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Tema: Lutero, no y no

  1. #1
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    Lutero, no y no

    De cara al feriado religioso protestante: "Lutero no y no"

    Quedan días para que se celebre el feriado protestante, el 31 de octubre. Chile, país católico, hará honor a la fecha en que el hereje Lutero publicara sus tesis en las puertas de una iglesia.

    En el diario La Folha de Sao Paulo, el Profesor Plinio Correa de Oliveira, publicó un artículo famoso al respecto de las blasfemias de Lutero y la posición ambigua de la Iglesia Católica a su respecto. Lo publicamos ahora porque encontramos en esta nota una visión aguda y una posición católica, fiel al Magisterio Tradicional de la Iglesia y al Papado.

    _______________________________________________



    Lutero: no y no

    Fohla de Sao Paulo - 27/12/83 (la traducción es nuestra)

    " Cristo – dice Lutero – cometió adulterio por primer vez con la mujer de la fuente, de que nos habla Juan. Eso se murmuraba en torno a él: " ¿Qué hizo, después, con ella?". Más adelante con Magdalena, después que con la mujer adultera, que absolvió tan livianamente. Así, Cristo, tan piadoso, también fornicó, antes de morir "

    **************

    Tuve el honor de ser, en 1974, el primer signatario dentro de un manifiesto publicado en los principales diarios de Brasil y reproducidos en casi todas las naciones en donde existían entonces once TFPs. Su título: "La política de distensión del Vaticano con los gobiernos comunistas. Para la TFP: ¿abstenerse? ¿O resistir?"

    En él, las entidades declaraban su respetuoso desacuerdo de cara a "Ostpolitik” conducido por Pablo VI y expugnaban pormenorizadamente sus razones para ello. Todo, dicho de paso, expresado de manera tan ortodoxa que nadie suscitó a propósito cualquier objeción.

    Para resumir en una frase, al mismo tiempo toda su veneración al Papado y la firmeza con la cual declaraban su resistencia a la "Ostpolitik Vaticana", la TFPs dijeron al Pontífice: "Nuestra alma es suya, nuestra vida es suya. Pídanos lo qué desee. Solamente no nos pida que crucemos los brazos ante el lobo rojo que embiste. A esto nuestra conciencia se opone".

    Recordé esta frase con especial tristeza, leyendo una carta escrita por JPII al cardenal de Willebrands (Osservatore Romano 6-11-83), a propósito del quingentésimo aniversario del nacimiento de Martín Lutero, y firmada en el día 31 de octubre p.p., fecha del primer acto de la rebelión de la herejía, en la iglesia del castillo de Wittenberg. Está ella marcada de tanta benevolencia y amenidad, de que me pregunté si el destinatario se olvida de las blasfemias terribles que los apóstatas lanzaran contra Dios, Cristo Jesús Hijo de Dios, o el Santísimo Sacramento, la Virgen María o el propio Papado.

    Lo cierto es que él no las ignora, pues están al alcance de cualquier católico culto, en libros del buen quilate, que todavía no son hoy difíciles de conseguir.

    Tengo en la mente dos de ellos. Uno, nacional uno, es "La iglesia, la Reforma y la Civilización ", del gran jesuita Pe. Leonel Franca. Sobre el libro y el autor, el silencio eclesiástico oficial va a bajar el polvo. El otro libro de los más conocidos historiadores franceses de este siglo, de Funk-Brentano, miembro del instituto de Francia, y a propósito se sospecha protestante.

    Comencemos por citar los textos de la obra de este último: "Lutero " (Grasset, París, 1934, 7ª ed., 352 pp). Vamos directamente a esta blasfemia sin nombre: " Cristo – dice Lutero – cometió adulterio por primer vez con la mujer de la fuente, de que nos habla Juan. Eso se murmuraba en torno a él: " ¿Qué hizo, después, con ella?". Más adelante con Magdalena, después que con la mujer adultera, que absolvió tan livianamente. Así, Cristo, tan piadoso, también fornicó, antes de morir " (Propos de table ", del nº 1472, del ed. de Weimar 2107 - cfr. op. cit.pag 235).

    Leído esto, no nos sorprende que Lutero piense - como señala Funck-Brentano - que "ciertamente Dios es grande y poderoso, bueno y misericordioso (...) y estúpido. "Deus est stultissimus". Es un tirano. Moisés actuaba movido para su voluntad, como su lugarteniente, como verdugo que nadie sobrepasara o incluso igualara en asustar, espantar y martirizar a las personas del pobre mundo". (op. cit. pag 30).

    Está escrito en tal coherencia con esta otra blasfemia, que la cara del Dios verdadero responsable de la traición de Judas y la rebelión de Adán: " Lutero - comenta Funck-Brentano - llega para declarar que Judas, cuando traen a Cristo, actuaba bajo decisión imperiosa del Todopoderoso. Su voluntad (de Judas) fue dirigida para Dios; Dios movido con su omnipotencia. Adán apropiado, en el paraíso terrestre, era movido a actuar como lo hizo. De tal modo fue colocado por Dios en una situación que era imposible no caer ". (op. cit. 246)

    Coherente en esta secuencia abominable, un folleto de Lutero titulado "Contra el pontificado romano establecido por el diablo", de 1545, llamaba al papa, " Santísimo", según costumbre, pero "infernalísimo", y agregaba que el Papado se reveló siempre sediento de sangre.

    No asusta que, movido por tales ideales, Lutero escribió a Melanchton, a propósito de las persecuciones sangrientas de Enrique VIII contra los católicos en Inglaterra: "Es lícito encolerizarse cuando se sabe que esta especie de traidores, ladrones y asesinos son papas, son cardenales y legados. Prubese a Dios que varios reyes de Inglaterra se empeñarán en acabar con ellos" (op. cit. p. 254)

    Por eso mismo exclamó el también: "¡Basta de palabras: el hierro! ¡El fuego!" y agrega: "Castigamos a los ladrones con la espada, porqué no agarrar al papa, a los cardenales y a toda la cuadrilla de la Sodoma romana y lavar las manos en su sangre " (op.cit.p.104).

    Este odio de Lutero lo acompañó hasta el final de su vida. Afirma Funck-Brentano: "Su ultimo sermón público, en Wittenberg el 17 de enero de 1546: fue el último grito de maldición contra el Papa, el sacrificio de la misa, y el culto a la Virgen" (op.cit. p. 340)

    No asusta que los grandes perseguidores de la Iglesia hayan festejado la memoria de él. Así "Hitler ordeno proclamar fiesta nacional en Alemania la fecha conmemorativa del 31 de octubre de 1517, cuando el rebelde agustino colocó en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenberg las 95 famosas proposiciones contra la supremacía y las doctrinas pontificias" (op. cit. p. 272).

    Con rencor de todo el ateísmo oficial del régimen comunista, el Dr. Erich Honnecker, presidente del consejo del estado y del consejo de la defensa, el primer hombre de la República Democrática Alemana, aceptó a la jefa del comité que, en plena Alemania comunista, organizara las conmemoraciones de Lutero en este año (cf. "German Comments", de Osnabrück, de Alemania Occidental, abril de 1983).

    Que el religioso apóstata haya despertado tales sentimientos en líder nazista, como más recientemente en un líder comunista, no puede ser más natural.

    Nada más desconcertante y vertiginoso, que lo ocurrido en la reciente conmemoración del quingentésimo aniversario del nacimiento de Lutero en un escuálido templo protestante de Roma, en el día 11 del presente.

    De este acto festivo, de amor y admiración a la memoria del hereje, participó el prelado que el cónclave de 1978 eligió Papa. ¡Y al cual cabría, por lo tanto, la misión de defender, contra herejías y herejes, los nombres de los santos de Dios y Cristo Jesús, la Santa Misa, la Sagrada Eucaristía y el Papado!

    “Vertiginoso, sorprendido" - gimió, a tal propósito, mi corazón de católico. Eso que, sin embargo, con esto redobló la fe y veneración por el Papado.
    LUX dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Lutero, no y no

    Es francamente vergonzoso. ¿Qué habrán hecho los herejes por Chile para que les den un día feriado, y menos a ellos que no celebran días de santos ni nada por el estilo ni creen en ello? ¿Tanta influencia tienen ya? ¿O no será que el gobierno socialista quiere ganarse sus simpatías y sus futuros votos, dado que aunque sean minoría ya son un porcentaje importante de la población, y no solo en Chile, sino por todo el continente? De lo contrario no se explica que con una presidenta agnóstica hagan estas cosas, no es que ella sea evangélica ni nada por el estilo. Estos hereje están echando a perder toda Hispanoamérica. Espero que otros países no imiten el ejemplo de Chile.

    A propósito, que Lutero clavara sus famosas tesis en la puerta del castillo de Wittemberg probablemente no es más que una leyenda. Un mito fundacional del protestantismo.

  3. #3
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    Re: Lutero, no y no

    Estimado Hyeronimus,
    Es realmente vergonzoso. En nuestro país, el proceso revolucionario ha marchado más lento que en otros, por una protección de Nuestra Señora del Carmen. Sin embargo, las cosas parecen tomar una mayor velocidad, este es un ejemplo. En lo práctico, me parece una maniobra ecumenista (promovida por socialistas ateos...) para ganar votos, dado el desprestigio de la coalición de gobierno. Los evangélicos son cada día más en nuestro país y son un "mercado" suculento para el gobierno.
    Atte.
    JZ

  4. #4
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    Re: Lutero, no y no

    Lutero, el perfecto herejeJosé María IRABURU
    El próximo 31 de octubre se cumplirá un nuevo aniversario de las 95 tesis clavadas en 1517 por Lutero en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Son varias las publicaciones recientes sobre Lutero, en las que se le muestra como enamorado de la Biblia y difusor de la misma en el pueblo, reformador de una Iglesia romana corrompida en su tiempo, etc. Parece, pues, oportuno hacer algunas verificaciones.
    No fue reformador de costumbres, sino de doctrinas. La tesis de que la decadencia moral de la Iglesia, bajo los Papas renacentistas, había llegado a un extremo intolerable, y que Lutero encabezó a los «protestantes» contra esta situación, exigiendo una «reforma», es falsa, y ningún historiador actual es capaz de sostenerla. Entre otras razones, porque el mismo Lutero desecha esa interpretación de su obra en numerosas declaraciones explícitas: «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías».
    Lutero combatió con todas sus fuerzas la doctrina de la Iglesia Católica. Para empezar, arrasó con la Biblia, ya que dejándola a merced del libre examen, cambió la infalible y única Palabra divina por una variedad innumerable y contradictoria de falibles palabras humanas. Se llevó por delante la sucesión apostólica, el sacerdocio ministerial, los obispos y sacerdotes, la doctrina de Padres y Concilios. Eliminó la Eucaristía, en cuanto sacrificio de la redención. Destruyó la devoción y el culto a la Santísima Virgen y a los santos, los votos y la vida religiosa, la función benéfica de la ley eclesiástica.
    Dejó en uno y medio los siete sacramentos. Afirmó, partiendo de la corrupción total del hombre por el pecado original, que «la razón es la grandísima puta del diablo, una puta comida por la sarna y la lepra». Y por la misma causa, y con igual apasionamiento, negó la libertad del hombre, estimando que «lo más seguro y religioso» sería que el mismo término «libre arbitrio» desapareciera del lenguaje. Como lógica consecuencia, negó también la necesidad de las buenas obras para la salvación. En fin, con sus «respuestas correctas», según escribe un autor de hoy, destruyó prácticamente todo el cristianismo, destrozando de paso la cristiandad.
    Fue el mayor insultador del Reino: «Toda la Iglesia del Papa es una Iglesia de putas y hermafroditas», y que el mismo Papa es «un loco furioso, un falsificador de la historia, un mentiroso, un blasfemo», un cerdo, un burro y todos los actos pontificios están «sellados con la mierda del diablo, y escritos con los pedos del asno-papa». Podrían llenarse innumerables páginas con frases semejantes o peores. Los teólogos católicos del tiempo de Lutero rechazaron sus tesis, ganándose de su parte los calificativos previsibles. La Facultad de París es «la sinagoga condenada del diablo, la más abominable ramera intelectual que ha vivido bajo el sol». Y los teólogos de Lovaina son «asnos groseros, puercos malditos, panzas de blasfemias, cochinos epicúreos, herejes e idólatras, caldo maldito del infierno». Y añadía: «Soy yo quien lo afirmo, yo, el doctor Martín Lutero, hablando en nombre del Espíritu Santo[...] No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aun los ángeles. Quien no escuche mi doctrina no puede salvarse».
    Con ocasión del levantamiento de los campesinos, que exigían, primero por las buenas y luego por las malas, lo que estimaban que eran sus derechos, escribe Lutero una durísima invectiva: «Al sedicioso hay que abatirlo, estrangularlo y matarlo privada o públicamente, pues nada hay más venenoso, perjudicial y diabólico que un promotor de sediciones». Muy suave fue, en cambio, con los poderosos príncipes alemanes, a fin de ganar su favor. Los resultados de la predicación de Lutero fueron devastadores en la moral del pueblo, y él mismo lo reconoce: «Desde que la tiranía del Papa ha terminado para nosotros, todos desprecian la doctrina pura y saludable. No tenemos ya aspecto de hombres, sino de verdaderos brutos». De sus seguidores afirmaba que «son siete veces peores que antes».
    A Zwinglio le escribe espantado: «Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo era tranquilidad, ahora hay dondequiera sectas y facciones [...] Me veo obligado a confesarlo: mi doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas frecuentemente me aterran». Y aún preveía desastres mayores. Un día le confió a su amigo Melanchton: «¿Cuántos maestros distintos surgirán en el siglo próximo? La confusión llegará al colmo». Así fue. Y así ha sido en progresión acelerada, hasta llegar a la gran apostasía actual de las antiguas naciones católicas.




    http://www.larazon.es/77773/noticia/...erfecto_hereje

  5. #5
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    Re: Lutero, no y no

    Por cierto, los libros del P. Iraburu (autor del artículo) son muy recomendables y se pueden leer en Internet. Están en las páginas de Gratisdate y Mercaba.org

  6. #6
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    Re: Lutero, no y no

    Hola, me gustaría citar en nuestro blog El Cruzado www.elcruzado.org esta nota, ¿será posible? no sé como contactar al autor.
    Atte.
    JZ

  7. #7
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    Re: Lutero, no y no

    Copie y pegue el artículo como hice yo, identificando la procedencia.


    http://www.larazon.es/77773/noticia/...erfecto_hereje

  8. #8
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    Re: Lutero, no y no

    Lutero sigue Lutero


    Le vieron arder entre llamas cuando murió. Eso contaron algunos visionarios, en aquellos tiempos en que había visiones y el Purgatorio suplía a la Inquisición cuando esta no llegaba porque no la dejaban llegar. Pero fue así y se contó mucho: Al ex-agustino Martín Lutero heresiarca mayor (y duradero) de la Cristiandad moderna le vieron en llamas vivas. Y no se dudaba de eso, aunque no se viera en cinemascope y para todos los públicos. Pero se le vio.
    .
    Sucede que, de un tiempo a esta parte, hay un extraño interés por exculpar a Lutero, como si se quisiera mitigarle el ardor de las llamas vivas. No sé. En la audiencia de ayer Miércoles a los peregrinos, en la Sala Nervi, Benedicto XVI comentaba a San Pablo, en el marco del Jubileo Paulino. Para testar la doctrina sobre la justificación, remacha que Lutero la entiende mal cuando hace de la "sola fides" el eje de su doctrina (herética). Aunque el "herética" apostillando es mio y no de B16, ese es el sentido de la catequesis papal. Aquí está en el original italiano. Y este es el resumen de Zenit (regularcillo, como de costumbre, por mano y hechura de la redactora). En resumen, un tema apropiado al Año Paulino, con una oportuna y clarificadora referencia a Lutero, que entendió, comentó y enseñó mal a San Pablo.

    Las herejías que en el mundo han sido lo fueron (o lo son) por exceso o por defecto. Es decir, que algunos se quedan cortos y otros se pasan al confesar, entender y/o exponer el Credo. También hay cierta heterodoxia "de omisión", que callando oculta lo que debe ser expuesto y proclamado íntegro. Las más de las veces, las herejías han sido primero "personales" y luego "eclesiales", en el sentido de que empezaron con uno que las pensó, luego las aceptó, después las enseñó y finalmente las divulgó, infectando más o menos y según a una parte de la Iglesia.

    Si el hereje no se corrigió y/o no fue corregido, la consecuencia histórica suele ser un cisma, una parte del pueblo cristiano que se erige autónomamente desafiando a la Iglesia y su Magisterio. Lo personal pasa a ser institucional y perdura más o menos en el tiempo, con consecuencias más o menos graves y/o definitivas. Así, la "reforma" protestante protagonizada por Lutero y su entorno significó la más grave agresión a la Iglesia desde las antiguas herejías trinitarias y cristológicas que dividieron a la Iglesia entre los siglos IV-VIII.

    El llamado "Cisma de Oriente" fue un episodio más bien de controversia y ruptura intra-eclesial-jerárquica, porque el Dogma y los Sacramentos quedaron los mismos y reconocidos tanto por la Ortodoxia bizantina como por la Catolicidad romana, a pesar de la separación. Por su parte, la reforma protestante no sólo fue un rechazo-rebelión anti-jeráquico-papal-romano, sino que incluía una explícita heterodoxia respecto a partes importantes del Dogma y la Tradición, junto con una negación bien definida de los Sacramentos y su doctrina.

    Otra diferencia entre uno y otro caso es que el Cisma de Oriente se consuma durante un período de varios siglos de controversias y tensiones, mientras que la reforma protestante prende en Europa en menos de cincuenta años, evolucionando y generando nuevas formas religiosas que extremaban los mismos planteamientos de su génesis luteranista. No sólo tuvo como efecto la disgregación de la Cristiandad Occidental, sino que desencadenó el "replanteamiento" de los estados europeos, marcados desde entonces por el tráuma que hizo del Occidente Cristiano un conflictivo mosáico de naciones y confesiones.

    Entiendo que los católicos que hablan de "rehabilitar" a Lutero, lo hacen desde una benévola comprensión del personaje y su obra, pero obviando gran parte de la obra y el personaje. Del "mejor" Lutero se podría admirar su pasión por la Sagrada Escritura y su sinceridad espiritual, ansiosa de Gracia. Lo que excluye, sin embargo, es tan sustancial para la Iglesia que apenas queda posibilidad de "comunión" salvo un escueto Credo trinitario-cristológico, una reducción de la Iglesia al mínimum quasi pre-niceno que ha derivado en las sectas radicales hacia formas más veterotestamentarias que eclesiales.

    Cuando empecé a estudiar la Historia de la Iglesia, descubrí la magnitud humana y cristiana de muchos de los "contradictores" del Dogma, desde Arrio a Eutiques, pasando por lo discutible de Orígenes y Tertuliano. Pero siempre admiré más a los Atanasios y los Cirilos y los Flavianos y los Crisóstomos. Me convencí que ser fiel es más valeroso (y dificil) que ser "innovador", y sobretodo es lo propio del verdadero discípulo consciente de que ha "recibido una tradición". Newman también se convenció de la firme estabilidad de Roma frente a la deriva de fe que supuso la mutación protestante.




