quiebre de la idea de "Cristiandad" en Occidente, aunque también comenzó a ampliar el esquema de relaciones internacionales hacia el Medio Oriente.

    Sin embargo, ya comenzaban a cambiar las cosas: si para la época de las Cruzadas (siglos XI a XIII) era indiscutible la superioridad material y tecnológica del Islam sobre Europa, para el Renacimiento el balance se había puesto del lado de los Occidentales: el ataque musulmán a la Isla de Malta defendida por unas cuantas decenas de caballeros de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén y los pocos miles de malteses contra una inmensa muchedumbre de guerreros del Islam terminó en derrota gracias a los avances en artillería y fortificaciones de los europeos; aún así, Solimán continuó con su campaña en el Mediterráneo Oriental con la mira de preparar una invasión a Italia, la muerte le sorprendió, pero el proyecto fue continuado por su hijo y sucesor Selim II, mismo que tuvo con la esclava y posteriormente esposa favorita: la rusa Roxelana, (de ahí que Selim fuera pelirrojo y violando la Shari'a, bastante aficionado al alcohol) que como siempre, a causa de la poligamia, debió luchar y eliminar a sus muchos hermanos al fin de asegurarse el trono de los sucesores de Mahoma, y una vez hecho esto, el nuevo caudillo de los creyentes se planteó tomar Chipre y de ahí preparar el asalto hacia la península itálica, por lo que empezó a concentrar galeras en Grecia para iniciar las operaciones.

    Ante esta situación, que amenazaba por un lado a Venecia, que hasta el momento contaba en Chipre a su más avanzado puesto comercial en el oriente del Mediterráneo, a España, dueña del sur de Italia, y al Papado, por ser su destrucción el objetivo más importante que los musulmanes se habían puesto, junto con la islamización de Roma, a fin de reclamar la herencia de los césares, misma que consideraban propia tras haber convertido a la capital romana oriental: Constantinopla en la sede del califato con el nombre de Estambul, se convocó, por última vez, a la Cruzada contra el Islam (por cierto, las recientes declaraciones del líder libio, Muammar Gadaffi dan a entender que la islamización de Italia y la expulsión o destrucción del Papado sigue siendo un sueño a alcanzar dentro del imaginario musulmán). Nadie más que España, Venecia y los Estados Pontificios acudieron al llamado, aún así, se armó una poderosa flota que quedó bajo el mando de Don Juan de Austria, medio hermano del rey Felipe II y uno de los mejores militares españoles que ha habido, junto al Gran Duque de Alba y al Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, así como del almirante italiano Andrea Doria mientras que la reserva quedaría bajo las órdenes del español Don Álvaro de Bazán.

    A pesar de que España contaba en aquella época con grandes flotas de guerra construidas para la navegación y el combate oceánicos en el Atlántico y el Pacífico, la flota del Mediterráneo no se encontraba formada por galeones, sino por galeras de remos, adecuadas para las distancias más cortas y aguas menos bravas y profundas que las de los océanos, sin embargo, las galeras españolas distaban de ser vestigios arqueológicos o imitaciones de los trirremes griegos y romanos, las proas se encontraban erizadas de cañones de grueso calibre, y tripuladas por los tercios de mar, esto es, por cuerpos de la Infantería de Marina de reciente creación, armados principalmente con armas de fuego y equipados con armaduras ligeras pero con blindaje antibalas (triple capa de acero, y coraza inclinada que distribuía la fuerza de los impactos, los petos tenían una curiosa forma barrigona); aparte de ello, los venecianos aportaron cuatro galeazas, inmensos barcos impulsados con remos, poco maniobrables y que requerían, para cambiar de posición, de ser remolcados por veleros más pequeños, y que no eran más que fortalezas flotantes dotadas de un inmenso poder de fuego.

    La flota islámica, bajo el mando del almirante Alí Paschá, así como el Gobernador de Alejandría, el corsario egipcio Mohamhed Sirocco, y el pirata Kara Hodja, así como el almirante Murath Dragut, contaba con galeras que no contaban con una artillería poderosa; la tecnología había comenzado a estancarse entre los musulmanes, y si en 1453 el contar con la mejor artillería de la época les abrió el paso a Constantinopla, cien años después no habían podido desarrollar cañones navales eficientes ni que su retroceso no desestabilizara a los buques, la mayoría contaba con catapultas y balistas al más puro estilo de la armada persa en Salamina dos mil años antes, y los guerreros que las tripulaban, armados con las clásicas cotas de malla ligeras, corazas de cuero y vellón de lana o escamas imbricadas de bronce y escudos de mimbre forrados de piel, tradicionales de los ejércitos de Medio Oriente, tenían como armas principales al arco compuesto y la flecha, aunque también había cuerpos de Jenízaros a bordo armados con espingardas o mosquetes de inferior calidad y más imprecisos que los usados por los ibéricos en esa época. Los musulmanes apostaban por la táctica clásica de la antigüedad: abordar las naves enemigas y tomarlas y hundirlas una a una. Los europeos, por su parte, bombardearían a la flota islámica en conjunto, a distancia, y una vez debilitada, procederían al abordaje y a rendir los buques enemigos (lo europeos contaban con 1250 cañones, los musulmanes sólo 350 y de menor potencia)...

    Llegó el 7 de octubre de 1571 y Don Juan de Austria avistó a la flota musulmana en el Golfo de Lepanto, en Grecia, de inmediato, ordenó la formación de batalla: Las 6 galeazas al frente iniciarían el bombardeo de la flota enemiga, buscarían romper el centro de la formación y después envolver a las galeras musulmanas hasta lograr destruir a la flota; Alí Paschá por su parte, ordenó que la armada adoptara una formación en media luna con los cuernos apuntados hacia los extremos de la línea europea, tratando de envolver a ésta, sus barcos se lanzarían contra los cristianos y los abordarían, pero para ello, debían acercarse, y ahí estuvo el problema.

    Las galeazas empezaron a cañonear a los islámicos, desatándose el infierno sobre las cubiertas de las galeras turcas, luego, todas las galeras españolas e italianas abrieron fuego, de inmediato, varios barcos musulmanes se fueron a pique, los demás eran envueltos por las llamas, sin siquiera poder acercarse para que sus débiles cañones pudieran alcanzar a los buques de Don Juan o de Doria, las catapultas lanzaban piedras o bolas de paja ardiendo en trementina, los daños que ocasionaban eran ínfimos, pronto, el centro de la formación de Alí Paschá se desbandó, presa del pánico y de una verdadera avalancha de destrucción, Don Juan ordenó la persecución del centro y la formación musulmana quedó rota. Al acercarse los barcos españoles a los islámicos, se inició un encarnizado combate en que la infantería de marina española arrasaba con sus balas a los mujhaidín que intentaban lanzarse con la cimitarra y el sable en mano al abordaje. En ese momento, algunos musulmanes consiguieron abordar naves europeas y se combatió en las cubiertas encharcadas de sangre rodeados de humo y fuego, ahí fue cuando un joven soldado español apellidado Cervantes que estaba en los camarotes, enfermo de malaria, salió por la escotilla y trabó lucha con los jenízaros, recibiendo un disparo de pistola que le dejó paralizada la mano izquierda de por vida, de ahí el mote de "manco de Lepanto" que le quedaría durante su carrera literaria.

    Para colmo de males para las fuerzas de la media luna, la mayoría de los remeros de sus barcos eran prisioneros cristianos europeos que se rebelaron y amotinaron y comenzaron a atacar a los tripulantes islámicos, que debían luchar contra los europeos de la flota enemiga y dentro de sus propios buques. Fue un desastre absoluto. Alí Paschá murió en la batalla acribillado por los arcabuceros españoles, mientras quedaban en el mar cerca de 30,000 mártires de Alá, contra 7600 europeos muertos, quienes solo perdieron 12 barcos, mientras que los musulmanes perdieron todos, excepto 30 que se mantuvieron a flote y fueron capturados, (originalmente eran más de 200) liberándose a cerca de 12,000 prisioneros cristianos que habían servido como remeros.

