Revista ¿QUÉ PASA? núm. 200, 28-Oct-1967
A. M. D. G. en los Jesuítas de Serrano
Por RAFAEL GAMBRA
El pasado domingo día 15 de octubre (1967), en la misa de doce, celebrada en la iglesia (hoy parroquia) de los PP. Jesuitas sita en Serrano, esquina a Maldonado (Madrid), el celebrante advirtió que los fieles podrían comulgar de pie por concesión especial del señor Arzobispo.
Un joven de diecinueve años se acercó al comulgatorio y se arrodilló. El celebrante le ordenó que se levantase. «Padre —respondió el muchacho—, yo comulgo siempre de rodillas.» Y EL SACERDOTE LE DEJO DE LADO SIN DARLE LA COMUNION.
Después de observar la forma indecorosa en que se acercan a comulgar—y comulgan—muchos hombres y mujeres, la consecuencia ineludible del hecho inverosímil, pero real, que acabamos de relatar es la siguiente: hoy en día las actitudes externas carecen de importancia y no justifican que a nadie se llame la atención ni menos que se le haga la afrenta pública de negarle la comunión..., salvo cuando esas actitudes son de respeto. Hay que admitir las costumbres de todos los pueblos y las ceremonias de todas las religiones con espíritu ecuménico y de caridad... salvo las nuestras. Escandalizarse de ver a un cristiano mascar chicle en la iglesia o de que una mujer comulgue con pantalones cortos, o de que un hombre exhiba el vello de su pecho a través de una camisa abierta, es dar pruebas de estrechez mental: tal vez sean americanos o zeelandeses, y, en todo caso, cada uno honra a Dios a su manera.
Pero si un español, en un templo de la capital de España, renuncia a una concesión para recibir de rodillas el Cuerpo de Cristo, según la costumbre ancestral de nuestro propio pueblo y de nuestra propia religión..., ¡ah, no! ¡Eso sí que no! Semejante insolencia despierta la Santa Ira del sacerdote y le obliga a suspender por un momento su ecuménica tolerancia para excomulgar in situ al culpable.
Y todo ello, sin duda, A.M.D.G... Lo cual, por si alguien lo ha olvidado ya, es el lema de la Compañía de Jesús y significa: «Ad Maiorem Dei Gloriam!-» Lo que, traducido a la lengua «vernácula» de los Reformistas quiere decir: A la mayor gloria de Dios.
¡Pobre Pérez de Ayala! ¡Tan ingenuo
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