    Desde que Denifle y Grisar publicaron sus ensayos-biografias de Lutero, la historiografía católica perfiló un personaje que no cabía en el concepto del "santo cristiano", a pesar de su humana sinceridad, "apasionadamente" cristiana.

    No me imagino a Lutero entre llamas, como le vieron algunos. Pero entre los Santos, tampoco. Admirar parte de algo no supone reconocerle ejemplaridad. En absoluto.

    Un rayo de luz no basta para iluminar la hondura de una caverna, aunque sea luz.
    .

    p.s. En las ilustraciones, el dibujo-retrato de Cranach, con Martín Lutero todavía fraile agustino; y dos fotos de la máscara mortuoria y manos de Lutero, en la S. Martinkirche de Halle (estuvieron mucho tiempo "reservadas", pero actualmente estan expuestas a los visitantes).

    http://exorbe.blogspot.com/2008/11/l...ue-lutero.html

  9. #9
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    Re: Lutero, no y no

    Desde luego, la cara es el espejo del alma. El verdadero rostro del heresiarca nada tiene que ver con el Lutero sonriente y bonachón que suele verse en los cuadros.

  10. #10
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    Re: Lutero, no y no

    Lutero es Lutero (y eso no hay quien lo enmiende)



    Sobre Martín Lutero pienso lo que un católico consciente ha pensado al respecto toda la vida. No hay ni habrán variaciones que me hagan mudar la opinión porque el caso Lutero es un caso cerrado que no admite retoques porque la historia y sus personajes no están al alcance de los correctores, no se editan. Ni la Iglesia puede des-condenar lo que se condenó justa y oportunamente.

    Me adelanto con esto al temido y previsible brote de luteranitis que parece va a afectarnos con motivo de la visita de Benedicto XVI a Alemania. Haber nacido en Alemania, como Lutero, no quiere decir nada más que eso; como - p. ej. - yo nací en España como Prisciliano, y ya está. Compartir geografía no obliga a nada. No sé si me exlplico.

    El Papa, que es cabeza visible de la Iglesia, es, en este sentido, el primero que debe mantener las distancias entre lobos y ovejas. Si comprendo que en el s. XXI no sea justificable (hasta ahora) que armemos 'guerra de religión' contra los luteranos (hasta cierto punto víctimas en segundo grado del pecado de sus antepasados), a la vez mantengo la necesidad de llamar hereje al hereje y herejía a la herejía, porque tal cual permanecen los autores originales del protestantismo y tal cual siguen las doctrinas que inventaron. Todo lo que no sea claramente esto sería inducir a la confusión y al error, como desde un tiempo a esta parte ha pasado tantas veces.

    Hará unos tres años, en otro blog que tenía abierto por ahí, no recuerdo por qué, escribí este articulete que me parece oportuno poner ahora aquí. Titulé el articulillo 'La Máscara de Lutero' y decía esto:


    En la Marktkirche de Halle se conserva desde 1545 la Totenmaske (máscarilla mortuoria) de Lutero. Un horror. Pero un horror verídico y testimonial que ha conservado en cera policromada las facciones reales del hombre que fragmentó Europa.

    La "reforma" progresó por circunstanciales razones políticas, más por coyunturas nacionales y por intereses del momento que por convicción de los afectados. Como en otros brotes reformistas de la Edad Media (el luteranismo es el pollo del huevo que pusieron los heresiarcas del XIV-XV), lo de Lutero pudo haber acabado en un tribunal y una hoguera. Pero sucedió en aquel Imperio con aquellos Príncipes y cuando aquella Roma. Unos aprovecharon la oportunidad y otros no calibraron la gravedad de los acontecimientos.

    Aparte de la Iglesia, las consecuencias las pagó (y sigue pagando) Europa, tan herida y dividida por el tráuma luterano. Desde aquellos fatídicos años, por ejemplo, la emergente Alemania (sin ser todavía Alemania) sería protagonista omnipresente en todos los conflictos de armas que explotan en el Viejo Continente, desde la Guerras del Imperio hasta la 2ª Guerra Mundial. Un desastre que no se entiende sin el previo "catalizador" del luteranismo-protestantismo y sus derivados.

    Recien estrenado el pasado siglo XX los historiógrafos católicos, el dominico Henry Denifle (1904) y Hartmann Grisar S.J. (1908) trazan un perfil bastante definitivo de Martín Lutero, tan real como la Totenmaske de la Marktkirche. Estas dos biografías-ensayo supusieron un shock para el mundo luterano, que se enfrentó de golpe con la realidad cruda y dura de su fundador, hasta entonces más o menos "ignorada".

    Después del Vaticano IIº, el ecumenismo filo-protestante ha intentado "suavizar" perfiles, juicios, sumarios y conclusiones. Pero el Lutero que fue sigue siendo el mismo Lutero. Y no hay otro.

    Hace unos dias un amigo recordaba aquellos testimonios horripilantes de los que vieron aparecer a Lutero ardiendo entre llamas, atormentado. Fueron visiones de visionarios, que corrieron por toda Europa al saberse la noticia de la muerte del reformador.



    Como supongo la posibilidad de arrepentimiento y la gracia in extremis para cualquier pecador y desconozco el juicio último del Justo Juez, no quiero imaginarme a Martín Lutero entre llamas; pero me parece falsear al hombre y su obra presentarlo como un modelo o un ejemplo, estando el personaje tan lejos del ideal del "santo cristiano". A estas alturas de la historia, el tiempo puede distorsionar o causar espejismos que pueden valer para un novelorio, pero que no son aptos para evaluar la historia y sus protagonistas.

    Mucho menos, para fantasear a costa de la Iglesia. Si la justificación es el ecumenismo, considérese que estamos intentando pegar el cántaro que Lutero rompió. Y faltan piezas esenciales para reconstruir una unidad que históricamente parece irreparablemente perdida.

    Desgraciadamente.

    ==================================

    Esto fue lo que escribí en aquel articulete. Aqui, en Ex Orbe, escribí un articulo distinto, pero parecido, que titulé Lutero sigue Lutero, donde decía, con otras palabras, más o menos lo mismo.

    Esto que escribo ahora es para decir lo mismo, también.


    +T.

    EX ORBE
    Erasmus dio el Víctor.

  11. #11
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    Re: Lutero, no y no

    Diálogo Ecumênico entre Lutero e Satanás

    Diálogo Ecumênico
    entre Martinho Lutero,
    Doutor do Pecado Triunfante,
    e Satanás,
    Príncipe das Trevas
    e Pai da Mentira






    Texto editado originalmente pela
    Revista Sel de La Terre
    Avrillé/França


    Tradução: Euro Barbosa de Barros


    Capa: Alden J. A. Araújo


    Diagramação: Design (Marcu Túlio C. Oliveira)


    Ia. Edição - Novembro 2005 - 3000 exemplares


    Editor: Francisco Almeida Araújo
    Caixa Postal 153 - CEP 75001-970


    Obs: O título para este livro foi dado pelo editor.







    A CONFERÊNCIA ENTRE LUTERO E O DIABO


    (Parte I)




    N.d.t.: traduzimos para o português a tradução francesa deste documento, tal como foi publicado na revista “Sei de la Terre”, n°4.
    N.d.r.: publicamos aqui a tradução francesa da conferência entre Lutero e o diabo, tal como foi publicada, em 1875, por Isidore Lisieux (Paris). Trata-se de uma reedição da obra publicada, no final do século XVII, pelo padre de Cordemoy (Paris, 1681, 1684, 1701, in - 12) e reimpressa por Lenglet-Dufresnoy, em 1715, no seu “Recueil de Dissertations sur les Apparitions, les Visions et les Songes”[1] (Paris, 4 vol. in - 12). Esta última edição foi acompanhada de notas de Lenglet-Dufresnoy e comentários do padre de Cordemoy que confirmaram a veracidade deste relato e responderam à argumentação que os luteranos tentaram opor a fim de refutar o texto. Pareceu-nos que nesta época de ecumenismo e “Missa Nova”, extensamente inspirada nas idéias de Lutero, esta peça deva ser juntada ao respectivo dossiê.




    A Conferência entre Lutero e o Diabo



    Narrada pelo próprio Lutero, no seu livro “Da missa privada[2] e da piedade dos padres[3].
    Aconteceu-me certa vez, acordar-me em sobressalto no meio da noite: Satanás ali estava e, sem perder tempo, abriu uma discussão.
    “Escute-me Lutero, doutor sapientíssimo, disse-me ele. Tu sabes que, durante quinze anos, celebraste missas privadas; que dirias, se soubesses que essas missas privadas eram uma horrível idolatria? Que dirias, se o corpo e o sangue de Cristo não estivessem ali presentes, e, que, não tivesses adorado, e feito adorar, nada mais do que pão e vinho?”
    Eu lhe respondi[4]: “Fui ordenado padre, recebi a unção e a consagração das mãos do bispo, e fiz tudo isso em obediência às ordens dos meus superiores. Por que não teria consagrado, posto que pronunciei seriamente as palavras de Cristo, e, tenho celebrado essas missas com grande seriedade? Tu bem o sabes”.
    “Tudo isso é verdade, disse-me, porém os turcos, e os pagãos, também fazem essas coisas nos seus templos, por obediência; eles realizam com muita seriedade suas cerimônias. Os padres de Jereboão também fizeram todas as coisas com um grande zelo e conscienciosamente, ao contrário dos verdadeiros padres de Jerusalém. Que dirias, se tua ordenação e consagração fossem tão falsas quanto as dos padres turcos e samaritanos, por ser seu culto falso e ímpio?”
    “Primeiramente, deves saber – prossegue - que não tinhas, então, nem conhecimento de Cristo, nem fé verdadeira, e, naquilo que se refere à fé, não valias mais que um turco. Porque o turco[5], e até mesmo todos os diabos, crêem em aquilo que se conta sobre Cristo: que ele nasceu, foi crucificado, morreu, etc. Mas, nem o turco, nem nós outros espíritos reprovados, temos confiança na sua misericórdia, não o reconhecemos como nosso Mediador ou Salvador; ao contrário, temos horror dele, como de um juiz cruel”.
    “Assim era sua fé, tu não tinhas outra[6] quando recebeste a unção do bispo; e, todos aqueles que dão a unção, como aqueles que a recebem, pensam assim, e não de outro modo, sobre Jesus Cristo”.
    “É porque, vos afastando de Cristo, como de um juiz cruel, tendes recorrido à Virgem Maria e aos Santos[7]; estes eram vossos mediadores entre Cristo e vós. Eis como arrancaram a glória de Jesus Cristo[8]. É isto que nem tu[9], nem qualquer outro papista poderá negar. Então, vós fostes ungidos, consagrados e tonsurados, e sacrificastes na missa como pagãos, e não como cristãos. Como. portanto, pudestes consagrar numa tal missa, ou celebrar verdadeiramente a missa? Não havia ali nenhuma pessoa com poder consecratório, e isto não é, segundo vossa própria doutrina, um vício essencial?”
    “Em segundo lugar, foste ordenado padre, e abusaste da missa contra sua instituição, contra o pensamento e o desejo do Cristo que a instituiu. Porque Cristo quis que o sacramento fosse distribuído entre os fiéis que comungam, e, que ele fosse dado à Igreja para ser comido e bebido. O verdadeiro padre, de fato, é constituído ministro da Igreja para pregar o verbo e conferir sacramentos, como disseram Cristo na ceia, e, São Paulo, na sua primeira Epístola aos coríntios (cap. II), onde trata da ceia do senhor. Vem daí que os antigos a chamaram comunhão, porque, de acordo com a instituição de Cristo, não é somente o padre que deve usar o sacramento, mas todos os outros cristãos seus irmãos, com ele. E tu, durante quinze longos anos, sempre, ao dizer a missa, guardaste o sacramento para ti somente, não o comunicaste aos outros. Ainda mais, era-te proibido[10] dá-lo completo. Que sacerdócio havia então? Que missa e qual consagração? Que tipo de padre és, que não foste ordenado pela Igreja, mas por ti mesmo? Eis, na verdade, uma unção da qual Cristo nada sabe, e que ele não reconhece”.
    “Em terceiro lugar, o pensamento e o desejo de Cristo, suas palavras os indicam suficientemente, são no sentido de que se fazendo uso do sacramento, anunciamos sua morte. “Fazei isto”, disse, em memória de mim, e, como acrescenta São Paulo, até que ele venha. E tu, dizedor[11] de missas privadas, em todas as tuas missas, tu não pregaste ou confessaste, uma só vez, o Cristo; reservaste só para ti o sacramento[12], e, as palavras da ceia, as resmungaste só para ti, entre dentes, como se as assobiasse. Foi isto que Cristo instituiu? Seriam estes os atos que fariam ver em ti o padre de Cristo? E isto se comportar como um padre cristão e piedoso?
    Foi para isto que foste ordenado?”
    “Em quarto lugar, está claro que o pensamento e o desejo, a instituição, de Cristo, consistem na participação dos demais cristãos no sacramento. Mas tu, tu recebeste a unção, não para distribuir o sacramento, mas para sacrificar, e, contra a instituição de Cristo, fizeste da missa um sacrifício. É isto mesmo, aliás, o que significam, claramente, as palavras do ordenador, visto que, segundo o rito tradicional, quando ele põe o cálice entre as mãos do novo padre, declara: “Recebe, diz ele, o poder de consagrar e sacrificar para os vivos e mortos'. Que perversidade, ó infelicidade! Quanta infâmia nessa unção, nessa ordenação! Eis uma carne, eis uma bebida que Cristo instituiu para toda a Igreja, para todos aqueles que o comungam com o padre, e tu realizas, tu, um sacrifício propiciatório diante de Deus? Ó abominação que ultrapassa todas as abominações!”
    “Em quinto lugar, o pensamento e o desejo de Cristo, já o dissemos, são que o sacramento seja distribuído na Igreja, e aos comungantes, para levantar e reforçar sua fé contra as diversas tentações do pecado, do diabo, etc, e, também, para renovar e pregar os benefícios de Cristo. Mas tu o consideraste como uma coisa muito pessoal, que poderias fazer sem os outros, ou comunicar-lhes tua fantasia, seja gratuitamente, seja por dinheiro. Eu te pergunto, o que podes negar de tudo isto? Assim, aí está o padre que foste, sem Cristo, não a fim de conferir o sacramento aos outros, mas a fim de sacrificar para os vivos e para os mortos! Não, tu não pregaste o Cristo na tua missa, não fizeste, em suma, aquilo que Cristo instituiu. Ora! Não vês que foste ungido e ordenado pelo bispo contra Cristo, não te é evidente que tua unção e tua ordenação são ímpias, falsas e anticristãs? Eu sustento, pois, que tu, simplesmente, ofereceu, adorou, e fez adorar pelos outros, pão e vinho[13].
    “Vês agora que, na tua missa falta, primeiro que tudo, uma pessoa que tenha poder de consagrar, isto é, um homem cristão. Em segundo lugar, que falta uma pessoa para quem se consagre e a quem se deva conferir o sacramento, isto é, a Igreja, o resto dos fiéis e o povo. Porém, tu, ímpio, tu, ignorante do Cristo, estás lá de pé, sozinho[14], e imaginas que é por ti que o Cristo instituiu o sacramento e que te basta dizer uma palavra na missa para produzir, incontinente, o corpo e o sangue do Senhor; quando em lugar de seres um membro de Cristo, és seu inimigo. Em terceiro lugar, falta nela o espírito, a intenção, o fruto e a prática do sacramento, todas as coisas em vista das quais Cristo a instituiu. Porque Cristo instituiu o sacramento em proveito da Igreja para ser comido e bebido, para fortalecer a fé dos fiéis, para pregar e exaltar, na missa, os benefícios de Cristo. Agora, dá tua missa para ti. ninguém, no resto da Igreja, nada conhece; tu não dizes nada, não dás nada a ninguém[15]; sozinho no teu canto, silencioso e mudo, tu comes só, bebes só, ignorante da palavra de Cristo, incrédulo, indigno, não fazes comungar ninguém contigo, e, segundo o costume que vos é caro, a vendes por dinheiro, como se fosse um bom trabalho[16]”.
    “Portanto, se não és a pessoa que pode e deve consagrar; se, do mesmo modo, não há ninguém em tua missa, para receber o sacramento; se, ainda mais, confundes, destróis ou desnaturas completamente a instituição de Cristo, o que são, então, a tua unção, tua missa e tua consagração, senão blasfêmias e tentações a Deus? Donde se deduz que não és padre de verdade, nem o pão é verdadeiramente o corpo de Cristo”.
    “Farei uma comparação: suponhamos que se administre lá onde não haja ninguém para batizar; que um bispo, por exemplo (segundo o costume ridículo[17] que ocorre entre os papistas), ache por bem batizar um sino ou uma campainha, isto é, coisas que não podem e nem devem ser batizadas: dize-me, te peço, seria isso um batismo verdadeiro? Forçosamente hás de convir que não. Porque, quem poderia batizar aquele que não existe[18], ou quando não existe alguma pessoa apta a ser batizada? Que espécie de batismo seria se, vertendo a água, eu pronunciasse aos ares estas palavras: Eu te batizo em nome do Pai, do Filho e do Espírito Santo? Quem, pois, neste caso, receberia a remissão dos pecados, ou o Espírito Santo? O ar ou o sino? Não há, pois, batismo, é evidente, ainda que as palavras do batismo sejam pronunciadas, ou a água seja vertida, porque faltou uma pessoa que pudesse receber o batismo. Pois bem, que dirias se na missa ocorresse o mesmo, se pronunciasses palavras, crendo receber o sacramento, e que, no entanto, não recebesses senão pão e vinho? Porque, a pessoa que deve receber, a Igreja, está ausente; e tu, ímpio, tu, incrédulo, não és mais capaz de receber o sacramento quanto o sino o é de receber o batismo; enfim, tu não és nada quanto ao sacramento[19]”.
    “Dirás, provavelmente: é verdade, não confiro o sacramento aos outros membros da Igreja, mas eu próprio o tomo, eu mesmo me confiro. E há muitos entre os outros que, quão incrédulos que sejam, recebem o sacramento ou o batismo; e, no entanto, é um verdadeiro batismo, um verdadeiro sacramento que eles recebem. Por que, então, não haveria na minha missa um verdadeiro sacramento? Mas, isto não é a mesma coisa: no batismo, de fato (mesmo quando é conferido em caso de urgência), há, pelo menos duas pessoas: a que batiza e a que deve ser batizada, e, freqüentemente, muitos outros membros da Igreja. E a função daquela que batiza é tal que ela comunica algo às outras pessoas da Igreja, em vez de tomá-la por ela somente, em detrimento das demais, como tu fazes, tu, na tua missa. Enfim, todos os acessórios da obra principal estão aqui, segundo a ordem e a regra da instituição de Cristo; tua missa, ao contrário, é oposta à instituição de Cristo[20]”.
    “Em segundo lugar, por que não ensinais que se pode batizar a si mesmo? Por que condenais um batismo dessa espécie? Por que rejeitais a confirmação que, segundo vossos ritos, não se daria a si mesmo? Por que a ordenação não valeria nada, se qualquer um se ordenasse padre ele próprio? Por que não haveria absolvição, se se absolvesse a si mesmo? Por que não haveria unção, se um doente terminal se desse a si mesmo, de acordo com as formas utilizadas por vós? Por que não haveria matrimônio, se alguém se desposasse a si mesmo, ou quisesse forçar uma moça, e pretendesse que isso seria um casamento, apesar da moça? Porque, eis aí, com a eucaristia estão os vossos sete sacramentos. Ora, se ninguém pode produzir nenhum dos vossos sacramentos, nem usá-los para si mesmo, como explicas que queiras fazer por si só esse sacramento supremo, a eucaristia?”
    “É verdade, sem dúvida, que o Cristo se encontra, ele próprio, no sacramento, e, que, qualquer ministro que seja, ao conferi-lo aos outros, se toma por ele. Mas, não o consagra por ele só: toma-o em comunhão com os assistentes e com a Igreja, e tudo se passa conforme o verbo de Deus, segundo a ordem e o mandamento de Cristo. Quando falo de consagração, é para perguntar se um padre pode consagrar e realizar o sacramento por si só, porque sei muito bem que, uma vez a consagração feita, ele pode usá-la com os demais: é uma comunhão, e a mesa do Senhor está aberta a todos. Do mesmo modo, quando perguntei se se poderia dar a unção e chamar-se a si mesmo, eu sabia, de resto, que uma vez ungido e chamado, poderia, em seguida, usar da sua vocação. Do mesmo modo, falando de alguém que violasse uma moça, perguntei se bastava ao ímpio chamar de casamento essa conjunção; mas, sei muito bem que se a moça consentir antes em casar-se, a conjunção que se seguir é um casamento”.
    Nessa angústia, nesse debate contra o diabo[21], eu queria resistir ao inimigo com as armas que me eram familiares sob o papado; eu lhe objetei com a intenção e a fé da Igreja, fé e intenção às quais eu me tinha conformado, celebrando missas privadas. Admitindo, disse, que eu estivesse enganado na minha fé, e no meu pensamento, assim ele estaria certo de que a fé da Igreja, o pensamento da Igreja têm sido o que deveriam ser.
    Porém, Satanás, com mais força e veemência:
    “Ah, é isto, disse-me, faça-me, então, ver onde está escrito que um ímpio, um incrédulo, pudesse oficiar no altar de Cristo e consagrar, realizar o sacramento na fé da Igreja[22]? Onde foi que Deus prescreveu ou ordenou isso? Como provarás que a Igreja te comunica sua intenção para que digas tua missa privada? E se, agora, não possuis o verbo de Deus, se tua doutrina toda não passa de mentira. Que impudência a vossa! Fizestes tudo isto nas trevas, abusastes do nome da Igreja; e, depois, quereis defender todas essas abominações pretextando a intenção da Igreja: a Igreja não crê nada, não pensa nada fora do verbo e da instituição de Cristo, com muito mais razão ainda contra seu espírito e sua instituição; é o que tenho dito, e São Paulo disse antes de mim, na sua primeira Epístola aos Coríntios (cap. II), comovendo a Igreja e a assembléia dos fiéis: “Nós possuímos o espírito de Cristo”.
    “Ora, de quem aprenderás que tal ou qual coisa é segundo o espírito e a intenção de Cristo e da Igreja, senão do verbo de Jesus Cristo, da doutrina e da confissão da Igreja? Como sabes que, segundo a intenção, e o espírito da Igreja, o homicídio, o adultério, a incredulidade, são pecados mortais, como sabes isto e outras coisas do mesmo gênero, senão pelo verbo de Deus?”
    “Agora, se para conhecer a intenção da Igreja, a respeito das boas ou das más ações, é preciso referir-se ao verbo e ao mandamento de Deus, quanto maior não será a necessidade de perguntar ao verbo de Deus o que ele pensa da doutrina! Por que, então, tua missa privada, ó blasfemador! Contrarias as ordens e as palavras precisas de Cristo? Por que buscar, em seguida, cobrir tua mentira, tua impiedade, com o nome e a intenção da Igreja? É com essas miseráveis cores que enfeitas tuas ficções, como se a intenção da Igreja pudessem ser contrárias às palavras precisas e à instituição de Cristo? Donde te vem essa prodigiosa audácia de profanar o nome da Igreja com uma mentira tão impudente?”
    “Em suma, és dizedor de missas, e tu não fostes consagrado assim, pelo bispo, senão para agir na missa privada contra as palavras precisas e a instituição de Cristo, contra o espírito, a fé e a confissão da Igreja: então, tua unção é tudo o que existe de mais profano; nada tem de santa nem de sagrada. Além do mais, ela é mais vã, mais inútil, e também mais ridícula do que seria o batismo de uma pedra, de um sino, etc.”.
    E, para terminar, acrescentou Satanás:
    “Fica provado que tu não consagraste, mas somente ofereceste pão e vinho, como os pagãos; e, que, num tráfico infame, insultante para a divindade, vendeste tua obra aos cristãos, não servindo, assim, nem Deus, nem Cristo, mas teu ventre”.
    “Qual é, pois, essa abominação, inaudita no Céu e na terra?”
    Este é, mais ou menos, o resumo dessa discussão.