    Actualmente se ha intentado minimizar el alcance de esta batalla, sin embargo, fue tan importante como la batalla de Salamina que evitó una invasión por mar de los Persas a Grecia en las Guerras Médicas: aunque Selim reconstruyó su flota y tomó Chipre, el dominio del Mediterráneo era cada vez más de los europeos y no de los musulmanes, se establecieron en forma definitiva a las armas de fuego como las principales de los buques de guerra y la guerra naval giró en torno a los cañones en adelante, los Otomanos no volvieron a intentar una operación en gran escala contra Europa Occidental por mar e Italia pudo respirar; pero sobre todo, se demostró que los Turcos no eran invencibles y que Europa tenía a su favor la tecnología, era, por primera vez desde los romanos, superior a los pueblos de Medio Oriente, iniciándose la hegemonía de la Civilización Occidental.

    Sin embargo, hoy en día este hecho es poco recordado tanto por los escrúpulos antirreligiosos vigentes hoy en día en Occidente como por el sentimiento de culpa que domina en el mismo, buscando ser políticamente correcto ante un Islam que nuevamente parece mostrar más vitalidad. Más vale recordar este hecho realmente glorioso, que se dio como defensa de nuestro mundo contra una agresión de parte de la corte otomana, ante esto, no debemos pedir perdón por nuestro pasado, ni nos debe avergonzar que se haya recurrido a las armas, ciertamente los traumas de las Guerras Mundiales han llevado no al pacifismo bien entendido, sino a la cobardía más sentimental y perezosa que prefiere claudicar antes que a luchar.


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    Fuente:

    EL MUNDO SEGUN YORCH: LEPANTO

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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Virgen de Guadalupe - La Batalla de Lepanto


    Subido el 23 abr. 2011

    Apenas a cuarenta años de su milagrosa aparición, la Virgen Guadalupana del Tepeyac va a jugar un importante papel para la cristiandad entera.

    El 1 de enero de 1492 los Reyes Católicos Isabel y Fernando logran la derrota definitiva de los sultanes moros que durante siete siglos habían ocupado la península Ibérica dando por terminada así, la Reconquista de España, una batalla continua, año tras año, motivada siempre por la defensa de la religión católica ante las hordas musulmanas. Vemos en esta pintura de Francisco Pradilla la simbólica representación de Boabdil, el último califa del reino de Granada, entregando las llaves de la ciudad a los monarcas hispanos viéndose al fondo la ciudad de Granada y la majestuosa Alhambra. Con este acto, termina la larga ocupación musulmana y el verdadero inicio de la consolidación de la nación Ibérica.

    Las huestes sarracenas se reagrupan años después y envían en 1571 una enorme flota en su intento de volver a penetrar Europa, en esta ocasión por la península itálica teniendo como base la conquistada isla de Chipre.

    El papa reinante San Pío V convoca entonces a todas las armas cristianas para repeler el ataque, organizándose una flota llamada la "Liga Santa" compuestas por las tropas vaticanas al mando de Marco Antonio Colonna, las tropas españolas con don Juan de Austria al frente, que era también el comandante supremo y las tropas genovesas y venecianas encabezadas por Andrea Doria. El Papa convoca a todo el pueblo cristiano a rezar el rosario para el éxito de la empresa. Después de meses de preparativos por ambos bandos, 7 de octubre de 1571 se encuentran los enemigos en el golfo de Lepanto como se ilustra en esta pintura y empieza una sangrienta batalla que, al terminar el día, acaba con el triunfo total de las fuerzas cristianas aniquilando el peligro musulmán y dando muerte a su comandante, Ali Pacha.

    El papa Pío V tiene una revelación ese mismo día en Roma en que ve el triunfo de la "Liga Santa" se consagra ese día a la "Virgen de la Victoria", agregando a la letanía lauretana la frase de "Auxilio de los Cristianos". Pablo Veronese ilustra en este lienzo la intervención de María ante las súplicas de San Pedro, San Roque, San Justino y San Marcos en la histórica batalla, simbolizando su ayuda mediante la acción de los ángeles que lanzan flechas incendiarias a las galeras turcas como se ve en la parte superior derecha.

    El siguiente pontífice Gregorio XIII, cambia la advocación del día y establece el día 7 de octubre como la festividad de "La Virgen del Rosario" en testimonio de que los rezos del rosario de toda la cristiandad fueron los que dieron la victoria.

    En la nave de Colonna iba el estandarte oficial de la Liga Santa, que se conserva en el Monasterio de Guadalupe en Cáceres, en el de Juan de Austria el famoso Cristo de Lepanto, actualmente en la catedral de Barcelona y Andrea Doria llevaba en su cabina la única imagen de María que protegió a los combatientes. Esta imagen era la Guadalupana mexicana que el arzobispo Montufar había enviado al rey Felipe II hacia 1567 para justificar los problemas que había tenido con fray Francisco Bustamante, superior de los franciscanos, sobre la milagrosa aparición del Tepeyac.

    Esta Virgen quedó en la casa de los Doria hasta que en 1811 el cardenal Doria Phampilli la obsequia al pueblo de San Esteban de Abeto, cerca de Génova, que la acoge gustoso y la declara su Patrona, construyendo un magnífico templo para su culto.

    Así, la Morenita del Tepeyac se convierte a los 40 años de su aparición en la Virgen protectora de todas las huestes cristianas en esta histórica batalla y como hemos dicho, es esta la razón para celebrar el 7 de octubre a María en su advocación de "Virgen del Rosario" fecha memorable en la historia de la cristiandad que, como dijera Miguel de Cervantes fue "la más alta ocasión que vieron los siglos".


    José Antonio Quintana Fernández

    Alberto Gustavo Galaviz Castillo

    Giovanni De Simone Maimone





    https://www.youtube.com/watch?v=9LZ8DTpboi4

  16. #16
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos


    Dentro de los testimonios históricos guadalupanos, está la Batalla de Lepanto, en la que el 7 de octubre de 1571 los cristianos derrotaron en combate naval a los turcos, deteniendo así su expansión en Europa y el Mediterráneo.

    La relación con la Virgen de Guadalupe está en un lienzo con la imagen guadalupana -copia del original-, que habría estado luciendo como insignia en la galera capitana de Andrea Doria, quien era uno de los jefes de la flota cristiana. Dicho lienzo se conserva ahora en la iglesia de La Madonna di Guadalupe en Santo Stefano d´Aveto, en Italia, donde se venera a Ntra. Sra. de Guadalupe de México.

    Aunque muchas fuentes mencionan este estandarte, son pocas las que estudian un poco más detalladamente el tema, aunque hacen constar que a 40 años de las apariciones, la imagen ya se encontraba en Europa y era estimada por los españoles, descartando así la idea de que la devoción guadalupana era exclusiva de indios, mestizos y criollos, pues aún si no estuvo en la galera de Doria durante la batalla de Lepanto, sí estaba en su poder y en Europa, donada por el rey Felipe II.



    Dos vistas de la Iglesia de La Madonna di Guadalupe, en Santo Stefano d´Aveto, Italia

    Nella Chiesa, Santuario di N.S. di Guadalupe, è presente la tela che raffigura
    la Madonna di Guadalupe donata dal Cardinale Giuseppe Doria nel 1814 ed il 27 agosto
    viene celebrata una Messa sul monte Maggiorasca in onore di N.S. di Guadalupe.


    http://www.maurizioweb.it/aveto/paese/index.htm



    A mí este tema me interesó además por otra cosa: Se ha hablado de "retoques" a la imagen original, entre otros, que le fue borrada la corona que tenía originalmente, y que describen, por ejemplo, el Nican Motecpana, Miguel Sánchez, Miguel Cabrera; los científicos de la N.A.S.A. Callagan y Smith hablan también de retoques, como el ángel, la luna y el resplandor dorado que rodea a la Virgen; finalmente, una teoría más aventurada de Leoncio Garza-Valdés sugiere que la imagen original no fue la que hoy vemos, sino una Virgen con un niño, idéntica a una imagen que está en el coro de la Iglesia de Guadalupe de Extremadura.

    Lo interesante del caso es que la imagen que se venera en Santo Stefano d´Aveto es igual a la que está en la tilma de Juan Diego en la Basílica del Tepeyac, y por lo tanto, permite aproximar la fecha de los "retoques" denunciados por Callagan y Smith, y descartar la hipótesis de Garza-Valdés, pues en su estudio fija la fecha de confección de la imagen no en 1531 sino en 1556. Y entre 1556 y 1571 (15 años como máximo), no hay evidencia de ningún retoque o modificación. El mismo Garza-Valdés habla de una segunda imagen sobrepuesta a la primera en 1625, que pudo ser la imagen actual.

