Hace sesenta y seis años, bajo el cielo azul y diáfano de Andalucía, en el amplio espacio de la dehesa, bajo los ardores del sol de primavera, en el campo, entre verdores de praderas y trigales amarillentos, florecieron como amapolas las boinas rojas. Fué la primera concentración de requetés uniformados y en formación militar que hubo en España. Y fué, al mismo tiempo, la mayor sorpresa que, ante propios y extraños, dió el carlismo andaluz en aquel 15 de abril de 1934, que seguía a un dia oficial, gris y desvaído, en que se acababa de conmemorar, por los triunfadores, el tercer aniversario e la II República, fiesta que las masas habían abandonado al protocolismo oficial.

La jornada del Quintillo, brillante y gloriosa, era promesa de días espléndidos para la Comunión Tradicionalista Carlista; promesa que no quedó defraudada. Si en el Quintillo una muchacha sana de ideas, alegre y juguetona, había evolucionado, a las órdenes de sus jefes, en un supuesto táctico y desfilado, disciplinada y marcial, ante el representante de los veteranos de la Causa -el General Díez de la Cortina, superviviente glorioso de los heroicos ejércitos de Carlos VII-, no tardó el día tan ansiado siempre por los verdaderos carlistas, en que en el campo de batalla, ante los ejércitos de la República, maniobraran con objetivos reales, bajo la metralla enemiga, y lucharan y vencieran, y luego desfilaran triunfadores en las ciudades conquistadas con su heroísmo y con su sangre.

¡El Quintillo! ¡1934! ¡Nombre evocador de nostalgia y recuerdo! ¡Fecha que señala un hito en la historia de más que secular del carlismo! ¡Cuántos de aquellos que desfilaron en el Quintillo, vertieron luego su sangre generosa o perdieron sus vidas frente a los anti-España de los ejércitos de la II República, de las brigadas internacionales o de las miliciadas rojas! ¡Nostalgia de una juventud entusiasta y batalladora! ¡Recuerdo de un tiempo de inquietudes y de zozobras, pero también de esperanza y de fe!

No importa que los azares de la vida hayan podido amortiguar el fuego de unos pocos, y que otros hayan podido abandonar el sendero del honor y la consecuencia. El carlismo sigue; los huecos que abren los años que pasan, pechos ansiosos los llenan con el mismo afán de lucha por los ideales, con el estímulo de emular las gestas de sus mayores. Es la muchacha que se renueva, y así como generación sucede a generación en la vida de la humanidad, así una juventud sigue a otra juventud en el constante suceder del carlismo, pletórica de ideales, rica en generosidades y ansiosa siempre de sacrificio.

Desde aquel 15 de abril de 1934 cuántos acontecimientos han trastornado la historia del mundo: se han sucedido regímenes; se han hundido imperios que se manifestaban arrogantes y desafiadores; han desaparecido doctrinas y escuelas políticas que en un entonces parecían avasallar al mundo entero; pasaron naciones y otras surgieron. Hubo guerras catastróficas, matanzas inauditas; se crearon doctrinas jurídicas, y palidecieron otras. Solo, inmutable en sus principios, permanece el carlismo, porque asentado sobre la verdad política, tiene su arraigo en las entrañas de la Patria española, que es la verdad histórica.

El carlismo es inmutable, porque sus Reyes no son hombres, sino dinastías, y éstas no mueren con aquellos; es inmutable porque mientras no ocurra una catástrofe cósmica, España será eterna. El carlismo es inmutable, porque no depende de favores ni de honores, de satisfacciones ni de beneficios, sino que, al contrario, tiene como herencia el sacrificio, la abnegación y se templa en la persecución. El carlismo es inmutable, porque los requetés de ayer fueron los continuadores de los voluntarios de Zumalacarregui y de Miguel Gómez, de los soldados de Carlos VII. El carlismo es inmutable, en fin, porque está en el alma de España.

