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Tema: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

  1. #1
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    El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Unos y otros, con una mezcla a dosis iguales de ignorancia y de malicia tienden a ignorar la ingente obra del Caudillo en materia religiosa.
    Hablan de la grandeza del Catolicismo en España refiriéndolo a épocas remotísimas de los Fernandos, Carlos y Felipes y solo hasta 1833, como si desde entonces en España (por no haber habido reyes carlistas) ya no hubiera habido más que políticos malvados y antirreligiosos.
    Y eso no fue así; los que peinamos canas no nos tragamos ni el discurso religioso antifranquista de posconciliares ni el de viejos resentidos; quede eso para yogurines imberbes y manipulables.

    Nadie habla nunca, (ni sacerdotes, ni legitimistas ni meapilas posconciliares ¿por ignorancia? ¿por malicia?¿por odio? ¿por cobardía?) nadie habla, pues, del Concordato de 1953, magnífica obra y plasmación bien reciente de las más puras tesis católicas en las relaciones Iglesia Estado. Que no hace falta retrotraerse a San Pío X ni a León XIII, no. A Franco y a Pío XII, señores. No miren más allá que no hace falta.
    Y he aquí el discurso de... Franco en las Cortes de 1953, resumiendo, con motivo del Concordato las tesis Iglesia Estado con más maestría que tochos y tochos de literatura decimonónica.

    DISCURSO DE S.E. EL JEFE DEL ESTADO A LAS CORTES DEL REINO:

    LA FE CATÓLICA, PIEDRA BÁSICA DE NUESTRA NACIONALIDAD
    Nuestra fe católica ha venido siendo a través de los siglos la piedra básica de nuestra nacionalidad. Identificada la fe cristiana con el fin supremo del hombre elevado al orden sobrenatural, penetra en nuestro suelo ya desde los albores del Cristianismo y el sentir profundamente religioso de nuestro pueblo promulga su solemne reconocimiento en el III Concilio de Toledo, decisivo en la formación de la nacionalidad española, siendo profesado desde entonces, ininterrumpidamente por las sucesivas generaciones que nos antecedieron, sin que jamás se haya escindido nuestra unidad de conciencia religiosa con divisiones que tantos conflictos y tantas luchas han ocasionado en otras naciones de Europa.

    Y si en etapas infelices de nuestra historia se registraron persecuciones y rozamientos entre los poderes públicos y la Iglesia, como aconteció en los siglos XVIII y XIX y aún en el XX, bajo el signo republicano, no fue el pueblo español el que los inspiró o provocó, sino precisamente el sectarismo personal de sus gobernantes que desobedecieron la conciencia religiosa de la inmensa mayoría de su pueblo, sacrificado de este modo a su sectarismo personal.

    EL ALZAMIENTO NACIONAL, RESTAURADOR EN LO RELIGIOSO
    Esta persecución de nuestra conciencia en lo religioso fue la que impregnando de espiritualidad nuestra Cruzada, dio al Alzamiento Nacional su sello restaurador en lo religioso, que acompañó a nuestro Movimiento desde su iniciación y que, sin duda, atrajo hacia nuestro bando la protección y benevolencia divinas tan trascendentes para la victoria.
    Así lo interpretó la Jerarquía eclesiástica, que profundamente convencida, desde los primeros momentos, de la autenticidad católica de nuestro Alzamiento nacional, publicó aquella memorable pastoral colectiva que, si bien no consiguió modificar en lo exterior ciertas actitudes hostiles, adoptadas de mala fe, sí logró esclarecer los hechos y mostrar los fundamentos, las razones y la finalidad verdadera de la Cruzada, aclarando dudas y sosegando conciencias que, por falta de la debida información, creían de buena fe se trataba de un nuevo y discutible pronunciamiento militar al estilo de los del siglo XIX.
    Aquella carta pastoral, obra del insigne cardenal Gomá, fue espontáneamente firmada por todos los obispos a la sazón en España, entre ellos el de Teruel, aquel insigne Padre Polanco, que, hecho después prisionero por los rojos, había de pagar con su preciosa vida la entereza en negarse a declarar, como se le proponía, que la había suscrito por coacción, y que con su martirio hizo el número doce de los obispos españoles asesinados por confesar su fe.

    LA DEROGACIÓN DE LA SECTARIA LEGISLACIÓN REPUBLICANA
    Campearan desde los primeros momentos en nuestro ideario como objetivos esenciales de la nueva política española, la derogación de la legislación sectaria de la República y la restauración en nuestras leyes del sentido católico tradicional español. Jalones de esta legislación fueron la derogación de las leyes del divorcio y del matrimonio civil, la anulación de la llamada ley de confesiones y congregaciones religiosas, máximos atentados perpetrados contra la Iglesia, y, a la vez. contra los derechos de la persona, la restauración de la Compañía de Jesús, primera y escogida víctima del sectarismo republicano, y el restablecimiento de la doctrina
    y la moral cristiana en todo el campo de la cultura, reintegrando la enseñanza de la religión en las escuelas primarias, colegios e institutos de segunda enseñanza, estableciéndola en las Universidades, al tiempo que se devolvía a las órdenes y congregaciones religosas el legítimo margen de personalidad y de autonomía pedagógica.

    Los Gobiernos nacidos de la Cruzada no podían frustrar ese anhelo clamoroso del pueblo español; por esto dedicaron sus afanes, al par de la reconstrucción material de nuestro maltrecho solar, a la restauración de la unidad católica de la nación, base secular firme e insubstituible de la unidad política de las tierras y de los hombres de España.
    Terminada la Cruzada, se restablece en su totalidad, y aun mejorando, en lo posible, el presupuesto de obligaciones eclesiásticas para dotaciones del clero y sostenimiento del culto, y se destinan, además, importantes cantidades para la reconstrucción de iglesias, monasterios, seminarios, catedrales, etc., atendiendo con la mayor solicitud y con la generosidad posible, las llamadas angustiosas de los prelados, especialmente en las diócesis más pobres y más dañadas por la guerra.

    CON EL CONCORDATO NOS SERVIMOS A NOSOTROS MISMOS Y AL BIEN ESPIRITUAL DE NUESTRAS ALMAS
    En esta materia no caben reservas, mixtificaciones ni engaños. Si somos católicos, lo somos con todas sus obligaciones. Para las naciones católicas, las cuestiones de la Fe pasan al primer plano de las obligaciones del Estado. La salvación o la perdición de las almas, el renacimiento o la decadencia de la Fe, la expansión o reducción de la Fe verdadera, son problemas capitales ante los que no puede ser indiferente.
    Por eso el Concordato no podemos juzgarlo haciendo abstracción de nuestra Fe católica con la mentalidad errónea de los Estados laicos, o aquellos viejos conceptos liberales, de regateos entre potestades extrañas con aspectos de tregua o transacción entre enemigos. Si en el Concordato que hemos concertado servimos a los fines trascendentes de la Iglesia de Cristo, con él nos servimos a nosotros mismos y al bien espiritual de nuestras almas.

    Cuando de verdad existe un Estado católico, se comprende, señores procuradores, que pueda existir un régimen de perfectas relaciones de armonía entre Iglesia y Estado, sin pactos escritos que lo salvaguarden. Ese ha sido y no otro el régimen de colaboración casi ideal durante largos siglos de nuestra historia más gloriosa. Los Concordatos en España no fueron necesarios hasta llegado el nefasto siglo XVIII, cuando la invasión enciclopédica trató de socavar los cimientos católicos en que el Estado español se asentaba y con sus sectarismos e influencias extrañas rompió
    la tradicional armonía de la Iglesia con el Estado.