    Si comparamos el estandarte de 1571 con la hipótesis de Garza-Valdés, resulta imposible que haya habido una "virgen con un niño" que fuera modelo del estandarte. Mi conclusión inicial es que la imagen que sirvió de modelo al estandarte que vamos a estudiar, fue la tilma de Juan Diego con el original, que en esencia es el mismo que hoy está en la Basílica de Guadalupe, y que no ha habido tal "virgen con un niño" en el ayate.

    Entonces estudiemos este asunto.


    Antecedentes: El avance turco en Europa y el Mediterráneo




    Mencioné en el primer capítulo de la Conquista de México, como en 1453 el sultán turco Mohamed II conquistó Constantinopla, capital del Imperio Bizantino (Romano de Oriente), que los historiadores señalan como "simbolizante" del fin de la Edad Media y el inicio de la Moderna.

    Durante ya varios siglos los turcos habían sido los grandes enemigos de los europeos, desde las Cruzadas, cuando los turcos seléucidas dominaban Tierra Santa, y después los turcos otomanos, quienes tomaron Constantinopla.

    La toma de esta importante ciudad alertó gravemente a todas las potencias europeas, principalmente a los países de los Balcanes y de Europa Oriental, que estaban más cerca del llamado "peligro turco". Los soldados turcos -los jenízaros-, llegaron a ser los mejores de su tiempo, tan formidables que podían compararse a los legionarios romanos de la Antigüedad.

    El sultán Selim, nieto de Mohamed II, tenía avidez de conquistas, y desarrolló una serie de ofensivas destinadas a aumentar el poder del Imperio Otomano. Para ello concentró 140 mil hombres en la costa del Bósforo, para movilizarse contra Persia, y en 1514 aplastó a las tropas del Sha cerca de la capital persa, Tabriz.

    En 1516 Selim conquistó Damasco, prosiguió por el desierto hasta Egipto, donde derrotó al ejército mameluco del sultán a principios de 1517. Selim se había apoderado practicamente de Egipto y de Arabia, logrando su anhelado objetivo de tener entre sus territorios la Ciudad Santa del Islam: La Meca, y tomó el título de califa.

    Selim murió en 1520, y fue sustituido por su hijo Solimán (Suleiman), llamado El Magnífico, y también El Legislador, quien recibió un Imperio cuya situación en Asia estaba muy estable y más poderosa que nunca.

    Solimán decidió dirigir su atención a Europa. Su principal enemigo a vencer, a quien odiaba cordialmente, era el emperador Carlos V. Esa pretensión de ser soberano con dominios universales -a lo largo de todo el planeta-, resultaba intolerable para Solimán, y de su cuenta corría acabar con Carlos V.

    Así que por Europa Central, Solimán remontó el Danubio, y tomó Belgrado tras repetidos ataques, en 1521.

    En 1522 Solimán atacó con 115 mil hombres la isla de Rodas, defendida por 12 mil caballeros hospitalarios de San Juan, quienes defendieron ferozmente su posición, hasta que tuvieron que rendirse. Con el patrocinio de Carlos V, los sobrevivientes se refugiaron en la isla de Malta, que años más tarde volvería a ser asediada.

    En 1526 los turcos invadieron Hungría, el rey Luis intentó pedir ayuda a las potencias occidentales, pero fue inútil; en agosto se enfrentaban los ejércitos húngaro y turco, y los turcos triunfaron aplastantemente, muriendo en el combate el rey Luis.

    Su sucesor era el archiduque Fernando, quien sin embargo tuvo que reunir a sus ejércitos en Austria, mientras los turcos ocupaban Hungría. Fernando pidió a su hermano Carlos V que le enviara tropas, pero Carlos, en guerra contra Francia y contra los protestantes en Alemania, no pudo ayudarlo.

    En mayo de 1529 Solimán desplegaba un ejército enorme; los historiadores valúan sus efectivos en 300 mil hombres, que emprendieron la marcha hacia Viena, hasta levantar sus tiendas a orillas del Danubio. Los defensores de Viena, apostados en las murallas, podían ver a lo lejos aquel tremendo ejército que venía contra ellos.

    Durante cuatro semanas los turcos atacaron Viena, pero los 20 mil defensores opusieron una resistencia pertinaz, frustrando las tentativas otomanas. A esto se unió una serie de lluvias intensas e ininterrumpidas, que inundaron las trincheras turcas. Cuando acabó la lluvia, empezó a helar, y el ejército turco se encontró aterido y sin ganas de luchar. Solimán se vio obligado a levantar el sitio y emprender la marcha de regreso, hasta que en diciembre, después de marchas forzadas, llegaba a Constantinopla.

    Tres años más tarde, en 1532, Solimán lanzó una nueva embestida hacia Viena, pero esta vez el propio emperador Carlos V le hizo frente, ya que tenía por el momento paz con Francia y los protestantes, y el resultado fue el mismo; los turcos tuvieron que retirarse de Europa Central.

    Solimán avanzó entonces hacia el Este, tomó Mesopotamia y entró en Bagdad. Consolidó la posición del Imperio Otomano en Hungría y en el Mediterráneo, misma posición que permitiría a su sucesor amenazar a Europa por el Mediterráneo.

    En 1566 puso sitio a la ciudad húngara de Sigetz, para reprimir la rebelión del emperador austriaco Maximiliano II, y en el sitio perdió la vida.

    El sucesor de Solimán el Magnífico fue su hijo Selim II, quien decidió expander el poder turco en el Mediterráneo -a costa de Venecia-, y así en 1565 asediaba Malta, defendida por los Caballeros de San Juan de Jerusalén; pero al no conseguir su objetivo, Selim II inició preparativos contra Chipre y contra Túnez. Primero se lanzó contra Chipre, que fue conquistada en 1570, por una escuadra de 300 galeras.

    Pero ahora, los cristianos europeos se unían contra el peligro turco, olvidando sus diferencias internas. Esto nos lleva al siguiente tema.


    Formación y Fuerzas de la Santa Liga




    La República de Venecia estaba muy interesada en firmar una alianza contra la expansión otomana. Su principal actividad era el comercio entre Oriente y Occidente, que monopolizó durante gran parte del final de la Edad Media, especialmente en el siglo XV.

    A partir del siglo XVI, con el nuevo y exótico comercio de España con productos traídos de América, y con los portugueses trayendo productos de Oriente a través de su ruta africana, Venecia perdió el monopolio pero conservó todavía su posición como la principal potencia comerciante y naval en la parte oriental del Mediterráneo.

    La expansión de los turcos por el Mediterráneo significaba un peligro directo y serio para Venecia; que empezó a tener roces con el sultán Selim, quien confiscó en 1570 todos los navíos venecianos anclados en puertos turcos. Los venecianos comprendieron que en breve tendrían que entrar en guerra contra los turcos, si querían conservar su poderío marítimo y comercial. Pero la República sola no podía contra los otomanos. Necesitaba coaligarse con otras potencias, y para ello fijó su atención en el Papa y España.

    En 1566 subió al trono de San Pedro el dominico Antonio Ghislieri, quien tomó el nombre de Pío V (hoy canonizado), y quien pronto dio muestras de ser profundamente contrario a la expansión tanto del protestantismo como del poder turco. Fue él quien se ocupó de dar cumplimiento a las resoluciones del Concilio de Trento, introducir el índice de Libros Prohibidos y excomulgar a la reina Isabel de Inglaterra, en 1570.

    En cuanto a los turcos, su política lo llevó a aliarse con Venecia, y pronto se sumó a esa Liga el rey de España Felipe II, interesado también en frenar el poderío de los turcos, pues podía suponer, a la larga, peligro para el poder naval de España en el Atlántico.

    Acordada la alianza, los barcos y soldados de la Liga empezaron a concentrarse en el puerto de Mesina, de donde zarparían. La Liga otorgó el mando general de la flota a Don Juan de Austria, hermano del rey Felipe II. Don Juan de Austria llevaba como lugartenientes principales a Andrea Doria, Luis de Requesens y Juan Cardona. Al mando de la fuerzas papales estaba el condestable de Nápoles Marco Antonio Colonna, y finalmente, Sebastián Veniero comandaba las fuerzas venecianas. Otros jefes de la flota eran don Álvaro de Bazán, Agustín Barbarigo y Alejandro Farnesio.