Aquellos requetés del Quintillo del 15 de abril de 1934, fueron los precursores de los Tercios de Andalucía en la Cruzada española. Tercios gloriosos y admirables que recibieron con el tiempo el sabor de las cosas legendarias: Tercio de la Virgen de los Reyes, bajo la advocación que dió a la ciudad redimida el Rey Santo; Tercio de la Virgen del Rocío, a cuya ermita acuden para saludar a la Blanca Paloma de todas las partes de Andalucía en piadoso andar de caravanas; Tercio de la Merced, que aunque radicando en Jerez, recoge todo el sentir y calor de la generosa tierra gaditana; Tercio de San Rafael, que expresa la fe ye el agradecimiento por los favores que, en día de peste, derramara sobre la antigua capital del Califato el Arcángel, que fué guía de peregrinos; Tercio de Isabel la Católica, que evoca el recuerdo de la gran Reina que conquistó el último baluarte de la morisma en España; Tercio de Nuestra Señora de la Victoria, patrona de las ricas comarcas malagueñas. Todos estos Tercios, y aquellos que no surgieron en Jaén y Almería, porque aunque la ola roja sumergió las provincias, también tuvieron sus requetés mártires en las cárceles y en los campos de trabajo, y sus víctimas en las mazmorras o en el solitario paseo.

Hemos de fijar nuestros ojos en aquel Quintillo de 1934 para decir hoy, como ayer: Andalucía tiene su solera carlista; su suelo se empapó de la sangre generosa de sus requetés, y sus entrañas guardan los huesos de aquellos que, olvidados por el mundo, no son anónimos ante Dios.

ECOS DEL QUINTILLO

Don José Díez de la Cortina, Conde de Cortina de la Mancha, General de Brigada de los Reales Ejércitos, ex-Jefe Regional Jaimista de Andalucía.
"El día más feliz de mi vida"
Regreso a Sevilla, donde he pasado, el domingo 15, el más feliz día de mi vida.

Aquí, en Madrid, en el afán de mis diarias ocupaciones -homenaje a Mella y asistencia a enfermos- habían transcurrido los días precedentes, sin darme cuenta de los proyectados actos de Sevilla; pero aún cuando de ellos tuviera somera noticia, no me hice cargo de apreciarlos, habituado al conocimiento de la falta de ambiente de nuestros ideales en mi tierra, de la que he sido por más de siete años jefe regional. Una amable invitación del que lo es en la actualidad, don Manuel Fal Conde, en la noche del 13, nos trajo a la realidad, y en el avión del sábado 14 partía para Sevilla en la agradable compañía de nuestros diputados Arellano, Zamanillo y Toledo, y el director de la revista de Santander, "Tradición", Ignacio Romero Raizábal.

Acepté la invitación de Fal Conde por ser suya, pero en la creencia de que se trataba tan sólo de la inauguración de un pequeño Círculo y de una jira al campo, y porque germinó en mi cerebro la idea de aprovecharma de esta oportunidad para dar un toque de atención a mis amigos de Sevilla sobre el confusionismo reinante sobre tantas cosas para nosotros esenciales; táctica lastimosa, tan contraria al verdadero Tradicionalismo de los carlistas de antaño, tan opuesta igualmente a la conducta y modo de ser de nuestro Augusto Caudillo, como puedo probar cuando se presenta la ocasión para ello.

Vime, sin embargo, agradabilísimamente sorprendido la mañana del 15 en la iglesia del Salvador por el gran número de tradicionalistas de ambos sexos que se acercaron a la Sagrada Mesa, empezando entonces mi asombro por lo que tan lejos estaba de creer; y momentos más tarde este asombro que iba en aumento, llega a cualminar en lo portentoso al llegar al cortijo Quintillo y presenciar el cuadro desarrollado ante mi vista: los requetés sevillanos, en número de 650, perfectamente uniformados los más, todos con boina roja, formados en actitud de firmes, precedidos por bandas de cornetas y de tambores y charanga de 28 músicos tocando la marcha de Oriamendi, y sobre ellos evolucionando dos avionetas nuestras.