    El Concordato de 1851 vino a establecer una tregua entre la monarquía liberal y la Sede Apostólica, pero que, tras distintas violaciones, sucumbió bajo el imperio de los sectarismos que caracterizaron desde su cuna a la nefasta República que padecimos.
    No necesitamos tampoco nosotros de acuerdos escritos para ser fieles a la Iglesia, una vez restablecida. como queda dicho, por nuestro Movimiento la normalidad religiosa del país. Como tampoco para llevar a cabo esta labor, restauradora necesitamos de acuciamientos exteriores, ni tampoco el estimulo de ulteriores negociaciones; nos bastaba seguir los impulsos de nuestra conciencia de hijos fieles de la Iglesia de Cristo y responder a nuestra auténtica condición de españoles.

    Al legislar nuestro Estado acerca de materias que pudieran ser estimadas «mixtas» y singularmente sobre educación y matrimonio, se consultó, a su tiempo, a la Santa Sede sobre tales disposiciones y se fueron concertando con ella diversos Convenios parciales relativos a la provisión de sedes episcopales y beneficios eclesiásticos, jurisdicción castrense y asistencia religiosa a las fuerzas armadas, ayuda económica a los seminarios y universidades eclesiásticas. La Santa Sede, además accedió al restablecimiento del Tribunal de la Rota española, mediante un «motu proprio» pontificio.

    A QUE SE DEBIÓ LA DEMORA EN LA NEGOCIACIÓN DEL CONCORDATO
    Justo es que sepa el país que, durante el quinquenio de la torpe conjura internacional contra nuestra Patria, la demora en comenzar la negociación de un Concordato, lejos de deberse a ningún género de supuestas resistencias por parte de la Santa Sede, debióse a nuestra propia decisión de no envolver a la Iglesia, a ningún precio, en nuestras propias dificultades exteriores. Por eso, sólo cuando, a fines del año cincuenta, terminó en la Asamblea de las Naciones Unidas la farsa montada contra España, sólo entonces propusimos formalmente a la Santa Sede la elaboración de un acuerdo general que, coronando y afirmando la obra realizada, diera sistema y complemento a la legislación ya concordada, abriéndose seguidamente las negociaciones ahora tan felizmente rematadas.

    En la forma como se ha desarrollado la génesis de este Concordato, veo la garantía de su larga y venturosa vida. Porque en él no se legisla abstractamente, ni tampoco según éste o el otro modelo de problemática adaptación a nuestro caso, se emplean, en concreto, fórmulas españolas y actuales. No se aventura ni ensaya nada del todo nuevo, se recoge y se da forma y sistema a lo que se está viviendo y cuyos buenos resultados ya se conocen.
    De tal manera los principios del derecho público cristiano están recogidos en los postulados del Movimiento Nacional y están encarnados en el pueblo español, que, como tuve ocasión de decir, hace pocas semanas, a los seminaristas de Orense, antes de que nosotros firmáramos este Concordato, ya tenia vida en el deseo y en la voluntad, de los españoles.
    Por eso, me atrevo a decir que su ratificación no es sino la promulgación solemne de lo que la voluntad popular ha refrendado. Porque mi Gobierno no ha hecho sino recoger y compendiar en un texto escrito la Voluntad bien explícita del pueblo español.

    EN UNA NACIÓN COMO ESPAÑA ES IMPOSIBLE LA SEPARACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO
    Preparado, en ambiente de sosiego, durante un largo período de armonía, y con espíritu de plena sinceridad, estamos ante uno de los singulares casos de la Historia en que un Concordato no presenta el carácter de un armisticio, ni una competencia transaccional, ni de un estatuto de garantías mínimas. Nos hallamos ante un pacto que consagra una amistad firme y probada y que asegura una colaboración cordial en marcha. En esto radica la confianza que ponemos en su duración y en su eficacia.

    El español no concibe una situación nacional estable, ni mucho menos próspera, si no se basa en una perfecta coordinación de la misión y fines respectivos de la Iglesia y el Estado. La Iglesia y el Estado son dos sociedades completas y perfectas, cuyo elemento material, población y territorio, es el mismo, si bien difieran en razón del fin y de la autoridad, son como dos pirámides -de idéntica base, de vértice y aristas distintos. No cabe, pues, en buena lógica, en una nación eminentemente católica, como la nuestra un régimen de separación entre la Iglesia y el Estado, como propugnan los sistemas liberales. El que conviene a España es justamente «unión sin confusión», que proclama la auténtica tesis católica.

    En la Historia de España es imposible dividir a los dos poderes, eclesiástico y civil, porque ambos concurren siempre a cumplir el destino asignado por la Providencia a nuestro pueblo. He aquí una afirmación que se encuentra en todos los grandes pensadores españoles. Aunque no sea del caso citar sus textos, está en Nocedal, en Aparisi Guijarro y en Donoso Cortés; está en Balmes y en Menéndez Pelayo; en Vázquez de Mella y en Pradera; en Minguijón, en Maeztu. Está, en fin, en Onésimo Redondo y en José Antonio, quien consideraba—bien lo recordáis— el espíritu religioso, así entendido, «clave de los mejores arcos de nuestra Historia».
    Nuestro Concordato responde, pues, a convicciones profundas y tradicionales, como responde a realidades históricas.

    (continúa)
    jasarhez dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Sr. Alacrán, sin acritud, no entiendo a qué viene esto:

    Unos y otros, con una mezcla a dosis iguales de ignorancia y de malicia tienden a ignorar la ingente obra del Caudillo en materia religiosa.
    Hablan de la grandeza del Catolicismo en España refiriéndolo a épocas remotísimas de los Fernandos, Carlos y Felipes y solo hasta 1833, como si desde entonces en España (por no haber habido reyes carlistas) ya no hubiera habido más que políticos malvados y antirreligiosos.
    Y eso no fue así; los que peinamos canas no nos tragamos ni el discurso religioso antifranquista de posconciliares ni el de viejos resentidos; quede eso para yogurines imberbes y manipulables.

    Nadie habla nunca, (ni sacerdotes, ni legitimistas ni meapilas posconciliares ¿por ignorancia? ¿por malicia?¿por odio? ¿por cobardía?) nadie habla, pues, del Concordato de 1953, magnífica obra y plasmación bien reciente de las más puras tesis católicas en las relaciones Iglesia Estado. Que no hace falta retrotraerse a San Pío X ni a León XIII, no. A Franco y a Pío XII, señores. No miren más allá que no hace falta.
    Y he aquí el discurso de... Franco en las Cortes de 1953, resumiendo, con motivo del Concordato las tesis Iglesia Estado con más maestría que tochos y tochos de literatura decimonónica.




    - En primer lugar, de cobardía nada. Véase Fal Conde. Todos los que peinan en canas, y muchos que llevan en la Comunión toda su vida, no opinan como usted, y vivieron aquellos tiempos igual que usted. Y de resentidos nada, oiga.

    - En segundo lugar: La crítica del Carlismo, que no es otra cosa que el Tradicionalismo Español, al régimen franquista, no va por lo mismo que la progresía y etc. Meterlo todo en el mismo saco no entiendo a qué viene.

    - En tercer lugar: España lleva 2 siglos de Revolución. El régimen franquista, con sus luces y con sus sombras, sin duda tuvo algunos logros que acogió muy bien buena parte del pueblo español. Pero por otra parte, las sombras fueron demasiado grandes. Y Franco, lo mismo que logró mantener la Unidad Católica ( Más resquebrajada por la clerecía que por él a los años ) restauró a la usurpación que se entregó al liberalismo, y sabiendo lo que iba a pasar. ¿ Que ha habido políticos católicos en estos 2 siglos ? Pues sí. Antes que Franco, Donoso Cortés mismamente. Pero, ¿ acaso es compatible defender la Tradición Católica de España apoyando la usurpación ? Sin duda hay políticos que han dado buenos resultados, pero su maderamen cojeó por eso mismo, por desgracia. De hecho, como dijo Villores, la antimonarquía ha tenido brillantes seguidores. Calvo Sotelo fue otro buen ejemplo.