    Capítulo I

    COMENTÁRIOS DO PADRE DE CORDEMOY
    SOBRE A CONFERÊNCIA ENTRE LUTERO E O DIABO



    SE ESTE TEXTO É DE LUTERO


    Não há pessoa de bom senso que não acredite, após ter lido esta conferência, que aqueles que reconhecem Lutero como o primeiro dos seus reformadores, não a tivessem rejeitado como uma peça inautêntica e feita, expressamente, para desacreditar sua doutrina. Entretanto, Deus permitiu, para confundi-los. que o próprio Lutero a escrevesse e que eles a recebem como uma obra dele. Com efeito, o livro onde esta conferência é relatada surgiu[23] na Alemanha de Lutero[24], o qual, longe de lamentar que se tivesse atribuído a ele este livro, por malícia, escreveu[25] a Justo Jonas, seu amigo íntimo, para pedir-lhe que o vertesse para o latim. Essa versão foi feita em 1534 e, após a morte de Lutero, seus discípulos, e principalmente Felipe Melanchton, tiveram o cuidado de incluí-la em suas obras, que foram impressas em latim, em Wittemberg.
    Os calvinistas, bem como os luteranos, reconhecem que esta peça é de Lutero. Hospiniano. que é um historiador calvinista, fala desta conferência, cerca de 1533, nestes termos[26]: ''Neste ano, Lutero publicou seu Livro da missa privada e da consagração dos padres, no início do qual ele relata a conversa que teve com o diabo, no meio da noite, e confessa que foi por esse espírito maligno que ele foi advertido de muitos abusos da missa privada.” Esse autor acrescenta que o resumo desta conferência mostra que Lutero aprendeu, com o diabo, que a missa privada é uma coisa má, e, que, tendo sido convencido pelas razões do diabo, a aboliu.
    O Sr. Drelincourt. Ministro de Charenton, próximo a Paris, disse quase o mesmo[27]: “A serpente ancestral atacou Lutero e prometeu-lhe a vitória. Posto que o servidor de Deus fora padre, e que durante quinze anos tivesse celebrado missas privadas, ele lhe provou, com argumentos invencíveis, que essas missas são contra Deus e as Escrituras divinamente inspiradas”.
    O Sr. Claude[28] dá o mesmo testemunho: “Lutero, disse ele, narra que estando certa vez acordado nas trevas da noite, o diabo se pôs a acusá-lo de ter feito o povo de Deus idolatrar, e de idolatrar ele próprio, durante quinze anos em que disse missas privadas”. O Sr. Claude acrescenta que Lutero foi tomado de uma violenta agitação espiritual, acompanhada de suores por todo o corpo; e, a confusão onde se encontrou, fazendo lhe compreender que sua defesa não foi consistente..., ele resolveu renunciar às missas privadas.
    Finalmente, quando os luteranos da Alemanha reprovam aos calvinistas que Zwinglio aprendeu de um anjo, que não era nem preto nem branco, a explicar, num sentido figurado estas palavras: “Este é o meu corpo”, os calvinistas apóiam essa reprovação referindo-se à conferência do diabo com Lutero.
    É falso, disse Hospiniano[29], que Zwinglio não soubesse que esse anjo era branco ou negro, porque Zwinglio não fala de nenhum anjo; e, se ele falasse, o que queria concluir Hunnius a fim de tomar nossa doutrina absurda? Não sabia ele que Lutero, no sexto tomo das suas Obras, impressas em Iena, na Alemanha, escreveu às folhas 83, não sobre um ANJO, MAS DO PRÓPRIO DIABO, que teve com ele uma conversa durante a noite, e que o informou de muitos abusos da missa dos papistas? Dirá ele que isso seja uma infâmia à seita dos luteranos?
    O mesmo historiador, após relatar o sumário da disputa que o diabo travou com Lutero, disse[30] que os discípulos de Lutero deveriam lembrar-se dessa disputa, e cessar de reprovar a Zwinglio seu SONHO, no qual foi advertido do verdadeiro sentido das palavras da ceia, não pelo DIABO, como Lutero o foi pelos abusos e superstições da missa, mas por um outro ADVERTIDOR, como ele mesmo escreveu.
    E David Paréus, o qual o Sínodo de Dordrecht tanto louvou[31], falando dos luteranos que atribuem ao diabo o sonho de Zwinglio, usa estes termos[32]: “Por que não pensam principalmente naquilo que narra Lutero das suas conversas familiares com o espírito negro, que é o diabo, e nas coisas que ele declara abertamente sobre o que o diabo lhe sugeriu durante essas conferências? Que refutem, pois, a patranha ordinária e o argumento tão batido dos papistas: “Lutero, por seu próprio testemunho, aprendeu com o espírito negro, que é o diabo, as razões pelas quais devia condenar a missa privada e a unção dos padres; portanto, a doutrina de Lutero a respeito da missa é diabólica.” Eis, digo eu, o que é preciso responder. Não podem negar o passado, porque os papistas lhes objetariam com a longa lenda de Lutero, sobre a conferência que teve com o espírito negro que é o diabo, e que ele mesmo descreveu. Mas, vós entendeis gritar imediatamente aos luteranos que isso é um sofisma, posto que a verdade é sempre a verdade e não se transforma em mentira, o que quer que tenha sido proferido, ou sugerido, pelo espírito negro, que é o diabo. Por que isto não teria mais força para Zwinglio, considerando que ele nada diz, como Lutero confessou voluntariamente, que o espírito negro nada lhe sugeriu, e que isto é uma coisa que os seus caluniadores não saberiam como provar?”



    Capítulo II


    OS PROTESTANTES NÃO DEVEM ESCUTAR LUTERO




    Após todos esses testemunhos, não se pode duvidar que essa peça não seja de Lutero. Mas, ao mesmo tempo, há motivo para se admirar que os protestantes, vencidos pela límpida luz da sã e reta razão, tenham podido observar Lutero como um homem do qual Deus se serviu para restabelecer a pureza dos Evangelhos[33], porque não precisa que o senso comum, para ser convencido, não deva mesmo escutar aquele que se gaba de ter aprendido com o demônio aquilo que ensina aos outros. Também verão que os falsos profetas sempre disseram, a fim de dar autoridade às suas palavras, que eles eram inspirados do alto. Foi assim que, apoiando-se em supostas conversas secretas com a deusa Egéria, Numa Pompílio impôs ao povo romano muitas coisas com relação ao culto de falsos deuses. Foi assim que Montano, fingindo ter recebido revelações novas, seduziu tanto os cristãos, e, o próprio Tertuliano, que simulou, antes da queda, um grande zelo pela Igreja. Aqueles que seguiram Maomé não creram nos seus discursos senão porque ele se gabava de ser um grande profeta e porque tinha bastante astúcia para persuadi-los de que o anjo Gabriel falava com ele freqüentemente, da parte de Deus. Porém, sem ir buscar na antiguidade semelhantes exemplos, encontramos no último século, quando tantos impostores se levantaram contra a doutrina da Igreja[34], Carlstad, que foi um dos primeiros discípulos de Lutero, e que rompeu com ele a respeito da eucaristia, ousou declarar, para se fazer também um sectário, que foi do Pai Eterno que ele tinha aprendido o novo sentido que deu às palavras: “Este é o meu corpo.”
    A história, em todos os tempos, ensina que, a fim de atrair a atenção dos homens, é preciso persuadi-los de que aquilo que ouvem vem de Deus, e, jamais houve outros, senão Lutero, que, para se fazer crer, declarasse, como ele fez, que o demônio era o seu mestre. Maomé, por mais que se diga que o anjo Gabriel é seu, todos os cristãos têm horror às suas imposturas. Carlstad, por mais que finja que o Pai Eterno tenha feito com que ele entendesse o sentido das palavras da instituição da eucaristia, tem em Lutero o primeiro a zombar do seu fanatismo[35], e, os protestantes[36], bem como os católicos, o vêem como um insensato. Mas, quando Lutero diz que foi por causa da persuasão do diabo que ele aboliu as missas privadas, então, todos os protestantes o escutam com respeito, o vêem como um apóstolo[37] e sustentam, até mesmo, quando são pressionados, que o demônio lhe revelou uma verdade desconhecida por toda a Igreja. A que desvarios não se está sujeito quando se abandona a doutrina da Igreja, como fizeram os protestantes, para seguir apenas novidades? E não está claro que Deus os entregou a um senso incorreto porque eles mudaram a verdade em mentira[38]?
    De resto, se tivessem o cuidado de consultar as Santas Escrituras, que se gabam seguir com exclusividade, estariam bem protegidos de escutar o que o demônio sugeriu a Lutero, para que ele se perdesse. Assim, o apóstolo São João recomenda aos fiéis[39] não crer em qualquer espírito, mas comprovar se os espíritos são de Deus. Dessa maneira, quando se reconhece que é o demônio que fala, como Lutero nos assegura, é necessário ficar surdo a tudo o que ele diz. São Paulo escreveu aos Gálatas[40] que, se um anjo do Céu anunciar um outro Evangelho diferente daquele que foi anunciado, que seja anátema. Deve-se, portanto, com mais forte razão, rejeitar o que o demônio anuncia contra a doutrina que foi anunciada até então, a todos os fiéis, sobre o sacrifício da missa. O mesmo apóstolo que diz aos Coríntios[41] que Satanás se transforma em anjo de luz para nos enganar, e julgou desnecessário dever adverti-los a não escutar quando falassem com Satanás, reconhecido como tal, porque ele bem sabia que homens razoáveis não se deixariam jamais surpreender pelos discursos desse espírito maligno, quando falasse a descoberto. É, pois, de pasmar que Lutero, sabendo que era mesmo Satanás quem lhe falava, que o houvesse escutado com tanta submissão, e, ainda pasmoso, que todos os protestantes tenham podido se persuadir de que Lutero foi enviado por Deus para reformar a Igreja, depois de lhes ter assegurado que Satanás é o primeiro doutor dessa nova reforma.
    Finalmente, os protestantes não poderiam jamais crer que o demônio tivesse dito a verdade, se tivessem feito uma reflexão séria sobre a maneira com que Nosso Senhor refuta os fariseus, quando eles o acusam de expulsar os demônios pelo poder do príncipe desses mesmos demônios[42]. “Como, disse-lhes, Satanás pode expulsar Satanás? E se um reino está dividido contra si próprio, é impossível que se sustente; se, portanto, Satanás se levanta contra si mesmo, fica dividido, é impossível que subsista, e é necessário que seu poder acabe.” Essas palavras de Jesus Cristo mostram que o demônio não pode querer abolir uma coisa da qual ele mesmo é o autor. Daí ser preciso concluir que, desde que tenha sugerido a Lutero a abolição das missas privadas, não é ele o seu autor, do contrário seria destruir a si mesmo, o que não se pode concluir segundo a doutrina de Jesus Cristo. É, portanto, pecar contra o Espírito Santo, a exemplo dos fariseus, sustentar, com os protestantes, que as missas privadas vêm do demônio. E, se tivessem raciocinado como cristãos, ou mesmo como pessoas razoáveis, jamais teriam se separado da Igreja Católica, porque teriam visto que o demônio, não podendo combater o que é santo, era necessário que as missas que desejava abolir fossem santas.
    Porém, sem alusão às Escrituras, o que Lutero escreveu dos sacramentais, ou daqueles que negam a presença real de Jesus Cristo na eucaristia, mostra suficientemente que ele não deveria ser escutado. Porque esse novo doutor, não podendo suportar que outros se metessem a reformadores, disse, para impor horror aos sacramentais, que o diabo falou por sua boca[43]. Se, portanto, Lutero quer que se rejeite a doutrina dos sacramentais porque ela vem do diabo, apesar de que nenhum deles ter dito que vinha, pode-se, sem desatino, escutar Lutero e seguir sua doutrina, depois do que ele declarou, abertamente, que a tinha obtido do próprio diabo? Não obstante, é o que fazem todos os protestantes. E Lutero goza de tanta autoridade sobre seu espírito que preferem crer nele, apesar do demônio ter prevalecido contra ele, do que escutar a Igreja Católica, contra a qual Jesus Cristo prometeu[44] que as portas do inferno não prevaleceriam jamais. São esses diversos meios de que se servem para justificar Lutero que fazem melhor ver até onde vão seus preconceitos e cegueira.




    A CONFERÊNCIA ENTRE LUTERO E O DIABO


    (Parte II)




    N.d.r.: nossos leitores puderam ler, no n° anterior do “Sel de la Terre”, o texto da “Conferência entre Lutero e o Diabo, e os dois primeiros capítulos das anotações do Pe. de Cordemoy sobre o assunto: publicamos agora a continuação dessas anotações.


    “Francisco começa assim:
    “No último século, escapou do inferno uma raça de homens da qual não sei se é mais digna de horror ou de compaixão. Abandonando a unidade da religião cristã, e da nossa santa fé católica, e, em conseqüência, a verdade, introduziram, por todos os lados, novos dogmas e novas heresias, saídos, na maior parte, de antigos erros já condenados. Dividiram-se em tantas seitas quantos chefes havia entre eles... Semelhantes às raposas de Sansão, cujas cabeças separadas se moviam cada uma para um lado diferente, mas que tinham suas caudas reunidas, tinham, entre si, um liame comum: levar o incêndio ao seio da Igreja Romana e destrui-la, se para isto bastasse a vontade”.
    “(...) Isto dito, pergunta-se de quem procedem as heresias do Séc. XVI. Todas, afirma, são filhas de Lutero”, que, aliás, disso se gaba. Mas, quem inspirou o monge apóstata? Nessa altura, Francisco fica indignado:”
    “Lutero, no seu livro A Missa Privada e a Unção dos Padres”, declara claramente que Satanás apareceu-lhe cerca da meia-noite e demonstrou-lhe tão bem, por meio de cinco argumentos, que, depois, Lutero se pôs a desprezar e rejeitar, inteiramente, a missa e a unção dos padres...”
    “Eia, homens de coragem, nossos ouvidos ouviram e nossos olhos viram! Eis aí a tão famosa liberdade evangélica que Lutero, e, seguindo seu exemplo, os demais hereges dos nossos tempos, introduziram! “Todos fomos libertados”, diz Lutero, não graças à liberdade obtida para nós pelo sangue preciosos de Cristo, mas, graças à liberdade que Satanás trouxe para Lutero do fundo dos infernos.
    “Bondade divina! Quem jamais entendeu tal coisa? Quem, agora, pode entendê-la sem horrorizar-se?...”