Tuve la fortuna de pasarle revista, encantado y emocionado de aquello tan inesperado, que en la confusión de mis pensamientos veía el resurgimiento de aquellos ideales de mis paisanos de 1873, que se habían difumado en los de la última Guerra Civil, y me formé la idea de que este resurgimiento sevillano ha de servir de ejemplo y motor en las demás regiones: ¡Sevilla por Don Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, precursor de la España Tradicionalista!

Acto seguido procedióse a la entrega de la bandera por mi sobrina , la señorita Pilar Medina Benjumea, hija de los condes de Campo Rey, en representación de la madrina, la señora Baronesa de Sangarren, leyendo aquella con voz y entonación admirables hermosas cuartillas, que fueron contestadas por el comandante jefe del Requeté, aceptando la custodia de la bandera.

A continuación se procedió por las fuerzas juveniles a la realización de un despliegue gimnástico, cuya nomenclatura deportiva ignoro, pero que hablando en términos militares podríamos llamar supuesto táctico y decir que consistía en impedir el ataque a Sevilla por aquel sector de un figurado enemigo que vadease el río. Este hecho, admirablemente concebido y ejecutado, trajo a mi memoria un combate real en Filipinas, el de Presa-Molinos (Cavite), por la segunda brigada de la división Lachambre, la del general Marina, a la que yo pertenecía, y sin duda el más brillante a la par que originalísimo de aquellas operaciones, el día 10 de Marzo de 1896. La semejanza resultaba casi exacta por el terreno y el despliegue de las fuerzas.

En Sevilla, aquella tarde fué inaugurado el Círculo Tradicionalista en la hermosa calle Armas, 6, ante un público de 5.000 correligionarios, los cuales fueron bendecidos y consagrados al Sagrado Corazón; y a continuación, y precediendo las notas del Oriamendi, empezó el mitin, en el cual, Arellano, Comín y Pradera entusiasmaron a la concurrencia con sus hermosos discursos, en los que prevaleció la nota carlista.

Ya lo dije al principio de estas líneas: el pasado domingo, 15 de abril, fue el día más feliz de mi vida.


Don Víctor Pradera, vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales, ex-diputado a Cortes carlista, asesinado por los rojos en San Sebastián, en 1936, publicaba en "EL SIGLO FUTURO" de Madrid el 17 de Abril de 1934.
Exultación.
Cielo de color azul sevillano, día veraniego, la novia gentil del Príncipe que lleva el escudo de la piedad, la gracia y la alegría entrelazadas -como llamé a la capital andaluza en mi discurso-, se despojó de los crespones de luto con que se cubría desde que asesinaron a su amado, y se adornó con todas sus galas para recibir al Tradicionalismo. Ha presentido que este sistema doctrinal, nacido de la entraña española, es el único que tiene eficacia para resucitar a su Príncipe.

Estamos en el cortijo de Fuente Quintillo, propiedad de don Anastasio Martín, ejemplar auténtico de esa cortesanía que juzga un favor a la aceptación de lo generosamente ofrecido. A lo lejos la gran Sultana, a la que los vascos llevamos el bautismo, parece una labor de encaje sobre la sábana verde de los campos que se extienden ante nuestra vista.

De pronto resuena en mis oidos, con el mismo vigor y con el mismo aceleramiento en las palpitaciones de mi ser que si lo oyera en Vasconia, el himno marcial del Oriamendi. Allí están los requetés andaluces tocados con las boinas rojas de los míos. Una bellísima hija de Andalucía -Pilar Campo Rey, en representación de la noble dama, señora Baronesa de Sangarren-, sonrosadas las mejillas por la emoción y el calor, alta la peineta en su mata de pelo, encuadrado su rostro por la mantilla española, erguido el busto gallardamente, lee con ese dulce acento y esa musical entonación propios de los hijos del Sur, una alocución a aquellos, dirigida al hacerles entrega de la bandera. Al escuchar su lectura nos invade un estremecimiento, nuestra garganta se anuda y a nuestros ojos asoman las lágrimas. ¡Se habla de la gran España!... A continuación, una voz enérgica jura, a nombre de los alineados en saludo militar, hacerse dignos de su Patria.