    La legalidad estaba con el Carlismo, tanto en lo religioso como en lo político. El Carlismo es la continuación de la Guerra de la Independencia, luego plasmado en las Guerras Realistas, y luego en la Legitimidad de D. Carlos V por el Altar y el Trono frente a la usurpación que se entregó a la masonería no respetando las leyes españolas. Usurpación que, recuerdo, restauró Franco. No critico que Franco salvara judíos inocentes, pero que les diera la nacionalidad española tan alegremente a los sefarditas para luego decir que la Familia Real Legítima era " extranjera " pues como que no lo veo. Los " Reyes Carlistas " son los Reyes Legítimos de España frente a la antimonarquía liberal. No ha habido un movimiento más resistente, más generoso, y más combativo por la España Católica que el Carlismo desde el 1833, y repito: No era nada " nuevo ", pues contra la Revolución ya se venía luchando desde Napoleón.

    - En cuarto lugar, debido a mi ignorancia y mala educación, he hecho críticas injustas, inexactas y pueriles al franquismo y lo reconozco. Mea culpa. Es cierto que en ocasiones los carlistas mismos no hemos tenido suficiente autocrítica, también; y que muchos carlistas " se olvidaron de hacer política " tras la Cruzada. Pero lo cortés no quita lo valiente.

  3. #3
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    DISCURSO DE S.E. EL JEFE DEL ESTADO A LAS CORTES DEL REINO:
    (...continuación)


    LA HETERODOXIA, ENTRE NOSOTROS, HA SIDO SIEMPRE PLANTA EXÓTICA
    Por otra parte, no hemos firmado para obtener nada distinto al bien espiritual de la nación; los honores y prerrogativas que la Santa Sede nos dispensa son como un premio que proclama los singulares servicios realizados por el pueblo español en defensa de la Iglesia; son una ratificación expresa y solemne a la constante fidelidad y seculares esfuerzos llevados a cabo por los españoles, egregiamente superados con ocasión de nuestra Cruzada de Liberación. Favores y privilegios tan deferentes que hacen de España una de las naciones predilectas de la Iglesia, los agradecemos en cuanto valen como muestra de cariño y reconocimiento de buen servicio; pero huelga decir que aún sin ellos, lo mismo seguiríamos sirviendo a la causa de la Religión, porque los españoles de hoy, libres por fortuna, de cualesquiera concupiscencias regalistas, nos movemos por estímulos más elevados.

    Si el Concordato puede ser calificado de «íntegro» por su fidelidad a los principios del Derecho Público Cristiano y a la tradición nacional calificado por el propio Padre Santo Pío XII, en la memorable ocasión del Congreso Eucarístico de Barcelona, «intenso, recio, profundo y apostólico», se le debe tener también como «completo», puesto que abarca todas las materias en que pudiera haber interferencias entre las potestades civil y eclesiástica y las aborda y resuelve con precisión y claridad.

    Presidiendo su articulado, se afirma, una vez más, la Religión Católica Apostólica Romana, como la única de la nación española y se la reconocen los derechos y prerrogativas que le corresponden de conformidad con la Ley divina y el Derecho canónico.

    Sabéis muy bien, señores procuradores, que en España los pocos que no profesan la Religión Católica raramente practican otra religión positiva. La heterodoxia, entre nosotros, ha sido siempre planta exótica de cultivo forzado, que no logró arraigar en los españoles, ni aún en los días tan propicios de la pasada República. De ahí que hagamos profesión pública de los principios dogmáticos en que se apoya la Iglesia y defendamos la unidad católica de nuestro pueblo. Estábamos obligados a ello por nuestra condición de católicos, ya que es deber de los gobernantes de un
    Estado compuesto por católicos mantener la Religión en su pueblo y defenderla y profesarla públicamente; pero también nos llevaba a lo mismo los postulados de nuestro Movimiento, formulados en el artículo sexto del Fuero de los Españoles, texto legal que ha recibido el alto honor de ser incorporado al protocolo final del Concordato.

    LA TOLERANCIA HACIA OTRAS CONFESIONES RELIGIOSAS
    Este principio de la unidad religiosa se conjuga debidamente con la práctica privada del culto para los contados españoles o extranjeros que pertenecen a las Iglesias disidentes y con el mantenimiento del «statu quo» en los territorios africanos. En todo caso, la tolerancia para creencias y cultos diversos no quiere decir libertad de propaganda que fomentó las discordias religiosas y turbe la segura y unánime posesión de la verdad y de su culto religioso en nuestra patria, porque nosotros
    podemos consentir que los disidentes encuentren en España modo de practicar su culto, pero no contra la voluntad general y con escándalo del pueblo hagan proselitismo e intenten desviar a los católicos, con dádivas, de los deberes religiosos, cuando la totalidad de la nación quiere Conservar, a cualquier precio, su unidad católica.

    EXPOSICIÓN DE DIVERSAS MATERIAS DEL CONCORDATO
    Concebir la Iglesia como sociedad perfecta, libre e independiente del Estado, no es más que reconocer las prerrogativas con que la instituyó su Divino Fundador.
    Y esta concepción es plena, sin reserva ni menoscabo alguno, pues hablando de la Iglesia de Cristo no sólo como dispensadora de la gracia santificante, sino también en sus aspectos jurídico y social, en virtud de la doble potestad de orden y jurisdicción que, por Derecho divino, le corresponde. Y consecuentemente se formulan en el Concordato las declaraciones inherentes a dicho principio, esto es, aparte la personalidad internacional de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del
    Vaticano, la plena personalidad y capacidad jurídica y de obrar de la diócesis, con sus instituciones anejas, de las parroquias, de las Ordenes y congregaciones religiosas y demás instituciones y asociaciones religiosas canónicamente establecidas en España y las que, en lo sucesivo, se establezcan, siempre que el decreto de erección o aprobación canónica sea comunicado oficialmente por escrito a las autoridades competentes del Estado.

    Recoge y sanciona el Concordato el acuerdo firmado por la Santa Sede y mi Gobierno, en 7 de junio de 1941, para presentación de arzobispos, obispos residenciales y coadjutores «con derecho de sucesión», derecho de presentación que descansa en concesiones hechas otrora por la Santa Sede a los monarcas, por su probada fe y en premio a los grandes servicios prestados a la Iglesia y que estimamos en todo su valor espiritual, como preciada joya de la fe de España que debemos conservar para nuestra nación. Del mismo modo se han recogido también las prescripciones contenidas en el acuerdo de 16 de julio de 1946, sobre provisión de beneficios no consistoriales, y se ha incorporado cuanto prescribe el acuerdo de 5 de agosto de 1950 sobre jurisdicción castrense, en orden a la asistencia religiosa de las fuerzas armadas de la nación y a la exención del servicio militar de los clérigos y religiosos.

    Contiene el convenio normas sobre el estatuto jurídico del clero, ajustándose al Código de Derecho Canónico; y considerando que su aseglaramiento puede ser causa de relajación de la disciplina, prescribe que, para ocupar empleos o cargos públicos, necesitarán los clérigos y religiosos el permiso, por cierto irrevocable, del ordinario propio y el del ordinario del lugar donde hubieran de desempeñar su actividad.

    Materia ciertamente delicada y difícil era la relativa al fuero eclesiástico, que ha sido regulada sobre la base de un mutuo respeto a las correspondientes jurisdicciones y a una feliz conjugación de la seguridad social, finalidad apremiante del ordenamiento jurídico del Estado, con el respeto que merece la dignidad sacerdotal y la libertad e independencia de la Iglesia.

    LOS BIENES TEMPORALES DE LA IGLESIA
    Tiene la Iglesia el derecho congénito indiscutible de adquirir, poseer y administrar bienes temporales para cumplir los fines que le son propios. Sin embargo, no siempre reconocieron los Estados a la Iglesia Católica, o a sus Corporaciones este derecho de propiedad. La codicia, cuando no los sentimientos sectarios, movieron a algunos Gobiernos, principalmente en momento de apuro del erario, a disponer de los bienes temporales de la Iglesia, invocando la antigua regalía de amortización, que exageraron inicuamente las creencias disidentes, primero los regalistas, después, y por último, las doctrinas inspiradas en la revolución francesa. La Iglesia Católica, la conciencia cristiana y un elemental sentido del derecho, condenan, de consuno, estos errores.