    Don Juan de Austria, comandante de las fuerzas cristianas



    Se reunieron 208 galeras de guerra (90 españolas, 106 venecianas; 12 pontificias) apoyadas por seis galeazas venecianas y unos ochenta navíos de servicio españoles (entre naos, fragatas y bergantines).

    Don Juan de Austria llegó a Mesina el 23 de agosto de 1571 a entrevistarse con Veniero, y a reforzar las viejas galeras venecianas con compañías de arcabuceros, y alistó cuatro tercios españoles. Los efectivos de la flota sumaban 20 mil españoles, 8 mil venecianos, 2 mil soldados pontificios y mil voluntarios, además de 50 mil marineros y galeotes.

    Los turcos, enterados de la concentración en Mesina, reunieron la flota que había conquistado Chipre, al mando del gran almirante Alí Pachá y sus lugartenientes Pertau Pachá y Uluch Alí. Alí Pachá estimó un duro combate, y reclutó tropas jenízaras de las guarniciones griegas; reuniendo una poderosa escuadra de 275 galeras con una fuerza de 34 mil hombres. Aunque los turcos eran superiores en número, tenían desventaja en cuanto a los cañones, sólo 750 frente a 1215 de los cristianos.

    Lucharían además, los mejores soldados del mundo, los respetables tercios españoles contra los temidos jenízaros.

    El 16 de septiembre de 1571 la flota cristiana salió del puerto de Mesina hacia el Mar Jónico, en dirección a Grecia, donde se sabía que se hallaba la escuadra turca. En medio de repiques de campanas y salvas de los castillos del puerto, los barcos pasaron a desfilar frente al barco del nuncio papal para recibir la bendición.

    Para impedir que cada flotilla combatiera por su cuenta, Don Juan de Austria dispuso la mezcla de los barcos aliados para que la victoria o derrota cupiera a todos por igual.
    El 27 de septiembre la flota de la Liga fondeaba en Corfú; ahí don Juan envió a una flotilla al mando de Gil de Andrade a explorar la zona, con instrucciones de reunírsele en dirección a Gomeniza.
    En Gomeniza hubo algunas diferencias entre los comandantes cristianos, pues al acudir Andrea Doria a revistar la capitana veneciana, Sebastián Veniero, que estaba enemistado con él, le prohibió subir a su barco, y don Juan, para calmar ánimos, accedió a mandar a Marco Antonio Colonna a pasar revista.

    El 29 de septiembre una fragata de Andrade alcanzó a la flota con la noticia de que las fuerzas turcas se hallaban esperando en el golfo de Lepanto. La escuadra cristiana puso rumbo a Cefalonia y fondeó en Famagusta. Ahí se infiltraron dos naves turcas en una noche, al mando de Kara Kodja, quienes llevaron a Alí Pachá la feamente inexacta noticia de que la flota turca superaba a la cristiana en dos a uno.

    El sábado 6 de octubre, en el puerto de Petala, el Consejo de la Flota celebró una reunión para determinar qué hacer. Andrea Doria y Luis de Requesens se oponían a combatir en el golfo. Pero don Juan de Austria, Álvaro Bazán y Alejandro Farnesio eran partidarios de atacar. Finalmente se impuso don Juan de Austria diciendo: "Señores, no es momento de deliberar sino de combatir".

    Los turcos también celebraron reunión previa, y con informes más fidedignos, sabían ahora que las fuerzas cristianas eran inferiores a las suyas, pero bastante fuertes, y que les podían cortar el acceso a mar abierto, impidiéndoles maniobrar a su centro y ala derecha.

    Pertau Pachá y Uluch Alí aconsejaron no combatir, sino permanecer al abrigo de los castillos del golfo de Lepanto. Pero Alí Pachá no aceptó, pues tenía órdenes del sultán Selim de presentar combate.

    Al amanecer del 7 de octubre la flota cristiana estaba en las islas Equínadas, los vigías de la costa dieron la noticia a Kara Kodja, quien de inmediato se dirigió a Lepanto a avisar a Alí Pachá que los cristianos se acercaban.

    El almirante turco dio orden de zapar a toda prisa para encontrar al enemigo en terreno más amplio.

    La escuadra cristiana desplegada en formación de combate ocupaba un frente de más de seis kilómetros de largo, dividido en cuatro cuerpos. En el centro la galera Real de don Juan de Austria flanqueada a su diestra y siniestra por las dos capitanas pontificia y veneciana mandadas respectivamente por Marco Antonio Colonna y Sebastián Veniero. Desplegadas a sus lados bogaban las otras 61 galeras del cuerpo central, señaladas con gallardetes azules. El cuerpo de la izquierda, al mando de Agustín Barbarigo, estaba integrado por 53 galeras que lucían gallardetes amarillos. Barbarigo procuraba ceñirse a la costa para cortar el paso del ala derecha turca cuando intentara envolverlo para atacarlo por la retaguardia. En el ala derecha, al mando de Andrea Doria, iban 54 galeras con gallardetes verdes. Había además una escuadra de reserva, de 30 galeras con gallardetes blancos, al mando de Alvaro de Bazán. Las seis galeazas venecianas navegaban adelantadas, dos delante de cada cuerpo.

    Formación de combate de ambas escuadras



    La formación turca era bastante parecida a la aliada. Al principio adoptaron una forma de media luna, con los extremos adelantados, prestos para envolver la línea enemiga, pero luego rectificaron y se atuvieron a la línea recta. En el centro turco navegaba la potente Sultana, la capitana de Ah Pachá, con 87 galeras. El ala izquierda, que se enfrentaría a Andrea Doria, alineaba 61 galeras y 32 galeotas y estaba mandada por Uluch Ahí, el renegado. En el ala derecha turca, mandada por Chuluk Bey (llamado Mohamed Sirocco por los cristianos), navegaban 55 galeras y una galeota. éstos se enfrentarían a la escuadra de Barbarigo. Si la escuadra de combate turca era más fuerte que la cristiana, la de reserva, mandada por Amarat Dragut, era en cambio más débil, pues aunque estaba compuesta de 31 unidades, sólo ocho de ellas eran galeras.

    En medio de la clara mañana resonó el protocolario cañonazo de desafío de la Sultana, al que inmediatamente respondió otro de la Real. Los navíos izaron bandera de combate, los turcos el san-yac, de seda verde, adornado con la Media Luna y versículos del Corán, confeccionado en la propia Meca, el lugar más santo del Islam; los cristianos el estandarte azul adamascado de la Liga decorado con la Virgen de Guadalupe, Cristo crucificado y las armas respectivas de España, el Papa y Venecia.


    Descripción y Saldo de la Batalla




    Desde las siete de la mañana los cristianos habían avistado a la flota turca salir a su encuentro doblando la punta Escrofa. Los capitanes de la Liga pudieron darse cuenta, con gran contrariedad, de que los turcos traían viento a favor, lo que les permitiría avanzar con la vela y así descansar a sus remeros.

    Las armadas posicionadas se fueron acercando poco a poco, mientras don Juan de Austria daba las últimas instrucciones y decía palabras de aliento a sus hombres, invocando la ayuda de Dios. Al mismo tiempo, los carpinteros de cada barco cortaban los espolones, que habían sido colocados parcialmente para aserrarlos en el último momento y evitar que los turcos tuvieran tiempo de hacer lo mismo. El objetivo al deshacerse de los espolones era reducir el peso de cada navío y aumentar la capacidad de fuego de las baterías de a bordo.

    Hacia las once de la mañana el viento cambió de dirección, los turcos tuvieron que empezar a remar mientras los galeotes de la flota cristiana descansaban. Al momento en que las escuadras se acercaban una a la otra, Uluch Alí se despegó del cuerpo principal, y su flotilla se movió en táctica envolvente. Andrea Doria tuvo que prepararse a contrarrestar la maniobra.