Marcah marcial, ejército táctico, música, luz en el campo, sonrisas en los labios, alegría en el cielo, espíritus reconfortados, almuerzo campestre, becerrada. Y en Sevilla, a la vuelta, el mitin; atestado el local por gente que burló la ley física de la impenetrabilidad de los cuerpos para invocar a Dios, expresa su amor a la Patria y poner sus esperanzas en la Monarquía.

¡Gracias, Señor, que has querido endulzar la acidez del brebaje que nuestros labios están forzados a beber!


Don Miguel Martínez de Pinillos, diputado tradicionalista por Cádiz.
Fiesta de Cortijo
Priamvera andaluza..., sol sevillano..., un prado inmenso sembrado de amapolas..., libélulas que lo cruzan raudas en todas direcciones... En el centro del prado, una sevillana rubia, como espiga de oro, sostiene una bandera cuyo mástil termina en una Cruz de plata que brilla con destellos luminosos.

Las amapolas forman grupos que avanzan, retroceden, se fraccionan...; las libélulas son de acero, y siguen los movimientos de las flores. Las anima el mismo espíritu. ¿Es un sueño? Es... España que se levanta a cerrar las puertas de las cárceles y los manicomios, que ha dejado abiertas la República.


Don José Luis Zamanillo, diputado a Cortes por Santander, Delegado Nacional de Requetés.
Una lección de Tradicionalismo
Los que fuimos aSevilla presumiendo de tradicionalistas, hemos tenido que aprender mucho de nuestros correligionarios andaluces. Lo primero de todo, tan importante hoy día: disciplina. Y otra cosa no menos importante: organización.

El "caso" de Sevilla, y en general el de toda Andalucía, es ejemplar. Claro es que allí hay un hombre que tiene categoría de maestro y de cudillo, que es Fal Conde, de cuyas excepcionales condiciones es imposible prescindir si nos queremos explicar el aparente milagro. Pero no hay que olvidar que Sevilla, la roja, es también la Sevilla del 10 de agosto, del general Sanjurjo.

El "caso" de Sevilla es el caso de todas partes, con preferencia de aquellas en las que se ha cebado más la persecución republicano-socialista, que aceptan con entusiasmo nuestros principios salvadores. Lo que, desgraciadamente para las demás regiones, no tiene parangón es el "caso" Fal Conde. ¿Cuántos tradicionalistas había en la capital andaluza hace tres años entre jaimistas e integristas? ¿Llegarían a diez? Probablemente no pasaran de veinte...

El "caso" de Sevilla merece admiración y que en otras regiones lo pretendamos imitar. El "caso" Fal Conde sólo merece admiración y, como mucho, gratitud y cariño.


Ignacio Romero Raizábal, celebrado escritor y poeta, publicó en "El Siglo Futuro" del 16 de Abril de 1934 las siguientes impresiones de un viaje.
Realidad hermosísima
Vinimos a Sevilla en avión para asistir a la inauguración del nuevo Círculo. ¡Buen principio de viaje! Los medios más modernos de locomoción al servicio del Tradicionalismo, como queriendo demostrar que el progreso material no está reñido con las viejas verdades. Entramos en Sevilla, por la tarde, por la puerta grande: por su purísimo cielo, gloria de estas benditas tierras, del que tomó Murillo sus azules para pintar los mantos de sus Inmaculadas.

Pero ¡Cuántas sorpresas agradables nos esperaban, sorpresas que no estaban al alcance de nuestra fantasía, ni de nuestro optimismo...! No imaginamos nunca que vendríamos a aprender a esta Sevilla roja lecciones de Tradicionalismo.

Hombres del Norte, orgullosos de la relativa proximidad geográfica de la leal Navarra, foco, Meca, Israel del carlismo, confesamos avergonzados y dichosos que había en nuestro espíritu algo de engolamiento y fanafarronería. ¡Bendito sea Dios, que ha querido penar nuestro pecado de orgullo con tan consoladora y grata penitencia!