    La Iglesia, en efecto, necesita medios económicos para subsistir, satisfacer las exigencias del apostolado cristiano, mantener el culto, sostener a sus ministros, aliviar las necesidades de los pobres, cultivar los espíritus y cumplir con estabilidad, decoro e independencia, los demás fines que son propios de su alta misión. Y para ello precisa de la propiedad de los bienes temporales.

    En nuestra Patria estaba reservado al siglo diecinueve el huracán revolucionario de la desamortización, que, sin beneficio material apreciable para el Estado, arrebató a la Iglesia sus bienes en cuantía incalculable, empobreciéndola. Aquella ráfaga anticlerical y desamortizadora, antecedente funesto de la nacionalización de los bienes eclesiásticos operada por el régimen republicano de 1931 dio lugar a un triste período de tirantez y de discordia, que hubo de ser zanjado por el concordato de 16 de marzo de 1951, dando origen a un nuevo concepto del erario público con el nombre de «Obligaciones eclesiásticas».

    De muy distinta estirpe es el Concordato que hemos firmado. En él establecemos el propósito de estudiar de común acuerdo la creación de un adecuado patrimonio eclesiástico, que asegure la congrua dotación del culto y de sus ministros.

    No se nos ocultan las dificultades que entraña su realización, pero era preciso hacer esta declaración de principios y, mientras tanto, a título de indemnización por las pasadas desamortizaciones y como contribución a la obra de la Iglesia en favor de la nación, las actuales dotaciones del clero y las consignaciones para el culto con las variaciones a que diera lugar la alteración notable de las condiciones económicas generales de construcción y conservación de los templos y edificios eclesiásticos, en la medida que permitan las posibilidades presupuestarias, y se declaran las exenciones y bonificaciones tributarias de aquellos bienes, objetos y dotaciones de entidades o personas eclesiásticas que, por estar destinadas a fines de apostolado, son merecedoras de especial protección.

    LOS PLENOS EFECTOS DEL MATRIMONIO SACRAMENTAL
    Si España, como tantas veces se ha dicho, incluso por egregias voces extranjeras, es una de las grandes reservas espirituales del mundo, lo debe a la familia. Esta familia española, que es templo y escuela, hogar y taller, porque es creyente, honesta y trabajadora, no podía dejarse abandonada a los asaltos que amenazan su unidad y cohesión. Por ello, conforme a las tradiciones Católicas de nuestro pueblo, reconocemos plenitud de efectos civiles al matrimonio elevado por Jesucristo, disciplinado por el Derecho canónico, que es el fundamento de esa familia sobre la que se asienta la organización político-jurídica de nuestra nación.

    Corresponde a la potestad de la Iglesia dictar leyes y juzgar en las causas referentes al matrimonio de los bautizados, en orden al vinculo, a la separación y demás cuestiones relativas a la sustantividad sacramental; como es de la competencia del Estado la regulación de aquellas situaciones que afectan al aspecto civil del matrimonio. Sobre estos principios, regula el Concordato las respectivas y coincidentes posiciones de ambas potestades respecto a esta trascendental institución, en consonancia con las cuales hacemos nuestras las normas de la Iglesia sobre el matrimonio sacramental, con plenitud de efectos civiles, y armonizaremos con los preceptos del Derecho canónico las normas civiles relativas al matrimonio de los hijos y la legislación correspondiente al matrimonio mixto, entre personas católicas y no católicas; y en la reglamentación jurística del matrimonio para los no bautizados, la ley civil no establecerá impedimentos contrarios a la ley natural. Declaramos la potestad de la Iglesia de conocer y juzgar las contiendas referentes a la nulidad del matrimonio canónico y a la separación de los cónyuges, a la dispensa del matrimonio rato y no consumado y al procedimiento atinente al Privilegio Paulino, y prevenimos la necesidad de la inscripción del acta del matrimonio canónico en el Registro Civil correspondiente para el reconocimiento por parte del Estado, de sus efectos civiles, en relación a los contrayentes y a terceros; y precisamos, en la órbita civil que incumbe al Estado, las repercusiones de las sentencias, decisiones y decretos emanados de las autoridades eclesiásticas en materia propia de su competencia.

    LA ENSEÑANZA RELIGIOSA
    El Gobierno de España y las Cortes de la nación fueron marcando, a lo largo de un decenio, una línea bien clara de restauración cristiana de la enseñanza en todos sus grados y de pleno reconocimiento de los derechos docentes de la Iglesia, dejándose solo para cuando llegara el momento propicio la regulación más en concreto de aquellos aspectos que, por su carácter, exigían un acuerdo entre las supremas potestades del Estado y de la Iglesia.

    Cuando ese momento llegó, pudo España ofrecer un cuadro de realizaciones tan hondamente empapadas en savia católica que pudieron proyectarse, sin apenas mutaciones, sobre los textos mismos del Concordato.
    Así, éste repite la afirmación contenida en nuestras leyes internas de que «la enseñanza se ajustará a los principios del dogma y la moral católica», y reconoce a los prelados el libre ejercicio de la misión de defensa de la fe, que es consecuencia directa de su alto magisterio y que fluye del sentido de unidad religioso y de fidelidad a una tradición milenaria que diera a la Patria española sus más limpias glorias.

    Más el Concordato no tiene, esencialmente, un sentido negativo o de limitación o cautela contra posible desviaciones o ataques contra el dogma y la moral católica, sino que quiere principalmente ser fuerza impulsora de un crecimiento cristiano de España en todos los órdenes y de modo muy especial en el orden de los saberes y en el perfeccionamiento de la cultura nacional. En otros términos, este Concordato, lejos de poner fronteras al desenvolvimiento de la ciencia y de la enseñanza en España, lo que busca es fomentar un enriquecimiento de la educación con la savia vital de la fe cristiana. De ahí que el Estado garantice en él la enseñanza de la religión católica como materia obligatoria en todos los centros docentes de cualquier orden o grado, salvo la explicable dispensa para los hijos de los no católicos dentro de la norma de tolerancia marcada por el Fuero de los Españoles y ratificada en el propio Concordato.

    La Iglesia y el Estado no podían, sin embargo, contentarse con una declaración genérica sobre la obligatoriedad de la enseñanza de la religión en todos los centros docentes. Era menester garantizar la altura y la eficacia de tan esenciales enseñanzas para prevenir el riesgo de anquilosamiento y de desproporción entre el noble esfuerzo y los frutos que puedan derivarse de este tipo de formación.

    Si queremos que la enseñanza de la religión se dé adecuadamente, con toda la extensión necesaria, y al mismo tiempo, se acomode a su interna estructura de saber intelectual y de vida plena y al grado de madurez de los alumnos, hay que exigir un afán de perfeccionamiento; por eso, el Concordato dispone que las enseñanzas de religión sean dadas por profesores, sean sacerdotes, religiosos o seglares, designados por la autoridad civil, a propuesta de la jerarquía eclesiástica, pero exige la celebración previa, con extensión para todo el territorio nacional, de unas pruebas especiales de suficiencia científica para los que no posean grados académicos mayores en las ciencias sagradas, es decir, los que no tengan el título de doctor o licenciado, y pide, además, en todo caso, otras pruebas de suficiencia pedagógica, exigibles incluso a los que estuvieran provistos de dicha titulación. Estas pruebas quedan confiadas a unos tribunales examinadores de carácter mixto, en los que, tanto la Iglesia como el Estado, encontrarán la mejor garantía para una parcial y adecuada selección del profesorado a quien se confía tan notable y fundamental misión y al que se rodea del respeto y de las consideraciones que, dentro de los claustros de cada centro, debe en justicia recibir.