    Capítulo III


    Anotações do padre de Cordemoy
    sobre a Conferência entre Lutero e o Diabo


    (Continuação)


    Os protestantes se esforçam em vão para justificar Lutero. Alguns dizem que essa conversa de Lutero com o Diabo não passa de um sonho: mas, para falar assim é preciso não tê-lo lido, pois Lutero afirma que estava bem acordado[45] quando o Diabo veio discutir com ele. Aliás, no caso dessa suposição, contra o testemunho de Lutero, que se tratou de um sonho, em nada isso beneficiaria os protestantes, não seria melhor, pois ficaria acertado que Lutero teria acreditado nesse sonho, o que é indigno não somente de um cristão, mas de um homem razoável.
    Outros pretendem que isto é uma figura de retórica, ou uma parábola, da que Lutero se serviu para representar melhor as dúvidas da sua consciência, que o reprovava ter dito por tanto tempo missas privadas, ou, mesmo, para dar a conhecer as acusações que o Diabo formulou contra ele segundo o julgamento de Deus. “Lutero, disse o Sr. Claude, seguindo o estilo dos monges daqueles tempos, acostumados ’às figuras de retórica’ com que recheavam os livros com suas façanhas contra o Diabo, relata que, estando certa feita acordado, durante as trevas da noite, o Diabo se pôs a acusá-lo de fazer o povo de Deus idolatrar e de ter ele próprio idolatrado, durante os quinze anos em que disse missas privadas”[46]. “Nisso tudo, nada existe que possa afastar um homem de bem do seu dever, mesmo que, sendo ele completamente inocente, possa tomar essa narrativa ao pé da letra, ou que a tome como uma espécie de figura ou parábola. Ele disse que o Diabo o acusou no seu íntimo; isto significa que ele admitia, na sua consciência, as acusações que o demônio poderia, um dia, formular contra ele no tribunal de Deus, etc.”[47]. Eis o que diz o Sr. Claude para defender Lutero.
    Entretanto, nenhum orador jamais deu um exemplo de semelhante figura de retórica, e o próprio Sr. Claude não confessa que “essa maneira de expressar as coisas, sob a forma de um combate contra o Diabo, afasta-se um pouco do uso comum? “Basta ler Lutero para ver que ele quis fazer um relato simples e ingênuo do que se passou durante sua conferência com o Diabo, e não uma parábola. Porque a parábola finge uma coisa para fazer entender outra, e parece que Lutero fala nessa passagem a descoberto a respeito daquilo que lhe sucedeu. Ele não disse, como quer o Sr. Claude, “que o Diabo o acusou intimamente”; mas, “que numa noite, estando bem acordado, o Diabo veio discutir com ele”. Ele relata as palavras desse espírito mau com as respostas que lhe deu: e, essas respostas permitem saber-se que ele não estava de nenhuma maneira sofrendo por causa das missas privadas, quando o Diabo argumentou de forma a pô-lo em dúvida; ele assegura, mesmo, que as disse (as missas) de boa fé, até então[48]. O que confirma que sua consciência não estava nada agitada, e, assim, o Sr. Claude está errado em dizer que o relato de Lutero sobre sua conversa com o Diabo seja uma parábola, a fim de explicar as agitações interiores de sua consciência a respeito das missas privadas.
    Uma segunda razão para demonstrar que isto não poderia ser uma parábola, é a seguinte: Lutero (depois de ter rebatido os argumentos do demônio como coisas que lhe eram novas, e que se persuadia à medida em que os compreendia, e depois de ter explicado toda a seqüência da disputa entre ambos), afirma que “é quase impossível sustar, nessas ocasiões, a impetuosidade do demônio”[49].
    Mas, uma observação, por si só suficiente para convencer os espíritos razoáveis de que Lutero não quis fazer uma parábola, é que ele disse, depois de ter relatado essa disputa, “que Empserus, Oecolampade[50] e muitos outros perderam a vida em semelhantes disputas”[51].
    Não é, pois, e não poderia ser uma parábola. Também o Sr. Claude confessa que isto seria fortemente extraordinário; e, como bem previu, que as pessoas de bom senso não se enganarão, cuida de iludir os simplórios, trazendo um exemplo com o qual pretende mostrar “que os monges daqueles tempos recheavam seus livros com suas façanhas contra o diabo”[52]. Retira esse exemplo de Santo Agostinho, o qual narra que “São Domingos encontrou, certa noite, o Diabo lendo um papel; a quem ordenou, em nome de Jesus Cristo, que lhe mostrasse o que lia, no que foi obedecido, e, que, São Domingos, tendo visto o referido papel, dele se serviu para corrigir os religiosos de certos defeitos que o Diabo tinha anotado para censurá-los, segundo o julgamento de Deus[53]. “Isto se pode (para usar os termos do Sr. Claude) chamar “uma façanha de um monge contra o Diabo”, porque esse santo forçou o Diabo, em nome de Jesus Cristo, a declarar-lhe o que desejava manter em segredo até o dia do Julgamento. Ao contrário, Lutero, longe de se gabar por alguma vitória, confessa que o Diabo o venceu com seu arrazoado, de modo que o caso pode ser chamado de “façanha do Diabo contra um monge”.
    Isso é muito diferente do que aconteceu a São Domingos: o Diabo não desejava instruí-lo, e, esse espírito mau não lhe entregou o papel senão pela força que tem sobre ele o nome de Jesus Cristo. Sem esse constrangimento, ele não faria Sã Domingos conhecer os defeitos dos seus irmãos, porque jamais diria uma verdade útil senão sob pressão. Por isso, o Sr. Claude ocultou, no relato dessa história[54], a informação de que foi pelo nome de Jesus Cristo que o Diabo obedeceu a São Domingos, como esclareceu Santo Antônio, com medo de que se pudesse saber que o Diabo tinha sido forçado, e, a fim de que se pudesse crer que ele tinha instruído São Domingos, como o fez com Lutero. Porém, a maneira pela qual o Diabo abordou Lutero mostra, perfeitamente, que o fez a fim de seduzi-lo. Lutero não o tinha chamado; o Diabo expôs suas razões sem ter sido forçado; Lutero as expôs com toda a força que pôde. Por fim, cedeu; e, foi de acordo com as instruções de um tal mestre que fez com que se abolisse, por meio daqueles que o seguiram, o sacrifício da missa.
    De resto, se concordássemos com o Sr. Claude sobre tudo o que deseja, isto é, que a narrativa de Lutero é apenas uma parábola, as coisas não estariam melhor para a Reforma, porque, nessa parábola, o Diabo está sempre em primeiro plano, é o mestre, e Lutero aparece como um discípulo muito submisso. Isto, se pode ver, não é muito vantajoso para as pessoas que consideram Lutero como o reformador principal; e, o Sr. Claude pode dizer o tanto que desejar a fim de seduzir seus leitores, “que não há nada em tudo isso que se afaste do dever de um homem honesto, ou que não seja um movimento de uma boa consciência”; mas, ele jamais convencerá senão aqueles desavisados e de pouco senso. Também o Sr. Pajon, homem hábil e ministro de Orleans, evitou, cuidadosamente, na sua resposta ao livro Des Préjugés, revelar a passagem que fala dessa conferência; ele viu que era melhor se calar do que imitar o Sr. Claude, dizendo coisas absurdas, tão contrárias à razão quanto à narrativa de Lutero.
    Um ministro inglês creu remover o embaraço, e, ao mesmo tempo, persuadir os simples de que a missa era uma invenção do Diabo, refutando-nos com o que se encontra nos escritos de Surius: um dia “o Diabo, tendo tomado a figura de um anjo, apareceu a um certo padre e o exortou a celebrar a missa”[55].
    Basta apenas ler essa história para se concluir, inteiramente, ao contrário daquilo que o ministro afirma, e para se convencer da sua má fé. Eis como a coisa é contada por Surius: “O santo homem Simeão recebeu ordem de subir o Monte Sinai e lá permanecer algum tempo. Ele fez o que foi mandado, e, o antigo inimigo pôs armadilhas para surpreendê-lo. O demônio o exortou, uma noite, a celebrar a missa, porém, Simeão, que não estava dormindo, nem de todo acordado, replicou que ninguém podia exercer esse ministério sem ser ordenado padre. O inimigo redobrou seus pedidos dizendo-lhe que era embaixador de Deus, que Jesus Cristo assim queria, e importava que esse santo lugar não fosse mais privado, por longo tempo, de tal ministério. Como viu que Simeão lhe resistia sem cessar, então, ajudado por um outro demônio, o tirou do leito e, depois de tê-lo bem acordado, o arrastou para diante do altar, onde o vestiu com a alva. Mas, sobre a maneira de pôr a estola, contestou: o demônio queria vesti-la em Simeão como a coloca o padre, e Simeão, ao contrário, que ela deveria ser colocada como faz o diácono. Por fim, o servo de Deus. voltando a si, expulsou o inimigo pela força da oração e pelo sinal da cruz”[56].
    Pode-se ver que diferença se encontra entre a história do monge Simeão e a do monge Lutero. É verdade que o demônio tentou esses dois monges a fim de levá-los a cometer um grande crime. Ele quis que o primeiro, apenas um diácono, dissesse a missa, isto é, que fizesse uma coisa que Jesus Cristo permitiu apenas aos padres fazer; e, quis que o segundo, que era padre, não dissesse mais a missa, que passasse a ver como “uma horrível idolatria” esse sacrifício da nova lei que Jesus Cristo instituiu na véspera da sua morte, e que a Igreja Católica sempre celebrou com tanta veneração.
    Eis, portanto, como o demônio tenta dois monges: porém, Simeão resiste à tentação, como deve fazer um discípulo de Jesus Cristo; e, Lutero sucumbe desgraçadamente, como um homem sem fé. Simeão, simplesmente, não quis escutar o demônio, não obstante este tenha tomado a “figura de um anjo” e se gabava de ser “embaixador de Deus”. Lutero, ao contrário, não ignora que é o próprio Satanás quem lhe fala, porém o escuta, como um discípulo fiel escuta seu mestre. Simeão denuncia todos os artifícios do demônio, quando o espírito maligno lhe fala contra a ordem estabelecida na Igreja; e, Lutero, descumpre essa ordem, quando esse mesmo espírito de confusão o inspira a descumpri-la. Enfim, Simeão se serve, para expulsar o inimigo, das armas ordinárias do cristão, isto é, da oração e do sinal da cruz; e, Lutero, não tem força para fazer o mesmo, porque antes dera oportunidade ao demônio: “Nessa angústia, diz ele, e nesse combate contra o Diabo, queria repelir esse inimigo com as armas às quais me acostumara sob o papado”. Se ele tivesse sido sábio e fiel à fé, logo que o Diabo começou a falar-lhe, teria usado o escudo da fé para aparar todas as setas inflamadas desse espírito maligno[57]; teria tomado “a espada espiritual, que é a palavra de Deus”[58], para destruir tudo o que o Diabo lhe dizia; e, por fim, para expulsá-lo, teria recorrido à oração e ao nome de Jesus Cristo[59]. Porém, esse monge infeliz, esquecendo os votos que fez no batismo, de renunciar a Satanás, se deixou prender por esses discursos vãos, e, em lugar de caminhar como um filho da luz[60], seguiu cegamente pela vida pela qual o conduziu o príncipe das trevas.
    Parece, pois, que o ministro inglês falsificou a história do monge Simeão relatando simplesmente que o demônio quis obrigá-lo a dizer a missa, levando à conclusão de que seria a primeira vez que a diria, em vez de esclarecer que esse santo religioso recusou-se a dizê-la, porque ainda não era padre. Prova, portanto, que o padre a dizia normalmente; e, que se o demônio queria persuadir Simeão a dizê-la, não era para fazê-lo realizar uma coisa que fosse má em si mesma, mas para levá-lo a fazer algo que ainda não lhe era permitido, porque não tinha recebido a ordem no grau que lhe daria o poder de celebrar a missa. De resto, esse altar, essa estola, essa maneira de usá-la, e todas as demais circunstâncias relatadas por Surius, provam que se dizia a missa com os mesmos paramentos que serão usados, passado muito tempo, e, do mesmo modo, sobre um altar. Vê-se, por tudo isso, que a missa não foi inventada pelo Diabo para enganar o monge Simeão; e, se quis seduzi-lo, não foi de outro modo senão compelindo esse diácono a abusar do altar e dos hábitos sacerdotais, a fim de fazer uma coisa permitida somente aos padres. Calvino, também concordava que se celebrava a missa muito antes que o demônio tivesse tentado o monge Simeão, considerando que esse monge viveu no começo do século onze[61], e Calvino disse que “desde o início da Igreja Cristã foi inventada a cerimônia do sacrifício de Jesus Cristo”[62].
    Porque, indagam alguns ministros, censurar Lutero por ter mantido uma conversação com o demônio? O mesmo não ocorreu com Jesus Cristo no deserto? Comparação odiosa, falar desse modo é brincar com a Religião. É verdade que Jesus Cristo foi tentado. Porém, ele foi tentado, nos diz São Paulo, “sem estar sujeito a nenhum pecado[63], e, como ele tomou nossa natureza a fim de destruir, com a sua morte, aquele que tinha o império da morte, isto é, o Diabo”[64], quis, assim, ser tentado para nos ensinar, por seu exemplo, a resistir à tentação, e a não escutar, jamais as sugestões, ou mesmo os discursos do Diabo, que devem, sempre, ser suspeitos a um Cristão”. Jesus Cristo, premido pela fome, diz São João Crisóstomo, não fez nada daquilo que o demônio lhe sugeriu, para, dessa maneira, ensinar-nos a jamais acreditar no que nos aconselha esse inimigo. Como foi por isso que Adão ofendeu a Deus e violou sua ordem, Jesus Cristo nos faz ver ser desnecessário escutar o demônio, mesmo quando ele não vos leve a desobedecer a Deus”[65]. Santo Atanásio acrescenta que não se deve jamais escutar esse espírito maligno, mesmo se ele alegar as Escrituras para apoiar o que diz, porque sua intenção é sempre má. Ainda, diz esse Padre, que o herege empreste das Santas Escrituras o seu modo de falar, deve, sempre, ser suspeito. E, como seu espírito é corrompido, o Espírito Santo lhe dirá: “porque expões meus juízos, e porque meu testamento está na sua boca? Vê-se, assim, que Nosso Senhor fechou a boca do demônio, que se serviu das Escrituras Santas ao falar”[66].



    Capítulo 4

    Ao tempo da Conferência com o Diabo,
    Lutero ainda estava no Seio da Igreja Católica




    Se Lutero, em vez de escutar os raciocínios falsos que o demônio tirou das Escrituras, contra o sacrifício da missa, tivesse repelido esse inimigo da verdade, como fizera Jesus Cristo, não teria se transformado em autor de um cisma, que tanto mal causou à Igreja e ao Estado: e. os protestantes, participariam ainda conosco do mesmo sacrifício. O mais deplorável é que todos os doutores da nova reforma servem-se, contra a missa, de passagens das quais o demônio se serviu para obrigar Lutero a aboli-la e, da mesma maneira, acostumaram o espírito dos seus ouvintes às falsas explicações que dão dessas passagens que, quando aqueles que têm seduzido se põem a ler o relato que Lutero fez da sua conferência com o demônio, não podem deixar de dizer que o demônio tinha razão, reconhecendo-o, assim, sem se dar conta, como o primeiro reformador. Para isso, ele não teve necessidade de se transformar em anjo de luz a fim de enganá-los.
    Outros ministros, para impedir que se creia que foi por conselho do demônio que Lutero iniciou sua reforma, asseguram que ele já tinha condenado as missas privadas antes que o Diabo houvesse conferenciado com ele. Pretendem prová-lo com o seu livro “La Captivité de Babylone” (“O Cativeiro da Babilônia”)[67], e aquele outro no qual confirmou aos Agostinianos de Wittemberg a idéia de abolir a missa privada, tinham aparecido muito tempo antes que ele tivesse escrito o que fala da conferência com o Diabo.
    É verdade que este último livro só foi escrito muito tempo depois dos dois outros; mas, é verdade, também, que ele manteve essa conversa com o Diabo antes que tivesse pensado em escrever essas duas obras, ou qualquer outra contra as missas privadas. Porque, em primeiro lugar, ele próprio chama essa conversa de “uma disputa”[68]; e, se ele soubesse da opinião do Diabo sobre as missas privadas antes de conversar com ele, seu acordo já teria sido feito, e seria desnecessário discutir sobre esse ponto, como eles fizeram. Em segundo lugar, parece que, quando teve essa conversa, ele cria, ainda, que havia sete sacramentos, considerando que o Diabo saca um argumento contra ele: “Lá estão, disse-lhe, vossos sete sacramentos”[69]. Ora, é certo que no seu “Cativeiro da Babilônia”, não fala como homem que acreditava nos sete sacramentos, pois os nega formalmente: “Antes de tudo, é preciso que eu negue que há sete sacramentos, e que não admito, presentemente, mais que três, isto é, o batismo, a penitência, e o pão”[70]. “Donde se conclui, necessariamente, que ele escreveu “Cativeiro” após sua conferência com o Diabo, porque, desde essa conferência, não acreditava em mais que três sacramentos, e o Diabo teria argumentado desnecessariamente quando alegou que ele cria em sete.
    Está claro, também, que o livro que escreveu aos Agostinianos de Wittemberg só foi elaborado depois da conferência, posto que, nesse livro, ele fala contra as missas privadas, e, durante a conferência, ele as defenda, com todas as suas forças, contra o Diabo.
    Parece mesmo, pelos argumentos dos quais se servem ambos, que Lutero ainda estava na Igreja. “Não teria eu recebido, desde o princípio, a unção e a consagração das mãos do bispo? Não fiz todas essas coisas por ordem dos meus superiores? (...) Por que não teria consagrado, se pronunciei, seriamente, todas as palavras de Jesus Cristo?”[71]. Isto demonstra, evidentemente, que ele ainda estava na Igreja; também o Diabo, nesse encontro, fala nestes termos: “Isto é o que nem tu, nem qualquer papista, pode negar”[72], e, noutro lugar: “Mas, tu que és ímpio, e que não conheces Jesus Cristo, estás lá de pé, sozinho, e pensas que Jesus Cristo instituiu o sacramento só para ti”[73], e um pouco mais adiante: “Todo o restante da Igreja, que não sabe mesmo que dizes a missa, nada aprende de ti, nada recebe de ti; porém, tu, sozinho no teu canto, sem dizer nada, tu comes só, bebes só”[74]. Estas palavras não mostram, claramente, que Lutero dizia, então, missas privadas? E, no fim do seu relato, ele diz: “Nessa angústia, e nesse combate com o Diabo, queria derrotar esse inimigo com as armas às quais estava acostumado sob o papado, e eu lhe objetei com a intenção e a fé da Igreja (...) Desejo, disse-lhe, que não cri como devia crer, e que me enganei; a Igreja, no entanto, creu nisto como devia crer, e não se enganou”[75].
    Ele mostra que o Diabo, nesse encontro, “redobrando seus esforços, o pressionou com mais veemência que no princípio, querendo demonstrar que se Deus tinha ordenado consagrar na fé da Igreja; como ele provaria que a Igreja lhe comunicou sua intenção de uma missa privada; e, que se ele não tinha mais a palavra de Deus, era preciso que, se os homens tivessem sido ensinados sem essa palavra, sua doutrina sobre as missas privadas não passou de uma mentira”[76]. Donde se conclui que o demônio fê-lo escrupuloso sobre as missas privadas e deu-lhe os primeiros ensinamentos que lhe serviram na sua pretensão de reformar a Igreja nesse ponto.
    Vimos, também, que Hospiniano[77] e o Sr. Drelincourt[78] afirmam que foi do Diabo que Lutero aprendeu “que as missas privadas eram contra as Escrituras, e que ele as deveria abolir”. Com efeito, ele não se serve, em todos os seus escritos contra as missas privadas, senão de argumentos que o Diabo lhe sugeriu nessa conferência. Assim, aqueles que vêem Lutero como um dos primeiros reformadores da Igreja, devem ir mais longe, e reconhecer o Diabo como autor dessa reforma. E os senhores da pretensa religião reformada devem por bem dizer que seguem a doutrina de Lutero, porque, além de a seguirem nesse ponto, é certo que eles sempre o puseram entre seus principais reformadores, de acordo com a opinião de Calvino[79], que afiança que, quando Lutero viesse chamá-lo de “diabo”, ele o acataria como “um grande servidor de Deus”.
    Aliás, a união que os calvinistas fizeram com os luteranos bem demonstra que lhes reconheceram Lutero como um homem de Deus, e que não tinham outras razões além daquelas de Calvino, que fundamenta o grande respeito que tinha por ele sobre a firmeza com que, sozinho, atacou toda a Igreja Romana[80]. Ora, é evidente que não o tinha, ainda, atacado na sua doutrina, quando teve essa conferência com o Diabo, posto que ele admitia todos os sacramentos que recebeu, e, que, ao justificar ao demônio que dizia missas privadas validamente, alegava que as dizia na fé dessa Igreja, e não tinha, ainda, escrito nenhum dos livros que publicou contra ela, e que lhe renderam, da parte de Calvino e seus seguidores, os honrosos títulos de “apóstolo e servidor de Deus”[81].
    Pergunta-se, talvez, por que Lutero não falou dessa conferência na última das três obras que escreveu contra as missas privadas. É questão de fácil resposta. Ele não cuidou, quando começou a escrever contra as missas privadas, de alegar que o Diabo era o autor dessa doutrina; e, como já estivesse persuadido (como se verá adiante) de que o Diabo pudesse ensinar na Igreja e nela desempenhar o ofício de pastor, não via o mundo já disposto a receber os ensinamentos de semelhante mestre. É por isso que, quando escreveu, em 1520, seu livro “Cativeiro”[82] e, em 1521, aquela que dedicou aos Agostinianos de Wittemberg[83], nada disse sobre seu aprendizado com o Diabo sobre as razões das quais se serviu contra as missas privadas. Vê-se que ele temia que a maioria dos religiosos desse convento não pudesse suportar uma doutrina tão nova e estranha. O prefácio mostra isso bem: ele diz que poucos são capazes de “resistir à autoridade de toda a Igreja, e à prática universal de tantos séculos”; acrescenta que “teme existir entre eles muitos fracos”[84]. E, sabendo-os capazes de se amedrontar com a novidade da sua doutrina, guardou-se de informar-lhes que a obteve do Diabo.