La Hora Santa del sábado a la tarde, en el maravilloso templo del Salvador, constituyó nuestra primera sorpresa. Una agrupación política que reúne en un acto de tan severa religiosidad a tan gran número de personas, es algo más que un grupo de caballeros del ideal que mantiene la bandera de Dios Patria y Rey por un sometimiento de lealtad y de buen gusto espiritual. Es, a ojos vista, un coeficiente no despreciable de pujanza; es, cuando menos, demostración de que en Andalucía los diputados tradicionalistas sevillanos son diputados por derecho propio.

La misa de comunión del domingo confirmó la impresión anterior; pero cuando verdaderamente comenzamos a darnos cuenta de que estabamos ante algo inusitado, fué cuando llegamos al cortijo con la esperanza de presenciar una fiesta andaluza, dispuesto nuestro ánimo un poco en plan de pandereta, con la visita de la noche última por el embrujado barrio de Santa Cruz.

¡Fiesta andaluza de cortijo! Lo primero que toparon nuestros ojos atónitos, mientras dos aeroplanos evolucionaban sobre nuestras cabezas, fué más de 600 requetés en correcta formación, de tres en fondo, a lo largo del campo, perfectamente uniformados, con gloriosas boinas rojas que palpitaban como corazones, mientras la banda de música tocaba el Himno de Oriamendi. ¿Estábamos de verdad en Sevilla o éramos víctimas de una alucinación? ¿No estaríamos por ventura en Estella, corte de Carlos VII, por un milagro de la imaginación?

El acto de la tarde en el hermoso nuevo Círculo, que es posiblemente el mejor Centro Tradicionlista de toda España, fué, más que la coronación de estos festejos inolvidables, la demostración oficial de que no estábamos ante un fenómeno de espejismo, sino de que todo aquello era una realidad maciza y hermosísima.

Ni don Victor Pradera, ni Arellano en Navarra, ni Comín en Aragón, es posible que escucharan mayores ovaciones en sus días de verdaderas apoteosis.

Ya no es sólo Navarra la Israel del Carlismo. Ya hay otra Covadonga para los tradicionalistas que es Sevilla..., la roja, ¡la de los boinas rojas!
FABIO, seudónimo del doctor don Emilio Ruiz Muñoz, escritor y sociólogo, asesinado por los rojos en 1936, publicaba en "El Siglo Futuro" del 17 de Abril de 1934
Orillas del Betis.
Una ovación es poco; en una ovación romana no se inmola más que una oveja (ovis; de aquí ovación). Un triunfo, que era el máximo honor de los héroes de Roma, hemos de rendir, en cristiano, escritores y lectores (lo preguntamos, y oímos el rumor de un sí inmenso) a Fal Conde... Ese Zumalacárregui sevillano, que ayer acaudillaba sólo un piquete, y hoy, conquistando palmo a palmo tierra andaluza, sufriéndo cárceles, multas y persecuciones de toda laya, arrruinándose y jugándose la salud y la vida, congrega en actos como el del domingo en Sevilla 600 requetés, y pronto conquistaría para el Tradicionalismo la menos tradicionalista de las regiones españolas: Andalucía.

Un aplauso a esa gloriosa juventud tradicionalista, la de la boina roja. Otras juventudes cristians, pero no tradicionalistas, llevan en el bolsillo el gorro frigio para ponérselo en cuanto suene la señal en las alturas de la República. Los nuestros llevan la boina roja no en el bolsillo sino en la cabeza, como una corona de gloria y honor, que considera insustituible por el gorro frigio, poruqe entienden que el gorro frigio, que llevan dentro y fuera de las logias los incendiarios de conventos y los expulsores de Jesucristo, no sienta bien a la juventud de la raza española.

