En Gran Bretaña el protestantismo fue impuesto a viva fuerza, contándose durante el régimen de Enrique VIII alrededor de 72.000 víctimas, volumen que adquiere plena significación cuando se lo compara con los 2000 o 3000 que se ejecutaron en el lapso de tres siglos y medio de Inquisición española; no menos feroz resultó ser el reinado de Isabel I, en el curso del cual la masacre continuó a un ritmo de 300-400 personas al año, cuyos bienes iban a manos de los poderosos príncipes protestantes, quienes, al decir de Hilaire Belloc llevaron a cabo una Revolución de los ricos contra los pobres, aún hoy simbolizada por la Bolsa de Londres, la cual abrió sus puertas en 1571. Luego se vieron borrascosos períodos conducentes a la ejecución de Carlos I y la instauración de la Inglaterra Republicana con los puritanos dictadores Cromwell por once años, cuyas tesis transitoriamente derrotadas volvieron a imponerse definitivamente con la Revolución Gloriosa de 1688; de allí en adelante el monarca reinará sin gobernar, consagrándose las tesis de John Locke en formas de gobierno democráticas aún vigentes en lo esencial.
Aparentemente se trataba tan solo de la ruptura de las cadenas de un absolutismo monárquico apoyada en la tesis absurda del derecho divino de los reyes, nunca aceptada en el Imperio Hispánico. Sin embargo en el seno de tal proceso se llevó a efecto una transformación en la tenencia de la propiedad que ha llevado al investigador inglés Arnold Toynbee a exclamar:
'Quien no conozca nuestra historia en ese período podría creer que hubo una guerra exterminadora o alguna revolución social que traspasó de una clase a otra la propiedad de la tierra.'
En efecto, los nuevos dirigentes, una vez se hicieron a los bienes de los católicos y de su Iglesia, procedieron a repartirse las tierras comunales de la población, heredadas de la Edad Media y especialmente beneficiosas a los pobres, para luego continuar, siempre voraces, con los pequeños campesinos, quienes fueron expulsados hacia las ciudades y reemplazados por grandes rebaños de ovejas a las que se calificó de devoradoras de hombres.
Fuente: Bolívar, la fuerza del desarraigo de Luis Corsi Otálora.
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