    Capítulo V


    Estranho extravio de Lutero
    sobre a administração dos sacramentos




    Onze ou doze anos depois, quando Lutero viu tanta gente correr para ele, e já não precisava dizer mais que uma palavra para ser acreditado, redigiu seu terceiro tratado contra as missas privadas, nele inserindo o relato da sua conferência com o Diabo, comentando, para dar ao fato autoridade, que o Diabo poderia, não somente ensinar na Igreja, mas, também, administrar todos os sacramentos. Essa proposição e assombrosa[85], porém, a maneira com a qual Lutero a explica o é ainda mais: “Eu não sou, disse, da opinião dos papistas, que dizem que nenhum anjo, nem mesmo Maria podem consagrar. Eu digo ao contrário: se o Diabo viesse (... ) e que eu soubesse que se dispunha a oficiar como pastor da Igreja, tomando a figura de homem, fosse chamado a pregar, e tivesse ensinado, publicamente, na Igreja, que tivesse batizado, celebrado a missa, dado absolvição dos pecados, e desempenhado essas funções segundo a instituição de Jesus Cristo, nós seríamos obrigados a acreditar que os sacramentos não seriam, por isso, ineficazes; nós teríamos, sim, recebido um verdadeiro batismo, um verdadeiro sacramento do corpo e do sangue de Jesus Cristo. Porque nossa fé, e a eficácia dos sacramentos, não estando apoiados sobre a qualidade da pessoa, não importa se essa pessoa seja boa ou má, que tenha ou não recebido a unção, que tenha sido ou não legitimamente chamada, que seja um diabo ou um anjo”[86].
    Pouco depois, acrescenta, a fim de apoiar essa opinião com um exemplo, “que ouviu dizer, certa vez, que um pregador tendo passado mal, um desconhecido o substituiu, apresentando-se no lugar do outro, o qual, após ter pregado de maneira firme e emocionante, declarou que era o diabo, e que não tinha pregado o Evangelho com tanta veemência senão para poder acusá-los no último dia com mais força”[87]. “Não verifiquei se essa historieta é verdadeira, ou se foi inventada para instruir, mas sei que ela é verossímil, isto é, que o Diabo pode atuar como ministro e pastor, dar sacramentos, etc.”[88]. Depois disso, não é de se admirar que Lutero tenha ouvido tão bem o Diabo sobre as missas privadas, tanto quanto o tenha conhecido naquilo pelo que ele é, e, se por fim declarasse que foi dele que obteve tal doutrina.
    Outro meio do qual se servem os ministros é dizer que mesmo que Lutero tivesse aprendido essa doutrina com o Diabo, não seria por isso que se devesse rejeitá-la, porque o Diabo diz algo de verdade, como quando diz que Jesus Cristo é “o Filho de Deus vivo”[89], e, sobre os apóstolos, que são “os servidores do Altíssimo”[90].
    De fato, não se pode rejeitar essas verdades porque o Diabo as pronunciou: mas, deve-se considerar duas coisas: uma, que quando ele falou dessa maneira, foi porque estava constrangido, como admite o próprio Calvino[91]. Além do mais, essas verdades, aliás, já eram conhecidas, sem o que não precisaria acreditar nelas, porque, como se trata do pai da mentira, seu testemunho é sempre suspeito, mesmo quando diz a verdade. “O exemplo de Jesus Cristo, diz São João Crisóstomo, nos mostra que, quando os demônios nos disserem qualquer coisa de verídico, não devemos crê-la. Ele os fez calar quando proclamaram que era o Filho de Deus; e São Paulo, também lhes impôs silêncio, se bem que falassem a verdade”[92]. Esse mesmo padre disse noutro lugar que “Jesus Cristo fez calar os demônios para nos ensinar a não nos fiarmos jamais nos seus discursos”[93]. Donde se deve concluir que, quando o Diabo é o primeiro a dizer uma coisa, sem constrangimento, deve ser uma mentira, porque ele não pode contrariar sua natureza, isto é, só pode mentir. Ora, não parece que ele estivesse constrangido a falar, como fez com Lutero, contra as missas privadas; pelo contrário, parece que ele foi o primeiro que disse que essas missas eram “uma abominação”, e, em conseqüência, tudo aquilo que ele diz não pode, e não deve, passar além de uma mentira.
    Mas, diz-se, ele chegou, algumas vezes, a dizer a verdade, e a dizê-la vigorosamente, a fim de levar as almas ao desespero. E, este último motivo, que admite ter o Diabo, na verdade, ensinado Lutero, é tirado do próprio Lutero[94]. Para impedir que se risse do crédito que deu à fala do Diabo, e, para mostrar que esse espírito da mentira diz, algumas vezes, a verdade, dá o exemplo de Judas.
    Diz que Satanás apresentou a esse traidor uma verdade incontestável: “que ele traiu o sangue do Justo”; mas, que o fez para levá-lo ao desespero, e, que esse espírito mau tinha a mesma intenção quando lhe fez ver a abominação das missas privadas, mas que, pela graça de Deus, ele aproveitou da verdade, sem se levar ao desespero[95].
    Eis aí o que se pode dizer de mais sutil; porém, isso só pode enganar aqueles que não se acautelam que o exemplo de Judas é de todo diferente do caso em tela. Quando o Diabo lhe formulou esta grande verdade: “Tu traíste o sangue do Justo”, nada disse além do que já sabia, nem mesmo por meios que não lhe permitissem dúvidas. Dessa maneira, o Diabo não quis ensiná-lo, mas servir-se apenas daquilo que Judas sabia, para lançá-lo no desespero. Ao contrário, quando conversou com Lutero, sobre as missas privadas, propôs-lhe uma coisa nova. E Lutero, longe de mostrar sabê-la, viu-se que sustentou o contrário, que estava assim persuadido.
    Não se pode alegar que o que disse o Diabo fosse do conhecimento de Lutero por outras vias, posto que este mesmo disse que toda a Igreja, cuja opinião então seguia, cria o contrário. Dessa forma, se o Diabo lhe disse a verdade, conclui-se que queria instruí-lo, e, em conseqüência, que tinha deixado de ser o pai da mentira, o que é absurdo. A alegação de que o fez entender essa verdade essencial, para desesperá-lo, não faz sentido, pois parece que durante toda a conferência o Diabo ensinou Lutero. Ele repreendeu-o por não ter bastante confiança em Jesus Cristo e, após tê-lo persuadido, o deixou[96]. De fato, falou-lhe das missas privadas como de “uma grande abominação” e “horrível idolatria”, mas isto não poderia levar Lutero ao desespero; e, se Judas se desesperou, foi porque o Diabo lhe apresentou uma verdade em toda a sua crueza, da qual já estava convencido, e contra a qual agiu. Caso Lutero não estivesse firme em sua consciência, de que não tinha agido contra ela, esta lhe teria dado ocasião, como a Judas, de se desesperar.
    Mas, enfim, porque o Diabo, que deseja perder as almas, teria o trabalho de ensinar uma verdade a Lutero, cuja perda já estava certa, desde que ele estava na idolatria, que é o nome com o qual denominava as missas privadas? Nada mais teria que fazer senão deixá-lo dizer essas missas, isto é, de acordo com o que supunha, deixá-lo idolatrar. É assim que esse espírito maligno faz com os pagãos: deixa-os idolatrar, e nunca trata de levá-los ao desespero, nem cuida de fazê-los conhecer as abominações da sua idolatria, porque sabe que sua perda é infalível, deixando-os nesse desgraçado estado. O mesmo quanto a Lutero, se sua missa fosse uma idolatria. O fato de o Diabo ter sido o primeiro a dizer-lhe isto, assegura, pelo contrário, que não é. O Diabo tentou, de fato o monge, não para desesperá-lo, mas sim para induzi-lo ao erro e, com ele, tantas outras almas que o seguiram. Eis o verdadeiro objetivo da conversa que manteve com Lutero.
    Parece evidente que tudo o que dizem os ministros para justificar Lutero está fora de propósito. Não se trata de verificar se o Diabo disse algo verdadeiro; sabe-se que assim fala quando é obrigado (e ainda é necessário que a verdade já seja conhecida), ou quando dela se serve para atirar as almas no desespero, como nos ensina a história de Judas.
    Não cogitam, apenas, de juntar alguns exemplos de monges que foram tentados. Cuidam, somente, de mostrar que se pode, em consciência, escutar o Diabo, quando ele é o primeiro a dizer algo desconhecido a tudo aquilo que se é fiel na Igreja. Eis o que precisam dizer para justificar Lutero, o que esses ministros jamais poderão fazer, seja o que for que aleguem. É, para eles, vantajoso pregar que a missa é uma idolatria, mas não persuadirão, jamais, as pessoas de bom senso e instruídas[97], porque não se pode atentar contra o que a antiga Igreja sempre viu como uma coisa solidamente estabelecida nas Santas Escrituras[98] segundo confessa o próprio Calvino. Basta saber que o demônio foi o primeiro a persuadir Lutero a abolir esse sacrifício por estar convencido da santidade dessa ação e do erro dos pretensos reformadores que o vêem como coisa abominável. Para que os Cristãos se deixem, desgraçadamente, seduzir pelo demônio, não é necessário que esqueçam que “esse inimigo (da nossa salvação) ronda ao redor de nós rugindo como um leão, para nos devorar?”[99]. Mas, que se escute mais a Igreja Católica, posto que Jesus Cristo nos ordena escutá-la como a Ele próprio[100], que é, segundo São Paulo, “a coluna e o apoio da verdade”, sem dar ouvidos ao espírito da mentira. “Quem conhece a Deus, diz São João, nos escuta, mas aquele que não é de Deus, não nos escuta (...) assim conhecemos o espírito da verdade e o espírito da mentira[101].
    Foi, sem dúvida, esse último espírito que sugeriu a Zwinglio o que deveria responder ao chanceler de Zurique[102], cuja dissertação o havia fortemente embaraçado numa assembléia realizada a respeito da Eucaristia[103]. “Sonhei, quando dormia, diz Zwinglio, que discutia com o chanceler, e permanecia totalmente mudo sem poder expressar o que sabia ser verdade. Nesse estado, vi de repente alguém que me advertia (não sei se era branco ou negro)[104], que me disse: “Ei, pobre homem! Porque não lhe respondes o que está escrito no Êxodo: ‘é a Páscoa, i.e., a passagem do Senhor?’”. E acrescenta: “servindo-se dessa passagem das Escrituras, na assembléia que ocorrerá amanhã, todas as almas que ainda têm algum escrúpulo sobre sua doutrina, a receberão com alegria”.
    Esses exemplos confirmam em detalhes o que diz o Espírito Santo pela boca de São Paulo: “nos últimos tempos, muitos abandonarão a fé, entregando-se aos espíritos dos erros e às doutrinas dos diabos”[105].


    [1] “Coletânea de Dissertações sobre Aparições, Visões e Sonhos”.

    [2] Os protestantes chamam de missas privadas àquelas onde só o padre comunga.

    [3] P. 228 do tomo 7 das obras de Lutero, impressas em Wittemberg, 1558. - Isto não foi um sonho, posto que Lutero afirma que estava bem acordado quando teve esta conferência com o demônio.

    [4] Considerando que Lutero buscava, aqui, justificar-se de idolatria, o fato confirma que não cria, então, que fosse um crime celebrar missas privadas.

    [5] O Diabo, aí diz uma mentira, porque os turcos não crêem que Jesus Cristo foi crucificado. “Os judeus, diz Maomé, não crucificaram o Messias Jesus, filho de Maria, porém um deles que lhe era parecido.” Alcorão de Maomé, capítulo das mulheres.

    [6] O espírito da mentira dá-se, aqui a conhecer, quando diz que os padres da Igreja Católica não têm confiança na misericórdia de Jesus Cristo; que eles não o reconhecem como mediador; que eles o têm como um juiz cruel, que eles não o chamam de mediador. E é sobre estas afirmações falsas que ele pretende que não haja verdadeira fé em Jesus Cristo na Igreja Católica. Todas as preces da missa se dirigem sempre a Deus e concluem por Jesus Cristo como mediador.

    [7] O diabo ataca a invocação dos santos, supondo falsamente que a Igreja erra quanto à mediação de Jesus Cristo, quando recorre às preces daqueles; porque a Igreja crê, simplesmente, que é bom e útil suplicar aos santos, que reinam com Deus, no mesmo espírito de caridade que nos leva a pedir ajuda aos nossos irmãos que vivem na terra. Conc. Trid. Sessão 2. Sessio de Invoc. etc. Expo. do Sr. Bispo de Meaux, art. 6 da Invocação dos Santos, p. 19 e 29.

    [8] O demônio tenta enganar o pobre Lutero: longe de arrancar a glória de Jesus Cristo, pelo contrário, é fazer-se merecedor dela, pois que se dirige aos santos não para se afastar ou não reconhecer a mediação de Jesus Cristo; bem ao contrário, para pedir-lhe, instantemente, por intermédio dos seus amigos, e daqueles que lhe são caros na Pátria Celeste, como o foram na terra.

    [9] Essas palavras mostram que Lutero ainda se encontrava no seio da Igreja quando o diabo lhe apareceu, estimulando-o a sacudir o jugo da religião católica.

    [10] Quem disse ao demônio que é proibido ao padre dar o sacramento aos fiéis? Ele devia se lembrar do Concílio de Trento, sessão 22, capítulo 6. onde o santo concílio deseja que os fiéis comunguem sacramentalmente nas missas.

    [11] No original francês: “diseur”. Aqui, o diabo faz um jogo de palavras a fim de menosprezar a Santa Missa. Dizer a missa significa celebrá-la. O “dizedor” é aquele que fala muito; ou o que conta anedotas, gracejador. (N.d.t.).

    [12] Mas, se ninguém se apresentou para a comunhão nas missas ditas por Lutero, esta não foi a sua falta; seria necessário, para que o diabo falasse a verdade, que ele reprovasse Lutero por ter recusado a comunhão àqueles que se apresentaram para recebê-la. De outra forma, todos esses raciocínios se tomam falsos, e não podem ser admitidos por um espírito justo.

    [13] Todas essas razões são falsas, como mostramos na nota precedente, e que pode se aplicar a tudo o que está dito nas últimas páginas.

    [14] Oh! Oh! Tudo bem, havia um respondedor que participava, pelo menos, das preces, e, se não participava do sacramento não era essa a falta de Lutero.

    [15] Dá-se a eucaristia a todos os que se apresentam para comungar: porém, o diabo supõe, por malícia, que é proibido aos padres deixar de dá-la a alguém. Nas assembléias de protestantes e reformados, é muito necessário que todos participem da ceia. A despeito disto, os ministros se poupam de crer e dizer que sua ceia é imperfeita, porque são poucos os que participam.

    [16] Quem não vê o quanto o diabo procura enganar? O dinheiro que se dá ao padre não é o preço de uma venda, mas uma esmola que ele recebe das mãos dos fiéis. O sacrifício não tem preço suficiente na terra, porém, faz-se essa caridade ao padre celebrante para ajudá-lo a subsistir, porque, segundo São Paulo, o padre vive do altar. E os próprios ministros, seja entre os protestantes, seja entre os reformados, não são pagos para exercer as funções do seu ministério? E pode-se dizer que eles vendem a palavra de Deus e fazem comércio? Caso se diga, eles lembram, para se defender, como acabamos de ver, da autoridade de São Paulo.

    [17] É uma calúnia, a Igreja não batiza os sinos; ela somente os benze, como benze os ornamentos e outros objetos que servem ao culto. E isto tão somente para advertir que os objetos bentos não devem servir a usos profanos.

    [18] Também não se batiza, e jamais se batizou, senão quando há um sujeito próprio para receber o sacramento do batismo. Do mesmo modo, o padre não celebra só. Ele oferece o sacrifício, tanto por ele próprio quanto pelos assistentes: orate, frates, ut meum ac vestrum sacrificium acceptabili fiat apud Deum. Esta é uma das preces do padre.

    [19] Falsidade, porque o padre é, pelo menos, o ministro do sacramento, assim como é o ministro do batismo.