    Era casi mediodía cuando las flotas estaban tan cercanas que ya se podían distinguir los soldados de cada barco. Los cristianos guardaban un silencio religioso mientras les impartían las últimas bendiciones y absolución general; silencio que los turcos profanaban lanzando insultos a los cristianos y profiriendo gritos de guerra. Finalmente los cristianos respondieron con toques de trompeta. Los turcos se acercaban a las galeazas venecianas, que empezaron a disparar al ponérseles a tiro. Y la batalla comenzó.

    Los turcos pasaron junto a las galeazas sin atacarlas -hubiera sido descabellado hacerlo-, y se dirigieron de frente contra la escuadra cristiana.
    Galeras turcas y cristianas se enzarzaron en combate directo, ensartándose las turcas en las cristianas y disparándose las infanterías y tripulaciones mientras se preparaban para el abordaje.

    La costumbre en las batallas navales era que las naves capitanas se enfrentaran en singular duelo pues, por lo general, el vencimiento de una u otra determinaba la suerte de la batalla. Por consiguiente los almirantes procuraban embarcar en sus naves insignia más y mejores tropas que en las galeras comunes. En Lepanto, la Sultana de Alí Pachá estuvo apoyada por otras siete galeras que estratégicamente situadas a su popa le enviaban continuamente tropas de refresco. La Real de don Juan de Austria por su parte también estaba apoyada por otras dos. Además, llevaba a bordo hasta cuatrocientos veteranos, entre arcabuceros e hidalgos voluntarios, a los que se había dejado espacio de maniobra levantando los bancos de los remeros.

    La Sultana y la Real se embistieron denodadamente. El espolón de la otomana penetró hasta el cuarto banco de la galera cristiana. De este modo trincadas constituían una única plataforma de nueve metros de anchura por unos ciento diez de longitud, como dos piezas trabadas en su parte central por una bisagra. La suerte del combate dependía de que una de ellas conquistase la otra y alzase en ella su estandarte.

    La infantería española, después de descargar los arcabuces sobre los jenízaros turcos, se lanzó al asalto de la Sultana con lanzas y espadas. Dos veces estuvieron a punto de ganarla y por dos veces hubieron de ceder terreno ante los enérgicos contraataques de los jenízaros reforzados con las tropas que sin cesar recibían por la popa. Hubo un momento, incluso, en que pareció que los jenízaros estaban a punto de inclinar la balanza a su favor pues se lanzaron al contraataque intentando invadir la Real.

    Las galeras de Sirocco tripuladas por pilotos conocedores de aquellas aguas alcanzaron la posición que habían buscado aún rozando sus quillas por la costa y consiguieron envolver a Barbarigo, quien vio su capitana atacada por seis galeras. El mismo Barbarigo recibió una flecha que le atravesó el ojo izquierdo y trasladado a su cámara habría de morir allí a los tres días. Acudió en su ayuda su sobrino Marino Contarini quién también moriría en el combate, estando su nave a punto de rendirse con casi todos sus ocupantes muertos o heridos. Mientras, Uluch Alí había conseguido alejar tanto la escuadra de Andrea Doria que las naves de Alí atravesaron la línea cristiana entre aquella escuadra y la de Don Juan. Siete galeras cayeron sobre la capitana de Malta, en la que sólo hubo tres supervivientes y otras diez galeras venecianas, dos del Papa y una de Saboya fueron capturadas por los turcos.

    La situación llegó a ser desesperada para los cristianos, pero por fortuna, cuando parecía que las galeras venecianas iban a caer en poder del turco, acudió en su ayuda el cuerpo de reserva cristiana mandado por Alvaro de Bazán, cuya oportuna intervención cambió las tornas, arrinconó a los turcos y decidió el combate. Mohamed Sirocco pereció defendiendo su nave. Después de la refriega lo encontraron agonizando entre los restos del naufragio y lo remataron para ahorrarle sufrimientos. Sus subordinados, menos valerosos o más realistas, embarrancaron las otras galeras en la costa y se pusieron a salvo.


    El combate entre la Real y la Sultana
    Con los soldados que traía Don Álvaro los españoles por fin consiguieron pasar del palo mayor de La Sultana y conquistando el castillo de popa, el capitán Andrés Becerra se hizo con el estandarte turco. Alí Pachá recibió un disparo en la frente y un galeote de los liberados para combatir le cortó la cabeza y se la presentó a Don Juan ensartada en una pica. La noticia de la conquista de La Sultana y la muerte de Alí Pachá pasó de una nave a otra y los turcos comenzaron a dar por perdida la batalla. Karah Kodja se rindió a Juan Bautista Cortés y Mustafá Esdrí se rindió a la Toscana del Papa. La galera de aquél era la capitana pontificia capturada diez años atrás y como pagador que era Esdrí, a bordo llevaba los cofres de la tesorería de la flota turca. Otra galera turca la asaltaron Don Alejandro Torrella y Don Fernando de Sayavedra guiando a caballeros valencianos del Tercio de Moncada y en ella encontraron a los hijos de Alí Pachá, Mohamed Bey de diecisiete años y Sain Bey de trece. Llevados ante Don Juan, se echaron llorando a sus pies y aquél les consoló por la muerte de su padre, mandó que fueran alojados y que les llevaran ropa y comida preparada según sus creencias.




    Aunque los turcos habían sido vencidos en el centro y en la izquierda, en la derecha Uluch Alí había logrado cercar la escuadra de Andrea Doria y allí los cristianos comenzaban a perder terreno en toda la línea. En la Piamontesa de Saboya en la que iba Don Francisco de Saboya todos su ocupantes fueron degollados. En la Florencia del Papa sólo hubo 16 supervivientes, todos ellos heridos. En la San Juan, también del Papa, murieron todos los soldados y los galeotes. En la Marquesa se hallaba enfermo un soldado de veinticuatro años que cuando supo que se iba a entrar en combate pidió a su capitán Francisco San Pedro que le colocara en el lugar más peligroso, pero éste le aconsejó que permaneciera en la enfermería. "Señores –contestó él- ¿qué se diría de Miguel de Cervantes cuando hasta hoy he servido a Su Majestad en todas las ocasiones de guerra que se han ofrecido? Y así no haré menos en esta jornada, enfermo y con calentura". Se le puso al mando de doce soldados en el esquife y combatiendo recibió dos heridas en el pecho y otra en la mano izquierda "que perdió su movimiento para gloria de la diestra". Nota: De aquí el apodo de "El manco de Lepanto" que la historia dado al ilustre Cervantes Saavedra, autor de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra clásica de las Letras Españolas.

    El astuto renegado Uluch Alí había logrado su propósito de envolver el ala cristiana mandada por Andrea Doria. El almirante Doria había procurado estorbar la maniobra abriéndose a su vez, pero sólo había conseguido separarse excesivamente del cuerpo de la batalla. En manifiesta inferioridad de condiciones, dada la abrumadora superioridad turca (93 galeras contra unas 20), no pudo impedir que algunas naves otomanas lo rebasaran por la retaguardia. Diez galeras venecianas, dos del Papa, una de Saboya y otra de los Caballeros de Malta sucumbieron y fueron capturadas por los turcos, que pasaron a cuchillo a todos sus hombres. Así estaban las cosas cuando Alvaro de Bazán, después de haber actuado brillantemente en el socorro del ala izquierda y luego en el del centro, apareció con sus naves en defensa del ala derecha.

    Uluch Ah que tan brillantemente había rodeado a las naves de Doria se vio ahora cogido en su propia trampa, con las de Álvaro de Bazán por un lado y las ocho galeras de Juan de Cardona por otro. Además, a lo lejos acudían las de don Juan de Austria que ya habían vencido en el centro. Prudentemente, el renegado optó por huir abandonando las ocho galeras capturadas que llevaba a remolque. Cortó las amarras y puso pies en polvorosa perseguido por Bazán que, al final, hubo de desistir porque sus remeros estaban agotados. En cualquier caso Uluch Ahí tampoco escapaba indemne: había entrado en combate con 93 naves y sólo pudo salvar dieciséis. Y un trofeo: el estandarte de los caballeros de Malta, que había conquistado en la galera de la Orden.