    En esta misma línea de colaboración entre la Iglesia y el Estado ha de subrayarse el sentido y alcance con que se prevé la organización, en las propias Universidades del Estado, de cursos sistemáticos de filosofía escolástica, Sagrada Teología, o Derecho Canónico, de acuerdo siempre, en programas y libros de texto, con las jerarquías y pudiendo enseñar en los mismos, tanto profesores eclesiásticos como seglares con grados académicos mayores. Recíprocamente, se abre la posibilidad de que, en las Universidades de tipo eclesiástico, se matriculen estudiantes seglares en las Facultades superiores de Sagrada Teología, Filosofía, Derecho Canónico, etc., y que en ellas alcancen los respectivos títulos académicos. Renace así una intercomunicación profunda entre los centros superiores de cultura de la nación y se sientan las premisas para un diálogo permanente entre los intelectuales eclesiásticos y seglares.

    LOS SEMINARIOS Y UNIVERSIDADES ECLESIÁSTICAS
    Por otra parte, el Concordato recoge las normas ya contenidas en el Convenio de 8 de diciembre de 1936 entre la Santa Sede y España, sobre Seminarios y Universidades de estudios eclesiásticos, garantizándoles un pleno reconocimiento y la ayuda conveniente para su fecundo progreso. Y el Estado, por ser de justicia, y consecuente con su principio de ver a la Iglesia como sociedad perfecta y de respetar su personalidad y su misión de magisterio, otorga su reconocimiento, a todos los efectos, a los grados académicos mayores, es decir, a la licenciatura y al doctorado en ciencias eclesiásticas que fueron conferidos a los clérigos o seglares por las Facultades universitarias canónicamente aprobadas y permite que, en las disciplinas de ese orden, habiliten dichos títulos para ejercer la docencia en los centros de Enseñanza Media dependientes de la autoridad eclesiástica, con lo que se estimula el profesorado de esos centros a que adquieran, no sólo en las Universidades del Estado, sino también dentro de las Facutades eclesiásticas, los grados más altos de formación y elevación así como el nivel pedagógico de los centros docentes que dependen de la Iglesia.

    Por último, el Concordato reitera el reconocimiento hecho en las leyes de enseñanza de España sobre el libre ejercicio por la Iglesia de su derecho a organizar y dirigir escuelas públicas de cualquier orden y grado y de fundar colegios mayores o residenciales en los respectivos Distritos Universitarios, mientras que la Iglesia, a su vez, acepta que los efectos civiles de los estudios realizados en todos esos centros se sujeten, mediante un previo acuerdo entre el Estado y la autoridad eclesiástica, a las normas señaladas en las leyes civiles.

    Ciérrese así este capitulo del Concordato dedicado a la educación, de nuestra juventud con una declaración inequívoca de que, en una hora en que las fuerzas anticristianas del comunismo internacional luchan para hacer enmudecer a la Iglesia y por ahora, incluso en sangre, su misión de magisterio, España, vencedora de esas fuerzas por el heroísmo de sus hijos, es fiel hasta las últimas consecuencias de su fe y garantiza en su solar el libre despliegue de este apostolado docente para que se sigan forjando sobre él las legiones de los que, si fuere preciso, darían de nuevo su vida para que en el mundo puedan los hombres, en santa libertad seguir creyendo en la verdadera Iglesia de Dios.

    TRES DISPOSICIONES DE INTERÉS
    Todas las demás disposiciones del Concordato serían dignas de glosa; pero sólo llamaré vuestra atención sobre las tres más importantes entre las que restan.

    Es una, la incorporación a la disciplina concordataria de la Acción Católica Española, entendida como organización de los seglares para el apostolado, bajo la dependencia inmediata de la jerarquía. Para desenvolver sus actividades apostólicas gozarán estas Asociaciones de libertad plena, pero deberán sujetar a la legislación general del Estado cualesquiera actividades de otro género si acaso las tuviesen.

    Capítulo del todo nuevo y de la mayor importancia es el que mira a la defensa del patrimonio artístico eclesiástico. Sus preceptos aseguran la colaboración de las autoridades de ambos órdenes, a fin de asegurar que la construcción y reparación de templos y monasterios se ajusten a las normas técnicas y artísticas de la legislación general y a las prescripciones de la liturgia; y también para vigilar la observancia de las disposiciones que prohiben la evasión al extranjero de los objetos de mérito histórico o de valor artístico, reservándose al Estado una opción de compra, caso de venta de tales objetos en pública subasta.

    Por último, es motivo de satisfacción y orgullo la cláusula que consagra el idioma español como uno de los tres admitidos por la Congregación de Ritos para tratar las causas de beatificación y canonización. Recobra con esto la posición que le era debida nuestra hermosa lengua, la que, entre otros títulos para esa preeminencia puede exhibir el hecho de ser hablada por más del cuarenta por ciento de los católicos en comunión con la Santa Sede.

    CONSIDERACIONES FINALES
    El nuevo Concordato responde, como veis, señores procuradores, a una línea histórica, de restauración de fastos católicos, pero también a una certera adaptación a los tiempos modernos, en que se nos presenta como evidente la interdependencia entre el bien común o prosperidad social y el bien espiritual y temporal de la Iglesia.

    El Estado recibe de la Iglesia una inmensa cooperación moral, y, a su vez, el Estado presta a la Iglesia el auxilio de los medios precisos para que, en el orden moral, se cumpla y se realice su misión sobre la tierra, sin que quepa hablar de exceso de largueza cuando se trata de satisfacer el deber primordial del hombre y de la sociedad de dar a Dios la gloria que le es debida, tanto más cuanto que el beneficio de esa acción religiosa, moralizante y educadora que realiza la Iglesia, así asistida, refluirá directamente en bien de la propia Patria española.

    Por otra parte, la vinculación orgánica que el Concordato establece entre la Iglesia y el Estado, se hace sin merma de la libertad e independencia de cada potestad para actuar en la esfera respectiva que les es propia.

    Al terminar, señores procuradores, esta exposición de los puntos fundamentales del Concordato de cuya ratificación se trata, debemos recordar juntos que la felicidad y el bienestar de los pueblos no se asienta sólo en las riquezas materiales, ni aún en el progreso de las ciencias y de las artes, sino, muy principalmente, en la práctica de la virtud, pues la historia nos enseña, y ejemplos de ello tenernos ante los ojos que, cuando al progreso material no va acompañado del progreso moral, las sociedades caen desde la cima de la civilización a la sima de la barbarie.

    Esto es lo que. en toda ocasión, pero muy especialmente al negociar y firmar este Concordato, he tenido muy presente. Creo que hemos prestado con ello un servicio insigne a la fe católica y a la Santa Iglesia, además de haber servido a los intereses de la Patria y al bien de nuestro pueblo.

    En la histórica etapa que hoy se inicia con la solemne ratificación de este Convenio, la Iglesia va a disfrutar en España, no sólo de toda la libertad que necesita para sus sagrados fines, sino también de la ayuda necesaria para su pleno desarrollo.

    Estoy seguro de que la Iglesia de España, nuestros prelados y nuestro clero tienen conciencia de la gran responsabilidad que echamos sobre nuestros hombros al reconocer sus derechos, fueros y libertades, al contribuir al sostenimiento económico del altar y de sus ministros y, sobre todo, de los seminarios en que éstos se forman y, en fin, al abrir a su labor apostólica las puertas de la sociedad española, singularmente por lo que toca a la formación de la juventud.

    Al proponer, pues, a las Cortes del Reino su adhesión a este Convenio, lo hago con la certeza de que la jerarquía, el clero y las órdenes y congregaciones, de una parte, y el Gobierno de la nación, de otra, colmarán los designios que han movido a la Santa Sede Apostólica y al Estado español a suscribir el presente Concordato: «Asegurar una fecunda colaboración para el mayor bien de la vida religiosa y civil de la nación española.»