    [20] Mas, onde está prescrito, na instituição da eucaristia, que todos os fiéis devem comungar? É aos apóstolos, como padres, que Jesus Cristo diz: “Tomai e comei, etc”. Porém, aquele que não está preparado faz muito bem em abster-se de comungar; de outro modo, come e bebe sua condenação.

    [21] Essa passagem, e tudo o que se segue nesta conferência, faz ver que Lutero não tinha, ainda, deixado a Igreja, quando recebeu essa aparição do espírito maligno. Foi, no entanto, o encaminhamento.

    [22] O diabo sustenta a heresia donatista, da qual se ocupa habitualmente.

    [23] Tomo 6 de Lutero, fls. 82 da impressão de Iena.

    [24] Hospiniano, 2a parte da sua História Sacram, p. 131 da impressão de Zurich, 1602.

    [25] Just Jonam. Tomo 7, fls. 226 verso. Hospin, p. 2 Hist. Sag., 1546.

    [26] Hospin, 2a parte, Hist. Sacram, fls. 131.

    [27] Faux Pasteur (Falsos Pastores) sessão 48, p. 373.

    [28] Défense de la Reformation (Defesa da Reforma), p. 156.

    [29] Ibid, fls. 26.

    [30] Hospin, ibid, fls. 131.

    [31] Sínodo de Dordrecht, sessão 99.

    [32] David Pareus, lib. Controvers. Eucharist. Cap. 7, p. 257.

    [33] Calv., Rép. Au Liv. De Phigius, col. 311 e 312, Bèze, liv. 1. Hist. Ecclés., p. 4 Drelincourt, Faux Pasteur, sect. 3, p. 13, M. Claude. Déf de la Reform., 2 part. P. 68, etc.

    [34] Kemnitius, in Libello Domini, p. 214. Oziander, Epit. Ent. 16, p. 86.

    [35] Alberus, 1. Cont. Carlostadio, Z 4 e v. 2. Sleidan, 1. 5.

    [36] Calvino, Rép. au 1er liv. de Phigius, 381. Drelincourt, Faux Pasteur, sect. 3, p. 11.

    [37] Calvino, Rép. au liv. de Phigius 1er , … 381. Drelincourt, Faux Pasteur, sect. 3, p. 11.

    [38] Rom. 1/25, 28.

    [39] I. João, 4/17.

    [40] Gálatas, 1/18.

    [41] I, Coríntios, 2/14.

    [42] Marcos, 3/23, 24, 26.

    [43] Lutero, Tom. 7, fls. 212.

    [44] Mateus, 16/18.

    [45] Tomo7, fls. 228.

    [46] Défense de la Réformation, p. 1,6.

    [47] P. 137.

    [48] Tomo 7, fls. 228 v.e 229.

    [49] Ibid.I, fls. 230.

    [50] Johannes Hussehin, chamado em francês de Oecolampade. Weisberg 1482 - Bâle 1531. Reformador suiço-alemão. Professor em Bâle, organizou a Igreja segundo os princípios da Reforma.

    [51] Tomo7, fls.333.

    [52] Déf. de la Réf., p. 138.

    [53] S. Ant. Chron, 3, part. Tit 23, cap. 4. 6.

    [54] Déf. de la Réf., p. 138.

    [55] Mortomus in Apol. Anglicano, parte I, liv. 2, cap. 21. p. 351.

    [56] Apud Sur., ad. 1 Jurit.

    [57] Ef. 6, 16.

    [58] Ef. 6, 17.

    [59] Ef. 6. 18.

    [60] Ef. 5, 8.

    [61] Apud Surium, sub. fin.

    [62] Coment. sobre vers. 28 do cap. 4 do Evang. de São João.

    [63] He: 4,15.

    [64] He: 2,14.

    [65] S. Crisóstomo, hom. 13 in Mt.

    [66] L. de Synod, Arins, e Seleuc.

    [67] Liber de Captiv. Babyl. e Liber de Abroganda Missa Privata, Lutero, t. 2.

    [68] T. 7. fls. 230.

    [69] Ibid. fls. 229.

    [70] De Captiv. Babyl, T. 2.

    [71] T. 7, fls. 228.

    [72] Ibid.

    [73] Ibid. fls. 129.

    [74] Ibid.

    [75] T. 7, fls. 129.

    [76] Ibid.

    [77] Hospin. 2 part. Hist. Sacr. fls. 131.

    [78] Faux Pasteur, sec. 48, p. 373.

    [79] Soepe dicere solitus sum, etiamsi me Diabolum vocaret (Lutherus) me tamem hoc illi honoris habiturum, ut insignem Dei servum agnoscam. Calvino, na sua carta de 25 Nov. a Bulinger.

    [80] Calvino, na sua defesa contra Westphal, col 1794 dos seus opusc. imp. em Genebra, 1611, por Jacob Stoër.

    [81] Bèze, T. 1 da sua Hist. Ecclesiastica, p. 4; Hosp., 2 part., Hist. Sacrm., fls. 127 v.

    [82] Hosp., ibid., fls. 22.

    [83] Hosp., ibid., fls. 22.

    [84] Lutero, De Abroganda Missa Privata, T 2.

    [85] Hospiniano ficou surpreso: “Lutero, disse no seu livro Da Missa Privada e da Unção dos Padres, que “haveria um sacramento verdadeiro mesmo quando ele fosse feito pelo Diabo”. “In libro de Missa Privata et Unctione Sacerdotum, anno 1533 edito, es usque progressus est, ut diceret, “sacramentum verum futurum etiam si a Diabolo conficeretur”. “Hosp., 2 part. Hist Sacr, fls. 14 v.

    [86] “Ego igitur non dicam, quod papista dicum, nullum angelorum, ne Mariam quidem ipsam, consecrare posse. Et e contra dico, se diabolus ipse veniret... ego autem pono ut postea resciscerem diabolum sic irrepsisse in officium pestoris Ecclesiae, in specie hominis vocatum esse ad proedicandum et publice in Ecclesia docuisse, baptizasse, celebrasse missam, absolvisse a peccatis, et tali munere functum esse juxta instituitionem Christi: tunc cogeremur fateri sacramento ideo non esse inefficacia, sed verum baptistum corporis et sanguinis Christi nos acupisse. Fides enim nostra, dignitas et efficacia Sacramentorum non vituntur qualitate personae, sive bona sive mala, uncta velnon uncta, vocata legitime, vel non vocata, Satan vel angelus, etc.” Lutero. De Missa Privata et Unctione Sacerdot. Tomo 7, fls. 243 v. Calvino é da mesma opinião: “Confesso, disse ele, que a virtude dos sacramentos não depende da dignidade das pessoas; e acrescenta que se um diabo ministrasse a ceia, ela não seria pior, mas, ao contrário; se um anjo cantasse a missa, ela não se tomaria em nada melhor, “opusc. I, serm. Contra a idolatria, col. 957.

    [87] “Ego in adolescentia mea audivi quondam hisriam, quendam concianatorem, cum jam deberet conscendere suggertum, subita oegritudine correptum, ibi supervenit quidam ignotus, et obtulit se pro ipso concionaturum: arrepto autem libro, paravit se ad concionem: it cum jam animis omnium repente permotis, tota pene in lacrymis solveretur turba auditorum. In fine autem concionis, ejusmodi dicto clausit: Vultis, inquit, Scire quis sim? Ego sum Satan, idea tam comitate vehementer apud vos de Evangelio peroravit, et eo acrius accusare vos possim in extremo die, in vestram damnationem”.

    [88] “Na hoec historiola vera sit, na docendi causa conficta, nosa pugno. Hoc antem scio eam verisimilem esse, scilicet diabolum posse evangelizare, fungi officio ministri et pastoris, porrigere sacramentum, etc.”. Lutero, ibid., fls. 244

    [89] Mateus 8, 29; Marcos 5, 7; Lucas 8, 28.

    [90] Atos 16, 17.

    [91] “Sciendum est, non tam sponte in Christi conspectum venisse (doemones), quam arcano Christi império tractos (... ) coacti, et contumaces eorum querimonial festes sunt quam non voluntária fuerit eorum confessio, sed vi extorta. “ Calvino, Harmonia Evangélica sobre os 6o e 7o versículo do Cap. V de S. Marcos.

    [92] S. Crisóstomo, Hom. 13 in Mat.

    [93] Hom. 2 de Lázaro.

    [94] “Hic respondebunt mihi patres (papistae, hic ridebunt et dicent: Tu est doctor ille celebris, et non nosti respondere diabolo: na ignoras diabolum esse mendacia non sunt simplicis artificis (... ) ipse sic adoritur, ut apprehendat aliquam et solidam veritatem, quae non potest, atque eam adeo callide et versute urget et acuit, et adeo speciose fucat suum mendacium, ut fallat, vel cautissimos. Uti cogitado illa, quae Judae cor percussit, vera erat, ‘tradidi sanguinem Justum’, hoc Judas negare non poterat. Sed hoc era mendacium: ergo est desperandum de gratia Dei. Diabolus hoc mendacium tam violenter ursit, ut Judas (... ) desperaret. “ Lutero, De Missa... , T. 7, fls. 230.

    [95] “Ibi mentitur Satan, quando ultra urgent, ut desperem de gratia (...) confessus quidem Sum (lege Dei convictus) coram Diabolo, me damnatum esse ut Judam, sed verto me ad Christum “. Lutero, ibid, fls. 230 v.

    [96] “Hic respondebunt mihi patres (papistae, hic ridebunt et dicent: Tu est doctor ille celebris, et non nosti respondere diabolo: na ignoras diabolum esse mendacia non sunt simplicis artificis (...) ipse sic adoritur, ut apprehendat aliquam et solidam veritatem, quae non potest. atque eam adeo callide et versute urget et acuit, et adeo speciose fucat suum mendacium, ut fallat, vel cautissimos. Uti cogitatio illa, quae Judae cor percussit. vera erat, 'tradidi sanguinem Justum', hoc Judas negare non poterat.

    [97] Permitam-me registrar o que diz o ministro Pierre Poiret, que escreveu aos reformados residentes na França que não precisavam crer nos católicos idólatras adoradores da Eucaristia. Desde que eles crêem que Jesus Cristo está presente nela, realmente, não somente a devem adorar, mas cometem um grande pecado ao fazê-lo. Vão até mesmo à afirmação de que Deus é obrigado a estar presente no sacramento da missa e nesse sacramento, de acordo com as palavras do Evangelho: “que te seja feito segundo tua fé”. Poiret, La Paix de Bounes Âmes dans tous les Partis du Christianisme sur les Matières et Particulièrement sur l'Eucharistie, Amsterdã, 1687, in 12. Também acusam os reformadores os protestantes de errar aqueles que não adoram Jesus Cristo quando acreditam que ele esteja presente no sacramento, pelo menos quando usado, e no momento da comunhão, porque qualquer pedaço que seja Jesus Cristo, é adorável sempre. E os reformadores confessam que, se acreditassem em Jesus Cristo presente no sacramento, eles mesmos o adorariam sob as espécies do pão e do vinho. V. Daille, na sua Apologia, Cap. 9, p. 222, e Calvino concorda em muitas passagens.

    [98] Comment sur le 9e v. do 7° cap. Da Epist. Aos Hebreus.

    [99] 1 Ped. 5, 8.

    [100] Mat. 18, 17.

    [101] 1 Jo, 4, 6.

    [102] Hospin. 2 p. Hist. Sacram., fls 25: Faux Pasteur de Drelincourt, sessão 47. p. 162.

    [103] Zwinglio in subsis., T. 2. fls. 249; Hospin., 2 part., Hist. Sacram., fls. 26.

    [104] Isto é: “Não sei se era anjo ou demônio.”


    [105] 1 Tim. 4,1.

    SPES - Santo Tomás de Aquino: Diálogo Ecumênico entre Lutero e Satanás
    Donoso y Erasmus dieron el Víctor.

  12. #12
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    Re: Lutero, no y no

    Editado: fuera de tema y además contraviene las normas de las que ya estabas avisado. 1 mes de expulsión.
    Última edición por Donoso; 11/10/2011 a las 01:25

  13. #13
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    Re: Lutero, no y no


    MP3´s para conocer la realidad de Lutero su persona, su pensamiento, su forma de vivir, sus opiniones y escritos sobre la Iglesia y los Papas

    Los protestantes, con motivo de los 475 años de su traducción de la Biblia al alemán, comenzaron a celebrar la «Década de Lutero», que tendrá su momento culminante en el año 2017, en el que celebrarán los 500 años del comienzo de la Ruptura de la Cristiandad, al introducir Lutero, mientras estaba en el Monasterio Agustino de Wittenberg, su interpretación personal del concepto de la «gracia divina» (Gnade, en alemán).

    Los media del sistema están dando noticias favorables y sesgadas del hecho durante todo el periodo que dura la celebración porque, como decía en un post anterior, los ataques del sistema no son contra la religión en genérico sino contra la Iglesia Católica.

    Y esta tesis del post es mucho más clara con el luteranismo, que es una religión que triunfa porque recibe el apoyo de los principes alemanes, y después de diversos reyes, puesto que ven en el protestantismo una doctrina sumisa al poder político (la prueba es que, hasta la actualidad, son los reyes las cabezas de las diversas iglesias luteranas)

    Como la difusión del Luteranismo y la imagen positiva de Lutero en muchas ocasiones se produce con el colaboracionismo de responsables católicos (como los años en que se le cedió las tribunas radiofónicas más difundidas al publicista protestante y anticatólico resentido Vidal) es interesante tener conocimiento que nos vacune contra la "prevaricación" de algunos pastores que no son tales.


    Antes de dejarse ganar por el "ecumenismo" interesante conocer quien era Lutero, su persona, su pensamiento, enmarcado en su época, su forma de vivir, sus opiniones y escritos sobre la Iglesia y los Papas



    Un amigo me hace llegar unos enlaces fundamentales. Dejando a un lado que la forma del documento pueda parecer tremendista (fondo musical) los contenidos están documentados y contrastados con la bibliografía (incluida la obra escrita por el propio Lutero) y los análisis son atinados



    [Merece la pena bajarse los archivos mp3 y oirlos en dispositivos portátiles para que la extensión de la serie no sea obstáculo para su escucha]






    Anotaciones de Pensamiento y Critica

  14. #14
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    Re: Lutero, no y no

    LUTERO, ESE SUBVERSIVO MAYOR (y padre de la Iglesia posconciliar)



    DOS TEXTOS





    1) Lutero rompe con la Iglesia como organización social y convierte al individuo en juez supremo de los principios orientadores de la propia existencia. La sociedad espiritual de las almas deja de ser el instrumento escogido por la Providencia para la conservación, transmisión y defensa de las verdades esenciales a la vida superior de las conciencias. Al individuo, con todas las contingencias de su falibilidad y bajo el impulso desorientador de todas las pasiones e intereses efímeros, se transfiere la misión de organizar la propia visión integral del universo y de pautar por ella la libertad de sus actos. Es la doctrina del reformador, en sus exigencias más radicales y fue también el ejemplo contagioso de su vida. Sus principales teorías reflejan, en la esfera de la inteligencia, las propias preocupaciones individuales y responde a exigencias de una solución para la crisis interiores de carácter nítidamente personal. A través del propio yo, Lutero juzga y organiza todo.

    Y este yo humano está miserablemente despedazado en la unidad de su estructura. La doctrina luterana multiplica los dualismos que acaban en antinomias insolubles. La naturaleza y la gracia, la ciencia y la fe, la autoridad y la libertad, la mística y la lógica, lejos de armonizarse en síntesis consistentes, se oponen contrastes que preparan futuras negaciones.

    Al mal del individualismo y, que aísla de la sociedad, hay que añadir el mal de la desintegración interna, que expone la vida del espíritu a todas las sorpresas de la anarquía interior. Se produce una subversión visible y sistemática de la jerarquía de las actividades espirituales del hombre. La razón abdica en favor del sentimiento. Se extingue la luz y se desencadenan las fuerzas ciegas. Es el primer desliz de la constancia del objetivo a la inestabilidad de lo subjetivo.
    Frenesí individualista para romper el equilibrio entre el hombre y el mundo externo de la vida social, exaltación de lo inmanente para desarticular la organización del mundo exterior: dos actitudes que en los siglos siguientes desarrollarían y agravarían con las más funestas consecuencias. Bajo el signo de la ruptura, se inaugura la civilización moderna.”
    Leonel Franca S.J., La crisis del mundo moderno, Razón y Fe,Madrid,1948, pp.68-69


    Nota catapúltica

    “Numa época de acirrada confrontação ideológica, a combatividade do padre Leonel Franca em artigos, conferências e livros fez dele um dos expoentes do pensamento católico no Brasil.

    Leonel Edgard da Silveira Franca nasceu em São Gabriel RS, em 6 de janeiro de 1893. Ingressou na Companhia de Jesus e cumpriu em Roma o triênio de filosofia na Universidade Gregoriana, de 1912 a 1915. Mais tarde, doutorou-se em filosofia e teologia pela mesma universidade. Ativo educador, foi membro do Conselho Nacional de Educação e participou da fundação da Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro (1940), de que foi o primeiro reitor. Sua influência como ideólogo católico exerceu-se no magistério e na avultada obra, de grande repercussão.

    Seus livros principais são Noções de história da filosofia (1918), A igreja, a Reforma e a civilização (1922), Catolicismo e protestantismo (1933), A psicologia da fé (1934) e A crise do mundo moderno (1941), além de uma tradução do livro bíblico dos Salmos. Padre Leonel Franca morreu no Rio de Janeiro em 3 de setembro de 1948”. Padre Leonel Franca - BioMania





    2) “Si bien la revolución de Lutero fue planteada por él en un plano religioso, pronto se pudo ver que la subjetividad liberada no tiene, en cuanto tal, connotación de suyo religiosa, aunque su libertad se manifieste también en el orden religioso. Esto se ve claro en el siglo XVIII en que la tesis de Lutero según la cual cada cristiano es sacerdote y rey, y por lo mismo juez en el dominio de la fe, se transforma en las tesis del libre examen. El orden se invierte: en Lutero, desde el plano de la fe y de la salvación, la libertad y autonomía de la subjetividad se proyecta hacia otros planos, como el moral y el político. En el siglo de las luces, proclamada ya la libertad del hombre como principio, se extiende y aplica al orden religioso reclamando el libre examen de las Escrituras como derecho de la subjetividad autónoma de ese hombre, constituída en el centro de la existencia.

    La idea de libertad del cristiano, luego secularizada, es decir despojada de su contenido religioso, es la que da lugar al nacimiento de la ideología moderna. Es una libertad entendida siempre como autonomía, en el estricto sentido de la palabra, o independencia del hombre respecto de cualquier clase de obligaciones o normas que se impongan desde instancias ajenas a su subjetividad. Es una libertad que sólo puede ser entendida como principio o bien primero y absoluto, pues si algo la condiciona o la limita, deja de ser lo que es. Desde que fue proclamada pública y universalmente por Martín Lutero, se la considera, hasta nuestros días como lo más sagrado en la vida de los hombres. Lleva la marca, en toda su historia posterior de Lutero, de la negación del libre albedrío en el hombre: una premisa esencial.”