    Eran las cuatro de la tarde cuando dejó de tronar la pólvora y renació la calma. La batalla había durado poco más de cuatro horas. Sobre el escenario sólo quedaban la victoriosa escuadra de la Liga y las 130 galeras turcas capturadas. Otras 94 se habían ido a pique y 33 galeras y galeotas habían huido. Casi todas se refugiaron en el puerto de Lepanto y allí fueron incendiadas por el propio Uluch Alí para evitar que cayeran en manos cristianas. Los cristianos, por su parte, habían perdido quince galeras y otras veinte o treinta (la Real entre ellas) habían sufrido tales desperfectos que no compensaba repararlas y fueron desguazadas en sus puertos.

    En el horizonte aparecieron negros nubarrones. El cielo amenazaba tormenta y muchas galeras estaban maltratadas y en peligro. Prudentemente, don Juan de Austria dio orden de acogerse a fondeadero seguro y la escuadra, llevando sus presas a remolque, fondeó aquella misma noche en Petala.

    En los días siguientes se redactaron los informes que circularían por todas las cortes de Europa. Las pérdidas humanas sufridas por los turcos ascendían a 30000 bajas, entre muertos y heridos, a los que cabría sumar 5000 prisioneros. Unos 12000 galeotes cristianos habían recuperado la libertad.

    La Liga había perdido solamente doce galeras (cuatro de Doria y ocho de Venecia) y tuvo 10000 muertos (unos 7600 en la batalla y el resto como consecuencia de las heridas, muchos de ellos por flecha envenenada) y 21000 heridos.

    El 24 de octubre, en Corfú, se repartió el botín: 117 galeras, 13 galeotas, 117 cañones gruesos, 260 piezas menores y 3486 esclavos.


    Después de la Batalla




    Don Juan de Austria dispuso que las galeras más rápidas partieran inmediatamente a llevar la noticia de la victoria a los Estados miembros de la Liga. Las nuevas llegaron a Felipe II veinticuatro días después de la batalla. El rey estaba asistiendo al rezo de las vísperas en la basílica de El Escorial, cuando un mensajero compareció excitadísimo en su presencia. El rey le dijo: «Sosegaos. Vamos al coro y allí hablaremos mejor.» Luego, cuando supo la noticia, el monarca completó sus rezos y encargó una misa por el alma de los que habían muerto en Lepanto.



    Mediante una visión, San Pío V se entera de la victoria cristiana
    Entretanto en Roma el Papa aguardaba las noticias, ayunando y redoblando sus oraciones por la victoria. El mismo Papa insta para que Cardenales, Monjes y fieles hagan lo mismo confiando Su Santidad en la eficacia del Santo Rosario. El día 7 de octubre él trabajaba con su tesorero Donato Cesi el cual exponía los problemas financieros. De repente, se apartó de su interlocutor, abrió una ventana y entró en éxtasis, se volvió hacia su tesorero y le dijo: “Id con Dios. Ahora no es hora de negocios, sino de dar gracias a Jesucristo pues nuestra escuadra acaba de vencer” y se dirigió a su capilla.

    En la noche del 21 para el 22 de octubre el Cardenal Rusticucci despierta al Papa para confirmarle la visión que él había tenido. En un llanto varonil San Pío V repitió las palabras del viejo Simeón: “Nunc dimitis servum tuum, Domine, in pace” “Ahora Señor ya puedes dejar ir a tu siervo en paz” (Luc.2,29). En la mañana siguiente es proclamada la feliz noticia en San Pedro luego de una procesión y un solemne Te Deum.




    La batalla de Lepanto fue, durante mucho tiempo, objeto de inspiración para pintores (Tiziano, Tintoretto y el Veronés entre otros) y para poetas. La Liga en cambio duró poco. Se disolvió a la muerte del papa Pío V, en 1572. Y Venecia perdió Chipre finalmente.

    Los turcos no tardaron en recuperarse. Se dice que el sultán comentó al conocer la derrota: «Me han rapado las barbas: volverán a crecer con más fuerza.». Pero en adelante los turcos se mostraron menos agresivos y diez años más tarde se volvieron contra Persia y perdieron interés en el Mediterráneo.

    Felipe II, por su parte, hizo lo propio al interesarse más por Inglaterra. Fue como un acuerdo tácito: los turcos dominaban el Mediterráneo oriental y cedían a sus rivales la hegemonía en el occidental.

    Pero Cervantes, hombre de su tiempo, que llevaba a Lepanto en su manquedad, nunca supo que la batalla había servido para poco. O quizá lo sospecha, adelantándose a los historiadores, cuando sugiere que el Turco sufrió más la derrota en su amor propio que en su hacienda: «Y aquel día, que fue para la Cristiandad tan dichoso, porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban creyendo que los turcos eran invencibles por la mar, en aquel día, digo, donde quedó el orgullo y soberbia otomana quebrantada.»

    La batalla de Lepanto cerró el capítulo del Mediterráneo en la Historia Universal ya que a partir de entonces los asuntos del mundo se resolverían en el Atlántico. Cuando esto se produjo, España se encontraba en ambos mares a la vez. Semejante victoria pesó demasiado en la tradición naval de España pues las galeras alcanzaron una celebridad que no habría de servir en las batallas que se avecinaban contra ingleses y holandeses.

    Por mencionar un ejemplo, 17 años después de Lepanto, en 1588, Felipe II envió a su poderosa flota, la llamada "Armada Invencible" contra la escuadra inglesa de la reina Isabel, pero los navíos españoles, aunque siguieron las tácticas navales que les habían dado la victoria en Lepanto, fueron incapaces de derrotar a los ligeros y bien equipados barcos ingleses, que dotados de un sistema de artillería más efectivo, destruyeron a gran parte de sus barcos.


    El estandarte de Andrea Doria




    Trataremos ahora de la cuestión histórica, apoyada por testimonios y concordancia de datos, de que la imagen guadalupana haya estado presente en la batalla de Lepanto, como una de las insignias de los cristianos.

    Es cosa cierta que no estuvo en la nave capitana, la Real de don Juan de Austria, la cual llevaba un estandarte con un Cristo crucificado y las armas de España, Venecia y el Papa. En todo caso la Guadalupana estaría en el estandarte de Juan Andrea Doria, quien comandaba el ala derecha de la flota cristiana -se enfrentó a Uluch Alí-, y quien posteriormente estuviera a cargo de una expedición de reconocimiento para ver si era posible, aprovechando la victoria, tomar el castillo de Santa Maura, en el mismo golfo de Lepanto.

    Una grabado -de fecha no precisada-, muestra una escena de la batalla de Lepanto representando a la galera de Andrea Doria, donde se advierte la presencia clara de la Virgen de Guadalupe de México (clic para ver con más detalle):




    La fuente principal para determinar si la imagen guadalupana estuvo en Lepanto, es un libro de Antonio Domenico Rossi, titulado La B.V. di Guadalupe e S. Stefano d´Aveto. Note i Documenti, publicado por Tipografía Artística Colombo en 1910.

    En ella, Mons. Rossi proporciona una historia del culto a la Virgen de Guadalupe en el valle de Aveto (Italia). En la iglesia de Santo Stefano d´Aveto se encuentra una imagen de la Virgen de Guadalupe en lienzo, que donó en 1811 a dicha iglesia Su Eminencia el cardenal Juan Doria Pamphili, secretario de estado de S.S. Pío VII, y quien era descendiente del almirante Andrea Doria. La donación a esta iglesia interesa por los testimonios que rodean a dicha imagen, y que se refieren, precisamente, a la presencia que haya tenido en la jornada de Lepanto.

    El abuelo de Mons. Rossi, el abogado del mismo nombre Antonio Domenico Rossi, escribió una Memoria que se conserva en el archivo parroquial de Santo Stefano d´Aveto, donde dice: "Dicho cuadro es una copia verdadera del original que existe en México, y fue llevado a Génova en las galeras del Almirante de España Juan Andrés Doria. Si se confronta el tiempo en que fue llevado como imagen principal de la capitana de dichas galeras, es razonable creer que el mencionado cuadro estuvo en la nave capitana en la famosa batalla de Lepanto en el día de la inolvidable victoria de los cristianos sobre los turcos, ganada por interés de María Santísima".