    Madrid, veinticuatro de octubre de 1953.—Francisco Franco.»
    Última edición por ALACRAN; 23/04/2009 a las 14:00
    jasarhez dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  4. #4
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    En primer lugar, de cobardía nada. Véase Fal Conde. Todos los que peinan en canas, y muchos que llevan en la Comunión toda su vida, no opinan como usted, y vivieron aquellos tiempos igual que usted. Y de resentidos nada, oiga.

    - En segundo lugar: La crítica del Carlismo, que no es otra cosa que el Tradicionalismo Español, al régimen franquista, no va por lo mismo que la progresía y etc. Meterlo todo en el mismo saco no entiendo a qué viene.

    - En tercer lugar: España lleva 2 siglos de Revolución. El régimen franquista, con sus luces y con sus sombras, sin duda tuvo algunos logros que acogió muy bien buena parte del pueblo español. Pero por otra parte, las sombras fueron demasiado grandes. Y Franco, lo mismo que logró mantener la Unidad Católica ( Más resquebrajada por la clerecía que por él a los años ) restauró a la usurpación que se entregó al liberalismo, y sabiendo lo que iba a pasar. ¿ Que ha habido políticos católicos en estos 2 siglos ? Pues sí. Antes que Franco, Donoso Cortés mismamente. Pero, ¿ acaso es compatible defender la Tradición Católica de España apoyando la usurpación ? Sin duda hay políticos que han dado buenos resultados, pero su maderamen cojeó por eso mismo, por desgracia. De hecho, como dijo Villores, la antimonarquía ha tenido brillantes seguidores. Calvo Sotelo fue otro buen ejemplo.

    La legalidad estaba con el Carlismo, tanto en lo religioso como en lo político. El Carlismo es la continuación de la Guerra de la Independencia, luego plasmado en las Guerras Realistas, y luego en la Legitimidad de D. Carlos V por el Altar y el Trono frente a la usurpación que se entregó a la masonería no respetando las leyes españolas. Usurpación que, recuerdo, restauró Franco. No critico que Franco salvara judíos inocentes, pero que les diera la nacionalidad española tan alegremente a los sefarditas para luego decir que la Familia Real Legítima era " extranjera " pues como que no lo veo. Los " Reyes Carlistas " son los Reyes Legítimos de España frente a la antimonarquía liberal. No ha habido un movimiento más resistente, más generoso, y más combativo por la España Católica que el Carlismo desde el 1833, y repito: No era nada " nuevo ", pues contra la Revolución ya se venía luchando desde Napoleón.

    - En cuarto lugar, debido a mi ignorancia y mala educación, he hecho críticas injustas, inexactas y pueriles al franquismo y lo reconozco. Mea culpa. Es cierto que en ocasiones los carlistas mismos no hemos tenido suficiente autocrítica, también; y que muchos carlistas " se olvidaron de hacer política " tras la Cruzada. Pero lo cortés no quita lo valiente.
    Hablo de cobardía de los tradicionalistas de ahora, no de los tiempos de Fal Conde. Un porrón de mensajes hilando finísimo sobre encíclicas de Pío IX, León XIII, Pío XI sobre el Reinado Social de Cristo etc. pero ni una sola palabra de mención del Concordato de 1953 que plasmaba todo eso en España. No se puede obviar que si eso no es mala fe es algo muy parecido.
    Me interesarían más que las críticas del carlismo hacia Franco, las críticas de Pío XI y Pío XII. Pero hete aquí que no las hubo, sino todo lo contrario: elogios por doquier de estos papas. Ya envié un texto sobre la imposición a Franco de la orden de Cristo; la máxima distinción vaticana. Es curioso que también en este foro se alabe a estos papas en todo, pero curiosamente se silencie todo lo que estos papas ensalzaron a Franco.

    El Carlismo es Tradicionalismo, sí, pero eso no implica que la España de los austrias y de los borbones, tuviese postulados carlistas y que toda la gente de orden y de bien haya sido carlista; ni Balmes, ni Donoso Cortés ni Menéndez y Pelayo fueron carlistas.
    El carlismo viene a ser la España antigua en pie de guerra contra las ideas de la Revolución Francesa en España entronizadas por otra dinastía. El carlismo, con una visión inflexible, sancionó lemas, consignas, jerarquías, fidelidades y juramentos; justificables para enderezar una situación de desastre. No perdamos eso de vista.
    Pero esa visión algo desencajada del Antiguo Régimen no debe hacer que caigamos en exageraciones del tipo de que todo el Antiguo Régimen tuviera postulados carlistas o caso contrario, que el carlismo sea el resumen de todo el Antiguo Régimen. El carlismo salvó lo que pudo (un esqueleto) del Antiguo Régimen pero ni contempló nobleza ni burguesía (solo rey y pueblo llano rural) y como novedad incorporó la (por entonces apagada) apelación a los fueros (del pueblo llano). Lo que fue otra incongruencia con el Antiguo Regimen y su monopolio de cargos por nobleza y burguesía ciudadana.

    Para finalizar: Mire, a lo mejor Franco simpatizó más con el carlismo que Balmes, Donoso y Menéndez Pelayo, que no fueron carlistas ni jamás llevaron boina roja y en este foro no se hace más que piropearlos. Otro misterio.
    Lo peor de Franco: la sucesión. No supo resolverla. Su desconfianza hacia todo fue retardando la decisión, que al final se le fue de las manos. Aunque creo que aunque la hubiera hecho de otro modo, probablemente también hubieramos acabado igual de mal.
    Última edición por ALACRAN; 23/04/2009 a las 16:20
    jasarhez dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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  5. #5
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Cita Iniciado por ALACRAN Ver mensaje
    Lo peor de Franco: la sucesión. No supo resolverla. Su desconfianza hacia todo fue retardando la decisión, que al final se le fue de las manos. Aunque creo que aunque la hubiera hecho de otro modo, probablemente también hubieramos acabado igual de mal.
    Eso es verdad. Igualmente, hablando en plata, estábamos jodidos (imagínense que personaje hubiera ocupado el trono, de haber sido elegido Hugo el Boss )

    PD: No sé que es peor. Juanca es el bobo de Coria. Pero el otro llevaba mas malicia que JR.
    "De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"






  6. #6
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Sr. Alacrán:

    - No entiendo dónde ve vd. cobardía. Simplemente, no somos franquistas. Como le digo, el que a veces haya habido críticas inexactas, desmedidas o pueriles, pues yo mismo me he lucido en eso. Mea culpa. Pero no se trata de cobardía. Cobardía es más bien la de muchos que mamaron del régimen y a los días van de demócratas de toda la vida. Pero traidores los hubo en todos lados, también es verdad.

    Y como le digo, gente que lleva toda la vida en la Comunión, que peina canas como vuesa merced, no pueden ser acusados de cobardía, y siguen siendo tradicionalistas de hoy.

    Quien tiene que defender a Franco no es el carlismo. Será en todo caso el franquismo. Y muchos franquistas que fueron al poco no quisieron saber nada de Franco. Pero volvemos a lo mismo, traidores hay en todos lados.

    Y las críticas del carlismo a Franco no vienen desde luego por la " política religiosa ".

    - Volvemos a lo mismo: Claro que hubo excelentes hombres que no fueron carlistas. Aportaron mucho, pero, ¿ realmente se puede defender la integridad hispánica dentro de la usurpación ? ¿ Dentro de la usurpación antimonárquica que entregó el poder a la masonería y al liberalismo ? Ese " luchar desde dentro " yo lo percibo como óptica equivocada.

    Es más: Le diré que todos los intentos " negociadores " o " soluciones fusionistas ", tentaciones que de un modo u otro han estado presente en no pocos carlistas desde Carlos VI a Alfonso Carlos I ha resultado en la práctica una calamidad. Y para el tradicionalismo portugués, ahí tenemos el resultado en D. Duarte.