    (Juan Antonio Widow, La libertad y sus servidumbres, Centro de Estudios Tomistas- RIL editores, Santiago de Chile,2014,p.237)


    Nota catapúltica

    “Juan Antonio Widow Antoncich, nació en Valparaíso en 1935. Cursó estudios de Filosofía en su Chile natal, doctorándose en 1968 en la Universidad de Madrid con una tesis sobre «La cuarta vía de Santo Tomás», dirigida por el profesor Antonio Millán Puelles, uno de los grandes filósofos de lengua española del siglo XX. Profesor titular de «Metafísica y Filosofía Política» en la Universidad Católica de Valparaíso, su quehacer intelectual ha venido marcado por la dedicación a ambas disciplinas, esto es, como cultor al mismo tiempo de la filosofía teorética y práctica. Su gran maestro, en todos los terrenos, fue el padre Osvaldo Lira, de los Sagrados Corazones, personalidad que llena los últimos dos tercios del siglo veinte chileno, y que fue el reiniciador de la tradición hispánica en su país. De ahí que, más allá de su actividad académica, en la que ha destacado con la dirección de la revista Philosophica, desaparecida con la jubilación de nuestro autor de su cátedra de Valparaíso, Widow sea un punto de referencia de cuantas iniciativas tocan al tradicionalismo político hispánico. Más aún, hombre pacífico aunque fuerte, en momentos bien difíciles para su patria animó la empresa de resistencia a la revolución marxista, con la fundación de la revista Tizona, y ha seguido imperturbable luego su combate frente a la revolución liberal con su palabra y su pluma. El hombre, animal político, es buena muestra de la amplitud de sus saberes filosófico-políticos y de la solvencia de sus fundamentos metafísicos y teológicos”.


    Editorial Nueva Hispanidad



    CATAPULTA | Artillero: Augusto Padilla

  15. #15
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    Re: Lutero, no y no

    El Lutero de Franciscus



    Improvisar sobre lo que sea sólo lo saben hacer satisfactoriamente los muy bien informados y los improvisadores profesionales, los primeros porque su improvisación informa competentemente y los segundos porque improvisan malabarísticamente diciendo mucho que es casi nada al fin. Nuestro PP Franciscus no es de ninguno de los dos tipos, pero improvisa. Las charletas en el avión de vuelta de sus viajes se ha convertido en un género francisquista, como, diríamos, un especial formato de documento pontificio. Y es terrible.

    Es terrible porque las improvisaciones francisquistas son imprecisas, confusas, desorganizadas, equívocas. Por ejemplo, lo que ha dicho de vuelta de Armenia cuando le han preguntado, entre otras cosas, por Lutero, y ha improvisado esto:

    "Las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Quizá algunos métodos no eran los correctos, pero en aquel tiempo, si leemos la historia de Pastor, un alemán luterano que después se convirtió cuando vio la realidad, se ha hecho católico, en aquel tiempo. La Iglesia no era realmente un modelo que imitar. Había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, obsesión por el dinero, el poder. Y por eso él protestó. Era inteligente, dio un paso adelante, justificando por qué hacía eso. Y hoy luteranos y católicos, protestantes todos, estamos de acuerdo sobre la Doctrina de la justificación. Sobre este punto tan importante él no estaba equivocado. El dio una medicina a la Iglesia, pero después, esa medicina, le ha consolidado en un estado, en un estado de cosas, en una disciplina, en un modo de creer, de hacer, litúrgico, y luego no estaba solo, estaba Zwinglio, Calvino, cada uno distinto del otro y detrás de ellos, ¿quiénes estaban? Los príncipes. 'Cuius regio, eius religio'. Debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender. Después fueron adelante las cosas, hoy el diálogo es muy bueno; ese documento sobre la justificación creo que es uno de los documentos ecuménicos más ricos, más profundos. Pero hay divisiones, dependen también de las Iglesias. En Buenos Aires había dos Iglesias luteranas, una pensaba de un modo… en la propia Iglesia luterana no hay unidad, pero se respetan y se aman. La diversidad es lo que quizá nos ha hecho tanto daño a todos. Hoy tratamos de retomar la entrada para reencontrarnos tras 500 años. Debemos rezar juntos. Rezar. Para esto la oración es importante. Segundo, trabajar por los pobres, los perseguidos, tanta gente, los refugiados, tanta gente que sufre. Trabajar juntos y orar juntos. Y que ideólogos estudien juntos, buscando… esto es una historia larga, larguísima. Una vez bromeando dije: «yo se cuál será el día de la unidad plena». ¿Cuál? El día después de la llegada del Hijo del Hombre. Porque no se sabe, Él es quien hará la gracia, pero mientras tanto: orar, amarnos y trabajar juntos, sobre todo por los pobres, la gente que sufre, la paz, tantas cosas, el aprovechamiento de la gente, muchas cosas en que se está trabajando conjuntamente."


    Como me da pereza desglosar y comentar lo improvisado, dejo sólo constancia y que cada lector de ExOrbe (porque les supongo a los susodichos un nivel suficiente, of course) hagan mentalmente las apostillas necesarias.

    La filo-luteranía es una infección que ha cundido mucho en estos últimos tiempos, desde después del V2º especialmente. Los católicos hemos olvidado, entre otras muchas cosas sobre muchos otros temas, las monumentales biografías de los muy doctos historiógrafos el dominico Henry Denifle (1904) y Hartmann Grisar S.J. (1908), que trazaron con sólida investigación y documentación un perfil de Martín Lutero difícilmente refutable. Según táctica de los agentes des-católicos, nos dirán que son obras 'superadas', que es lo que dicen cuando algo ha resultado, dadas las circunstancias, molesto por su rotunda verdad, es decir, 'políticamente incorrecto' (ecuménicamente incorrecto, diríase en este caso).

    Como decía que la cosa viene pegando hace ya tiempo, les refiero estas entradas publicadas en este mismo blog, en estos últimos años, por si quieren Uds. leer (o recordar lecturas):


    Lutero sigue Lutero


    Lutero es Lutero (y eso no hay quien lo enmiende)

    La verdad que ayer se enseñaba y que hoy nadie se atreve


    Cuando se acercan los temidos fastos de los quinientos años de 1517, recordar los hechos (verdaderos) y sus protagonistas (auténticos) es un deber muy grave.

    Ignoro si el ecumenismo políticamente correcto incluye o prevé maniobras de falseamiento por ocultación de los hechos o re-edición maquillada de los personajes. Por eso he puesto otra vez de ilustración la máscara mortuoria de Martín Lutero, tan expresivamente auténtica.

    +T.



    EX ORBE

  16. #16
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    Re: Lutero, no y no

    Gardone Riviera: The Roman Forum, contra la "apoteosis" de Lutero


    Gardone Riviera, 4 julio 2016
    , en la infraoctava de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. The Roman Forum (Nueva York), dirigido por el profesor John Rao, está celebrando su anual universidad de verano en Gardone Riviera. Este año, su vigésimo cuarta edición, tiene por tema "Medio milenio de depravación total (1517-2017): Una crítica del impacto de Lutero en vísperas de su apoteosis 'católica'". Se suma, así, a la estela de las V Jornadas Hispánicas de Derecho Natural, celebradas a finales del pasado mes de abril en la Ciudad de Méjico, y que tendrá continuidad (D.m.) en el XLIV Congreso de Amigos de Instaurare, el próximo mes de agosto en el santuario de la Madonna di Strada (Fanna). Tres iniciativas internacionales de alto nivel, en las que el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II ha tomado la iniciativa, por un lado, y ha colaborado gustoso, por el otro, anticipándose a los quinientos años de la Protesta luterana que, como indica el título de la reunión de los amigos estadounidenses, es de temer sea celebrada más que conmemorada (a fin de combatirla) incluso en ambientes "católicos".

    Como de costumbre se han sumado conferencias y actividades culturales a la Misa tradicional cantada diaria. Además de algunos de los colaboradores estables del Roman Forum (Christopher Ferrara, Michael Matt o James Bogle), han intervenido los profesores Miguel Ayuso (Madrid), Danilo Castellano (Údine), Bernard Dumont (París), Thomas Stark (Viena) y Ferenc Hörcher (Budapest).


    Agencia FARO

  17. #17
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    Re: Lutero, no y no

    EL LEGADO DE LUTERO (I)
    Juan Manuel de Prada

    (ABC, 22 de agosto de 2016)


    En breve comenzarán los fastos del quinto centenario del llamado Día de la Reforma, en el que Lutero clavó sus célebres 95 tesis en la puerta de una iglesia de Wittemberg. Aquellas tesis, que romperían la unidad de la fe, cambiarían también traumáticamente las concepciones filosóficas, políticas, económicas y culturales vigentes, hasta el punto de convertir la protesta luterana en uno de los hechos más importantes de la Historia. La llamada Reforma, a diferencia del cisma de Oriente, no fue una mera controversia eclesiástica, sino que supuso un expreso rechazo del Dogma y la Tradición, así como una negación del valor de los sacramentos. Y los dogmas religiosos no son, como el ingenuo (creyente o incrédulo) piensa, meras entelequias sin consecuencias sobre la realidad, sino condensación de verdades sobrenaturales que ejercen un influjo muy hondo sobre nuestra vida. No se puede cortar el tallo de un rosal y pretender que los pétalos de la rosa no se marchiten.


    Durante todo un año, vamos a recibir un bombardeo apabullante sobre las presuntas bondades del legado luterano. Nosotros, en la serie de cuatro artículos que hoy iniciamos, ofreceremos a las tres o cuatro lectoras que todavía nos soportan un modesto antídoto contra tal avalancha. Ciertamente, la Reforma de Lutero llegó cuando la decadencia de la Iglesia (minada por el concubinato del clero, la rapacidad y avaricia de muchos religiosos y la simonía institucionalizada) alcanzaba cotas lastimosas. Pero no se pone remedio a los errores cayendo en uno más grande; y la parábola evangélica del trigo y la cizaña ya nos advierte contra el peligro de arrancar la cizaña antes de tiempo (que fue, exactamente, lo que quiso hacer Lutero, logrando tan sólo desperdigarla).


    Al fondo de aquel furor reformista de Lutero palpitaba el fracaso espiritual de un hombre que había hecho esfuerzos ímprobos por alcanzar la unión con Dios. Pero todas sus sacrificios, penitencias y abnegaciones habían sido en vano; y seguían abrasándolo las concupiscencias más torpes (en cuya descripción, por pudor, no entraremos), que le causaban enorme angustia y ansiedad. Lutero consideró entonces (haciendo una proyección teológica de sus propias debilidades) que el hombre pecador nada podía hacer por alcanzar la salvación. Así fue como concluyó que Cristo ya había sufrido por nuestros pecados; y que, por lo tanto, ya estábamos perdonados. De modo que, para salvarnos, bastaba con que se nos aplicasen los méritos de Jesús por medio de la fe.


    Esta justificación a través exclusivamente de la fe se funda en una concepción pesimista de la naturaleza humana, que niega la libertad humana para vencer las tentaciones y también la gracia de los sacramentos. El hombre luterano, sin capacidad para sobreponerse al pecado y alumbrado por la "sola fide", suprime la mediación de la Iglesia; y será su conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, la que ordene su propia vida religiosa e interprete libremente las Escrituras. Y, como escribió el gran Leonardo Castellani con su habitual gracejo, «desde que Lutero aseguró a cada lector de la Biblia la asistencia del Espíritu Santo, esta persona de la Santísima Trinidad empezó a decir unas macanas espantosas». El libre examen luterano desató la enfermedad de la inteligencia denominada diletantismo, que luego ha contagiado, por proceso virulento de metástasis, toda la cultura occidental, primeramente con los ropajes del fatuo endiosamiento intelectual, por último con los harapos lastimosos del deseo de saber sin estudiar y la soberbia de la ignorancia. Las consecuencias de la Reforma luterana en el plano filosófico y moral no se harían esperar.


    (Continuará)











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    Trifón dio el Víctor.

  18. #18
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    Re: Lutero, no y no

    Hace años leí en un conocido portal de apologética un interesante trabajo que desmentía con sólidos argumentos y documentación la tradición de que Lutero hubiera clavado las 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Desgraciadamente, ese portal fue renovado hace algún tiempo y ya no se encuentra dicho trabajo, que era en realidad un capítulo de un libro sobre el heresiarca publicado por la BAC. Seguiré buscándolo en Internet y en bibliotecas, pero mientras tanto he encontrado algo muy interesante: un artículo que también desmiente dicha tradición, ¡pero escrito por un pastor protestante! Hasta algunos protestantes niegan ese mito fundacional del protestantismo. Reproduzco seguidamente el artículo del pastor mencionado.



    ¿Las 95 Tesis de Lutero fueron clavadas en las puertas de la iglesia de Wittenberg?


    ARGENTINA-
    Por Lisandro Orlov-



    ¿FUERON LAS 95 TESIS REALMENTE CLAVADAS EN LAS PUERTAS DE LA IGLESIA DEL CASTILLO DE WITTENBERG?


    Y en la década de los años 60 se comenzó a revisar y poner en duda la versión tradicional donde vemos a Martín Lutero clavando las Noventa y Cinco Tesis en las puertas de la capilla del castillo de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517 y que ha sido objeto de infinitas representaciones. Son varios los historiadores, tanto protestantes como católicos que ponen hoy en duda esta escena tan épica. Por supuesto que en nada cambia ni el contenido ni el impacto causado por estas Tesis nos permiten habilitar pensar que los acontecimientos se desarrollaron en forma un poco diferente a aquellos que por muchos siglos nos hemos representado, imaginado y aceptado como verdaderos.


    La versión actualmente aceptada por una cantidad de historiadores contemporáneos afirma que esas Tesis fueron muy posiblemente enviadas como correspondía al superior eclesiástico de Lutero que era el arzobispo Alberto de Magdeburgo y al obispo Jerónimo Schultz, que eran los oficiales inmediatamente superiores en la Iglesia en condiciones de examinar y dar la aprobación para su publicación. Es difícil pensar que antes que le llegara al Arzobispo el texto el mismo se haya hecho público. La carta de Lutero con la que se acompañaron las Tesis dirigida ese día al Arzobispo no nos permiten pensar que se haya actuado en ese sentido.


    El primer antecedente con el que actualmente contamos sobre el relato que nos describe a Lutero clavando las Noventa y Cinco Tesis proceden de recuerdos puesto redactado por Felipe Melanchthon en el prefacio que escribe para el segundo volumen de la colección de obras en latín de Martín Lutero. Esta es una edición realizada en 1546 a muchos años del acontecimiento descripto. No existen testimonios confiables previos a esta fecha tan tardía.


    “Y las clavó a la vista de todos en la iglesia adosada al castillo de Wittenberg, el día anterior a la festividad de Todos los santos de 1517. La cita procede del prólogo escrito por Melanchthon en 1546 para el segundo volumen de las obras latinas de Lutero. Él no pensó en ningún momento actuar clandestinamente. Él se dirige a los círculos académicos, siguiendo el camino trazado por la Iglesia”[1]



    Justamente el camino trazado por la disciplina eclesiástica impone a los fieles y en especial a los profesores de teología enviar previa a su publicación todo escrito para su consideración a los censores establecidos en su jurisdicción religiosa. Aparentemente este es el camino seguido por Lutero.


    Igualmente tenemos que ser muy cautos con relación a la fecha de publicación de este prefacio. Si Melanchthon escucho este relato de labios del mismo Lutero, y esa es su única fuente de información, tenemos que ser muy cautos al respecto porque el Reformador al final de su vida tenía la tendencia de embellecer el relato de su vida con la finalidad de ubicarse mejor en el debate. Claros ejemplos de esta creatividad es el presentar a su padre como pobre campesino cuando todos los testimonios lo muestran como un próspero empresario minero con aspiraciones políticas. Igualmente su madre no es la pobre mujer que acarrea sobre sus hombros la leña para el hogar cuando los testimonios históricos revelan que pertenece a una acomodada familia burguesa y que el itinerario escolar del niño y joven Lutero recorre las ciudades donde la familia materna tiene una presencia social y económica importante. [2]


    Asimismo llama la atención que el pintor amigo íntimo de Lutero, Lucas Cranach el Viejo, que fue quien intermedio de casamentero entre Katalina von Bora y Lutero y que salió de testigo de ese matrimonio, nunca pintó esta escena en debate. Esta ausencia es significativa porque vemos los diversos e imaginativos cuadros de este artista que ubican a Lutero al pie de la cruz de Cristo o sentado a la misma mesa celebrando la Última Cena junto a Jesús de Nazaret y todos sus discípulos y otros. Si hubiera tenido noticias de un relato tan épico y significado sobre Lutero clavando las tesis en las puertas de la iglesia, estoy seguro que no se hubiera privado de reflejarlo en una de sus muchas y diversas pinturas. Si las escenas de este acontecimiento son posteriores a l546 tenemos que pensar que lo hacen inspirados en el dudoso relato de Felipe Melanchthon ya citado

    Esas Noventa y Cinco Tesis nacen de la preocupación eminentemente pastoral de Lutero con relación a los efectos negativos que tenía la venta inescrupulosa del perdón de los pecados bajo la modalidad que se llama indulgencias. Esa influencia fue considerada desesperadamente negativa sobre la espiritualidad y la vida evangélica de los bautizados entre los contemporáneos de Lutero en su tiempo y en su región.


    “La Reforma luterana esencialmente es un asunto de cura de almas. Un asunto de cura de almas, es cierto, que llevará muy lejos”[3]

    “No debemos… temer en absoluto repetir que el único cuidado que inspira a Lutero es el de la salvación de las almas, a las cuales sabe que debe revelar el auténtico camino del perdón. «Haced penitencia», este grito de Jesús y de Juan domina las 95 tesis y resuena como un grito de alarma. «Haced penitencia», pero no una penitencia cualquiera, esporádica, como de paso, limitándose a satisfacer por las penas que os impone la Iglesia. Esto es demasiado fácil y, además, no es esto lo que pide Jesús. ¡No; haced penitencia todos los días y en cada momento de vuestra vida; convertíos y entregad a Dios todo vuestro ser! «Diciendo: Haced penitencia, nuestro Señor y Maestro Jesucristo ha querido que la vida entera de los fieles fuera una penitencia… Y esta penitencia dura hasta la entrada en el reino de los cielos”[4]


    También hay que tener en cuenta como para poner en duda la versión que nos describe a Lutero clavando las tesis en las puertas de la Capilla del Palacio del Elector en Wittenberg en vísperas de la celebración de la Fiesta de Todos los Santos, un hecho muy concreto: Felipe Melanchthon no estaba en ese momento en la ciudad y por lo tanto no es un testigo presencial ni una fuente directa. Aquello que afirma lo hace a partir de lo que ha escuchado o leído. De hecho los historiadores no disponen de testigos presenciales de este hecho que aparentemente es por el momento una “leyenda” creada con posterioridad y a muchos años de distancia del acontecimiento.


    El principal protagonista del acontecimiento, Martín Lutero nunca mencionó en ninguno de sus muchos escritos, correspondencia y opúsculos que haya clavado las Tesis en las puertas de esa iglesia. De hecho no existe constancia alguna de que otro colega contemporáneo de Lutero en la Universidad que haya respondido al llamado a debatir esas propuestas o afirmaciones.