    A la izquierda la imagen guadalupana que se venera en Santo Stefano d´Aveto, y a la
    derecha el estandarte principal de la flota cristiana, con Cristo crucificado y los escudos del Papa, España y Venecia


    En el libro de Mons. Rossi encontramos el siguiente testimonio (cap. IV de su obra citada):

    "Habiendo sido descubiertas en el Palacio de Su Excelencia, el señor príncipe Doria, dos imágenes de la Virgen de Guadalupe, se hicieron gestiones con éxito, para conseguir una de ellas como regalo del Eminentísimo señor cardenal don José Doria, que en aquel entonces, por las cuestiones entre la Iglesia y el Imperio, se hallaba en Pegli. Fue la más pequeña; de la que se asegura con toda certeza, y como consta en el archivo de la nobilísima familia, que fue tocada por el original y que Su Majestad Católica regaló al inmortal Juan Andrés Doria, el gran Almirante de España, para que le sirviese de imagen en la capilla de la principal de las galeras que mandaba el célebre capitán. Por la concordancia de las fechas, debió encontrarse la imagen en la nave capitana en la época en que se dio la famosa batalla de Lepanto, en que por intercesión de la Virgen María, la cristiandad obtuvo sobre el Turco la más señalada victoria".

    Un tercer testimonio es el que consignó el canónigo Pedro Castellini, en Ill Cittadino di Genova, número del 15 de agosto de 1905, donde dice:

    "En 1811 el cardenal José Doria Pamphili, secretario de estado en los últimos tiempos del pontificado de Pío VII, encontrándose relegado en Pegli, cerca de Génova, obsequió al pueblo de Santo Stefano el bellísimo cuadro que actualmente se ve en aquella iglesia. ¿Cuál es la historia de este cuadro, honor y gloria del pueblo avetano?
    El Cardenal afirmaba al presentarlo al pueblo (que antiguamente era súbdito de su nobilísima familia) que este cuadro, que había sido tocado materialmente por el original de México, había sido regalado por Su Majestad Católica (Felipe II) al gran Almirante de España Juan Andrés Doria, para servir de imagen a la galera capitana; que habiendo sido capitán de ésta y de las otras naves Juan Andrés Doria, en la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), allí se encontró también este cuadro de nuestra Señora de Guadalupe, depositado y custodiado después en el palacio de los Doria en Génova, y que tales datos habían sido tomados del archivo de la ilustre familia"
    .

    Como vemos aquí, luego de la batalla, el estandarte de Andrea Doria estuvo en el Palacio de los Doria en Génova -donde también está la tumba del almirante-, y posteriormente fue donado por el cardenal Doria al pueblo de Santo Stefano d´Aveto, hacia 1811 -cuando la mayor parte de Italia estaba controlada por Napoleón Bonaparte-, y que hoy se sigue venerando en dicho lugar.

    En la época a que nos referimos, la Virgen Mexicana ya era conocida en Roma y estimada en diversas partes de Italia, gracias en parte a la propaganda que le hicieron numerosos jesuitas desterrados de la Nueva España en 1767.

    Su valor histórico consiste en que prueba que a 40 años de las apariciones, la Guadalupana ya era conocida y estimada en Europa, al punto que su imagen fuera obsequiada por el Rey para insignia de una galera capitana.

    Como testimonio además es importante porque permite constatar que la imagen como hoy la vemos en el Tepeyac, ya era así en 1571, y que no era una devoción "olvidada" o "relegada", como insinuó Joaquín García Icazbalceta. Es una prueba más de que el culto guadalupano es muy anterior a 1648, y que no era sólo de los indios sino también de los españoles.



    .
    Fuentes y Bibliografía:


    BENÍTEZ, Juan José, El Misterio de la Virgen de Guadalupe, Edit. Planeta (Barcelona), 1a. Ed. 1982

    ENCICLOPEDIA ESTUDIANTIL, número 18, tema La Batalla de Lepanto, Edit. Publex S.A., 1963

    OROZCO José Luis, ¿La Guadalupana en la Batalla de Lepanto?, en la Revista México Desconocido, Edición especial con motivo del 450 Aniversario de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe, 1980

    La Batalla de Lepanto

    http://www.artehistoria.com/historia/contextos/1929.htm

    http://www.geocities.com/CapitolHill...ntobatalla.htm

    http://club.telepolis.com/mgarciasa/var/lepanto.htm

    http://www.uruguayautentico.org/lepanto.htm

    http://www.armada.mde.es/esp/Ciencia...ecAct=07604_03





    _______________________________________

    Fuente:

    LuxDomini-La Batalla de Lepanto y la Virgen de Guadalupe-

  17. #17
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    ¿Sabías que una imagen de la Virgen de Guadalupe estuvo presente en la batalla de Lepanto?

    La asombrosa historia de la imagen en San Esteban de Abeto, en Génova



    Gaudium Press

    12 diciembre, 201512 diciembre, 2015





    © Public Domain



    Quien visita la Parroquia de San Esteban de Abeto, aldea italiana enclavada en la región montañosa que circunda Génova, se sorprende al ver una antigua pintura de Nuestra Señora de Guadalupe presidiendo el altar.

    Ella tiene una curiosa historia. En 1811 ésta fue donada al templo por el Cardenal Giuseppe Maria Doria Pamphilli, miembro de la conocida familia de navegantes genoveses. Había pertenecido a uno de sus más ilustres antepasados: el almirante Juan Andrea Doria, comandante de la flota genovesa en la famosa batalla de Lepanto que, a su vez, la hacía recibido de regalo del rey Felipe II. Por su parte Felipe II la había recibido del Arzobispo Montúfar.

    Durante la batalla Doria la entronizó en su galera y ciertamente se encomendó con fervor a la Virgen de Guadalupe pidiéndole la victoria.

    Vale notar que apenas cuarenta años transcurrieron entre las apariciones de Nuestra Señora a San Juan Diego (1531) y la mencionada batalla de Lepanto (1571). En ese corto espacio de tiempo, la devoción a la Emperatriz de América había traspasado los mares.

    Un dato que no deja de tener su relevancia: esta imagen de la Virgen de Guadalupe, que ocupaba el lugar central de la cabina de mando en la capitana de Juan Andrea Doria, era la única imagen de relevancia de la Virgen que estaba protegiendo a los combatientes cristianos. En la nave insignia de Marco Antonio Colonna, comandante de las fuerzas pontificias, iba el estandarte oficial de la Liga Santa; y en la nave de don Juan de Austria, comandante de las tropas españolas y comandante general, se llevaba el famoso Cristo de Lepanto.



    _______________________________________

    Fuente:

    ¿Sabías que una imagen de la Virgen de Guadalupe estuvo presente en la batalla de Lepanto? - Religión - Aleteia.org | Español

  18. #18
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    La Batalla de Lepanto y la Virgen de Guadalupe

    Dentro de los testimonios históricos guadalupanos, está la Batalla de Lepanto, en la que el 7 de octubre de 1571 los cristianos derrotaron en combate naval a los turcos, deteniendo así su expansión en Europa y el Mediterráneo.

    La relación con la Virgen de Guadalupe está en un lienzo con la imagen guadalupana -copia del original-, que habría estado luciendo como insignia en la galera capitana de Andrea Doria, quien era uno de los jefes de la flota cristiana. Dicho lienzo se conserva ahora en la iglesia de La Madonna di Guadalupe en Santo Stefano d´Aveto, en Italia, donde se venera a Ntra. Sra. de Guadalupe de México.

    Aunque muchas fuentes mencionan este estandarte, son pocas las que estudian un poco más detalladamente el tema, aunque hacen constar que a 40 años de las apariciones, la imagen ya se encontraba en Europa y era estimada por los españoles, descartando así la idea de que la devoción guadalupana era exclusiva de indios, mestizos y criollos, pues aún si no estuvo en la galera de Doria durante la batalla de Lepanto, sí estaba en su poder y en Europa, donada por el rey Felipe II.





    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/CirculoDeAm...326207/?type=3

  19. #19
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    Re: 7 de octubre de 1571: Cuando se abrieron los cielos

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    LEPANTO: G. K. CHESTERTON

    8 de octubre de 2016







    Lepanto (1911) es quizás el más conocido y celebrado poema de Chesterton. Nada más por este poema, escribe el especialista en Chesterton, Dale Ahiquist; para quien se trata de una obra maestra del ritmo y de la aliteración, “Chesterton debería ocupar un lugar entre los inmortales de la literatura.” La fortuna de Lepanto en español no ha sido escasa, aunque sí desigual. Conocemos versiones de Borges (1938, en el primer número de la revista argentina Sol y luna), Luys Santamarina (Barcelona, 1948, en Solidaridad Nacional), Santiago Magariños (Barcelona, 1953, en Entregas de poesía) y, últimamente, la traducida en colaboración por Luis Alberto de Cuenca y Julio Martínez Mesanza (Lepanto y otros poemas, Renacimiento, Sevilla, 2003).