    - Por eso mismo, aun en horas bajas, el Carlismo sigue vivo. Muchos partidos han fluctuado y cambiado en España, pero el Carlismo sigue así, defendiendo la Tradición, no volver al pasado. Pero por supuesto, el Carlismo se apoya en la legalidad de la Monarquía Católica Española en el curso de la Historia, legalidad que quebró la usurpación, y hasta hoy. Por eso, defiendo, y creo que sin ser soberbio o relamido, que el Carlismo defiende lo genuinamente español en todos sus ámbitos.

    - Lógicamente, el Carlismo estuvo limitado en su " forma de Estado ". Lógicamente porque ya María Cristina, entregada a los liberales y la masonería para tomar un poder que nunca le correspondió, se encargó de expulsar y perseguir a todo realista. En Sevilla fue brutal. Claro que hubo Carlismo en Sevilla, pero resulta que a todo sospechoso de Carlismo se le fusiló en la Plaza de Armas en 1833. El Carlismo contó con estas limitaciones de poder; en los sitios donde no estuvo el realismo tan desplazado, sí se pudo ver una más completa forma política, que se fue " perfilando " hasta Carlos VII y etc. Cierto es que en un principio veremos muchos " tradicionalistas intuitivos, poco dados a la teorización "; como decía F. Wilhelmsen, " los carlistas, cuando no pelean, estudian. Y hoy quizá estudiamos demasiado ".

    Por la contra, no es ninguna incongruencia. En el Carlismo existió un movimiento renovador desde primera hora, muy bien detallado por Alexandra Wilhelmsen en su obra " LA FORMACIÓN DEL PENSAMIENTO POLÍTICO DEL CARLISMO: 1810-1875 "; precisamente porque se tenía la conciencia de no quedarse anclado en el pasado y de los errores en los que se había caído en los últimos años prerrevolucionarios ( Me refiero antes de la invasión napoleónica ). Hay quien dice que el Cura Merino le dijo a Carlos V que la nobleza contenía la suma de los desastres españoles en los últimos tiempos; quizá es una exageración, pero veo un poco acortado su comentario, pues si por algo se destacó el Carlismo fue por ser totalmente interclasista: No sólo veremos a Rey y pueblo llano, sino que también veremos a nobles, y lo mismo gente de ciudad que del campo, y lo mismo que pequeños propietarios veremos a campesinos sin tierras, y lo mismo que a militares veremos a frailes, etc. Quizá siempre le faltó más apoyo del alto clero, eso sí.


    - Como vd. bien dice, es posible que de haber por fin tras 1833 una sucesión legítima, se hubiera liado gorda. Pero el general ni tan siquiera lo intentó.


    - Franco dice por carta que " simpatiza " con el sano patriotismo de las masas carlistas pero que pueden llevar al desorden por desobediencia y apoyo a un príncipe extranjero....Creo, sinceramente, que Franco nunca simpatizó con el Carlismo. Quien si llegó medio a simpatizar en un momento dado fue Queipo de Llano y esto dicho muy a la ligera, pero lo que es Franco, creo que no. Es más, en todo caso el Carlismo era un estorbo importante para su sucesión.

  7. #7
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Cita Iniciado por Ordóñez Ver mensaje
    - Franco dice por carta que " simpatiza " con el sano patriotismo de las masas carlistas pero que pueden llevar al desorden por desobediencia y apoyo a un príncipe extranjero....Creo, sinceramente, que Franco nunca simpatizó con el Carlismo. Quien si llegó medio a simpatizar en un momento dado fue Queipo de Llano y esto dicho muy a la ligera, pero lo que es Franco, creo que no. Es más, en todo caso el Carlismo era un estorbo importante para su sucesión.
    Ordóñez, ¿y qué opinas de Varela o Mola?
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  8. #8
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    - Varela, pues sí. Mola nunca simpatizó con el Carlismo, sino al contrario. Otra cosa es que admirara la disposición de los boinas rojas, pero en el " encontronazo " con Fal-Conde quedó bastante claro el tema. Varela, según creo saber, siempre le tuvo mucho cariño al Carlismo y no en vano fue su instructor militar.

    Esto, dicho a vuelapluma, claro. Hay muchos entretelones, como dicen nuestros hermanos argentinos; y, como me pasa en todo, mis conocimientos son escasos.

  9. #9
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    De Mola, poco sé. Pero de Varela, opino como tú (mas, después del atentado de Begoña y su tirria a Falange).

    En cualquier caso, esa carta archiconocida de Franco, diciendo lo "del príncipe extranjero sin arraigo en España, etc, etc, etc..." fue una simple excusa conociendo la ascendencia de los Puigmoltó ¿No fue además Felipe V (quien nunca ha sido santo de mi devoción) un rey extranjero? tonterías pues.
    "De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"






  10. #10
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Cita Iniciado por ALACRAN Ver mensaje
    Hablo de cobardía de los tradicionalistas de ahora, no de los tiempos de Fal Conde. Un porrón de mensajes hilando finísimo sobre encíclicas de Pío IX, León XIII, Pío XI sobre el Reinado Social de Cristo etc. pero ni una sola palabra de mención del Concordato de 1953 que plasmaba todo eso en España. No se puede obviar que si eso no es mala fe es algo muy parecido.
    Amén de otras puntualizaciones, no sé cómo se atreve a decir que desde el Carlismo actual no se ha hablado ni del Concordato, ni de la Ley de Principios del Movimiento Nacional le añado yo, supongo que es debido al desconocimiento que tanto de la dotrina como del "mundo" carlista tiene usted. Más atrevimiento me parece su enjuciciamiento de la intención al acusar de mala fe, pero bueno, lo acharemos a la misma base de desconocimiento.

    Puede usted, amigo Alacrán, hincar el aguijón en los siguientes enlaces:

    CARLISMO.ES - El Carlismo y la Unidad Católica

    CARLISMO.ES - El postconcilio y la descristianización de España

    Si usted no ve reconocimiento actual a lo que verdaderamente hay que reconocer, no seré yo quien le juzgue ni quien le acuse de la mala fe, quizás a lo mejor, en no saber leer.

    El que mejor entendió la sangre que circulaba por las venas carlistas fue un personaje, quizás a uted le suene de algo, que de no ser por su agnosticismo vital quizás hubiera formado parte dellas como fue Ramiro Ledesma Ramos. Basta leer sus comentarios a lo carlista para darse cuenta que sus prejuicios no le frenaban un ápice la admiración hacia las huestes de la Tradición. Ya que usted utiliza un símbolo tan jonsista como el brazo en alto, debería saberlo y, por lo menos, inducirle al análisis de la fuente de ese respeto. Podía continuar más sobre esto hasta llegar a la preparación del Decreto de Unificación que siendo obra, la redacción, de un jonsista como Giménez Caballero sorprende que tuviera tan mala acogida por los "falangistas" de Hedilla procedentes del ala de la reacción (liberal ¿?) más que de la verdadera revolución hispánica preconizada por los chicos de las JONS. Una historia que siempre se ha presentado como idílica y que en realidad no lo fue tanto. Quiero decir con esto que a lo mejor Franco fue más jefe para Falange que lo que le necesitaba el Carlismo, y me parece, ahí están las fuentes, que los ataques más enconados al Caudillo y sus políticas de principios vienen más por ese ala que, al tenor de su firma, está más cerca de sus posiciones. Porque, al fin y al cabo los carlistas no llevaron nunca coronas a la tumba de Franco, por lo que no tenían que dejar de hacerlo, cosa que Diego Márquez sí. En fin, podríamos extraer mucha mala fe, pero creo que se trata de hechos y con los enlaces de arriba basta, este final ha sido un poco retórico, lo sé.

    Sin acritud, ninguna.
    Memento mori.

  11. #11
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Amigo: Porque se cae en el " principio revolucionario de nacionalidad " aplicado a la Corona. Por esa regla de tres, Carlos I era un extranjerazo y hasta los Trastámaras y los Braganzas por estar emparentados con casas reales de la Cristiandad.

    Sobre el atentado de Begoña, es curiosa la opinión de Queipo de Llano. Muy recomendable no en vano son sus memorias, que te recomiendo vivamente.