    El 1° de noviembre de 1517 nadie se presentó para discutir con el Hermano Martín. Pero en unos pocos días, las noventa y cinco tesis, reimpresas, traducidas al alemán, llevados a todos los medios, traían al monje, para gran sorpresa suya, el eco de una voz cuya potencia y cuyo acento le turbaron profundamente”[5]


    Tenemos relatos concretos donde Lutero explica que esas Tesis fueron enviadas como era de esperar al Arzobispo Alberto de Maguncia. Tenemos una carta del mismo Reformador que tenemos que prestarle realmente más atención porque nos revela el espíritu y la actitud con la que las Noventa y Cinco Tesis fueron redactadas y el objetivo que las mismas esperaban alcanzar. Allí es donde confirma que el 31 de octubre de 1517 envió una carta de presentación de sus tesis tanto al Arzobispo Alberto, igualmente la remitió copia de esas Tesis y esa carta la Obispo que tenía responsabilidad pastoral sobre esa ciudad.


    La actitud que lleva a Martín Lutero a redactar y enviar las Tesis a sus superiores se revela en el párrafo que introduce esa carta y que es igualmente redactada el 31 de octubre de 1517:


    “Padre en Cristo e Ilustrísimo Príncipe: Perdonadme que yo, el más humilde de los hombres, ose escribir a Vuestra Sublimidad. Nuestro Señor Jesucristo es testigo de que me doy perfecta cuenta de mi insignificancia y mi indignidad. Me he atrevido a tanto debido a la obligación de fidelidad que debo a Vuestra Paternidad. Quiera Vuestra Alteza mirar hacia este grano de polvo y escuchar mi súplica de clemencia de vos y el papa.”[6]




    Esta no es la actitud de un rebelde ni de un indisciplinado. ¡Qué pena que esta súplica no haya sido escuchada y no haya sido la base de un primer diálogo! ¡Cuánto dolor, cuanta división y cuantas muertes se hubieran evitado! Lamentablemente no podemos volver atrás la historia pero quizás ha llegado el momento de repetir esta plegaria e intentar retomar aquel diálogo que no fue pero que hoy es posible.



    ¡Dios del cielo! ¿Es esta la forma en que las almas confiadas a vuestro cuidado son preparadas para la muerte? Debéis dar cuenta de todas ellas. Yo no puedo quedarme más tiempo callado. Debemos obrar nuestra salvación con temor y temblor. ¿Por qué, entonces, hacer que la gente se confíe en las indulgencias, que solamente pueden dar la remisión de las penas canónicas externas? Las obras de piedad y de caridad son infinitamente mejores que las indulgencias. Cristo no mandó predicar las indulgencias sino el Evangélica ¡Qué horror, qué peligro para un obispo si nunca predica a su grey el Evangelio sino la baraúnda de las indulgencias! En las instrucciones a los vendedores de indulgencias, publicadas bajo el nombre de Vuestra Paternidad, pero seguramente sin vuestro conocimiento y consentimiento [Lutero le ofrece con esto una salida], se llama a las indulgencias el don inestimable de Dios para reconciliar al hombre con Dios y vaciar el purgatorio. Se declara que la contrición es innecesaria. ¿Qué puedo hacer yo, Ilustre Príncipe, sino suplicar a Vuestra Paternidad, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que suprimáis completamente estas instrucciones para que nadie se levante a refutar este libro y arroje oprobio sobre Vuestra Sublimidad, lo que no quisiera en absoluto, pero temo que suceda si no se hace algo rápidamente? Quiera Vuestra Paternidad aceptar mi fiel y obediente admonición. Yo también soy una de vuestras ovejas. Quiera Nuestro Señor Jesucristo guardaros siempre. Amén.


    Wittemberg, 1517, en la víspera de Todos los Santos.


    Si os dignáis echar un vistazo a mis tesis, veréis cuan dudosa es la doctrina de las indulgencias, que se proclaman, empero, con tanta confianza.


    Martín Lutero, agustino, Doctor en Teología.


    Pastor Lisandro Orlov


    Iglesia Evangélica Luterana Unida en Argentina y Uruguay



    ————————————————

    [1] Lilje, Hanns. “Lutero”. Biblioteca Salvat de Grandes Biografías. Barcelona 1986. Página 88

    [2] Oberman, Heiko A. “Lutero. Un hombre entre Dios y el diablo” Alianza Universidad. Madrid 1982

    [3] Greiner, Albert. “Lutero” Biblioteca de la Historia. Sarpe. Madrid. |985. Página 57

    [4] Greiner, Albert. “Lutero” Biblioteca de la Historia. Sarpe. Madrid. |985. Página 64

    [5] Febvre, Lucien. “Martín Lutero, un destino” Fondo de Cultura Económica.México 1972. Página 94
    [6] Luther Works 55 Volume American Edition on CD-Rom. Volumen 48 Cartas



    ALC Noticias | ¿Las 95 Tesis de Lutero fueron clavadas en las puertas de la iglesia de Wittenberg?

  19. #19
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    Re: Lutero, no y no

    Aunque todavía no he encontrado el artículo del profesor García Villoslada del que hablaba en el mensaje anterior, me he topado con este que viene a decir más o menos lo mismo y además lo cita.




    Lutero clavó un clavito, pero qué clavito clavó…

    Juanjo Romero



    El 31 de octubre de 1517 un joven monje agustino llamado Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg «Noventa y cinco tesis sobre las indulgencias». Aunque su intención era someter a discusión el texto de acuerdo con la práctica académica de la época, la acción fue interpretada como un desafío a la jerarquía eclesiástica.




    • Ni fueron 95, el manuscrito no llevaba numeración y la primera que se hizo fue inconsistente [1]
    • Ni fueron tesis: alguna hay, otras son oraciones, ironías… [2]
    • Ni siguieron la práctica académica de la época[3]: las tenía que colgar el bedel en varias sedes [4]
    • Ni el 31 de octubre clavó nada en la puerta de iglesia alguna.


    Este cúmulo de lugares comunes pertenece a la contraportada del libro de un famoso radiotelepredicador español que se arroga la misión de culturizar al españolito medio. A su favor está que esta vez no dice que las tesis estaban ya impresas y nos ahorra la presencia de Juan Agrícola al medio día [5]. Lógicamente la portada del libro son las «puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg »


    La historieta, símbolo y motivo de que el 31 de octubre se celebre el «Día de la Reforma» no es atribuible a Lutero, y desde la publicación en los 60 de las biografías del alemán por Iserloh y Honselmann –recogidos en español por R. G. Villoslada– no la mantienen ni siquiera los luteranos medianamente leídos.


    Quizá lo más exacto, pero menos romántico, sea decir que el31 de octubre de 1517 fray Martin Lutero envió una carta al arzobispo de Maguncia protestando por la predicación de Tetzel. Eso sí que lo confirma Lutero. No deja de ser curioso que un personaje tan dado a contar batallitas no mencionase en ninguno de sus escritos un suceso tan trascendente como la afixión pública de las tesis en la ‘Schlosskirche‘ de Wittenberg.

    El mito tiene su origen en en el prefacio que escribió Philipp Melanchthon para el segundo volumen de las obras completas en 1546, ya muerto Lutero. Parece ser que Melanchton fue una buena persona, pero es un mediocre teólogo y un pésimo historiador. Desde luego no se distingue por su ‘exactitud’ a la hora de referir detalles de la vida de Lutero [6].


    Melanchton no pudo ser testigo del hecho, porque en 1517 estaba en Maguncia. Se desconocen los motivos de la ‘invención’, quizá se le fue la mano, e interpretó la intención de Lutero de discutir el asunto como una disputa oral, y no lo que probablemente fue: una disputa escrita.


    Llama la atención que ninguno de los cronistas contemporáneos mencionase un hecho tan relevante:



    • ni el historiador Juan Carion (1499‑1537), amigo de Melanthon;
    • ni Jorge Spalatino, cuyos Anales, perfectísimamente informados, llegan hasta 1525;
    • ni F. Myconius (1490‑1546), autor de una Historia reformationis;
    • ni C. Scheurl, que trató del caso en su Libro histórico de la cristiandad de 1511 a 1521, y que tantas noticias nos dejó en su epistolario;
    • ni Emser,
    • ni Cocleo,
    • ni Kilian Leib,
    • ni ninguno de los controversistas;
    • ni el documentado historiador J. Sleidan, que dio comienzo a su gran obra, De statu religionis commentarii, antes de 1545[7]


    Para contextualizar la situación conviene recordar tal como lo cuenta R. G. Villoslada:

    que la iglesia del castillo ducal de Wittenberg, enriquecida por Federico el Sabio con infinitas reliquias de mártires, confesores, vírgenes, patriarcas, profetas, etc., estaba dedicada a Todos los Santos, y por eso celebraba el 1 de noviembre su fiesta titular, que empezaba con las vísperas solemnes el día 31 de octubre. Al toque festivo de las campanas, el pueblo en masa acudía a venerar a los santos en sus reliquias, a confesarse –en aquella ocasión, el número ordinario de ocho confesores se multiplicaba– , a oír misa y comulgar y a ganar las innumerables indulgencias papales condicionadas a aquellos actos de culto. La indulgencia plenaria de la Porciúncula (como en Asís) se podía ganar desde el 30 de octubre hasta el 1 de noviembre inclusive.


    Toda la población de Wittenberg entraba en aquel templo con ansia de ganar indulgencias. En la hipótesis de que Lutero hubiera fijado allí sus tesis contrarias a las indulgencias, el escándalo hubiese sido ruidoso, y el hecho audaz se hubiera grabado imborrablemente en la memoria de todos. ¿Por que nadie lo recordó nunca?

    Respecto a lo que podríamos llamar «argumentos internos» del propio Lutero tampoco parece que desease clavar nada en ningún sitio. Veamos:



    • 11 de noviembre de 1517: Recién redactadas «las tesis» no quiso comunicárselas ni a sus amigos. Es probable que al primero que se lo enviase fuese a Fr. Juan Lang, de Erfurt. «Otra vez te envío paradojas… Lo único que deseo saber de ti y de esos tus teólogos es vuestro parecer sobre estas conclusiones» (las «paradojas» eran tesis contra la teología escolástica que había escrito en septiembre de ese año). Si le pide que le señale errores es que no las ha publicado todavía
    • «Después de la fiesta de Todos los Santos», en día indeterminado Lutero viaja a Kemberg, 13 kilómetros de Wittenberg, durante el cual –lo refiere él mismo en una charla de sobremesa– comunicó a su amigo Jerónimo Schurff su propósito de escribir «contra los crasos errores de las indulgencias». Asustado el Dr. Schurff, exclamó: «¿Pretendéis escribir contra el papa? ¿Qué queréis decir? Eso no lo sufrirá nadie». Clara señal de que en Wittenberg no habían sido publicadas las 95 tesis.
    • 15 febrero 1518: Algún rumor llegó al príncipe Federico y de sus consejeros. Uno de ellos, Jorge Spalatino, escribió a Lutero en noviembre, manifestándole la extrañeza de que ninguno de los cortesanos tuviese noticia de tales tesis, a lo cual respondió Lutero: «No quise que llegaran a oídos de nuestro príncipe ni de alguno de sus cortesanos antes que a los (obispos) que podían creerse criticados en ellas». Sigue siendo raro que ni Federico ni sus cortesanos conociesen el asunto si «habían sido clavadas»
    • En noviembre del año siguiente volverá a excusarse con el príncipe, explicándole por qué los primeros a quienes informó de lo que planeaba fueron el arzobispo de Maguncia-Magdeburgo y el obispo de Brandeburgo. Hubiera sido poco correcto anunciar y divulgar las tesis sobre las indulgencias, cuyo texto había sido enviado a dichas autoridades eclesiásticas, antes de tener la respuesta de las mismas.
    • Parece que hay que creer a Lutero cuando repite una y otra vez que no deseaba se divulgasen por el momento aquellas tesis. Y si esto es así, ¿cómo las iba a fijar en la puerta de un templo concurridísimo, en el día de mayor afluencia de gentes venidas de todas partes?


    Así que desconfíen de cualquier libro, artículo, película que intente «acercarnos al verdadero Lutero», «destruir mitos acerca de Lutero», «mostrar la auténtica cara del Reformador» y que lleven en su portada las puertas de iglesia del castillo de Wittenberg. No serán más que malos remedos de Melanchton: quizá buenas personas, malos teólogos y pésimos historiadores o novelistas.

    No deja de tener su gracia que «los protestantes» celebren una tradición..


    Notas

    [1] El manuscrito no llevaba numeración alguna. La numeración –muy mal hecha por cierto– no se debe al autor, sino a los primeros tipógrafos, que a fines de 1517 las imprimieron casi contemporáneamente en Nuremberg (A), en Lelpzig (B) y en Basilea (C ) conforme a copias manuscritas suministradas no por Lutero, sino por alguno de sus amigos. La edición de Leipzig tiene una numeración desatinada: divide alguna proposición en dos números o junta dos tesis en una; después de una serie de 26 números, sigue otra, partiendo del número 17 hasta el 87. Las de Nuremberg y Basilea distribuyen las tesis en cuatro series sucesivas: tres de 25números cada una, y la cuarta de 20; en total, 95tesis, no muy lógicamente divididas. (Cf. R. G. Villoslada, Martín Lutero, 2ª Ed., BAC, Madrid (1976) pp. 319-351).

    [2] ¿Quién llamará tesis a las simples interrogaciones retóricas, como son las de los números 82‑89, 92 Y 93? (Cf. Op. Cit.)
    [3] En caso que Fr. Martín hubiera querido tener una disputa de las habituales en la Universidad, no hubiera encontrado dificultad alguna. No el profesor, sino el bedel, por orden del decano, hubiera fijado las tesis a las puertas de la Schlosskirche y de la parroquia (acaso también en las iglesias de los conventos de franciscanos y agustinos), determinando el día de la disputatio, posiblemente también la hora y los nombres del arguyente, del defendiente y del maestro bajo cuya dirección se tendría la disputa. Sin más, hubieran concurrido puntualmente numerosos maestros, licenciados, bachilleres y estudiantes. A veces, cuando no se señalaba el lugar ni la hora, se ponía una frase como ésta: Loco et tempore statuendis. (Cf. Op. Cit.)
    [4] Y no es que Lutero no supiese lo que son tesis y cuál era el procedimiento. Tenemos por ejemplo las del 4 de septiembre de 1517 (WA 1,224) que corresponden en la forma y en el fondo a tesis escolásticas. (Cf. Op. Cit.)
    [5] Un testimonio tardío, que parece ser de Juan Agrícola (1494-1566)de Eisleben, estudiante de Wittenberg por aquellos días, solía aducirse en favor de la fijación de las tesis: «Proposuit Lutherus Wittenbergae, quae urbs est ad Albim sita, pro veteri scholarum more themata quaedam disputanda, me teste, quidem citra ullius hominis aut notam aut iniuriam». El me teste parecía un argumento contundente, pero es una lectura errada; en el códice manuscrito se lee modeste, como ha demostrado H. VOLZ, Erzbischof Albrecht von Mains und Martin Luthers 95 Thesen: Jahrb. d. Hess. kirchengesch. Vereinigung 13 (1962) 107-228 (p.227). (Cf. Op. Cit.)
    [6] Con motivo del luteromanía de hace unos años se publicó el posible descubrimiento de una anotación del reformador George Rorer en vida de Lutero en el sentido de que habían sido clavadas. Pasado el tiempo no se ha confirmado la autoría. De todas formas no modifica la argumentación de Iserloh, Honselmann y R. G. Villoslada
    [7] Cf. Op. Cit.




    Lutero clavó un clavito, pero qué clavito clavó…
    Última edición por Hyeronimus; 25/08/2016 a las 19:20

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    Re: Lutero, no y no

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    EL LEGADO DE LUTERO (II)
    por Juan Manuel de Prada

    (ABC, 27 de agosto de 2016)


    Al afirmar el principio del libre examen, que atribuye al hombre una facultad omnímoda para ordenar su vida religiosa, Lutero anticipa el imperativo categórico de Kant, que proclamaría la suficiencia absoluta de la voluntad humana para emanar normas de conducta, erigiéndose así el hombre en único legislador y árbitro de su vida moral. A la vez, con su tesis del "servo arbitrio", que juzga al hombre incapaz de elegir el bien, Lutero se convierte involuntariamente en promotor del nihilismo filosófico y ético.

    Lutero, discípulo de los nominalistas Wesel y Biel, injertó en el pensamiento de sus maestros un asfixiante pesimismo antropológico. Juzgaba que la inteligencia humana, tarada por el pecado original, estaba incapacitada para abstraer lo universal y pensar las cosas del espíritu; pero, al mismo tiempo, consideraba que era muy apta para desenvolverse con pragmatismo en el mundo. Inevitablemente, un hombre dispensado de discernir un orden moral objetivo puede refugiarse en su conciencia subjetiva. El bien ya no será una categoría que el hombre discierne a través de la razón, sino lo que en cada momento determine que es bueno (o, dicho más descarnadamente, lo que le convenga), y el mal lo que entienda que es malo (o sea, lo que le perjudique). Danilo Castellano observa con perspicacia que esta consideración de la conciencia permitirá luego a Rousseau afirmar en el "Emilio" que «la conciencia es la voz del alma, como las pasiones lo son del cuerpo». Esta conciencia, reducida a mera pulsión subjetiva, acabará conformando al hombre de nuestra época, un amasijo instintivo sin guía ni freno, huérfano de razón y responsabilidad. Un hombre que guía sus decisiones (que, inevitablemente, ya no serán morales) por la pura espontaneidad, que es la que le permite afirmarse y ser “auténtico”, y hasta creer (risum teneatis) que es libre como el viento, aunque sólo sea esclavo de sus pasiones. Y de la conciencia instintiva al subconsciente freudiano hay un solo paso.


    Inevitablemente, esta concepción luterana del hombre, incapacitado para abstraer lo universal, impondrá el abandono de la metafísica, que posteriores corrientes filosóficas declararán inaccesible (y, con el tiempo, inútil). Como luego afirmaría Hegel, «la verdadera figura en que existe la verdad no puede ser sino el sistema científico de ella». Es decir, cada escuela filosófica debe crear un sistema que se erija en la verdad (por supuesto, refutada por la siguiente escuela). Así, se concluye en la extravagancia de pensar que la razón humana es suficiente para dar fundamento a toda la vida del hombre, quedando excluido el orden sobrenatural. Y, con el tiempo (porque los sistemas filosóficos, al faltarles el sustento de una verdad universal, se tornan pendulares), se concluye en la extravagancia contraria, según la cual la razón humana carece de autoridad para fundamentar la vida, lo que desembocará en los sucesivos escepticismos, relativismos y nihilismos del pensamiento contemporáneo. Como sostiene Belloc en Europa y la fe, «al negarse la realidad y hasta el ser, se crean sistemas que se mueven en un vacío atroz, para asentarse finalmente en una negación y desafío universales lanzados contra toda institución y todo postulado». La desaparición del saber metafísico acaba degenerando en la búsqueda de verdades “sociológicas”, siempre coyunturales y cambiantes, carentes de fundamentación real. Y, tarde o temprano, propicia malformaciones y excrecencias irracionales; pues, allá donde falta la metafísica, afloran como setas un sinfín de supersticiones enloquecidas, fanáticas e imprevisibles. Y surgen entonces, inevitablemente, conceptos políticos morbosos. Porque el legado de Lutero tiene también, por supuesto, consecuencias políticas.


    (Continuará)












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