    Paradójicamente, este magno poema puede parecer, hoy, el más políticamente incorrecto de los salidos de la pluma del escritor británico, aunque no sea más que porque actualmente tendemos a mirar al mundo islámico con mayor cercanía y comprensión. Pero sería absurdo ignorar las circunstancias históricas del hecho de que trata el poema. En 1571, fecha de la batalla naval, el Turco amenazaba no ya sólo las costas italianas, sino con tomar la mismísima Roma. Cervantes, como sabemos, calificó aquella batalla como “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”. Al margen de exageraciones, y al margen incluso de los concretos hechos históricos, resulta innegable la vigencia del Lepanto chestertoniano, con su defensa de la libertad contra el destino, del valor frente al sometimiento, del héroe frente al verdugo.



    En los cerrados patios los surtidores vierten

    su luz en el palacio. El Sultán se divierte.

    Como esos chorros ríe su rostro, tan temido,

    y su barba se agita, que es un bosque oscurísimo,

    y como media luna de sangre son sus labios.

    En un mar que era nuestro, hoy campean sus barcos.

    Hostigan las repúblicas de las costas de Italia.

    Se atreven a alcanzar a la Venecia adriática.

    Previendo ya esta pérdida, el Papa abre sus brazos

    implorando sus armas a los reyes cristianos.

    La reina de Inglaterra se mira en frío espejo.

    De los Valois, en misa, se escuchan los bostezos.

    A las islas no llegan los cañones de España.

    El señor de Bizancio se ríe en nuestras barbas.

    Ya se escuchan tambores desde montes lejanos

    y un príncipe sin nombre su cetro ha abandonado,

    de la pared descuelga las europeas armas

    y oye el canto del pájaro y los gritos de alarma

    que otros tiempos bajaron hacia el Sur denodados

    cuando el mundo era joven y los hombres, soldados.

    Por los caminos suenan los gritos de Cruzada.

    Y atruenan los cañones y redoblan las cajas.

    Ya se marcha a la guerra, ya se va don Juan de Austria.

    Alzados estandartes desafían el viento,

    la púrpura en la noche, la luz del oro viejo,

    y las rojas antorchas, y los claros timbales.

    Y suenan los clarines porque don Juan ya sale,

    en la barba florida, pintada una sonrisa

    de quien rechaza tronos, y a los libres inspira.

    ¡Larga vida a la España!

    ¡Y muerte para el África!

    Y don Juan hacia el mar derecho se encamina.

    Mahoma en su edén sueña la estrella de la tarde

    (mientras que don Juan de Austria para la guerra parte),

    dormita en el regazo de una de sus huríes,

    con su turbante enorme de colores añiles,

    tejido por los mares que no han visto su ocaso.

    De la siesta despierto, es más alto que un árbol

    y espanta así a los pavos reales del jardín,

    y es su voz como un trueno de uno a otro confín

    invocando a Azrael, a Ariel y al negro Amnón,

    al genio abogador

    de cien alas y ojos,

    por cielo, sus antojos,

    reinando Salomón.

    Bajan de nubes rojas en el alba rojiza,

    Acuden de los templos de deidad amarilla.

    Y surgen de las verdes cavernas de la mar

    donde hay cielos caídos, ciegos seres del mal,

    sepultos en moluscos y en marinas praderas.

    Vienen envenenados del morbo de la perla,

    salen color zafiro de grietas en las lomas,

    y dan adoración al genio de Mahoma,

    que les grita: partid de un rayo al ermitaño,

    de día ni de noche dad tregua a los cristianos,

    los huesos de los santos sepultad bajo arena,

    porque vuelve Occidente a sembrarnos de pena.

    De Salomón el sello impusimos al orbe,

    con su sabiduría y su destino acorde,

    pero oigo un runrún, de las montañas baja,

    el que hace cuatro siglos ya nos asolara,

    quien no dice “¡está escrito!”, no conoce el destino,

    y es Ricardo, Raimundo, y es Godofredo mismo,

    es quien arriesga y pierde, y ríe cuando pierde,

    ¡abatidlos y en paz nuestra tierra se quede!

    ¡De cañón y tambores ya oigo el redoblar!

    (Y es que ya don Juan de Austria para la guerra va).

    Y un repentino ¡ya!

    voceado en España,

    y es que ya don Juan de Austria,

    parte desde Alcalá.

    San Miguel en el Norte, dormido en su montaña

    (mientras ya don Juan de Austria, pertrechado, se marcha)

    donde la mar es gris y las olas de plata,

    donde los marineros sus rojas velas alzan,

    blande ya los aceros en sus alas de piedra.

    Su grito en Normandía las tierras atraviesa.

    Pero el grito va solo, nadie lo oye en los libros,

    el Norte anda confuso, nadie quiere el martirio

    si no es el de un cristiano por otro que es su hermano,

    y Cristo es implacable y María no es nada.

    Pero ya don Juan de Austria hacia la mar cabalga.

    Y en sus labios un grito, un grito de sus labios,

    que, como una trompeta, desgarra los espacios.

    Y ese grito es de ¡ya!,

    de Dios sea la acampada.

    Y exclama don Juan de Austria,

    ¡las naves a la mar!

    Mira el rey don Felipe, su Toisón sobre el pecho,

    (y ya está don Juan de Austria en cubierta dispuesto)

    las estancias de negro terciopelo vestidas,

    por luto y por pecado, y enanos recorridas,

    sosteniendo un cristal del color de la luna,

    con que escruta el futuro lleno de veladuras,

    de muerte y de derrota, y de negros presagios.

    Pero ya don Juan de Austria al Turco hace pedazos.

    Ha salido de caza, y sus lebreles ladran.

    El fragor de aquel trueno se oye ya en toda Italia.

    Cañón contra cañón,

    el que acierte, acertó,

    valor, valor, valor,

    ordena don Juan de Austria.

    El Papa en su capilla, y antes que todo empiece

    (pero ya a don Juan de Austria el humo le oscurece),

    en la casa de un hombre donde Dios siempre vive,

    por su ventana mira este mundo indecible

    y como en un espejo ve ya el mar misterioso

    y ve la media luna, la crueldad en sus fondos,

    y la Cruz y la Roca que amenazan sus sombras

    y oculta los leones de San Marcos la fronda

    de naves que comandan hombres de negra barba

    y encierran en su seno prisiones agobiadas

    de cautivos cristianos enfermos y sin sol

    y aun peor que en las minas sus fatigas ahí son.

    Son como los esclavos de aquella tiranía

    que alzaban las pirámides para dioses del día.

    Son muchos y son mudos, sin esperanza cierta,

    cual los que en Babilonia tallaban duras piedras.

    Más de uno ha enloquecido en este bajo infierno

    siempre con vigilancia de un esbirro en su encierro.

    Más de uno ya ha perdido su fe, que nada espera.

    (Pero ya don Juan de Austria ha abierto una gran brecha)

    Cañonea don Juan desde el puente de muerte,

    y rojo vuelve el mar que al pirata sostiene.

    Corre la sangre ya por la plata y el oro,

    abriendo las bodegas, rescatando su fondo.

    Por miles los cautivos ya suben a cubierta,

    aturdidos de sol y libres por sorpresa.

    Gloria, a la España, gloria

    y a Dios aun mayor gloria.

    Que ya por don Juan de Austria

    es devuelta la afrenta.

    Y Miguel de Cervantes, deja caer su espada

    (don Juan de Austria ya vuelve, laureles y guirnaldas)

    y ve en sueños a un flaco caballero errabundo

    los caminos de España cruzar meditabundo.

    Aunque exhausto, sonriendo, ve en la vaina su espada.

    (Porque ya don Juan de Austria volvió de esta Cruzada).





    [Publicado en la revista El Ciervo, núm. 718, 2011]






    _______________________________________

    Fuente:

    https://eccechristianus.wordpress.co...-k-chesterton/

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