Constantino Magno puso la Cruz en la corona. Alguna elevada autoridad del adhesionismo quiere hacer de Constantino Magno al revés: quitar de la corona la Cruz. ¿Para ponerla en el gorro frigio mas hediendo que el que conoció el auténtico Constantino Magno? Según... Todo depende de lo que pida el "bien posible", que nunca pedirá tanto.

Cuando esa elevada autoridad del adhesionismo se cale el gorro frigio, será la señal de que el toque se dió ya en las alturas republicanas, y entonces saldrán de los bolsillos para trasladarse a las cabezas de todos los gorros frigios... con Cruz o sin ella. Para las boinas rojas el gorro frigio seguirá siendo lo que fué siempre: su más implacable enemigo. Una plauso a esas juventudes que acabarán con estas decrépitas gerontocracias, revolucionarias y adhesionistas, donde está el odio y la ponzoña que acabarían corrompiendo y exterminando el depósito de la Tradición, si no lo custodiaran esas juventudes encargadas de transmitirlas a las generaciones que las sucedan.
El hecho histórico del Quintillo

El valor histórico del Quintillo estriba en el hecho de que no fué una concentración más de las tan corrientes en la segunda República, ni que esta concentración se efectuara en Andalucía, a las puertas de Sevilla, emporio de los rojos. Se habían celebrado grandes manifestaciones de masas hasta con carácter derechista, como las famosas de la Ceda y la de las juventudes de Acción Popular en El Escorial, o manifestaciones monárquicas en que había vibrado la palabra potente de Calvo Sotelo. Mas todas ellas eran siempre momentáneas, poruqe en las primeras el motor que las impulsaba era el deseo del acomodamiento por el menor esfuerzo, y en las otras, de un monarquismo dinástico pronunciado, faltaba el calor de las masas populares que sólo les podía dar el carlismo.

Pero en el Quintillo ocurre algo muy distinto. Es el despertar del Tradicionalismo, que se muestra enteramente con la incorporación de Andalucía a la España Tradicionalista. Y esto ocurre por haberse hecho una labor continuada y persistente, bajo la dirección del jefe regional, don Manuel Fal Conde, soportada por la labor de un periódico semanal, "El Observador", y popularizada por la pluma batalladora de don Domingo Tejera desde las columnas de "La Unión". Y es también porque en las juventudes tradicionalistas hay espíritu de combate que no se arredra cuando tiene que enfrentarse con anarquistas, socialistas y comunistas, y, lo que todavía es más dificil, con las autoridades republicanas. Es el Requeté, que se manifiesta en el Quintillo, el que había salido a la calle el 10 de agosto de 1932. Es el Requeté que, incipiente todavía, recorre los pueblos andaluces, expandiendo sus entusiasmos y sus ideales...Esto es lo que recoge el acto del Quintillo.

Los acontecimientos que después del Quintillo se destacan en Andalucía, conducen directamente al glorioso 18 de Julio de 1936. Cuando se conjuga con un pueblo sano, no emponzoñado por las politiquerías partidistas del adhesionismo u oprtunismo, con el glorioso Ejército español vibrante de patriotismo; cuando se encuentran con el mismo ardor para combatir la República antiespañola, el 18 de Julio, el glorioso Alzamiento Nacional, es una realidad ineludible si no se quiere morir.

Fue una rectificación histórica de unos siglos de desespañolización. Esta aspiración rectificadora, con más o menos fortuna, se manifiesta en la Península el 18 de Julio de 1936. Los requetés, aquellos requetés que han recibido su bandera de combate y la han jurado en el Quintillo, señalan la ruta de una Andalucía que ha dejado de ser país de pandereta, para ser región de héroes. Y los requetés combaten en aquel movimiento todo el liberalismo corruptor, sea en su forma democrática, representada por la República de1931, sea en su forma monárquica, cuyo exponente es la dinastía que cayó el 14 de abril.

Contra una u otra forma, y contra una y otra representación, lucharón los requetés, los del Quintillo y sus sucesores, hasta ofrendar sus vidas y emular con sus hazañas a los hombres que todo un siglo enarbolaron con honor la bandera del lema sacrosanto de Dios, Patria y Rey.