  12. #12
    Avatar de Villores
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Cita Iniciado por Ordóñez Ver mensaje
    Y las críticas del carlismo a Franco no vienen desde luego por la " política religiosa ".
    No estoy de acuerdo, sí que hay muchas justas críticas a la política religiosa de Franco, empezando por la famosa declaración de aconfesionalidad que pretendía que tuviese el nuevo Estado y que hizo el propio Franco el 1 de octubre de 1936. A mayor abundamiento véase el documento de la Comunión "El Carlismo y la Unidad Católica". O consultese la magna obra de Manuel de Santa Cruz "Apuntes y Documentos". Otra cosa es que algunas de esas críticas sí estuviesen desenfocadas --las de los sivatistas-- por ser presas de una clerolatría exacerbada que lamentablemente llega a nuestros días.

  13. #13
    Avatar de ALACRAN
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Cita Iniciado por Lizcano de la Rosa Ver mensaje
    Amén de otras puntualizaciones, no sé cómo se atreve a decir que desde el Carlismo actual no se ha hablado ni del Concordato, ni de la Ley de Principios del Movimiento Nacional le añado yo, supongo que es debido al desconocimiento que tanto de la dotrina como del "mundo" carlista tiene usted. Más atrevimiento me parece su enjuciciamiento de la intención al acusar de mala fe, pero bueno, lo acharemos a la misma base de desconocimiento.

    Puede usted, amigo Alacrán, hincar el aguijón en los siguientes enlaces:

    CARLISMO.ES - El Carlismo y la Unidad Católica

    CARLISMO.ES - El postconcilio y la descristianización de España

    Si usted no ve reconocimiento actual a lo que verdaderamente hay que reconocer, no seré yo quien le juzgue ni quien le acuse de la mala fe, quizás a lo mejor, en no saber leer.

    El que mejor entendió la sangre que circulaba por las venas carlistas fue un personaje, quizás a uted le suene de algo, que de no ser por su agnosticismo vital quizás hubiera formado parte dellas como fue Ramiro Ledesma Ramos. Basta leer sus comentarios a lo carlista para darse cuenta que sus prejuicios no le frenaban un ápice la admiración hacia las huestes de la Tradición. Ya que usted utiliza un símbolo tan jonsista como el brazo en alto, debería saberlo y, por lo menos, inducirle al análisis de la fuente de ese respeto. Podía continuar más sobre esto hasta llegar a la preparación del Decreto de Unificación que siendo obra, la redacción, de un jonsista como Giménez Caballero sorprende que tuviera tan mala acogida por los "falangistas" de Hedilla procedentes del ala de la reacción (liberal ¿?) más que de la verdadera revolución hispánica preconizada por los chicos de las JONS. Una historia que siempre se ha presentado como idílica y que en realidad no lo fue tanto. Quiero decir con esto que a lo mejor Franco fue más jefe para Falange que lo que le necesitaba el Carlismo, y me parece, ahí están las fuentes, que los ataques más enconados al Caudillo y sus políticas de principios vienen más por ese ala que, al tenor de su firma, está más cerca de sus posiciones. Porque, al fin y al cabo los carlistas no llevaron nunca coronas a la tumba de Franco, por lo que no tenían que dejar de hacerlo, cosa que Diego Márquez sí. En fin, podríamos extraer mucha mala fe, pero creo que se trata de hechos y con los enlaces de arriba basta, este final ha sido un poco retórico, lo sé.

    Sin acritud, ninguna.
    A lo mejor es que no me expliqué correctamente o es que no sabe leer usted, o las dos cosas a la vez.
    Yo escribí:
    Hablo de cobardía de los tradicionalistas de ahora, no de los tiempos de Fal Conde. Un porrón de mensajes hilando finísimo sobre encíclicas de Pío IX, León XIII, Pío XI sobre el Reinado Social de Cristo etc. pero ni una sola palabra de mención del Concordato de 1953 que plasmaba todo eso en España. No se puede obviar que si eso no es mala fe es algo muy parecido.

    Escribí "mensajes" sobreentendiendo mensajes en este foro Hispanismo.org, no páginas de internet de esas de propaganda. Escribiendo en el buscador del foro: concordato 1953; aparecen esas palabras solo en cinco hilos; dos de ellos míos, y otro es anecdótico. De esos 5, 3 miserables hilos están en el foro de religión sobre ¡¡¡455!!!. A eso me refería.
    Puesto que no hay mala fe, deberá entenderse entonces que los foristas ignoran el tema.
    Curioso que habiendo tal filón nadie lo explote. Será entonces ese nuestro papel (y del que se apunte).
    En tal caso, será un deber recordarle (modestamente) las virtudes de Franco, Pío XII y del Concordato, a título modélico y ejemplar, a cada paso en sus (por otra parte) interesantes aportaciones de tema polémico-religioso.

    Un saludo.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  14. #14
    Avatar de Donoso
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Cita Iniciado por ALACRAN Ver mensaje
    Es curioso que también en este foro se alabe a estos papas en todo, pero curiosamente se silencie todo lo que estos papas ensalzaron a Franco.
    No ha surgido un tema específico de ello, pero si saliese, ten claro que a esos papas se les criticarían sus muchos y muy graves errores políticos, que mucho daño hicieron al pueblo católico. Errores que son muy frecuentes en los papas de los dos últimos siglos empezando a contar, por ejemplo, desde Pío VII y la pseudocoronación de Napoleón.
    Un tema poco tratado pero muy real.

    Curioso que habiendo tal filón nadie lo explote. Será entonces ese nuestro papel (y del que se apunte).
    Me alegro de que habiendo notado esa deficiencia, te hayas puesto a arreglarla. De eso se trata
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  15. #15
    Gothico está desconectado Miembro Respetado
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    Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Cita Iniciado por ALACRAN Ver mensaje
    Lo peor de Franco: la sucesión. No supo resolverla. Su desconfianza hacia todo fue retardando la decisión, que al final se le fue de las manos. Aunque creo que aunque la hubiera hecho de otro modo, probablemente también hubieramos acabado igual de mal.
    Tras la publicación de la "escandalosa" (Rafael Gambra dixit) Dignitatis Humanae (dic 1965) el régimen de Franco pasaba a quedar deslegitimado por Roma.
    Pues precisamente, y al hilo del Concordato y su posterior papel mojado tras el Vaticano II (vigencia práctica del concordato solo 9 años: 1954-1962), Franco hubiera debido haberse largado (exiliado) en 1966, y se acabó todo.
    Última edición por Gothico; 24/04/2009 a las 01:04

  16. #16
    jasarhez está desconectado Proscrito
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    Re: Respuesta: El Concordato de 1953: obra maestra de Franco

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Cita Iniciado por Gothico Ver mensaje
    Tras la publicación de la "escandalosa" (Rafael Gambra dixit) Dignitatis Humanae (dic 1965) el régimen de Franco pasaba a quedar deslegitimado por Roma. Pues precisamente, y al hilo del Concordato y su posterior papel mojado tras el Vaticano II (vigencia práctica del concordato solo 9 años: 1954-1962), Franco hubiera debido haberse largado (exiliado) en 1966, y se acabó todo.
    Sin duda, lo mejor hubiera sido que Franco hubiera decretado, a partir de la publicación de la Dignitatis Humanae que España temporalmente estaría desligada de las nuevas directrices de Roma, aunque siguiera declarándose entera y tradicionalmente católica, para así poder hacer caso omiso de las directrices emanadas por el mismísimo Vaticano-postconciliar. Y años después, a partir de 1970, haberse coaligado con la FSSPX en las tesis del catolicismo tradicional y hacer fuerza común en las críticas a la Roma modernista. De este modo, del régimen de Franco, jamás nadie podría haber dicho en la vida que habría quedado "deslegitimado" por las reformas conciliares.

    La deslegitimada sería Roma... y los jerarcas modernistas vaticanos.
    Última edición por jasarhez; 25/11/2012 a las 00:35
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

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